AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The Autumn || Privado
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The Autumn || Privado
por Aitziber D’ Lemoine Mar Feb 10, 2015 6:18 pm
““La verdadera ciencia enseña a dudar de nosotros mismos.”
— Claude Bernard
— Claude Bernard
El viento soplaba, era tenaz y tan intrépido, como si cientos de caballos salvajes estuvieran galopando al mismo tiempo. Lograba meterse entre las faldas de las señoritas más decentes, provocando una bochornosa escena, las miradas nerviosas, mejillas sonrojadas, inducían a precipitar el paso de los transeúntes, que peligraban en encontrarse en medio de una fría lluvia de otoño. Las nubes se revolvían en el cielo, chocaban entre sí, volviéndose grises y densas. Amenazaba por caer una gran tormenta, tal vez la ultima más grande de otoño. Los arboles se mecían, de una lado a otro, dejando en cada batida, decenas de hojas marchitas que se iban a bailar con el viento indiscreto.
Todo eso era visto por Aitziber, quien ya estaba resguardada en su tienda. Inteligentemente había simplemente arrimado algunos barriles, en donde contenían ciertas hierbas que podrían estar muy cerca de la puerta; había deliberado que no sería buena idea dejarlas allí. Si alguien entraba, el travieso aire podría provocar que el agua tuviera la dirección equivocada, mojando su preciada mercancía. No era mucho lo que podía mover aquel pesado barril de unos 40kg aproximadamente. Su vestido le dejaba poca movilidad en las piernas, solo quedaba arrimarlo lo más lejos posible de la puerta. Termino cubriéndolo con una manta y amarrado con una cuerda por toda la circunferencia tal recubrimiento.
Ahora solo quedaba que la tormenta pasase…
Algunos truenos parecieron resonar por todo el lugar. El día se volvió oscuro y gris; apenas eran las dos de la tarde. La noche pareció querer abrazar a la humanidad mucho antes de lo esperado. Las gotas de lluvia parecieron no querer hacerse esperar, todas apresuradas comenzaron a caer, una detrás de otra, empujándose. Se dejaron llevar por el viento, que se movía de aquí y allá sin mucho interés de saber lo que significaba dirección. La bruja se había sentado en su vitrina principal a leer cierto libro con palabras muy extrañas para que cualquiera lo comprendiera. En el gran ventanal de su tienda la protegía del frio del exterior, las gotas de lluvia chocaban en el, provocando cierto sonido, como si pequeñas manos estuvieran tocando; una detrás de la otra.
Pero pronto una mayor gota golpe la puerta. Aitziber levanto su rostro, no era la lluvia que había ese ruido constante, se trataba de un potencial cliente o tal vez una simple persona que buscaba protegerse de la lluvia. La bruja ladeo su cabeza, dudo en unos segundos en abrirle, pero termino aceptando ante la insistencia del desconocido — Ábrele…— ordeno suavemente a algún ente que estaba rondando cerca suyo. Este obedeció, tuvo la suficiente fuerza para quitar el seguro de la puerta, lo que hizo que al próximo golpe del hombre, está sola se abriera, sin que Aitziber no se hubiera movido de su sitio.
— Buenas tardes, mi estimado señor — Saludo. Cerro el libro y miro detenidamente a su nuevo compañero — La puerta siempre estuvo abierta — mintió con cierta facilidad, mientras una pequeña sonrisilla se asomaba por sus labios — ¿Se le ofrece algo en especial? O ¿Solamente quiere pasar la dura tormenta en un lugar cómodo? — pregunto cortésmente, teniendo en cuenta, que posiblemente no buscaba comprar algo de su tienda, era más posible que lo que estuviera haciendo era huir de la tormenta
Aitziber D’ Lemoine- Hechicero Clase Alta
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Re: The Autumn || Privado
por Vinicius Lombardi Vie Feb 20, 2015 5:56 pm
Eidan, tomó su sombrero, su bastón y acomodándose el cuello de su abrigo, saludó de forma lacónica a sus compañeros de escuadrón, - lo siento muchachos, el trago se los debo, pero necesito hacer unas averiguaciones antes que se me escape la idea – sonrió al grupo de policías que ya se preparaban para salir juntos rumbo a un bar cercano, en donde, solían almorzar, o cada tarde luego del trabajo y con una pinta de buen vino, charlaban animadamente de diversos temas. Pero Eidan había comenzado a darse cuenta, que aquellos compañeros, no sentían la misma llama que le carcomía el alma. Él deseaba entender mejor el mundo que le rodeaba, se daba cuenta que prestando atención en las nimiedades, en lo que los demás pasaban por alto, podía estar la solución a un crimen, encarcelando entonces al culpable. Se restregó los parpados con las yemas de sus dedos, estaba realmente cansado, pero no podía encaminarse a su hogar, tan tranquilamente, cuando en las calles de París, cada noche, se multiplicaban los asesinatos extraños, misteriosos.
Dejó la oficina, cerrando la puerta de madera, que aislaba aquel santuario de la justicia, de los demonios que vivian en la ciudad de la luz. Un viento frio se coló por entre su abrigo, - lo único que me faltaba, que cambiara de esta forma el clima – protestó, pensando que apenas unas horas antes, el sol había sido bastante benigno, sin dar signos de que el día terminara con lluvias o fuertes ráfagas de viento. Pero, fuera como fuera, ahora el cielo se encontraba cubierto casi totalmente por un grupo de nubes grises, que parecían moverse por el firmamento como grandes monstruos, enfadados con la raza humana.
El aire húmedo, le dio la información que necesitaba, - pronto éste lugar estará empapado, debo buscar un refugio -, se dijo, - no creo poder llegar hasta el boticario – resopló enojado con su mala suerte, - solo te pedía tiempo para llegar a la maldita droguería, ¿cómo se supone que podré hacer los experimentos sin el material? –, Se acomodó mejor el abrigo, era inútil quejarse con los hados, ellos hacían lo que se les antojaban y el investigador podía comprender fácilmente que hoy no era uno de sus días.
Apresuró el paso, cruzando las calles, una tras otra, esquivando a diferentes transeúntes, hombres de negocio, caballeros de librea, adolescentes con libros en las manos, mujeres de vida sencilla que pedían en alguna esquina con sus pequeños pegados a la falda. Se detuvo un momento, miró a los ojos a una de esa mujeres, su mirada era dura pero no juzgaba, solo que por su trabajo, siempre parecía que estaba a punto de comenzar un interrogatorio, sacó unas monedas de oros y tomó la mano de la mujer, - vuelve a casa en cualquier momento comenzará a llover y no es bueno que sigas en la calle -, la mujer se apresuró a asentir con su cabeza, tomar sus pocas pertenencias y caminar hacia las calles menos transitadas. El detective se quedó observando cómo se alejaba, grabando en su retina aquel rostro, podía entender la necesidad, lo que no permitiría era que arriesgara a los pequeños por conseguir un poco más de dinero aquel día. Cuando la mujer y los pequeños, desaparecieron de su campo visual, se giró y siguió su camino. Algunas damiselas, que pasaron a su lado, parecían sonrojarse cuando el viento arremolinaba sus faldas dejando parte de sus piernas expuestas, pero a Eidan aquello no le llamaba la atención, nada había más excitante y atrayente que la ciencia, los experimentos y los nuevos descubrimientos. Prefería pasar la tarde hablando sobre lo que una raíz podía provocar en el cuerpo de una persona, que charlar animada y coquetamente con una jovencita, tomando un té en alguno de esos café de moda.
Y como lo había previsto, la lluvia se desató, su abrigo pronto se empapó al igual que su sombrero, con su mirada aguda e inquisitiva buscó donde refugiarse. Entonces, aquel pequeño local, llamó su atención, parecía un boticario, pero él estaba seguro que antes de éste día, no lo había visto aquel negocio. La intriga y además del hecho que podría refugiarse del aguacero lo hicieron acercarse, pero cuando quiso entrar, se dio cuenta que la puerta estaba cerrada. Golpeó los cristales, sin hacer mucha presión, lo que menos quería era romper unos cuantos vidrios. Le pareció, que sentada tras un barril, se encontraba la dependienta de la tienda, pero parecía que no se daba cuenta de su presencia o simplemente no le interesaba atenderlo.
Cuando estaba a punto de abandonar el lugar, la puerta se abrió. Se giró para agradecer que se hubiera levantado para abrirle, pero entonces un gesto de asombro e intriga cubrió su rostro, -¿cómo abrió la puerta sin siquiera moverse del lugar? – Contempló la joven, mientras sonreía divertido, - creo que por fin algo interesante puede ocurrir éste día -.
Dejó la oficina, cerrando la puerta de madera, que aislaba aquel santuario de la justicia, de los demonios que vivian en la ciudad de la luz. Un viento frio se coló por entre su abrigo, - lo único que me faltaba, que cambiara de esta forma el clima – protestó, pensando que apenas unas horas antes, el sol había sido bastante benigno, sin dar signos de que el día terminara con lluvias o fuertes ráfagas de viento. Pero, fuera como fuera, ahora el cielo se encontraba cubierto casi totalmente por un grupo de nubes grises, que parecían moverse por el firmamento como grandes monstruos, enfadados con la raza humana.
El aire húmedo, le dio la información que necesitaba, - pronto éste lugar estará empapado, debo buscar un refugio -, se dijo, - no creo poder llegar hasta el boticario – resopló enojado con su mala suerte, - solo te pedía tiempo para llegar a la maldita droguería, ¿cómo se supone que podré hacer los experimentos sin el material? –, Se acomodó mejor el abrigo, era inútil quejarse con los hados, ellos hacían lo que se les antojaban y el investigador podía comprender fácilmente que hoy no era uno de sus días.
Apresuró el paso, cruzando las calles, una tras otra, esquivando a diferentes transeúntes, hombres de negocio, caballeros de librea, adolescentes con libros en las manos, mujeres de vida sencilla que pedían en alguna esquina con sus pequeños pegados a la falda. Se detuvo un momento, miró a los ojos a una de esa mujeres, su mirada era dura pero no juzgaba, solo que por su trabajo, siempre parecía que estaba a punto de comenzar un interrogatorio, sacó unas monedas de oros y tomó la mano de la mujer, - vuelve a casa en cualquier momento comenzará a llover y no es bueno que sigas en la calle -, la mujer se apresuró a asentir con su cabeza, tomar sus pocas pertenencias y caminar hacia las calles menos transitadas. El detective se quedó observando cómo se alejaba, grabando en su retina aquel rostro, podía entender la necesidad, lo que no permitiría era que arriesgara a los pequeños por conseguir un poco más de dinero aquel día. Cuando la mujer y los pequeños, desaparecieron de su campo visual, se giró y siguió su camino. Algunas damiselas, que pasaron a su lado, parecían sonrojarse cuando el viento arremolinaba sus faldas dejando parte de sus piernas expuestas, pero a Eidan aquello no le llamaba la atención, nada había más excitante y atrayente que la ciencia, los experimentos y los nuevos descubrimientos. Prefería pasar la tarde hablando sobre lo que una raíz podía provocar en el cuerpo de una persona, que charlar animada y coquetamente con una jovencita, tomando un té en alguno de esos café de moda.
Y como lo había previsto, la lluvia se desató, su abrigo pronto se empapó al igual que su sombrero, con su mirada aguda e inquisitiva buscó donde refugiarse. Entonces, aquel pequeño local, llamó su atención, parecía un boticario, pero él estaba seguro que antes de éste día, no lo había visto aquel negocio. La intriga y además del hecho que podría refugiarse del aguacero lo hicieron acercarse, pero cuando quiso entrar, se dio cuenta que la puerta estaba cerrada. Golpeó los cristales, sin hacer mucha presión, lo que menos quería era romper unos cuantos vidrios. Le pareció, que sentada tras un barril, se encontraba la dependienta de la tienda, pero parecía que no se daba cuenta de su presencia o simplemente no le interesaba atenderlo.
Cuando estaba a punto de abandonar el lugar, la puerta se abrió. Se giró para agradecer que se hubiera levantado para abrirle, pero entonces un gesto de asombro e intriga cubrió su rostro, -¿cómo abrió la puerta sin siquiera moverse del lugar? – Contempló la joven, mientras sonreía divertido, - creo que por fin algo interesante puede ocurrir éste día -.
Vinicius Lombardi- Cazador Clase Alta
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Re: The Autumn || Privado
por Aitziber D’ Lemoine Mar Mar 24, 2015 7:43 pm
“Pueden ser crueles los actos de un hombre, sin necesidad de que el hombre sea cruel.”
— Nerón
— Nerón
¿Cómo era la apariencia de la bruja? Al principio se podía ver como una persona normal, que no voltearías a ver a no ser por sus distintivos rasgos de origen asiáticos, era lo primero que parecía resaltar, ante la vista de todos. Estaba en un mundo en donde predominaba la descendencia con semblantes europeos, pieles mas tostadas; a comparación con la suya. Hombres de aspecto más duro y mujeres de tendencia longeva temprana. Ella provenía de un mestizaje entre un europeo y un oriental, aun así llegaba a tener muchos más rasgos de su madre que de su padre. Su edad no podría deducirse con ver su aspecto físico, podrían llegar a fácilmente a confundirse con sus finos rasgos y piel de porcelana, pero sus ojos no mentían, en ellos si se podía ver la sabiduría y los años que costaba para poder obtenerlos
Miro entrar al hombre. Acomodo algún mechón salvaje por detrás de su oreja. El sonido de la lluvia golpeaba brutalmente los ventanales, para Aitziber era como una maravillosa sinfónica especial de otoño. Por culpa de las nubes grises que invadían el cielo era evidente la falta de luz natural en el lugar, eso le daba un efecto sombrío al establecimiento. En el cual solamente había una señorita sentaba que al parecer no mostraba ningún miedo estar sola con un desconocido. — ¿Se le ofrece algo en especial? — Volvió a preguntar con suma paciencia. Al parecer no le había escuchado la primera vez.
— No se preocupe, puede mirar todo lo que quiera — inquirió al final. Volvió a abrir nuevamente su libro — Ha de refugiarse de la lluvia, me imagino que no le agrada mucho mojarse — a ella tampoco le gustaba mojarse, tenía miedo de enfermarse, era horrible decaer por una gripe, porque aunque vendía ciento de brebajes para el mal de la lluvia, odiaba tener que prepararlos y mucho mas tomarlos, porque aunque le pusiera miel y todo un arreglo de dulces sabores ¡Eran horribles!.
El hombre podía quedarse. No le daba mala espina, parecía hasta ser de esos caballeros que están siempre a la disponibilidad de cualquier damisela en peligro y eso decía mucho de él. Ella no se iba por las apariencias de cada persona, pero debía admitir que la primera impresión valía mucho. Aun así ella tenía sus pequeños amigos que le indicaban que no había ningún tipo de problema. Pero todo era relativo, podría cambiar en cualquier momento, por eso se mantenían alerta a cualquier tipo de cambio en el ambiente.
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