Irene Manzoni ID

HISTORIA

El cielo de París se observaba límpido, las calles como pequeñas cintas de colores marrones, delimitan un intrincado diseño  y el Sena es un listón de brillante tonalidad verde oscuro, que corta en dos la ciudad. Las campanas de Nuestra Señora de Paris inundan el aire de un profundo redoble que acompasa los latidos del águila que cruza presurosa el espacio.

La puerta del balcón entreabierto, deja entrar la brisa de la madrugada, al igual que los primeros rayos de sol que iluminan un lecho vacío. De pronto, un ave irrumpe en el cuarto, es el agula que momentos antes volaba sobre Paris, allí se posa sobre el delicado acolchado del lecho, dando pequeños saltos, de un lado a otro, como si buscara a su dueña. Sus ojos  redondos, inquisitivos,  nerviosos, parecieran registrar la habitación, ¿Qué es lo que buscan? ¿tal vez la mujer que debía dormir en aquel lecho?

Las plumas se retraen, en lenta e inexorable marcha, la metamorfosis está en marcha y en pocos segundos el ave se convierte en una hermosa mujer de largos cabellos dorados, piel blanca como la luna y ojos del color del cielo de aquella mañana. Irene ha regresado, de su largo viaje, de su periodo de recogimiento, aquel que cada año realiza como si se tratase de una peregrinación. Igual a la que veinte años atrás hiciera por primera vez, cuando sin posibilidades de huir, tuvo que enfrentar a la inquisición y convertirse en parte de ella.

La condenada se observa, distante, como si no pudiera reconocerse en el espejo de cuerpo entero. Es que durante más de cuatro meses no ha vuelto a su forma humana. Esa es su condena, trabajar como espía para la Inquisición, ser la que guíe a los hombres de la santa iglesia y así llevar ante el tribunal a otros que como ella, creyeron que no cometían pecado alguno por ser lo que eran.

Su mirada, cubierta por el velo de la tristeza, del arrepentimiento, intenta  encontrar las fuerzas para seguir adelante, para que su condena no termine volviéndola loca. Con delicadeza cubre su cuerpo con la bata blanca, sus cabellos trenzados y sujetos como una corona, le dan un halo de santidad, de pureza, que no cree tener, pero que forma parte de su disfraz, ese que debe llevar, en el mundo de los humanos y del que jamás podrá huir, pues de hacerlo, sus hermanos de la orden, no serán tan misericordiosos como lo fueron una vez.

Oscureciendo su habitación, yace en el lecho, como si de una diosa griega se tratase. Solo quiere dormir, dejar que en la inconsciencia sus pesares, sus remordimientos se ahoguen. Allí, podrá volver a convertirse en la dichosa niña que jugaba en los jardines de las colinas romanas, la dulce paloma que volaba por los campanarios o el alegre colibrí que libaba en las deliciosas rosas del convento de las clarisas, o en los mismos jardines del papado.



DATOS EXTRAS

Posee una cicatriz en el hombro derecho, es la marca de la flecha que el inquisidor que la atrapó le hizo, en una mañana de comienzo de primavera, hace ya veinte años.

Vive sola en París, sus padres son protegidos por el Papado, o más correctamente dicho, es el precio que debe pagar para mantenerse en la orden. Mientras ella no traicione a la Inquisición,  los seres que ama, y que  la han cuidado de pequeña, se mantendrán sanos y salvos. Pero si llegara a huir, si traicionara a la Inquisición, ellos serán asesinados.

Trabaja como espía, solo cuatro meses al año, los demás, puede usarlos a su antojo, salvo se presenten misiones sorpresa o estrictamente necesarias, en ese caso, debe integrarse lo antes posible hasta que la misión concluya.