Voler Vers La Lumière [Privado]

por **Kaled Fayolle** Dom Feb 22, 2015 4:11 pm

Divisaba el oleaje, la lucha continua que la turbulencia del mar ofrecía a las embarcaciones, era un espeso color que teñía el horizonte y una comunión perfecta entre la bóveda celeste y la tonalidad del agua. En realidad no estaba consciente de cuánto tiempo había transcurrido sentado ahí en el muelle. Sus cabellos danzaban libremente con el vaivén de la brisa marina, que lejos de molestarle parecía brindarle cierto regocijo. De su abuela había aprendido a ceder a ciertos momentos de locura que regala la naturaleza, a ver con buenos ojos lo que sucede día a día, Fabrice era un soñador en toda la extensión de la palabra. Cada caída y cada pérdida en su vida significaban un aprendizaje, lejos de causar mella en él, significaban un escalón hacia la superación personal.

Pocas personas se hallaban a su alrededor a esas horas. En Marsella se podía caminar tranquilamente aun cuando la luz diurna había desaparecido, pero ahora se hallaba en otro lugar, no se dirigiría a casa de Marie-Anne cuando terminara de contemplar el mar, lo sabía muy bien y pese a esto se mostraba bastante confiado. Se levantó lentamente y metió las manos a los bolsillos decidido a volver al núcleo de la capital. Avanzó permitiéndose vislumbrar las estampas que se dibujaban a su alrededor de vez en cuando. Pendía un morral de cuero sobre su hombro izquierdo y un par de réplicas de su más reciente creación así como un par de francos en el bolsillo izquierdo. Las farolas presumían tonalidades amarillentas y reflejaban dantescas siluetas sobre las acanaladas paredes de algunos establecimientos abiertos a esas horas.

Se empezaba a adentrar nuevamente a la zona comercial, pudo haberse dirigido hacia algún hostal para pasar la noche y descansar, pero sintió esa necesidad de regresar las pociones nuevamente al establecimiento. Dicha tarea resultaba agotadora, abrir el local, entregar algún pedido y volver a cerrar. Suspiro poco antes de notar que un par de hombres le seguían, apresuró el paso disimuladamente y el andar se volvió una carrera maratónica. Escuchó a aquellos ladronzuelos pedirle entregar el morral. Fabrice corrió lo más que pudo pero terminó perdido en algún callejón poco antes de arribar a su sitio. Esta parte de la ciudad le resultaba aun un tanto difícil de memorizar.

Sus movimientos mecánicos le defendieron de uno de ellos, sin embargo el filo de una navaja le provocó soltar el morral y caer de rodillas, un par de bofetadas más y el dolor punzante en su costado le dificultó seguir con el mismo ritmo. Con dificultad, pudo llegó a la calle que daba hacia su establecimiento, la vista se nublaba con cada paso que daba, el morral estaba aferrado a su cuerpo, aunque no desconocía si aún portaba consigo las esencias. Llevó su diestra hacia el fondo de su bolsillo para tomar la llave mientras la camisa de algodón se tornaba carmesí debido a la herida. Se desvaneció antes de colocar la llave y a lo lejos las miradas atónitas de extraños caían sobre él, una voz le llamó por su nombre, aunque no logró reconocer de donde provenía el llamado.

por **Esteve Sa-Michelle** Jue Oct 22, 2015 10:17 am

Una jornada laboral bastante entretenida y cansada. El cuadro que estaba pintando bajo la paga de una viejecilla gruñona, me ponía de muy mal humor. Pareciera que estaba sufriendo alguna clase de castigo divino, porque los últimos clientes que había conseguido, presentaban signos de estar poseídos por algún tipo de demonio neurótico. Odiaba a los ricos con toda mi alma, por su prepotencia, por su falta de humanidad ¡por todo! Sin embargo necesitaba el dinero. Del muñequero no sabía absolutamente nada y estaba planteándome seriamente dejar el empleo - aunque había mucho dinero bajo mi resguardo pero no me pertenecía - ¿qué se supone que debía hacer? ¿cuánto tiempo más tendría que esperar su regreso? Con todos estos pensamientos rompiéndome el alma, me apresuré a llegar a casa con el estómago vacío; iba hacer una de esas noches muy largas de insomnio seguramente sin nada más relevante que hacer, sin embargo ocurrió todo lo contrario...

Al doblar la esquina me topé con un nutrido grupo de gente, que miraba hacia un punto en particular, estaban abstraídos obstruyéndome el paso, por lo que descaradamente les aparté dando algunos codazos aquí y allá, pero cuál sería mi sorpresa al encontrarme ante el Génesis de aquella manifestación:

-¡Fabrice! -Grité su nombre entre todos ellos y me apresuré a acudir a su lado; estaba en el suelo muy pálido y... -Oh no, no, no.- Su camisa blanca presentaba una grotesca mancha carmesí que iba incrementándose, conforme sus ojos recorrían su semblante. ¿Qué había sucedido? ¿un asalto acaso? -¡Necesito un médico! ¡Llamen a un médico!

Desafortunadamente nadie parecía querer mover un solo músculo, simplemente se limitaban a mirarse unos a otros, como si yo hablara un idioma diferente. Estaba asqueado de lo indiferente que podía ser la gente en una circunstancia como ésta, pero dejándolos de lado, lo tomé entre mis brazos, le sujeté con fuerza, e instintivamente comencé andar calles adentro. Tenía que llevarle a un hospital lo más pronto posible a como diera lugar, aunque se encontrara a cientos de kilómetros de distancia.

De camino yo seguí clamando por ayuda, hasta que finalmente un anciano regordete y calvo me hizo señas con ambas manos. No dudé un instante y acudía su puerta comentándole apresuradamente que ayudara a su amigo por favor.

-Encárgate de sus cosas, yo me encargo del resto y aléjate un par de pasos hacia cualquier parte.

Me aparté como el me lo pidió, pero no despegué los ojos de encima. Cuando el viejo se deshizo o de la ropa, pude ver un corte en un costado, del cual brotaba una cantidad abundante de sangre. Me preocupé aún más.

-Arma blanca- espetó el anciano quien ya comenzaba a limpiar la herida. Fabrice parecía retomar algunos momentos de lucidez para volver a su letargo.

-Se va a recuperar. ¿verdad Doctor?- pregunté ansioso. El viejo no me respondió, se limitó a hacer su trabajo, y el silencio me ponía los cabellos de punta. Esperaba haberlo traído a tiempo y no ser demasiado tarde.

por **Kaled Fayolle** Lun Nov 09, 2015 2:40 pm

Los movimientos de Fabrice terminaron en meros intentos por abrir la puerta, sus ojos se cerraron paulatinamente, escuchando apenas el murmullo creciente de otros comerciantes que se aglomeraron para ver el espectáculo. Nadie se atrevió a tenderle la mano, quizás a debido a que el perfumista era alguien nuevo en la calle. La mayor parte de ellos llevaban años en el mismo sitio, ser el chico nuevo en la capital resultaba ser más pesado de lo que parecía. A lo lejos su nombre fue pronunciado más de una vez, tendido sobre el suelo volteó su rostro para toparse con la efigie borrosa de un joven.

–Es…teve –

Musitó con dificultad.

La oscuridad tomó lugar en su sub consciente y al ceder a la morfina del dolor de la herida y la debilidad que le producía la misma se vio sumergido en remembranzas. Las siluetas de sus padres despidiéndose de él antes de verles por última vez, su abuela caminando de la mano en los extensos pasillos de su mansión y el aroma a especias cuando elaboró una esencia por primera vez. Todos esos sentimientos estaban impregnados de dolor en su corazón, resultaban hirientes cuando se remontaba esa época. No obstante no era tiempo de reunirse con Marie-Anne, no aún. No sabía con exactitud cuánto tiempo había pasado, abrió con dificultad los ojos una vez más sin reconocer el lugar donde ahora se encontraba, sus fuerzas eran pocas así que tomó un par de minutos más abrirlos por completo.

Se hallaba recostado con vendajes en el abdomen, volteó hacia su derecha y notó la camisa completamente destrozada con las manchas de sangre impregnadas aún. En el lugar predominaba un desagradable olor a humedad, las paredes despintadas no le daban buena pinta en absoluto. Trató de erguir su cuerpo buscando el morral con las esencias dejando en segundo término el incidente del cual había sido víctima horas atrás. No pasaba de media noche así que supuso tendría que reposar la noche entera. Su intento por levantarse dolió en su herida obligándole a tenderse sobre el camastro reiteradamente. Aquel hombre de fachada mal encarada regresó al cuarto para deshacerse de la prenda sucia y demás material de sutura.

–Disculpe mis cosas, el morral que traía conmigo ¿Dónde está?– Espetó mostrándose confundido aún –¿Cómo es que llegué aquí? Es decir, quien… – su cuestionamiento quedó incompleto cuando por el umbral de la puerta vio la figura de Esteve quien seguramente escuchó sus cuestionamientos.

Hace un par de semanas que había apenas cruzado palabras con él. Su local se encontraba justo enfrente del perfumista y hasta el día de hoy era la única persona que había ganado su confianza. Una tenue línea se dibujó en los labios de Fabrice al ver un rostro conocido en el lugar.

–Esteve, supongo que fuiste tú – pronunció con dificultad –Ahh... ¿Qué pasó?–

Se recostó una vez más.

por **Esteve Sa-Michelle** Jue Feb 04, 2016 1:45 pm

El doctor salió y con un ademán de su rostro y de su mano, me indicó que podía pasar. Yo llevaba entre mis manos, la pequeña mochila donde generalmente Fabrice llevaba sus valiosas esencias de las que tanto le gustaba hablar, cuando a veces coincidíamos de regreso a nuestras casas. Era sencillo hablar con él porque tenía esa vibra buena y clara de la que muchas personas carecen hoy día. Me gustaba verle sonreír y ese tic nervioso que a veces tenía de llevar la mano al cabello para revolvérselo y acomodárselo según fuera el caso.

Lo que Fabrice no sabía, era que cada que sonría, parecía que el sol salía. Poseía una sonrisa franca y y deslumbrante, que me de una vez imaginé plasmada en un lienzo. Era una idea que tenía en mente, quizás pudiera platicarle en el momento adecuado, sin embargo dadas las circunstancias, tendría que esperar un poco tiempo más hasta que estuviera completamente recuperado.

-Si, soy yo, el pintor de brocha gorda. - traté de bromear y darle un poco más de ánimo, porque la palidéz que presentaba en ese momento, presentaba prácticamente, una señal inequívoca de que no se encontraba muy bien. Fabrice solía tener la tez muy blanca, pero ahora que lo observaba con mayor detenimiento, parecía translúcido. Desechen las ideas funestas de mi pensamiento por un instante, ahora lo que importaba era que su herida no pasara a mayores y que pudiera ir pronto a casa. Yo le ayudaría en lo que estuviera mi alcance para que esto fuera así. Si tendría que cargarlo en brazos, lo haría.

-Me... Nos diste un buen susto allá afuera. Pero gracias a mi astucia -moví las cejas -Logré darle su merecido a los Malos. Estoy completamente seguro de que jamás van a volver a pisar la callejuela, así que no te preocupes que estarás a salvo por el momento. -Acomodé un par de mechones que tenía sobre los ojos y que no me permitían ver sus ojos azules.

Todo dependería de lo que doctor indicara. Tal vez tuviera que pasar la noche en el hospital como manera precautoria, pero como bien he dicho, era decisión del doctor y no mía. Yo estaría a su lado, dándole apoyo.

por **Kaled Fayolle** Mar Feb 23, 2016 11:44 am

Trataba de comprender lo que había sucedido con él en ese lapso donde la oscuridad había apagado sus sentidos debido al dolor creciente en su abdomen. Sin mucho éxito solo eran esbozos de su camino desde el puerto hasta la calle donde se hallaba su establecimiento lo que recorrían una y otra vez su empolvada memoria. Después los golpes, la dolencia del arma entrando por su costado y un túnel sombrío que le había conducido hasta ese estado de inmovilidad. Suspiró dejando en ello ir un poco de la molestia que la herida le ocasionaba a pesar de encontrarse vendado. Resultaba quizás algo difícil de comprender que la primera petición del galés, había sido saber la ubicación de sus pertenencias y no la de su estado físico. Sonrió con dificultad cuando Esteve respondió a su cuestionamiento. Solo ese joven lograba que Fabrice reaccionara de tal manera, pues poseía un carácter reservado pero con un sentido del humor poco común que no había conocido hasta ese entonces.

–Vamos Esteve, sabes que tienes la capacidad de mucho más que eso–

Dijo con seguridad. Solo tenía el conocimiento de las habilidades del otro pero hasta ahora no se había atrevido a pedirle que le mostrara lo que hacía. Atendía la tienda de muñecas, pero eso no era lo suyo y solo en los ratos libres del perfumista pensaba ¿Qué era lo que detenía a Esteve a desarrollar su talento? En un área que seguramente disfrutaba mucho más que colocarse frente a un mostrador.

Llevó su diestra hacia su abdomen, la herida debía cicatrizar y obligadamente tendría que reposar. Era una pausa que echaba abajo los planes de Fabrice ya que estaría inmovilizado por unos días y significaba una pérdida considerable en el negocio. Arqueó una ceja al escuchar nuevamente a Esteve dirigirse de tal modo hacia él, la forma en la cual había corregido lo que realmente quería decir. Podría ser que Fabrice estuviese imaginando cosas…

–No te preocupes, estoy bien soy mucho más fuerte de lo que crees– guiño un ojo antes de reír por lo expresado en la voz ajena.

–Ya lo creo, esos bandidos deben pensarlo dos veces antes de volver a cruzarse en tu camino, muchas gracias Esteve–

Enseguida el hombre encargado de la sutura irrumpió a ambos jóvenes. Indicó que Fabrice debía permanecer por lo menos esa noche en dicho lugar, en caso las molestias persistieran. Fabrice irguió la mitad de su cuerpo tratando de replicar dicha indicación, sin embargo el intento fallido le obligó a recostarse nuevamente.

–Está bien– espetó al doctor –Esteve te agradezco infinitamente lo que has hecho por mí, no tengo como pagarte ese acto generoso de tu parte, pero por favor siéntete libre de marcharte si está cansado ya, seguramente tuviste una jornada larga–

Le miró con cautela esperando su respuesta.

por **Esteve Sa-Michelle** Miér Mar 30, 2016 11:22 am

-Venga, que me vas a hacer creer, que de verdad soy un gran artista - de no ser porque estaba convaleciente, le abría dado un golpe en el hombro, jugando-. Tienes que ponerte bueno muy pronto porque quiero enseñarte un cuadro. No sé, me ha parecido buena idea que pusieras uno dentro de tu perfumería, en esa pared que tienes vacía.

Había trabajado en ése cuadro hacía algunas semanas atrás, intentando una nueva técnica. Estaba orgulloso de mi trabajo por primera vez en mucho tiempo.

-Así me das renombre y quizás algún día lejano que sea un artista famoso, todos vayan admirar mi obra maestra y quizás a comprarte alguna fragancia.

No pude evitar reír. A pesar de las circunstancias, y del tremendo susto que acababa de llevarme, Fabrice lograba ponerme de muy buen humor. El único con el que podía bromear, sin que me tildara de loco. Sólo él había comprendido mi extraña manera de vestir y de comportarme. Él y otra persona más que por breves instantes me arrancó un recuerdo. Aquella persona que alguna vez pensé pudiera formar parte de mi vida, pero que por circunstancias del destino no se pudo consolidar nada, salvo compartir las sábanas blancas, que terminaron salpicadas de pintura.

El encargado de haber suturado la herida hizo acto de presencia, indicándole a Fabrice, que sería muy probable que pernoctara en el nosocomio. Pude ver su rostro desencajado, más no lo culpaba. Había muchos más pacientes alrededor nuestro que no paraban de quejarse lastimosamente. Personalmente no me gustaban esa clase de lugares, sin embargo sabía de buena fuente que solían ser sitios donde poder inspirarse y tener buenas ideas en la cabeza para escribir música o pintar.

-Tómalo con calma, pudo haber sido peor. El paciente de la última cama, lleva puesta una bata que... Le faltan algunos amarres en la parte trasera y ha dado un buen espectáculo cada que le animan a caminar. Todo habría resultado bien, si no se tratara de un octagenario. -puse cara de asco-. -Así que descuida, no tengo nada que hacer. No deseo volver a la tienda tan pronto. Me quedaré a hacerte compañia. - tomé su mano y la apreté para reconfortarle.

por **Kaled Fayolle** Lun Abr 11, 2016 11:06 am

Tan solo habían cruzado palabra un par de veces. El local de Esteve se hallaba del otro lado de la calle y aunque resultaban tener talentos completamente distintos había algo en la mirada ajena que llamó de inmediato la atención del novel perfumista. No resultaba ser una atracción solo física, estaba de más describir el encanto que poseía el rostro de su acompañante. Labios rosados y una nariz redondeada que daba forma al resto de su delineado rostro. Las cejas pobladas apenas podían ocultar el ápice de nostalgia en sus ojos lúgubres, opacados por alguna memoria que seguramente aún era doliente en su rutina. Fabrice se sentía aún atrapado por esa primera impresión cuando Esteve levantó la mano del otro lado de la acera, una mañana soleada cuando el francés salía a tomar un paseo matutino.

Después de eso, un par de pláticas breves que habían bastado para que la atención de Fabrice se mostrara de vez en cuando dispersa. Soñando y tratando de adivinar a donde se dirigía el otro cuando regresaba tarde a su local. El tenerlo frente a él en ese momento de dificultad aliviaba de sobremanera sus dolencias. Aunque no tenía a nadie en la capital, agradecía que fuese él su compañía. Sonreía ante la teatralidad que Esteve brindaba en sus discursos, poseía un sentido del humor bastante peculiar que lograba aminorar los momentos difíciles.

–Haré mi mayor esfuerzo para poder sanar rápidamente y con mucho gusto acepto colocar uno de tus cuadros en mi local–

Para Fabrice sería un honor poseer una obra de arte como muchas de las otras que el pintor realizaba. ¿Por qué no iniciaba de cero? Ofreciendo sus habilidades a muchas otras personas que seguramente se rendirían fascinados ante su talento nato. Aun no podía atreverse a cuestionarle sobre el tema. Nuevamente el perfumista sonrió con dificultad ante la descripción que revelaba Esteve.

–No tienes reparo en hacer ese tipo de comentarios ¿Cierto?–

Se tocó el abdomen dado el esfuerzo que representaba reír abiertamente. Entonces el cálido tacto ajeno le tomó por sorpresa, de inmediato los orbes de Fabrice se posaron sobre los ajenos, denotando cierto nerviosismo.

–Esteve…es decir, claro, si no tienes prisa en marcharte puedes quedarte un par de horas más–

Dirigió su mirada a otro lado, ninguno en específico antes de recuperarse de su asombro.

–Dime ¿Qué hiciste el día de hoy? Bueno… cuéntame ¿Has tenido ventas esta semana? Desafortunadamente yo no tantas como quisiera presumir, pero estoy seguro que vendrán tiempos mejores–

Sus labios delinearon una mueca apenas visible, estaba intentando aproximarse a ese misterio perfecto llamado Esteve.

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