36 aparentes 72 reales | Cambiaformas | Clase Media | Heterosexual | Francia |
- All my dreams to be all I can do:
– Pero mira nada más como tienes el cabello – a pesar de la reprimenda el rostro de la mujer adoptó una mueca tierna. Con delicadeza se tomó su tiempo hasta que el rebelde cabello de su hijo quedo medianamente presentable – Supongo que no lograremos nada mejor – concluyó con un suspiro antes de apretar ligeramente la sonrojada mejilla y tomarle de la mano – Bruno… Bruno… apúrate que llegaremos tarde – vociferó a las escaleras – Ya voy, mujer, no me atormentes más – el padre de Donatien entró al trote apuntándose el último botón de su chaleco. El pequeño le sonrió y procedió a caminar de la mano de su madre. Con tan solo 6 años no podía comprender el alboroto que se formaba a su alrededor. Su madre, Rosalie, le había contado que se trataba de un día importante pues los dueños del viñedo en el que vivían les visitarían. Sintiéndose un poco aprehensivo siguió, lo mejor que pudo, las ordenes de su madre. Aunque muchos de los presentes se desvivían en saludos y halagos, para él los recién llegados no tenían nada de especial. Era verdad que vestían de manera elegante, mucho más que lo que la familia de Donatien acostumbraba, y que tras ellos hubo un desfile eterno de valijas y baúles, pero nada de aquello le atraía tanto al chico como poder correr libre por entre los caminos franqueados por vid. Así, al menor descuido de su progenitora, escapó hasta las afueras de la mansión. Estaba demasiado lejos de los sembrados pero se conformaría por ahora con el jardín.
Fue justo allí donde se encontró con la niña. Se trataba de una pequeña que no había visto con anterioridad. Vestida elegantemente y con su cabello recogido en una primorosa moña. Aunque a tan temprana edad no debería tenerse una percepción de belleza por el sexo opuesto, a Donatien le pareció que se trataba de un ángel más que de una chica de carne y hueso. Entre las charlas inocentes, y casi carentes de sentido de los dos retoños, él se enteró de que ella, Isabella, era una de las hijas del dueño del viñedo quien, al final de cuentas, era el jefe de su padre. Les bastó poco tiempo para hacerse mejores amigos, simplemente inseparables. Ella le contaba sobre sus hermanas y su casa en Italia, él le enseñaba sus caminos secretos a través de los campos sembrados y le acompañaba en diversas aventuras imaginarias dentro y fuera de la imponente casa. Inevitablemente llegó el día en que la familia Sforza abandonaría Francia para volver a su natal Milán. La separación fue dolorosa para los dos pequeños pero la promesa del reencuentro insufló los ánimos suficientes en el pequeño Donatien como para resistir la tentadora idea de convertirse en un polizón y viajar con ella entre un oscuro y estrecho baúl.
- Only I love, only love:
El peso de los años es más ligero para aquellos que cuentan con la fortuna de llevar en sus venas el misterio de la esencia animal. Esto fue algo que Donatien aprendió conforme se hizo evidente su herencia. Con el paso del tiempo consiguió no solo controlar sus transformaciones, sino empezar a adoptar una en particular que le resultaba sumamente atractiva. Sus padres ya sabían para entonces que si querían encontrarle en sus tiempos libres no debían buscar al muchacho larguirucho sino al enorme perro blanco que solía correr desaforadamente por toda la propiedad. No le reprendían, era un joven amoroso y atento, prestó a seguir los pasos de su padre y cariñoso con su madre y hermana menor, Lucile. Bruno, en especial se sentía orgulloso de la forma en cómo maduraba poco a poco su vástago. Solo una preocupación poblaba su mente en relación a Donatien y era que el chico, al parecer, no sentía atracción alguna por las chicas que vivían en las cercanías. Era como si fuesen invisibles y bien sabia él que a esa edad cualquier espanto con falda era digno de admiración. Sin embargo optó por concederle su espacio y no presionarle por el momento.
Nada podría ser más cierto que el hecho de que a Donatien no le importasen, en lo más mínimo, las jóvenes que intentaban acercársele. Gracias a su porte, modales y carácter amable era considerado como un buen partido. Pero si bien no le faltaban propuestas ni “admiradoras” en su corazón solo había lugar para Isabella. Durante años se habían escrito, contándose confidencias y alimentando ilusiones. Todos los años él esperaba con creciente inquietud la época en la que la familia Sforza decidiese visitar el viñedo. Solo entonces su alma se encontraba en paz, junto a ella. Sus ojos iluminaban su camino y el anhelo de verla, sentirla y escucharla una vez más era lo que impulsaba su vida. Su madre había sugerido, de manera muy sutil, que no estaba de acuerdo en que entregase tanto de su tiempo a la menor de las hijas de los Sforza. Aunque nadie podía acusarles de nada más que una fuerte amistad, el sexto sentido de Rosalie la impelía a mantenerse alerta sobre la relación.
Entonces, en una de las visitas de la familia, Isabella, la pequeña Isabella, le besó. Se trató de un acercamiento pueril e inocente que, sin embargo, pendió una hoguera en el interior del joven. Hasta entonces él desconocía la intensidad de la pasión y no se había atrevido a denominar lo que sentía por ella. Pero esa noche, apresado contra un árbol y cobijados por la oscuridad de la noche, comprendió que se trataba de amor. La amaba con locura y deseaba, con todas sus fuerzas que fuese suya en cuerpo y alma para siempre. Ella partió nuevamente, dejando un enorme agujero en el centro del pecho del joven. Pensaba que nada podía ser peor que verla partir pero se equivocaba por completo. Esa misma noche el tema de cotilleo en la cena fue el compromiso de Isabella con el heredero del Duque de Parma. Tan atónito se encontraba ante la noticia que solo consiguió seguir comiendo con la cabeza gacha. Después de la cena, con un sabor agrio en la boca y el corazón destrozado, se sentó a escribirle una carta a la que ya consideraba como su mujer ¿Por qué se lo había ocultado? Pensaba que la confianza que habían construido podría con todo ¿Cómo lo había permitido? ¿No le amaba lo suficiente para reconocer su amor? Por supuesto, él no podría ofrecerle lo que el heredero de un Duque, pero nunca pensó que eso importase ¿es el despertar a la realidad siempre tan doloroso?
- And you say I knew we should find a new way:
Soñando, como solo dos insensatos pueden hacerlo, Isabella y Donatien se convencieron a sí mismos de la imposibilidad de que el matrimonio arreglado ocurriese. Era una dulce mentira que él prefería creer a ciegas. Así, olvidó ese hecho y se centró únicamente en ella y lo que le ofrecía. El descubrimiento del amor que se profesaban, y de la pasión innata a él, se intensificó con los años. Lo que en antaño fuesen encuentros para juegos infantiles se fueron transformando en oportunidades para demostrarse su afecto por medio de besos y caricias. Los dos deseaban ir más allá pero el honor de ella le impedía a Donatien acceder a tan bajos impulsos. Le quería demasiado como para deshonrarla de aquella manera. La tomaría solo después de que la iglesia les diese su bendición. Soñaba con que aquello ocurriese, imaginaba como lucirían sus hijos ¿serían cambiaformas como sus padres? De seguro que sí pero ignoraba la forma que podría adquirir, la materna o la paterna. Esos pensamientos le sacaban sonrisas que el resto de su familia observaba en silencio. Todos presentían que algo ocurría con el primogénito de los de Artois, pero solo su madre conjeturaba aproximándose a la realidad.
Trágicamente las suposiciones de Rosalie fueron confirmadas por la madre de Isabella al encontrarla esta besándose a escondidas. - ¿Cómo te atreves a poner a toda tu familia en riesgo por esa mocosa? – le espetó con rudeza al regresar esa noche a su casa – Olvídate de ella y nunca en tu vida menciones esto a tu padre, solo conseguirías matarle de un disgusto – aunque el primer impulso del joven fue correr en busca de su amada, su madre se lo impidió. Poco después él lamentó no haberse impuesto a su progenitora pues Isabella y su madre partieron con tanta premura que los enamorados no tuvieron oportunidad alguna de despedirse. Las razones resultaban convincentes pero su corazón no podía sopesar argumento alguno. Entonces esperó por ella, por una carta, por una señal que le indicase que su sentir continuaba vivo y que nada se interpondría entre los dos. A la primer indicación el partiría, abandonaría todo lo que conocía por ella y para ella… pero esperó en vano.
- Make a wonderful love if I may:
Él observaba con una fría calma lo que ocurría ante sus ojos. Era como su fuese el espectador de una tragedia ajena. Sin embargo era la suya propia ¿Por qué no podía reaccionar? Ella estaba radiante, vestida de blanco y más hermosa que nunca, allí parada en el altar, jurándole amor y fidelidad eternos a un hombre que Donatien desconocía. Esperaba… ¿Qué esperaba? Con una mirada tal vez se hubiera conformado pero ni de eso fue merecedor. Aguardó inmóvil hasta que la ceremonia concluyo y la “feliz” pareja salió en busca del carruaje que les llevaría a su nuevo hogar. Sentía la vista de su familia sobre sí, también las miradas entre iracundas y atemorizadas de los padres de Isabella. Tal vez pensaban que él haría algo para intentar detener el matrimonio. Pero no. Sus ilusiones habían muerto y no arriesgaría a su padre, un fiel sirviente de los Sforza, por perseguir lo que había sido un sueño tonto. Una mano femenina se cerró sobre su hombro en un toque compasivo. Lucile, su hermana, intentaba apoyarlo en su dolor pero ninguna caricia o palabra le alcanzaría en ese momento.
Le dio un tierno beso en la mano a Lucile para luego abandonar el lugar con paso sereno. Solo cuando se encontró fuera de la vista de curiosos le dio rienda suelta a su sentir. En medio de una explosión de frustración, ira y sufrimiento permitió que su forma animal tomara el control. El enorme perro blanco corrió con brío hasta que, tras muchos kilómetros recorridos, sus fuerzas le abandonaron y cayó inconsciente. Fue su padre quien le encontró y lo ayudó a regresar a casa. Luego, tras meses de letargo, y bajo la escrupulosa vigilancia de sus seres queridos, se obligó a sí mismo a continuar con lo que quedaba de su vida. No la olvidaría, pero debía intentar aceptar que ya no formaba parte de su futuro.
Olive, una hermosa y noble mucama se convirtió finalmente en la esposa de Donatien. El cariño que le profesaba no se aproximaba siquiera a lo que sintió alguna vez por Isabella, pero la quería y ella le correspondía. Fueron felices, juntos se esforzaron por ello, y el nacimiento de sus hijos, Lionel y Noé, sirvió para afianzar el vinculo. Olive era humana, aunque conocía y aceptaba la naturaleza de su esposo. Lionel era evidentemente un cambiaformas aunque Noé, con tan solo 3 años, no mostrara aún ninguna predisposición. El nacimiento de sus hijos le enseño un nuevo nivel de amor, uno tan incondicional como la vida misma. Por nada cambiaría la alegría de tenerlos consigo, de verlos crecer y enseñarles a reír y a gozar.
Como era de esperarse Donatien reemplazó a su padre como capataz cuando esté decidió retirarse. Él y su madre se trasladaron a una sencilla casa de campo no muy alejada del viñedo. Lucile se trasladó también, aunque ella prefirió echar raíces en la ciudad ganándose la vida con una pequeña tienda víveres. Todos encontraban poco a poco su propio camino y hacían de él tan placentero o desagradable como desearan.
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Habilidades/Poderes | Descripción psicológica |
Habilidades: Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.
Atributos: Longevidad Transformación Canina Perro Lobo Zorro
Poderes: Transformación Sanación acelerada Percepción del aura Telepatía y comunicación con los animales Bloqueo mental Mimetismo .
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Posee un temperamento apacible y tranquilo. Pocas veces se enoja aunque tampoco es propenso a mostrarse abiertamente feliz. La excepción es cuando se encuentra en compañía de sus hijos, entonces es como si se transformara de nuevo en el pequeño alborotador que pocos recuerdan. Suele tratar a sus empleados con respeto y justicia pero colocando la distancia necesaria para poder controlarles efectivamente. Considera el viñedo de los Sforza como su único hogar y lo defiende como tal. Muchos le clasifican como nostálgico y meditabundo, un hombre que tiene mucho para contar aunque con nadie intima lo suficiente como para llegar a confirma esa sospecha. Aunque lo niegue, aún sufre por la herida causada por Isabella y su familia. En las noches de insomnio, cuando su esposa y prole descansan sin mayores preocupaciones, se pregunta cómo hubiese podido ser su vida si las cosas hubiesen resultado diferentes. Pero esto no deja de ser solo una pregunta, impulsada más por la curiosidad que por el deseo. Sabe muy bien que si él no se hubiese casado con Olive no habrían nacido ni Lionel ni Noé y eso es algo que no se atreve siquiera a imaginar. Desde el matrimonio de Isabella no volvió a indagar sobre ella, asume que se encuentra felizmente casada en algún lugar de Italia. |
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• Sabe leer y escribir en francés y conoce algunas palabras en italiano • Nunca le ha sido infiel a Olive • Su forma preferida es la de un perro de montaña de los pirineos • No volvió a escribirle a Isabella |
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