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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Loreena Mckennitt Dom Feb 01, 2015 12:46 am

Y nadie sabrá de la guerra, nadie
Se preocupará al final cuando todo haya concluido.
A nadie le importaría, ni a pájaro ni a árbol,
Si la humanidad pereció completamente;
Y la Primavera misma, cuando despierte al amanecer
Apenas se daría cuenta que nos hemos ido.

—Sara Teasdale.



¿Qué si Loreena tenía enemigos? De sobra. En realidad, ella no era chica de estar queriendo agradarle a nadie y ya hace un tiempo con el mejor manejo de sus emociones y por ende, de su empatía, Loreena se ha vuelto más tosca y menos amable con las personas. En especial si no la tratan bien de las buenas a las primeras. Pero el hecho de comportarse como misántropa no excluye a su constante necesidad de fastidiar a los demás. Los últimos meses que ha estado viviendo en París se ha vuelto una experta en bromas. Con la ayuda de su poco familiar grupo de espectros, Loreena ha logrado hacerle la vida imposible a más de uno, entre esos, está Rylan, un joven gitano al que conoció casi por accidente, mientras paseaba, según ella, por el mundo de las cuadradas y aburridas costumbres parisinas. Monicke y Rylan intentaron robarle el dinero a la bruja, pero para su pésima suerte, le robaron a la bruja equivocada.

La irlandesa finalmente dio con su ladrón y al tratar con la joven cambiante, no tuvo el valor para poder siquiera reclamarle a su modo acostumbrado. Las emociones de Monicke invadieron a una muy poco amigable Loreena, quien terminó culpando am Rylan de todas las desgracias por las que había pasado Monicke y por supuesto, le juró hacerle la existencia insoportable. Y así fue. Incluso, cada noche le enviaba a alguno de sus espíritus para que no lo dejaran dormir. La bruja reír a carcajadas cada vez que el gitano le reclamaba, pues cada vez que ella iba a ver de la cambiante, tenía que pasar  antes frente al ogro de la entrada al que cariñosamente le decía: “Sir Cavernícola Rylan de Altamira”.

Ese día, mientras masticaba una rama seca –nada nuevo–, y estando tan cerca del lugar en donde habitaban los gitanos, decidió ir a hacerle una pequeña y acostumbrada visita a Monicke, a pesar de la constante negativa de Rylan. Loreena simplemente lo ignoraba, le hacía alguna brujería y escapaba con la cambiante para que ésta fuera desenvolviéndose más con el mundo. La irlandesa vestía con sus acostumbradas prendas masculinas, eran tan cómodas que a veces deseaba ser chico. Pero era más una burla a sí misma que otra cosa. Llevaba entre sus cosas algunos libros con cuentos irlandeses para narrarles aquellas historias entretenidas a su nueva amiga. Y llevaba alguno que otro hechizo bajo la manga para fastidiar a Rylan. Ya eso era más una maña de la vieja que otra cosa. Pasó desapercibida entre los pequeños grupos del lugar y estando ahí también recordó a la otra gitana que había conocido en una de sus andanzas, Deméter. Quien le dio un sermón por haberse metido con magia desconocida y para sorpresa de sí misma y de su primo, sólo guardó silencio, pues la mujer tenía razón. Era como la hermana mayor que nunca tuvo.

Les dio algunas monedas a unos niños que pasaron cerca de ella hasta que sus pasos finalmente la llevaron hacia la tienda de Rylan. Ni siquiera tuvo la educación de pedir permiso, pues ya se sentía en suficiente confianza para entrar en aquel lugar. Cosa que hacía a propósito. Le hizo señas a sus fantasmas que aguardaran el momento exacto para hacerle una broma a chico. Ingresó en el tendal del gitano y sonrió ampliamente, como si de verdad fuese bien recibida.

—Buenas tardes, ha llegado la alegría a la casa del viejo ogro. Hola, Sir Cavernícola Rylan. He venido humildemente a esta cueva a… —Exclamó con evidente sarcasmo antes de quedarse en silencio unos segundos. Esbozaba una sonrisa que era más de quien trama una maldad—. Espera, no sé si eso sea buena idea… No importa, ¡JARRÓN, FUERA ABAJO!

El jarrón terminó rompiéndose en la cabeza de Rylan, la bruja le hizo otra más de sus jugarretas. El lánguido espíritu que había dejado caer aquel objeto en la cabeza del muchacho reía a más no poder, siendo sus carcajadas tan lúgubres que llenaban el lugar de un frío que helaba la piel de cualquiera, menos de Loreena. Ella ya estaba acostumbrada.

—Oye, cabeza hueca, ¿y Monicke? He venido por ella, pienso que necesita mejor ropa. Otoño es hermosamente frío y aunque sea cambiante, es necesario que deba abrigarse. Tú no. Tú puedes morirte de hipotermia en el ártico —dijo Loreena con su acostumbrado tono burlesco, ya preparándose mentalmente para uno de los nuevos reclamos del gitano.
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Mensaje por Rylan Cerny Jue Feb 12, 2015 11:49 pm

Allí empecé una nueva vida con personas que veían quién era yo por dentro, en lugar de fijarse en la criatura quemada que era por fuera.
John Boyne

¿Dónde habían quedado sus días de paz? ¿Dónde quedo aquella barrera a su alrededor que los demás no se termina a traspasar? Aparentemente todo eso quedo en la playa, tirado en la arena de donde el gitano levanto a Monicke para llevarla hasta su hogar. El campamento gitano se convirtió en el hogar de aquella cambiante mal herida y para Rylan, ese fue el inicio del fin de todo lo que hasta esos momentos había conseguido. Y no era que le pesara haber ayudado a Monicke, ni le pesaba aún hacerlo, sino que junto con ella vinieron más personas y esa era la parte que desagradaba un tanto al gitano.

Deméter le confundía cada vez que hablaban y su extrañeza le hacía creer que el mundo estaba verdaderamente loco; aún así, ella no era todo el problema porque en el fondo de los pensamientos del gitano, sabía que ella era inofensiva y hasta se atrevía a creer que le agradaba un poco. Mucho más considerando que también ella se preocupaba por Monicke y que de alguna forma sus pensamientos acerca de la vida y los sucesos no estaba del todo fomentada en una mentira, así que también eso ayudaba a Rylan a ver las cosas de una perspectiva un tanto diferente. Pero así como no tenía problema alguno con Deméter, tenía todos los problemas del mundo con la siguiente mujer que se apareciera como salvadora de la cambiante. Trata de robarle a la bruja que respondía al nombre de Loreena había sido el peor error de la vida de Rylan, algo de lo que se arrepentía diariamente y de lo que tal como se estaba dando cuenta, no podía escapar nunca, a menos que se muriera él o la bruja fastidiosa.

Loreena no era una mujer pasiva como Deméter, quien no se metía con nadie y dejaba que las fuerzas de la naturaleza y la vida se encargaran de todo. La bruja era todo lo opuesto a la gitana, pues se cobraba con creces cada acto u ofensa en su contra. Situación que dejaba al gitano en una terrible desventaja dada su carencia de habilidades mágicas y de hecho, ante los ojos de aquella bruja, él era el villano del cuento en el que se encontraba sumergida la cambiante. La bruja siempre le culpaba de ser él quien causara todas las desgracias que atormentaban a Monicke, cosa que aún no podía comprender Rylan del todo, pues sin importar cuantas veces le dijera que él era quien le salvara de la playa, la bruja se empeñaba en decir que eso era mentira y que se aprovechaba de la cambiante. Quien lo viera desde el exterior podía asegurar aquello, más viendo la carencia de tacto y la manera tan grosera que tenía el gitano de manejarse, sin embargo, la realidad era que se preocupaba en gran medida del bienestar de la cambiante y le molestaba enormemente que nadie pudiera ver esa parte de la realidad, pero cuando se trataba de Loreena, simplemente había terminado por darse por vencido.

No importaba que dijera o hiciera, la bruja se empeñaba en arruinarle la vida. Le molestaba el sueño, las andanzas y hasta las comidas. No tenía un momento de paz real desde que aquella bruja apareciera frente a ellos. Lo bueno de todo aquello, era que a pesar de la desconfianza que sentía, la bruja también se esforzaba por mantener el buen ánimo de Monicke y sobre todo, también la mantenía a salvo así que es valía casa segundo de su fastidiosa presencia. Más ese día, daba igual. Monicke había ido seguramente a ver a Deméter o a la bruja y cuando Rylan llego a su tienda, la soledad y la paz le recibieron. Tanto tenía sin estar un momento a solas y tan necesario le era, que sin pensarlo dos veces fue a tirarse directamente sobre unas mantas y algunos cojines, disponiéndose a dormir un rato; pero todo aquello era demasiado bello para ser real.

Apenas se cerraban sus ojos cuando la molesta voz de la bruja inundo la tienda y los ojos de Rylan se abrieron de golpe para ir a enfocarse en ella. Estaba de más decir que detestaba completamente el apodo que la bruja le diera, pero con ella era simplemente imposible tratar de negociar.
Es demasiado pedirte que dejes de molestar; no eres la alegría de ningún lado, solo eres una molestia más así que largo de una vez bruja – termino sentándose sobre y con los ojos entrecerrados miraba en dirección a Loreena – Tu presencia nunca es buena idea – respondió antes de escucharle gritar lo del jarrón y apenas alcanzo a cubrirse un poco antes de que el jarrón se fragmentara al estrellarse entre las manos y la cabeza de Rylan. Aquella pues, parecía ser la broma por excelencia de la bruja – Maldita bruja… – se levanto de golpe, con la cabeza y las manos doloridas por el impacto – Un día de estos voy a… – se quedo entonces mudo y suspiro. Por más que deseara, aún le era imposible hacer daño a una mujer.

No lo sé, pensé que estaría contigo o tal vez haya ido a ver a Deméter – le miro – Yo salí por algunas cosas y cuando regrese, no estaba – cruzo los brazos y enarco la ceja – Ya quisieras que me muriera, pero no tendrás ese gusto bruja. Es más probable que te mueras tu a que muera yo y si no tienes nada más que hacer, largate – dijo señalando a la salida de su tienda – No necesitamos de tu ayuda y ya le conseguire a Monicke ropa para el otoño – no pensaba dejarse de aquella bruja malcriada. La odiaba, pero con todo y eso no podía dejar de reconocer que todas aquellas mujeres le habían cambiado parte de la vida.
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Mensaje por Loreena Mckennitt Sáb Mar 07, 2015 10:22 pm

Por la desigualdad de dos corazones que palpitan,
Monstruo que en el pulso vibra, inmóvil ante el dolor,
Mientras nuevas emociones, como insólitas barcas
Que a lo largo de las venas trazan su inquietante curso.

—Ella Wheeler Wilcox.




Estaba de más decir que Loreena no era la persona más sensata del mundo, en realidad era terca, rara, astuta y mucha más rara. Ella no tenía problemas con eso, se sentía feliz así, estaba cómoda consigo misma y eso era la importante. Sus únicos amigos eran Vladmiri, Byron y el grupito de espíritus quienes la acompañaban a diario. A pesar de que nunca conoció a su madre y de que su padre siempre se mantenía ausente, Loreena no desarrolló rencor alguno por nadie, pero tampoco podía mantenerse cerca de las personas por el simple hecho de ser empática. Cuando vivía en Irlanda con su tía Amalur, ésta jamás le habló sobre magia y le tenía prohibido al abuelo de la niña hacer mención alguna del tema. Loreena descubrió sus habilidades gracias al fantasma de su primo Quinn y a las extrañas criaturas que solía encontrar durante sus escapadas a los bosques irlandeses. En sus primeros años de vida siempre fue muy distante, no le gustaba estar con otros niños de su edad y prefería estar metida en su propio mundo en vez de soportar las tonterías de otros, actitud que aún mantiene a sus veinte años.

Aunque en un principio, la idea de viajar a París le parecía algo horroroso, fue adaptándose increíblemente bien y todo gracias al apoyo del buen Vladmiri, quien siempre se mantenía a su lado. Las enseñanzas de su abuelo y de la gente que solía acompañarlo, era lo que necesitaba. Agradecía a los dioses que fuera su querido abuelo quien tomara la decisión de llevársela de Irlanda antes de morir de aburrimiento en Irlanda con las insanas etiquetas de su tía y aunque ahora menos que nunca vería a su progenitor, a Loreena no le importaba en lo absoluto, pues tenía todo lo necesario para ser feliz a su manera. Poco a poco fue desarrollando y mejorando sus habilidades y conocimientos e incluso había logrado controlar en partes su empatía en vez de luchar con ella en vano.

Monicke sería, quizás, de las pocas personas que Loreena consideraba parte de su vida y logrando conectarse con ella, se asignó a sí misma la tarea de protegerla y de sacarle sonrisas. La hechicera podía ser muy tosca y ogro, pero cuando alguien le agradaba, solía preocuparse por esa persona y le brindaba una amistad sincera. En el fondo Loreena no era una mala chica, tenía mucha energía para hacer las cosas y su cabeza estaba llena de ocurrencias. Pero tampoco era demasiado tonta para dejarse. En el tiempo en que no supo controlar su empatía aprendió a desconfiar de casi todos los seres vivos y a veces era tanto su terquedad por malas experiencias que no prestaba atención a otras señales importantes de su don. Su abuelo estaba cansado de advertirle, pero ella no hacía caso. Esto era lo que ocurría con Rylan.

Muchas veces Vladmiri trataba de hacerle ver que siguiera a su instinto y que dejara de molestar tan cruelmente al pobre gitano, pero a Loreena le aterraba la idea de confiar en un tipo como Rylan, se empeñaba en arruinarle la existencia cada vez que podía. Aunque ella no lo reconociera abiertamente, era una forma de protegerse y de ignorar las advertencias de su habilidad. Se paseó por la tienda como si se tratara de su propia casa. Les hizo señas a los espectros que la acompañaban para que calmaran sus ansías de hacerles bromas al muchacho. Estos a regañadientes le hicieron caso.

—Ay pero que genio, te arrugarás rápido con tanto coraje que haces por todo —dijo Loreena mientras se miraba las uñas como si fuera algo verdaderamente entretenido y luego volvió su mirada al gitano, desafiándolo nuevamente—. ¿Vas a qué? ¿A echarme una maldición gitana? A ver, estoy ansiosa por ver eso. Quizás seas bueno en algo que no sea robar.

Loreena había tomado una posición firme y no temía en lo absoluto cantarle sus verdades a Rylan por más que éste le dijera las cosas. Ambos se la pasaban insultándose una y otra vez hasta que alguien interviniera para despistarlo o la bruja terminaba ganándole con alguno de sus trucos. Sus ojos se entrecerraron al escucharlo expresarse de aquella manera y más cuando no supo darle razón de Monicke. Si Rylan pudiese ver espíritus, también hubiera notado que éstos hacían los mismos gestos de la bruja e incluso lo regañaban con sus fantasmagóricas miradas.

— ¿Cómo qué no sabes en dónde…? ¿Qué? Oye ogro del mal a mí me mejoras ese tonito de voz o te va a ir peor —expresó la pelirroja acortando toda distancia entre ambos y para peores males, manoteó la mano con la que el gitano le señalaba la salida de la carpa—. ¿Quieres que me vaya? Pues, oblígame. Es más, ni aunque hagas eso me pensaré ir de aquí. Ni mis muertitos ni yo, nos iremos hasta no ver a Monicke.
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Mensaje por Rylan Cerny Dom Mar 22, 2015 8:53 pm

El amor combinado con odio es más podereso que el amor. O que el odio.
Joyce Carol Oates


¿Qué había hecho para merecer aquello? No era el mejor hombre del planeta y su manera de actuar provocaba que cualquiera pensara lo peor de él, pero nada de eso era la verdad. La realidad del gitano estaba para aquellos que se disponían a conocerle un poco más, como Deméter e incluso Monicke, pero con Loreena el asunto era sencillamente imposible, al punto de volverse un terrible infierno para él la presencia de la bruja. No creía demostrarle maldad y si es que en un inicio trato de robarle había sido meramente por la necesidad de tener un poco de dinero para vivir ambos ligeramente mejor, sobre todo lo buscaba para alimentar a Monicke. No era del todo necesario que robaran, ya que Deméter se ofrecía a alimentar a la cambiante, aún así, Rylan no deseaba aprovecharse de la bondad de la gitana y pensaba en demostrar a su manera que también era capaz él de mantener a Monicke. La presencia de la bruja debía ser un castigo de los dioses por algún mal cometido sin que se diera cuenta, o era tal vez la unión de todos los castigos que debiera vivir, juntos en el cuerpo de una pelirroja que amenazaba su vida cada vez que aparecía ante él.

Evito hablar de más, no podía siquiera amenazarle de manera verdadera. Cada vez que una amenaza en contra de la bruja salía de los labios de Rylan, era más bien una broma que una realidad y sin embargo, cuando estaba furioso de verdad y deseaba que ella desapareciera, ninguna amenaza fluía de sus labios. Esa inutilidad que poseía para hacer daño a una mujer, se la debía enteramente a su madre y al gran afecto que sentía por ella, por su recuerdo y por todo lo que ella fue para él. El gitano no podía permitir que en su presencia alguna mujer fuera lastimada por otros y en varios lugares ese había sido motivo de conflictos, sobre todo porque muchos hombres tenían la firme creencia de que una mujer podía ser tratada de cualquier manera, pero para quien fuera criado y amado siempre por una mujer, las cosas cambiaban. Gran parte del conocimiento que como adulto poseía, venía de cierta manera de su madre. Hasta el anhelo de encontrar el lugar al que perteneciera y en donde pudiera mantenerse por el resto de su vida, venía de su madre, de aquello que siempre le aquejaba acerca de sus hijos y lo que habían heredado; algunas cosas parecían no poder cambiarse, pero cuando realmente se intentaba, todo tenía esa posibilidad de cambio.
Nada, deja de enfadarme que planeo tomar una siesta y escuchar tu fastidiosa voz no me permitirá descansar debidamente. Vete Loreena, no tengo ánimos de pelear contigo hoy – termino por decir ya que no planeaba admitir ante ella su incapacidad para herirle o amenazarle.

Suspiraba fastidiado, dando las explicaciones que creía suficientes para hacer que se fuera de una buena vez y le dejara a solad, pero contrario a eso que esperaba, la bruja se mantuvo aún dentro de su carpa, con una expresión que le indicaba a Rylan que su tarde en calma había terminado, así que debía hacerse a la idea de que ya no tendría más descanso hasta que ella se fuera.

No sé donde esta, fui a buscar unas cosas como ya te lo dije y cuando volví no se encontraba, así que no me hagas repetírtelo que es más sencillo que tu lo sepas usando tus poderes así que fuera de aquí de una buena vez – el espacio entre ambos se acorto y la bruja le golpeo la mano, lo que hizo que Rylan negara y rodara los antes de mirarle nuevamente – Bien. No te vayas entonces fastidiosa mujer, quédate tanto como se te de la gana – quien se alejo entonces fue él – Espera a Monicke tanto como quieras, mientras no me fastidies estará todo bien – los pasos de Rylan se dirigían a la salida de la carpa, no pensaba pasar ni un segundo más en aquel lugar donde la loca bruja se encontraba – Como no te largas tu, quien se va soy yo.
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Mensaje por Loreena Mckennitt Jue Abr 30, 2015 9:24 pm

No confío en la dicha de tu fantasma,
Pero en las horas quietas de la noche,
Con un incesante agradecimiento
Te doy la bienvenida, bendito aliento,
Fiel asistente de los humanos deseos.

—Emily Brontë.




Cuando Loreena Mckennitt se proponía hacer maldades en su más alto esplendor, lo lograba. Sus ocurrencias no tenían fin y en compañía de aquellos raros espectros se sentía casi poderosa. Aunque en partes sabía que usar la magia para aprovecharse de otros, la bruja sencillamente se excusaba con que alegrarle el día a otros con pequeñas bromas no dañaba a nadie. Pero Rylan no opinaba lo mismo. La presencia de la pelirroja lo hacía rabiar y eso ella perfectamente lo sabía, por eso se empeñaba tanto en hacerle la vida de cuadritos y con más razón al ver cuando trataba a Monicke con brusquedad y la cambiante no se merecía eso. Loreena estaba consciente de lo mal que la pasaba la muchacha cuando las palabras de otros la golpeaban con brusquedad y eso hacía molestar a la bruja. La chica no era mala persona y tampoco la pasaba bien, por eso la hechicera se valía de cualquier ocurrencia para hacerla sentir a gusto, pero al parecer Rylan arruinaba ese buen humor con alguna de sus tonteras. ¿Cómo puede ser tan bruto en la vida? Se preguntaba Loreena constantemente. Ambos eran como el agua y el aceite.

Ese día realmente tenía como misión visitar a Monicke, pero ya estando dentro de la tienda del gitano y verle tan de mal genio hizo que cambiara de planes. ¿Qué más podía hacer? Estaba más aburrida que una ostra y sólo quería reírse un rato, así fuera de lo mal que la pasaba Rylan cuando Loreena irrumpía en su hogar sin pedir permiso. Eran como dos niños pequeños y eso era lo que le divertía a la bruja. Ella se tomaba muy a pecho la defensa de Monicke y el gitano las bromas de la irlandesa. ¿Y quién no? Si sus bromas más que sanas eran muy pesadas. Era completamente tosca a la hora de tratar a sujetos como Rylan y nada ni nadie la harían cambiar de opinión. O al menos eso creía. Era demasiado confiada.

Bostezó varias veces ante las palabras del muchacho y observaba a sus fantasmas imitar lo mismo. Le acompañaban unos cuatro espíritus, todo de aspecto completamente desagradable, pero a la vez curioso. Todos se mantenían a la expectativa de alguna indicación de la hechicera, quien no hacía más que escuchar con aburrimiento las palabras del gitano.

— ¿Terminaste? Oh miren, los ladrones también descansan. Pensé que el crimen no lo hacía, pero tú eres la excepción. Qué cosas más curiosas tiene la vida —hizo una ademán con su mano a la vez que los espectros imitaban el mismo gesto. Cosa que probablemente Rylan no vería o quizás sí. Aquellos sujetos solían mostrarse cuando les daba la gana y a veces llevaban toda la intención de darle un buen susto a alguien—. ¿Ves? Eres un descuidado… Si le pasa algo es tu culpa. Tuya, tuya, tuya y de nadie más.

Sí, el gitano estaba a punto de salirse de la tienda y Loreena obviamente se lo esperaba. Ella era insoportable, lo sabía y era feliz siéndolo. Pero no cedería tan fácil, no permitiría que el gitano ganara la batalla así nada más. Ella tenía una carta bajo la manga y la usaría. Y antes de que Rylan pusiera un pie afuera de la tienda, los espectros que formaban parte del séquito de la hechicera se abalanzaron sobre él, tomando la corporeidad necesaria para sujetarle desde sus extremidades con fuerza sobrenatural. Lo llevaron de nuevo adentro obligándolo a que se sentara en una silla. Loreena buscó algunas telas y se las pasó para que ataran al pobre gitano hasta dejarlo inmovilizado en el asiento.

— Uh, ¿no qué ya te ibas? ¿Qué haces ahí sentadote? —Se burló la bruja mientras se paseaba de un lado a otro con una sartén en las manos—. Entonces, ¿usted afirma que no sabe nada de Monicke? ¿Cuándo fue la última vez que la vio? Silencio, jurado… —Hizo un ademán a los espíritus quienes fingían ser el jurado de todo el teatro que había armado Loreena—. Tenemos en detención a Sir Cavernícola Rylan por la extraña desaparición de Monicke Austerlitz. Él jura por su papa que no tiene nada que ver y por eso finge demencia. Delito muy grave por estos lares. ¿Aún sigue afirmando que no sabe nada de la cambiante o tendremos que darle con el Mjolnir por la cabeza para que recuerde? —Agitó la sartén varias veces, siendo este objeto el sustituto del famoso martillo del principio del tiempo. Todo se trataba de una parodia de la bruja, era más que evidente.
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Mensaje por Rylan Cerny Miér Jul 01, 2015 1:25 am

Era mi vida: como todas las vidas, misteriosa e irrevocable y sagrada.
Cheryl Strayed

Era bruto por naturaleza y nadie podía cambiar eso. La manera en la que cuidaba de Monicke y le decía las cosas estaba lejos de ser la más adecuada pero era la que conocía el gitano y por ende, la que podía ofrecer a la cambiante; todo eso sin embargo, era mal visto por la bruja, quien no perdía la oportunidad de reprenderle, recordarle que era una mala influencia y por supuesto, hacerle notar que lo odiaba. Rylan estaba cansado de tener que verla, de repetir palabras que ella no se dignaba a aceptar y de no tener paz ni siquiera en su propia carpa. Loreena llegaba cuando se le daba la gana y no se tomaba la molestia de saber si era bienvenida además de que se tomaba libertades que no le correspondían al momento de tratar al gitano, por eso era que estaba agotado y harto de la presencia femenina. En más de una ocasión se había sentido tentado a terminarse yendo de París, llevándose a Monicke con él y si no lo hacía, era porque eso sería terminar haciendo todo lo contrario a lo que Rylan se había prometido a si mismo; tener un lugar al cual llamar hogar.

Rodó los ojos y cruzó los brazos, no cabía la menor duda de que ese día sería tan terrible como todos aquellos en los que la bruja llegaba de visita. Loreena no dudaba en llamarle ladrón, en recriminarle el estado de Monicke y otras cosas de las que no tenía culpa alguna, pero es que ella no pensaba en que la vida del gitano era muy diferente a la de ella. Desafortunadamente no tenía la posibilidad de mantenerse de una manera adecuada si no es que robaba y si bien en muchas ocasiones pensó en conseguir un trabajo digno, para los gitanos no era sencillo lograr que se les diera empleo, todo debido a las historias que les rodeaban.
Sabes bien que soy un humano normal, así que necesito tanto descanso como cualquiera – suspiró – no me trates como si fuera algo raro – y aunque lo decía, de antemano era consciente de que sus palabras no cambiarían nada para aquella intrusa – ¿Mi culpa? – enarcó la ceja y termino por reírse de lo que le decía aquella bruja – Yo ni siquiera he estado aquí, no le he dicho que fuera a ningún sitio ni que haga nada, así que no sé como puedo ser yo culpable de que le vaya a pasar algo cuando ha sido ella quien ha  salido fuera por su propia voluntad – increíble le resultaba que sin importar lo que sucediera, Loreena siempre encontrara la manera de culparle y peor aún, de hacerle sentir ligeramente culpable pues aunque no siempre lo decía, las palabras de la bruja le dejaban pensando.

Hartó de toda la situación fue que finalmente se decidió a salir y fue antes de poner un pie fuera de la carpa que su cuerpo fue arrastrado de regreso hasta el interior. No era necesario que ser un genio para saber que la bruja estaba pidiendo ayuda a sus fantasmas acompañantes (como usualmente lo hacía).
Pero que demonios te sucede – dijo al verla llevando algunas telas con las que posteriormente fue inmovilizado y mientras eso sucedía, él no dejó de mirar con molestia en dirección a Loreena. Si tanto le odiaba, si tan poco toleraba que se encontraran ¿Por qué le obligaba a quedarse en aquel lugar? ¿No era mejor que saliera a buscar a Monicke por su cuenta? La mente de la bruja era un completo misterio – ¿Estas demente Loreena? Déjame ir que tengo muchas mejores cosas que hacer que verte – no se lo decía pero lo que pensaba hacer el gitano al irse era buscar a Monicke; esa cambiante estaba tomándose demasiadas libertades que el gitano no le había permitido en un primer lugar y si la encontraba pronto aprovecharía también para expresarle la molestia que le generaba la amistad que mantenía con la bruja aquella, esperando que así la alemana hiciera algo para mantener alejada a la irlandesa de él, aunque fuera un poco.

Bufó de frustración al escucharle hablar. Estaba nuevamente metido en los juegos tontos de aquella mujer que se sentía la salvadora de los pobres y desamparados.
Fastidiosa que eres, deberías conseguirte una maldita vida en lugar de estar fastidiando la de los demás – movía su cuerpo tratando de escapar, mientras que sus ojos seguían cada uno de los movimientos ajenos, esperando el momento en que a aquella salvaje se le ocurriera impactar la sartén que cargaba en alguna parte de su cuerpo. – Ya te dije que no se nada de ella y la última vez que la vi fue esta mañana, cuando desperté y salí a atender algunos asuntos que no tengo que detallarte porque no te interesan – suspiro y agacho la mirada, su vida era un completo desastre cuando aquella mujer hacía sus apariciones – ¡NO SE NADA DE ELLA! – grito levantando el rostro, ese que denotaba la cólera que sentía al no poder moverse y salir de aquel lugar  – No voy a mentirte solo para que me dejes libre, pero igual deberías dejarme ir. Ponte a hacer algo más útil y sal a buscar a Monicke con ayuda de tus fantasmas o comenzare a pensar que vienes de visita solo para fastidiarme a mi y no para verla a ella – soltó aquellas palabras con una mueca de desagrado, tratando de que lo que decía sirviera para convencer a la salvaje de que era inocente aunque eso, lo dudaba bastante.
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Mensaje por Loreena Mckennitt Miér Ago 26, 2015 11:34 pm

Nunca he podido apegarme a las cosas nuevas y crudas,
Pues vi la primera luz en una ciudad antigua,
Donde los tejados apiñados descendían desde mi ventana
Hacia un puerto pintoresco, rico en visiones.

—H.P. Lovecraft.




Sí, Loreena era molesta, impertinente, fastidiosa y poco le importaba, ella era feliz siendo así. No le importaba en lo absoluto lo que pasaban los otros sobre ella. Cuando se proponía a hacer algo, lo hacía sin que nadie se lo impidiera. Fastidiar a Rylan estaba a la orden del día, la manera en que aquel se enojaba y se alteraba, causaba mucha gracia en la bruja, pues mientras más perdía la paciencia, ella se animaba más a molestarlo. Quizás era una manera para que el gitano aprendiera a tomarse las cosas con más calma, sin estresarse tanto. Al fin y al cabo, la vida era una sola y a pesar de los obstáculos que pudieran surgir en el camino, siempre se tenía que seguir hacia adelante.  Esa idea era la que rondaba en su mente cada vez que pensaba en Monicke.

Loreena era empática, aquella habilidad la había desarrollado desde muy chica, muy pocas personas lo sabían. En un principio sentía que era un mal terrible tener que conectarse emocionalmente con otros individuos, pero con el tiempo se dio cuenta que no tenía que ser así. Podría defenderse de las personas e incluso entender un poco más a quienes la rodeaban y saber qué hacer en el momento justo sin lastimar a nadie. No era mala chica, sólo tosca y un tanto bruta. Le costaba muchísimo relacionarse con las personas, tal vez ese era su mayor problema. Sin embargo, cuando se prometía a sí misma ayudar a alguien, lo hacía sin esperar nada a cambio, o bueno, si esperaba algo y ese algo eran sonrisas. Cuando conoció a Monicke, Loreena se las ingenió para brindarle un poco de paz a sus males, podía sentir su sufrimiento y se preocupaba, por ello le indignaba la manera en que Rylan la trataba. Era consciente de que tenían que sobrevivir de alguna manera, sí. Pero eso no incurría a que tuviera que tratarla mal, ya demasiado había sufrido la cambiante.

Continuó andando de un lado a otro con la sartén en las manos, sus espíritus esperaban pacientemente alguna orden suya mientras cuchucheaban entre sí y luego observaban al pobre muchacho y se reían de su pésima suerte. Las palabras de Rylan no afectaron en lo absoluto a Loreena, ya prácticamente era inmune a sus insultos. Se detuvo nuevamente frente a él y le puso la sartén sobre la cabeza.

—Sí, estoy demente y hago sonidos de pavo real —dijo con seriedad, imitando luego, al sonido de un pavo real. Obviamente se estaba burlando del gitano—. Cierto, cierto... Cosas como robar a las pobres ancianitas en la plaza —le pegó despacio con el sartén sin aplicar mucha fuerza, tampoco quería hacerle daño.

La hechicera terminó alejándose nuevamente de él, los fantasmas la siguieron con la mirada. Meditaba sobre el posible paradero de Monicke, pero algo le decía que la cambiante estaría bien, así que ignoró las quejas del gitano y bostezó.

—Es que contigo no se puede, ¿por qué te amargas tanto? —Preguntó al girarse y virar los ojos en una notable mueca de fastidio. Acción que imitaron sus acompañantes espectrales—. Hombre, mirate, eres joven y ya pareces viejo cascarrabias. Ni mi abuelo es tan gruñón como tú y de eso que es todo un viejito veterano... ¿Alguna vez has sonreído? ¿Has disfrutado de la vida tal y como debe ser? No me creo salvadora de nadie, pero es indignante ver como tratas a Monicke. Muy bien por querer ayudarla, sí. Aún así, no es la forma correcta de hacerlo, ella ha sufrido mucho —espetó, haciendo una breve pausa antes de continuar y cruzarse da brazos—. No preguntes cómo, sólo lo sé. No necesito conocer a una persona de años para saber quién es y esas bobadas que dice la gente allá afuera. Si realmente quieres ayudarla, empieza por ti mismo. Es que no me cabe en mi cabeza de alcornoque que te empeñes a estar regañándola hasta porque respire...

Los fantasmas que acompañaban a Loreena se quedaron sorprendidos al verla decir todo aquello, normalmente ella era muy terca con ciertas cosas, pero esta vez, había dejado su orgullo a un lado y eso era algo que muy pocas veces habían visto en la pelirroja, así que, sin más, aplaudieron. Uno hasta se acercó a desatar a Rylan, pero Loreena lo detuvo antes.

—No, no, déjalo así. Es su castigo por bruto... —Todo aquella seriedad de hace unos minutos se derrumbó. Un pesado suspiro surgió de los cuatro espíritus ahí presentes—. ¿Qué? No me miren con esos ojos. Saben que tengo razón, además, no ha terminado el juicio, digo la visita o lo que sea.

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Mensaje por Rylan Cerny Jue Oct 15, 2015 9:25 pm

Estoy bien jodido.
Esa es mi considerada opinión.
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Maldita bruja loca del mal, que no hacía más que alterarle los nervios y arruinarle la vida con su presencia. ¿Por qué era castigado de aquella manera? Si lo único que había hecho fue decidir ayudar a Monicke a que sobreviviera. Rylan no podía comprender porque es que ambos parecían tolerarse tan poco y quizás era porque en el fondo, ambos eran parecidos y si bien el gitano aseguraba odiar a la bruja, la realidad es que el odio estaba muy alejado ya que solo era desesperación. Para el gitano la vida tenía que ser de una determinada manera, le gustaba la libertad y no estar atado a nadie pero siempre se preocupaba de más por algunas cosas y era muy complicado cambiar su manera de pensar; por el contrarió, Loreena se tomaba todo con calma, con una diversión casi infantil y sumamente boba que no hacía más que frustrarlo. Por ejemplo el que ella estuviese ahí planeando molestarle en lugar de que saliera a buscar a Monicke. Para la bruja las prioridades llevaban un orden diferente al de Rylan y no por ello eran menos importantes que las del gitano.

Una sonrisa de medio lado apareció en sus labios cuando la escucho imitar a un pavo real.
Eres el pavo real más feo que he visto en mi vida y si… – le miro frunciendo el ceño – Tengo que robar ancianitas, ¿Algún problema con eso? – no pensaba realmente robar ancianas, pero con el pasar del tiempo y conociendo a Loreena, sabía que llevarle mucho la contraria solo acarrearía problemas para él. Sus ojos se cerraron al ver como movía el brazo y un suspiro de alivio salió de sus labios cuando fue golpeado levente con la sartén aquella – ¿Ya puedo irme? – preguntó entonces abriendo nuevamente los ojos y enfrentándose a la mirada de la irlandesa.

Lo que Loreena tenía para decirle le dejo perplejo. Por primera vez desde que tratara con ella, la bruja se dignaba a decir algo que sonaba adulto y centrado, aquello era simplemente increíble, tanto que Rylan termino por soltar una sincera carcajada, nada de sus sonrisas orientadas a hacerla molestar y mucho menos las sonrisas burlescas que solía darle a la bruja.
Si, algunas veces, en ocasiones como esta suelo sonreír – su mirada se enfocaba en la ajena – y si no soy como todos quieren que sea, es porque así he sido siempre. Yo no puedo dejar de ser amargado y cascarrabias, así como tu no puedes dejar de ser divertida y toda una justiciera, aunque digas que no lo eres – y entonces la sonrisa en su rostro desapareció y sus ojos fueron a un punto alejado de ella – La manera en la que le he ayudado es la única que conozco para hacerlo. Lo siento si es que no les parece lo que he hecho, pero nada ha sido con intención de dañarla. De no apreciarla nunca la hubiera traído a mi hogar en primer lugar – sus palabras eran completamente sinceras – También yo sé que ella ha sufrido mucho y precisamente soy duro con ella porque no quiero que vuelva a caer en garras de alguien que trate de matarla. Para todos ustedes es fácil mimarla y hacerle sentir que es una victima, eso no va a ayudarle en el futuro. Monicke es fuerte, es más fuerte que todos nosotros pero necesita encontrar esa fuerza y yo he tratado de ayudarle a eso.

Y apenas por una fracción de segundo creyó ingenuamente que todo aquello había terminado y que podría ser libre, pero no, Loreena no era tan fácil de convencer y para muestra era que le amenazaba con que seguiría su juicio.
¿Qué más quieres de mi? – pregunto fastidiado de aquello. Ella quería que dejara de ser un amargado, pero definitivamente no dejaría de serlo atado a aquella silla.
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Mensaje por Loreena Mckennitt Vie Dic 11, 2015 3:18 pm

—Ay sí, muy feo, pero igual te reíste, cabeza de chorlito —refutó con su tono acostumbrado—. Y no, todavía no te vas...

Estaba realmente empeñada en seguir molestando a Rylan, sólo por querer hacerlo, ni siquiera tenía razones válidas para estar ahí. Pero Loreena a veces no pensaba en las cosas que iba a hacer, no planificaba nada y se dejaba llevar por las emociones, lo que muchas veces le acarreó suficientes problemas como para que madurara. Sin embargo, no lo hacía y no era por falta de comprensión, sino por terquedad y quizás, exceso de confianza de que todo marcharía bien y extrañamente así ocurría. Desde que había pisado suelo parisino y la convivencia junto con su abuelo y primo, Loreena había fortalecido más su carácter, pues tenía la libertad de hacer lo que quisiera sin seguir etiquetas que siempre se le hicieron muy absurdas.

Se movió de un lado a otro, jugando con la sartén, fingiendo interesarse por las palabras del joven. Pero la verdad no, sólo quería fastidiarlo y no andaba en sus cabales como para seguir haciéndose la seria o al menos eso creía. Pero aquella risotada por parte del gitano, lograron alejarla de seguir dando sus mejores discursos y no pudo evitar virar los ojos ante el gesto del muchacho, quien sin más decidió responder.

Los espíritus se quedaron perplejos observando a Rylan mientras éste hablaba y luego se dirigieron a Loreena, quien siguió jugando con la sartén desinteresadamente. Lo estaba escuchando, pero quería hacerse la idea de que él jamás había dicho eso.

—Ay, ay, ay, ¿qué pamplinas haré contigo? O sea, escúchate, a ver si prestas más atención a tus acciones. Sí, es verdad, es muy fuerte, pero también insegura y te digo que nadie aprende a los gritos y no te excuses diciendo que es porque es la única forma que conoces de tratar a las personas —le dijo cruzándose de brazos—. Sí, ya sé, tus intenciones nunca han sido malas, hasta ahí lo comprendo. No cualquiera es capaz de tomar a una persona en estado lamentable y cuidarla como si fuera parte de su familia. Sin embargo, tú lo hiciste. Pero el daño interno no se repara con facilidad... Las heridas superficiales desaparecen, las internas, muy poco, sólo terminan dejando cicatrices. ¡Claro! Esas cicatrices pueden borrarse, pero va a depender tanto de nosotros mismos como de aquellos que nos apoyen. En estos momentos, tú eres lo único que tiene, la única persona en la que puede confiar... No lo arruines, Troglodita. De ti dependerá que ella se sienta más segura con todos y que no ande temblando cada vez que le hablen.

Loreena frunció el ceño y se quedó pensativa, se sorprendía de sí misma, pues era de las pocas veces en las que pensaba realmente con sensatez y no andaba dando saltos en cada esquina. Respondía a algo de manera lógica porque le nacía. Desde que aprendió a aceptar su empatía, sus respuestas solían volverse una retahila de cosas; fingía demencia cuando le convenía y evitaba ser coherente lo más que podía. Era, tal vez, una forma de protegerse de los demás. Pero con Rylan no fue necesario, porque extrañamente, a pesar de que el gitano fuese un amargado, Loreena se sentía segura siendo ella misma.

Observó al chico en la silla, esbozó una sonrisa maliciosa y volvió a colocarle la sartén en la cabeza.

—Sólo te liberaré mediante juramento...

Una vez más, estaba haciendo de las suyas, a pesar del rumbo que tomaban las cosas. Los espectros presentes en el lugar no hicieron más que virar los ojos y cubrirse en rostro con sus manos languidas. Loreena resultaba imposible algunas veces.
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Mensaje por Rylan Cerny Miér Dic 23, 2015 11:57 pm

¿Qué más quieres de mi Loreena? Vamos… sinceramente no tienes nada más que hacer que venir a molestarme – La insistencia de la bruja por permanecer ahí comenzaba a hacer que Rylan se cuestionase sobre las verdaderas intenciones que tenía ella para con él, sin embargo, deshecho esas ideas casi tan rápido como llegaron a su cabeza. Era poco probable que entre la bruja y el gitano pudiera existir una relación que fuera más allá de la hostilidad y molestia que ambos profesaban por el otro. La manera tan seria en la que la bruja iba de un lado a otro, agitando la sartén le daba un aspecto entre terrorífico y cómico que le saco una sonrisa a Rylan, llevándolo a cuestionarse seriamente en todo el mal que hizo para recibir a alguien como Loreena en su vida. La bruja no siempre solía hablar incoherencias y tampoco era que siempre actuara como una chiquilla imprudente, sin embargo, esa era su manera de actuar la mayoría de las veces que estaba cerca de Rylan.

Rodo los ojos al escuchar como comenzaba ella nuevamente con el sermón. Loreena debía darse cuenta de que no llegarían a ningún sitio si continuaban discutiendo. Ella siempre tendría razón a su manera y de la misma forma sería con él, así que solo terminarían agotándose y más fastidiados de lo que estaban en esos momentos.
Yo hago las cosas como me da mi gana y tu las vez como te da la tuya, así que en lugar de estarme reprendiendo siempre, solo trata a Monicke como a ti se te venga en gana y deja que yo haga las cosas como sé hacerlas. No te metas más conmigo y yo no lo hare contigo así que, libérame de una buena vez y lárgate a hacerle la vida molesta a alguien más – la miro sacudir el sartén de un lado a otro – Todo lo arruino, tu todo lo sabes… si, si… ahora, libérame – estaba harto de hablar con ella, tenía mejores cosas que hacer como buscar a la cambiante y eso no sería posible si es que la bruja insistía en tenerlo en contra de su voluntad en su propia carpa. Era además grosero de parte de Rylan estarle hablando así a la bruja, pero ninguno iba a entender así que lo mejor era que siguieran con sus cosas y no se fastidiaran más, al menos ya no durante ese día.

La sartén en la cabeza de Rylan le hizo observarla con molestia. ¿De verdad Loreena estaba tan empeñada en hacerle la existencia miserable? Ante la posibilidad de continuar mucho más tiempo atado a aquella silla, el gitano se removió con brusquedad, sin apartar la mirada molesta de la bruja de cabellos rojizos.
¿Qué demonios quieres ahora? – fue lo primero que respondió al escuchar sobre el juramento que le otorgaría su libertad – ¿Qué se supone que debo jurarte para que me dejes ir de una buena vez? – el tono de su voz fue algo burlesco al preguntar eso, pero no le importo para nada – Porque espero que sea algo realmente bueno, de otra forma… no te jurare absolutamente nada – Rylan estaba molesto y desesperado por poder salir de aquel lugar y liberarse de la presencia femenina pero no era un idiota, así que debía saber que era lo que deseaba Loreena que jurara y dependiendo que tanto le conviniera aceptaría o se haría a la idea de pasar unos cuantos días más atado a aquella silla.
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Mensaje por Loreena Mckennitt Vie Feb 12, 2016 12:49 pm

La situación tenía toda la pinta de parecer un juego. La bruja se paseaba de un lado a otro con la sartén en sus manos, fingiendo estar pensativa. Pero en realidad no lo estaba, su cabeza era un lienzo en blanco y prácticamente se estaba dejando llevar por sus impulsos de idiotez. Los espíritus le seguían con la mirada, a la expectativa de cualquier nueva petición; aunque, se esperaban cualquier cosa imprudente por parte de Loreena. ¿Y qué podían hacer? Esa era su forma de ser. Así la apreciaban y se preocupaban por cuidarla lo mejor que sus esencias les permitía. La habían conocido desde que era una chiquilla y de cierta manera, esa energía que desbordaba, contagiaba a cualquiera. Incluso, su abuelo solía compararla con algunos seres elementales, dada la manera infantil con la que solía actuar Loreena en muchas ocasiones.

Todo aquel conocimiento acerca de la muchacha, los hizo resignarse a la idea de ver "sufrir" al gitano, hasta que vieron como la hechicera se detenía, con ambas manos en la cintura y el semblante serio. Pero lo que haría a continuación sólo los hizo bajar la mirada y susurrar palabras en su propio idioma.

—Yo hago las cosas como me da mi gana... Blah blah blah. Libérame porque soy gruñón y rebelde —le imitó de manera burlona, terminando por bufar y mirarle con los ojos entrecerrados—. Y sí, tú todo lo arruinas... Tú todo lo dañas. Eres más bruto que yo y mira que pensé que nadie me superaría en eso. Pero, ese no es el caso. ¿Y ustedes qué? ¿Están de mi parte o de parte de este ogro?

Señaló al muchacho con la sartén, mientras miraba de manera inquisitiva a sus espectros.

Estaba empeñada en desquiciar a Rylan, de eso no cabía duda. Fastidiarlo se había convertido en parte de su rutina diaria, ¿y cómo no hacerlo? Si él le daba motivos suficientes para que siguiera arruinando su paz y Loreena era experta en eso. Mientras más le llevaba la contraria, ella más molestaba. Era un juego de nunca acabar, el gitano lo sabía, pero lidiar con Loreena no era tarea sencilla. Siempre buscaba la forma de continuar con sus bromas y no dar su brazo a torcer.

—Ya, ya... Deja de gruñir, que no traje galletas para perros —se burló—. Ahora, seriedad en el jurado por favor —dijo, haciendo un ademán con sus manos, sin soltar la sartén en ningún momento—. Voy a ser honesta... Dije lo del juramento porque no se me ocurrió otra cosa. Surgió de lo más profundo de mi corazón.

Esbozó una amplia sonrisa, con todo el descaro que ese último comentario tenía. Pero, aunque se escuchara estúpido y de seguro haría rabiar a Rylan, era verdad. Loreena no tenía ni idea de qué le podía pedir al gitano. Su mente se había reseteado de un momento a otro y ya no se estaba tomando nada en serio. Y eso no era nada bueno...

—Pero siempre se me puede ocurrir algo, ¿verdad que sí? —Continuó con una amplia sonrisa en sus labios, al mismo tiempo que alzaba las cejas—. Es más, como soy tan buena, pero tan buena samaritana... Voy a llevarte de paseo. Y hablaremos sobre la vida, el mundo, la naturaleza, la gente fea y la gente bella, ¿qué dices? No, no digas, Mejor nos vamos antes de que cambie de opinión.

Los ojos de los fantasmas se abrieron por completo. Miraron a Rylan y luego a Loreena. No podían creer que la hechicera fuera tan ocurrente y aún peor, tomara decisiones sin pensárselo dos veces. Echó un vistazo afuera de la carpa y al no ver a nadie por los alrededores, se dirigió a sus espíritus:

—¡A la carga mis valientes! —Exclamó—. Traigan al costal de papas, que nos vamos a cazar mariposas por el bosque. Y un, dos, tres... Y un, dos, tres.

Empezó a marchar como lo haría un miembro de la milicia. Atrás, le siguieron sus fantasmas, quienes llevaban cargado al gitano, como si se tratara de un ataúd.

Pobre Rylan, él no había hecho nada para merecer semejante tortura.
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