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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Calcabrina Lun Feb 09, 2015 11:18 am

“La muerte, como el odio, esparcirá tu cenizas a lo largo de la línea de la vida”


El tiempo carcelero me había provocado una irremediable perdida del espacio. El cuerpo y el alma de Erinna, tan oscura y plagada de expresiones que no recordaba me volvían loco. Ansiaba poder tener mis memorias en perfecto estado, en mi poder por completo para así poder llevar a cabo todas las verdades que existían de mi eternidad. Esa que iba paseando de siglo en siglo. Me habían dicho que la primera vida nunca se podía recordar por completo. Pero yo no me daría por vencido. Esa vez sería diferente. Con ella a mi lado a tan temprana edad podría hacerlo. Saborearía cada parte de su esencia y al final traspasaría mi alma a un cuerpo nuevo antes de que la edad haga efectos en mí. Porque ahora no era un simple demonio en cuerpo humano. Tenía el don de la hechicería más poderosa de todas e iba a sacrificar más de mil almas con tal de estar junto a ella los casi doscientos años que Graffiacane podía vivir. 
Me relamí los labios cuando aquella mañana los sueños desastrosos y dolorosos no habían estado en mi cabeza. ¿Buen humor? Algo así, era un hermoso día, lluvioso con los granizos cayendo a cantaros y los bulliciosos rayos caían con la compañía de los relámpagos, esperaba que se mantuviese así. Observé por la ventana que aún estaba completamente hermética para que no pudiese escaparse tan fácilmente aquel cuervo con el que estaba intentando convivir. Hice crujir mi cuello y con los dedos gruesos cabalgando sobre el borde de madera dejé volar una sonrisa descarada. Hoy era un día especial, me reuniría con Cagnazzo, aquel con el que había compartido gran parte de mi despertar. Pues se suponía que él iría a Roma antes que nosotros y aquel hermano sobreprotector que estaba dentro del demonio también quería despertar y luchar por lo que era mío.


Con el traje impecable me dediqué a salir del lugar, siquiera una palabra fue dicha pues no deseaba comentar a dónde iría. Y claro que los esclavos no se atrevían a ser curiosos, pues tan solo una mirada y elevarían mi libido para hacer con aquellos cuerpos lo que mis manos quisieran. Hacía casi un mes que ninguno fallecía en mis aparatos. Y se lo debían a que había estado demasiado preocupado por encontrar a Erinna. Y lo había hecho, por supuesto.  Pero el mismo tiempo era el que había pasado de no experimentar nuevos hechizos, cosa que me molestaba, mi poder no estaba suficientemente incrementado y sabía que gran parte de ello se debía a mi Ouroboros que de alguna manera servía como sello protector para que mi cuerpo no termine por romperse. Pues eso es lo que éramos, simples frascos que no eran lo suficientemente fuertes para aguantar nuestra verdadera naturaleza. Ahora con mis manos en los bolsillos, el carruaje me dirigía a la mansión acordada. Él se sorprendería de no ver a la muchacha conmigo, más mi rostro inmaculado y su buen conocimiento sobre mi persona lograrían descifrar que había cumplido mi misión. La entregaría cuando el queridísimo Papa nos llamara a todos. A eso ya no tenía escapatoria, ni aún si quisiera desaparecer con ella por toda esa vida, mi propio demonio interior iba a negármelo. Pues era mi destino combatir a los puros ángeles de Agartha y de solo pensarlo el placer me recorría hasta mis zonas erógenas y mis ojos se lubricaban en lujuria y sadismo. Solo uno de ellos no me alcanzaría para satisfacer mi hambre.


Apreté con mi mano la rodilla derecha y cuando aquel móvil se detuvo me bajé con instantánea rapidez, dirigiéndome a la puerta, en principio la abrí por mis propios medios, luego hice resonar la madera con el puño cerrado. Podría haber salido a buscarlo, pero más prefería que él viniese a mí. Después de todo tenía algunas preguntas sumamente incómodas para hacerle. Como qué eran esos rumores de Belial que tanto deambulaban por nuestra coartada. Mi rostro no llevaba sonrisa y tampoco insatisfacción, pero sin duda tenía la curiosidad plagada. El deseo de hacer que cometa un error, de sucumbirlo a la herejía no se iba siquiera con aquellos que eran de mi misma calaña. — Aparece de una vez, Cagnazzo. — Murmuré sabiendo que él podía escucharme. Era un ser de la luna después de todo, sus habilidades eran mucho más sobrehumanas que las mías. Aunque no había nacido con ello, era un humano maldito. Tal como Malacoda, quien tenía la vida eterna gracias a una majestuosa mordida. Patético. Pero al menos tenían algo que yo no. Una vida más larga y la fortuna de poder tener más tiempo para recordarlo todo.  


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Mensaje por Cagnazzo Lun Mar 23, 2015 10:44 pm



Di, extraño, ¿cuál puede ser tu prisa
o cuál puede ser tu recado?
¿Quién y de dónde te envían,
o di qué noticias me traes?
—John Stagg.

—Thomas Gray.


El silencio le consumaba los oídos, era un zumbido terrible que surgía entre las sombras de la residencia en donde ahora debía permanecer, al menos durante un tiempo, antes de volverse nuevamente a Toulouse. Cagnazzo había viajado a París por órdenes estrictas de Gian Pietro Caraffa y aunque el licántropo fuera su consejero en la cofradía de Los Custodios, también debía cumplir otras misiones extras afuera de los Estados Pontificios y también encargarse de sus deberes políticos, pues su cargo de Cónsul así se lo exigía. Pero por ahora, estaba más concentrado en sus obligaciones como demonio que en otra cosa.

El licor en aquel vaso de cristal parecía perder sus atributos volviéndose simplemente un agua amarga que quemaba la garganta. La proximidad de la luna llena le impedía disfrutar muchas cosas y aunque durante sus dedicados estudios alquímicos logró controlar un poco su ácido humor, cuando la bestia escapaba de su jaula, era casi imposible controlar su furia. Había rechazado hasta no hace mucho una invitación del mismísimo Caraffa, explicándole las razones por las cuales debía aguardar un poco más en París antes de volver a Roma. Ciriatto, es decir, Belial estaba en las mismas condiciones y ninguno de estos demonios se arriesgaría a invocar semejante maleficio en un lugar en que debía prevalecer la discreción. El Papa comprendió aquello a pesar de su genio terrible y siendo un hombre que no dejaba nada al azar, prefería no arriesgar nada y permitirle a Cagnazzo ausentarse durante el tiempo que necesitara para recuperar sus facultades.

Se había encerrado en su despacho durante horas, ordenándole a la servidumbre que ni se atrevieran a perturbar su paz, a menos que fuera estrictamente necesario. La calma que le brindaban aquellas cuatro paredes y la oscuridad que le rodeaba le permitían distanciarse de los malestares propios de su condición lobuna. Había comprendido que mientras estuviera en armonía, su alma demoníaca y la bestia que combatía insaciable con ella, se mantendrían en sana tregua. Cagnazzo era de los que sabían controlar su temperamento, aunque a veces éste amenazaba con salirse de su cauce. Con el pasar de los años, desde que era un humano común, aprendió a conservar la diplomacia en sus actos, evitando por todos los medios dar un paso en falso sobre tierras inseguras. Él tenía que estar seguro de que el territorio que pisara fuera lo suficientemente estable, por eso en cada misión, podía volverse tan obsesivo y oscuro que en varias ocasiones Malacoda tenía que intervenir. Ahora que había encontrado a Ciriatto y saber que ésta era un ser como él, le dificultaba el trabajo tanto como la desaparición de su hermana Erinnia.

Se preguntaba por el paradero de Erinnia, desde que Malacoda reveló todo acerca de la condición de cada uno y quienes eran realmente, ella sin dar señal alguna, desapareció. Ya habían pasado casi diez años desde la última vez que la vio y sin embargo, Helié sabía que la cambiante estaba más cerca de lo que pensaba. Pero cuando pidió a Malacoda encargarse de la búsqueda de Graffiacane, éste se negó y encargó la labor a Calcabrina. El vampiro confiaba en el hechicero, pues su esencia demoníaca lo llevaría directamente hasta la cazadora de almas. A Cagnazzo le preocupaba, siempre fue muy cercano a Erinnia y la conocía perfectamente, tanto como a Calcabrina. Pero eso se volvía un tema en el que no quería involucrarse demasiado, confiaría en que su compañero diera con Graffiacane. Eso era más que suficiente. Ahora su mente se centraba en Belial Marcovic, ¿qué hacer con ella? Su esencia no había despertado por completo y eso no pintaba nada bien. Le traería dolores de cabeza, tanto como los golpes al otro lado de la puerta.

—Adelante… —Dijo en voz alta, sabiendo que se trataba de uno de los criados. Éste entró con cierto temor, dirigiéndose a su amo. A pesar de las advertencias del licántropo, el mozo no dudó en advertirle sobre quien ahora le esperaba en el vestíbulo—. Ya veo, deja, yo me encargo.

Cagnazzo no se esperaba la visita tan reciente de Calcabrina y menos que estuviera solo. En la última conversación que tuvieron, le pidió que trajera a Erinnia consigo y si realmente dio con ella, éste le defraudó. El licántropo se encontraba en un estado en que no se le daba la tolerancia tan bien como otras veces, pero trataría de mantener su postura serena el tiempo que fuera necesario. Luego de haber despachado a su criado, se puso de pie y echó un último vistazo a través del ventanal del recinto, que permanecía cubierto por una gruesa cortina de color carmesí. Aún llovía, era un día completamente fastidioso y esperaba que no lo fuera más. Un pesado suspiro escapó de sus labios y antes de dejar pasar más tiempo se dirigió con parsimonia hacia el primer piso para recibir a su nuevo visitante.

—Debo confesar que no esperaba que fueras a regresar tan pronto… Calcabrina —declaró al momento en que se hallaba en el vestíbulo, mostrando aparente calma—. Mi buen amigo, se suponía que al momento de que visitaras mi morada no vendrías tan solo y no, no me refiero a tu séquito de espíritus.



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Mensaje por Calcabrina Sáb Mar 28, 2015 12:15 pm

“Las llamaradas se encienden con el grito del alma”


El cuerpo y el alma de Graffiacane aún hacían eco en mi mente a cada paso que daba, su perfil silencioso cuando solo se hallaba dormida, sus ojos claros y maquiavélicos. Me sacaba de quicio y al mismo tiempo enloquecía aquella sexualidad que tan escondida tenía. Todo ello, me impedía por completo aceptar dársela a otra persona, por más hermano de sangre que él fuese, Cagnazzo era uno más para mi visión, aun cuando era lo más cercano a un amigo que tenía. Nada de eso importaba a la hora de tratarse de aquel Ouroboros que estaba enganchado en mi interior. Me pertenecía y no había una pizca de parsimonia que pudiese combatir contra ello. Mi rostro estaba duro, como si lo hubiesen tallado a punta de estaca. Con los brazos cruzados y la vista altiva hacía los detalles de la casa, tan simple, tan de clase alta. Él era la viva imagen de un contador aburrido y yo era el reflejo exacto de quien hace lo que sea para obtener lo que quiere, traicionar a los demás no me afligía y quedarme con Erinnia tampoco. — Vine para avisarte los acontecimientos, Cagnazzo. — La respuesta salió de manera seca, con un furor en los ojos que apenas se podía llegar a notar. Había desistido de sentarme, aunque era una persona que podía controlarme en momentos inestables; en aquella ocasión necesitaba estar en movimiento, con los hechizos al borde de la manga para detener cualquier clase de irracional reacción por parte del licántropo. Pues no era desconocido para mí, que la luna llena estaba acercándose y con eso, el humor de aquel hombre se volvía axialmente incontrolable.

Mi mirada se posó en un cuatro antiguo, nuestra naturaleza estaba escondida irónicamente en las manos de Dios y por ello mismo me encontré con una imitación cara de la Adoración a la Santísima Trinidad. Donde los santos estaban mirando la figura de Jesús crucificado, la paloma blanca en representación al espíritu santo y por detrás aquel señor “que todo lo ve”. Casi un atisbo de sonrisa iba a salir de mi rostro, pero no fue suficiente. Y me volteé a ver al hombre que estaba esperando por una respuesta a sus preguntas. Tenía un halo de adrenalina, como si quisiera degollarme allí mismo o quizá eso era lo que realmente quería. — ¿Interrumpí alguna reunión con Ciriatto? Cuenta mi “séquito de espíritus”  que estás nervioso con ese tema. ¿Necesitas ayuda? Después de todo, somos amigos. — La realidad era que él era el único con el que compartía tiempo a solas. Era agradable verlo, pues sus palabras siempre decían la verdad, al igual que lo hacían las mías. Aunque claramente en aquel caso estaba usando toda mi ironía para molestarlo. Pues él sabía muy bien que desde el primer momento aquella licántropo llamada Belial no me gradaba. Su aura era demasiado blanca, demasiado bondadosa para ser un demonio. Incluso había osado rechazar una entrevista con Malacoda. Mi voz rechifló en negación y me acerqué a él a pasos lentos y calmados. Si algo había aprendido de Erinnia era que con palabras se podía ganar, no era necesario siquiera poner una pizca de mi magia para tambalear las cosas hacía mi lado de la balanza, que en aquel caso estaban en el camino a quedarme con su hermana. Al menos el tiempo suficiente hasta poder saciarme de ella, terminar de untar mi soledad en la pasión.


— He encontrado a Graffiacane. Pero no te la traeré, no la dejaré en tus manos a sabiendas de que quizá alguien de Agartha podría estar engañándote. Parece que estás siguiendo los pasos de Edric y eso sería una pena. — La sangre dulce casi escapaba de mis labios, el placer de la maldad era lo que estaba recorriendo mis venas. Era la primera vez que me valía de mi lengua para intentar ocasionar dolor en alguien. No estaba del todo mal, pero tenía que reconocer que los gritos de las personas a medida que sacaba sus intestinos y que morían agonizantemente eran mucho más placenteros que eso. El tic tac estaba marcado en mi mente y busqué los ojos de Helié una vez más. De esa manera es como los demonios devolvían los favores y estaba tranquilo de cierta manera. Después de todo, no estaba haciendo nada que alterase el humor de Malebranche o Malacoda, por lo contrario, distanciar a los hermanos era una buena manera de romperles el lazo de lo humano. Algo que no debería estar relacionado con nuestra actual representación en la tierra. Nuestra verdadera naturaleza estaba en darle la maldad al mundo, influir nuestros círculos en las personas de poca fortaleza mental. Y entonces mis pies quedaron a poco menos de un metro del vestíbulo, de donde se encontraba él. Con las manos enroscadas en mi pecho,  mi rostro tenía una aparente expresión, entre disgustada y algo traviesa. Quizá me arrepentiría luego, quizá sacaría los tapones del octavo círculo y este terminaría por querer destrozarme el cuello. Pero ambos sabíamos que así era nuestra relación, un tire y afloje que estaba en el dar y el recibir. — Pronto tenemos una reunión con Malacoda. Allí podrás verla. ¿O quieres que lleguemos a un acuerdo aquí? — Los demonios estaban pronto a encontrarse y todos deberíamos asistir, incluso tendría que ver a algunos que tenían mi total desconfianza. Pero podía intentar desafiar a muchos, menos a aquel hombre que podía matarnos con tan solo un deseo de veneno en nuestras marcas. De solo pensar en tener que volver a renacer, el miedo se colaba en mi espina.


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Mensaje por Cagnazzo Miér Mayo 20, 2015 12:21 am



Verá viajando a la Sombra de la Perdición,
Que atrae a todos, y a cada uno por venir.
—Katharine Tynan.

—Thomas Gray.


Aunque Cagnazzo se caracterizara por ser un hombre equilibrado emocionalmente, la cercanía de la luna llena era algo que evidente alteraba esa sensatez que tanto cuidaba. En esos momentos prefería estar en compañía de la soledad. Que alguien estuviera rondándole alrededor no era algo que disfrutaba, al contrario, lo detestaba. Era por eso, que durante esos días, Cagnazzo pedía a sus criados que no perturbaran su paz con acciones absurdas. Pues conociendo a su amo, bien sabían que éste no vacilaba con sus advertencias. El licántropo pasaba casi todo el día encerrado en su estudio, en completa oscuridad y en un silencio que de cierta manera lo relajaba. Era una forma de poder organizar sus ideas y que sus planes no se fueran ofuscados por alguna actuación desesperada de su parte.

Desde el primer momento en que la licantropía se hizo parte de su esencia, se dedicó a estudiar todo sobre estas criaturas e incluso le pidió registros importantes a su primo más cercano, Thibault, quien le hacía llegar avances de sus investigaciones con los licántropos. Esto había sido favorable para Cagnazzo de cierto modo, pues en poco tiempo conocía más acerca de su condición y sin duda lo aprovechaba de buena manera. Sin embargo, la luna llena seguía siendo un gran obstáculo y él odiaba perder el control de su mente. Era el demonio más astuto, luego de su par y hermano, Graffiacane.

Realmente no se esperaba la visita de Calcabrina y menos en esos momentos, aún así, accedió a recibirlo, aunque le resultaba incomodo. Pero era completamente innecesario hacérselo saber al hechicero, Cagnazzo lo conocía demasiado bien y lo más probable es que buscaba de fastidiarlo de alguna manera y sí que lo hizo. Lo más probable es que había dado con Erinnia, su inoportuna presencia así lo confirmaba. Estaba bien, sin embargo, sabiendo lo posesivo que resultaba ser Calcabrina, no llevaría al demonio cuervo consigo. Un completo fastidio.

—Oh, acontecimientos… ¿Qué dicen las malas lenguas? Espero que realmente valga la pena. Estoy un poco intolerante en estos momentos —masculló con aparente normalidad, pero cada palabra gesticulada parecía evidenciar su estado que se vio aún más turbio cuando escuchó el nombre de Ciriatto—. Argh, ¿tenías que mencionarla? Y creo que tus fantasmitas se equivocaron con eso de los nervios —replicó—. No sé para qué me envían a ser el hada madrina de esa mujer, el maldito ouroboros en su hombro no ha liberado a Ciriatto y es un verdadero fastidio. Tengo mejores cosas que hacer en vez de andar recordándole algo que se supone debería conocer por sí misma. Ni siquiera se ha molestado en prestar atención a sus sueños.

Bramó como un león salvaje y sus últimas palabras estaban cargadas de ironía y mucha. Era extraño ver a Cagnazzo en ese estado, pero en partes se debía a la cercanía del plenilunio. Cualquier cosa, por más mínima que fuera, lo irritaba, aunque se esforzaba por mantener actitud impasible. Pero esta vez, sencillamente no pudo contenerse. Sólo exhaló y volvió a tomar aire, retomando la calma.

—No me extraña que dijeras eso, me esperaba que actuaras de esa manera con respecto a ella. Por eso Malacoda te envió, ni siquiera yo, que soy su par soy capaz de retenerla. A menos yo no estará revoloteando de un lugar a otro —puso sus ojos en blanco al escuchar lo de Agartha y Edric—. Gracias por decirme que me comporto como un completo imbécil, Calcabrina. Gracias —espetó—. Dos mil años y el muy idiota se sigue comportando como un adolescente… No sé qué estaba pensando Malebranche en permitirle despertar en ese recipiente, hubiera valido la pena esperar por alguien más capaz y menos caprichoso.

Cagnazzo solía ser entre todos el más delicado con los asuntos de la logia y por esa razón se empeñaba en molestar a Edric, no sólo por simple diversión, sino para que dejara a un lado asuntos que afectaran las misiones de Los Custodios y se centrara en lo verdaderamente importante. Observó de reojo a Calcabrina al escuchar lo de Malacoda y prácticamente era como si le diera permiso de ver a su propia hermana en esa reunión. Sin duda alguna Calcabrina desconocía lo de la hermandad de Graffiacane y Cagnazzo. No era algo simple y mortal. Eran los demonios gemelos y por ello estaban destinados a compartir la misma sangre. Hasta poseían el don de la palabra.

—Ya sé lo de la susodicha reunión, ya sé que habrá un encuentro en el Vaticano. Pero no asistiré de ninguna manera y mucho menos cubierto de pelos y babeando como un perro. Ya el maestro está enterado de mi ausencia. Puedes decirle a Erinnia que le retorno los saludos… Sólo no la hagas molestar mucho, como te he dicho antes, soy su par y conozco perfectamente su naturaleza. Supongo que eso ya lo sabías, ¿o no? —Le observó con interés, esperando pacientemente su respuesta.




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Mensaje por Calcabrina Vie Jun 12, 2015 7:48 am

La ironía sonsacaba mi mente al punto de que casi se me deformaba el rostro, no era cólera, esa clase de emociones solo Erinnia las sacaba de mí; pero Cagnazzo no se quedaba atrás, él y ella, los gemelos demonios, que burla más mortecina. Pero tenían el don de hacer que en mi cara se forme alguna señal que no era solo de indiferencia hacia el mundo. Con ellos me liberaba y Calcabrina se divertía a montones, después de todo, le gustaba causar daños a los círculos y era mi deber desparramar la herejía hasta en los lugares más recónditos. Me quedé unos segundos en silencio, la razón es que me habían fallado los cálculos, al parecer la reunión sería en luna llena, lo que nos llevaba a tener bajas de asistencia. Una lástima, pues creía que ese iba a ser el único momento para conocer a todos los demonios. Algunos de los cuales no me percataba, ya que al no tener mi pasado completamente recordado, no parecían estar dispuestos a verme. Suspiré, casi tan largamente como lo era la distancia que aquel lobuno amigo ponía entre ambos, así mismo me había decidido a sentarme, no podía quedarme parado y sonreír tan abiertamente como en ese instante. — ¿Por qué no lo han despertado a la fuerza? A lo sumo perdería toda su humanidad o moriría en el intento. ¿O es que le ves algún potencial? — Jamás me había hecho mucho problema por la vida o la muerte, lo mismo pasaba con los que estaban alrededor, después de todo podían volver a renacer, una y otra vez. Y hasta el momento, el único incapaz de poder recordar las cosas básicas era yo. Lo que me daba un plus para poder intentar vivir por más años que los demás. Desde el inicio había pensado hechizos y pociones, algunas demasiado macabras para ser reales, pero que igualmente podrían funcionar para darme una vida mortal más.



— Al parecer uno de los nuestros tiene fascinación con verte molesto, incluso te pusieron a mi cargo cuando recién había despertado. Es una lástima que estés malgastando el tiempo en eso, tu otra mitad, por el contrario, anda revoloteando en mi casa desde ayer. — Jugué casi con inocencia, claro, era una retorcida y mal lograda, pero me entretenía montones poner a Cagnazzo de mal humor cuando así era posible. Las demás ocasiones, y cabía aclarar que eran muchas, siempre eran palabras tranquilas, incluso algo calmantes y suaves. Pero allí con la luna llenándose cada día más, era una diversión ilimitada para un rostro al que no le interesaba en lo absoluto mostrar sus emociones. Subí los hombros en el proceso, pensando por un momento sobre aquel tema de Edric; ciertamente me preocupaba, la razón no era demasiado compleja, simplemente temía que causara una tragedia en la logia. Ahora que estábamos casi todos despiertos, teníamos que unirnos para intentar meter al mundo en mil años de pecados ilimitados, que el infierno naciera en la tierra una vez más. Sin embargo él podía llegar a romperlo todo con tan solo una frase que se le fuese a escapar. — No sé qué planes tendrá él, espero que sean buenos. Dudo que nos ponga en riesgo, pero no será entretenido de lidiar si llega a suceder. — Chasqueé los dientes, como creía suponer, aquella estúpida asociación que era compuesta prácticamente de “ángeles”, solía estar equipada con muchos brujos o cambiaformas, seres que nacían de la naturaleza sin ningún movimiento ilegal de los pecados, como así eran los vampiros o licántropos. Y estos eran realmente molestos, así como yo tenía la capacidad de controlar los muertos, otros podían controlar nuestra misma voluntad, lo cual no era nada bueno si a demonios inmortales se trataba. —Creo que ya te lo he dicho, pero, tendrían que mantenerlo vigilado, día y noche, que no se escape un vello de lo que hace. ¿Estás alterado? Veo que la llegada de la luna está haciéndote enojar. Pero no tengo ningún deseo de eso. Por el contrario, solo quería darte la buena noticia. —



Apenas fue una sonrisa invisible la que puse en mí a medida que lo escuchaba, muy bien él sabía lo que hablar de Graffiacane podía hacer, me molestaba, lo hacía mucho, porque él tenía algo que yo no, algo que quizá nunca conseguiría. Era casi la aprobación eterna de ella hacia él. Toda la vida siendo gemelos inseparables, quizá distanciados en años de aparición en la tierra, pero aun así eran familia, tenían un lazo que ni en el cielo era capaz de ser disuelto y por el contrario, mi Ouroboros solo estaba sujeto al de ella por el destino, por aquel hilo rojo que a muchos perseguía por el resto de sus vidas. Nosotros teníamos una facilidad, siempre encontraríamos a la misma persona, la misma alma es la que nos pesaría para amarnos hasta que los labios se nos fueran a caer en pedazos. —Claro que lo sabía, pero en absoluto agradezco que me lo hayas recordado, no me gusta saber que has visto todo de ella desde que nació, si pudiese intentaría matarte solo por tener la mala decencia de decirme algo como aquello. Pero de todos modos, veo que te estoy importunando, así que sería quizá más prudente que me vaya. Después de todo, ya he cumplido el único deber que me has dado desde que terminó tu cuidado. Ahora las cosas quedan separadas y espero que vengas pronto a mirarla, sin duda es una mujer hermosa.— Murmuré al tiempo que me levanté de allí mirando al lobo con escaso interés. ¿Le hubiese gustado a Graffiacane venir? Quizá y solo quizá hubiese preferido que aquellos hablen solos, pues de repente sentía una gran ira acumulada que terminaría volcándose sobre algún humano de mi residencia.


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Anxiety [Cagnazzo] Empty Re: Anxiety [Cagnazzo]

Mensaje por Cagnazzo Vie Jul 17, 2015 2:38 am



Existe un hombre cuya sentencia clara
Enseña a otros a dirigir el curso,
Sin embargo, él corre una vida incansable,
Salvaje como las olas.

—Robert Burns.


Cagnazzo estaba a punto de perder los estribos, se notaba a leguas y tal parecía que Calcabrina disfrutaba de verlo en aquella situación. La cercanía del plenilunio lograba despedazar su cordura lentamente, pero él, siendo el gran can del inframundo, no debía permitir que algo así ocurriera, debía guardar la sensatez lo más que pudiera. Los años que se había dedicado exhaustivamente a la alquimia, le enseñaron demasiadas cosas sobre su condición, sin embargo, no siempre lograba obtener tan buenos resultados. La transformación, durante la fase más intensa de la luna, era inevitable, a pesar de que antes que esto ocurriese en todo su esplendor, lograba mantener sus memorias intactas. Se refregó el rostro con frustración, pensar en Belial de cierta manera lo irritaba.  ¿Por qué tenía aquella que siempre hacerle lo mismo? Ya parecía perro guardián, evitando que se metiera en líos innecesarios.

¿Hacerlo despertar a la fuerza? Obviamente aquello parecía algo descabellado. Cagnazzo sólo rodó los ojos y liberó un bufido. Como si fuera tan fácil, esa tarea le tocaba a él, solamente a él. Y a veces carecía de la paciencia necesaria para aceptar determinadas cosas; Ciriatto era la más joven entre los demonios, por ello, era quien tardaba más en controlar sus recuerdos durante sus encarnaciones. Él tenía que encargarse, si o si, de ayudarla a despertar. Pero a veces, la tarea se volvía tan tediosa, que a Cagnazzo sólo le provocaba dejarla sola y que se las ingeniara de alguna manera. Sin embargo, no se sentía capaz de hacerlo, algo verdaderamente indignante.

—Ah por favor… ¿Crees que es tan fácil? Ay Calcabrina, no parecen cosas tuyas —Dijo a secas, moviendo ligeramente la cabeza de forma negativa. Obviamente el hechicero no conocía a Ciriatto—. ¡No se trata de potencial! Con un demonios… No entenderías. Es algo complicado y me envejece más en tan sólo pensar en ello.

El licántropo se masajeó las sienes con la frustración marcada en el rostro. La situación en la que estaba le exasperaba, no podía pensar coherentemente, cosa que lamentaba. La cercanía del plenilunio le causaba una ansiedad que detestaba, se esforzaba en controlar cada centímetro de su cuerpo y de su mente, pero tal parecía que el demonio era una criatura insignificante ante una bestia que demandaba ser liberada. Dejó caer su cuerpo en un sillón, liberando una exhalación al aire, mientras su mirada se posaba en uno de los ventanales de la residencia, que carecían de luz ante la tempestad que se estaba desatando afuera.

—No creo que sea simple fascinación, pero sea lo que sea, no se quedará así. Aunque ahora estoy limitado en hacer alguna cosa, este maldito cuerpo mortal está peor que las mareas; se deja manipular fácilmente por la luna llena y es… —Hizo una pausa antes de dejar escapar una palaba soez. Al escuchar lo de su otra mitad, una sonrisa ladina apareció en sus labios, pero no miró en ningún momento a su acompañante, simplemente continuó observando el ventanal—. ¿Qué tan seguro estás de eso? Ni siquiera el mismísimo Lucifer ha sido capaz de cortar sus alas…

La última frase de Cagnazzo emergió como una especie de murmullo, su intención no era causa enojo en Calcabrina. Simplemente dejó salir aquellas palabras como si algo lo hubiera hipnotizado e incluso, tuvo la sensación de haber escuchado el revoloteo de unas alas a la distancia. Sus sentidos estaban más agudos que de costumbre; si dejasen caer una aguja en el piso superior, él iba a ser capaz de escuchar el sonido metálico del objeto chocando contra el suelo. Pensar en Edric no aliviaba el malestar, al contrario lo empeoraba, pero había llegado al punto en que le valía un bledo lo que hacía o dejaba de hacer el vampiro.

— ¿Sabes qué? Me importa un cacahuate lo que haga Edric… Es su problema si sigue metiendo la pata. Ya nuestro Señor está enterado. Pero veo que a Malacoda no le causa tanta preocupación Della Rovere sino Draghignazzo. Se entretejen muchos misterios a su alrededor de ese personaje y me gustaría saber qué es. Porque la actitud de Malebranche deja mucho que desear también —mencionó con tono monótono, dejando fluir sus pensamientos—. Deja tus jodidos celos, Calcabrina, actúas como un adolescente —sentenció, ya cansado de dicha actitud—. Y no, no hace falta que vaya a ningún lado, ¿acaso no la oyes? Está revoloteando en los alrededores. Algo está tramando ese odioso cuervo.


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Mensaje por Calcabrina Jue Ago 06, 2015 1:53 pm

Era en realidad emocionante escuchar a Cagnazzo tan alterado. Parecía molesto y ofuscado por las situaciones que lo hacían vivir. Él era un licántropo, capaz de tener una longevidad de casi doscientos años y tendría que aguantar ese cuerpo por lo mismo que todos aguantaban estar cubiertos por “la piel”, la humanidad la cual nunca habíamos realmente apreciado. Era casi una maldición, pues los sentimientos de la mortalidad nos hacían débiles, nos daban un tiempo limitado en la existencia. Para mí, que era la causa de las herejías, era algo insoportable de sufrir y los deseos de ganar la guerra para poder volver a la eternidad eran fuego intenso sobre mis pensamientos. Claro que eso no era lo que realmente le interesaba a mi parte anatómica viviente. Por el contrario, solo pensaba en aquel fiero cuervo que parecía que una vez más no iba a acatar mis instrucciones de quedarse donde yo le decía. De seguir teniendo el cierto poder en el Ouroboros de Erinnia lo hubiese usado en ese mismo instante para cortarle la transformación en donde sea que estuviese. Sin embargo no tenía idea si seguía en mis manos aquel don que Lucifer me había prestado por un tiempo. Al fin y al cabo mi misión estaba cumplida. Había traído al mensajero de vuelta al círculo de los demonios, con ello me ganaba la gracia de poder estar a su lado al tiempo que desee. Y eso en realidad era lo único que significaba algo para mí. Incluyendo que en esta vida –siendo yo incapaz de recordar las otras- estaba hermosa, exquisita desde los talones hasta el último cabello de la cabeza que caía frondosamente en su espalda. — Pensé que estabas empezando a controlar el lobo. ¿No crees que eres tú el que estás irritado, en vez de echarle la culpa a la maldición número dos? —

En realidad, en tal instante, no estaba inquiriendo ninguna cosa de mal carácter, por el contrario, me había apaciguado. Después de todo se trataba de aquel hombre que era con el único que podía tener una conversación sin los deseos de asesinarlo. Quizá porque veía en él un pedazo de Erinnia, sí, sin duda era eso, su aura me llamaba la atención demasiado y me hacía débil a sus llamados. Me senté entonces, cuando observé que él se lanzaba contra el sillón y parecía querer revolcarse e incluso llorar como un débil muchacho. Era encantador observarlo irritarse, hubiese seguido divirtiéndome de no ser porque los aleteos se hacían cada vez más evidentes, como si la cuerva quisiera dar a saber que estaba allí, dispuesta a aparecer en cualquier momento. Mis fosas nasales se abrieron, mostrando el cinismo que siempre se hallaba intacto en mi rostro. Aquel que no cambiaba de forma aun cuando por dentro estuviese muriendo en carcajadas. Miré hacia arriba y a un costado, era obvio que no podría verla, pero su aura estaba ligada a la mía, terminaría encontrándola tarde o temprano. — ¿Cuántos demonios faltan? ¿Cuándo se llevará a cabo el primer gran movimiento? Sabes que soy una persona paciente, pero me encantaría poder tomar para experimento alguno de los ángeles. Sería un gran beneficio… — En realidad, solo quería tomar a uno de aquel grupo celestial para tironearle la piel lentamente, despellejarlos vivos mientras el sonido de sus gritos hacía de canción para dormir en mis aposentos. Nada sería tan hermoso como coleccionar sus corazones en diferentes frascos de vidrio para luego entregarlos como ofrenda a la muerte para que nos devuelva al infierno de una vez por todas. La tierra no era mi zona de confort. — Tsk. Cállate. No son celos, yo cuido lo que es mío. Después de todo, Erinnia no sabe cuidarse por sí misma realmente. Ven aquí, Graffiacane. —

Gruñí, enojado, pensando en que aquel cuerpo estaría desnudo cuando se transformara en mujer. No eran celos, yo sabía que era el único capaz de hacer que aquel ser calentara su sangre y sus sentimientos. Los demás no podrían enamorarla. Lo había incluso leído en los grimorios que me había enfrascado en conseguir. Aun así necesitaba tenerla a mi lado para poder controlar aquellos instintos asesinos que realmente empezaban a molestar y a causar algún tipo de sospechas en los alrededores. Mi energía podía ser consumida en aquella y realmente era lo mejor para todos. Si seguía corriendo sangre por mi mano, la sed de asesinar se transformaría y sería aún más poderosa, dejándome inútil y quién sabe si no era mejor matarme y esperar al siguiente Calcabrina de ser así. Eso era algo que no me permitiría y por eso precisaba de la presencia de la fémina. Ahora más que antes. — Hacernos enojar, tiene su don especial para eso. En fin, no importa que haya desafiado mis palabras, Erinnia tiene demasiado orgullo como para volver a huir. Ahora que he visto los colores de su energía y la nitidez de sus fantasmas soy capaz de encontrarla en casi cualquier lugar del mundo. De todos modos… Creo que es el mensajero el que tiene que venir, hay cosas que decir, ventajas para tomar en cuenta. — Con la voz monótona de siempre, cerré los ojos, esperando que la mujer apareciera, quitándome de esa forma el saco largo que tenía puesto para que así aquel ave pudiera usarlo de cobertor para su hermosa piel, que era mía y que no quería compartir con nadie su visión.


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Mensaje por Erinnia S. Graffiacane Mar Ago 18, 2015 12:08 am


"Pues hasta el placer más puro puede abrumar,
el orgullo debe caer, y la vanidad debe fallar,
Y el amor por los más queridos amigos llega a decrecer."
—R.D. Blackmore..




¿De verdad Calcabrina creía que podía mantenerla encerrada cuando se le antojara? Faltaba más que simples hechizos para eso. Graffiacane era difícil de atrapar, tenía el poder del libre albedrío entre los demonios y esa la convertía, algunas veces, en un dolor de cabeza. Ella decidía cuándo quedarse y cuando irse, nada ni nadie, ni siquiera su gemelo ni Calcabrina, la detendrían. Se mantuvo un rato en la mansión del hechicero, recorriéndola de extremo a extremo, conociendo cada detalle del lugar. Algunos espíritus rondaban cerca suyo, pero con tan sólo una mirada de aquel maldito cuervo, se alejaban. Graffiacane sonreía con ironía y continuaba con lo suyo. Afuera, entre las ramas de los árboles, se encontraban sus feroces cuervos, esperando pacientemente alguna orden, mientras otros dos se posaban en uno de los ventanales de la residencia. Le llevaban un mensaje a su líder. Erinnia se acercó a éstos y acarició sus plumas a la vez que meditaba sus próximos movimientos. Los despachó y se retiró de nuevo al interior de la propiedad. Pero sólo bastarían unos minutos para que, sin más, se lanzara al vuelo, siguiendo la pista de Calcabrina.

Reconoció el lugar a donde se había dirigido el brujo. Durante su infancia había estado en esa sitio, era la antigua residencia de los Seguier en París y ahora era Helié (Cagnazzo), su hermano, quién la ocupaba. Graffiacane ya sospechaba que en algún momento, Calcabrina iría a informarle a Cagnazzo sobre lo ocurrido recientemente, pues aquel, siendo un licántropo, no le era fácil movilizarse libremente cuando la luna llena estaba próxima. Ella era su demonio gemelo desde siempre, lo conocía a la perfección, e incluso, mejor que Ciriatto. Recordar a este último despertó cierta curiosidad en la cambiante, ¿qué habrá pasado con Ciriatto? ¿Sería ella el motivo por el cual estaba su hermano en París y no en Roma? Faltaban cosas por descubrir.

Las aves oscuras rodearon la mansión y el mensajero pudo notar como las auras de los otros demonios chocaron repentinamente. Era obvio, Cagnazzo estaba incómodo y si Calcabrina lo molestaba con Ciriatto, su mente entraría en conflicto con su actual humor. Eso causó cierta gracia en Graffiacane, muy pocas veces solía ver a su hermano de esa manera. Aguardó un poco más tiempo afuera, hasta que sus aleteos quebraron nuevamente el aire para llamar la atención del licántropo. Era hora de entrar en acción. Rodeó toda la residencia con su vuelo hasta que decidió entrar por unos de los ventanales del segundo piso. Sólo se pudo oír el sonido de los cristales quebrándose y cayendo al suelo a causa del impacto; frente a la ventana se hallaba de pie Erinnia, sacudiéndose algunos cuantos vidrios que quedaron atrapados entre sus cabellos.

Por un momento, le tentó la idea de aparecer desnuda frente  a ambos hombres, sólo para molestar a Calcabrina. Pero honestamente, lo menos que quería era un drama de su parte. Ya suficiente había tenido cuando se encontró con él, así que terminó descartando la idea rápidamente. Buscó en la habitación alguna prenda que cubriera su cuerpo y cuando halló lo que parecía ser una túnica, se la colocó encima se dirigió de inmediato al sitio en donde estaban reunidos los otros dos demonios.

—Buenas tardes, caballeros. Lamento interrumpir su reunión luciferina, pero sin mí, iba a ser muy aburrida la conversación —mencionó con ironía al estar frente a ellos—. ¿Qué ocurre? ¿Por qué esas caras tan largas? —Observó a Cagnazzo y luego a Calcabrina— ¿Qué le dijiste? Pobre, parece un cachorrito cuando no le dan su hueso... Que mala persona eres, Calcabrina.

Erinnia podría ser tan irónica como se le diera en gana, sobre todo, cuando quería molestar a otros y a veces lo lograba exitosamente. Se sentó en uno de los sillones, quedando en medio de ambos hombres observándolos fijamente. Pero en vista a que el silencio la incomodó un poco, decidió dar inicio a una nueva conversación.

—Y bien, me parece que algo se le ha escapado de las garras a Helié, quise decir, Cagnazzo. No me digas que no aún no ha logrado despertar a Ciriatto —le miró y luego chasqueó la lengua—. Te sigue dando tantos problemas como antes... Creo que Malacoda tiende a descuidarse con ciertas cosas para controlar el poder de los ouroboros. A este paso ya ni podrá con Rubicante. Está muy viejo, deberían jubilarlo de una vez por todas. ¿Quién me apoya? ¿Nadie? Hmmm... Entonces el pueblo tendrá que rebelarse.


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Mensaje por Calcabrina Lun Sep 07, 2015 3:34 pm

La aparición de Erinna no daba pie a más que una mueca torcida y casi decepcionada de mi parte. La idea de que ella estuviera en el lugar quitaba todas las diversiones que podía tener con Cagnazzo, porque él, -aparte de ser un demonio- era probablemente, el único que podía considerar una especie de amigo o compañero. Podía contarle diversas cosas, podíamos incluso opinar contrariamente hasta el día siguiente sin que nada nos hiciera realmente enfadar. Pero el demonio que llevaba mensajes y la ira cargada en sus hombros provocaba revuelos en cualquier parte, molestando hasta al más humilde de los humanos. Sus aleteos, junto con el chirrido de los vidrios rotos al caer al suelo, me alertaban que su forma animal estaba presente. La mirada mía se fijó en el hombre que estaba demasiado ensimismado como para contestar. Claro, él ya parecía saberlo todo, eran mucho más que hermanos, eran gemelos de alma y con eso se conocían demasiado, más de lo que a mí me gustaba comprender. La sed de sangre estaba dominando mis dedos por la sola envidia, me era inevitable sentir una horrible y enferma obsesión con aquella mujer que, en realidad, conocía en mi subconsciente y en ningún lugar más. Al fin y al cabo, la demencia era lo característico que me separaba de ser el confidente del lobuno, los celos inexplicables e inentendibles. Aunque claro, éramos demonios y el incesto no era ningún pecado que no pudiésemos cometer. Eso me enardecía los ojos y tuve que apretar mi lengua para no hacerme enojar más de la cuenta. Aquel yerro era digno de la herejía, pero no si se trataba de ella. Del luzbel que era mío y que había luchado contra cualquier tipo de marea para conseguirlo. — No creo haber invitado al demonio del segundo círculo. Graffiacane, acércate. —

El susurro se prolongó con mi rostro completamente serio y armonioso con la expresión de la nada misma que tenía sobre mi piel. Los pasos de la fémina resonaban con ímpetu, el saco que había puesto a mi lado quedaba en la lejanía, puesto que la muchacha estaba cubierta por una capa que sin duda había recogido del lugar, pues tenía la esencia de Cagnazzo por todas partes. Inmutable, los orbes verdes estaban fijos en los contrarios que ardían como una llamarada. El silencio profundo nos embargó debido a la ineptitud con la que se presentaba, llevándose todo por delante sin importarte en lo más mínimo qué clase de conversación podríamos estar teniendo con su hermano. Por supuesto, el segundo demonio no hacía caso a nadie, su libre albedrío le permitía ser tan insolente como así lo quisiera y el hormigueo suave recorría mi cuerpo deseándola por tan solo aquel adjetivo que me proliferaba a domarla infinitamente, sin jamás poder hacerlo realmente. — Me pregunto… ¿Solo vienes a esto? Ahora que volverás al grupo deberías dar mensajes más claros. Coméntale a tu hermano las cosas que de verdad importan. Ciriatto tendrá que ser despertada a la fuerza creo yo, pues Agartha está cerca, de ellos, de nosotros y de Edric también. Puedo escucharlos bombeando las energías. Es claro como ninguna otra cosa. — Resalté con sorna, lo cierto es que hacía no demasiado tiempo una gran aura pura había sido despertada, poderosa sin duda alguna, no me daba miedo, nada lo hacía más que Graffiacane, pero sí me hacía preocupar. Ellos estaban preparándose para la guerra celestial y nosotros aún no teníamos a todos los demonios despiertos. Juntos formábamos un círculo completo y por el momento estábamos faltos y con ello, el infinito del infierno también. Chasqueé los dientes entonces, hundiéndome apenas sobre el sillón; verla a la de la mirada parda en la misma habitación y tan lejos de mí me enloquecía, pero tenía la habilidad de no dejarme ver la verdadera cara, por lo que estaba tranquilo, sereno en lo que más pudiera. — Cagnazzo, ¿Qué tal si nos ofreces unos vasos de whisky, para brindar, después de todo, hace cuanto no ves a tu querida hermana? La he traído y con más información de la que creíamos. Me pregunto si… el cuervo hablará. — Murmuré al final, levantándome yo mismo para ir a un pequeño mueble donde sabía que estaban las bebidas. Había pasado mucho tiempo allí dentro, aprendiendo cosas nuevas, nutriéndome de la maldad que se necesitaba para realmente renacer. Y por lo mismo sabía dónde se escondían las cosas. Por mi parte me gustaban las bebidas fuertes, aquellas que quemaran mi garganta al punto de hacerla estallar y sentir incluso dolor. Pero desconocía los gustos de los demás, así que esperé, pacientemente con la mano sobre la mueblería sus comandos. Era penoso desconocer las preferencias de la muchacha, pues cuando mi obsesión se saturaba en alguien me hundía en todo sentido, conociendo incluso los más extraños movimientos que pudiese tener.


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Mensaje por Cagnazzo Mar Sep 22, 2015 6:49 pm



"Y por primera vez, me siento débil ante el mundo."


Seguía hundido en el sillón, con la mirada perdida en algún punto distante de aquel salón hundido en penumbras, mientras afuera, se desataba, nuevamente, un terrible temporal. Cagnazzo se mantuvo indiferente ante la presencia de su hermana, había percibido su presencia antes de que se acercara a la mansión, quebrando el silencio con cristales rotos. Ni siquiera se movió con el ruido que se propagó como un eco maligno en cada recoveco. Supo que aquella visita molestó inevitablemente a su compañero, pero aún así, el licántropo sólo guardó silencio.

Cagnazzo no estaba en la mejor situación, su humor estaba hecho un lío y estaba indispuesto a recibir visitas, pero éstas se habían encargado de desafiar la poca paciencia que tenía ese día. Sin embargo, se las ingenió para mantener su cerebro aislado de perturbaciones y es que con Graffiacane y Calcabrina podía darse ese lujo, a pesar de que el plenilunio amenazaba como bestia hambrienta en cada segundo que transcurría.

Escuchó a su hermana descender las escaleras y la observó de reojo cuando se acercó. No le prestó mucha atención, pero bien sabía que algo diría... Algo que lo haría salir de su trance. Y así fue. Graffiacane mencionaría a Ciriatto con voz espectral y Cagnazzo no pudo evitar dejar escapar una exhalación, virando su ojos y llevándose los dedos de la diestra a la sien, masajeando la zona con movimientos circulares. Ella intentaba provocarlos de alguna manera y al menos lo logró con Calcabrina, pues éste le replicó a pesar de que Cagnazzo aún permanecía callado, pero no por mucho. Estaba realmente fastidiado con todo ese asunto de Agartha y Edric.

—Ya deja de cacarear cosas sin sentido, Graffiacane —replicó—. ¿Acaso es tan difícil entender que me fastidia el mismo tema todos los días? Además... —Se dirigió a su hermana—. Si tanto te interesa que Ciriatto despierte, podrías ayudar ¿no? Igual tienes habilidad sobre la memoria.

Había senteciado con voz áspera y de mala gana, algo que no era tan común en él, pero ya había sobrepasado sus límites de cordura. Esperó pacientemente que Calcabrina le llévase algo de whisky y cuando tuvo el vaso en sus manos, volvió a su actutud tacturna. No habló enseguida, tampoco bebió. Sólo observaba perdidamente el color pardo del licor hasta que el silencio abismal le incomodó.

— ¿Quién mejor que yo para despertarla? ¿Quién mejor que yo para hacerle entender que es... mía? —Murmuró entre un gruñido bajo, hundiendo los dedos en el cristal, amenazando con quebrarlo—. ¿Qué tanto sabes de Ciriatto, Grafficane? Me niego a usar la fuerza con ella y eso Calcabrina ya debe saberlo bastante bien, ¿verdad que si, estimado compañero?

La ironía ser marcó en sus últimas palabras. Aunque el hechicero insistiera en obligar a Ciriatto a recordar su esencia, Cagnazzo descartaba esa idea, pues conociéndola, sabía que no iba a funcionar. Sin embargo, le disgustaba no poder tenerla consigo como tanto ansiaba. Era sencillamente molesto y ahora que Erinnia había regresado, sabía que si le pedía que colabarara con él, el demonio cuervo no iba a negarse.

Bebió de su whisky, finalmente. La bebida quemó al caer por su garganta; los pensamientos del licántropo aún estaban centrados en el demonio del tercer círculo y a pesar de que deseaba centrarse en otros asuntos, la figura de Ciriatto no se lo permitía.

—En estos momentos sólo me interesa ella, me tiene sin cuidado los berrinches de Edric o las otras tonterías de los demás miembros de esta logia maldita —dijo con sinceridad—. Tienen que ayudarme en esto, después de todo somos como una familia, ¿cierto, hermana? De seguro pronto tendré muchos sobrinos a quienes malcriar.

Esbozó una sonrisa burlona, conociendo a la cambiante, iba a callar con sus últimas palabras. Pero tenía que desquitarse de alguna manera.



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Mensaje por Calcabrina Sáb Oct 24, 2015 11:46 am

El rostro de Cagnazzo se percibía más molesto de lo normal, había tenido la posibilidad de verlo cerca del plenilunio muchas veces y jamás contaba con esa expresión exasperante. Helié se valía de la astucia, de la inteligencia y una balanza irrompible para hacer las cosas. Pero eran los demonios ligados, los que tenían una debilidad mucho más evidente que los demás y por el contrario, también tenían una fortaleza increíble cuando se encontraban juntos. Sí, estar con Graffiacanne me daba mucho más poder y reafirmaba las bases de mis cimientos. Con el lobuno sucedía lo mismo, la tal llamada Belial podía abrirle la mente y fortalecer sus defensas. En pares éramos indestructibles, separados éramos fáciles de atrapar. Y así como yo había buscado a aquella cambiante, él debía buscar a la otra muchacha. Nuestras formas de hacer las cosas, sin embargo, eran demasiado diferentes. Yo había usado la fuerza con Erinnia, aunque ésta hubiese podido evadirme si realmente lo hubiese querido. Claro que no iba a suceder, ella me deseaba tanto como yo. Y al cerrar los ojos escondí una sonrisa en el vaso que ahora estaba en mi mano. Acababa de repartir las bebidas, estando fijo en la vista del licántropo que parecía estar hablando con navajas en su garganta, a la espera de lanzarlas y clavarlas en donde fuera. — Su habilidad sobre la mente es realmente buena. Ciertamente, podrías empezar a usarla para algo más útil. — Añadí con un deje de veneno en la punta, momento que desvié la mirada a la femenina, recordando las veces en que los sueños habían sido casi tan dolorosos como morir y renacer dos veces seguidas. Dejé un suspiro salir cuando entregué un vaso de la misma bebida a la fémina. Hundiéndome en el sillón, cruzando las piernas mientras revolvía suavemente el contenido, pensando, ¿qué posibilidades habría de hacer reaccionar al demonio que faltaba? ¿Por qué estaba tan decidida a negarse a su destino?

— ¿Qué formas has probado? Si eres el mejor para la misión debes apurarte y hacerlo de una vez. No estoy seguro a quién han levantado pero sus conocimientos podrían darle pasos por delante de nosotros. Mis almas me cuentan cosas pero lo sabes, no es suficiente. — Observé entonces a la muchacha que estaba acomodada en la butaca unitaria, mirando tan sobradamente, parecía flotar en sus propios pensamientos. Dejé fluir entonces una sonrisa, apenas perceptible ante el inmutable rostro que solía tener. Ella era su hermana, aceptaría ayudar al hombre sin duda alguna. Su maldad era exuberante, mas no se hundía en el pecado hacía los de su propia estirpe. Su sangre fría iba más allá de todo y lograba con una facilidad increíble excitar hasta el último vello de mi cuerpo. Y fue entonces que dejé salir un suspiro cansado, dejando que el tic de mi mano se mostrase en un musical acompañamiento con los dedos sobre el sillón. “tic tic tic” Sonaba y el silencio se profundizaba, hasta que la sorna de Cagnazzo se hizo escuchar y me hubiese reído de poder hacerlo. — Hablas como un hombre enamorado. Te daré todos los sobrinos que quieras. Serán pequeños demonios en el mundo terrenal. Sabes lo que tienes que hacer. Puedo ayudarte, aunque mis métodos son diferentes a los tuyos. Si quieres despertarla como has dicho, tráela a tu lado. Usa tu “piel” para que se enamore como humana y luego recuerde como lo que en verdad es. — La “piel”, lo cual sabíamos que nos recubría la parte infernal, la naturaleza compasiva que nos dejaba conocer los sentimientos, cosas banales con las que realmente no contábamos. No había tales cosas en el Averno y por eso el poder que teníamos se podía incrementar el doble cuando despertábamos aquella maldad con la que realmente habíamos nacido. Empero era una maldición, un exilio por parte de un gran Dios para nada misericordioso. — ¿Acaso Ciriatto se ha acercado a ellos? Pronto está la reunión, deberíamos estar todos presentes para ese entonces. Esta vez… Esta vez me gustaría ganar. La serpiente se muerte la cola ciclo tras ciclo, somos un maldito reloj que siempre vuelve al mismo lugar. El Creador de todo esto está jugando con nosotros y estoy cansado de morirme primero. — Todo estaba detallado, todas las historias y el grimorio que tiempo atrás había conseguido. La condena del fuego eterno no era más que un tártaro más, como si la tierra fuese realmente el infierno. No obstante en esa vida había nacido poderoso, más que otras veces, más taimado si así se quería decir. Con una seguridad que podría llevarnos a la victoria y al asesinato definitivo de los ángeles carceleros. Pese a que para ello se necesitaban los mensajes del cuervo oscuro. Y busqué en el mismo los desafíos que teníamos que pasar. ¿Qué era lo que teníamos que buscar para así despertar a los anticristos?


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Mensaje por Erinnia S. Graffiacane Dom Nov 15, 2015 4:22 pm


"Extenderé mis alas para ir en busca
de horizontes más caóticos, anunciando la muerte
con mi canto oscuro."




Se hundió en el sillón, sin prestar demasiada atención a las palabras de ambos hombres; les ignoró un largo rato y de vez en cuando les observaba de reojo y no podía evitar virar los ojos. Erinnia era de pocas palabras, sólo decía lo puntual y ante lo demás prefería guardar silencio. Las circunstancias que la habían llevado hasta el lugar en donde residía su demonio gemelo eran las mismas que lo inquietaban tanto. Él luchaba tanto con el plenilunio como con la idea de despertar a Ciriatto. La convrsación empezaba a volverse un tanto aburrida, pero los dejó parlotear un largo rato para luego interferir con sus quejas.

—Hombres... Siempre tan básicos —replicó—. De seguro se ha puesto a fanfarronearle sobre su gran estatus infernal y no ha logrado deslumbrar a Ciriatto con eso. Ay por favor, Cagnazzo, necesitas otros métodos, esos están muy desgatados, hermanito.

Graffiacane esbozó una sonrisa burlona, sabía lo mucho que le molestarían aquellas palabras al licántropo. De alguna forma tenía que vengarse de lo que él antes le había dicho. Cruzó sus piernas y continuó con aquella sonrisa marcada en su semblante.

—Creo que los que andan cacareando tonterías, son otros. Parecen un par de motales argumentando cosas que no valen realmente la pena en nuestra condición —mencionó, fingiendo molestia—. Con razón Malacoda se la vive molesto y no es precisamente porque sea un cascarrabias, sino es que ustedes no saben comportarse —puntualizó—. Tienen suerte de que Caraffa no se haya enterado de todo, sino, ya se hubiera infartado con tanta mala noticia.

Se puso de pie y rodeó a ambas figuras con paso lento y con las manos entrelazadas en la parte baja de la espalda. Andaba por el salón como si estuviera analizando detenidamente sus próximas palabras, pero lo cierto es que eso no era necesario. Graffiacane sólo se encargó de escuchar cada frase expuesta por sus dos pares y se reservó los argumentos mientras aquellos platicaban. Era la manera de actuar del regente del quinto círculo.

—Ciertamente tengo poder sobre la memoria, ciertamente yo podría encargarme de traer a la realidad a Ciriatto. Sin embargo, no es mi responsabilidad. Cagnazzo es quien tiene que hacerse cargo, pero está haciendo las cosas mal —dijo un poco más seria—. Debes hallar la manera de que el sello arda en su piel y avive la ira de Ciriatto para que escape de la prisión en la que se halla su mente. Vamos, sé que eres capaz de eso y mucho más, hermanito. Eres un alquimista experto —le observó detenidamente—. Pero ya que quieres que me divierta un rato con el asunto, no podré negarme a tu súplica.

Hizo una leve reverencia, mientras una sonrisa maliciosa se asomaba en su rostro.

Erinnia se esperaba que Cagnazzo solicitara su ayuda, después de todo, ambos estaban ligados en esencia y no hacía falta que aquel mencionara algo para que ella supiera exactamente lo que su gemelo necesitaba. Sin embargo, prefería esperar a que se lo pidiera de buena manera, ya que, no le gustaba interferir en sus asuntos sin autorización alguna. Ni siquiera se metía en los asuntos de los otros demonios, Graffiacane tenía una manera de actuar un tanto diferente y sólo llamaban su atención muy pocas cosas. Después de todo, su forma era la de tres aves de rapiña muy solitarias.

—Afuera llueve y la lluvia trae buenas noticias —tarareó mientras se acercaba a uno de los ventanales y abría las cortinas de par en par—. Haremos una cosa, justo después del plenilunio enviaré a los mensajeros hacia el demonio del tercer círculo. Haré que Ciriatto se sienta perturbada y vendrá a verte, ya de lo demás te encargarás tú. Es la última oportunidad que tendrás para despertarla, Cagnazzo —se giró para clavar sus ojos claros en sus compañeros—. Mientras tanto, mi señor hechicero y yo tendremos una misión pendiente con la búsqueda del Grial. Escarvaré en todas las abadías habidas en el continente hallando las pistas necesarias... Y por favor, no arruinen la escena con preguntas innecesarias, el tiempo está en nuestra contra una vez más.


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