Imán |Privado|

por **Fletcher J. Maciel** Dom Nov 30, 2014 10:08 pm

Pruébame y verás que todos somos adictos
a estos juegos de artificio.

Bajo la benevolencia de sus actos, se detuvo frente al personaje que minutos antes había observado jugando con la vida humana de una pequeña infante perdida del vigilio de sus padres; Parecía ser una escena divertida, ya que su predilecto juego era ver en el sufrimiento ajeno la necesidad de ayuda, ese manejable estado de pánico dónde cualquier cosa se prometería con tal de salvar su propia vida del peligro; Dicho así, frente a los ojos de una infante, el peligro se encontraba hasta en una sombra tenebrosa entre los callejones de París. Visto por el inquisidor, sí se hallaba en peligro real. Las manos de un vampiro sediento se acercaban cada vez a las finas trenzas de su cabello, alzando su diminuto cuerpo del suelo hasta ver como parecía danzar en el viento con movimientos desesperados y chillidos de sollozos.

Basta de juegos. Mejor dicho, inicio de su juego. No le gustaba sólo mirar, en eso no había ni una pizca de diversión, sus puños requerían atención y su fuego interno simplemente quería salir a flote.

Descendió en cosa de segundos las escaleras que se encontraban a un par de pasos de la escena, tronó sus dedos con vigilia, sin perder movimiento, ni el más mínimo de los actos de aquellos personajes. Patética escena. Él se sentía orgulloso del juego previo y ella, una niña, llorando cómo tal.
Su trabajo era contra el hombre, no contra ella, tampoco tenía la obligación de rescatarla, pero era la condena de acabar con la vida ajena.

En cosa de instantes se hizo esclavo del castaño; Certeros y veloces movimientos que lo hacían subir y bajar a gusto y disgusto del mismo. Los pequeños pasos de la niña se oían corriendo lejos. Bien, una preocupación menos. Azotó su cuerpo lejos, su cabeza se trabo entre sus manos y cuando el tronar de sus huesos cortaron su vida, sonrió sintiendo el frío de su cuerpo aumentaba; Sí, ahora disfrutaría de una muerte eterna.
No se molestó en guardar apariencias, tampoco perdió su tiempo en ocultar el cuerpo cercenado de su victima, simplemente pateó su torso a un bulto de basurero y retomó sus pasos por los callejones hasta dar con las afueras de su camino.

Allí notó cómo la pequeña lloraba a orillas del lago, frunció el ceño; No era posible.
Ignoró con irritación, bajo la cólera de lo que había sucedido simplemente pasó por su lado sin dar mayor importancia a la infante; No sin antes oír la voz de una fémina que le quería dar ayuda, asustando mucho más a la humada de lo que pretendía hacer — Pierde su tiempo, tendrá que tener familia, déjela, ellos vendrán por ella, no es problema suyo — Mencionó, entrecerrando sus ojos para ver a la joven que alzaba su cuerpo dando espacio a la infante que una vez más echaba a correr como condenada — ¿Lo ve? — Una socarrona sonrisa quiso atisbar sus labios sin triunfar — Un perdida de tiempo — Sentenció entre dientes, bajando al mirada casi de forma fugaz a la vestimenta femenina, no era una de aquellas damas que te sueles encontrar por las calles; Una de sus cejas se enarcó y la desconfianza prontamente se hizo latente en el inquisidor — Porque supongo que la quería ayudar... ¿No? —

por **Dagmar Biermann** Sáb Ene 03, 2015 1:05 pm

Se sentía ahogada, enferma, aburrida y llena de ira. La paranoia de Hunter había ya pasado de lo normal, parecía un secuestro enfermizo más que una precaución de un posible asesinato. Además, las cosas entre ese par no se encontraba para nada bien. Las mentiras, o quizás las verdades a medias que el rubio le había dicho la enfurecieron, le hicieron perder la confianza, y la realidad es que lo que menos deseaba era estar cerca de él. Cómo pudo se libró de él. ¡Benditas sean las mujeres que saben utilizar sus encantos a su favor! Y ella lo sabía de pies a cabeza, el efecto que tenía en aquel rubio asesino. Lo dejó dormido en medio de fantasías que no podían ser cumplidas por el enojo, pero avivando la esperanza de que quizás en poco tiempo las volverían a retomar. Nadie sabía, ni siquiera ella, lo único a ciencia cierta en ese momento es que deseaba escapar, lo haría; lo hizo.

Se vistió de la forma menos femenina que pudo. Pantalones ajustados, una camisa ceñida al cuerpo, botas gruesas y un abrigo negro. Para su mala suerte aún su figura seguía notándose completamente esbelta y femenina, pero al menos estaría cómoda, sin que el exceso de telas le llegara a fastidiar.

Camino sin rumbo fijo por el bosque. Fue fácil para ella escapar de los custodios de la academia, ella misma les ordenaba sus lugares estratégicos, así que con total facilidad pudo librarse de ellos sin ser vista. Ser una cazadora se trae en las venas y por más bien que hagas las cosas, ciertos trucos te dan ventajas irrefutables.

El bosque resultaba silencioso cuando las criaturas de la noche se alimentaban, o no querían ser descubiertas, eso lo sabía de sobra, y por eso llevaba colgando de un hombro sus flechas y su arco. Antes de ser atacada, ella lo haría primero.

Lo que nunca imaginó fue ver en medio de la nada a una infante que a duras penas había aprendido a caminar, comer, y andar por las calles de París sin necesidad de ser cogida de la mano por sus padres. Aquello le dio mala espina, incluso la miró a lo lejos estudiando el momento por si resultaba ser na trampa, pero al poco tiempo y al notar que nadie la auxiliaba, se acercó y buscó poder tranquilizar a la pequeña niña. La cosa fue de mal en peor cuando un intruso apareció.

— Que tenga familia no implica que no pueda ser atendida — Se puso de pie observando como la pequeña niña desaparecía, para su buena suerte la infante se decidió por seguir el camino a las casas, y no al bosque — Se nota que eres bastante bruto al ver a alguien en apuros — Su mirada salvaje apareció, y entonces observó con calma los rasgos de la criatura, ella estaba más que segura, se trataba de un vampiro, y encima de todo un vampiro “errante”, cómo ella los llamaba, criaturas que iban a la inquisición estúpidamente a pedir el perdón que jamás se les concedería. — Pensaba ayudarle hasta que apareciste, así que supongo, por la forma en que la niña te miró, eres parte causante de sus lagrimas — Chasqueó la lengua negando repetidas veces — ¿No se supone es tu trabajo ayudar a aquellos pobres indefensos? ¿A quién de tus superiores tengo que pasarle el dato? — Sonrió de forma burlona — Por cierto ¿te llamas…? — Preguntó por mero compromiso.

La adrenalina estaba subiendo a su cuerpo, hace mucho tiempo no se encontraba con un vampiro. Se aclara que ella no los asesina a todos, está consiente que hay quienes tienen la maldición sin pedirla, y no dañan, pero a los que asesina, los disfruta. ¿Él de que grupo sería?

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