Hybrid Minds || Privado

por **Nadége Morózova** Dom Ene 18, 2015 11:10 pm

Pocas son las cosas que odio, Donovan es una de ellas. Su mente pueril le obligaba a creer en fantasías absurdas que la gente aún más ignorante que él, le transmitía. Su última teoría se basaba en la experiencia dudosa de un ebrio en la taberna más cercana a la podredumbre que a la sociedad. Básicamente se me había metido el demonio en la cabeza. Mi fascinación por las mujeres no podía ser normal, no tenía por qué ser bien visto, eso era un juego macabro entre los demonios de la tierra y aquellos que aún pelean por el dominio de los cielos. Basura. El sacerdote que me atendió esa mañana no hizo nada más que cuestionarme, las respuestas le concedieron la razón. ¡Injuria! Me gritó. ¿Qué sabe el hombre realmente sobre lo que predica? Pero no había voces dentro de mi cabeza, tampoco hubo actividades paranormales que le dictaran el hecho de que estaba poseída, aún así, estaría bajo observación. ¿La observación de quién?

Mis dedos se movían rápidamente de un lado a otro, como si palpara algo, como si estuviesen fundiéndose en las teclas del piano, dictando un Allegretto o mejor aún un Prestissimo. La respiración se me entrecortaba, me sentía sumergida en una gigantesca esfera de agua y los constantes sonidos del taconeo de la gente, se sambutían dentro de mi cabeza haciéndola colapsar de tanto en tanto. Estaba desesperándome. Pero el momento en que la puerta chilló para mostrarme a quien llevaría mi controversial caso, el tiempo se detuvo.

Sonreí. La mirada de esa chica me condujo a un espacio de la habitación en donde únicamente estábamos ella y yo; la sensación fue aterradora, extraña y ajena a mí. Mordí mi labio inferior con pericia, estaba incomoda y eso no suele pasar conmigo. Había algo en esa mujer que me sacaba de quicio. Escuché su voz, pero sus palabras no iban dirigidas hasta mí, observé sus movimientos pero ninguno de ellos me develo que ella se percató de mi presencia. ¿Estaba siendo ignorada? No me hubiese importado en lo absoluto, la verdad es que pocas veces he llegado a alterarme, pero en ese momento mi frustración era tal que ¡Arg! ¿Cómo se atrevía a ni siquiera mirarme? Donovan y ella cruzaron palabras que no logré entender, susurraron y observaron mi fastidio mofándose de él, entendiendo que mi tarde se había jodido y que ambos eran los culpables. ¿Era ella la nueva cómplice de mi padre? ¿Quién se supone que era, una ramera sacerdotal? Y no, la palabra no es ofensiva, porque yo amo a las prostitutas, yo amo a las mujeres en general, pero no si se lían con mi padre para hacer de mi existencia una vil mierda.

Mis ojos llamearon atemorizados cuando lo vi partir. El hombre que me dio la vida en algún punto remoto del tiempo, se alejaba de mí con la cara embargada de desesperanza. Giró una única vez, asintió, dio un trago a su propia saliva y salió del edificio sin decir nada. Me giré y ahí estaba ella. Una hembra de labios pronunciados, ojos grandes y marrones, cabello un poco desaliñado –justo de mi agrado-, mejillas rosadas y aspecto senil. Una pésima impresión para ser la primera. No me dejo llevar por aquello, pero… ¡No quería estar ahí!

Me adentré a su despacho y se cerraron las puertas. En el muro que alcancé a observar, había un cuadro con un título que la condecoraba como psicóloga. ¿De verdad? ¿Pretendían curar la aberración en la que me convertí, atacando a mi mente? Bien, habría guerra y no aseguraba absolutamente nada. Seriamos ella y yo.

Bienvenida a mi mundo, Thabitha…

por **Thabitha G. Queen** Dom Feb 01, 2015 8:01 pm

El mundo a veces es siempre demasiado grande o demasiado pequeño. Trataría a una paciente muy especial y no sería nada más ni nada menos que la hija de aquel que la obligaba a tener “cierta compañía” agradable dependiendo de algún que otro servicio extra, pero Thabitha tenía que hacer oídos sordos de su homosexualidad y afrontar el trabajo a la cara pues eso es lo que le daba el dinero para subsistir y seguir el día a día con un buen maquillaje, vestidos y buena comida. Daria una sesión de prueba a aquella que se encontraría bajo una media custodia, es decir, estaría bajo su protección y vigilancia. Solo esperaba que esa vigilancia no se pudiera llevar a cabo en las noches pues es lo primero que pensó al verla tras entrar en su despacho. Pelirroja e inocente, pura y al parecer albergaba ¿cólera? No lo sabía Thabitha con exactitud. Solo esperaba que no se equivocara, que no se lanzara a ella cometiendo errores que pudiera arrepentirse después.

Escucho como las puertas se cerraron.

Se quedó mirando la carpeta con el pequeño expediente que tenia de Samantha como así era la paciente. La observo detenidamente y sin poder evitarlo su cabeza estaba maquinando imágenes en movimiento de diversas actividades juntas. Podría decirse que estaba desvariando nuevamente, parecía estar cogiendo el nivel de experto en lo que se refería a soñar despierta – Buenos Días Samantha…-Dejó el expediente sobre la mesa para poder sentarse delante, tomó un sorbo a su té de fresa y manzana y le señalo el asiento para que pudieran comenzar la sesión.

-¿Qué me puedes decir sobre ti? –Pregunto lentamente mientras entrelazaba los dedos los unos con los otros. Llevaba un vestido acorde con su edad y como le conjuntaba aquellos cabellos pelirrojos y esa cara de inocencia, en cambio, ella misma era algo normal, ojos marrones, cabello castaño y labios sugerentes, pero nada que saliera de lo normal para ser considerado “especial” – Tranquila, estamos en confianza. Sé que te muestras reticente al estar con una psicóloga. No te preocupes, no voy a juzgarte pero quiero que quede claro que un o una psicóloga es quien trata a los pacientes que se ven necesitados de una motivación para poder afrontar miedos o algún tipo de fobia o “Bloqueo” y así el paciente pueda solucionarlo para que pueda seguir adelante, pero comencemos, ¿Qué hay de ti?

Thabitha estaba segura que su paciente se veía normal como cualquier muchacha en su edad, pero lo que no conseguía entender el porqué de la necesidad parental para meter a su hija en una sesión tan especializada. Thabitha solo dedico una linda sonrisa a Samantha, transmitiéndola toda la confianza que pudiera tener.

por **Nadége Morózova** Mar Abr 14, 2015 11:18 pm

Ella, imperfecta y voluble. La reconocí al instante. Sus palabras naufragaban por la habitación busca de que alguien les diese asilo, esperanzadas a que su receptor pudiese descifrar el códice a la confianza. Suspiré y no dije nada. Mis pensamientos eran ávidos, tenían hambre, sed, y definitivamente no eran según el régimen que la sociedad imponía ante una mujer; Thabitha no tenía nada que saber sobre mí y realmente no le interesa la vida que hay detrás de mi sonrisa, escondida en esos hoyuelos de mis mejillas o en las pecas que habitan en la piel de mi espalda. ¿Qué podría ofrecer a una mujer como ella que sea de su interés y que pueda aliviar mi pena? Ante el último pensamiento, unísono a la culminación de su presentación, sonreí.

Me encaminé hacia el asiento que había señalado y postré mi cuerpo en su respaldo. Desvié la mirada de la suya hasta un punto en la habitación. En el librero se consagraban grandes autores y, algunos de ellos, me reconocían a gritos, pues en sus líneas, más que inspiración y sabiduría, había encontrado el hogar que ansiaba palpar al lado de Donovan. Fuera de ello, mi mente conseguía aferrarse a esa guerra mental en donde me mordía la lengua impacientemente, para no escupir una ofensa a la dama, para no arruinar el poco espacio que nos separaba, para no mencionar la imprudencia y la peste que el sitio como tal me provocaba. Cerré los ojos, me dejé llevar por las últimas imágenes grabadas de Alice. Mordí mis labios y asentí. Tenía que hablar y, por supuesto, no sería gentil. -¿Miedos? ¿Bloqueo?- Repetí haciendo que las palabras resonaran en mi mente, cada una de sus letras fue acomodándose una tras otra, siendo analizadas y desechadas a la basura. No había nada en mí que se asemejara a algo como eso. –No existe en el mundo un mejor aliciente que el propio miedo, madame- Dije pasando un mechón rizado de mi cabello, detrás del oído izquierdo. Los orbes azules que atavían mi rostro, dejaron de divagar en los alrededores y se posaron definitivamente en los ajenos. No soy digna de una mirada letal, pero sé perfectamente que el fuego que habita dentro de mí, se exterioriza cuando de algún modo u otro, comprendo la excitación en mi cuerpo. –Sé perfectamente quién y qué soy. Un ave sabe que puede volar y lo hará sin temor a caerse, pues confía en sus alas. El problema es la envidia de los que se quedan abajo, pues al saberse esclavos del suelo querrán verlo caer.- No me considero fan de las metáforas insípidas o de la vasta comparación entre la libertad de un pájaro a la de un vil y despreciable hombre, pero como en toda poesía, siempre es necesaria una alegoría a la demencia.

Esperé, sólo el tiempo suficiente, para reconocer algunos de sus gestos e interpretar el pensamiento. Bien es sabido que el hombre es incapaz de leer la mente, pero somos si somos lo suficientemente astutos podemos leer las pasiones ajenas, el comportamiento, e incluso el silencio y eso, es mucho mejor que descubrir el pensamiento de los demás. Esbocé una sonrisa ladina. Me relajé en el asiento; la comodidad siempre es sinónimo de seguridad y yo sabía perfectamente lo que hacía. –No tengo fobias, no tengo traumas del pasado. No soy un paciente, pues no estoy enferma.- Sin más nada que añadir sólo la mofa de seguirle el juego a Donovan, no tenía otro remedio que vomitarlo, ella no podría “reparar” mi mente. -¿Sabe usted por qué mi padre se empeñó en esta cita? ¿Le dijo la razón verdadera?- Me quedé callada durante un par de segundos. La mujer frente a mí no tenía la mínima idea del por qué yo estaba ahí, sus ojos famélicos de información me lo confirmaron. Suspiré con melancolía. –Donovan cree que usted puede hacer que me gusten los hombres. ¡Vaya estupidez! Lo único que usted podría provocar en mí, es que la tentación se engrandezca.- Y no mentí. Con el ceño fruncido, logré percatarme de varias expresiones en el rostro ajeno. Unas me causaban intriga y otras me hicieron sonreír con satisfacción, pero definitivamente la que más me apeteció en ese instante, fue la sorpresa. Ella quizá no esperaba que yo fuese tan directa, a decir verdad, nadie lo espera de alguien con tan poca experiencia en la vida como yo. -Oh, descuide. ¿Qué daño puede causarle una niña que no sabe nada acerca de la vida?- Finalicé. La introducción hacia mi persona estaba hecha. Ella podría juzgar lo que quisiera, hasta el momento, su opinión me era indiferente.

por **Thabitha G. Queen** Sáb Mayo 30, 2015 11:01 pm

Simplemente buscaba el hecho de hacerle daño a una misma persona que tendría el poder sobre ella en unos instantes. Pero eso no era lo que Thabitha tenía pensado hacer. Tenía pensado hacer que Samantha entrase en razón solamente por el hecho de que desde hace una semana más o menos tenía que soportar la personalidad aguafiestas del padre de la joven que en estos instantes atendía.

Estaba pendiente de hecho de las palabras que estaba largando por su boca – De hecho tienes que sentir y hacer lo que sientas en el corazón. No es que alenté tu forma de ver las cosas o que te de paso a que hagas lo que te venga en gana, pero debes simplemente pensar en tu padre y en que algún día, no estará a tu lado, querrá quedarse con la seguridad de que estés cuidada por alguien fuerte y bueno, con una mujer no puedes obtener cierta descendencia, me entenderás ¿no Samantha?

No habían comenzado ni la sesión cuando Thabitha se exalto en decirle aquello a la pobre y joven Samantha aunque en realidad no tenía ninguna sensación de arrepentimiento. Era verdad. Por las horas que su padre la tenía secuestrada, sabía que estaba mayor de edad y que algún día acabaría todo y ella tendrá que tomar las riendas de algo grande y sola no llegaría a hacerlo todo. El que quiere tener poder sobre los demás es aquel que no ha logrado tener poder sobre sí mismo y lo que más teme el poderoso es no tener a nadie a quien dominar. Sintiéndose perdido como un pequeño cervatillo marcado con la seña l de la sumisión y sin amo. Creamos situaciones y después renunciamos a nuestro poder culpando a otros de nuestras frustraciones. No hay persona, lugar ni cosa que tenga ningún poder sobre nosotros. En nuestra mente, sólo pensamos nosotros.

-Puedes saber mucho o puedes llegar a saber poco, pero veo que ir directa es lo que más te va a ti así que, dime Samantha ¿En verdad no puedes crecer y desarrollarte si sabes las respuestas antes que las preguntas? Al ser humano le parece tan extraño existir que las preguntas filosóficas surgen por sí solas, luego se convierten en excusas que –Thabitha se levanta para ir a cerrar del todo la puerta, dejando insonorizados al resto de sus compañeros de psicología.

por **Nadége Morózova** Mar Jul 07, 2015 9:28 pm

En silencio las penas no se escuchan, pero son mucho más estridentes y avasalladoras que nunca.

Me quedé callada, aprecié cada palabra que de sus labios era pronunciada. Observé los detalles en sus facciones, el movimiento de sus pupilas y ese tic en sus mejillas que aparentemente ignora. Me divertía admirando los detalles de su rostro, uno bastante reconocible ante su propia mirada, pero tan misterioso y complejo ante la mía. Exploré sus lunares, me sumergí en el grosos de sus rosados labios y, tal vez, me ahogué dentro de la profundidad en sus ojos. Más sin embargo, ella tan abstraída en su cátedra, en lenguaje del ayudante, no pudo verlo. No necesitaba que alguien me dijese lo libre que puedo llegar a ser aún cuando las cadenas sujetan mis tobillos. Nadie lo necesita, pues todos lo saben, es sólo que algunos, preferimos ser realistas y hacer sonar esos grilletes antes de perder la total consciencia.

Admiré su valor, la destreza, la fortuna y lo rudo de sus palabras. Había frases ahí que revolotearon en mis pensamientos, pero que a fin de cuentas, continuaban sin significar absolutamente nada. Sí, envidié su sabiduría, pero al mismo tiempo sentí lástima por su pequeña y contraída mente o tal vez, ella sólo pretendía engañarme. Un truco cliché, pero funcional. Sonreí. Si quería respuestas concretas, debería preguntármelo, podría decirlo sin tapujos, sin rodeo alguno y, por supuesto, no tendría que sacármelo bajo engaños y trucos baratos. Pero ella no lo sabía, no podía simplemente predecir como demonios es que yo reaccionaría. Ante sus ojos, soy una jovial y perdida alma. Al menos en algo tenía razón. Me encontraba perdida.

-No dejes que la hipocresía de un sólo hombre nuble tu juiciosobre los demás- Aventuré. Thabitha, estaba profundizando en el tema de Donovan, lo que él quería y lo que yo no le permitía; eso sólo era una cara de la moneda. –Dicen que bajo el precepto del amor, todo lo que se hace es justificable. En una mente corrompida, sucia, siniestra, miserable y extraviada, el mayor acto de amor es liberar el alma del ser amado. ¿Puede imaginarlo? Mejor aún, ¿Puede usted perdonar un crimen pasional? Hombres, mujeres, niños y ancianos, todos pensamos de forma diferente y el juicio se forja en base a la educación recibida, la sociedad en la que se desenvuelve, pero sobre todo en experiencias vividas- Si ella quería respuestas, yo se las daría.

El tiempo pasaba de forma lenta, el segundero del reloj parecía no moverse a pesar de yo escupía una palabra tras otra. La mirada perdida, la mente enfocada en el recuerdo y la reflexión. Siempre había dado vueltas a lo mismo desde lo ocurrido y a la pregunta que venía a mí le precedía una respuesta que aún no era capaz de asimilar. ¿Yo lo haría? Mi sonrisa se torció de forma insana, al punto de lo demencial y el miedo. Si me hubiese visto en el espejo, no me reconocería. Entonces proseguí. –Sea cual sea su respuesta, está equivocada. Usted ha errado en el método, porque usted misma no reconoce las preguntas. No existen cuestiones filosóficas madame, porque las respuestas ya lo son, y en todo caso, la paradoja siempre resulta ser la misma- Se cerró la puerta por completo y suspire.

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