Le Loup-garou || Cagnazzo ID

Datos

Nombre: Alías:  Cagnazzo | Nombre Real: Helié Seguier.
Edad: Real: 36 años | Aparente: 26 años.
Especie: Licántropo.
Tipo de clase social o cargo: Clase Alta.
Orientación sexual: Heterosexual.
Lugar de Origen: Toulouse, Francia.

Habilidades

► HABILIDADES Y ATRIBUTOS INNATOS:

→ Habilidades: Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.

→ Atributos: Garras afiladas, dentadura afiliada, rasgos lobunos (en su forma transformada) y longevidad.

► PODERES INNATOS:

→ Transformación: Habilidad de cambiar de forma humana a animal y viceversa. Cuando el licántropo está en su forma transformada aumenta un 50% su potencia física.

→ Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento; si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.

→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros licántropos cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida y su característico olor.

► DESARROLLADOS:

→ Mimetismo: La capacidad de confundirse con el entorno para protegerse o disimular su presencia.

→ Aullido: Habilidad para aturdir y dejar paralizado, por algunos instantes, a sus enemigos por medio de un aullido ensordecedor. En ese momento, el sonido golpea fuertemente el oído del enemigo y en ocasiones puede llegar a destrozarle los tímpanos o incluso causarle algunas lesiones cerebrales. El aullido también sirve para llamar otros de su misma raza.

→ Rastreo: Poder de rastrear la localización de un objeto o criatura. El personaje puede descubrir la situación de cualquier persona a la que conozca, donde quiera que esté el blanco en un radio de veinte kilómetros.

Personalidad

Helié, es decir, Cagnazzo, es un sujeto con una habilidad para la palabra escrita increíble, un hombre con una firme y elegante figura que lo hace sin duda alguien interesante. Claramente, se aprovecha de estas aptitudes para camuflarse bien entre quienes lo rodean, pues a pesar de mostrar una grácil y cordial actitud con casi todos, es un hombre quien desconfía plenamente de todo aquel que se le acerque. En pocas palabras, Cagnazzo desconfía de todo lo que se mueva, esto incluiría, irónicamente, a sus compañeros de la logia a la que pertenece desde que tiene memoria. Está centrado en su misión con gran obsesión, aferrándose a los dictámenes de su líder casi sin descanso, pues no se permite cometer fallo alguno, y si llegase a cometer alguna falta, intentaría remediar ese terrible error. Cagnazzo es un sujeto que se exige alcanzar la perfección en todo lo que haga, ya que su orgullo así se lo reclama. Es arrogante y egocéntrico, actitudes que lo caracterizan muy bien, pero las cuales sabe manejar muy bien, pues no siempre son las adecuadas de usar en determinadas ocasiones.

A pesar de ser un licántropo ha logrado regular su carácter, pero esto no lo ha logrado gracias a su brillante intelecto sino que se ha valido de estudios alquímicos para alcanzar estos resultados. Es un hombre inteligente y sagaz, que sabe lo que quiere y no se anda con rodeos, pese a su formalidad, es increíblemente honesto, aunque sus verdades terminen tomando formas sarcásticas e irónicas. A diferencia de otros Custodios, Cagnazzo actúa con una paciencia casi inagotable, una peculiar virtud que ha tenido desde siempre. Él mismo considera una verdadera pérdida de tiempo estar malgastando energía si las cosas no resultan bien al principio, pues con un poco más de esfuerzo y con prudencia, se puede obtener lo que se desee. Pero claro, hay veces que no se tiene la suerte de mantener una actitud tan refinada y serena, y menos en una criatura que posee más emocionalidad que otras más. Las excepciones estarán presentes cuando todo rebase su límite. Sólo cuando esto ocurra, la típica sonrisa de este lobo se esfumaría, dejando ver claramente al hombre de alma oscura que verdaderamente es.

Aunque parezca un hombre común y un tanto interesante, definitivamente, Cagnazzo no es de fiar, pero él siempre va a demostrar todo lo contrario a lo que realmente es. Toma ciertas actitudes a propósito, pues se vale de éstas para lograr infiltrarse en donde sea y obtener lo que busca sin problema alguno. El que persevera vence y eso le ha hecho ganar en muchas ocasiones. Sin embargo, este lobizón no siempre estará de buen humor, cuando la ira acaba con su sensatez puede volverse un sujeto sádico y sin una pizca de compasión. Puede ser más bestia en ese estado que en su forma lobuna.

Tiene la manía de desaparecer repentinamente, y esto se debe a la proximidad de la luna llena. Prefiere guardar distancia cuando ésta se apodera de sus capacidades mentales, lo que le resulta algo terriblemente molesto. Claro, nunca deja nada al azar, por lo que cuando estos eventos suelen ocurrir ya tiene mentalizado todo para su regreso y deja estrictas órdenes a sus súbditos. También resulta ser alguien manipulador y audaz, le encanta aprovecharse de las demás personas, especialmente se obtendrá algún beneficio de éstas. Aunque sólo algunos cuantos contarán con su más sincero apoyo e interés, pues a pesar de ser como es, guarda un poco de buenas costumbres pero, ¿Quién podría decir que detrás de una simpática sonrisa se esconde una terrible bestia?

Historia

Su vida daría inicio en el año 1764 en la ciudad de Toulouse, conocida algunas veces como Tolosa. Helié era hijo de un notable cónsul de la ciudad y era un hombre que para sorpresa de muchos, guardaba buenas relaciones con algunos miembros de la Iglesia de Roma, pues varios de los miembros de la familia Seguier pertenecieron a la Santa Inquisición en siglos pasados y hasta protegieron las murallas de las ciudades llevando el símbolo de los Templarios en sus túnicas. Su madre era irlandesa y una mujer agraciada y con una nobleza que era capaz de suavizar el más fuerte de los semblantes, eso sin exceptuar que también era una mujer culta, rasgo que heredó su primogénito. Helié desde muy niño demostró una capacidad increíble, siendo un infante muy adelantado para su corta edad. Al ser el hermano mayor luego del nacimiento de Erinnia, Helié aprendió a tener más responsabilidad desde muy chico, convirtiéndose en el orgulloso heredero que su padre tanto deseaba. Incluso, Helié fue educado dentro del mundo de la alquimia, práctica muy importante dentro de su familia.

El joven Seguier a diferencia de otros niños, prefería estar estudiando en vez de estar jugando o perdiendo el tiempo en otras cosas, pues su interés estaba más en los libros que en los juegos infantiles. Así es como empezaría a forjarse un fuerte carácter en Helié, en donde le daba prioridad a lo importante haciendo a un lado todo aquello que consideraba una verdadera pérdida de tiempo. Desde niño era muy responsable, incluso organizado y atento, a diferencia de otros niños de su edad. Esta actitud no la tomaba por obligación o por exigencia de sus progenitores, al contrario, era su decisión. Los familiares de los Seguier consideraban a Helié como un digno heredero y en un futuro representaría muy bien al apellido, pues si continuaba con aquellas estupendas facultades iba a convertirse en un gran hombre en un futuro. Todo marcharía bien durante los primeros años de su vida, sin muchos eventos importantes o interesantes. Se podría decir que su vida fue bastante normal en ese tiempo, a pesar de ser un infante muy perspicaz.

Quizás los cambios más importantes en la vida de Helié empezarían durante su adolescencia, su interés por la alquimia y los libros antiguos, iba aumentando, decidiéndose en coleccionar cualquier manuscrito raro que encontrara. Se propuso con vehemencia a aprender lenguas muertas y a pasar largas horas traduciendo cualquier texto que su padre le conseguía, pues él también se interesaba por esas lecturas. Pasaba horas analizando escritos como si se tratara de un viejo erudito y a estas horas le acompañaban constantes pesadillas que lo obligaban a aferrarse más a sus estudios esotéricos. También tendría que cargar con la tutoría de Erinnia, quien parecía menos interesada en esos temas, pero de igual forma tuvo que estudiarlos junto con su hermano mayor.

A la edad de 15 años un viaje a Florencia marcaría creencias un tanto inusuales en Helié. Estaba maravillado con aquella ciudad, pero quizás lo que más llamó poderosamente su atención fue todo lo concerniente al artista Miguel Ángel Buonarroti, del que había oído hablar en otras ocasiones. Pero nunca estuvo tan cerca de sus obras. A pesar de admirar la obra del escultor no pudo evitar sentir cierto fastidio y repudió por algunas de sus creaciones, como si le reclamara el porqué de aquellos trabajos. El joven Helié no comprendía muy bien las razones por las cuales repentinamente tomaba esas actitudes. Pero no sólo ocurrió lo mismo con Buonarroti, también estuvieron incluidos un par de personajes más, entre ellos: Dante Alighieri. Al estar frente a la que podría ser su tumba, sintió su sangre hervir, como si le odiara desde hace mucho. Erinnia, quien lo acompañó durante las excursiones por la ciudad, pudo ser testigo de aquellas sensaciones, pero no le dio demasiada importancia al asunto. Helié regresaría al lugar que les servía de posada durante esos días y Erinnia se quedaría recorriendo un poco más la ciudad, fue en esa situación como llegó una copia de La Comedia Dante a sus manos. La muchacha sólo pudo aceptar el detalle con gratitud sin cuestionarse demasiado, quizás aquello podría interesarle mucho más a su hermano mayor, como empezó a interesarle a ella mientras releía algunas partes durante el camino hacia su posada en Florencia.

Los ojos de Helié viajaban de una palabra a otra con gran rapidez; maravillado y a la vez horrorizado de lo que leía. Desde ese entonces se prometió a sí mismo prestarle más atención a ese escrito y a todo lo que se relacionara con el tema. Esa temporada en Florencia, aunque breve, le hizo recolectar material importante. Fue cuando un poderoso recuerdo llegó a su mente. Ocurrió en su última tarde en La Toscana. Mientras hacía anotaciones sobre los textos que había leído, analizaba algunos pasajes bíblicos y revisaba tratados de alta alquimia, la viva imagen de un hombre de ojos azules, piel tostada y de cabellos rubios, invadió sus recuerdos. Su padre le llamó “Malacoda” y éste se interesó particularmente en el pequeño Helié, felicitándole por su talento. La mirada penetrante de aquel hombre hizo que el pecho de Seguier ardiera como si estuviera expuesto a una voraz flama. Desesperado se quitó la camisa y notó como su piel estaba enrojecida en el área derecha de su pecho. Aquello le sorprendió, pues no había motivo alguno para que ese ardor apareciera repentinamente. La sorpresa aumentó más al acercarse al espejo, pues la marca había tomado una aparente forma circular muy similar a la marca de nacimiento que tenía su hermana Erinnia en la parte baja de la nuca. Ella le decía que en varias ocasiones esa cicatriz le ardía como si le estuvieran quemando ese preciso lugar. Helié sólo guardó silencio y se reservó ese nuevo descubrimiento para sí mismo pensando que tal vez podría ser algo de familia.

Al regresar a Toulouse, las cosas no mejoraron en nada. Durante las noches volvía a sentir el mismo ardor en el pecho y las pesadillas se volvían constantes al igual que las extrañas ideas que le venían a la mente. Lo más extraño es que Erinnia también pasaba por los mismos malos ratos que su hermano, pero prefería no darle tanta importancia al asunto. Helié no quiso molestar a sus padres con aquellos padecimientos, pues era absolutamente innecesario, él ya hallaría las respuestas que necesitaba. Tarde o temprano lo haría.

Los meses pasaron y nada de lo que lo atormentaba durante las horas nocturnas pareció ceder, eso causó que Helié se refugiara más en la alquimia y en los libros esotéricos y de ocultismo. Su situación nada mejoró al notar una mañana como la marca roja que solía arder como el infierno iba tomando una extraña forma, una forma que él conocía y que había visto en uno de los tratados alquímicos que quizás pertenecían a los escritos del rey Salomón. Se trataba del famoso Ouroboros. Helié sólo guardó silencio, pues esa serpiente en su pecho parecía poder de otra cosa que de simples herencias familiares. Tanto había descubierto en esos viejos libros que la idea de que si existieran demonios en esta tierra en los cuerpos de hombres y mujeres no le pasaba desapercibida. Incluso el mismo Dante así lo planteaba, sólo que intentó camuflarlo en toda una oda fantástica. Para mayor sorpresa, Erinnia también poseía la misma forma, ¿De qué se trataba todo eso? Interrogar a sus padres podría ser algo extremista y hasta peligroso, puesto que siendo familiares de Inquisidores, era todo un riesgo meterse en temas que quedaban completamente vetados por la Iglesia romana y él tenía que seguir siendo el ejemplo de la familia, su orgullo jamás le iba a permitir hacer una jugada tan arriesgada como divulgar algo que sólo los inquietaban a él y a su hermana menor, con la que empezó a vincularse más.

Pasarían aproximadamente once años luego de aquellas extrañas señales y tormentos, las cuales continuaban pero sin mayores aflicciones para Helié, quien para ese entonces ya era un hombre con una familia a la cual cuidar. Llevaba unos tres años de casado con Allemande y tenía un hijo de unos dos años de edad. Ahora llevaba la batuta de la familia y poseía el cargo que guardaba su padre en la ciudad de Toulouse. Éste se había retirado por la edad años antes, cuando ya Helié era un adulto completamente capaz de llevar dicho cargo, en cuanto a edad se refería, pues siempre demostró que era un muchacho maduro, incluso desde su adolescencia. Fue una convivencia común, sin muchas novedades. Era una familia común y corriente como cualquier otra de la época. Al menos eso era lo que se pensaba. Pero las cosas nunca son color de rosa, no siempre todo puede ser perfecto y menos cuando hay sombras de un pasado que puede resultar tan oscuro y retorcido que lo asimilan con el mismo infierno.

Erinnia llevaba casi tres meses desaparecida, con el pasar de los años se había vuelto más reservada y ausente, como si ocultara algo, incluso ni hablaba casi con Helié. Se sospechaba que ella había decidido viajar a Irlanda, el país natal de su madre, pero lo cierto es que no era algo que podría confirmarse con exactitud. Helié apreciaba mucho a su hermana menor como para dejarla en el olvido así nada más, algo le decía que ella podía estar cerca, quizás demasiado. No desistió en su búsqueda por cada rincón de Toulouse, incluso en las poblaciones aledañas. Pero la búsqueda resultó inútil.

Una noche de otoño, en la que de nuevo las pesadillas se hicieron presentes interrumpiendo su sueño, decidió ir a dar un paseo al aire libre por la propiedad. No avisó a nadie de su salida, pues quería estar solo con sus pensamientos. Mientras caminaba por el extenso jardín llevaba la mano a su pecho, acordándose de esa marca que dolía y más cuando recordaba a aquel hombre al que conoció con el nombre de Malacoda. Todo parecía confuso, hasta la desaparición repentina de Erinnia, ¿Será que ese hombre guardaba las respuestas que tanto buscaba Helié? No lo sabía, pero lo presentía y el sentimiento se hacía cada vez más fuerte. La luna estaba alta y brillante, su luz se apropiaba de cada rincón, dejando ver claramente que ella era la reina de la noche. Seguier se quedó tan hundido en el abismo de su memoria que tiempo después fue que notó la presencia de un ave negra que estaba observándolo fijamente desde la rama de un árbol. Cuando él se percató de la presencia de aquel cuervo, no pudo evitar tener la sensación de que le resultaba extrañamente familiar. Ambos se desafiaron con miradas penetrantes y un silencio que fue roto con el graznido del animal, que buscaba de alertar a Helié de algo tan terrible. Un presagio de muerte.

Uno de los hombres que custodiaban la propiedad Seguier salió en busca de Helié, el terror se había apoderado de aquel pobre ser. Tartamudeaba y llevaba un arma en su mano, era una preciosa daga de plata. Un lobizón había entrado en la residencia y parecía estar fuera de control. Era la primera vez que se topaban con algo de esa magnitud. Helié volvió a sentir el ardor en su pecho y las imágenes de licántropos de los bestiarios que había estudiado cuidadosamente años antes, aparecieron en los confines de sus pensamientos. Tomó la daga al salir de aquel maldito trance mientras veía de reojo al cuervo que no paraba de graznar hasta que alzó vuelo sobre él, como si lo siguiera hasta el origen del mal. Todo estaba destrozado, algunos criados se ocultaron en un lugar seguro, pero eso no sería suficiente para la bestia. Helié corrió de inmediato a buscar a su esposa e hijo pero cuando llegó ya era demasiado tarde, aquel feroz animal había acabado con la vida de ambos.

Estaba consternado, dolido y la serpiente en su pecho volvió a quemar hasta arrebatarle la cordura. Sin entender cómo fue directamente hacia aquel enorme can, Helié podía intuir en donde estaba. La ira se apoderaba de su ser tanto como una extraña locura. El rostro de aquel hombre carecía de emoción alguna y sólo sus labios lograron curvarse al momento en que encontró al licántropo. Una mueca sádica era el rostro de Helié al momento en que aquel animal y él estuvieron cara a cara. Sabiendo perfectamente de que era un simple mortal que no estaba tan bien entrenado en la pelea y en el dominio de armas, Helié logró intuir el movimiento del can y terminó clavando la daga justo en su pecho cuando estaba demasiado cerca de él, pero el licántropo también resultó ganador, pues había clavado sus filosos colmillos en el hombro de Seguier, quien no se quejó a pesar de que su cuerpo gritaba de dolor. La bestia cayó pesadamente en el suelo, moribunda y Helié no se movió de su posición hasta que aquel perro no dejó de respirar, fue en ese entonces cuando él, víctima de la mordida maldita, perdió las facultades de su mente.

Al despertar, el dolor era terrible. Su hombro ardía y dolía como si lo hubieran arrancado de su lugar. Recordar todo lo sucedido no mejoró las cosas. Entró en pánico y en confusión, hasta que una voz femenina a su lado trató de calmar su ansiedad. La sorpresa de Helié fue enorme cuando vio a Erinnia, ella había regresado a casa sana y salva. Ella se tomó su tiempo para explicarle todo detalladamente, había estado más de una semana inconsciente luego del incidente. Pero no sólo le habló sobre las pérdidas materiales y humanas. Le contó algo aún más terrible. La mordida del licántropo era portadora de una maldición tan terrible que ninguna magia era capaz de curar. Helié ahora era otro licántropo más, debía regirse bajo el poder de la luna llena. Él no podía creer semejante disparate, pero terminó resignándose al momento en que su mente fue atando cabos sueltos. Pero Erinnia no sólo le reveló aquello, sino algo que lo dejaría aún más desconcertado. Ella le confesó sobre su verdadera condición y porque había huido. Era un cambiapieles y el cuervo que había visto esa noche era Erinnia quien le quería advertir sobre la presencia del licántropo pero lo hizo demasiado tarde.

Pasaron un par de noches, mientras que Helié se recuperaba de las heridas y recobraba la compostura. Su condición fue mejorando poco a poco y parecía que sus energías parecían ser mayores que las de un humano común. Estudiaría su licantropía en secreto, pues tenía que aprender a lidiar con ésta. Ya Erinnia no le preocupaba demasiado, ella parecía ser mucho más independiente en su estado de cambiante y eso estaba bien. Una noche mientras leía en silencio un tratado de demonología, alguien le interrumpió. Por un momento sintió una punzada de dolor en el lugar en donde lo había mordido el lobo, pero terminó pasándose de nuevo a la marca roja en su pecho. De nuevo se había tropezado con Malacoda. Los ojos de Helié se abrieron de par en par, justo cuando más buscaba respuestas, las hallaría en presencia de aquel vampiro antiguo. Desde ese momento Helié ya no dejaría atrás su viejo nombre para autodenominarse a sí mismo: Cagnazzo. Uno de los nueve demonios del infierno de Dante. Erinnia resultó ser otro más, Graffiacane, pero justo cuando Malacoda fue a confrontarla de nuevo, ésta huyó sin dar demasiadas explicaciones. Al vampiro nada le afectaba, ya daría con ella.

A partir de esa noche, al enterarse de su verdadero propósito en este mundo y de finalmente obtener las respuestas que buscaba, Helié, ahora con el nombre de Cagnazzo se uniría a la cofradía de Los Ángeles Custodios liderados por Gian Pietro Caraffa. Conocería a otros que guardaban su misma posición, Malebranche y Edric a quien llama por su nombre clave “Alichino”. Pasarían casi diez años, los cuales no afectaron mucho su cuerpo, pues aún aparentaba la edad en la que fue mordido por primera vez (26 años). Avanzó exitosamente en sus experimentos con respecto a otros licántropos y fue obteniendo más información sobre sí mismo. La alquimia le ha servido de mucha ayuda. Durante esos años no dejaría de buscar a Erinnia, quien parecía más distante y no entendía porque. También ayudó a las influencias de Caraffa dentro del Colegio Cardenalicio para que éste lograra finalmente hacerse con el título de Papa. Entre las incursiones que debía hacer para la logia de los Custodios, estaba la búsqueda de los demás miembros para completar los llamados círculos infernales. Una denominación en modo de burla que le daba Malacoda a algo que parecía escaparse de la compresión de muchos, menos de los miembros de Agartha. Entre tanto, el nuevo Cagnazzo hallaría a una mujer de nombre Belial, quien era nada más y nada menos que la custodio del círculo de Ciriatto. No tardaría en interesarse en ella y de darse cuenta de quién era ésta en realidad. También se encargó de hallar a Calcabrina tiempo después de que se topara con Belial. A pesar de estos grandes avances para su grupo, aún Graffiacane permanece distante y los intentos por hallarla han sido en vano. Ahora con el arribo de Caraffa al papado, las cosas parecen recobrar más fuerza para estos demonios..

Datos Extras

—A pesar de continuar con sus acostumbrados estudios alquímicos, el hecho de ser un licántropo le ha arrebatado la habilidad para los conjuros que antes, en su mortalidad, podía realizar con bastante facilidad.

—Jamás hace mención sobre su esposa e hijo muertos, pues para él ya es algo que quedó enterrado en el pasado y prefiere no entrar en detalles innecesarios con respecto al tema.

—Se cree que aquel licántropo que atacó esa noche su familia, y le maldijo con su mordida, era un primo suyo,  el cual, siempre estuvo celoso de Helié (Cagnazzo). Ambos rivalizaban por querer ser siempre los mejores.