AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Figures dancing gracefully across my memory {Raisa Romanóva}
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Figures dancing gracefully across my memory {Raisa Romanóva}
Comentábase por todos los pasillos del Palacio de Invierno que la protegida del príncipe Ivashkov, tras varios años de vida social anónima, iba a presentarse a la comunidad peterburguesa convertida en una apañada señorita de veintitrés años y a tomar posesión de lo que eran sus tierras y títulos. ¡Y todo ello en presencia de la zarina Raisa Romanóva, ni más ni menos!
La última de los Stróganov de Peterhof. Su historia, increíble. No tardarían pues los periódicos rusos en bautizarla como la Duquesa Huérfana, y su historia, transmitíase en folletines junto con los tabloides como si fuese una entretenida novela de aventuras por entregas que tan de moda se estaba poniendo en Europa. ¡Pero era real! ¡Bien real que era! Si no, que se lo contasen a su protagonista, vaya que sí.
Y como a toda verbena que se preciase, esta iría presidida por un banquete, música, ilustres invitados...Lo que venía siendo un bodorrio en toda regla sólo que sin novios ni curas de por medio. Que la corte rusa se lo sabía montar muy bien, como ya sabía el bueno de Sylvain Maréchal y sus camaradas en la no tan lejana Francia.
Y como en toda verbena que se preciase, con su banquete, su música y sus ilustres invitados, también habría de resignarse una Natasha encorsetada de arriba a abajo. ¡De punta en blanco iba, vaya! Que decía ella que las mujeres ya habría evolucionado más que los hombres si podían aprender a hablar sin respirar con el trasto ese.
Un carruaje la dejó en la entrada del Palacio, sustentando por la Plaza del Palacio. Seamos justos, si no llegase a ser porque Fyodor la llevaba agarrada del brazo -y hablando del príncipe Ivashkov, este estaba con los nervios de punta también, pesar de que lo disimulaba bien- ya habría soltado un me cago en la leche de lo bonita que era la residencia de los zares.
Una vez dentro, y tras saludos por aquí y por allá, esperaban todos, callados y solemnes, a la entrada de la zarina en la sala del banquete.
La última de los Stróganov de Peterhof. Su historia, increíble. No tardarían pues los periódicos rusos en bautizarla como la Duquesa Huérfana, y su historia, transmitíase en folletines junto con los tabloides como si fuese una entretenida novela de aventuras por entregas que tan de moda se estaba poniendo en Europa. ¡Pero era real! ¡Bien real que era! Si no, que se lo contasen a su protagonista, vaya que sí.
Y como a toda verbena que se preciase, esta iría presidida por un banquete, música, ilustres invitados...Lo que venía siendo un bodorrio en toda regla sólo que sin novios ni curas de por medio. Que la corte rusa se lo sabía montar muy bien, como ya sabía el bueno de Sylvain Maréchal y sus camaradas en la no tan lejana Francia.
Y como en toda verbena que se preciase, con su banquete, su música y sus ilustres invitados, también habría de resignarse una Natasha encorsetada de arriba a abajo. ¡De punta en blanco iba, vaya! Que decía ella que las mujeres ya habría evolucionado más que los hombres si podían aprender a hablar sin respirar con el trasto ese.
Un carruaje la dejó en la entrada del Palacio, sustentando por la Plaza del Palacio. Seamos justos, si no llegase a ser porque Fyodor la llevaba agarrada del brazo -y hablando del príncipe Ivashkov, este estaba con los nervios de punta también, pesar de que lo disimulaba bien- ya habría soltado un me cago en la leche de lo bonita que era la residencia de los zares.
Una vez dentro, y tras saludos por aquí y por allá, esperaban todos, callados y solemnes, a la entrada de la zarina en la sala del banquete.
Natasha Stroganóva- Realeza Rusa
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Re: Figures dancing gracefully across my memory {Raisa Romanóva}
Su vida había dado un cambio drástico. No tan traumático, pero sí para detenerse a pensar cada paso que se daba. Se cuestionaba más de mil veces sí todo lo que hacía era correcto. No deseaba decepcionar a su Zar, y por esa razón decidió que mientras más rápido comenzara a socializar, todo se volvería más fácil y sencillo para ella. ¿Por qué temblaba de miedo mientras avanzaba? No deseaba tropezar, esa era una de las razones.
La noche anterior, después de disfrutar de las miles del amor con su ahora esposo, le había comentado sobre la actividad que tendría en ese instante. Le comento que la Duquesa (con algunos invitados especiales), llegarían a su hogar, que había mandado a contratar meseros, que ordenó un tremendo banquete, y que también todo lo que sobrara ella misma lo iría a dejar a los más necesitados. Su país debía buscar la forma de vaciar las calles de hambrientos.
Raisa se colocó un vestido color esmeralda. Gracias a la palidez de su piel, la tonalidad de la tela resaltaba su belleza. Necesitaba verse más que perfecta. No sólo para dar buena impresión, sino para enorgullecer a Sacha. ¿Qué más podría hacer para dejarlo con ese buen sabor de boca? Esa tarde estaría por verse. El manejar a la nobleza podía ser algo especial. Algunos despegaban las normas protocolares y las revolvían con caprichos especiales.
La jovencita había terminado su arreglo. Sacha los alcanzaría más entrada la celebración, el Zar tenía otros asuntos de importancia, todos relacionados con política, económica, incluso con el arte. No se le debía interrumpir, y por esa razón debía empezar todo sólo con su presencia. Mientras avanzaba hasta la celebración, la escoltaban más de dos personas. Al ser la Zarina su seguridad incrementaba ¡No se deseaba tuviera algún problema!
— Buena tarde — Sonrió al entrar. Para no tener problemas de reconocimiento, Raisa había mandado a pedir retratos de cada uno de los personajes de la cena, de esa forma los reconocería y podría llamarles por sus apellido o nombres, dependiendo del grado de confianza que sus ojos o su sonrisa le dieran. Lo cierto es que su principal objetivo era Natasha, así que después de saludar a un número prudente de personas, se disculpó y se acercó para colocarse frente a ella.
La reverencia no se hizo esperar.
— De todo corazón deseo le estén dando excelentes atenciones — Sonrió con recato.
La noche anterior, después de disfrutar de las miles del amor con su ahora esposo, le había comentado sobre la actividad que tendría en ese instante. Le comento que la Duquesa (con algunos invitados especiales), llegarían a su hogar, que había mandado a contratar meseros, que ordenó un tremendo banquete, y que también todo lo que sobrara ella misma lo iría a dejar a los más necesitados. Su país debía buscar la forma de vaciar las calles de hambrientos.
Raisa se colocó un vestido color esmeralda. Gracias a la palidez de su piel, la tonalidad de la tela resaltaba su belleza. Necesitaba verse más que perfecta. No sólo para dar buena impresión, sino para enorgullecer a Sacha. ¿Qué más podría hacer para dejarlo con ese buen sabor de boca? Esa tarde estaría por verse. El manejar a la nobleza podía ser algo especial. Algunos despegaban las normas protocolares y las revolvían con caprichos especiales.
La jovencita había terminado su arreglo. Sacha los alcanzaría más entrada la celebración, el Zar tenía otros asuntos de importancia, todos relacionados con política, económica, incluso con el arte. No se le debía interrumpir, y por esa razón debía empezar todo sólo con su presencia. Mientras avanzaba hasta la celebración, la escoltaban más de dos personas. Al ser la Zarina su seguridad incrementaba ¡No se deseaba tuviera algún problema!
— Buena tarde — Sonrió al entrar. Para no tener problemas de reconocimiento, Raisa había mandado a pedir retratos de cada uno de los personajes de la cena, de esa forma los reconocería y podría llamarles por sus apellido o nombres, dependiendo del grado de confianza que sus ojos o su sonrisa le dieran. Lo cierto es que su principal objetivo era Natasha, así que después de saludar a un número prudente de personas, se disculpó y se acercó para colocarse frente a ella.
La reverencia no se hizo esperar.
— De todo corazón deseo le estén dando excelentes atenciones — Sonrió con recato.
Raisa V. Románova- Realeza Rusa
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Re: Figures dancing gracefully across my memory {Raisa Romanóva}
Nunca antes hubo visto a la zarina, y cuando entró ésta en la sala, la duquesa se sorprendió. ¡Pero por las barbas que no tenía! ¡Si era jovencísima! Casi de la misma edad que ella. Que Natasha habíose hecho una imagen -totalmente ideada, pues como ya digo, ella nunca antes se había cruzado con Raisa Románova- de la zarina. Y por todos los diablejos que se esperaba a una vieja caúca. O si no vieja, madurita. Por lo que la llegada de la rubia y distinguida Raisa la pilló con asombro.
Cierra esa bocaza, Natalia Stroganóva, que si no se te entrarán las moscas.
La Gran Duquesa correspondió al saludo de la zarina y acompáñole con una reverencia que le salió más torpe de las que había ensayado mil veces con Fyodor. Anda que vaya una duquesa que les ha tocado a los rusos.
-¡Oh, sí, sí! No se podrían pedir unas atenciones mejores, Vashe vysochestvo -contestó con un gesto de la mano. En contraposición a la elegante zarina, la Gran Duquesa parecía una verdulera que entrenase monos para el circo por las noches. O al menos, así sentíose ella.
Mas vio en una posible buena relación con la zarina la oportunidad para mantener un largo y tendido coloquio acerca de sus señores padres. Fyodor le había contado algunas cosas de las que sabía, pero la joven Nastya quería formar el cuadro de ellos lo más fielmente que fuera posible.
-Están siendo muy amables conmigo. En especial el príncipe Ivashkov -carraspeó. Quería seguir manteniendo una charla con la zarina, pero no sabía qué más decir para no quedar como esa verdulera que entrenaba monos para el circo por las noches. Sin duda, aquello todavía veníale muy grande a la pobre huérfana salida de las calles parisinas- Vais vos muy radiante. Un vestido precioso, Vashe vysochestvo.
"¿En serio, Natasha? ¿Eso es todo lo que se te ocurre". No, si cuando decía que los rusos iban apañados con la Gran Duquesa que les había tocado...
Cierra esa bocaza, Natalia Stroganóva, que si no se te entrarán las moscas.
La Gran Duquesa correspondió al saludo de la zarina y acompáñole con una reverencia que le salió más torpe de las que había ensayado mil veces con Fyodor. Anda que vaya una duquesa que les ha tocado a los rusos.
-¡Oh, sí, sí! No se podrían pedir unas atenciones mejores, Vashe vysochestvo -contestó con un gesto de la mano. En contraposición a la elegante zarina, la Gran Duquesa parecía una verdulera que entrenase monos para el circo por las noches. O al menos, así sentíose ella.
Mas vio en una posible buena relación con la zarina la oportunidad para mantener un largo y tendido coloquio acerca de sus señores padres. Fyodor le había contado algunas cosas de las que sabía, pero la joven Nastya quería formar el cuadro de ellos lo más fielmente que fuera posible.
-Están siendo muy amables conmigo. En especial el príncipe Ivashkov -carraspeó. Quería seguir manteniendo una charla con la zarina, pero no sabía qué más decir para no quedar como esa verdulera que entrenaba monos para el circo por las noches. Sin duda, aquello todavía veníale muy grande a la pobre huérfana salida de las calles parisinas- Vais vos muy radiante. Un vestido precioso, Vashe vysochestvo.
"¿En serio, Natasha? ¿Eso es todo lo que se te ocurre". No, si cuando decía que los rusos iban apañados con la Gran Duquesa que les había tocado...
Natasha Stroganóva- Realeza Rusa
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Re: Figures dancing gracefully across my memory {Raisa Romanóva}
Su mirada se perdió en el rostro ajeno. Las facciones de su acompañante eran finas, de eso no había duda, pero tenían un aire salvaje que ella no sabía explicar. Parecía una fierecilla lista para atacar, lo cual le resultó fascinante. ¿Qué historias tendría la joven para contar? ¿Todas serían llenas de aventuras? Esperaba que sí, las pocas que Raisa había vivido, aunque emocionantes, no caían en los peligros de la vida.
Raisa bajó la mirada hasta sus ropajes. Aquel detalle ajeno la hizo sonreír de forma picara. Se había esforzado en demasía por dar una buena impresión, y por lo que pudo notar lo había logrado. Por eso y más la tranquilidad reinó su cuerpo. No estaba siendo una vergüenza, su marido se podría sentir orgulloso de ella. Rusia parecía aceptar de buena manera a la esposa de su dirigente. Había leído grandes criticas. Le tenían fe. Misma que ella misma debía buscarse.
— ¿Me permite? — Su pregunta no es que fuera para pedir un permiso que era evidente tenía, sin embargo ella portaba educación, y por eso debía articular esas palabras. A su vez tomó el brazo de la Duquesa y comenzó a andar con ella por los pasillos del lugar. Con un movimiento de cabeza a una zona determinada, la música comenzó, se mostró como una melodía delicada, dulzona y cálida. Ambas podrían disfrutar al respecto. Era la noche de ellas, de nadie más.
— Dígame, ¿qué es lo que desea de mi esta noche? — Negó antes de que pudiera ser interrumpida — No, no hablo de intereses protocolarios, esos vienen ya firmados a la hora planeada de la reunión — Se mordió el labio inferior — Yo deseo que me hable con confianza, con la sinceridad que se pueda, de mujer a mujer, no porque yo soy su zarina ¿me estoy dando a explicar? — Le miró de reojo mientras abandonaban la zona de fiesta para dirigirse a los jardines del lugar.
Raissa aún no conocía del todo aquellas zonas, pero al menos podría ir explorándolo con su ahora conocida.
— Jamás creí ser Zarina — Susurró con su tono de voz dulce — Siempre supe que tendría una buena vida, llena de lujos, que formaría una buena familia, pero no tanta responsabilidad, te digo esto porque puedo ver en tus ojos el nervio, y quiero que sepas mis miedos para que te sientas en confianza — No lo eran todos, evidentemente sólo le dijo un par, y los más evidentes — Haré mi esfuerzo para poder ser digna — Terminó y se detuvo frente a unos rosales.
Raisa bajó la mirada hasta sus ropajes. Aquel detalle ajeno la hizo sonreír de forma picara. Se había esforzado en demasía por dar una buena impresión, y por lo que pudo notar lo había logrado. Por eso y más la tranquilidad reinó su cuerpo. No estaba siendo una vergüenza, su marido se podría sentir orgulloso de ella. Rusia parecía aceptar de buena manera a la esposa de su dirigente. Había leído grandes criticas. Le tenían fe. Misma que ella misma debía buscarse.
— ¿Me permite? — Su pregunta no es que fuera para pedir un permiso que era evidente tenía, sin embargo ella portaba educación, y por eso debía articular esas palabras. A su vez tomó el brazo de la Duquesa y comenzó a andar con ella por los pasillos del lugar. Con un movimiento de cabeza a una zona determinada, la música comenzó, se mostró como una melodía delicada, dulzona y cálida. Ambas podrían disfrutar al respecto. Era la noche de ellas, de nadie más.
— Dígame, ¿qué es lo que desea de mi esta noche? — Negó antes de que pudiera ser interrumpida — No, no hablo de intereses protocolarios, esos vienen ya firmados a la hora planeada de la reunión — Se mordió el labio inferior — Yo deseo que me hable con confianza, con la sinceridad que se pueda, de mujer a mujer, no porque yo soy su zarina ¿me estoy dando a explicar? — Le miró de reojo mientras abandonaban la zona de fiesta para dirigirse a los jardines del lugar.
Raissa aún no conocía del todo aquellas zonas, pero al menos podría ir explorándolo con su ahora conocida.
— Jamás creí ser Zarina — Susurró con su tono de voz dulce — Siempre supe que tendría una buena vida, llena de lujos, que formaría una buena familia, pero no tanta responsabilidad, te digo esto porque puedo ver en tus ojos el nervio, y quiero que sepas mis miedos para que te sientas en confianza — No lo eran todos, evidentemente sólo le dijo un par, y los más evidentes — Haré mi esfuerzo para poder ser digna — Terminó y se detuvo frente a unos rosales.
Raisa V. Románova- Realeza Rusa
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Re: Figures dancing gracefully across my memory {Raisa Romanóva}
-¡Claro! Por supuesto que puede. Faltaría más. Claro, claro. -ignorante era de lo que la zarina podía querer de ella. Si Fyodor hubiese estado allí con ella... Pero bueno; bien educada que era la zarina, pues verdad era que no necesitaba pedir permiso para ganarse la atención de la Gran Duquesa. Imaginóse Natasha que igual la Románova ya se estaba cansando de la torpez charleta de la otra rubia y sencillamente quería abrirse paso hacia aguas más interesante. Mas, no fue eso lo que buscaba la ahora zarina de Rusia. Asíose Raisa Románova al brazo de Natasha y la condujo hacia una zona más alejada.
Desde allí, las composiciones de los músicos se escuchaban cerca a pesar de estar a una prudente distancia. La magia de la fuerza de los instrumentos.
Las mejillas de la Gran Duquesa se tiznaron de rojo un poco cuando su zarina preguntó qué esperaba Nastya de ella. ¿Tan evidente era? Igual había sido un poco necia. ¡Por todos los demonios zarrapastreros! ¿Qué podía desear una joven que se había criado en la carreta de un viejo gitano en París de la Gran Zarina de Rusia? Mas, la respuesta era evidente si atentos habéis estado a la serie de catastróficas desdichas -y dichas- de la Duquesa Huérfana.
Raisa Románova era una mujer cercana. Había expuesto sus pensamientos altos y claros para Natasha Paulóvna, y ese detalle que parecer podía atrevido, la convertía en humana. ¡Pero qué botarate había sido! Raisa Románova también era una persona de carne y hueso. No tenía por qué tenerle miedo.
-Pues vos veréis, Alteza. -no sabía ni cómo empezar. Tragó saliva.- Como le habrán contado, perdí a mi familia siendo yo una cría y apenas recuerdo nada de ellos. -nada, sí. Esa era la palabra.-Me preguntaba si vos llegastéis a conocerlos, o si acaso conocéis a alguien que hubiese tenido trato con ellos. Me gustaría mucho saber cómo eran, ¿sabe? -bueno, ya que estaba en confianza con la Gran Zarina de Rusia ella también dejóse ver en sus temores y deseos más recónditos.
Desde allí, las composiciones de los músicos se escuchaban cerca a pesar de estar a una prudente distancia. La magia de la fuerza de los instrumentos.
Las mejillas de la Gran Duquesa se tiznaron de rojo un poco cuando su zarina preguntó qué esperaba Nastya de ella. ¿Tan evidente era? Igual había sido un poco necia. ¡Por todos los demonios zarrapastreros! ¿Qué podía desear una joven que se había criado en la carreta de un viejo gitano en París de la Gran Zarina de Rusia? Mas, la respuesta era evidente si atentos habéis estado a la serie de catastróficas desdichas -y dichas- de la Duquesa Huérfana.
Raisa Románova era una mujer cercana. Había expuesto sus pensamientos altos y claros para Natasha Paulóvna, y ese detalle que parecer podía atrevido, la convertía en humana. ¡Pero qué botarate había sido! Raisa Románova también era una persona de carne y hueso. No tenía por qué tenerle miedo.
-Pues vos veréis, Alteza. -no sabía ni cómo empezar. Tragó saliva.- Como le habrán contado, perdí a mi familia siendo yo una cría y apenas recuerdo nada de ellos. -nada, sí. Esa era la palabra.-Me preguntaba si vos llegastéis a conocerlos, o si acaso conocéis a alguien que hubiese tenido trato con ellos. Me gustaría mucho saber cómo eran, ¿sabe? -bueno, ya que estaba en confianza con la Gran Zarina de Rusia ella también dejóse ver en sus temores y deseos más recónditos.
Natasha Stroganóva- Realeza Rusa
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Re: Figures dancing gracefully across my memory {Raisa Romanóva}
Raisa era experta en muchas cosas, desde su nacimiento fue instruida para ser la mejor dentro de lo mejor, sin embargo, a sus escasos dieciocho años, existían muchos detalles que pasaba por alto, por ejemplo rostros importantes, situaciones adversas a su vida, o incluso la forma de llevar a flote un país junto a su zar.
Se sentía avergonzada de no poder contribuir con sus propios recuerdos en la búsqueda de la Duquesa, sin embargo, ser Zarina tiene sus ventajas, y que la búsqueda fuera para la rubia acompañante también. Ambas gozaban de privilegios, pero la esposa de Sacha sacaría jugo a las ventajas de ser ella, y daría con gusto su mano amiga, además aquellas ayudas generaban alianzas, mismas que le ayudarían a su marido en un futuro.
La mirada de la joven ahora Románova se desvió a los monumentales jardines que tenían frente a ellas. El viento discreto acarició la silueta de ambos, y sin poder evitarlo aspiró el aroma de las flores. Desde ahí, y desde todo su nuevo hogar se podía disfrutar de aquellos olores tan únicos. La naturaleza le resultaba fascinante, y desde su noche de bodas le tenía más respeto de lo que comúnmente.
— Lo cierto es que a mi memoria no viene ningún recuerdo claro — Suspiró con melancolía por no poder ayudar a su ahora amiga. — Sin embargo mi marido puede tener recuerdos, en ocasiones suele ser más perceptivo que yo — Claro que no iba a contar que llevaba el doble de años de lo que aparentaba, y que quizás pudo haber crecido con los padres de la joven — Quizás sus padres pudieron haber tenido contacto, no lo sabemos — Le animó volteando a verla, dedicándole una sonrisa cargada de esperanza.
Raisa giró su cuerpo para poder quedar frente a la Duquesa, ella era considerablemente más alta que su visitante, pero no demasiado, aunque bueno, se notaba.
— ¿Tiene alguna idea de sus nombres completos? Me refiero detalles de ellos, de sus abuelos, también algo que los distinguiera, algunos desaparecidos suelen cambiar de identidades, pero incluso el más escondido puede dejar cabos sueltos — Eso era cierto, porque todos mostraban con obviedad detalles que se empeñan en mantener en secreto, sólo es cuestión de observar al detalle para poder notar la realidad. — ¿Algún detalle que desee compartirme y crea que es de gran importancia? — Puntualizó. Desde que se enteró de aquel secreto de su compañero de vida, Raisa se daba cuenta que el mundo era un gran misterio, todo lleno de secretos, y si se desea llegar a algo, más vale decir la verdad, a mentir y no alcanzar nada.
Se sentía avergonzada de no poder contribuir con sus propios recuerdos en la búsqueda de la Duquesa, sin embargo, ser Zarina tiene sus ventajas, y que la búsqueda fuera para la rubia acompañante también. Ambas gozaban de privilegios, pero la esposa de Sacha sacaría jugo a las ventajas de ser ella, y daría con gusto su mano amiga, además aquellas ayudas generaban alianzas, mismas que le ayudarían a su marido en un futuro.
La mirada de la joven ahora Románova se desvió a los monumentales jardines que tenían frente a ellas. El viento discreto acarició la silueta de ambos, y sin poder evitarlo aspiró el aroma de las flores. Desde ahí, y desde todo su nuevo hogar se podía disfrutar de aquellos olores tan únicos. La naturaleza le resultaba fascinante, y desde su noche de bodas le tenía más respeto de lo que comúnmente.
— Lo cierto es que a mi memoria no viene ningún recuerdo claro — Suspiró con melancolía por no poder ayudar a su ahora amiga. — Sin embargo mi marido puede tener recuerdos, en ocasiones suele ser más perceptivo que yo — Claro que no iba a contar que llevaba el doble de años de lo que aparentaba, y que quizás pudo haber crecido con los padres de la joven — Quizás sus padres pudieron haber tenido contacto, no lo sabemos — Le animó volteando a verla, dedicándole una sonrisa cargada de esperanza.
Raisa giró su cuerpo para poder quedar frente a la Duquesa, ella era considerablemente más alta que su visitante, pero no demasiado, aunque bueno, se notaba.
— ¿Tiene alguna idea de sus nombres completos? Me refiero detalles de ellos, de sus abuelos, también algo que los distinguiera, algunos desaparecidos suelen cambiar de identidades, pero incluso el más escondido puede dejar cabos sueltos — Eso era cierto, porque todos mostraban con obviedad detalles que se empeñan en mantener en secreto, sólo es cuestión de observar al detalle para poder notar la realidad. — ¿Algún detalle que desee compartirme y crea que es de gran importancia? — Puntualizó. Desde que se enteró de aquel secreto de su compañero de vida, Raisa se daba cuenta que el mundo era un gran misterio, todo lleno de secretos, y si se desea llegar a algo, más vale decir la verdad, a mentir y no alcanzar nada.
Raisa V. Románova- Realeza Rusa
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Re: Figures dancing gracefully across my memory {Raisa Romanóva}
Si bien la joven zarina no guardaba recuerdo alguno de los Stróganov, el mismísimo zar -o sus antecesores- sí, tal como había remarcado Raisa Románova. Aquello hízole saltar en gozo el corazón de la duquesa. De lo único que podíase disfrutar Natasha era de lo que Fyodor Ivashkov le relataba, mas para la rubia eso se le hacía poco, y no porque fuera una ingrata empero se había pasado la vida imaginándose cada tramo, cada delgada línea de las caras de su imaginaria -por entonces- familia. Ahora ya los había visto en retratos. Había podido observar el paso del tiempo en Pável Stróganov y Sofía Vladímirovna, y también de sus hermanos a través de los habilidosos lienzos de pintores de la corte. Mas necesitaba saber cómo eran realmente. No quería pasarse toda su vida solamente imaginándolos.
-No quisiera molestar al zar con estas cosas, Su Alteza. -más en verdad sí quería.- Bien sé que el Señor de Todas las Rusias tendrá asuntos importantes que tratar. Pero reconozco que me sería de gran ayuda, si pudierais interceder por mi. -tal vez había sonado intransigente, dirigirse así a Raisa. Mas, quizá fuese por la proximidad de las edades entre ellas que eso hacía que Natasha Paulóvna viera a la zarina más receptiva.
-Me he pasado toda mi vida fantaseando con ellos, ¿sabéis? ¿Sería mi padre fuerte y altivo? ¿Mi madre comprensiva y protectora? ¿Mis hermanos traviesos y revoltosos? -suspiró. Bajóse la mirada y empezó a frotarse los dedos de las manos con algún que otra dureza debido al tiempo en las calles.-Me gustaría saber cómo eran ellos realmente. Tanto en lo bueno como en lo malo.
Sonrió a la zarina, que empezó a formularle preguntas acerca de los Stroganov. Lo único que ella podía contestar era lo que sabía de boca de Fyodor y de algunos escritos de la biblioteca del palacio de Vorontsov.
-De mi padre Pável sé que fue un militar de éxito. Comandante General de los Ejércitos del Zar. Combatió en la batalla de Leipzig. -tomó aire, rememorando la pintura vista hacía pocas semanas en las que él posaba flamante con sus medallas- En cuanto a mi madre, Sofía Vladímirovna, pertenecía a la ilustre familia de los Golitsin. -que, según le había informado Fyodor, era una de las más nobles casas principescas de Rusia.
-No quisiera molestar al zar con estas cosas, Su Alteza. -más en verdad sí quería.- Bien sé que el Señor de Todas las Rusias tendrá asuntos importantes que tratar. Pero reconozco que me sería de gran ayuda, si pudierais interceder por mi. -tal vez había sonado intransigente, dirigirse así a Raisa. Mas, quizá fuese por la proximidad de las edades entre ellas que eso hacía que Natasha Paulóvna viera a la zarina más receptiva.
-Me he pasado toda mi vida fantaseando con ellos, ¿sabéis? ¿Sería mi padre fuerte y altivo? ¿Mi madre comprensiva y protectora? ¿Mis hermanos traviesos y revoltosos? -suspiró. Bajóse la mirada y empezó a frotarse los dedos de las manos con algún que otra dureza debido al tiempo en las calles.-Me gustaría saber cómo eran ellos realmente. Tanto en lo bueno como en lo malo.
Sonrió a la zarina, que empezó a formularle preguntas acerca de los Stroganov. Lo único que ella podía contestar era lo que sabía de boca de Fyodor y de algunos escritos de la biblioteca del palacio de Vorontsov.
-De mi padre Pável sé que fue un militar de éxito. Comandante General de los Ejércitos del Zar. Combatió en la batalla de Leipzig. -tomó aire, rememorando la pintura vista hacía pocas semanas en las que él posaba flamante con sus medallas- En cuanto a mi madre, Sofía Vladímirovna, pertenecía a la ilustre familia de los Golitsin. -que, según le había informado Fyodor, era una de las más nobles casas principescas de Rusia.
Natasha Stroganóva- Realeza Rusa
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Re: Figures dancing gracefully across my memory {Raisa Romanóva}
La Zarina sentía la gran necesidad de poder darle las respuestas necesarias a Natasha. Se sentía comprometida, además de ansiosa. ¿Qué pasaría si ella perdiera a sus padres? Aquello era inevitable claramente, sin embargo sólo el pensarlo la ponía mal. ¿Qué sería crecer sin aquella figura llamada familia? De verdad las preguntas no eran agradables, y aunque sabía que cientos de personas pasaban por esa situación, tenerlo tan de cerca al ver el deseo de conocer, le hizo sentir afligida. Apretujó una mano de la ajena en señal de solidaridad. Se había quedado muda, como pocas veces, y eso parecía ponerla en serios aprietos.
— Es cierto que el zar tiene una infinidad de actividades por hacer, al igual que eventos, ocupaciones y son importantes, es cierto, pero lo tuyo también lo es, no podemos minimizar nuestros temas ¿no lo cree? — Era cierto que su marido era frío, calculador, entre otras cosas, pero ambos hacían un buen equipo, y cómo tal la balanza ayudaba a que Raisa le hiciera ver otro tipo de temas. Ayuda a Natasha no le quitaría demasiado tiempo, incluso les podría llevar a una buena noche de platicas y recuerdos.
Sacha había dicho antes de salir de la habitación aquella mañana, que haría lo posible por asistir a aquel encuentro, mismo que ella había organizado para poder ponerse al día y enterarse de los acontecimientos relacionados con la realeza, y alguno que otro miembro que quisiera asistir a ese lugar. La invitación había sido abierta, todo tipo de clases sociales, lo cual hizo llamar la atención de la población. A Natasha la había atendido primero por la forma en que se habían puesto de acuerdo, pero seguiría con todo aquel que quisiera intercambiar palabras. Aunque la zarina deseaba que llegara su esposo, lo cierto es que quizás no llegara a acompañarles.
Observó por un momento la puerta del lugar, y después a la joven. Si tan sólo el apareciera toda aquella angustia de la chica se esfumaría, pero debían ser pacientes, el tiempo apremiaba.
— Mi palabra le doy, mi querida Natasha, que haré todo lo posible para aclararle tantas preguntas, no sé si el zar venga a complacernos con su presencia, pero le aseguro algo, cuando me encuentre a solas con él, en caso de no llegar, prometo tocar el tema, recordar todo lo que me diga, incluso anotar cualquier detalle, se lo haré saber, ya sea con un próximo encuentro, o quizás con una misiva, lo que sea pertinente para el momento y la situación en la que nos encontremos — Hablaba con sinceridad. Ella no descansaría hasta poner su máximo esfuerzo en aquel tema.
¿Debía ser así? ¿Entregar sus ganas, fuerzas y esfuerzo a cada uno de los que quisieran pedirle ayuda? Debía ser así, ahora no sólo era una simple civil, sino la zarina de Rusia.
— Es cierto que el zar tiene una infinidad de actividades por hacer, al igual que eventos, ocupaciones y son importantes, es cierto, pero lo tuyo también lo es, no podemos minimizar nuestros temas ¿no lo cree? — Era cierto que su marido era frío, calculador, entre otras cosas, pero ambos hacían un buen equipo, y cómo tal la balanza ayudaba a que Raisa le hiciera ver otro tipo de temas. Ayuda a Natasha no le quitaría demasiado tiempo, incluso les podría llevar a una buena noche de platicas y recuerdos.
Sacha había dicho antes de salir de la habitación aquella mañana, que haría lo posible por asistir a aquel encuentro, mismo que ella había organizado para poder ponerse al día y enterarse de los acontecimientos relacionados con la realeza, y alguno que otro miembro que quisiera asistir a ese lugar. La invitación había sido abierta, todo tipo de clases sociales, lo cual hizo llamar la atención de la población. A Natasha la había atendido primero por la forma en que se habían puesto de acuerdo, pero seguiría con todo aquel que quisiera intercambiar palabras. Aunque la zarina deseaba que llegara su esposo, lo cierto es que quizás no llegara a acompañarles.
Observó por un momento la puerta del lugar, y después a la joven. Si tan sólo el apareciera toda aquella angustia de la chica se esfumaría, pero debían ser pacientes, el tiempo apremiaba.
— Mi palabra le doy, mi querida Natasha, que haré todo lo posible para aclararle tantas preguntas, no sé si el zar venga a complacernos con su presencia, pero le aseguro algo, cuando me encuentre a solas con él, en caso de no llegar, prometo tocar el tema, recordar todo lo que me diga, incluso anotar cualquier detalle, se lo haré saber, ya sea con un próximo encuentro, o quizás con una misiva, lo que sea pertinente para el momento y la situación en la que nos encontremos — Hablaba con sinceridad. Ella no descansaría hasta poner su máximo esfuerzo en aquel tema.
¿Debía ser así? ¿Entregar sus ganas, fuerzas y esfuerzo a cada uno de los que quisieran pedirle ayuda? Debía ser así, ahora no sólo era una simple civil, sino la zarina de Rusia.
Raisa V. Románova- Realeza Rusa
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Fecha de inscripción : 04/11/2014
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Re: Figures dancing gracefully across my memory {Raisa Romanóva}
Rezumábase la belleza en los grandilocuentes jardines del palacio. Belleza sin parangón para la duquesa si no hubiese querido la vida colocarla en la mansión Vallespir. Que no vamos a comparar ahora la vivienda parisina con el gran palacio, mas el efecto quedó reducido. ¿O era, pues, que Natasha Stroganóva ya no se dejaba impresionar tan fácilmente? Ni era capaz el cielo anubarrado -se avecinaba un buen calabobos, como dirían los campesinos- de mermar la gallardía de tan apañado Edén. ¡Por las barbas que no tenía, que incluso la nieve de la tempestad podría otorgarle una mágica estampa invernal!
Quizá eran las mismas nubes las que contagiaronse del humor un poco gris de la Gran Duquesa. No le interesaban tanto el título y las propiedades (que sí, que hace unos años se hubiese apostado hasta las uñas de los pies por tener algo así) cuando recibió la carta con el sello real. La perspectiva de poder definirse una idea de sus progenitores sobrepasaba su complejo de urraca - un complejo bien justificado, ¿eh?- en aquella ocasión.
Mas, que le cortasen la lengua si no veía que la zarina mostraba una sincera afección por su caso, y eso, hízola sentir menos sola. Pues si no era hoy, sería mañana cuando su vida -su vida de verdad, a la que la tenían destinada si no hubiese sido por los hurtos y los malos empeños del azar- empezaría allí mismo, en la gélida Rusia. La destensión de los músculos de su rostro era seña clara de su consuelo. El que la mismísima Raisa se ofreciese a ayudarla con su amnésica situación le proporcionaba un desahogo inusitado para ella, que siempre había sido la gran terremoto cuya mente no paraba de trajinar.
-No sé cómo agradecérselo, Alt... Su Alteza Real. -corrigíose la Gran Duquesa (que hacía poco que se había aprendido los tratamientos protocolarios, dejadla, pobre)- Significa mucho para mi.
Tomó la mano enguantada de la zarina sobre la suya y la apretó con afecto. Nunca, ¡ni aunque mil años pudiese vivir!, imaginóse Nastya estrechando la mano de Raisa Románova, quien dispuesta estaba a hacer todo lo que estuviera en su poder -que era mucho- por ampararla.
-Tenéis un alma caritativa. Muchísimas gracias. -contestó sincera. Y creedla cuando habla porque, en todos sus años en las calles, mucho aprendió de la naturaleza humana. Natasha se jactaba de saber, como saben los hechiceros que por los escenarios de vodevil pululan, cómo era el ánima de las personas. La de Raisa era buena.-¿Le parece si volvemos dentro del palacio? Parece que se avecina una tormenta. -arrugóse la nariz, oliendo el ambiente. Un viejo truco que le enseñó el gitano once años atrás.
Quizá eran las mismas nubes las que contagiaronse del humor un poco gris de la Gran Duquesa. No le interesaban tanto el título y las propiedades (que sí, que hace unos años se hubiese apostado hasta las uñas de los pies por tener algo así) cuando recibió la carta con el sello real. La perspectiva de poder definirse una idea de sus progenitores sobrepasaba su complejo de urraca - un complejo bien justificado, ¿eh?- en aquella ocasión.
Mas, que le cortasen la lengua si no veía que la zarina mostraba una sincera afección por su caso, y eso, hízola sentir menos sola. Pues si no era hoy, sería mañana cuando su vida -su vida de verdad, a la que la tenían destinada si no hubiese sido por los hurtos y los malos empeños del azar- empezaría allí mismo, en la gélida Rusia. La destensión de los músculos de su rostro era seña clara de su consuelo. El que la mismísima Raisa se ofreciese a ayudarla con su amnésica situación le proporcionaba un desahogo inusitado para ella, que siempre había sido la gran terremoto cuya mente no paraba de trajinar.
-No sé cómo agradecérselo, Alt... Su Alteza Real. -corrigíose la Gran Duquesa (que hacía poco que se había aprendido los tratamientos protocolarios, dejadla, pobre)- Significa mucho para mi.
Tomó la mano enguantada de la zarina sobre la suya y la apretó con afecto. Nunca, ¡ni aunque mil años pudiese vivir!, imaginóse Nastya estrechando la mano de Raisa Románova, quien dispuesta estaba a hacer todo lo que estuviera en su poder -que era mucho- por ampararla.
-Tenéis un alma caritativa. Muchísimas gracias. -contestó sincera. Y creedla cuando habla porque, en todos sus años en las calles, mucho aprendió de la naturaleza humana. Natasha se jactaba de saber, como saben los hechiceros que por los escenarios de vodevil pululan, cómo era el ánima de las personas. La de Raisa era buena.-¿Le parece si volvemos dentro del palacio? Parece que se avecina una tormenta. -arrugóse la nariz, oliendo el ambiente. Un viejo truco que le enseñó el gitano once años atrás.
Natasha Stroganóva- Realeza Rusa
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