AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La moral de un asesino {Danna Dianceht}
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La moral de un asesino {Danna Dianceht}
”Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga.”
Denis Diderot
Denis Diderot
Escocia, su país, las tierras que le habían visto crecer, convertirse en un hombre y ser feliz. Un lugar al que siempre podría llamar hogar sin importar no tuviese siquiera un techo ahí, mas nada de ello importaba ahora. Le resultaba doloroso regresar y no se sentía listo, no aún.
Seguía pensando en ese día no importaba lo que hiciera, no importaba donde estuviera, seguían llegando a su cabeza como verdaderas dagas hirientes las imágenes de esa sierra maldita desgarrando el cuerpo de su esposa y de su hijo, era una visión tan clara que incluso podía escucharse y olerse. El sonido de la carne cediendo al paso de ese filo carnicero y el aroma repugnante de la sangre de su esposa mezclada con los fluidos de los cerdos que la habían abusado. Podía verlo, escucharlo, olerlo, sentirlo, vivirlo…
En Escocia sería peor, lo sabía aunque no a ciencia cierta, mas no quería comprobarlo todavía. Así que había tenido que pensar en otra coartada, pues necesitaba verla, necesitaba hablar con ella y decirle unas cuantas cosas, pero se había obligado a fingir cordialidad y pretender que nada extraño pasaba en su vida. Así había escrito la misiva que había enviado a la Duquesa de Dianceht en cuanto había acabado sus asuntos con la Reina. Primero una, luego la otra.
Así es como la noble Duquesa había accedido a viajar a Francia para visitarle y Emerick le había enviado las indicaciones correspondientes. indicaciones que —muy extrañamente— le habían llevado al circo de los gitanos a primeras horas del anochecer. No era el lugar perfecto para tener invitar a alguien de la realeza y mucho menos para que una mujer sola llegase a esas horas. Los gitanos en su mayoría no eran malas personas, pero eran conocidos por dedicarse al robo y sus hombres por aprovecharse de las jovencitas ingenuas, pero Danna ya era una mujer hecha y derecha y cargaba con su misma condición, lo que le presentaba más de una buena herramienta para defenderse en casos de necesidad.
No sabía si ella se lo habría preguntado o no, pero de haberlo hecho, habría llegado a la conclusión de que probablemente no había lugar más privado para hablar de noche, que tal vez la soledad de un bosque lejano o el mismo cementerio. Pero el circo gitano poseía además diversos rincones y oscuridades en las que poder esconderse y eso era precisamente lo que buscaba Emerick.
Le sintió llegar, el sonido del carruaje no pasó desapercibido ante sus oídos y pronto el aroma de su esencia también se encargaba de delatar su presencia. Tal y como él le había pedido, la Duquesa había llegado sola y sus pasos dubitativos decían al Duque que ella le estaba buscando. Por un momento pensó en saltarle encima por sorpresa, en jugar a asustarla y quizás incluso taparle la boca, pero tal como él podía sentirla, sabía ella que él también estaba ahí. Dejó que fuese la escocesa la que le encontrase, pues no se movió de su escondite ni siquiera cuando le tuvo de frente. Entonces sólo le miró, directamente a los ojos desde sus cuentas azulinas, oscuras y apagadas, desde su mirada de asesino que se desmoronó con tan sólo verle la cara.
Danna estaba embarazada.
Seguía pensando en ese día no importaba lo que hiciera, no importaba donde estuviera, seguían llegando a su cabeza como verdaderas dagas hirientes las imágenes de esa sierra maldita desgarrando el cuerpo de su esposa y de su hijo, era una visión tan clara que incluso podía escucharse y olerse. El sonido de la carne cediendo al paso de ese filo carnicero y el aroma repugnante de la sangre de su esposa mezclada con los fluidos de los cerdos que la habían abusado. Podía verlo, escucharlo, olerlo, sentirlo, vivirlo…
En Escocia sería peor, lo sabía aunque no a ciencia cierta, mas no quería comprobarlo todavía. Así que había tenido que pensar en otra coartada, pues necesitaba verla, necesitaba hablar con ella y decirle unas cuantas cosas, pero se había obligado a fingir cordialidad y pretender que nada extraño pasaba en su vida. Así había escrito la misiva que había enviado a la Duquesa de Dianceht en cuanto había acabado sus asuntos con la Reina. Primero una, luego la otra.
Querida Danna Dianceht, Duquesa de Escocia:
Me conocéis y sabéis cuanto me abstrae el tener que molestaros, pero necesito de vuestra presencia. En este momento me encuentro de viaje en Francia por algunos asuntos políticos, sé que vos también viajáis a menudo, así que me gustaría veros en vuestra visita más cercana. Mejor dicho, me urge veros lo más pronto que podáis planificar este viaje.Enviadme una fecha y yo os enviaré el lugar.
Dichosamente suyo,
Emerick Boussingaut, Duque de Escocia.
Así es como la noble Duquesa había accedido a viajar a Francia para visitarle y Emerick le había enviado las indicaciones correspondientes. indicaciones que —muy extrañamente— le habían llevado al circo de los gitanos a primeras horas del anochecer. No era el lugar perfecto para tener invitar a alguien de la realeza y mucho menos para que una mujer sola llegase a esas horas. Los gitanos en su mayoría no eran malas personas, pero eran conocidos por dedicarse al robo y sus hombres por aprovecharse de las jovencitas ingenuas, pero Danna ya era una mujer hecha y derecha y cargaba con su misma condición, lo que le presentaba más de una buena herramienta para defenderse en casos de necesidad.
No sabía si ella se lo habría preguntado o no, pero de haberlo hecho, habría llegado a la conclusión de que probablemente no había lugar más privado para hablar de noche, que tal vez la soledad de un bosque lejano o el mismo cementerio. Pero el circo gitano poseía además diversos rincones y oscuridades en las que poder esconderse y eso era precisamente lo que buscaba Emerick.
Le sintió llegar, el sonido del carruaje no pasó desapercibido ante sus oídos y pronto el aroma de su esencia también se encargaba de delatar su presencia. Tal y como él le había pedido, la Duquesa había llegado sola y sus pasos dubitativos decían al Duque que ella le estaba buscando. Por un momento pensó en saltarle encima por sorpresa, en jugar a asustarla y quizás incluso taparle la boca, pero tal como él podía sentirla, sabía ella que él también estaba ahí. Dejó que fuese la escocesa la que le encontrase, pues no se movió de su escondite ni siquiera cuando le tuvo de frente. Entonces sólo le miró, directamente a los ojos desde sus cuentas azulinas, oscuras y apagadas, desde su mirada de asesino que se desmoronó con tan sólo verle la cara.
Danna estaba embarazada.
Emerick Boussingaut- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 430
Fecha de inscripción : 23/09/2012
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Re: La moral de un asesino {Danna Dianceht}
Mezcla a tu prudencia un grano de locura.
Quinto Horacio.
Quinto Horacio.
La inquietud era permanente en la vida de Danna, ya que desde que la carta de la inquisición llegó a sus puertas, no había encontrado ningún día en que los miedos se disipasen más que cuando los brazos de su esposo la acobijaban en aquellas cortas noches que disfrutaba de él. Únicamente tras el reencuentro en París con Adrik, se permitió tener unas semanas de paz. Y aun así, la paz terminó tan abruptamente como llegó a sus manos una carta del puño y letra del duque de Escocia que sus mensajeros le hicieron llegar a tiempos antes de que viajara de regreso a sus amadas tierras; su hogar. La duquesa rápidamente leyó la misiva y agradeciendo aquel ligero respiro de sus inquietudes, se alegró de saber de Emerick, quien desde hacía tiempo no tenía ninguna buena nueva de él. La citación le resultó un tanto extraña, pero en realidad… ¿que era normal entre realezas? El mundo del poder estaba lleno de corrupción y traiciones por doquier y pensándoselo de esa forma una reunión con Emerick no parecía tan descabellado y peligroso. Por lo que sabía y conocía ligeramente de él, no solía enfrascarse en problemas políticos, al menos hasta donde llegaba su conocimiento de él.
Querido Emerick Boussingaut, Duque de Escocia:Querido duque, vuestra invitación será más que bien recibida. Vuestra ausencia es notoria en Escocia y la preocupación por vos se hace amarga en mi corazón tras no saber de vuestra presencia en nuestra amada tierra. Actualmente también me encuentro en Francia, tenéis suerte de que vuestra misiva terminara en manos de uno de mis lacayos franceses antes de que iniciaran el viaje a Escocia para entregarla. Dispongo de semanas aún por delante en las cálidas tierras de París. Os propongo vernos en tres días. El lugar y la hora a elección vuestra.A poder ser al anochecer.Suya,Danna Dianceht, duquesa de Escocia.
Su contestación fue rápidamente enviada y unas horas más tarde el mismo mensajero llevó la citación del duque con la dirección del encuentro, con el anexo de unas últimas palabras del duque como la de asistir a la reunión en solitario, a lo que Danna expresó su conformidad remitiéndole su tácito acuerdo en que así seria. No obstante, no pudo mantener su palabra en cuanto Adrik supo de la existencia de aquella misiva y el planteamiento de asistir sola y por primera vez hizo caso a su demanda de acudir protegida por los cambiaformas que la custodiarían desde las sombras, pudiendo intervenir solo si la vida de la duquesa y la de su hijo neonato, corrían peligro. Sin embargo, como le había pedido Emerick y ella había aceptado, acudiría sola al encuentro, por lo que acordó que sus protectores se mantendrían alejados del radar del licántropo. A pesar de ello, se encontrarían lo suficientemente cerca para oír a la duquesa y acudir en su ayuda en caso de encontrarse en necesidad de ellos.
Tras asegurar cumplir su palabra a su esposo, los tres días siguientes pasaron en un abrir y cerrar de ojos y con los nervios a flor de piel y una intensa curiosidad por conocer los motivos que lo habían hecho enviarle la misiva, llegó el día en que partió antes de que Adrik despertara de su sueño hacia la dirección donde la había citado, que ante su asombro la llevo ante lo que parecía un circo gitano. Una elección un tanto oscura al tener en cuenta que se trataba de una reunión entre dos duques del mismo territorio y que mientras él era un hombre, ella era una mujer. Capaz de defenderse por sí sola y ahora aún más por la vida que llevaba en su vientre, pero al fin y al cabo seguía siendo una mujer entre gitanos. Un diamante en bruto para cualquiera que se atreviera a ponerle los ojos encima y qué más de uno desearía robar para sí.
El viaje se hizo más bien largo y cuando el carruaje en el que viajaba se detuvo, la duquesa se alegró de haber llegado ya a su destino. Tras unos segundos de contención en los que se aseguró de esconder su rostro y cuerpo en la capa oscura que la recubría para que fuera difícilmente reconocible, bajó con sumo cuidado los escalones y dando la orden al cochero de que se quedara en ese mismo lugar esperando su regreso, se alejó del cochero buscando rápidamente la presencia del duque escocés entre los gitanos allí reunidos. Hacía mucho tiempo que no coincidía con él pero esperaba reconocerle. No podía haber muchos licántropos escondidos en un lugar así. Y realmente poco tardó en reconocer su aura entre el resto de los presentes. Parecía encontrarse inmóvil, escondido tras unas calles concurridas, lejos de la aglomeración de gente y sin pensarlo apenas sus apenas sus pasos la llevaron con la mente llena de preguntas e inquietudes ante la figura oculta del duque que la esperaba en silencio.
Recorrió el tramo que los separaba y encontrándose frente a frente contra la figura del duque sonrió aligerada de verle. Aquel lugar no terminaba de agradarle, aún menos para alguien que como ella esperaba un hijo por lo que el ver a alguien conocido en esos lares la tranquilizó, sin embargo la tranquilidad duró poco en sus ojos al chocar su verde mirada con la azul ajena y sentir un extraño estremecimiento, una señal de alerta. Emerick se veía apagado ante sus ojos y al escrutar y ser consciente de la mirada que mantuvo el licántropo sobre ella y en especial sobre su vientre, inmediatamente sus sentidos la alertaron. Ya una vez había jugado con la vida de su hijo y no iba a repetir la misma imprudencia dos veces. Instintivamente colocó una mano sobre su vientre y su mirada rasgada por la preocupación más con la alegría de verlo de nuevo, fue substituida por una de cautela. Ahora era responsable de la vida de su hijo a parte de su propia vida y había acciones que no podía permitirse. Confiar ciegamente era uno de sus hábitos que debía empezar a deshacerse de su psique. Fijó con atención sus verdes orbes y sonrío dulcemente bajo la oscura capa que la escondía de las miradas curiosas del lugar.
—Querido Emerick… — Lo saludó en un susurro apenas audible para los sentidos mortales, pero oíble para el oído licántropo. A fin de cuentas si se encontraban allí era de encubierto y no iba a ser ella quien rompiera con ese secretismo. — Hace mucho tiempo desde la última vez que supe de vos.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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