38 años | Humana | Clase Media | Heterosexual | Francesa |
- The cage is full, stay awake:
“Think of all the roads Think of all their crossings Taking steps is easy Standing still is hard” – ¿Estás seguro de lo que haces? – la pregunta no implicaba malicia alguna, tan solo genuina incredulidad. Tal vez fuera por eso que él decidía continuar contestándole de forma amable en vez de enojarse. Sonrió, más para sí mismo que para su audiencia. En realidad no podría enojarse con ella, no de forma duradera al menos. Era su hermana pequeña y la adoraba con todo su inquisitiva, y en ocasiones, molesta insistencia –Si Elona, lo estoy y agradecería que dejaras de mirarme como si estuviese a punto de lanzarme a un duelo con un cuchillo de cocina – un suspiro resignado fue todo lo que obtuvo por respuesta. Ella le rodeó hasta acercarse al afeitar de la ventana - Ella me agrada ¿lo sabías? – Bien, aquello sí que era una sorpresa. Desde que anunció su compromiso con Adélaïde su hermana no había hecho otra cosa que demostrar un disgusto y antipatía que rayaban en lo vulgar. Él estaba convencido de que odiaba a quien sería su esposa dentro de pocas horas y se preguntaba cada segundo como lograría hacer llevadera la situación, como encontrar la forma de que la relación entre ellas dos se puliera hasta el punto de resultar soportable. Pero ahora, la declaración que acababa de escuchar le daba un giro inesperado a sus pensamientos. Respiró hondo antes de aproximarse a la ventana y abrazar a Elona por la espalda de manera protectora – En verdad que no te entiendo… creí que la detestabas – – Pues te equivocas. No la detesto a ella, lo que no soporto es la idea de que te aleje de mi... No quiero perderte – – Eres una tonta – bromeó antes de besarla con ternura en la mejilla –No me perderás, jamás permitiría que nada me alejara de ti –
Los hermanos de Leconte eran inusuales para los estándares de comportamiento en los cuales se ubicaban la mayoría de hermanos. Casi nunca peleaban y se profesaban un amor incondicional. Por esto Ethan y Chloe, sus padres, se consideraban inmensamente afortunados. Su familia no era numerosa pero si muy unida. Su negocio, una pequeña tienda de frutas y verduras, no era el más grande o prospero pero les proveía de aquello que necesitaban la mayoría de los días. Su casa no era un palacio ostentoso, ni una mansión que causase envidia a sus vecinos, pero era confortable y cálida en las noches de invierno, y fresca y luminosa en verano. Y aunque los problemas nunca faltaban los cuatro eran conscientes de la suerte que tenían. Ahora su hijo mayor, Benoit, se desposaría con una joven respetable y hermosa, empezaría una nueva familia y como era de esperarse dejaría el nido. Era el destino natural, uno que muy pronto seguiría sin duda también su hija.
Elona no temía al matrimonio, al contrario, ansiaba el momento en que fuera ella quien se vistiese con todo el lujo que podía permitirse una familia de clase media en París, ser el centro de atención y profesar su amor por un joven apuesto que le adorara. Desde su lugar en la iglesia podía imaginarse con total claridad el momento. Su rostro en lugar de el de Adélaïde y allí, frente a ella, sosteniéndole la mano con ternura, Déodat. Una genuina sonrisa iluminó su semblante. Le quería y sabía que ella no le era del todo indiferente. Era uno de los amigos de su hermano y por supuesto se encontraba acompañándole el día de su boda. Si, ella sabía lo que deseaba para su vida y pondría todo su empeño en conseguirlo.
– ¿Querida? Es hora – el susurro de su madre la arrancó de sus ensoñaciones y mientras retornaba a la realidad fue tomando conciencia de que muchos pares de ojos estaban sobre ella expectantes – Lo siento Madre, estaba distraída – sentía el calor incuestionable del sonrojo en sus mejillas pero se negó a amedrentarse. Se levantó del asiento y caminó hasta apostarse a un costado del recién bendecido matrimonio. Acomodó el violín que alguien le alcanzó y empezó a entonar la tonada que más gustaba a su hermano. Era su regalo para ellos, uno que valía más que cualquier chuchería que pudiese comprarles con sus limitados ahorros y que sabía llegaría mucho más profundo al corazón de los dos.
El instrumento que tocaba era hermoso solo a sus ojos. Estaba bastante viejo y los rayones en su superficie atestiguaban una vida de trajín y abuso. Fue adquirido con gran esfuerzo por Ethan al notar su pasión por la música. Prácticamente todos los días la pequeña Elona se escabullía de casa con rumbo desconocido y permanecía, donde quiera que fuese, algunas horas antes de regresar con excusas demasiado débiles como para ser siquiera consideradas. Un día, tras discutirlo con su esposa, decidió seguir a la pequeña. Así el misterio quedó desvelado. El lugar al que se dirigía era el circo gitano, específicamente a la carpa de uno de los músicos. Se apostaba cerca de la entrada, lo suficientemente alejada como para que no le vieran pero tan cerca que podía oír cada una de las notas emitidas por el violín de un viejo gitano ciego. El circo no era un lugar apropiado para una niña pequeña, ingenua e inocente así que la solución más lógica para el dilema era proveerla de aquello que amaba en un entorno seguro. Le costó meses a la pareja reunir los francos necesarios para adquirir el instrumento de segunda mano y los sacrificios continuaron lo suficiente como para asegurarle algunas clases de música. Desde entonces Elona no se separaba de su violín y le dedicaba cada segundo libre que tenía entre sus diversas tareas hogareñas. Tenía talento para la música, todos lo admitían, y ahora, en la iglesia, mientras ofrendaba su talento por la felicidad de su hermano, tanto Ethan como Chloe se hinchaban de orgullo por el resultado de su esfuerzo.
- In the dark, count mistakes:
Poco tiempo pasó antes de que el matrimonio anunciara la feliz noticia del nacimiento de un heredero. La alegría colmó los corazones de todos los involucrados y Elona no fue una excepción. La expectativa desplazó la tristeza que sentía desde el traslado de Benoit y Adélaïde a su nueva morada y le permitió centrarse en su nuevo papel como futura tía. ¿Cómo poder expresar todas las ambiciones que llenaban su cabeza? Adoraría a ese pequeño bebe, sería su confort y abrigo, su amiga y confidente. Pondría todo de sí para que su vida fuese tan feliz como merecía. Tal vez incluso pudiese brindarle un tío político ¿Por qué no? Sus intenciones para con Déodat continuaban firmes y poco a poco crecía su ilusión sobre el acercamiento de los dos… Ilusión es la palabra importante pues mientras ella alimentaba imparable el fuego de sus fantasías, él, por su parte, solo la veía como la tierna hermana menor de un amigo. Era atractiva, sí, pero eso no implicaba que estuviese incluida en sus planes a futuro más allá que para una diversión pasajera de una noche. Y no es que él fuese una mala persona, solo que ella no era la mujer indicada para él, así de simple.
Finalmente llegó el día en que la familia en pleno pudo regocijarse en la inocente mirada de la recién nacida a quien pusieron el nombre de Tiphanie. Las predicciones de Elona, al menos con respecto a su sobrina, se cumplieron poco a poco. Eran inseparables, tanto que algunas veces podía atisbar un dejo de celos en los ojos de la madre mientras ella arrullaba el pequeño y tibio cuerpo. Adoraba a aquella criatura y fue gracias a ese amor que la joven consiguió superar el anuncio de su compromiso con otro hombre diferente a su amado Déodat.
Florian de Molay era su nombre y le conocía desde años atrás. Se trataba de otro de los integrantes del círculo de amistades de su hermano, uno en el que ella jamás había reparado más que para los saludos y despedidas que la cordialidad reclamaba. El padre de Florian era uno de los mejores proveedores de verduras de la tienda del padre de Elona y, por tanto, el matrimonio sería ventajoso para ambas familias. Al principio la joven no reparó en mostrar su descontento con una decisión de la cual no le había hecho participe. Pero, aunque su corazón le aconsejaba revelarse ante la imposición de sus padres, la lógica de la unión se impuso al final. O eso fue lo que todos creyeron. La razón real de su rendición se dio la noche en que el valor, y tal vez un poco de locura, la llevaron a confesar sus sentimientos a Déodat. Fue allí, en el portón de su vivienda, donde el joven se sinceró haciéndole ver que no tenía un futuro entre los dos y destruyendo los débiles cimientos de una vida ficticia que ella deseaba. Así que ¿Qué sentido tenía negarse a un matrimonio ventajoso cuando no existía una razón para hacerlo?
- Searching underground for a bit of sun:
La boda se celebró con la pompa necesaria. Ella sonrió y aceptó su destino con toda la dignidad que pudo conseguir en su interior y se prometió a sí misma, y a su nuevo esposo, que haría lo posible por amarlo, por ser una buena esposa y por construir una vida tan buena para ambos como pudiese. No albergó odio en su corazón para aquel que la desdeño, ella era mejor que eso, en su lugar le perdonó y aceptó su papel como simple invitado a la celebración que había planeado durante toda su vida. Florian era apuesto y educado. De carácter firme y buen sentido del humor. Sería fácil convivir con él o eso pensó hasta el momento en que finalmente se encontraron junto a su lecho nupcial. Y aún entonces, después de que un arrebato de violencia en el lecho nupcial le enseñara la otra cara de su nuevo marido, ella no se permitió perder la esperanza de una buena vida.
Así pasaron los años. Ella con el filo del miedo atenazado en su garganta cada vez que se aproximaba el momento de la unión carnal con Florian, conteniendo su desagrado ante la decadencia con la que él se abandonaba al sexo, permitiendo que usara su cuerpo como a bien le parecía y sollozando después en la oscuridad mientras se convencía a si misma de la necesidad de soportar su papel como esposa. Los cardenales obtenidos durante aquellas sesiones podían durar semanas, sin embargo él no era tan tonto como para sobrepasarse de aquella manera sobre algún punto que fuese visible durante el día. Nadie se enteró de lo que ocurría y aunque a todos les decepcionó que durante un largo periodo la pareja no fuese capaz de concebir, ella, muy en su interior, agradecía al cielo no haber quedado embarazada.
Su vergonzoso secreto se mantuvo como tal hasta el día en que su sobrina le descubrió por casualidad. Estaban juntas y mientras Elona entretenía a la niña con una muñeca las enaguas de su vestido se elevaron lo suficiente como para dejar ver un feo moretón en una porción de su pierna. Le costó bastante convencer a la pequeña de que aquella marca no era nada importante y más aún de que no dijera nada nadie. Durante días permaneció nerviosa ante la posibilidad de que su hermano o su esposa, o sus padres le interrogaran sobre lo que Tiphanie vio, pero después de algunas semanas sin que eso ocurriese finalmente aceptó que la pequeña no la había traicionado. Ese hecho solo consiguió incrementar el amor que sentía por Tiphanie y pensó que la confianza sería la columna estructural de su relación.
Y entonces, después de ocho años, Elona se enteró de que esperaba un bebé. Contaba por ese entonces con 25 años y ya todos en la familia habían descartado la posibilidad de que la pareja engendrase. Una gran cena fue celebrada en honor al retoño y, como era de esperarse, durante toda la velada ella y Florian permanecieron juntos, sonriendo y demostrando una comunión que en realidad no existía. Ella no le despreciaba. Su relación era soportable la mayor parte del tiempo y tenía que admitir que él trataba de cumplir sus deseos, al menos los materiales. Le permitió afinar sus estudios musicales e incluso la instó a convertirse en profesora privada de un par de familias adineradas. Su comportamiento cuando estaban en privado también había cambiado. Ya no se comportaba de forma tan violenta y, si bien ella jamás llegó a disfrutar de la intimidad, al menos ya no le aterrorizaba la idea de un encuentro con su marido. Elona ni siquiera sospechaba que ese cambio se debía a que casi todos los impulsos sádicos de Florian se estaban desfogando en un burdel que había descubierto un par de años antes, uno en el que a los dueños les importaba poco o nada lo que pasase a sus chicas las cuales, además, solían ser extranjeras que no hablaban el idioma del país en el que se encontraban. Resultaba perfecto ya que ni siquiera tenían la posibilidad de buscar ayuda fuera de las barreras de la que sería con seguridad su última morada. El sufrimiento de esas chicas fue lo que al final le proporcionó un mínimo de alivio a Elona.
Su embarazo trascurrió en relativa tranquilidad y durante esos nueve meses no se separó de Tiphanie. Se veían prácticamente todos los días y discutían entre las dos los nombres más extraños y disparatados que se les pudiese ocurrir para el bebé y entre risas, finalmente, llegaba la hora de la despedida. Ella deseaba que fuese un varón pero no sintió desilusión alguna cuando la matrona le reveló que se trataba de una niña sana y fuerte. Su pequeña Louane, su sol, su nueva razón para vivir.
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La vida continuó su rumbo para todos y cada cual trató de aceptar los designios del destino. La hija de Elona, Louane se convirtió en la niña más dulce y mimada de la familia y la pequeña Tiphanie creció para convertirse en una adolescente hermosa que cautivaba tanto por su físico como por su carisma. El momento del compromiso de su sobrina se acercaba y por supuesto Elona se encontró entre las primeras en enterarse de quién sería el afortunado. Se trataba de Déodat, su querido Déodat.
Elona buscaba frenética argumentos lo suficientemente fuertes como para evitar el compromiso y en su mente no podía terminar de comprender porque la vida se empeñaba en torturarla ¿Cuál había sido su terrible error para merecer tal crueldad? ¿Qué había hecho para tener que soportar a su querida sobrina uniendo su vida con el hombre que ella tanto había amado, con quién había soñado vivir, procrear y envejecer? Él era demasiado viejo para una chica de 17 años, habían mejores prospectos, no estaba preparada aún… ningún argumento convenció a la familia por lo que la fecha de la boda fue señalada. La amargura crecía en el interior de Elona, su corazón había renunciado a Déodat años atrás pero eso no quería decir que fuese fácil aceptar verlo junto a Tiphanie ¿Qué las hacia tan diferentes?¿Porque resultaba mejor aquella joven? Nuevamente solo tuvo una opción: permitir que el río continuara dentro de su cauce mientras ella trataba de manejar las emociones negativas que empezaban a formarse y que sabía no eran justas ni benéficas para nadie.
- The sun is out, the day is new:
“Remember all their faces Remember all their voices Everything is different The second time around...” – Apresúrate cariño, quiero que estés lista antes de que salga– la niña hizo un mohín mientras continuaba peinando su cabello en silencio. Elona la notaba extraña desde hacía algunos meses pero había atribuido su cambio de personalidad al hecho de su crecimiento. Contaba ya con 10 años y dentro de poco tendría que empezar a pensar en su futuro. Era una idea que no la atraía, en realidad si pudiese evitarle el dolor del matrimonio lo haría pero siendo realistas eso era poco probable. Lo máximo a lo que podría apuntar sería que ella se casara realmente por amor y tratar de asegurarse de las intenciones de su prometido… un dolor punzante se instaló en su estómago. Algunas cosas era mejor no meditarlas demasiado – Mamá ¿tengo que quedarme con Papá? – la pregunta sorprendió a Elona – Bueno, él se ofreció a cuidarte mientras le doy clases al pequeño Damian, sabes que no puedo llevarte conmigo – nuevamente la respuesta fue un incómodo silencio que Elona no fue capaz de comprender. Florian no era el padre más amoroso pero siempre había sido considerado con Louane ¿Por qué no quería quedarse ella con él?
Aquella pregunta aún daba vueltas en su cabeza cuando recorría el camino de regreso a casa. Resultó que su alumno de la noche, Damian, se encontraba enfermo y por tanto sus servicios no eran requeridos. Era un inconveniente para Elona pues necesitaban el dinero que pagaba la familia por las dos horas de enseñanza, pero no había nada que hacer al respecto más que regresar a casa. Tal vez ahora, con el tiempo extra que había ganado, podría sentarse y hablar con Louane sobre lo que la molestaba.
Insertó la llave e ingresó a su hogar esperando escuchar las risas de su hija pero en su lugar fue la voz de Florian lo que la recibió. Escuchó algunas palabras que no alcanzó a comprender seguidas por lo que parecía un jadeó. Elona se congeló de pie junto a la puerta. ¿Acaso ese maldito bastardo se había atrevido a traer otra mujer a su casa, a acostarse con ella bajo su techo mientras su hija reposaba en la segunda planta escuchando todo? Con paso inseguro avanzó hasta el estudio, lugar de donde venía la voz masculina mientras pensaba en todas las posibles frases que le diría… en las posibilidades que tenía para actuar ¿Le dejaría? ¿Podía darse el lujo de abandonar su fuente real de ingresos? Lo que ella ganaba no era suficiente para mantenerlas a las dos ¿Pediría ayuda a sus padres? ¿A su hermano tal vez? ¿O solo le gritaría lo despreciable que era para luego seguir manteniendo las apariencias y evitar el escandalo?
Sin embargo todas las preguntas, todas las alternativas y las decisiones volaron de su mente cuando finalmente alcanzó el umbral del estudio y la escena a la que se enfrentó se grababa para siempre en su memoria. El fuego ardía en la chimenea, algunos papeles estaban esparcidos en desorden sobre el escritorio y allí, sentado en una de las poltronas se encontraba Florian. Sus ojos cerrados, sus labios apretados, sus manos aferradas a la silla, sus piernas abiertas y desnudas… y entre ellas una Louane llorosa y aterrada, su cabello peinado a la perfección, su vestido pulcro y bien puesto, una de sus manos aferrando el miembro de su padre mientras con la otra retorcía el brazo de su muñeca preferida. Un grito de horror se atoró en la garganta de Elona. Tenía que ser una pesadilla, aquello no podía estar pasando.
Y entonces una ira absoluta tomó el control de su cuerpo. Sin pensarlo agarró el atizador y lo descargó contra uno de los ojos de Florian sin darle oportunidad de abrirlo siquiera. Louane gritó de sorpresa mientras gotas de sangre oscura y tibia salpicaban su rostro y vestido. La niña retrocedió tan rápido que cayó sentada. Su boca abierta, sus ojos desorbitados fijos en su madre histérica descargando el atizador de hierro sobre el rostro y cabeza de su padre. En los años venideros los sueños de la pequeña estarían poblados de esos instantes, la sangre y la carne deformando un rostro que había querido y odiado. Los ojos de Elona desorbitados, perdidos en una ira y dolor que su tierna edad no le permitían terminar de comprender a pesar de tener la certeza de que lo que su padre la obligaba a hacer no era correcto. El golpeteo en la puerta de alguien que pedía entrar, alguien que seguro había escuchado algo del horror que ella había presenciado.
Finalmente la mente de Elona salió de la nube roja que la consumía y poco a poco tomó conciencia de la realidad. Él había abusado de su pequeña, la había forzado a cometer… ¿Qué? ¿Hasta dónde había llegado? ¿Qué más le había hecho a su bebé? Merecía morir por aquello, sí, pero sus acciones la convertían ahora en una criminal, una asesina ¿Qué sería de su hija si ella era condenada? Con un grito ahogado arrojó lejos el atizador. Sus manos temblaban, de sus ojos manaban lágrimas y de su boca salía un gemido estrangulado. Cayó de rodillas mientras ocultaba el dantesco espectáculo tras sus manos ensangrentadas. La culpa la embargaba. Culpa por lo que había hecho, culpa por no ser capaz de proteger la inocencia de su pequeña, culpa por no notar que algo ocurría. Todo aquello era suficiente para enloquecerla y de seguro lo hubiera hecho de no ser por los pequeños brazos que le rodearon, por los suaves labios que besaron su cabeza y la suave voz que entonaba la nana que solía ella cantarle desde hacía 10 años. Su hija fue quién la trajo de regreso y fue por ella que consiguió reunir la fortaleza suficiente para lo que siguió.
Primero se deshizo del vecino que había acudido tras el alboroto. Luego consoló a su pequeña, alejándola del estudio y acompañándola hasta que el sueño la venció. Después cavó durante horas interminables un agujero lo suficientemente amplio en su limitado patio trasero. Para cuando despuntaba el alba el cuerpo de Florian reposaba bajo centímetros de tierra oscura y fría. Se hubiese sentido más segura con un hoyo más profundo pero sus fuerzas no eran suficientes así que tuvo que contentarse con lo logrado. Al menos él ya no lastimaría a nadie más. Sus años de sufrimiento no importaban, fue la decisión que tomó, pero por ella había sufrido el ser que más le importaba en el mundo ¿Había él sentido algún dolor o la muerte había acudido rauda con una misericordia que no merecía?
Se encontraba de rodillas en el estudio, limpiando la sangre y restos de cerebro cuando un jadeo femenino la sorprendió. De todas las personas que la hubiesen podido descubrir antes de terminar con su tarea tenía que ser Tiphanie, su querida sobrina, quien lo hiciera. Y fue entonces cuando Elona se derrumbó. Habló sin parar hasta que todo el horror fue confesado, sin imaginar cual sería la reacción de Tiphanie pero sin poder contener su propia lengua. Y entonces, tras un espeluznante silencio, la joven se arrodilló a su lado y sin mediar palabra empezó a ayudarle a limpiar el desastre. Amor, puro y sincero, tan simple y a la vez tan poderoso. Las dos creyeron en ese momento que, a pesar de todo, nada en mundo podría separarlas… sin embargo no podían estar más equivocadas.
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Datos Extra | Descripción psicológica |
- Siempre fue fiel a Florian - La desaparición de su esposo sigue siendo investigada - Muy en el fondo sigue enamorada de Déodat
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“Pregunta: ¿Cómo puede una chica que cae, no, de hecho salta... con los ojos abiertos a un hoyo de conejo, hundiéndose en el caos... salir por el otro lado sin haber cambiado? La respuesta: No puede”
Elona, como la gran mayoría de las personas en toda la historia de la humanidad, posee varias mascaras dependiendo del entorno en el que se encuentre. Su comportamiento con su hija es el de una madre amorosa que se desvive por darle lo que pida y cuando lo pida. Una mujer con un deseo de subsanar un error fatal, de reconstruir una relación que sufrió lo irreparable, de limpiar su propia imagen ante los ojos de una niña que sufrió y presenció lo indecible. La culpa impulsa todos sus actos y por tanto se siente incapaz de imponer los límites normales que deberían establecérsele a cualquier joven… en conclusión, una serie de errores interrumpidos.
Ante la sociedad es sobria y seria pero amable, franca al decir sus opiniones pero cuidando de no cruzar nunca los límites de la cordialidad. Una mujer como cualquiera que controla sus impulsos, que no dice malas palabras, que cuida sus modales y hace todo lo posible por no perder los estribos sin importar las circunstancias. Alguien que no llama la atención más que por su talento para la música y el costo relativamente moderado de sus servicios como tutora. Una mujer que trata de pasar desapercibida, que vive con el temor de que su más oscuro secreto sea descubierto y que aquello que ocurrió en un momento de rabia y locura termine finalmente por arruinar su vida y la de todos los que le importan.
¿Cómo es en realidad? Las malas decisiones que tomó a lo largo de su vida le han convertido en un ser rencoroso, incapaz de entregar su confianza, apartada de la ilusión del amor y cargada de rabia contra sí misma. Alguien que antepone la felicidad de su única hija a la suya propia… y la de cualquiera en realidad. Que no dudaría en hacer lo que fuese necesario porque su pequeña consiga lo que quiere aunque esto implique lastimar a otros. Un alma que se siente incapaz de aceptar plenamente la felicidad que la vida puede ofrecer, que siente que no merece nada bueno y que está segura de que lo único que obtendrá tras su muerte es una eternidad de miseria en el infierno. |
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