19 años | Humana | Clase Alta | Heterosexual | Francesa |
- ¿Qué hacen allí, tan crudos y fríos?:
La joven sirvienta se apresuró a salir del camino de la ama de la casa pegándose contra una de las paredes del estrecho corredor y bajando respetuosamente la cabeza. Esa mujer le producía escalofríos, a pesar de que en realidad nunca le había tratado con malas formas. Aunque llevaba poco más de dos meses al servicio de los Molay, ya conocía el temperamento de los miembros de la familia lo suficiente como para saber a quién evitar. Esperó en absoluta inmovilidad hasta que ella desapreció tras la puerta de su estudio. Solo entonces se animó a continuar su camino con la bandeja en sus manos la cual contenía un fino juego de té y algunos panecillos. No era extraño que las niñas con edades similares a la de la única hija de la familia jugaran a tomar el té. Jocelyne, sin embargo, no era de las que jugaba. En realidad se sentaba en la mesa del balcón de su habitación en medio de un silencio meditabundo y con una expresión que contrariaba los 7 años con los que contaba. A ella también la evitaba la sirvienta. Los ojos fríos e inexpresivos de la pequeña le causaban escalofríos. – Mademoiselle – saludó en tono reverencial al entrar a la habitación de la niña. Avanzó sin mirar en derredor, colocó la bandeja sobre la mesa de hierro y se disponía a abandonar la estancia cuando, de reojo, divisó los bucles rubios. Ella estaba parada, inmóvil, con el ceño fruncido y mirándola fijamente. La joven se detuvo y esperó, pensando que tal vez necesitara algo, pero la pequeña se limitó a permanecer observándola. - ¿Puedo ayudarla con algo más? – preguntó finalmente. Tenía demasiado que hacer como para perder el tiempo, además el que la pequeña la mirara de esa forma la ponía nerviosa – No, es todo. Puede retirarse – la joven salió y mientras cerraba tras de sí la puerta no dejaba de preguntarse qué clase de vida podría llevar a una personita tan pequeña a comportarse de aquella manera.
- (Hay sangre sobre su mano tímida):
Jocelyne dejó con delicadeza las rosas junto a la lapida. Dos años habían transcurrido desde la muerte de Ekaterina, su madre y mentora. La extrañaba, no por la ausencia de su afecto (algo que pocas veces conoció) sino por su fuerza. Sin ella su familia entera iba a la deriva. Su padre, Théo, carecía por completo del temple necesario para administrar eficientemente la casa y los negocios, y prefería pasar sus días leyendo en el jardín. Pronto sus hermanos abandonarían el hogar, buscando nuevos rumbos pero sin alejarse demasiado, por supuesto, prestos a regresar en cuanto Théo muriera para poder abordar la parte de la herencia que les correspondía. Eran tan cortos de mente como su padre. – Me abandonaste demasiado pronto Ekaterina – murmuró a la tumba. En vida nunca permitió que le llamara “madre” por lo que solo se atrevía a hacerlo en sus pensamientos. La joven contaba con 14 años cuando la mujer fue encontrada muerta en una zona no muy alejada de su hogar. La ley había atribuido su muerte a un intento de robo. Jocelyne sabía que se equivocaban por completo.
Ekaterina se empeñó en fortalecer el carácter de su hija desde siempre. Le prestaba más atención a ella que a sus otros dos hijos. Sin embargo, después de ver el resultado de esa dedicación extrema ninguno de los varones lamentaba su comportamiento o lloriqueaba por más cuidado de su progenitora. Las razones de la mujer eran sencillas: no confiaba en las debilidades innatas del sexo masculino y estaba empeñada en que su hija era la única capacitada para defender la herencia. No fue sino hasta los 9 años que Jocelyne comprendió que la herencia para su madre no se limitaba al dinero y las propiedades. Fue entonces cuando Ekaterina se sinceró contándole la historia de su vida y las motivaciones de sus actos. Ya sabía que la ascendencia de su padre le otorgaba lujo, riqueza y posición, pero la de su madre, mucho más oscura y tenebrosa, le legaba algo mucho más importante, un propósito. Ekaterina nació y creció en una pequeña villa en Rusia. Pertenecía a una antigua familia de cazadores que empeñaban su fuerza, destreza y vida en busca de la aniquilación de criaturas que la pequeña Jocelyne consideraba hasta entonces como inauditas. La vida de la rusa hubiese podido continuar en su tierra natal si no hubiese sido por una plaga que azotó su gente y de la cual salió como la única sobreviviente de entre los suyos. Fue el destino quien se encargo de unir su camino con el de Théo Molay, un francés apacible y amable, que gozaba de una inmensa fortuna. En contra de los deseos de la familia de Théo, finalmente se casaron y se instalaron en París. Los dos se amaban aunque ella no llegó nunca a comprender el espíritu apacible de su esposo. Una personalidad que, para su completa decepción, fue trasmitida a sus vástagos varones.
El objetivo de Ekaterina era transferir a su hija sus conocimientos y afilar sus destrezas. Convertirla en una cazadora que continuase con el legado. Jocelyne, comprendiendo finalmente las motivaciones de su madre y aceptó con beneplácito su voluntad. Se entregó por completo a la causa, aprendiendo cuanto le era enseñado y presionando su cuerpo para alcanzar su destino. Y lo hubiese conseguido si tan solo su madre se hubiese aliado con otros cazadores o si se hubiese tomado la molestia de encontrar a un segundo tutor. Pero ella murió dejándola solo con deseos irrealizables ¿Cómo confesar aquella historia de locos a su padre? ¿Cómo podría una niña tan pequeña encontrar a alguien que le enseñase nuevamente el camino?
- ¿Porqué las lilas se tiñen de rojo?:
La joven reposaba cómodamente en una de las sillas del jardín. Mantenía los ojos cerrados mientras el cálido sol de la mañana le calentaba la piel. Pero, aunque su expresión era relajada, en su interior existía una fuerte agitación. Cientos de cosas poblaban su mente. El barco con las nuevas mercancías debería haber arribado dos días atrás y aún no había noticias. Esto, por supuesto mandaba al trasto toda la operación de logística que existía tras la recepción del cargamento. El trasporte, los intermediarios, los receptores finales, todos presionando pues cada día de retraso significada un día de perdida. Dado que los oficiales del puerto rotaban cada 12 horas, era necesario sobornarlos nuevamente en cada turno para que hiciesen la vista gorda ante aquello que llegaría y que se encontraba fuera de la ley ¿Dónde estaba ese maldito barco? ¿Qué estaban haciendo su padre y hermanos para solucionar el impase? El frío líquido que le empapó el torso la sacó de improviso de sus cavilaciones. En medio de un jadeo abrió los ojos y miró con furia a la inepta sirvienta – ¡ESTÚPIDA! – vociferó antes de colocarse en pie de un salto. La ira la consumía por lo que prefirió alejarse e internarse en el interior de su hogar antes de que su temperamento explotara y terminase golpeándola.
Desde su punto de vista se encontraba rodeada de incompetentes. Su padre se resistía a morir mientras sus hermanos andaban por la vida solo gozando de la buena suerte de llevar el apellido Molay. A los 18 años ella fue quien tomó las riendas de la casa, encargándose de la servidumbre y los temas financieros para su mantenimiento. Alexis, su hermano mayor y primogénito, se encontraba actualmente aprendiendo sobre el negocio de la familia para tomar las riendas en cuanto el patriarca faltase. ¿Pero cómo podría aprender nada útil cuando era el propio Théo quien le enseñaba? Su madre había tenido razón, puede que los hombres tuviesen más fuerza física pero eran, al final del día, unos débiles, poco más que bestias amaestradas. El solo pensamiento de que su destino estuviese en manos de Alexis le provocaba arcadas.
– Lo siento mucho, mademoiselle – gimoteó la joven sirvienta quien entraba tras ella mostrándose verdaderamente arrepentida de su error. – Permítame ayudarle – continuó acercándose con un trapo a su preciso vestido. A pesar de que Jocelyne previó las consecuencias no reaccionó con la rapidez suficiente como para impedir que la torpe muchacha esparciera aún más la fea mancha – Basta – murmuró fríamente atrapando la mano de la sirvienta y retorciéndola hasta hacerle arrodillarse ante sus pies. Lagrimas de dolor fluían por las mejillas de la joven mientras esta suplicaba que la soltara. Podría haberse defendido, podría haberla golpeado o arañado, o gritado al menos en busca de que alguien la socorriera. Pero su espíritu servil le impedía rebelarse contra su ama. Una sonrisa de satisfacción se posó sobre los labios de Jocelyne. Puede ser que su entrenamiento no se hubiese completado, que no contase con la destreza necesaria para acabar en combate físico con un enemigo superior a la atolondrada y patética mujercita que se retorcía de dolor a sus pies, pero poseía ingenio y la fuerza mental suficiente para hacer sus deseos una realidad. Soltó a la muchacha y sin mediar palabra alguna se dirigió a sus aposentos. Una idea se extendía ante sus ojos, una por medio de la cual obtendría ella el poder absoluto de la familia Molay.
- (Hay sangre sobre la arena del río):
. Un año después la joven tarareaba una alegre cancioncilla mientras le arreglaban los pliegues del negro vestido. El luto era lo más adecuado para ese momento de pena aunque, para ella, se trataba más bien de un festejo. El ataúd que contenía el cuerpo de su padre le esperaba en el salón de la mansión, junto con toda una prole de interesados que venían a cotillear más que a ofrecer sus respetos y condolencias. Ella había sido la artífice del insólito accidente que había terminado con la vida de su progenitor y, aunque tardó meses en conseguir que ocurriese, esa experiencia le había enseñado la importancia de la paciencia. La mujer que manipulaba el vestido la observaba de tanto en tanto de modo reprobatorio hasta que, finalmente, ella desistió de continuar entonando el canto. Una vez estuvo sola tomó un pañuelito de seda y se entregó a la difícil tarea de procurarse un llanto falso. Todos esperaban que la pequeña hija de Théo estuviese devastada y era esa la imagen que debía reflejar para evitar despertar suspicacias indeseadas.
Ella lloraría, se lamentaría sobre el ataúd de su padre, se abrazaría a sus hermanos y prometería obediencia al heredero. Chasqueó la lengua y se mordió ligeramente el labio inferior. Preferiría estar caminando por las tiendas de sombreros o bebiéndose un café, pero las apariencias importaban. Más aún cuando en contadas semanas la tragedia golpearía de nuevo a las puertas de su hogar. El pago había sido adelantado y las piezas se encontraban ya en su lugar. Si, debía estar presente y permanecer lo más cerca posible de sus hermanos, Alexis y Didier. Asegurarse de que la depresión no alterase los planes de salir de caza, que lo hiciesen justo la noche en que la luna llena se alzara sobre parís y que se dirigiesen a la zona en la que le estaría esperándoles un licántropo sin escrúpulos. Una punzada de culpabilidad se abrió paso por su estomago. Lo que hacía no era correcto, lo sabía, pero era la respuesta a unas simples preguntas que la atormentaba todos los días ¿Qué hubiera hecho Ekaterina en mi lugar? ¿Qué estoy dispuesta a sacrificar por lograr mi cometido? |
Datos Extra | Descripción psicológica |
• Conoce la existencia de criaturas sobrenaturales y desconfía de la mayoría de ellas • Habla ingles, francés, español y alemán. • Es una amante de la buena comida y bebida • Ha olvidado prácticamente todo el entrenamiento físico que le proveyó su madre • Es fanática del sarcasmo y las charlas cargadas de ironía, sátira y humor negro • Nunca se ha enamorado y piensa que el amor es una completa pérdida de tiempo
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| Tal como su progenitora deseaba, Jocelyne se convirtió en una joven de riendas tomar. La rigidez en su postura y comportamiento le confieren un aire adulto que choca constantemente con sus delicadas y tiernas facciones. Sin embargo, no lo hace con la fría y distante luz en sus ojos. El mundo para ella se divide en males necesarios y oportunidades utilizables y descartables. Su amor se limita al dinero y al poder, y prácticamente todas sus acciones se encuentran imbuidas en esas dos prioridades. Gracias a su estricta educación posee las cualidades necesarias para desenvolverse con carisma cuando la ocasión lo requiere. Es culta y altiva, disfruta de las comodidades y beneficios que el dinero y la posición de la familia le otorgaban. Sensible hacia el arte, con aptitudes de pintora y una voz tan melodiosa que es regla el que cante en las reuniones celebradas en la mansión Molay. También reconoce la belleza que la naturaleza le ha otorgado y no duda en usarla para su propio beneficio, aunque con limitaciones. Aunque respeta la fuerza de carácter no aprecia que le confronten. Su palabra es ley… o algún día lo será. Su nivel de tolerancia para con aquellos menos favorecidos es bastante paupérrimo y mantiene muy bien definida la línea divisoria entre las clases. Se ha preparado desde que tiene memoria para tomar las riendas de los negocios de la familia y confía plenamente en su capacidad para hacerlo. Su lema de vida bien podría ser “el fin justifica los medios”.
Tiene muchos conocidos y muy pocos amigos. No entrega su confianza con facilidad y hasta donde ella sabe, no existe en el planeta otra alma que en realidad le conozca por lo que es. Existe en su corazón espacio para el cariño fraternal y muchas veces su propia conciencia se encarga de mantenerla en vela, obligándole a arrepentirse por lo que ha hecho y a maldecirse por no poseer la fuerza necesaria para controlar su propio ego y poder replantear los planes del futuro. No tiene ningún inconveniente con la hipocresía ¿Por qué habría de molestarle? Después de todo es la tarjeta de presentación en la alta sociedad. Una sonrisa amable y algunas palabras corteses suelen ser suficientes para adaptarse. Sabe que tarde o temprano tendrá que contraer nupcias, pero eso no significa que se encuentre tan ciega como para creer en el amor o el romance. El día que ocurra será con un pretendiente que resulte favorable, no es sino un negocio más. Subestima a los hombres y es una fiel creyente de que las bajas pasiones y la debilidad de la carne les hacen vulnerables tanto o más que la misericordia o la autocompasión. Aunque intenta mantener sus emociones bajo un férreo control, de tanto en tanto tiene arranques de ira y violencia que podrían ser clasificados como ataques de locura.
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