Alexandre Croÿ-Roeulx

Origen es destino así reza un antiguo proverbio de la sabiduría popular de Borgoña…

La nobleza francesa daba el tono en Europa desde el siglo XVII, con el ascenso al trono de Louis XIV y durante los últimos dos siglos, las modas, los pensamientos, las ideas de la corte de Versalles han sido espejo y ejemplo de todos los hombres y mujeres cultas del occidente. Sin embargo a raíz de administraciones corruptas, reyes incompetentes y diversas traiciones, los Fontaine, la ultima rama de los Capeto que habían sucedido a los Borbones comenzaron a derrumbarse, el último de los reyes Fontaine, Abelard y su familia fueron brutalmente asesinados en medio de una revuelta de traidores y burgueses, conducida entre otros por un primo exiliado de dicha infortunada familia y varios generales y oficiales ambiciosos, sin embargo tras un breve gobierno republicano, dos arribistas y una corte de escaladores sociales gobernaban ahora un país en bancarrota y golpeado por la guerra y la constante inestabilidad.
Es en medio de este ambiente de guerras y traiciones donde se desarrolla la historia de Alexandre, su familia, los Croy pertenecían a la más antigua familia de la nobleza valona, originarios de la región de Picardía habían gravitado en la política Borgoñona desde el siglo XIV. El más antiguo miembro conocido de la misma es Gerard I, señor de Picquign hace más de seis siglos. Durante cientos de años sirvieron a los poderosos duques de Borgoña, enemigos de los reyes franceses, durante el periodo del renacimiento. Poder y ricas tierras al norte del actual reino galo fue la recompensa por los servicios brindados a los Valois-Borgoña. Tras la muerte del último duque soberano y la repartición de la rica herencia entre el Sacro Imperio y Francia, los Croy viraron de forma cínica sus lealtades para colocarse en torno a los propios reyes galos, quienes habían sido enemigos de sus señores, con inteligencia a lo largo de los años acumularon numerosos títulos señoriales; el más importante es el de duque y príncipe de Croy, que el rey francés Enrique IV concedió a Charles de Croy en 1598. Para el siglo XVIII eran una de las familias más ricas y poderosas de la corte de los Fontaine, y lo fueron aun mas cuando el duque Maurice de Croy desposo a Cristine de Orleans, recibiendo de manos del rey Satine el titulo de duques de Borgoña. Así al joven heredero de los Croy le esperaba un futuro de fiestas brillantes, bailes y riquezas, en una palabra, todos los placeres que Francia podía ofrecer a sus más poderosos señores.

Sin embargo el destino apostaría contra el joven y su familia. Para los momentos en los que vino al mundo Alexandre, la corte francesa y la aristocracia toda estaban en una profunda decadencia, poco quedaba de los brillantes reinados anteriores, el rey de Francia, Abelard no tenía el control del país, gobernaba de forma poco exitosa envuelto en pesares personales y dramas familiares que pronto lo llevarían a la ruina total. Sumado a todo esto el rey de Francia tuvo siempre un problema, la necesidad de acotar las ambiciones y deseos de sus parientes, en este caso de Maurice de Croy, príncipe de Croy y duque consorte de Borgoña, arrogante, violento, altanero, frente a la prudencia del soberano, Maurice siempre quiso la gloria por el camino rápido de la sangre y si era necesaria la traición. Ya sus más antiguos maestros decían que si Abelard su tío por matrimonio era prudente como san Luis, Maurice tenía en sus venas la misma sangre maldita de la reina Catalina de Medici, mezcla de ambición y crueldad, por un capricho se caso con una hermosa Orleans, Cristine a quien seria infiel una y cien veces durante su corto y turbulento matrimonio.

En este entorno de poder y ambición, maldecido por las descomunales ambiciones de su padre un niño nació en Bruselas. Maurice escuchaba los gemidos de su esposa quien se encontraba en medio de un difícil trabajo de parto, empero su mirada era más bien vacía, no se preocupaba por ella, por quien su pasión ya se había desvanecido, su único deseo es que le diera un hijo.  El chico que debía corregir el error de la naturaleza y sentarse en el trono de Francia. Los minutos pasaron, minutos y horas hasta que los gemidos de dolor de la duquesa fueron sustituidos por el llanto de un bebe. Ese fue el inicio de la vida de Alexandre, llamado en honor al más grande héroe de la historia, sus ojos se abrieron a la luz en el lugar de asiento de sus mayores por siglos, nació destinado a la grandeza, el doble poder del oro y la nobleza, dos padres jóvenes y fuertes, en verdad todo parecía producto de un cuento de hadas, todas las gracias y virtudes habían descendido sobre el futuro del joven o al menos eso parecía ser. La realidad es que en el momento de su nacimiento su destino había sido sellado por las tragedias, su madre, dulce, gentil era sin embargo inmadura, jamás podría entender a su hijo, encerrada en sus labores de gran dama, las nodrizas serian en verdad lo más parecido a una figura materna para él pues Cristine viviría una corta vida, su padre, la ambición personificada, no es difícil imaginar que en el momento mismo de su nacimiento, cruzaron por la mente de Maurice una lista de las hijas nacidas de las grandes familias de Europa, eso era Alexandre para su progenitor, un objeto valioso, precioso, pero al final del día un objeto para conseguir más poder e influencia. Su tío el duque de Orleans, presentía hacia años las enormes ambiciones de su cuñado y si no lo había asesinado era por una mezcla de cariño fraternal y temor debido a la popularidad de este con las tropas, pues Felipe de Orleans planeaba su propio golpe y que mejor que tener a un soldado de su lado.

Mientras los años pasaban el joven Croy comenzó a odiar a su padre, Maurice comenzaba a dar fuertes signos de inestabilidad mental, violento y prepotente golpeaba a todos, incluidos su hijo y su esposa, para Cristine, su hijo no debía seguir los pasos de su padre, quería alejarlo del camino de destrucción que se miraba en el horizonte de su pequeño. Por eso lo envió a su ciudad natal, la gran orbe de Paris, para que en ella abrazado a libros y conocimientos Alexandre se alejara de su padre, cinco largos años estuvo en la ciudad del conocimiento, hasta que la devastadora noticia de la muerte de su madre llego a sus oídos, pocas veces sentimos que el corazón se nos parte en dos pedazos, esa sensación la sintió el protagonista de este relato, todo su  cariño giraba en torno a su madre y ahora Cristine lo había dejado solo.

Fue tal la pena del pequeño que su mismo tío el mismísimo rey Abelard, distante de su padre le tomo bajo su protección, distante sí, pero cordial con él, desde ese momento el pequeño huérfano sintió un gran agradecimiento por sus tíos, empero más que sus tíos, mucho más que ellos, el agente de su destino fue concebido cuatro  años más tarde que él mismo, Marie como él le dice. Siempre ha sido ella, desde el instante mismo en que se conocieron han estado unidos, amigos, compañeros de juego, los dos chicos fueron almas solitarias, cada uno de ellos lo asumiría con el pasar de los años a su manera, por tanto él siempre ha entendido que ella era su única compañera, la sola fuente de cariño y calidez que tanto necesita un niño, con el pasar de los años y el terrible fantasma de la ambición tomando posesión de su cuerpo, Alexandre se ha distanciado de su prima, pero no porque no la quiera, sino porque el destino los ha llevado por caminos diferentes, llegados al momento presente, dos risos están guardados en  un relicario colgando de su cuello, pertenecen a su madre y su prima, las dos únicas personas que realmente quiere en el mundo.

Por supuesto el sueño de la duquesa murió con ella, su pequeño debía ser un hombre de historia y paz, alejado de las ambiciones de su esposo, logro apartar al niño un lustro de la influencia de su padre, pero al regresar a Bruselas, inevitablemente quedo en la tutela de su padre, ya no hubo tiempo para los libros, en la mente del príncipe de Croy su hijo solo debía pensar en la espada, la sangre y el poder. Alexandre se alejo de sus primos y sus tíos, por orden de su padre partió para servir en un regimiento de caballería, el regimiento de Navarra, cuatro años en los cuales la semilla de la maldición ya estaba sembrada en su corazón, en el ejercito siendo apenas más que un niño había visto la sangre, conocía el placer del sexo y tenía en su corazón la semilla de la ambición. El punto de quiebre en la vida de Alexandre y seguramente de toda su generación ha sido la centésima rebelión en el seno de la familia real francesa, Darcy, el primo del delfín había decidido que él era un mejor rey que los sujetos que habitaban en Versalles y se lanzo a la guerra. Toda Francia se vio envuelta en un mar de sangre y horror, la prudencia aconsejaba mantenerse al margen. Por desgracia a diferencia de su hijo, Maurice no tenía ninguna profundidad filosófica, simplemente vio su oportunidad de conseguir aquello que tanto ansiaba, mas poder en Francia y porque no, la misma corona, comenzó una discreta comunicación con los rebeldes, que concluyo con una respuesta enigmática “la corona será para quien la gane en el campo de batalla” No lo pensó dos veces, levanto a sus propios soldados e impulso a su cuñado Felipe para ir a la guerra. Su hijo por otra parte, vio en todo el asunto una triste locura, el centésimo enfrentamiento entre padre e hijo casi llego a las manos. Alexandre partió al frente norte junto a su regimiento y quedo estacionado en la frontera del Sacro Imperio esperando recibir órdenes, allí recibiría la noticia dos meses más tarde que Maurice, príncipe de Croy estaba muerto, veneno es lo que se había llevado a su padre al infierno, lanzo la carta al fuego del campamento, ante el desastre que se desarrollaba poco importaba una muerte mas.

Durante meses la situación fue de tensa calma, su bautizo de fuego había pasado en un duelo de caballería, en el que sus húsares habían asesinado a 12 rebeldes. Ardía en deseos de combatir y ganar gloria a costa de los traidores a su rey, pero el destino dictaminaba en una dirección diferente. Hasta sus oídos llegaron las terribles nuevas, era el desastre para los Croy, ya que un ejército rebelde, comenzó a saquear las zonas del norte del reino, precisamente la vieja residencia de los Croy, el lugar del que habían partido los ancestros de Alexandre siglos atrás, fuente del poder y la riqueza de su casa. Allí conocería por vez primera el beso cercano de la muerte, dos regimientos de la guardia francesa se enfrentaron a un destacamento rebelde, quería personalmente proteger aquello que era suyo por derecho. Sangre cañones, fuego, imágenes terribles, una carga, las trompetas sonando, cascos sonando, gritos y luego todo oscuro, una herida en su costado, sangre dolor y la nada. Despertó en una tienda de campaña días después, una herida de bala que pudo acabar con su vida, la batalla perdida y la zona norte evacuada, propiedades y tierras de su casa perdidas, seguramente sin remedio, amén de todo esto la mirada dura de su viejo sargento instructor sobre sus ojos. ¿Que hubiera hecho un hombre más pragmático, menos sumido en el orgullo del poder que Abelard? Eso le pregunto –contratar a numerosos asesinos, envenenar a Darcy, sobornar a sus guardias para matarle ¿acaso no los romanos hicieron eso con Viriato? No existe el honor en la derrota Alexandre, arriesgaste tu vida inútilmente por una causa que de seguir por este curso está perdida, el rey esta perdido, su sobrino es el mayor peligro en la historia de la monarquía y debe ser eliminado sin mediar piedad, tu mientras tanto, consérvate para las únicas batallas que quedan por disputar, las batallas que te  permitan conservar aquello que es tuyo, no hay honor en los medios sino en los fines, jamás lo olvides. Aquellas palabras se acabaron por confirmar días después, su viejo tutor, aquel sargento que lo había tomado casi como un padre moría en medio de una emboscada, camino a Versalles con un mensaje para el último rey de los Fontaine.

Herido y con grave peligro de ser capturado, dos de los sirvientes de su familia le trasladaron con dirección a la frontera con el Sacro Imperio, se convertía así en uno de tantos emigrados que escapaban del desastre que caía sobre Francia. En condiciones lamentables, sin apenas medios económicos y lastimado en su físico, en su moral y en su orgullo pasaría casi un año en las tierras germanas, su transformación interior vendría de esta etapa, su padre brutal, su madre muerta, poder, fuerza, imperio, dominio, Alexandre pensaba cuando pequeño que el mundo era diferente, honor y caballerosidad, sin embargo ¿Qué serbia todo aquello? En apenas un lustro la casa real mas orgullosa de Europa caía, hasta Maguncia, lugar donde se asentó, llegaron las noticias. Asesinatos, saqueo general de bienes, el rey y su corte traicionados, su hijo el delfín, perdido seguramente asesinado, finalmente tras meses de una resistencia inútil, disparatada, el asalto final a Versalles, rebeldes, traidores y arribistas paseando por aquellos salones donde una vez el mismo había sido presentado a la familia real.

Permítanme que detenga esta narración sobre mi vida, dejadme que os diga que hago aquí, en la corte de Francia nuevamente doblando el lomo frente a un rey usurpador.

La gran ceremonia de coronación de aquellos impostores fue toda una enorme orgia de vulgaridad, las grandes casas de Francia, estuvieron reunidas para felicitar  al soberano y su consorte, tras la demente locura de la república, ambos se sentaban en el trono de Carlomagno para la mayor tranquilidad del país o al menos esa era la mentira oficial, engaño que nadie creía, empezando por mí mismo. A ojos vistos un reinado nunca comienza bien si viene precedido de una guerra civil, las fracturas familiares son las más dolorosas, quien mejor que yo podría saberlo, en mi árbol genealógico ha habido traiciones, parricidios, incestos, vaya familia ha sido la mía. No obstante mientras me pudría en Maguncia pobre y destrozado por la derrota recordé que no solo era príncipe de Croy, sino también duque de Borgoña y que ese territorio era limítrofe entre Francia y el Imperio alemán, la revolución no me lo había quitado, únicamente fue necesaria una carta llena de lisonjas al rey Ludwing para que me reconociera como duque formalmente, él era partidario de exterminar a todos los revolucionarios tanto como yo mismo y a la cabeza de tres mil soldados de caballería simplemente me decidí a repetir los antiguos asaltos del príncipe negro de Gales sobre los pueblos limítrofes con Borgoña, mi deseo no era conquistar Dijon, algo demencial con tan solo caballería, empero crear disturbios y saqueos paralizaba la industria e incubaba en los pobladores un gran odio por el gobierno de Paris,

En apenas un año todo quedo resuelto, no se pueden alterar mil años de historia en un día, no se puede tolerar que los salvajes y los campesinos de una noche a la siguiente se sienten en el lugar de los reyes, por mas instiles que estos sean, con el tiempo he aprendió a despreciar a todos, a mi tío Abelard a su familia, a los rebeldes a todos aquellos que caen del poder, la debilidad es un pecado, más que eso, es una estupidez. Había pues un nuevo soberano en Paris, habían acabado con aquellos que asesinaron a mi familia y quemaron mis tierras. Esa fue una excelente noticia, empero el rey no era un Fontaine ni siquiera un Orleans sino un arribista, emanado del caos de la revolución, para mí no fue sencillo tomar una decisión, era duque de Borgoña si, el mismo emperador me había reconocido como tal, empero ese hombre había muerto, únicamente doblar el espinazo ante esos campesinos podría asegurarme mi título. Hace dos años no lo hubiera hecho, el honor era importante para mi cuando era un pequeño oficial en Versailles, empero de eso han pasado tantos meses, para mí todo eso ha muerto y solo me queda la firme convicción que el poder lo es todo.

Viva el rey Nigel,  el grito salió con total impunidad de mi pecho y así quedo asegurado mi ducado, limítrofe, entre dos potencias, una posición cómoda pero a la vez comprometida, no solo bastaba una misiva, tenía que viajar hasta la capital de la que un día había salido. Todos aquí estaban o al menos como siempre, pretendían tener animo de fiesta, un nuevo rey, la paz ha llegado escuche decir a un repugnante cortesano al llegar aquí, todo un monumento a la negación del que formaría parte únicamente por seguir la corriente del rio, empero si alguno de los tipos que besaban el trasero del nuevo rey tenia sesos, sabría como yo que las rebeliones raramente suelen acabar fácilmente, una vez que la sangre llega al rio, es difícil detener la orgia de la violencia e íntimamente estaba convencido que Nigel no duraría mucho. Por tanto para mí estar en la corte no era solo una oportunidad para doblar el lomo frente al usurpador, sino una chance para indagar sobre las reales intenciones de los hombres poderosos de este reino.

Al caminar nuevamente entre los cortesanos, una idea vino a mi mente, el campo de batalla, con todo el lodo y la sangre es más seguro que el salón del trono, cuando trabas combate miras a tu enemigo a los ojos, no obstante para los Orleans, los Fontaine, los Monmorency  y por supuesto para mi, el honor no es sino un concepto muy difuso, un duque puede violar si le place, ordenar carnicerías si es su voluntad. Sin embargo ¿Qué pasaría si alguien matara a un rey? Seguramente recibiría los mas detestables insultos acompañados de la más terrible de las muertes ¿esa era la justicia en el mundo? Justicia de la que todos y cada uno de los ilustres miserables con titulo estábamos por supuesto libres, esa era la ley del mundo, ambición, traición, lujuria y poder, eso y nada mas movía los hilos del gran drama que es la vida, negarse a eso es el camino a la destrucción.  Arroje mi acero con furia, el sonido de mi empuñadura al impactarse contra el suelo fue estruendoso, ¿Por qué vienen a mí los recuerdos de la infancia? He superado hace mucho mi infierno personal, de cuentos de caballeros, al asesinato. Esa es la historia de mi casa, yo lo quiero todo y si para tenerlo he de jugar el peligroso juego de los cortesanos, lo he de hacer gustosamente, mientras me inclino para tomar nuevamente mi espada pienso una y otra vez en mis objetivos, los que he de lograr aunque mi misma vida se escape de mis manos.