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por **Kerevan D. Flourite** Jue Nov 20, 2014 6:44 am

El local en el que ahora se encontraba la tienda de muñecas había sido antiguamente una casa. Cuando la zona pasó a ser más comercial, este fue convertido por su dueño en una pequeña librería en la que se afincó por varios años, mientras París crecía a su alrededor. Y siguió así hasta que Kerevan decidió que debía ser suya, el motivo ya quedó perdido en el olvido, a causa de una tiendecita que quería tener cerca, pero al menos se quedaba con el consuelo de que la ubicación era muy buena y había conseguido que le reportara muchos beneficios.

Llevaba ya varios años con el negocio y había tomado un aspecto muy profesional. La primera planta, la que daba a la calle con unas cristaleras, mostraba lo principal. Muñecas en los estantes, otros dedicados solo a sus complementos como ropas y demás. En el escaparate había siempre una colección distinta, para ir llamando la atención de todos los niños y no tan niños que pasaran por allí, con cosas novedosas y hermosas. Había un mostrador, donde la dependienta se encargaba de atender a los clientes que aparecieran por allí, todo estaba siempre inmaculado y perfecto.

Detrás del mostrador, en un rincón, habían unas escaleras que subían, al igual que unas que bajaban. En el piso superior se encontraba una amplia estancia, que estaba decorada como una habitación muy recatada, apenas con muebles y una pequeña cocina, donde Kerevan daba la oportunidad de alojarse a quién se encargaba de su tienda. Abajo, en el sótano, tenían el almacén, repleto de repuestos, así como una mesa grande y los materiales necesarios para que el muñequero pudiera realizar allí los trabajos que creyera oportuno cuando estaba por la tienda o lo necesitaba. El lugar era grande, no el más grande, pero sí llamativo por no ser una cuevita diminuta llena de muñecas que parecían mirarte de forma incómoda, porque eso no era lo que él buscaba.

La mujer que se había hecho cargo los últimos años del local, había quedado en estado, lo que la había dejado impedida para trabajar finalmente por tenerlo de riesgo y deber estar en cama. Esto había sido una verdadera molestia para el brujo, ya que debía hacerse cargo él del lugar, y por supuesto ella había perdido el trabajo. Ahora había hecho que corriera la voz, que llegara a todas partes, ofrecía trabajo a quién quisiera pasarse por allí y decidiera quedarse. Sus condiciones no estaban nada mal, alojamiento, comida y tal vez algún extra, dependiendo del trato al que llegaran, a cambio de disponibilidad total y mucha discreción, lo que pasara allí quedaba entre ellos. A veces recibía clientes especiales a los que atendía en privado y no quería que fueran por ahí coreándolo a los cuatro vientos.

Era media tarde, no quedaba mucho para que decidiera cerrar por ese día y acababa de vender una muñeca a una niña que decía que se parecía a su hermana. A saber, casualidades que existían. Estaba contando el dinero que guardaba en una caja bajo el mostrador, cuando escuchó de nuevo la campanilla sonar y alzó el rostro para encontrarse con alguien totalmente desconocido. Solo se quedó en silencio, esperando que se pronunciara.

por **Esteve Sa-Michelle** Jue Nov 20, 2014 8:22 am

Desafortunadamente tenía que pasar. Algún día pasaría... El no tener ningún centavo con el cuál pagar la renta y mantener el vicio, me abrió una posibilidad - no buscada por placer propio desde luego- a buscar un empleo. No estoy muy contento, por el contrario estoy furioso, pero el simple hecho de sentirme encabritado, no va a darme de comer. Tengo qué hacer algo al respecto, y lo estoy haciendo. Hasta mis oídos llegó el rumor de que la tienda de muñecas - gruñí- necesitaba un encargado. ¿Qué sabía yo de muñecas? nada. Nada de nada. Pero era muy listo ¿y qué riesgo podría el atender un negocio como aquel? ninguno. Aburrido tal vez, mucho, pero no estaba en condiciones de remilgar. Vender una muñeca aquí y allá no iba a denigrarme más de lo que ya estaba. Eso siempre y cuando el empleo fuera para mí. Mis credenciales no eran muy favorecedoras desafortunadamente, pero el que no arriesgaba, no ganaba,

Con la guitarra sobre mi espalda, y un par de maletas, me di a la tarea de caminar por las callejuelas abarrotadas de gente, repasando mentalmente un diálogo para presentarme. Tenía que parecer encantador, seguro de mi mismo, y "amar" las muñecas. Torcí el gesto, en realidad me desagradaban, quizás pensar en el recuerdo de mi pequeña hermana me hiciera darle un sentido a todo. A ella le encantaban, siempre quiso tener su habitación abarrotada de las mismas, pero... Desafortunadamente no podía ser dada la situación que se presentaba en casa. Negué... Hacía tanto que no pensaba en la familia que había dejado atrás, que no reparé en que me había pasado dos bloques más allá de la tienda. Refunfuñé, las maletas pesaban demasiado. Regresé sobre mis pasos, y me planté delante. Al parecer estaba abierta al público, por lo que únicamente giré la perilla. Dentro se respiraba un extraño ambiente, demasiado tranquilo a mi parecer, pero acogedor. Decenas de muñecas apostadas en los anaqueles laterales parecían fulminarme con sus ojos. Escalofriante...

-Eh, buena tarde, mi nombre es Esteve Sa-Michelle y vengo a preguntar por el empleo- Me dirigí al hombre detrás del mostrador, sonriendo, tratando de parecer agradable. Siempre decían que la mejor tarjeta de presentación era sonreír; bueno, creo que lo estaba haciendo bien hasta el momento. Esperaba que al dueño - podía presumir que el hombre lo era- Le convenciera.

por **Kerevan D. Flourite** Jue Nov 20, 2014 2:35 pm

Sus ojos se habían quedado clavados en aquel muchacho desconocido, esperando sus palabras. La verdad es que su aspecto le dejaba bastante en claro que no había entrado en su tienda con afán de consumidor precisamente, pero eso no quitaba que se tomara el tiempo necesario para escucharlo. Y al fin tuvo la respuesta que ya se esperaba, que el chico estaba ahí nada más y nada menos que por la oferta de trabajo. Dejó el dinero donde lo había estado contando y cerró la caja con una llavecita que luego se metió al bolsillo, sin molestarse en responder nada de momento, dejándolo allí en silencio, que demostrase que tenía compostura.

Finalmente salió de detrás del pequeño mostrador y se acercó a él con paso lento, haciendo resonar los zapatos sobre la superficie del suelo hasta quedar frente a él, a un par de pasos de distancia. Lo miró con descaro, no de forma sucia o lasciva, simplemente lo estaba analizando de manera descarada, buscando algo desagradable, tal vez alguna deformidad, un arma escondida, suciedad demasiado evidente, o cualquier cosa que no lo hiciera digno de postularse al trabajo. Pero al parecer no encontró nada, porque volvió a mirarlo al rostro.

— Kerevan Flourite, dueño de la tienda. — estiró la mano para tomar la ajena en un saludo educado, sin más ceremonias — Supongo que te habrá llegado la información de lo que busco, ya que has decidido presentarte. — hizo un gesto con la otra mano para señalar todo a su alrededor — Como verás este no es precisamente un lugar para alguien que no quiera dedicarse a esto. — no pudo evitar mirar la guitarra que traía, un tipo de la calle cuyo sueño era triunfar como músico solo buscaría dicho empleo para poder ganarse unos francos y luego abandonarlo, eso no emocionaba mucho al muñequero, que detestaba tener que estar buscando siempre gente nueva que sustituyera al anterior — Me gustaría que la persona que tome el puesto esté completamente seguro de que desea hacerlo. Tendrá que realizar tareas de limpieza y mantenimiento, tanto de la colección de arriba como la que vaya llegando al almacén. Atender en la tienda y ser capaz de vender. Mantener esto como si fuera su propio negocio, quiero alguien que poder dejar cuando yo no estoy, en quién poder confiar y saber que no hará ningún desperfecto en mi ausencia.

Y se fue el momento en que se quedó en silencio. Ahora quería saber el nivel de compromiso que tenía el chico, porque obviamente no era lo mismo un trabajo cualquiera que uno en el que se exigía ese tipo de interés. Claro que muchos mentirían de todas formas si le hiciera falta el dinero. Kerevan también les ofrecía un sitio donde alojarse, en la misma tienda incluso podían pernoctar y alimentarse ya que estaba preparada para ello, pero eso llegaría más tarde, primero quería saber lo que tenía que decirle el muchacho, así que esperó.

por **Esteve Sa-Michelle** Lun Dic 29, 2014 4:09 pm

No pasé desapercibida esa mirada fría y oscura hacia mi persona. El sujeto sí que imponía, podría jurar que tenía cara de pocos amigos, pero supuse que solamente estaba tratando de cuidar los puntos importantes del negocio. Yo era demasiado joven, con ganas de querer descubrir un mundo, por lo que pudiera dar esa impresión de ser un completo irresponsable. Si bien lo era en cierto grado, tenía mis momentos - mis muchos en realidad- de ser comprometido. Yo necesitaba un trabajo estable donde ganar dinero para mi manutención, no podía quedarle mal a nadie, ni dame el lujo de ... Entonces yo debía se más inteligente para ganarme aquel puesto. ¿Que difícil podía ser cuidar de un negocio de muñecas y limpiar un poco? eso podría hacerlo cualquiera. Estaba dispuesto a todo, le mantendría el negocio más limpio que mi conciencia.

Correspondí el saludo de mano lo más cortés y firme del que fui capaz.

-Supuse que usted sería el dueño de la tienda. Una tienda tan fina y elegante como ésta no podría ser manejada más que por alguien de acuerdo a las circunstancias - le observé discretamente -. Sé que debo parecer demasiado joven, pero estoy completamente seguro de, que si me otorga el empleo, no se arrepentirá. Quizás le parezca extraño lo que voy a decir, pero el observar todas éstas preciosas muñecas, me hace recordar mi casa, a mi pequeña hermana. Ella nunca podría darse el lujo de comprar una de ellas-. Suspiré, la extrañaba demasiado, tanto que hasta dolía el hablar de ella-. Por favor, trabajaré arduamente, haré lo que usted disponga al pie de la letra. Póngame a prueba, si usted no queda satisfecho con mi labor en la tienda, me iré por donde vine.

El corazón me latía a prisa, incluso sentía las orejas y el rostro colorados. Rogaba que viera en mi la sinceridad, que mis palabras no iba a llevárselas el viento. -Trabajaría sin goce de sueldo durante la prueba, si lo cree conveniente -. Estaba echándome la soga al cuello, pero no se me ocurría otra idea por el momento.

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