Refugio de los sueños [Libre]

Había salido del burdel temprano en dirección la mansión de un adinerado cliente, el trato era que volvería de noche en un carruaje que la dejaría en la puerta del burdel. Pero ella se negó, alegando que necesitaba aire fresco. La verdad necesitaba despejarse, y nada mejor que un largo paseo de noche, con el viento acariciando sus rostro y sus cabellos, para aclarar su mente.

Había decidido ir por los callejones en vez de por las calles, eran mucho más apacibles, y mucho más peligrosos, era obvio. Últimamente se había vuelto algo suicida, iba a meterse de noche a lugares desiertos y peligrosos, tentando al peligro a sabiendas de las criaturas que la noche albergaba. Era como si una parte de ella quisiese atraerlas, o quizás solo era a una de ellas. Actuaba de forma estúpida y completamente suicida pero no le importaba, estaba segura de no tener miedo, de los humanos podía protegerse con la daga que llevaba escondida en el ligero siempre que salía, ¿pero que había de vampiros y las otras criaturas de la noche? Seguía siendo indefensa ante ellas, pero qué más daba no iba a quedarse encerrada por miedo ella no era así.

Iba caminado por los callejones viendo apenas donde pisaba, la luz que de las estrellas que se colaba entre ellos era escasa, no era capaz de ver muy lejos con esa luz. No se encontró con nadie en su camino, cosa que le alegró así podía pensar tranquilamente. Sus pensamientos era un lío como de costumbre, quizás tanto leer la afectaba un poco, tenía una mezcla de recuerdos, ideas y sueños, se había convertido en una soñadora, en una estúpida e ilusa soñadora. Pero eran los sueños los que primaban “Quiero conocer el mundo, quiero conocer las ciudades más hermosas. Quiero ver con mis ojos lo que dicen los libros” todo se resumía en quiero, quiero, quiero. ¿No había sido eso lo que la había llevado a esa vida? Querer más, no quería limitarse a barrer y a limpiar mesas por siempre. Ella y su gemela estaban seguras de que podía hacer algo más interesante de su vida y obtener más. Y así había sido… Siguió caminado hundida en sus pensamientos, le gustaba ir sola sin encontrarse con gente que la mirase feo, después de todo era obvio que venía de vender su cuerpo, a un precio bastante alto, la prueba de ello era la bolsa con monedas que tintineaba en su escote.

En ese lugar feo lugar aquella bella mujer refugiaba sus sueños ocultos y perdidos, lejos de toda gente, lejos del burdel y del bullicio, sus sueños estaban donde no había nadie para descubrirlos. Lugares apartados eran su único escape, incluso mujeres como ella de vida licenciosa, orgullosas y altivas, necesitaban huir de sus vidas, y disfrutar aunque fuera un poco de los sueños. Rebelde como era, era capaz de pararse ahí con aquella expresión de “Ocultaré mis sueños, y si no se cumplen no significará nada”.

El único sonido que retumbaba en el callejón era el de sus pasos, hasta que sintió un ruido suave a su espalda, se dio vuelta pero no vio nada. –Tal vez fue un ratón- pensó en voz alta, pero sacando la daga de su liguero por si acaso. Dio unos pasos alejándose del sonido y volvió a oírlo, siguió avanzando aquello no la detendría, pero seguía oyendo como si algo la siguiese y quisiera hacérselo saber. –¿Quien anda ahí?- preguntó con voz firme y altanera, sin dudar, ni mostrarse temerosa.
– Estoy armada, se lo advierto- tenía la daga empuñada, su mano no temblaba ni nada, parecía segura de si misma, con esa actitud suicida que la caracterizaba.