First move || Razvan

por **Angelic Van Helsing** Jue Dic 11, 2014 4:09 pm

¨Se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás.¨
William Faulkner

¨Querida Angelic, he sabido que te has ido de la ciudad sin avisarme, quisiera enterarme dónde has estado y por qué. Sabes que como tu única familiar tengo el deber de velar por vos. Espero que al llegar a parís y recibir esta nota vengas a visitarme como primer compromiso. Tenemos cosas que discutir.
Con Amor.
Fiorella.¨

La inquisidora observo una vez más la delicada nota, con aquellos cuidados trazos y exquisita ortografia, perfumada con orquídeas el aroma predilecto de la abuela. Cuatro líneas con palabras autoritarias disfrazadas de… ¿preocupación tal vez? La inquisidora arrugo el amarillento papel y lo tiro a la canasta más cercana, acabada de llegar de un largo viaje a su hogar, estaba demasiado cansada y lo último que haría sería preocuparse por ir corriendo a ver a aquella mujer, tenía cosas más importantes en mente, asuntos delicados que no daban espera.

Ciertamente había salido de parís sin dar explicación alguna, aquello incluyendo a sus autoridades dentro de la facción a la cual hacia parte. Tiempos difíciles se venían para la institución eclesiástica, por lo cual recibiendo una orden directa de su santidad no dudo en acudir a la santa sede donde le fue encomendada una especial misión de carácter urgente, suponía que aquello tenia ver con los nexos de su abuelo con la iglesia durante la vida de este y que como tal, ella, ahora representante de su familia en el oficio debía seguir los pasos de aquel y seguir con los casos que había dejado inconclusos. La licántropa pensó que después de tanto tiempo aquellas habían sido reasignadas y cerradas, pero en su breve charla con su santidad pudo entender era algo bastante personal.

Ahora de vuelta en parís, no solo debía dar explicaciones a sus superiores, si no también ponerles al tanto , y bajo las órdenes dadas por la santa sede incluirles para la elaboración y ejecución de un plan que erradicara aquella amenaza. Si algo tenía claro Angelic era que antes de llegar a la oficina de su líder a colocarle al tanto de aquello tenía que hablar con Razvan, aquel era el sub líder de su facción y además alguien un poco más cercano a ella que el resto… por no decir que dentro o fuera de la inquisición sus amistades eran muy pocas. Era una mujer demasiado reservada, y desconfiada, solitaria, taciturna. Y eso se debía principalmente a que nunca espero tal destino para ella, pues si tu propia familia te traiciona y te vende ¿Que se puede esperar para el resto? Además de que en este oficio no se podía confiar ni en tu propia sombra, Si bien se decía que el sub- líder estaba loco o era tenebroso, prefería contar con alguien con aquella reputación y cara de pocos amigos que con alguien sociable y respetado dentro de la misma.

-Al Castillo de Pierrefonds Fhilp…- comando la castaña mientras se colocaba la gabardina oscura y se subía en el coche. El viaje seria a lo sumo de una hora teniendo en cuenta la distancia entre su mansión y el castillo del vampiro, además de la destapada carretera que por el invierno estaría intransitable, pero debía llegar antes del amanecer y el deber tiempo apremiaba. Durante el trayecto la licántropa se perdió en la blanca visión que brindaban los copos de nieve al caer, y como se compactaban en el suelo uno con otro formando al pasar de las horas, capas espesas de esta en el suelo, como vestían los desnudos árboles, y pensó que si tuvieran vida propia serían unos estrategas excelentes a la hora de formar alianza, pues al fin al cabo eran agua congelada y el agua se amolda a todo. Tan simple como eso.

-Buenas noches… o días… ¿Su señor está en el castillo esta noche?- dijo esta al mayordomo que la recibió en el vestíbulo del castillo una hora después, le había tomado un poco más de lo previsto en llegar pero allí estaba.-Por favor digale que necesito verle.- El empleado le tomo el abrigo y la llevo a la sala principal informándole que iría por Ravzan. La inquisidora asintió y se quedó de pie dirigiéndose a una de las ventanas para contemplar como la nevada se hacía cada vez más fuerte, y a la espera de que el inquisidor le atendiera.

por **Razvan Kournikov** Mar Dic 30, 2014 1:41 am

Solo cuatro humanos, le servían en su castillo. Había aprendido que, entre menos fueran, más podía controlar su temperamento para evitar bebérselos. Reemplazarlos, siempre era una tarea jodidamente difícil. Razvan, no escondía ante ellos su condición de vampiro. Les había arrancado la lengua para evitar que hablaran con su prisionera. Ellos no necesitaban más que obedecer cada una de sus órdenes. Sin embargo, hacía un par de noches, había terminado arrastrando al mayordomo por las escaleras que conducían hasta las mazmorras para servir de alimento. Tatjana, se estaba muriendo. La había drenado hasta casi los huesos. Tudor, había estado jugando al cirujano con ella. Abriéndola en canal, vertiendo plata y removiendo uno que otro órgano por el placer que encontraba en el dolor que le ocasionaba. Había dejado un par de marcas en su piel que debido a la mala alimentación, no habían curado completamente. Una parte de su rostro, había sufrido también lo estragos. Había tenido una rabieta al recordar que esa hermosa mujer, había engañado a Razvan. A pesar de que el cazador no estaba entre sus compañeros favoritos, pues Dracul había cegado a Tudor con sus manipulaciones al darle siempre los cadáveres para que diseñase sus obras de arte y así odiase a su némesis jurado, la traición era una de las cosas que jamás podría perdonar. Salir de aquél trance, había requerido un esfuerzo en conjunto con sus compañeros. ¡Algo jodidamente inusual! Ellos no se soportaban. Solo la idea de perder a su mascota, los había llevado a cooperar. Gruñidos, gemidos y rugidos se escuchaban dentro de esas cuatro paredes. El nuevo mayordomo, que aún tenía el placer de contar con todos sus miembros en su sitio, estaba actuando como un estúpido al ir a buscarlo. La primera regla y, por ende, la más crucial dentro del Castillo de Pierrefonds, era no molestar al amo cuando estaba ocupado. Por supuesto, el vampiro no les había explicado cómo funcionaba todo bajo su mando. Los otros sirvientes, tampoco habían hecho nada por advertirle. Allí, cada quien aprendía por sus propios medios y Maximilian, estaba a un paso de hacerlo.

El sonido de la carne al golpear reverberaba en el oscuro lugar, haciéndose eco por el pasillo. Tatjana, colgaba desnuda de las pesadas cadenas, de frente hacia la puerta; mientras que Dracul, con nada más que los guantes de cuero cubriendo sus manos, la follaba desde atrás. La vampiresa, evidentemente debilitada, tenía el cuello estirado a un lado mientras él, bebía para excitarla a niveles magnánimos. O lo habría sido, si se hubiese molestado en darle placer y no en solamente obtenerlo. – Estás muy silencioso, Razvan. – Se burlaba éste, impulsando sus caderas con más fuerza. La había liberado, solo para mordisquear en otro punto. Le gustaba ver sus marcas. La falta de sangre fresca humana, le pasaba factura a la fémina. – ¿No estarás sintiendo lástima por ella? – Una carcajada fría, macabra, maldita, surgió de lo más profundo de su garganta; misma que murió cuando las bisagras chirriaron. Sus ojos aceitunados se clavaron en el hombre amenazadoramente. Maximilian no podría ver más allá de sus narices, pero debió percibir el peligro que acechaba entre las sombras de la celda porque dio un paso atrás instintivamente. El sirviente balbuceaba que tenía una visita y que no había sido su intención bajar. Dracul había dejado de oír después de eso, porque había aparecido en un santiamén frente al hombre. El pasillo estaba lo suficientemente iluminado como para mostrar sus facciones y la sangre que cubría su torso. Antes de que éste pudiese reaccionar, sus dedos habían escarbado para sacarle uno de los ojos. La extracción fue limpia, aunque no por ello hubo menos sangre. Lo lanzó dentro de la oscura celda. Cogió sus pantalones y con una mirada de locura serpenteando sus orbes, se despidió de ambos. Si Maximilian se equivocaba al buscar la salida, podría terminar siendo la comida de su mascota. No se había molestado en limpiarse cualquier rastro de suciedad de su cuerpo, su miembro aún permanecía erecto dentro de los confines de la tela. Más valía que fuese un tema urgente o su invitado no deseado lo pagaría. Llegó a la sala principal y, antes de hablar, sacó el ojo que había estado chupando de su boca. – Y el lobo entra a la cueva del vampiro. ¿No te parece un tanto irónico? – Si bromeaba o no, era imposible decirlo. Su rostro permanecía sin expresión. – Me temo que pronto, me deberás un mayordomo. – Sentenció. - ¿Qué es eso tan importante que interrumpió mi cena, Van Helsing? –

por **Angelic Van Helsing** Mar Ene 06, 2015 1:20 am

¨Cada uno somos nuestro propio demonio y hacemos de este mundo nuestro infierno.¨
Oscar Wilde

La inquisidora observaba impasible a través de la ventana los vientos helados mecer con fuerza las ramas desnudas de los árboles, la ventisca se estaba transformando en tormenta cubriendo parcialmente el camino por el cual habían llegado hasta Pierrefonds, maldijo en su fuero interno porque de seguir tan inclemente el clima no podrían salir de allí hasta algunas horas, y la idea de permanecer en aquel lugar por tanto tiempo le resultaba inquietante, poco conveniente, el amanecer estaba cerca…y como se demoraba el jodido mayordomo. Pero el deber es el deber, y en tiempos tan difíciles asuntos como aquel, siendo órdenes del jefe supremo no se podían ignorar o traerían serias consecuencias. El tiempo apremiaba.

-Maldita se…como si tuviera todo el día…-Mascullo la licántropa suspirando de forma pesada y cansada. El olor metálico de la sangre golpeo sus fosas nasales, así como los pasos al aproximarse le pusieron en alerta. Mas no se movió de su posición, lo espero con serenidad justo donde estaba sin ni siquiera darse la vuelta. La serenidad es una de las mejores armas de las que puedes disponer cuando no estás seguro de las acciones de ¨tus aliados¨ solo debes esperar a que cometan un error si es que planean hacer algo en tu contra, y aunque Razvan fuera impredecible tenía que tener fallas como todos. Aunque en aquel momento, más que nunca, estaba segura que por el tema a tratar ambos se mantendrían al margen de riñas y provocaciones continuas.

-El lobo no es tan estúpido como para perder su tiempo y entrar a la cueva del vampiro sin razones de peso…-comentario que hizo cargado de desdén- Por lo que se ha de imaginar que de no ser algo urgente lo habríamos tratado después en tu despacho. –Una sonrisa con tinte sarcástico se dibujó en su rostro haciendo caso omiso a lo advertido sobre el empleado, seguramente el pobre no habría salido bien librado de aquello. Pero no era momento de mostrar compasión pena por alguien ajeno al asunto. Con el tiempo, y rodeada de quienes estaba, Angelic había aprendido de la manera más cruel que de nada servía mostrar compasión frente a sus compañeros por las personas que resultaban lastimadas sin estar directamente relacionadas a los asuntos de la iglesia.

-No me habría molestado en venir aquí en medio de una tormen…- La inquisidora se giró para encararle mas no termino la frase al encontrarse con la imagen que podía mostrar de forma orgullosa su interlocutor, observándole de arriba abajo sin molestarse en disimular. Su ceja se enarco y negó con la cabeza notando no solo la sangre y la suciedad en el cuerpo ajeno, si no también otras ¨cosas¨ bastante sobresalientes en la parte baja de su cadera, mientras ladeaba su sonrisa un tanto divertida.- No preguntare que tal esta, porque se nota que estabas en su salsa…- suspira y se dirige y se dirige con paso calmado hacia el sofá cercano sentándose.

-Hay muchos mayordomos disponibles, mi estimado. Pensé que no era de los que se apegaba a cosas tan…triviales? Menos cuando estamos en tiempos tan difíciles en nuestra labor. –Se acomoda un poco en el sofá cruzando las piernas.-Hay algo muy delicado que me gustaría tratar contigo, además de que tengo para ti un mensaje urgente de Su Santidad. -Vuelve a sonreirá esperando que con aquellas aclaraciones el Vampiro relajara su postura y decidiera escucharle de forma atenta y seria.

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