AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad.
Odioso y placentero, aunque dominaba más la primera en mi alma, todo estaba sumido en la oscuridad dando paso para que las criaturas que debían estar encerradas en sus pocilgas saliese a la ver lo que la suerte les deparaba, el caos era abrumador y las estridentes voces de los tipos que llenaban el lugar eran un peso más que hundía la barca, me estaba comenzando a hastiar, esperaba a un cazador que me tenía información acerca de unos cambiantes que al parecer estaban haciendo estragos en las zonas altas de París, pero el asunto no terminaba ahí, el tipo me había comentado que durante una expiación antes de darles cacería había escuchado el apellido Renaldi salir de sus labios, esos ineptos al parecer tenían información acerca de la muerte de mis papás, oportunidad que no iba a dejar ir viva, abrí los ojos notando como los tipos tocaban a las meseras que les servían los tarros de cerveza, en este lugar quien sabía buscar en la noche y la hora apropiada podría encontrarse con cazadores aunque el lugar parecía más atestado por marineros y pordioseros sucios e insulsos que no sabían lo que significaba el lenguaje, fruncí el ceño con malestar al ver a un sujeto agitar su tarro de cerveza en la mesa como si se tratase de un niño pequeño pedir por su papilla, que pocilga más hedionda, el peor lugar donde pude haber ido a parar.
Sacando del bolsillo de mi gabardina el reloj de bolsillo noté que mi acompañante estaba atrasado, odiaba la impuntualidad, no es que yo fuera un hombre dictatorial pero exigía un poco de respeto de los demás hacia mi persona, es algo justo después de todo ¿no? Acomodándome las solapas de la gabardina las alcé un poco más para ocultar mi identidad, yo mantenía un bajo perfil con mi otra vida, la oscura y llena de venganza, no cualquiera estaba al tanto que durante el día era Isaac Renaldi el empresario que fabricaba telas y durante las noches Isaac Renaldi el cazador que se convertía en un sádico que desconocía, alzando la mano llame a una de las meseras, la mujer llevaba un vestido que se miraba bastante desgastado y se veía tan cansada que le calculaba más de 30 años –¿Si? - preguntó en un tono bastante pesado mientras sostenía una bandeja con tarros de cerveza sucios –Tráeme una copa de vino por favor- susurré -¿Vino? - preguntó y noté un tono un tanto divertido en su voz, asentí sin mostrar atisbo de que me causaba intimidación esa expresión grotesca que me estaba mostrando –Lo que sea amigo, pero te advierto que el vino que se tiene por acá no es algo que un señor…- me miró de pies a cabeza con algo de repulsión –como tú…- alzó ambas cejas –acostumbraría a probar- tensé la mandíbula no me gustaba el tono que estaba usando, no iba a desvariar con ella porque contaba con educación y sabía muy bien que las damas debían ser tratadas con la mayor gentileza posible aún si se vieran como vulgares que adoran la calle –Gracias por la aclaración pero si es de buena o mala calidad no es de mucha importancia ahorita, quiero humectarme los labios la calidad de lo que vaya a beber es lo último que consideraría- la mujer torció los labios fastidiada retirándose sin decir nada, le seguí con la mirada –Tranquilízate Isaac- me dije en mis adentros para no levantarme de golpe y salir ahí no sin antes golpear a un tipo que estaba prácticamente teniendo relaciones coitales con una mujer encima de una mesa, el mal humor que era lo más oculto de mi carácter me estaba haciendo llegar a la coronilla de mis emociones.
Suspiré y estiré las piernas debajo de la mesa recostando un poco la espalda contra el respaldar de la silla y finalmente la mesera llegó con lo que le había pedido, el liquido rojo oscuro golpeaba las paredes de la copa en su interior –Gracias- susurré a ella sin recibir una respuesta y sacando de mi gabardina un pañuelo limpié el borde del cristal porque se miraba un tanto pañoso, me lo llevé a los labios y aquello parecía más ron barato que vino mismo, estaba realmente fuerte y bastante acido, hice una mueca de disgusto cuando miré hacia la puerta y noté entrar una figura femenina que conocía muy bien, fruncí el ceño confundido ¿Qué hacía aquí? No era lugar para que alguien de su clase frecuentase, miré como unos ineptos la quedaban viendo como si se tratase de un premio andante que podrían tomar apreté el puño que estaba sobre la mesa, he dejado muy en claro que odio la falta de tacto hacia una mujer por parte de algunos de nosotros, escondiéndome un poco debajo de las solapas de la gabardina le seguí con la mirada a su delicada figura, parecía perdida no entendía por qué se aparecía en un lugar así y sin compañía, tal vez me había llevado una mala impresión de ella la primera vez que la traté y era una mujer que parecía gustarle el peligro y los lugares poco convencionales, tomó asiento en la barra junto a otros pestilentes que prácticamente le devoraban con la mirada, agarrando la copa con algo de fuerzas fingí ser un ocupante más de la taberna olvidándome del compromiso que tenía ella había llegado a intrigarme con su presencia, quería saber lo que hacía ahí y no me iba a levantar de ese lugar hasta que no lo averiguase, podía parecer un maldito acosador pero cuando se trataba de matar la curiosidad me llevaba el premio de oro entre quien fuese.
San Agustín
Odioso y placentero, aunque dominaba más la primera en mi alma, todo estaba sumido en la oscuridad dando paso para que las criaturas que debían estar encerradas en sus pocilgas saliese a la ver lo que la suerte les deparaba, el caos era abrumador y las estridentes voces de los tipos que llenaban el lugar eran un peso más que hundía la barca, me estaba comenzando a hastiar, esperaba a un cazador que me tenía información acerca de unos cambiantes que al parecer estaban haciendo estragos en las zonas altas de París, pero el asunto no terminaba ahí, el tipo me había comentado que durante una expiación antes de darles cacería había escuchado el apellido Renaldi salir de sus labios, esos ineptos al parecer tenían información acerca de la muerte de mis papás, oportunidad que no iba a dejar ir viva, abrí los ojos notando como los tipos tocaban a las meseras que les servían los tarros de cerveza, en este lugar quien sabía buscar en la noche y la hora apropiada podría encontrarse con cazadores aunque el lugar parecía más atestado por marineros y pordioseros sucios e insulsos que no sabían lo que significaba el lenguaje, fruncí el ceño con malestar al ver a un sujeto agitar su tarro de cerveza en la mesa como si se tratase de un niño pequeño pedir por su papilla, que pocilga más hedionda, el peor lugar donde pude haber ido a parar.
Sacando del bolsillo de mi gabardina el reloj de bolsillo noté que mi acompañante estaba atrasado, odiaba la impuntualidad, no es que yo fuera un hombre dictatorial pero exigía un poco de respeto de los demás hacia mi persona, es algo justo después de todo ¿no? Acomodándome las solapas de la gabardina las alcé un poco más para ocultar mi identidad, yo mantenía un bajo perfil con mi otra vida, la oscura y llena de venganza, no cualquiera estaba al tanto que durante el día era Isaac Renaldi el empresario que fabricaba telas y durante las noches Isaac Renaldi el cazador que se convertía en un sádico que desconocía, alzando la mano llame a una de las meseras, la mujer llevaba un vestido que se miraba bastante desgastado y se veía tan cansada que le calculaba más de 30 años –¿Si? - preguntó en un tono bastante pesado mientras sostenía una bandeja con tarros de cerveza sucios –Tráeme una copa de vino por favor- susurré -¿Vino? - preguntó y noté un tono un tanto divertido en su voz, asentí sin mostrar atisbo de que me causaba intimidación esa expresión grotesca que me estaba mostrando –Lo que sea amigo, pero te advierto que el vino que se tiene por acá no es algo que un señor…- me miró de pies a cabeza con algo de repulsión –como tú…- alzó ambas cejas –acostumbraría a probar- tensé la mandíbula no me gustaba el tono que estaba usando, no iba a desvariar con ella porque contaba con educación y sabía muy bien que las damas debían ser tratadas con la mayor gentileza posible aún si se vieran como vulgares que adoran la calle –Gracias por la aclaración pero si es de buena o mala calidad no es de mucha importancia ahorita, quiero humectarme los labios la calidad de lo que vaya a beber es lo último que consideraría- la mujer torció los labios fastidiada retirándose sin decir nada, le seguí con la mirada –Tranquilízate Isaac- me dije en mis adentros para no levantarme de golpe y salir ahí no sin antes golpear a un tipo que estaba prácticamente teniendo relaciones coitales con una mujer encima de una mesa, el mal humor que era lo más oculto de mi carácter me estaba haciendo llegar a la coronilla de mis emociones.
Suspiré y estiré las piernas debajo de la mesa recostando un poco la espalda contra el respaldar de la silla y finalmente la mesera llegó con lo que le había pedido, el liquido rojo oscuro golpeaba las paredes de la copa en su interior –Gracias- susurré a ella sin recibir una respuesta y sacando de mi gabardina un pañuelo limpié el borde del cristal porque se miraba un tanto pañoso, me lo llevé a los labios y aquello parecía más ron barato que vino mismo, estaba realmente fuerte y bastante acido, hice una mueca de disgusto cuando miré hacia la puerta y noté entrar una figura femenina que conocía muy bien, fruncí el ceño confundido ¿Qué hacía aquí? No era lugar para que alguien de su clase frecuentase, miré como unos ineptos la quedaban viendo como si se tratase de un premio andante que podrían tomar apreté el puño que estaba sobre la mesa, he dejado muy en claro que odio la falta de tacto hacia una mujer por parte de algunos de nosotros, escondiéndome un poco debajo de las solapas de la gabardina le seguí con la mirada a su delicada figura, parecía perdida no entendía por qué se aparecía en un lugar así y sin compañía, tal vez me había llevado una mala impresión de ella la primera vez que la traté y era una mujer que parecía gustarle el peligro y los lugares poco convencionales, tomó asiento en la barra junto a otros pestilentes que prácticamente le devoraban con la mirada, agarrando la copa con algo de fuerzas fingí ser un ocupante más de la taberna olvidándome del compromiso que tenía ella había llegado a intrigarme con su presencia, quería saber lo que hacía ahí y no me iba a levantar de ese lugar hasta que no lo averiguase, podía parecer un maldito acosador pero cuando se trataba de matar la curiosidad me llevaba el premio de oro entre quien fuese.
Isaac Renaldi- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/07/2014
Re: Disclosure [Privado]
‘’Miedo a descubrir que todo lo que me han enseñado es una mentira…’’
Si bien era cierto su prometido se estaba haciendo cargo de los asuntos empresariales, la italiana siempre tenía dudas de por qué uno de los abogados que desde siempre conoció había cambiado a una actitud más drástica y molesta con ella, como si le incomodara algo y eso le hacía sentir que no todo estaba bien como pensaba. Había indagado con los otros abogados a su cargo y se limitaban a decirle que la relación entre él y su futuro esposo era un desastre, al parecer no congeniaban nada bien teniendo gran impacto en la vida de Elene, después de todo confiaba en ese hombre quien administró parte de sus bienes mientras ella estaba confinada en el monasterio adquiriendo la mayoría de edad, no antes de darse cuenta de los desfalcos de su difunto tío. Cosa que tampoco cuadraba. Hasta donde entendía ambos eran muy buenos amigos y cómo es que Jeremy Priest, el abogado no se haya dado cuenta de que se estaban perdiendo grandes cantidades de dinero no así hasta que apareció el vampiro que la desposaría para desenmascarar toda aquella telenovela.
Decidida a no quedarse de brazos cruzados había mandado a investigar a Jeremy y era un enorme hueco en aquella carta con la información sobre el abogado que la dejaba con una sensación amarga. Demasiados espacios que necesitaba rellenar y esperando a que el ocaso trajera consigo a la vida a su prometido su cabeza no daría más, necesitaba la verdad y estaba segura que por cuenta propia podría obtenerla. Sacando un pequeño papel para anotar la dirección de un lugar en donde hallaría más información y así atar los cabos sueltos de la historia que no concordaba para nada pero era fácil pensar en los resultados de ese pequeño teatro que giraba entorno a ella.
Dándole un último vistazo a la mansión aprovechando la poca luz que quedaba para no ser detectada por los hombres que le cuidaban entregó al cochero la dirección a donde iban, ni él ni ella conocían el sitio por lo que no sería problema usar cualquier cosa, no se había esmerado en arreglarse pues no era una noche de té a la que habrían invitado; un vestido verde esmeralda de tela chifón sin manga y el cabello recogido con un prendedor en forma de orquídea era lo que había decidido ponerse para no verse pretenciosa fuese cualquiera la situación que se diera.
El camino siendo corto miraba por la ventana notando el cambio de arquitectura al salir de los predios cercanos a los que conocía. Las luces eran carentes y el olor a aguas negras era algo marcado. Frunciendo el ceño se enderezó en el asiento sintiendo su palpitar acelerarse, no parecía una idea ingeniosa aquella pero se demostraría que no tenía que ser la sombra detrás de alguien. Cerró los ojos para concentrarse en su objetivo y el relinchar de los caballos al detenerse de golpe le hizo despertar. Abriéndose la puerta salió dejando el sobre que le habían entregado y rápidamente supo que ese lugar sería peligroso. Alzando los ojos al cochero éste le ofreció una mirada pesarosa de no quererle dejar ir y negó posando un brazo —Esperame algo retirado. En veinte minutos salgo— susurró convenciéndose que podría obtener la información en ese tiempo y sin esperar más comenzó su trayecto por el rocoso sendero hasta la puerta de entrada a la taberna.
Entrando percatándose del olor a alcohol, sudor y mucho tabaco evitó hacer cualquier tipo de gesticulación. Apretó ambas manos y comenzó a caminar sin dirigirle la mirada a ninguno de los presentes. Podía oír las risas y los golpes de algunos hombres, otros chocando sus vasos de vidrio embriagándose más y solo caminó sin sentido hasta que miró a un hombre un tanto mayor detrás de la barra. Sonriendo levemente comenzaba a encontrar luz entre tanta confusión. Esquivando a algunos cuantos que susurraban cosas y otros que las decían en voz alta quería no verse tan fácil de asustar pese a que lo estaba.
—Buenas noches — habló al hombre que le ignoró por completo lo que le hizo fruncir el ceño — Señor, disculpe— volvió a intentar pero él parecía no importarle. Colocando ambas manos en la barra sintiendo como algo toca su brazo se gira para ver a tres hombres rodearle. A todos ellos le hacían falta más de un diente y el olor a que no se lavaban la boca en meses era nauseabundo. —Hola muñequita. ¿Qué hace una princesa como tú en un lugar como este? — ella se limitó a no responder queriendo dar su espalda cuando él apretó más el agarre —No. No pensarás darme la espalda a menos que esté detrás de ti lindura. — se escucharon risas y ella se indignó. Soltándose del agarre del hombre este volvió agarrarle pero acercándose cada vez más. Inclinándose en ella olfateó su perfume y sonrió — ¡MIREN MUCHACHOS, CARNE FRESCA! Y este primor es sólo para mí— gritó y todos levantaron el vaso al aire mientras Elene se negaba si quiera a dirigirle la palabra — ¡Suélteme!— salió de su boca y él le miró —Así me gusta amor. Rudas! — los otros dos se rieron cuando una voz mayor se oyó al fondo —Ustedes tres! Suéltenla! — girando para ver al barman que antes le había ignorado agradeció su intervención porque ellos al parecer habían entendido.
— Gracias— pudo apenas decir algo temblorosa y él se acercó — Como que estás media perdida ¿no?— ella negó — Vengo por información sobre Jeremy Priest— el hombre la miró todavía más desconfiado y dejó de limpiar el mostrador —¡Cambiantes en este sitio de cazadores no es muy inteligente! — le gritó haciendo que varios se callaran y ella le miró confundida — Aquí no hay más que cazadores de esos diablos pero te han indicado bien, ese corrupto se vende con el que mejor le pague— oía al hombre pero en su cabeza solo se repetían esas últimas dos palabras ¿cambiantes? ¿Cazadores? — Espera por allá princesa y no hagas problemas, no quiero echarte— ella asintió confundida moviéndose a una mesa vacía cerca de la barra sin saber qué era lo que tenía que esperar exactamente.
Jeremy era un cambiante y este sitio era un lugar de cazadores, su palabra era clara. Mirando de reojo con más detalle el lugar de mala muerte notaba las miradas puestas en ella como si fuera un pedazo de carne andante y tragó al ver a una mujer colocarle una bebida espumosa en el frente. Sin poder preguntar qué era miró el aspecto del trago y soltó un poco de aire ladeando el rostro cuando una sombra negra se movió a su par y sin pensar dos veces alzó la vista a alguien cubierto por una enorme capucha negra sin saber qué sucedería pero quedó completamente sin palabras cuando sus ojos se cruzaron con unos azules que conocía o creyó conocer. — ¿Isaac?—
Elene Rossato- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/12/2012
Edad : 31
Localización : París, Francia
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Re: Disclosure [Privado]
He sido un niño pequeño que, jugando en la playa, encontraba de tarde en tarde un guijarro más fino o una concha más bonita de lo normal. El océano de la verdad se extendía, inexplorado, delante de mi.
La situación se tornaba decadente ¿Qué estaba haciendo aquí? Vestida de esa manera no iba a pasar desapercibida, sobretodo estando rodeada de personas que les sobra suciedad en lugar de clase, fruncí el ceño sin dejar de ver su andar y cada uno de sus movimientos –Tienes que irte, date la vuelta y sal de este manicomio- pensaba al verla hablar a Edmé, el cantinero que a pesar de su porte duro no daba ninguna buena confianza, pero el tipo parecía ignorarla, estaba claro en este lugar había tanta testosterona que la falta de respeto hacia las mujeres brotaba de los poros de algunos de nosotros, tragué pesado empezando a golpear la mesa suavemente con el puño –Elene estás siendo imprudente- susurré para mí mismo y negué con la mandíbula tensa, en ese momento una plática llamó mi atención, eran dos sujetos que no parecían marineros petulantes, no, estos sujetos se miraban incluso pulcros aunque sus rostros parecían que no conocían la suavidad, hablaban acerca de una caza de vampiros que habían tenido hace unas horas, se estaban mofando de lo bien que lo habían pasado y que a pesar del egocentrismo de estos no les había resultado imposible exterminarlos, doblé la boca de lado y parpadeé un tanto confundido, algunos tenían un ego tan grande que daban pena y recordé el asunto al que había venido en cuestión, no había señales de mi compañero, saqué el reloj de bolsillo de nueva cuenta, estaba realmente atrasado, en parte me sentía molesto por la ineptitud del hombre ¿Qué clase de educación era la que poseía aquel sujeto? Me las iba a pagar con todas las de la ley si no aparecía y se le ocurría dejarme plantado.
Me masajeé las sienes con dos dedos y cerré los ojos, más tarde esa noche debía ir a revisar unos papeles que se trataban de unos contratos de compra, debía ocuparme de mi otra vida en cuestión la cual resultaba mucho más interesante que el estarme comportando como un niño que juega a ser espía, tal vez era aburrido, pero prefería eso antes que ser un inmaduro que no sabe cuando dejar de jugar y fue cuando lo escuché, un alboroto, abrí los ojos algo cansado y viéndole de manera inferior al causante de semejante espectáculo, ahí estaba ella, me había distraído tanto en mi taciturno mundo que la había descuidado y una bestia había aparecido para hacer su ridículo momento de faena ¡Malditos ineptos! Miré como la tomaba con sus sucias manos, tenía unas terribles ganas de levantarme de golpe y estamparle la cara contra la barra limpiando la inmundicia de la misma con su cutis ¿Qué tan difícil era hablar en lugar de gritar? ¿Cómo se domestica a una bestia salvaje que no entiende lo que debe roer y lo que debe admirar? De la única manera es imitando su comportamiento, dándole un poco de salvajismo para que se apaciguara la fiera de su infierno, eso me susurraba el enojo dentro de la cabeza y créanme crecía raudamente dentro de mi interior –No, no, no, no, no- decidí calmarme, no podía armar un espectáculo tampoco dejaría que la codiciaran y mancharan su sublime belleza con su patanería pero debía ser precavido sobre todo porque necesitaba saber qué rayos hacía aquí, apretando las manos en puño y mordiéndome la lengua esperé cual lobo hambriento un insulto más a su persona y fue cuando Edmé decidió intervenir, ya era hora que el rey de las sanguijuelas pusiera orden en el festín, tomando la copa con el vino lo incliné sobre mi cara bebiendo todo lo que contenía de un trago, hice una ligera mueca por la acidez y dejé suavemente la copa sobre la mesa levantándome en busca de respuestas y algo de diversión con los insulsos.
Apoyándome de hombro contra la pared mis ojos se abrieron algo amplios y mi garganta se secó ¿Qué rayos tenía que tratar con cambiantes Rossato? Esa mujer sí que era una caja de sorpresas, viéndola de reojo me cercioré de que ella se alejara de la muchedumbre y la seguí oculto por la protección de la gabardina hasta que se sentó –Bien- susurré y luego desvié mis ojos hacia los tres caballeros que había molestado anteriormente, estaban riendo de una manera tan molesta que me daban nauseas, llevando mi mano a un estilete que andaba en la mano miré como una de las meseras pasó al lado de ellos y uno de los mismos la tomó con una mano de la cintura sentándosela en las piernas mientras le acariciaba el busto ¡Que tímido! Negué con una sonrisa ladina, el sujeto se levantó con la mujer tomándola de la parte trasera y dirigiéndose hacia afuera, era más que obvio lo que iban a perpetuar así que tranquilamente le seguí a ambos, nada mejor que publico para el espectáculo, al salir escuché las carcajadas de los otros dos afortunados que ya conocerían la horma de su zapato y alcé la ceja a ellos, ya que no había caza si habría lección para unos cuantos que deberían estar enterrados tres metros bajo tierra.
No me detuve en ningún momento a ver a nadie, si alguien se atrevía a tocarme en la condición que me sentía iba a terminar con la garganta abierta de lado a lado, mi rostro estaba sereno pero mis ojos se sumergían en la frialdad, la mujer y el sujeto se besaban en ocasiones mientras el caballero casi metía su mano por debajo del vestido de la mujer –Muy conservador amigo- susurré suavemente deslizándose las palabras con malicia por mis labios y finalmente doblaron en un callejón, perfecto momento y escenario, mis pasos se hicieron más constates hasta que llegué a los gimoteos que provenían de ambos seres, llegué los suficiente para ser visto, no estaban teniendo relaciones coitales… aún, apoyé mi espalda contra la pared contraria a donde se encontraban ambos y me crucé de brazos mirándoles divertido –Jugando a ser adultos uh- musité burlón y alcé la ceja aclarando la garganta –Disculpen- tosí sobre mi mano en puño y ambos me quedaron viendo casi fulminándome –Disculpen interrumpir su tan agradable momento pero necesito hablar con el señor- miré a la mujer con educación -A solas por favor mademoiselle- la mujer lo vio algo enardecida -¿Quién es este sujeto? - le espetó a lo que el tipo le indicó que no me conocía, la mujer sin embargo no le creyó y pensó que ambos teníamos una aventura, quise reírme ante ambos pero aquello iba a ser completamente falso, además de que no se me daba bien reír, sonreír aún estaba dentro de mis posibilidades, la dama hizo un espectáculo digno de celos infinitos y lo empujó yéndose –Que lo disfrutes- me dijo totalmente furiosa y le seguí con la mirada mientras su paso era totalmente pesado -¡Tú imbécil! ¡Qué rayos has hecho?! - alcé la ceja -¡Yo no juego para el otro equipo amigo! - suspiré y saqué el estilete de la funda que andaba en la faja –Creo que tú y tu pareja han confundido esto- hablé tranquilo –No me interesa nada que tenga que ver contigo, lo único que quiero darte es un pequeño consejo- me acaricié la barbilla sin dejar de verlo –Algo para que entiendas que a una mujer no se le debe obligar a nada- llegué hasta unos cuantos metros de él y le vi desde mi altura -¡¿Qué dices?! - gruñó –¡Te voy a enseñar a respetar y no meterte en asuntos que no son de tu interés, maricón! - sonreí ampliamente –Hmmm que boca más sucia- llevando el estilete contra su cuello lo apreté contra la pared –Vuélvelo a decir- susurré en su oído –Vuelve a decir lo último que no te escuché bien- de reojo noté como estaba completamente tensó con los ojos cerrados -¡Por favor por favor no me mates! - sonreí de lado -¿Quién es el cobarde ahora? - me dirigí endurecido a él y le ahorqué con el antebrazo llevando la punta del estilete a su entrepierna –Osaste con tocar a la mujer de allá dentro, es una dama inepto y tú un bufón, un bufón que si se atreve a volver a ponerle una mano encima se quedara sin esto- apreté el estilete contra su entrepierna -¡¿Entendido?! - el hombre balbuceaba algo como “sí” así que le solté –Muy bien- le palmeé la mejilla –Me alegra que nos hayamos entendido- tomándole de la nuca lo incliné hacia mi cuerpo y con la rodilla golpeé su abdomen –Ahora lárgate a tu casa porque si te veo pasar el umbral de esa puerta juro que tú y todos tus amigos van a terminar en el bosque degollados- susurré en su oído con enojo y le solté, el sujeto salió corriendo tropezándose a lo que fruncí el ceño, era fenomenal como los papeles se invertían para los pocos hombres, era hora de regresar adentro y esperaba no tener que desvariar con alguien más.
El humo del tabaco empañaba mi visión, unos hombres en la entrada estaban fumando igual que chimeneas cuando la vi, parecía tan frágil desde donde se encontraba, una visión en medio del caos, fruncí el ceño y caminé tranquilamente hasta ella fulminando con la mirada a cuatro sujetos que prácticamente babeaban sobre sus cervezas en la mesa de al lado, una mesera le sirvió una cerveza a lo que sonreí de lado, según la impresión que me había llevado de ella cuando la conocí ese licor no le agradaría, sin dejar de verle llegué a su frente viéndole desde mi altura cuando sus ojos cafés se alzaron hacía mí, como dos brújulas que me daban la dirección hacia donde continuar para no perderme en mi infierno gélido –Elene- susurré su nombre con calma –Que sorpresa- alcé la ceja y miré la silla -¿Puedo sentarme? - pregunté con el tono más bajo que conocía, estaba claro que aunque ella no me lo permitiese –cosa que no la creía posible- no me iba a largar para dejarla en la jauría de lobos hambrientos –Nunca pensé en encontrarme contigo aquí- tensé la mandíbula –No es lugar para que andes sola, mucho menos a estas horas- miré a mi alrededor –Como veras aquí no hay educación y las mujeres son otro mueble más que debe ser usado y ahí termina el asunto- cerré los ojos y bajé las solapas de la gabardina para que me viese cubriendo con la tela la funda del estilete –Te has vestido demasiado elegante igualmente para pasar desapercibida- le recorrí el vestido con detenimiento sin ninguna mala intención –Y créeme no es algo que se pueda pasar de largo fácilmente al verte- me encogí de hombros para restarle importancia, no quería pensara fuera un hablador, el comentario era totalmente sincero ¿Por qué ocultárselo? –Ahora bien- miré la bebida –No creo que eso sea de tu agrado, no lo bebas por favor, en este tipo de lugares no se deben aceptar bebidas de nadie aunque esa persona parezca inofensivo- crucé los brazos contra mi pecho mirándole con intriga -¿Qué haces acá uh? - enarqué ambas cejas de manera interrogativa –Hace momentos atrás fue imposible no darme cuenta que estás buscando a un cambiante- fruncí el ceño, no se me hacía nada agradable que ella estuviese involucrada con escorias, no con aquello que yo percibía como puro viniendo de su persona –Fue una mala idea como te lo ha dicho Edmé, este lugar y a estar horas es lugar de reunión de cazadores- chasqueé la lengua y negué lacónicamente –Debes ser cuidadosa antes de entrar a un lugar que no conoces ¿Qué es lo que tienes que ver tú con cambiantes? - entrecerré los ojos viéndola en todo momento casi sin parpadear, el secreto había llegado para perturbar mi indiferencia y ella era la llave de oro que abriría la caja de Pandora.
Isaac Newton
La situación se tornaba decadente ¿Qué estaba haciendo aquí? Vestida de esa manera no iba a pasar desapercibida, sobretodo estando rodeada de personas que les sobra suciedad en lugar de clase, fruncí el ceño sin dejar de ver su andar y cada uno de sus movimientos –Tienes que irte, date la vuelta y sal de este manicomio- pensaba al verla hablar a Edmé, el cantinero que a pesar de su porte duro no daba ninguna buena confianza, pero el tipo parecía ignorarla, estaba claro en este lugar había tanta testosterona que la falta de respeto hacia las mujeres brotaba de los poros de algunos de nosotros, tragué pesado empezando a golpear la mesa suavemente con el puño –Elene estás siendo imprudente- susurré para mí mismo y negué con la mandíbula tensa, en ese momento una plática llamó mi atención, eran dos sujetos que no parecían marineros petulantes, no, estos sujetos se miraban incluso pulcros aunque sus rostros parecían que no conocían la suavidad, hablaban acerca de una caza de vampiros que habían tenido hace unas horas, se estaban mofando de lo bien que lo habían pasado y que a pesar del egocentrismo de estos no les había resultado imposible exterminarlos, doblé la boca de lado y parpadeé un tanto confundido, algunos tenían un ego tan grande que daban pena y recordé el asunto al que había venido en cuestión, no había señales de mi compañero, saqué el reloj de bolsillo de nueva cuenta, estaba realmente atrasado, en parte me sentía molesto por la ineptitud del hombre ¿Qué clase de educación era la que poseía aquel sujeto? Me las iba a pagar con todas las de la ley si no aparecía y se le ocurría dejarme plantado.
Me masajeé las sienes con dos dedos y cerré los ojos, más tarde esa noche debía ir a revisar unos papeles que se trataban de unos contratos de compra, debía ocuparme de mi otra vida en cuestión la cual resultaba mucho más interesante que el estarme comportando como un niño que juega a ser espía, tal vez era aburrido, pero prefería eso antes que ser un inmaduro que no sabe cuando dejar de jugar y fue cuando lo escuché, un alboroto, abrí los ojos algo cansado y viéndole de manera inferior al causante de semejante espectáculo, ahí estaba ella, me había distraído tanto en mi taciturno mundo que la había descuidado y una bestia había aparecido para hacer su ridículo momento de faena ¡Malditos ineptos! Miré como la tomaba con sus sucias manos, tenía unas terribles ganas de levantarme de golpe y estamparle la cara contra la barra limpiando la inmundicia de la misma con su cutis ¿Qué tan difícil era hablar en lugar de gritar? ¿Cómo se domestica a una bestia salvaje que no entiende lo que debe roer y lo que debe admirar? De la única manera es imitando su comportamiento, dándole un poco de salvajismo para que se apaciguara la fiera de su infierno, eso me susurraba el enojo dentro de la cabeza y créanme crecía raudamente dentro de mi interior –No, no, no, no, no- decidí calmarme, no podía armar un espectáculo tampoco dejaría que la codiciaran y mancharan su sublime belleza con su patanería pero debía ser precavido sobre todo porque necesitaba saber qué rayos hacía aquí, apretando las manos en puño y mordiéndome la lengua esperé cual lobo hambriento un insulto más a su persona y fue cuando Edmé decidió intervenir, ya era hora que el rey de las sanguijuelas pusiera orden en el festín, tomando la copa con el vino lo incliné sobre mi cara bebiendo todo lo que contenía de un trago, hice una ligera mueca por la acidez y dejé suavemente la copa sobre la mesa levantándome en busca de respuestas y algo de diversión con los insulsos.
Apoyándome de hombro contra la pared mis ojos se abrieron algo amplios y mi garganta se secó ¿Qué rayos tenía que tratar con cambiantes Rossato? Esa mujer sí que era una caja de sorpresas, viéndola de reojo me cercioré de que ella se alejara de la muchedumbre y la seguí oculto por la protección de la gabardina hasta que se sentó –Bien- susurré y luego desvié mis ojos hacia los tres caballeros que había molestado anteriormente, estaban riendo de una manera tan molesta que me daban nauseas, llevando mi mano a un estilete que andaba en la mano miré como una de las meseras pasó al lado de ellos y uno de los mismos la tomó con una mano de la cintura sentándosela en las piernas mientras le acariciaba el busto ¡Que tímido! Negué con una sonrisa ladina, el sujeto se levantó con la mujer tomándola de la parte trasera y dirigiéndose hacia afuera, era más que obvio lo que iban a perpetuar así que tranquilamente le seguí a ambos, nada mejor que publico para el espectáculo, al salir escuché las carcajadas de los otros dos afortunados que ya conocerían la horma de su zapato y alcé la ceja a ellos, ya que no había caza si habría lección para unos cuantos que deberían estar enterrados tres metros bajo tierra.
No me detuve en ningún momento a ver a nadie, si alguien se atrevía a tocarme en la condición que me sentía iba a terminar con la garganta abierta de lado a lado, mi rostro estaba sereno pero mis ojos se sumergían en la frialdad, la mujer y el sujeto se besaban en ocasiones mientras el caballero casi metía su mano por debajo del vestido de la mujer –Muy conservador amigo- susurré suavemente deslizándose las palabras con malicia por mis labios y finalmente doblaron en un callejón, perfecto momento y escenario, mis pasos se hicieron más constates hasta que llegué a los gimoteos que provenían de ambos seres, llegué los suficiente para ser visto, no estaban teniendo relaciones coitales… aún, apoyé mi espalda contra la pared contraria a donde se encontraban ambos y me crucé de brazos mirándoles divertido –Jugando a ser adultos uh- musité burlón y alcé la ceja aclarando la garganta –Disculpen- tosí sobre mi mano en puño y ambos me quedaron viendo casi fulminándome –Disculpen interrumpir su tan agradable momento pero necesito hablar con el señor- miré a la mujer con educación -A solas por favor mademoiselle- la mujer lo vio algo enardecida -¿Quién es este sujeto? - le espetó a lo que el tipo le indicó que no me conocía, la mujer sin embargo no le creyó y pensó que ambos teníamos una aventura, quise reírme ante ambos pero aquello iba a ser completamente falso, además de que no se me daba bien reír, sonreír aún estaba dentro de mis posibilidades, la dama hizo un espectáculo digno de celos infinitos y lo empujó yéndose –Que lo disfrutes- me dijo totalmente furiosa y le seguí con la mirada mientras su paso era totalmente pesado -¡Tú imbécil! ¡Qué rayos has hecho?! - alcé la ceja -¡Yo no juego para el otro equipo amigo! - suspiré y saqué el estilete de la funda que andaba en la faja –Creo que tú y tu pareja han confundido esto- hablé tranquilo –No me interesa nada que tenga que ver contigo, lo único que quiero darte es un pequeño consejo- me acaricié la barbilla sin dejar de verlo –Algo para que entiendas que a una mujer no se le debe obligar a nada- llegué hasta unos cuantos metros de él y le vi desde mi altura -¡¿Qué dices?! - gruñó –¡Te voy a enseñar a respetar y no meterte en asuntos que no son de tu interés, maricón! - sonreí ampliamente –Hmmm que boca más sucia- llevando el estilete contra su cuello lo apreté contra la pared –Vuélvelo a decir- susurré en su oído –Vuelve a decir lo último que no te escuché bien- de reojo noté como estaba completamente tensó con los ojos cerrados -¡Por favor por favor no me mates! - sonreí de lado -¿Quién es el cobarde ahora? - me dirigí endurecido a él y le ahorqué con el antebrazo llevando la punta del estilete a su entrepierna –Osaste con tocar a la mujer de allá dentro, es una dama inepto y tú un bufón, un bufón que si se atreve a volver a ponerle una mano encima se quedara sin esto- apreté el estilete contra su entrepierna -¡¿Entendido?! - el hombre balbuceaba algo como “sí” así que le solté –Muy bien- le palmeé la mejilla –Me alegra que nos hayamos entendido- tomándole de la nuca lo incliné hacia mi cuerpo y con la rodilla golpeé su abdomen –Ahora lárgate a tu casa porque si te veo pasar el umbral de esa puerta juro que tú y todos tus amigos van a terminar en el bosque degollados- susurré en su oído con enojo y le solté, el sujeto salió corriendo tropezándose a lo que fruncí el ceño, era fenomenal como los papeles se invertían para los pocos hombres, era hora de regresar adentro y esperaba no tener que desvariar con alguien más.
El humo del tabaco empañaba mi visión, unos hombres en la entrada estaban fumando igual que chimeneas cuando la vi, parecía tan frágil desde donde se encontraba, una visión en medio del caos, fruncí el ceño y caminé tranquilamente hasta ella fulminando con la mirada a cuatro sujetos que prácticamente babeaban sobre sus cervezas en la mesa de al lado, una mesera le sirvió una cerveza a lo que sonreí de lado, según la impresión que me había llevado de ella cuando la conocí ese licor no le agradaría, sin dejar de verle llegué a su frente viéndole desde mi altura cuando sus ojos cafés se alzaron hacía mí, como dos brújulas que me daban la dirección hacia donde continuar para no perderme en mi infierno gélido –Elene- susurré su nombre con calma –Que sorpresa- alcé la ceja y miré la silla -¿Puedo sentarme? - pregunté con el tono más bajo que conocía, estaba claro que aunque ella no me lo permitiese –cosa que no la creía posible- no me iba a largar para dejarla en la jauría de lobos hambrientos –Nunca pensé en encontrarme contigo aquí- tensé la mandíbula –No es lugar para que andes sola, mucho menos a estas horas- miré a mi alrededor –Como veras aquí no hay educación y las mujeres son otro mueble más que debe ser usado y ahí termina el asunto- cerré los ojos y bajé las solapas de la gabardina para que me viese cubriendo con la tela la funda del estilete –Te has vestido demasiado elegante igualmente para pasar desapercibida- le recorrí el vestido con detenimiento sin ninguna mala intención –Y créeme no es algo que se pueda pasar de largo fácilmente al verte- me encogí de hombros para restarle importancia, no quería pensara fuera un hablador, el comentario era totalmente sincero ¿Por qué ocultárselo? –Ahora bien- miré la bebida –No creo que eso sea de tu agrado, no lo bebas por favor, en este tipo de lugares no se deben aceptar bebidas de nadie aunque esa persona parezca inofensivo- crucé los brazos contra mi pecho mirándole con intriga -¿Qué haces acá uh? - enarqué ambas cejas de manera interrogativa –Hace momentos atrás fue imposible no darme cuenta que estás buscando a un cambiante- fruncí el ceño, no se me hacía nada agradable que ella estuviese involucrada con escorias, no con aquello que yo percibía como puro viniendo de su persona –Fue una mala idea como te lo ha dicho Edmé, este lugar y a estar horas es lugar de reunión de cazadores- chasqueé la lengua y negué lacónicamente –Debes ser cuidadosa antes de entrar a un lugar que no conoces ¿Qué es lo que tienes que ver tú con cambiantes? - entrecerré los ojos viéndola en todo momento casi sin parpadear, el secreto había llegado para perturbar mi indiferencia y ella era la llave de oro que abriría la caja de Pandora.
Isaac Renaldi- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/07/2014
Re: Disclosure [Privado]
’’Solo quiero la verdad aunque sea una aguda y dolorosa mentira’’
Sus ojos seguían viendo como las burbujas de aquella extraña bebida subían desde el fondo. Con el ceño fruncido parecía más inteligente concentrarse en eso que en el molesto ambiente donde ella misma se había metido. A estas alturas sería un desperdicio de oportunidad irse quedándose con las mil y un millón de preguntas en la cabeza y que por una extraña razón no podía expresar porque nadie parecía darle respuestas. Cerró los ojos unos instantes, le ardían por la densa nube de humo que había en esa taberna de mala muerte. El olor a hombre sucio cada vez era más intenso y tenía esa ligera impresión en que en cualquier momento alguien volvería a obligarle a hacer algo que no quería. Solo rezaba porque los segundos pasaran cada vez más rápidos y que la identidad oculta de Jeremy saliera a flote. Quizás hasta pudiera encararlo. Seguramente él estaría por llegar y cuando viera que la mujer para la que trabajaba había descubierto sus sucios secretos e incluso que no era un humano al ciento por uno le haría entrar en deuda con ella haciendo que le confesara sin uso de la violencia (porque estaba totalmente en desacuerdo con esa parte) que había sido él el que había traicionado su confianza.
Con los dedos temblorosos comenzó a hacer una especie de camino en la madera de la mesa mohosa hasta llegar a la oreja del vaso y dispuesta a olisquear aquello cuando fue interrumpida. Levantando la vista sus ojos se perdieron en un azul. Sin poder soportar la sorpresa de encontrarse con el empresario de textiles que había conocido hace unas semanas atrás. Su nombre se le quedó atorado en la garganta y cuando finalmente el aire pasó de nuevo por sus cuerdas vocales pudo nombrarle. —Digo lo mismo, Isaac. Qué sorpresa- tragó un poco y sin poder evitar recordar al barman explicarle lo peligroso que había sido la idea de haberse ido a meter a esa cuna de serpientes la palabra cazador le zumbó en los oídos. ¿Qué hacía él aquí? Alzó la ceja algo receptiva esperando que dijera algo más cuando finalmente pidió de buena manera compartir la mesa, cosa que no negaría, era la única persona confiable en ese infierno porque… era confiable ¿o no? —Yo tampoco podría creer que iba a encontrarme contigo en un lugar como este- sintió un poco de vergüenza por ese hecho, después de todo cuidaba con recelo su reputación.
—Creo que ha sido un acto impulsivo de mi parte. Como verás claramente parezco un pedazo de carne entre tantos perros hambrientos. Jamás ha sido mi intención- se excusó rápidamente —Simplemente quería respuestas y bien está el dicho: ‘ La curiosidad mató al gato.’ Aunque aún no estoy muerta- sonrió apenas como si aquello fuera una pequeña mala broma y miró hacia un lado a unos hombres que le hacían muecas desagradables con la lengua y volvió a verle. —Gracias, tú…- respondió a su cumplido y le tanteó las ropas rápidamente. No recordaba haberlo visto vestir de esa manera, parecía que él también quería pasar desapercibido de su verdadera naturaleza. Viendo las mangas de su abrigo hasta los botones de su traje se aclaró la garganta —Tú también te ves bien- terminó por completar la oración y no sonó para nada convencida porque sus pensamientos la estaban asesinando. No había peor traicionero que tu propia cabeza.
—No pensaba beberlo. No soy muy amiga del alcohol y tampoco creo que aquí sea el mejor lugar para romper el voto de abstinencia que me he prometido- succionó sus labios en un consuelo dedicando una mirada más atenta a Isaac sonriendo con mayor propiedad tratando de calmar sus inquietudes cuando escuchó más atenta dirigió la vista hasta el encargado que le miraba a ella y luego a él fijamente. ¿cuánto más tendría que esperar?
Soltando un poco de aire se enderezó en el asiento frotando ambas palmas mirándose unos segundos los dedos sin poderse sacar de la cabeza que ese lugar era un centro de acopio de los cazadores de París. Tragó. ¿Eso quería decir que Isaac era un… asesino? Sonrió levemente tratando de parecer natural y antes de contestar a lo que le había preguntado no sabía cómo más solventar su desvarío de hace un rato así que tomó aire y cerró los ojos unos minutos acomodándose el vestido. —Mi abogado. Jeremy Priest. Parece que es un cambiante. Yo no tenía ni la menor idea de su condición. Estoy cansada de las mentiras que me envuelven- le miró con dureza parpadeando un par de veces respirando de una manera descompensada y tratando de calmarse. —Nunca podría perdonar una mentira, Isaac. Quiero la verdad y por eso he venido a descubrirla con mis propios ojos- llevó ambas manos a la mesa cerca de las ajenas.
—El hombre… Edmé. Mencionó que este sitio era un lugar sólo para cazadores. ¿Qué haces aquí Isaac? ¿También eres cazador?- sin quitar la vista de él esperó a que dijera algo con el corazón en la boca. Justo iba a tomar de su mano cuando alguien tiró de su silla hacia atrás haciendo que se separara y miró a uno de los dientes amarillentos sonreírle. —Oye tú! Vámonos de aquí!- ella esta vez no pudo evitar la cara de asco y quizás eso hizo enfurecer al gordinflón cazador que de un tirón le puso de pie y comenzó a tirar de ella para arrastrarla mientras ella oponía resistencia haciéndole tirar unas cuantas sillas y bebidas de las mesas cercanas. Elene jamás se había sentido así de amenazada en público. Por lo que tuvo que pensar rápidamente así que con la punta del pie dio justo en la ingle del hombre haciendo que la soltara de inmediato.
Tambaleando en el espacio todo se quedó callado y agarró equilibrio para girarse y escapar tropezando con Isaac que venía a su frente. Agarrándole la tela del abrigo miró sus ojos. Conocía esa mirada, no quería problemas. Empujándole un poco teniendo aun unos minutos porque el hombre seguía aventándole maldiciones a ella le corrió hacia atrás sin saber cómo había hecho para mover su cuerpo unos centímetros hacia atrás porque claramente el tamaño y de musculatura eran diferentes. —Por favor, vámonos.- rogó en una súplica cansada esperando que le hiciera caso en ese momento incluso había olvidado que él probablemente era un cazador y no quería ver sangre.
Elene Rossato- Humano Clase Alta
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Re: Disclosure [Privado]
¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Estaba perdido en sus ojos fijos, sin embargo aquel par de estrellas centellantes parecían emerger de una nube de recuerdos o en todo caso disgusto, fruncí el ceño sin dejar de verla ¿Qué es lo que te ha traído al valle de los traidores e insanos pequeña fruta vespertina? –No es el lugar que imagine volver a encontrarte después de nuestro último y único encuentro Elene- alcé la ceja deslizando mis ojos por cada una de sus facciones, ella no parecía de esas mujeres feroces y aventurera, su presencia era tan calma y su solo hablar me parecía una pluma que caía frente a mis ojos con sutileza, cerré los ojos momentáneamente borrando mis insulsos pensamientos llenos de halagos y poca prudencia ¿Qué era lo que ella tenía que me inquietaba? Era como tocar hielo con las manos desnudas, me quemaba y enfriaba en un instante, yo no era en lo más mínimo posesivo sin embargo Rossato descubría la tierra del no jamás en mi alma, sonreí un poco al escuchar su observación de los tipos que prácticamente babeaban sobre los tarros de cerveza ¡No pudiste estar más acertada curiosa luciérnaga! Asentí –Lo fue- susurré inclinándome más cerca de la mesa para juntar mis manos sobre la madera –Te lo he dicho anteriormente este lugar y quienes frecuentan no conocen la palabra educación para la mayoría todo lo que se mueve se puede roer así sea del agrado o no del contario- fruncí el ceño viendo sus delgados dedos algo inquietos quizás eso me incluía pero tampoco yo era un alma que debían pontificar, el estar ambos sentados en esa misma mesa nos hacía el choque de dos fuerzas infinitas, ella rodeada por una pureza inigualable y yo un maldito mentiroso doble cara que jugaba a ser un hombre educado y recio.
-¿Muerta? - tragué un poco –Es más fácil vivir Elene, además…- sonreí de lado –No sería una noticia muy agradable el no poder ver una de mis más excepcionales clientes- miré a mi alrededor –Aunque aquí no estamos en la textilera, lo que deja los negocios fuera de línea, debo admitir es un poco más interesante- dije lo ultimo con un tono casual, no era sujeto que mostraba interés por los demás, una debilidad que no se me había acostumbrado a mostrar jamás en mi vida, viendo de reojo a los cavernícolas que parecían que en cualquier momento se golpearían las cabezas contra la mesa los fulminé con la mirada ¿Hasta cuándo soportaría todo este peso que llevaba coronándome la cabeza? Quería deshacerles la nariz contra la pared por la insolencia, contando hasta 10 internamente me calmé y concentré de nueva cuenta en Elene, el infierno debía ser escondido.
Asentí a sus gracias y alcé la ceja cubriendo un poco más el estilete del cinturón, no quería asustarla con semejante barbarie –Uhm… claro yo no soy tan llamativo como tú- negué totalmente serio por la mala broma ¡Insulso payaso! –No soy del gusto de estos sujetos por suerte mía aunque…- me troné los nudillos uno a uno –Siento que hay demasiada tensión en el ambiente y no quisiera que me consideraras un salvaje- tragué viéndola con las facciones un poco más relajadas –Pero…- suspiré para calmarme -Aún no has respondido lo que te preguntado- alcé ambas cejas de forma interrogante -¿Qué la ha traído por aquí mademoiselle? - pregunté en un tono un tanto divertido y concentré todos mis sentidos en la quietud de Elene que esperaba no fuera rosa disfrazada de orquídea.
Buscaba a un cambiante, su maldito abogado, tensé la mandíbula tan fuerte que me dolía ¡Indigna raza! No podía siquiera concebir que ella tuviera algún tipo de contacto con esos ineptos, pero había sido engañada, después de todo de mentirosos está hecho el mundo -¿Tu abogado?- desenfoqué la mirada recordando haber escuchado ese nombre un par de veces mientras estaba buscando información de otros cazadores acerca de los cambiantes que habían asesinado a mis padres –Hmmm… he escuchado acerca de ese sujeto- alcé la ceja viéndola –Su cabeza parece ser muy asediada- alcé la barbilla –No eres la primera que lo viene a buscar, es una escoria- susurré con desagrado –Creo vas a tener que saber que terreno pisas de ahora en adelante, Elene- aconsejé –Voy a decirte algo- fruncí los labios –No vayas a tomártelo a mal pero me gusta ser sincero- me incliné más cerca sobre la mesa para que solo ambos pudiésemos escuchar –Tú misma lo dijiste momentos atrás, has sido imprudente Elene, si quieres encontrar a tu abogado creo debes recurrir a otros ojos antes de poder dar la estocada final- ladeé la cabeza viéndola con media sonrisa -¿No hubiera sido mejor contratar a un investigador que te diera información de los lugares que frecuentaba y elegir uno un poco menos…- me relamí los labios por la sequedad –concurrido? - no era la palabra que se me cruzó por la mente pero era la más indicada para la situación, deslicé mis ojos hacia sus manos apretando las mías la una con la otra controlando el impulso de abrazarlas para darle un poco de apoyo.
-Así es- respondí de inmediato –Es un lugar de cazadores- no pensé en que ella podía considerarme uno, para platicar eso ya habría tiempo, debía en primer lugar descubrir más acerca de lo que exactamente Priest había hecho para que ella lo buscase de esa forma, no quería que pensara mi presencia iba a desflorar su blanca primavera, ahí estaba la pregunta que esperaba ella lanzara desde hace momentos atrás si era tan astuta como aparentaba, me recosté contra la silla, mis facciones tan duras como roca, ella lo sabría pero todo a su tiempo, de mis labios no saldría la verdad con facilidad cuando justo un cabeza hueca más ebrio que borracho en navidad apareció haciendo su pequeño teatro, bajé la cabeza y sonreí de lado apretándome el puente de la nariz, sentía que el enojo llegaba como relámpagos a mis sienes, se consumía en la punta de mis dedos y emergía de mi boca en una sonrisa desquiciada, el sonido era abrumador, los petulantes seguían con sus palabras vacías y desgastadas que quería arrancarles la lengua de tajo y colgarlas en el umbral de la puerta, volteé hacia Édme con la mirada sumergida en las sombras, el viejo limpiaba las copas y negaba reprendiendo con la mirada al patán, no parecía siquiera querer entrometerse, golpeé un puño contra la mesa apretándolo tan fuerte que vibraba y me levanté tranquilamente abotonándome un botón de la gabardina, mi boca solo era una línea horizontal y prácticamente sentía los ojos desorbitados por lo que estaba presenciando, di pasos tranquilos hasta ambos agarrando a varios de la tela de la camisa y apartándolos con algo de brusquedad, los cobardes no buscaban meterse con tipos de su tamaño en cualquier lado siempre los bufones querían hacerse notar dominando al más expuesto, mi cara seguía inexpresiva, mi corazón bombeaba grandes cantidades de sangre por la adrenalina entonces lo noté, el sujeto estaba tirado en el suelo y su cuerpo tropezó con el mío, sosteniéndola de los brazos no dejé de ver al sujeto que seguía con sus sandeces, empuñe más la manos, cada célula del cuerpo me ardía cuando ella logró empujarme un poco aunque puse resistencia en los pies, debía destrozarlo, eso gritaba el cazador de mis oscuro ser, no veía la luz en mi oscuridad solo quería llenarme de sangre y calmar estas ansías de matar –No- susurré y miré como el sujeto se levantaba maldiciendo y tambaleándose –No soporto la patanería- gruñí –Te debe una disculpa- bajé mis ojos a su rostro tratándome de tranquilizar en aquella mirada avellana –No dejes que dé un paso más- le susurré –Porque juro que los mato- apreté los dedos en sus brazos y dejé salir un poco de aire cerrando los ojos –Vámonos- musité suavemente y la tomé de la mano tirando de ella para salir de ahí, solo quería respirar, pero la noche estaba en su auge y sentí un empujón, gruñí molesto soltándola y mirando al mismo tipo de momentos atrás -Hey! Esa mujer la quiero yo así que no te metas niño rico- sonreí lento –Vete- advertí pero el sujeto seguía renuente, volvió a empujarme, retrocedí unos cuantos centímetros viéndole indiferente -¡Es mía, idiota!- cerré los ojos y tomé su cuello acercándolo a mí, el sujeto me golpeó un costado a lo que me quejé bajo, girándole su espalda chocó contra mi pecho y retorcí su brazo queriéndoselo fracturar –Le debes una disculpa a la dama, no es un objeto mucho menos un pedazo de carne- hablé en su oído con dureza y miré a Elene, retorcí más y el sujeto gritó -¡Hazlo! - exigí y jalé de su codo, este volvió a gritar hasta que por fin se disculpó, soltándolo bruscamente lo empujé contra una mesa haciendo que golpeara unas copas y se mojara en cerveza, acomodé la gabardina en mi cuerpo y la tomé de la mano –Vámonos- susurré y caminé hacia afuera con ella sin mirar a nadie ni nada, me sentía eufórico y no era bueno.
La solté cuando estábamos ya afuera del sitio y me apoyé contra la pared abriendo y cerrando la mano –Lo siento- me disculpé con tono grave –No podía dejarlo pasar- tragué pesado –Sobre todo por lo último que te ha dicho- la vi de reojo y me pasé la mano por el cabello, mi taciturnidad volvía a sentar bases -¿Te ha lastimado? - pregunté revisándola rápidamente con la mirada –Espero que no porque soy capaz de…- me mordí la lengua fuertemente –Ahora debes creerme un salvaje- negué y justo miré a Édme aparecer enardecido -¡Renaldi! - me espetó, ni tan siquiera le dirigí la mirada –Lo siento Édeme, no volverá a ocurrir, dime cuanto es por los daños y te lo pagaré de inmediato- me crucé de brazos, el tipo negó –No se trata de eso Isaac, se trata de tu reputación, varios pueden ponerte en mal ¿Qué sucede contigo? No te había visto comportarte de esa forma antes- fruncí el ceño –No pasa nada y sí he sido imprudente, no volverá a pasar- la razón de mi salvajismo estaba al lado mío, Édme dirigió su mirada a ella –Y tú niña- alzó la ceja –Me dijiste buscabas a Jeremy Priest ¿Qué exactamente tienes que ver tú con este? - frunció el ceño –Deberás darme una buena razón para que abra mi boca- aquello llevaba la palabra dinero tatuada, pero no podía entrometerme, el asunto en cuestión le pertenecía a ella, yo, yo solo era un espectador más que no iba a permitir algún tipo de lluvia maldita.
Pedro Calderón de la Barca
Estaba perdido en sus ojos fijos, sin embargo aquel par de estrellas centellantes parecían emerger de una nube de recuerdos o en todo caso disgusto, fruncí el ceño sin dejar de verla ¿Qué es lo que te ha traído al valle de los traidores e insanos pequeña fruta vespertina? –No es el lugar que imagine volver a encontrarte después de nuestro último y único encuentro Elene- alcé la ceja deslizando mis ojos por cada una de sus facciones, ella no parecía de esas mujeres feroces y aventurera, su presencia era tan calma y su solo hablar me parecía una pluma que caía frente a mis ojos con sutileza, cerré los ojos momentáneamente borrando mis insulsos pensamientos llenos de halagos y poca prudencia ¿Qué era lo que ella tenía que me inquietaba? Era como tocar hielo con las manos desnudas, me quemaba y enfriaba en un instante, yo no era en lo más mínimo posesivo sin embargo Rossato descubría la tierra del no jamás en mi alma, sonreí un poco al escuchar su observación de los tipos que prácticamente babeaban sobre los tarros de cerveza ¡No pudiste estar más acertada curiosa luciérnaga! Asentí –Lo fue- susurré inclinándome más cerca de la mesa para juntar mis manos sobre la madera –Te lo he dicho anteriormente este lugar y quienes frecuentan no conocen la palabra educación para la mayoría todo lo que se mueve se puede roer así sea del agrado o no del contario- fruncí el ceño viendo sus delgados dedos algo inquietos quizás eso me incluía pero tampoco yo era un alma que debían pontificar, el estar ambos sentados en esa misma mesa nos hacía el choque de dos fuerzas infinitas, ella rodeada por una pureza inigualable y yo un maldito mentiroso doble cara que jugaba a ser un hombre educado y recio.
-¿Muerta? - tragué un poco –Es más fácil vivir Elene, además…- sonreí de lado –No sería una noticia muy agradable el no poder ver una de mis más excepcionales clientes- miré a mi alrededor –Aunque aquí no estamos en la textilera, lo que deja los negocios fuera de línea, debo admitir es un poco más interesante- dije lo ultimo con un tono casual, no era sujeto que mostraba interés por los demás, una debilidad que no se me había acostumbrado a mostrar jamás en mi vida, viendo de reojo a los cavernícolas que parecían que en cualquier momento se golpearían las cabezas contra la mesa los fulminé con la mirada ¿Hasta cuándo soportaría todo este peso que llevaba coronándome la cabeza? Quería deshacerles la nariz contra la pared por la insolencia, contando hasta 10 internamente me calmé y concentré de nueva cuenta en Elene, el infierno debía ser escondido.
Asentí a sus gracias y alcé la ceja cubriendo un poco más el estilete del cinturón, no quería asustarla con semejante barbarie –Uhm… claro yo no soy tan llamativo como tú- negué totalmente serio por la mala broma ¡Insulso payaso! –No soy del gusto de estos sujetos por suerte mía aunque…- me troné los nudillos uno a uno –Siento que hay demasiada tensión en el ambiente y no quisiera que me consideraras un salvaje- tragué viéndola con las facciones un poco más relajadas –Pero…- suspiré para calmarme -Aún no has respondido lo que te preguntado- alcé ambas cejas de forma interrogante -¿Qué la ha traído por aquí mademoiselle? - pregunté en un tono un tanto divertido y concentré todos mis sentidos en la quietud de Elene que esperaba no fuera rosa disfrazada de orquídea.
Buscaba a un cambiante, su maldito abogado, tensé la mandíbula tan fuerte que me dolía ¡Indigna raza! No podía siquiera concebir que ella tuviera algún tipo de contacto con esos ineptos, pero había sido engañada, después de todo de mentirosos está hecho el mundo -¿Tu abogado?- desenfoqué la mirada recordando haber escuchado ese nombre un par de veces mientras estaba buscando información de otros cazadores acerca de los cambiantes que habían asesinado a mis padres –Hmmm… he escuchado acerca de ese sujeto- alcé la ceja viéndola –Su cabeza parece ser muy asediada- alcé la barbilla –No eres la primera que lo viene a buscar, es una escoria- susurré con desagrado –Creo vas a tener que saber que terreno pisas de ahora en adelante, Elene- aconsejé –Voy a decirte algo- fruncí los labios –No vayas a tomártelo a mal pero me gusta ser sincero- me incliné más cerca sobre la mesa para que solo ambos pudiésemos escuchar –Tú misma lo dijiste momentos atrás, has sido imprudente Elene, si quieres encontrar a tu abogado creo debes recurrir a otros ojos antes de poder dar la estocada final- ladeé la cabeza viéndola con media sonrisa -¿No hubiera sido mejor contratar a un investigador que te diera información de los lugares que frecuentaba y elegir uno un poco menos…- me relamí los labios por la sequedad –concurrido? - no era la palabra que se me cruzó por la mente pero era la más indicada para la situación, deslicé mis ojos hacia sus manos apretando las mías la una con la otra controlando el impulso de abrazarlas para darle un poco de apoyo.
-Así es- respondí de inmediato –Es un lugar de cazadores- no pensé en que ella podía considerarme uno, para platicar eso ya habría tiempo, debía en primer lugar descubrir más acerca de lo que exactamente Priest había hecho para que ella lo buscase de esa forma, no quería que pensara mi presencia iba a desflorar su blanca primavera, ahí estaba la pregunta que esperaba ella lanzara desde hace momentos atrás si era tan astuta como aparentaba, me recosté contra la silla, mis facciones tan duras como roca, ella lo sabría pero todo a su tiempo, de mis labios no saldría la verdad con facilidad cuando justo un cabeza hueca más ebrio que borracho en navidad apareció haciendo su pequeño teatro, bajé la cabeza y sonreí de lado apretándome el puente de la nariz, sentía que el enojo llegaba como relámpagos a mis sienes, se consumía en la punta de mis dedos y emergía de mi boca en una sonrisa desquiciada, el sonido era abrumador, los petulantes seguían con sus palabras vacías y desgastadas que quería arrancarles la lengua de tajo y colgarlas en el umbral de la puerta, volteé hacia Édme con la mirada sumergida en las sombras, el viejo limpiaba las copas y negaba reprendiendo con la mirada al patán, no parecía siquiera querer entrometerse, golpeé un puño contra la mesa apretándolo tan fuerte que vibraba y me levanté tranquilamente abotonándome un botón de la gabardina, mi boca solo era una línea horizontal y prácticamente sentía los ojos desorbitados por lo que estaba presenciando, di pasos tranquilos hasta ambos agarrando a varios de la tela de la camisa y apartándolos con algo de brusquedad, los cobardes no buscaban meterse con tipos de su tamaño en cualquier lado siempre los bufones querían hacerse notar dominando al más expuesto, mi cara seguía inexpresiva, mi corazón bombeaba grandes cantidades de sangre por la adrenalina entonces lo noté, el sujeto estaba tirado en el suelo y su cuerpo tropezó con el mío, sosteniéndola de los brazos no dejé de ver al sujeto que seguía con sus sandeces, empuñe más la manos, cada célula del cuerpo me ardía cuando ella logró empujarme un poco aunque puse resistencia en los pies, debía destrozarlo, eso gritaba el cazador de mis oscuro ser, no veía la luz en mi oscuridad solo quería llenarme de sangre y calmar estas ansías de matar –No- susurré y miré como el sujeto se levantaba maldiciendo y tambaleándose –No soporto la patanería- gruñí –Te debe una disculpa- bajé mis ojos a su rostro tratándome de tranquilizar en aquella mirada avellana –No dejes que dé un paso más- le susurré –Porque juro que los mato- apreté los dedos en sus brazos y dejé salir un poco de aire cerrando los ojos –Vámonos- musité suavemente y la tomé de la mano tirando de ella para salir de ahí, solo quería respirar, pero la noche estaba en su auge y sentí un empujón, gruñí molesto soltándola y mirando al mismo tipo de momentos atrás -Hey! Esa mujer la quiero yo así que no te metas niño rico- sonreí lento –Vete- advertí pero el sujeto seguía renuente, volvió a empujarme, retrocedí unos cuantos centímetros viéndole indiferente -¡Es mía, idiota!- cerré los ojos y tomé su cuello acercándolo a mí, el sujeto me golpeó un costado a lo que me quejé bajo, girándole su espalda chocó contra mi pecho y retorcí su brazo queriéndoselo fracturar –Le debes una disculpa a la dama, no es un objeto mucho menos un pedazo de carne- hablé en su oído con dureza y miré a Elene, retorcí más y el sujeto gritó -¡Hazlo! - exigí y jalé de su codo, este volvió a gritar hasta que por fin se disculpó, soltándolo bruscamente lo empujé contra una mesa haciendo que golpeara unas copas y se mojara en cerveza, acomodé la gabardina en mi cuerpo y la tomé de la mano –Vámonos- susurré y caminé hacia afuera con ella sin mirar a nadie ni nada, me sentía eufórico y no era bueno.
La solté cuando estábamos ya afuera del sitio y me apoyé contra la pared abriendo y cerrando la mano –Lo siento- me disculpé con tono grave –No podía dejarlo pasar- tragué pesado –Sobre todo por lo último que te ha dicho- la vi de reojo y me pasé la mano por el cabello, mi taciturnidad volvía a sentar bases -¿Te ha lastimado? - pregunté revisándola rápidamente con la mirada –Espero que no porque soy capaz de…- me mordí la lengua fuertemente –Ahora debes creerme un salvaje- negué y justo miré a Édme aparecer enardecido -¡Renaldi! - me espetó, ni tan siquiera le dirigí la mirada –Lo siento Édeme, no volverá a ocurrir, dime cuanto es por los daños y te lo pagaré de inmediato- me crucé de brazos, el tipo negó –No se trata de eso Isaac, se trata de tu reputación, varios pueden ponerte en mal ¿Qué sucede contigo? No te había visto comportarte de esa forma antes- fruncí el ceño –No pasa nada y sí he sido imprudente, no volverá a pasar- la razón de mi salvajismo estaba al lado mío, Édme dirigió su mirada a ella –Y tú niña- alzó la ceja –Me dijiste buscabas a Jeremy Priest ¿Qué exactamente tienes que ver tú con este? - frunció el ceño –Deberás darme una buena razón para que abra mi boca- aquello llevaba la palabra dinero tatuada, pero no podía entrometerme, el asunto en cuestión le pertenecía a ella, yo, yo solo era un espectador más que no iba a permitir algún tipo de lluvia maldita.
Isaac Renaldi- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/07/2014
Re: Disclosure [Privado]
‘’I find shelter in this way, undercover, hide away Can you hear? when I say I have never felt this way’’
Unos segundos después Elene se había olvidado del lugar y el sinnúmero de dudas que tenía con respecto a Isaac. A pesar de ser aquel un sitio de mala muerte, con los hombres más maleducados que había tenido la oportunidad de conocer estaba él ahí, el empresario de textiles y eso la hacía tranquilizarse. Cerró los ojos unos segundos concentrándose únicamente en su voz, necesitaba creer que estaba en un mal sueño aunque claro, este era el mundo real y la taberna el sitio al que sus propios pies la habían llevado. Abriendo los ojos apreció el mar ajeno y sonrió. Realmente apreciaba su compañía pero necesitaba enfocarse en lo que necesitaba saber acerca de su abogado y justamente Isaac le dijo lo que necesitaba. Entonces Jeremy sí era un cambiante y peor aún, un estafador codiciado por muchos. Tragó imaginándose. ¿Entonces qué haría con lo que sabía? Desenfocó la mirada tratando de pensar con la cabeza fría pero no era su estilo. Por ningún centímetro de su cuerpo recorría la venganza a pesar de que odiaba la mentira de su abogado. –¿Qué es lo que sigue entonces? – se repitió en sus adentros tratando de no parecer distraída pero era inútil eso definitivamente no lo tenía planeado.
—Cuando te dejé en la textilera no era mi intensión no volverte a ver eh!- suspiró con algo de pesadez —Entonces tú también conoces a Jeremy…- preguntó con confianza —Parece que este hombre está dando más sorpresas de las que esperé encontrar. Es algo molesto- frunció el ceño y sonrió casi borrando las marcas que se habían delineado al mostrarse molesta. —Oye, me estás subestimando. Puedo ser ruda- se rio por eso y negó. Ella no sería capaz ni de matar a una hormiga porque apreciaba demasiado la vida y el respeto hacia los demás aunque no siempre recibía eso a cambio. Volviendo a colocarse seria soltó un suspiro cargado de nostalgia —Ahora que tú me has confirmado lo que el barman dijo no sé qué voy a hacer- negó con pena —Esto se está saliendo de mis manos. No creí que fuera tan peligroso pero estoy segura que cuando él sepa que yo estoy enterada de todo no tendrá más que dar la media vuelta e irse como perro arrepentido con la cola en medio de las patas.- no sonaba tan segura mientras decía aquello con una sonrisa que le delataba la credibilidad de sus palabras. —¿Verdad?- preguntó esperando que Isaac diera una respuesta positiva, claro, eso no sucedería.
Las palabras del empresario comenzaron a hacerse una espiral dentro de su cabeza. Él era tan diferente a como lo había conocido en la textilera. ¿Qué cambiaba? El lugar donde se encontraban claramente pero había algo más. Una especie de rabia en los ojos que le hacía quedarse sin respiración y fue lo siguiente que le dijo que hizo que hiciera un mohín tragando con fuerza. No se lo podía imaginar a él siendo violento con alguien más. No después de aquella charla que tuvieron mientras le explicaba el porqué de la excelencia de sus productos. La efectividad del trato al personal y su curioso interés de hacerle sentir mejor cuando le vio llorar. Entonces lo que le había dicho Edmé era cierto ¿todos eran cazadores? Negó. Debía ser una broma pero igual necesitaba oírlo de sus labios. —Isaac, ¿eres un cazador?- repitió esperando una negativa a su pregunta cuando lo más indignante que pudo pasarle sucedió.
Mientras era jalada por el ebrio cazador que quería llevarle seguramente a una de las habitaciones de los moteles cerca sentía esa sensación de querer llorar de la rabia. ¿Cómo podía ser tan indecente y tratar a una mujer de esa manera? Eso fue lo que la hizo reaccionar y golpearlo, huir y finalmente tropezarse con Isaac. —Vámonos. No necesito una disculpa. Por favor, no es necesario- dijo en un hilo de voz reprimiéndose las ganas de llorar por la impertinencia del hombre. No quería ver sangre. Detestaba la violencia aunque el sujeto se lo mereciera.
Asintiendo a su petición de no dejarlo ir de nuevo sus palabras le chocaron en el pecho haciendo una estruendosa corriente por toda su espalda. Él amenazaba con sangre a los demás por lo que abrió los labios cerrando los ojos tratando de salir lo más pronto posible pero fue inútil, nada iba a terminar como ella quería. Todo sucedió en cámara lenta. Isaac poniendo a su favor la fuerza y en contra del borracho que se quejaba con miedo a ser fracturado en dos su brazo. Oyendo su disculpa y luego el estruendoso caer de su cuerpo por las mesas y las bebidas desparramarse en el suelo. Se quedó enmudecida. ¿Quién era este hombre y qué había hecho con Isaac Renaldi?
Saliendo de allí finalmente dio unos cuantos pasos hacia atrás tomando aire por la boca y guardarlo en sus pulmones más del tiempo debido. Su corazón golpeaba tan fuerte su pecho que le dolía y miró hacia un lado cuando su voz le despabiló. Tragó con pesadez antes de responder que estaba bien y se revisó. Unas cuantas manchas en la tela de su vestido y su cabello algo desordenado por los tirones que había tenido que hacer pasa zafarse del agarre del cazador ebrio. —Estoy bien- dijo rápidamente a su propuesta de volver y deshacer al tipo así que negó —L-Lo siento. De verdad… Eso fue innecesario- susurró viéndolo sin un rasguño aparente y tomó sus manos al ver como estaba roja por la presión que él mismo ejercía al contenerse la cual soltó al oír una voz mayor y miró a Edmé reprochándole a Isaac su comportamiento.
Viéndolos a ambos y oyendo su conversación cada vez creyó más en sus teoría de que el empresario tenía una doble vida pero fueron las palabras de Edmé que le hicieron volver y claramente entendió su indirecta. —Él trabaja para mí.- miró a Isaac y luego al barman —Jeremy Priest es mi abogado y ha estado usando parte de mi fortuna en sabrá Dios qué - negó —Detesto la mentira así como la traición Edmé. Vine por mi cuenta por respuestas y quizás encarar al mismísimo Jeremy- sonrió con algo de molestia —No ha sido mi intención causarte problemas- habló casi segura y el hombre se echó semejante carcajada que hizo que ella frunciera el ceño sin entender —Y tu niña realmente creías que con esa apariencia de florecita de mayo ibas a entrar aquí como si nada y obtener lo que querías? Maldita sea con estos ricos…. ¡Y lo peor es que vienes y alborotas a uno de los cazadores más calmados de París! - le reprochó el hombre con molestia en la voz, parecía que la aristocracia no era algo muy bien visto por estos lados así que ella solo se limitó a negar y mirar de reojo a Isaac, la noticia la había tomado desprevenida pero Edmé volvió a captar su atención —Si me pagas al menos mil francos tendrás hoy por la mañana la información en tu mesa- asintiendo a su propuesta se quedó en silencio. —Delo por hecho.- susurró viendo como en la cara del viejo se iluminaba y volvía a meterse de nuevo a la taberna dejándolos a ambos solos.
El dinero le importaba poco pero no podía aguantarse las ganas de que el empresario le explicara qué estaba sucediendo y ni siquiera sabía cómo debía de abordarlo así que se acercó —Eso fue rápido- comentó como chiste malo y torció los labios —¿Voy a tener que sobornarte a ti también?- preguntó mirándole a los ojos con algo de seriedad y bajó la vista al suelo apoyando su cuerpo en una de las paredes de madera abrazándose a sí misma. —¿Quién es el verdadero Isaac Renaldi?- confrontó sus dudas y volvió a mirarle cuando a lo lejos a no menos de unas cuadras de allí una mujer gritaba desesperadamente ayuda y enderezándose Elene sin saber qué hacer se acercó a Isaac —Isaac- susurró apretando uno de sus brazos con ambas manos, parecía que la noche no los iba a dejar hablar.
Elene Rossato- Humano Clase Alta
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