AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El aroma que me atrae (+18) [Danna]
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El aroma que me atrae (+18) [Danna]
Nunca tuve más religión que un cuerpo de mujer.
Joaquín Sabina
Joaquín Sabina
Se tardo más tiempo del que planeo desde un principio para ver a esa loba cuyo olor le era tan inexplicablemente atrayente, pero cuando sus deberes de la inquisición hubieron terminado se dedico de lleno a investigar el paradero de Danna. Parte de lo bueno de servir a la inquisición era que fácilmente podías zar con lo que fuera o quien fuera que buscaras; de manera veloz fue como conoció el lugar donde se encontraba ella y tan pronto como pudo, su mente formulo un plan para poder verla, siempre asegurando obviamente que no muchos se enteraran de su propósito.
Danna se hospedaba en un famoso hotel de París y por lo que sus contactos le dijeron, estaba próxima a partir, no existía entonces mejor momento que aquel para hacerle una visita sorpresa a esa mujer. Astor se encontraba ansioso por poder ver a la lobo una vez más y ver si aquella atracción de su primer encuentro era completamente real o una mera ilusión que ambas partes habían formulado en combinación con todo lo que existía en aquella reunión.
Debía admitir que ser inquisidor era realmente entretenido, al menos para él, y esa misma condición le otorgaba acceso a otras cosas que le ayudaban, un ejemplo era el piso y el cuarto en el que se encontraba la loba, pero para no entrar de manera tan ruda en aquel lugar decidió alquilar una habitación, la más cercana disponible al cuarto que ocupaba la Duquesa, porque incluso eso había descubierto… esa mujer no era simplemente rica, ella pertenecía a la realeza. Ser de un status superior al suyo no le interesaba en lo absoluto, sabía que ella también se había dado cuenta de lo que ocurría entre ellos dos y que nada podía frenar lo que se había puesto en marcha semanas atrás.
Llegó al hotel cuando estaba atardeciendo y se fue directamente al cuarto que rento, uno que estaba a una corta distancia del de la Duquesa. Para que el inquisidor llegara hasta ella, solo debía caminar unos cuantos pasos y girar a la derecha, caminar otro poco y entonces aparecía la puerta que dentro mantenía segura de todo a la mujer.
Aguardo en aquella habitación de hotel hasta que los sonidos del exterior, de los trabajadores y huéspedes ir de un lado a otro se extinguieron, en ese momento, en el que todo quedo en calma fue cuando con paso lento y seguro se levanto de la cama en la cual había permanecido pensativo todo el rato y camino hacía la puerta. Salió de su cuarto y cerró con una pequeña llave que le dieron.
Suspiro guardando la llave y se encamino hasta la puerta de la habitación de la loba.
Incluso estando fuera de la habitación podía detectar un leve rastro de aquel aroma tan especial y característico de ella, lo que provoco en él una sonrisa pues hasta ese momento todo indicaba que el hermoso olor no había sido una casualidad.
Con decisión toco a la puerta de la mujer esperando a que ella hiciera acto de aparición, la sorpresa para Danna estaba a punto de comenzar y ya que se había decidido Astor, no existía vuelta atrás.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: El aroma que me atrae (+18) [Danna]
Una obsesión te puede llevar al borde de la locura
y guiarte directamente a la perdición.
Anónimo
y guiarte directamente a la perdición.
Anónimo
Ya habían pasado tres semanas, desde aquella noche en que la loba conoció a un misterioso lobo. En un baile se habían conocido y en un adiós que ninguno de los dos quiso se separaron cada uno por su lado, sin saber si alguna vez volverían a encontrarse. Por mas que aquel apuesto lobo y tan decidido le repitiese a Danna que la buscaría, no hubo rastro alguno de él. Así las noches pasaron y con ellos los días hasta convertirse en semanas. Semanas en las que incontable veces se vio olfateando disimuladamente el aire, buscándole mientras conversaba tomando el té con las demás duquesas regentes del lugar o en largos paseos a caballo.
Nada, ni una señal, ni una leve sombra de lo que Astor dejó junto a ella, la promesa de volver a ella antes de que marchara. Aquel olor había desaparecido. Licántropo y lobo solo quedaban ya en los recuerdos que guardaba de aquella noche, y que con pena aguardaba sin perder la esperanza. ¿Habría sido todo verdad? ¿Aquel magnetismo, aquella atracción? Tras unos días parecía haber sido un sueño, solo las habladurías de sus amistades y sus preguntas, hacían constatar que aquello había sido real. Tan real como cuando la había besado, como el roce de una pluma que suave baja por la piel, estremeciéndola lentamente. Así guardaba su primer beso. Un beso robado por un galán en un palacio de ensueño.
Sin remedio los días concurrían, y demasiado rápidos pasaron para la duquesa, la que veía sin poder parar el tiempo como cada vez faltaba menos para dirigirse a su bella Escocia. En muchas otras veces, el deseo mas anhelado para ella era el de ver sus tierras, respirar aquel puro aire, ver su manada de lobos, sus gentes…Aquella gran familia que tenia en Escocia y que tanto extrañaba. Pero aquello esta vez había cambiado, no quería irse. No hasta volverlo a ver de nuevo, aún cuando las esperanzas eran mínimas. Tres días y se encontraría subiendo al carruaje, llegando antes de la luna llena a su castillo. Solo tres noches, dos sin contar en la que ya se encontraba, para resguardar el recuerdo de su aroma.
- Mi señora, se hace tarde y ha refrescado. No creo conveniente que agarre un resfriado de vuelta a casa – La voz de Víctor, uno de sus allegados… el cochero de su familia, interrumpió sus pensamientos, esbozando una ligera sonrisa al sentir su preocupación hacia su bienestar, haciendo que esta se girará hacia él.
- Hace una noche tan hermosa víctor… que es pecado dejar de admirar la belleza de los astros del cielo- Contestó ella.
- Tiene razón, señora - Dijo Víctor sonriendo quien decidió cerrar su boca y no decir nada mas conociendo la terquedad de su señora, bien sabia que aquello de poco serviría. Si Danna quería contemplar el firmamento en aquella bella noche, no había palabra ni razonamiento que le hiciera alejarse de aquel balcón. Sin perder la sonrisa, depositó el vestido de seda de dormir de Danna en la gran cama de aquella estancia y sin más dilación, tras observar como se había vuelto de espaldas a él y volvía al balcón absorta en la noche y sus luces, tras una ligera reverencia salió por la puerta cerrándola tras él.
Oyendo aquellos pasos que se alejaban por el pasillo tras su puerta, sonrió de vuelta a la noche, recostada en el balcón admirando aquel bello paisaje, con las hebras de su cabello meciéndose con la brisa fría, que en su piel de licántropa no resultaba ninguna molestia. No supo cuanto tiempo había pasado, absorta en sus pensamientos, los que cada vez terminaban en aquel joven licántropo, cuando el mágico olor de su aroma, cruzó sus sentidos. ¡No puede ser! Pensó cerrando los ojos, olfateando, intentando descubrir de donde provenía y si en efecto, sus sentidos no le engañaban y era él. No obstante el viento no estaba de su lado, y tal como el olor llegó a ella…desapareció.
Danna suspiró sintiéndose atontada, como quien en un desierto avista agua y al llegar no es más que una mera ilusión. Sonriendo tristemente, decidió que ya seria hora de ir a acostarse. No se oían ruidos del interior del hotel y las calles estaban en calma y en silencio. Debía ser tarde muy tarde. Volviendo hacia el interior de la estancia que ocupaba, agarró la vestimenta de seda para dormir, dirigiéndose al tocador, donde se encontraba un espejo. Dejó la ropa que llevaba en la mano, en una silla y por sí misma intentó quitarse el vestido que llevaba aún puesto en su cuerpo. Verde, ceñido y largo con vuelo, aquel había sido el vestido que esa noche había decidido llevar en una de las últimas reuniones que tendría antes de marchar. Lugar donde había coincidido con Charlotte Sforza, la duquesa de Francia, gran amiga y consejera.
Deshilando con dificultad las cintas a su espalda con las que el vestido se ceñía a su figura, se preguntó por que no le habría pedido ayuda a Víctor, cuando se oyeron unos toques en la puerta. ¿Podría ser víctor?, si así lo fuera la salvaba de seguir peleandose con aquel bonito vestido que la arropaba. Con pasos comedidos, fue hacia la puerta, la que abrió con total confianza, esperando encontrarse con su siervo. - Víctor… vienes a tiempo. ¿Me podrías dar una mano?.. No consigo deshilar las cintas del vesti…- No acabó la frase en cuanto un olor picante hizo presencia en su mente ¿Pero qué? Alzó la mirada y en efecto, aquel olor no era el de Víctor. – Astor…- Titubeó como si tuviera miedo que al pronunciar su nombre…su presencia volviera a desaparecer, como un espejismo; una ilusión. ¡Pero allí estaba! Parecía tan real.
-Me encontrastes… - De repente no sabia que decirle, le había tomado por sorpresa y lo único que se le ocurrió antes de hacer caso a sus impulsos que le decían que le abrazara, que bailara de nuevo con él, fue apartarse dando dos pasos atrás abriendo mas la puerta , dejándole entrar.
En ningún momento apartó sus verdes ojos de la mirada del lobo tan intensa como bella. El olor ajeno volvía a colarse en ella, su olfato lo atrapaba y no lo soltaba. Aquel intoxicante aroma, aquella atracción…No era un sueño. Estaba ahí, era real. -…Pensé que ya no te vería…- Logró musitar finalmente mordiéndose el labio inferior con cierto nerviosismo volviendo a sentirse atrapada en sus ojos. Se sentía como un pequeño gato a la merced de un feroz lobo, pero no le temía, dentro de ella en algún rincón su loba aullaba indómita, deseando ser liberada. Y si Astor la había encontrado, aquello solo quería decir únicamente, que no había marcha atrás.
Última edición por Danna Dianceht el Jue Dic 26, 2013 10:50 pm, editado 1 vez
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: El aroma que me atrae (+18) [Danna]
Hay en el perfume una fuerza de persuasión
más fuerte que las palabras, el destello de las miradas,
los sentimientos y la voluntad.
Patrick Süskind
más fuerte que las palabras, el destello de las miradas,
los sentimientos y la voluntad.
Patrick Süskind
Su mirada se deslizo por aquel cuerpo, ese vertido ceñido que usaba la duquesa mostraba todo lo justo y necesario para que los hombres se sintieran atraídos a ella sin que creyeran que era una mujer vulgar. El color verde del vestido solo podía hacer que los ojos de Danna lucieran mucho más hermosos y profundos que los de la primera vez que Astor le había encontrado en el baile y su aroma, era cada vez más intenso y más embriagante con cada segundo que permanecía en la puerta contemplando.
- Si, soy yo… lamento que no fuera el famoso Victor - el nombre le salió entre un ligero gruñido - que al parecer estabas esperando, pero si te sirve yo podría darte una mano con tu problema del vestido - le sonrío como si no tuviera otros planes más que ir a verle una vez más, pero en la mente de Astor había muchas más cosas por hacer con aquella loba.
Cuando el cuerpo femenino retrocedió, entro en el cuarto sin esperar mucho más; permanecer en la puerta después de todo podía llamar la atención de alguno u otro que pensara en pasar por esos lugares en esa hora. Además de que para lo que tenía planeado estar en la puerta resultaría un inconveniente bastante grande para Danna.
- Dije que te encontraría ¿no? - tomo su mano sin esperara mucho y deposito un beso en ella, aspirando el hechizante aroma de la loba que entraba en su cuerpo y corría por él como un chispazo que le emocionaba - lamento haber demorado más de lo que dije que haría, pero debí atender unos asuntos demasiado importantes como para dejarlos así - unas cuantas capturas y muertes por un sitio y otro, no iban a impedirle que le viera una vez más; como muestra de eso estaba en aquel cuarto, que estaba tan colmado de ella, que durante unos segundos que se recompuso después de besar su mano, se sintió levemente mareado.
Una de sus manos acaricio la mejilla de la duquesa para aferrarse a esa realidad y no dejarse llevar por los deseos que su animal interno tenía planeado para con ella, las cosas con una mujer de esa clase debían ir lento además de que durante el tiempo que estuvo sin verle había meditado muy seriamente la manera en la que se había sentido al estar cerca de ella y aun le era imposible decir que había sido eso exactamente pero sabía que ella era algo especial, un punto quizás de quiebre en algún momento justo como la cortesana que había enterrado días atrás y a la cual le puso su apellido.
- Pues lo has pensado mal, como veras siempre cumplo lo que prometo aunque tarde un poco en ellos, sin embargo aquí me tiene de nueva cuenta frente a usted - le sonrío, demostrando que no importaba en donde se ocultara de él o el tiempo que pasara, siempre le encontraría lo deseara ella o no.
Le dio la espalda para caminar e ingresar un poco más en aquella habitación de hotel que despedía solo la esencia de esa mujer que le volvía loco tan solo con una mirada y su simple aroma. Río por lo débil que parecía ser en esos momentos y después le miro de reojo dispuesto a interrogarle sobre unas cuestiones que quizás no le agradarían mucho a ella.
- ¿Qué es lo que esta bella duquesa ha estado haciendo estos días? - soltó la pregunta de la manera más casual posible, pero deseaba que ella se percatara de que él sabía quien era ella en realidad - ¿Ha extrañado bailar conmigo? Porque he de decir que yo si le he extrañado… y mucho… - opto finalmente por mirarle, que ella no hiciera lugar para dudas en su mente con respecto a lo que el inquisidor le decía. Porque eso que Astor decía no era más que la verdad.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: El aroma que me atrae (+18) [Danna]
La pasión para el hombre es un torrente;
para la mujer, un abismo.
C. Arenal
para la mujer, un abismo.
C. Arenal
Una ligera sonrisa se asomó ante el gruñido con el cual Astor murmuró el nombre de Víctor. Era solo su criado de confianza, no debía de temer nada de él. – Es un criado Astor – se explicó ella, antes de que tras su entrada, besara su mano con suavidad y lentitud, tomándola de la mano tras recorrer con su mirada el cuerpo de la duquesa. Danna suspiró, asintiendo a sus palabras inmersa en la imagen del licántropo que tenia ante ella.
Aún no podía creérselo, pero ahí estaba. – Me alegro que mis pensamientos se encontraran erróneos ante tu desaparición – contestó ella acercando su mejilla mas contra la mano que la acariciaba, hasta que el lobo dándole la espalda se internó más en la habitación. - ¿Reconociendo el terreno? - le preguntó sonriendo de lado, sintiendo como en la habitación lentamente los dos aromas se encontraban, entrelazándose, creando aquel perfume exquisito, que esperaba lograr hacer con él. Sin saber qué hacer, se quedó quieta en el lugar, observándole, bebiendo de su imagen, hasta que su voz la hizo despertar, al murmurar su condición de duquesa.
- Por allí y allá en asuntos reales y no tan reales – contestó frunciendo ligeramente el ceño. Astor conocía su condición…pero ¿Cómo? - ¿En qué me has descubierto? – Si bien alojarse en aquel hotel, estaba claro que solo lo hacían los de mayor rango, no necesariamente para aquello debía de ser de la realeza, por lo que el alojamiento en el lujoso hotel, no quería indicar nada sobre su condición. Debía de ser algo más…. ¿El qué? Clavando sus ojos en la espalda ajena esperó por su contestación. En ocasiones se había sentido seguida, vigilada, podía ser que finalmente sus sentidos hubieran tenido razón y Astor la hubiera mandado a vigilar?
Debía de estar molesta, pero al contrario, lo más seguro que de no haber sido vigilada, Astor no habría llegado a tiempo para volver a reencontrarse con ella y menos en la intimidad de una alcoba privada. No podía molestarse, debía de estar agradecida. Siempre y qué, que mucha gente conociera de su condición podía ser un problema. Algo le decia por eso, que podía confiar en Astor.
Al pensar en aquello, se mordió el labio inferior con cierto nerviosismo. Sus mejillas lentamente se sonrojaron, logrando un perfecto contraste con sus ojos esmeralda y aquel rubor, dulcificando aún más su rostro. Sentía los ojos ajenos en ella, de reojo sin enfrentarla todavía, admirando, quizás buscando aquella señal que le dijera que la loba entendía todo aquello. Antes de procrear entre los lobos salvajes, transcurre un tiempo en que ambos lobos se retan, se acarician y juegan. Lo mismo sucedía con las personas, los juegos eran las palabras, las caricias, aquellos instantes previos de hacerse uno junto al otro. Y ahora, con el picante y seductor aroma envolviéndola, quería entregarse, que se acercara a ella. Sentir de nuevo sus brazos rodeándola como en el baile.
Finalmente Astor se giró y como si hubiese leído sus pensamientos, habló del baile y que la había extrañado. Danna se quedó unos instantes mirándole fijamente, hasta que antes de que el joven licántropo viera mas de su dulce rostro y rosado, se giró dándole la espalda.
- ¿Podrías ayudarme...? – Preguntó echando las manos a su espalda e indicar las cintas, que por si sola no podía desatarse del ceñido vestido. Tras llevarlo todo el día, solo había faltado aquella declaración sincera y su ardiente mirada, para lograr que le faltara el aire y su cuerpo le pidiera respirar.
Oyó sus pasos y en cuanto lo tuvo a su espalda, su cuerpo tembló en un estremecimiento que recorrió cada parte de su ser. El roce de sus dedos con su espalda… Suspiró relajada y una ligera sonrisa se dibujó en sus labios, mirando de reojo al licántropo a su espalda.
- Yo no he extrañado bailar contigo – Susurró dulcemente – Yo te extrañé a ti… - se confesó tras una pausa dándose la vuelta, encarándose con los fieros y oscuros ojos del licántropo. Sentía el calor ajeno entrar en contacto con el suyo. Esta noche bien podían arder, cuando aquellas pieles quemaran, por el momento lo que corroía por dentro, era la necesidad de besarle, de que le abrazara contra él…que se apoderara de ella y de la loba de su alma.
Última edición por Danna Dianceht el Jue Dic 26, 2013 10:51 pm, editado 1 vez
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: El aroma que me atrae (+18) [Danna]
Resulta más difícil conseguir una victoria sobre las pasiones
que vencer enemigos ordinarios.
Yoritomo Tashi
Ese era el colmo, que no pudiera ocultar las cosas que sentía de pensar que alguien más estaba cerca de ella. ¿Que era lo que estaba pasando con él? De esa manera no era de la cual solía comportarse y mucho menos gruñir de esa manera solo por escuchar el nombre de alguien más. que vencer enemigos ordinarios.
Yoritomo Tashi
Algo parecido a la pena fue lo que paso con él cuando Danna menciono que aquel a quien esperaba solamente era su criado, pero ni siquiera de esa gente se podía confiar. El mal estaba donde menos se lo esperaba y para muestra bastaba un botón… él mismo que estaba en aquel cuarto como un cazador detrás de aquella inocente mujer de la que por más que intentara parecía en lugar de alejarse terminar por acercarse más y más.
– Más que reconocerlo me provoca curiosidad saber que clase de lugar es el que usa la duquesa para descansar, porque vera en pocas ocasiones me es permitido entrar al cuarto de una dama tan importante como usted – Sonrío mirando de reojo a la loba y a ese traje de color verde que deseaba arrancarle del cuerpo de una vez por todas y dejar su cuerpo libre, todo para deleitarse con su figura aunado al aroma que invadía cada rincón de aquel cuarto.
Algo en la voz de aquella exquisita mujer le hizo reconocer que se sentía curiosa sobre como había descubierto lo que era ella y si bien no pensaba decirle la verdad que se escondía detrás de él, podía mentirle sobre la verdad de como le descubrió algo simple y sencillo que Danna no podría decir si era cierto o no, pero que despejaría sus dudas al respecto.
– Bueno pues la gente habla de más y muy pronto después de que nos separamos en aquel baile llegaron a mi los rumores de que había compartido pista de baile con una bellísima duquesa —continuaba mirando aquel cuarto que no era el suyo pero que sentía de esa manera– Yo no baile con nadie que no fueras tú Danna. Después de eso fue bastante sencillo descubrir que era verdad y por supuesto, el lugar en el que te encontrabas hospedada. Ya dar contigo en este lugar fue mucho más sencillo – termino por señalarse la nariz, para que si ella le veía pudiera interpretar que su olor continuaba grabado de una manera única dentro del lobo.
Al mirarle directamente ella parecía resplandecer, con esos labios que le invitaban a besarle y esa mirada que le imploraba que no se alejara de su lado en ningún momento. ¿Existía la forma de que le ignorara? Independientemente de que las mujeres fueran una debilidad para él, Danna poseía algo que nublaba sus sentidos y su raciocinio, era alguien capaz de hacerlo sentir realmente algo.
Un gruñido ligero se quedo en su garganta cuando se le privo de poder admirar aquel sonrojado rostro de ella, pero ahora de vista tenía la espalda de la fémina, esa espalda que sus manos querían recorrer con calma para grabar en el cuerpo femenino su toque y en sus manos el calor de ella. Pero aquella petición fue lo mejor que pudo haber esperado y justo en el momento preciso.
– Claro, será un placer para mi poder ayudarte – termino acercandose a ella, sus manos se posaron seguras sobre las cintas aquellas y comenzó a desatarlas. A medio camino de aquellas cintas se inclino en un impulso y beso el hombro de Danna – Luces absolutamente hermosa en ese vestido, pero creo que debes lucir mejor sin el.
Sonrió complacido ante las palabras de ella sin poder alejar su mirada de aquellos ojos verdes que le miraban tan fijamente.
– Pues no me extrañes más… – termino por tomarle de la cintura y acercar el delicado cuerpo de Danna hasta el suyo, aunque ella tenía la misma maldición no podía evitar tratarla con cuidado y estar al pendiente de no hacerle daño en ningún momento. Cuando el calor ajeno y el olor comenzaron a nublar sus sentidos se inclino para besar aquellos labios que tanto había deseado desde hacía varios días y que ahora finalmente podían estar bajo su poder.
Mientras sus labios se llenaban de los de la duquesa, sus manos comenzaron a deslizarse por la espalda de ella, intentando acercarla a él tanto como le fuera posible a pesar de que sentía que las ropas de ambos solo eran una absoluta molestia que debía ser eliminada de una.
– No tengo idea de lo que me has hecho, pero me siento perdido – susurro contra los labios de ella antes de volver a besarle.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: El aroma que me atrae (+18) [Danna]
Hay pasiones que la prudencia enciende
y que no existirían sin el riesgo que provocan.
Jules d'Aurevilly
y que no existirían sin el riesgo que provocan.
Jules d'Aurevilly
El sentir la presencia de Astor acercándose a ella, le produjo que su cuerpo por dentro se regodeara de nerviosismo. Al final ahí le tenía, su olor, su presencia con ella. ¿Cuántas noches había podido soñar con aquel encuentro? …En como seria el roce de sus manos por su fino cuerpo? Y ahí tenía su momento de sentir ambas pieles fusionándose en una.
Aquello era lo que deseaba desde que se separaron del baile y no volvió a verle más, por más que le buscara luego entre los asistentes de la fiesta. Por que se había quedado un buen rato buscándole, hasta que dándose por vencida cedió a la petición de sus amigas y habían abandonado el baile. A sus amigas les había dicho que esperaba a un conde con el que tenía que entregarle un mensaje de su rey, pero la verdad no era aquella. Había estado buscándole a él, al principio inconscientemente, luego al trascurso de la noche y los minutos, le había buscado conscientemente, anhelando aquel aroma, su mirada y aquella voz.
Y ahí estaba, a su espalda. Al primer contacto de sus dedos con las cintas del vestido, suspiró. Apenas le rozaba, pero eran aquellos leves roces y apenas perceptibles los que hacían que su piel se estremeciera, erizándose anhelando mas contacto de aquella cálida piel.
Sintiendo como las cintas dejaban de apretar su cuerpo, abriéndose la espalda a los ojos de Astor, pensó un momento en lo fácil que le había resultado conocer su condición, por más que ella lo intentara tapar. Nada le gustaba que fuera reconocida por extraños, todo y que aquello era lo que debía de tener ser duquesa. Vida privada inexistente, menos en su palacio y aquella noche, junto al licántropo.
Sonrió al sentir un tierno beso en su hombro, sobresaltándose primero para calmarse seguidamente tras sentir la calidez de aquellos suaves labios. Oyendo sus palabras sonrió, asintiendo – Sin las telas que nos cubren, somos quienes realmente somos. ¿Hermosa? – rìo dulcemente sintiendo como aquellos dedos volvían a enzarzarse en la faena de desatarle las ultimas cintas que pegaban aquel vestido a su piel. – Eso tendrás que averiguarlo por tus propios ojos…. Mmm ¿Esta noche?- añadió coqueta cerrando los ojos, sintiéndole terminar de despojarle la sujeción del vestido.
Al terminar, inesperadamente fue tomada por la cintura, y acercada al cuerpo de Astor, contra el que su piel chocó. Los brazos masculinos la rodeaban, atrayéndola más a él. Como un imán. Perdida en la sensación de sus manos contra el pecho ajeno acariciándole la camisa, sus labios sonrieron. – Tu también lucirías mejor sin estas telas, que lo único que hacen es esconder tu esencia, tu fuerte lobo y adorable hombre tras ellas. - susurró. Sus dedos juguetearon con uno de los botones, desabotonándolo, dejando que la camisa se abriera por el cuello, dejando entrever su piel. Y fue cuando le miró con un fuerte anhelo, deseo y nervios, que sus labios fueron tomados en un largo beso.
Los labios masculinos jugaban con los de la duquesa, la que recostándose más en su cuerpo, se dejó llevar por el lobo, y profundizó más el beso. Las cálidas manos de Astor sujetándola contra él, aprovechaba para acariciar su espalda desnuda, relajándola por completo ante sus caricias.
-Yo te encontraré y te llevaré de regreso – sonrió contra aquellos finos labios, mordisqueándolos suavemente. -Yo me siento cazada…Irremediablemente perdida en tus brazos, completamente hechizada por ti – Dijo ella aprovechando cuando separaron sus labios para tomar aire y escucharle. – Y yo soy el gato ¿Recuerdas?- añadió imitando un ronroneo antes de que sus labios fueran nuevamente besados, acallándola.
El largo beso se convirtió en un eterno beso, que siguió y siguió hasta que a regañadientes se encontró en la necesidad de tomar aire nuevamente y se separó de sus labios, siempre mirándole a los ojos intensamente. Aún no podía creer que no fuera un sueño…
-Me embriaga tu olor… - acarició con los labios su cuello tiernamente, jugueteando con él, provocándole, tentándole.
Su cuerpo seguía contra el ajeno. Sentía cada musculo, cada línea de aquel esculpido cuerpo que el joven escondía tras un elegante traje. Pero que a sus ojos solo molestaba, ya que quería saber que se sentía piel contra piel. Ella completamente junto a él.- ¿A que viniste Astor? - preguntó en un suspiro mirándole, acercando sus hinchados labios de sus besos de nuevo a los labios y jugar a mordisquearlos. La pregunta era absurda, aún así necesitaba saberlo. Era parte de la seducción, de su entrega. Porque en el fondo todo aquello le hacía temblar de expectación, pero también de miedo. Era tan poca cosa ella a su lado… que pensaba que podría romperse en un descuido.
En sus ojos brillaba el conocimiento de la respuesta. El recuerdo del deseo de juntar sus pieles y crear aquel peculiar aroma, seguía aún en su memoria impune del paso de los días. Sus aromas, tan contrarios, no obstante a la vez complementarios. Dulce y picante. Fuerza y cautela. Aquella era la mezcla. El aroma a crear…Peligroso e inocente, como ellos dos.
Última edición por Danna Dianceht el Jue Dic 26, 2013 10:53 pm, editado 1 vez
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: El aroma que me atrae (+18) [Danna]
Bien saben los amantes que hay caricias que son no una simple caricia sino una posesión.
José Ángel Buesa
Sabía que aquello simbolizaba un riesgo, ella era una duquesa, alguien más importante que él y una mujer con la que no debía estar pero le era sencillamente imposible borrarla de sus pensamientos, cada vez que detectaba un olor remotamente familiar al de ella le buscaba casi con desesperación solo para después darse cuenta de que no era ella, pues ninguno de aquellos aromas se asemejaba remotamente al de ella. Mientras sus dedos acariciaban la piel de Danna, su mente le decía que debía salir de ahí antes de que fuera tarde, antes de que ya no pudiera estar sin ella; pero contrario a lo que su mente le decía que era lo mejor permaneció ahí observando aquellos ojos.
Valdría la pena todo lo que aconteciera después, todo por aquella mujer que había robado lo que ninguna otra había logrado de él y claro, no estaba dispuesto a dejarle ir de su lado además de que ella tampoco parecía esperar que el inquisidor se alejara de su lado.
Con cada nueva palabra, con cada nueva respiración de ella, se sentía menos y menos capaz de alejarse así que ya estaba ahí, no existía vuelta atrás para ninguno de ambos de hecho desde el mismo instante en que se miraron en el baile el destino estaba escrito y ese encuentro era inevitable. Pudo haber sido antes o después pero al final todo estaba hecho para llegar a ese punto.
No necesitaba verle para saber de una vez que era hermosa, lo sabía, lo supo desde el primer momento en el que su aroma había llegado hasta él.
– Yo sé que eres hermosa, pero me agrada la idea de poder comprobarlo por mis propios ojos… esta noche si, pues al parecer estas a punto de partir y… – se quedo callado, hablar de que no sabía cuando sería capaz de verle de nuevo le molestaba, y ese no era el momento apropiado para hablar de eso solo debían dejarse llevar y gozar de la cercanía del otro.
Aquel cuerpo se sentía frágil pero cálido, sonrió al tenerla cerca y deseo jamás separarse de ella, que su aroma, su calor y su figura se quedaran marcadas en él.
– No me conoces aún… eso se nota cuando dices que soy adorable – sonrío, sabiendo que con la duquesa era todo lo contrario a si mismo. No le detuvo cuando comenzó a abrir su camisa pero antes de que continuara la tomo por el mentón, levantando su rostro para besarla nuevamente mientras que sus brazos relajaban aquel agarre con que la mantenía cerca de él y se deslizaron con devoción por la espalda de la loba, hasta llegar a sus costados, los cuales acaricio de arriba a abajo, marcando su figura en sus manos.
¿Realmente era ella el gato? Comenzaba a dudarlo seriamente, pues a ratos se sentía como el ratón que sintiendo valiente se lanzaba al gato, creyendose algo que no era, un perro capaz de derrotar al felino. Río ante aquel ronroneo que le iba tan bien.
–Que gato tan tentador me he topado entonces, se entrega a su depredador sin ninguna queja o resistencia de su parte – susurró contra sus labios. Deseaba tener esa piel rozando las suya, que sus cuerpos fueran uno y si bien muchas otras mujeres habían cruzado por sus brazos nunca alguna tenía la importancia de la duquesa, ese poder de hipnotizarle era solo suyo y de nadie más.
Con cada nuevo beso sus ansias crecían, no le era suficiente poder devorar aquellos labios o sentir aquel aroma en la habitación, la deseaba a ella entera, con esos ojos verdes y ese cuerpo que no se negaba a sus caricias.
Le sonrió cuando escucho aquella pregunta, para ambos era bastante obvio que era lo que hacía ahí pero decirlo volvería todo una realidad y entonces el verdadero encuentro se daría a cabo, ese encuentro que probablemente sería su despedida más no importaba nada, solo ellos dos y el aroma que entre ambos podrían crear.
– ¿Realmente estas preguntando eso Danna? Sabes perfectamente a que he venido, te lo dije cuando nos encontramos en el baile justo antes de que debiera irme – se inclino para besarle el cuello – te dije que cuando volviéramos a vernos, un beso no sería suficiente… – sus manos llegaron hasta las caderas de a duquesa y le acercó más a él, sin alejarse de su cuello – quiero comprobar que clase de aroma crearemos entre nosotros… he venido a hacerte mía – susurró en su oído antes de alejarse y sonreírle – y sabes tan bien como yo que no hay vuelta atrás – le beso nuevamente, esta vez moviendo su cuerpo junto al de la loba hasta que se toparon con una de las paredes de aquel cuarto.
No le dejaría escapar de él, aunque después le odiara. La deseaba, la necesitaba y nada ni nadie se interpondría en eso. Le acarició las caderas, gruñendo ante la ropa que aún estaba se interponiendo a que finalmente el aroma que crearan surgiera.
José Ángel Buesa
Sabía que aquello simbolizaba un riesgo, ella era una duquesa, alguien más importante que él y una mujer con la que no debía estar pero le era sencillamente imposible borrarla de sus pensamientos, cada vez que detectaba un olor remotamente familiar al de ella le buscaba casi con desesperación solo para después darse cuenta de que no era ella, pues ninguno de aquellos aromas se asemejaba remotamente al de ella. Mientras sus dedos acariciaban la piel de Danna, su mente le decía que debía salir de ahí antes de que fuera tarde, antes de que ya no pudiera estar sin ella; pero contrario a lo que su mente le decía que era lo mejor permaneció ahí observando aquellos ojos.
Valdría la pena todo lo que aconteciera después, todo por aquella mujer que había robado lo que ninguna otra había logrado de él y claro, no estaba dispuesto a dejarle ir de su lado además de que ella tampoco parecía esperar que el inquisidor se alejara de su lado.
Con cada nueva palabra, con cada nueva respiración de ella, se sentía menos y menos capaz de alejarse así que ya estaba ahí, no existía vuelta atrás para ninguno de ambos de hecho desde el mismo instante en que se miraron en el baile el destino estaba escrito y ese encuentro era inevitable. Pudo haber sido antes o después pero al final todo estaba hecho para llegar a ese punto.
No necesitaba verle para saber de una vez que era hermosa, lo sabía, lo supo desde el primer momento en el que su aroma había llegado hasta él.
– Yo sé que eres hermosa, pero me agrada la idea de poder comprobarlo por mis propios ojos… esta noche si, pues al parecer estas a punto de partir y… – se quedo callado, hablar de que no sabía cuando sería capaz de verle de nuevo le molestaba, y ese no era el momento apropiado para hablar de eso solo debían dejarse llevar y gozar de la cercanía del otro.
Aquel cuerpo se sentía frágil pero cálido, sonrió al tenerla cerca y deseo jamás separarse de ella, que su aroma, su calor y su figura se quedaran marcadas en él.
– No me conoces aún… eso se nota cuando dices que soy adorable – sonrío, sabiendo que con la duquesa era todo lo contrario a si mismo. No le detuvo cuando comenzó a abrir su camisa pero antes de que continuara la tomo por el mentón, levantando su rostro para besarla nuevamente mientras que sus brazos relajaban aquel agarre con que la mantenía cerca de él y se deslizaron con devoción por la espalda de la loba, hasta llegar a sus costados, los cuales acaricio de arriba a abajo, marcando su figura en sus manos.
¿Realmente era ella el gato? Comenzaba a dudarlo seriamente, pues a ratos se sentía como el ratón que sintiendo valiente se lanzaba al gato, creyendose algo que no era, un perro capaz de derrotar al felino. Río ante aquel ronroneo que le iba tan bien.
–Que gato tan tentador me he topado entonces, se entrega a su depredador sin ninguna queja o resistencia de su parte – susurró contra sus labios. Deseaba tener esa piel rozando las suya, que sus cuerpos fueran uno y si bien muchas otras mujeres habían cruzado por sus brazos nunca alguna tenía la importancia de la duquesa, ese poder de hipnotizarle era solo suyo y de nadie más.
Con cada nuevo beso sus ansias crecían, no le era suficiente poder devorar aquellos labios o sentir aquel aroma en la habitación, la deseaba a ella entera, con esos ojos verdes y ese cuerpo que no se negaba a sus caricias.
Le sonrió cuando escucho aquella pregunta, para ambos era bastante obvio que era lo que hacía ahí pero decirlo volvería todo una realidad y entonces el verdadero encuentro se daría a cabo, ese encuentro que probablemente sería su despedida más no importaba nada, solo ellos dos y el aroma que entre ambos podrían crear.
– ¿Realmente estas preguntando eso Danna? Sabes perfectamente a que he venido, te lo dije cuando nos encontramos en el baile justo antes de que debiera irme – se inclino para besarle el cuello – te dije que cuando volviéramos a vernos, un beso no sería suficiente… – sus manos llegaron hasta las caderas de a duquesa y le acercó más a él, sin alejarse de su cuello – quiero comprobar que clase de aroma crearemos entre nosotros… he venido a hacerte mía – susurró en su oído antes de alejarse y sonreírle – y sabes tan bien como yo que no hay vuelta atrás – le beso nuevamente, esta vez moviendo su cuerpo junto al de la loba hasta que se toparon con una de las paredes de aquel cuarto.
No le dejaría escapar de él, aunque después le odiara. La deseaba, la necesitaba y nada ni nadie se interpondría en eso. Le acarició las caderas, gruñendo ante la ropa que aún estaba se interponiendo a que finalmente el aroma que crearan surgiera.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: El aroma que me atrae (+18) [Danna]
No quiero ser esclava de mis pasiones,
quiero sentirlas, vivirlas y recordarlas.
Anónimo
quiero sentirlas, vivirlas y recordarlas.
Anónimo
La ingenua duquesa sonrío cuando aquel joven dijo que no lo conocía, que no era adorable. Ella negó separándose de sus labios, quedando atrapada en su abrazo. – Alguien que no fuera adorable no me trataría como tú. Puedo no conocer la maldad, pero si sé de las habladurías de jóvenes que deshonran a las jovencitas sin más deparo. ¡Y mírate a ti¡ – sonrío contra sus labios, deleitándose con la cercanía – En el baile me cuidaste, me protegiste de los demás y aquí estas, seduciéndome…- rozó los labios con los ajenos, mientras sus manos desataban aquella camisa que enturbiaba su mirada, negándole el ver aquel pecho que se moría por besar y acariciar.
Cuando llegó y desabrochó el último de los botones y esperaba poder deshacerse de aquella tela, Astor tomándola del mentón la besó. Ella se dejó correspondiendo a aquel beso, suspirando y ahogando un gemido cuando sus manos empezaron a recorrer con devoción su figura, tras acariciar su desnuda espalda.
Posesivamente la marcaba con sus besos y ella poco a poco iba perdiendo su cabeza en medio de aquel huracán que provocaban sus besos. Danna enseguida notó la diferenciar entre el beso pasado y aquellos besos, que solo buscaban cercanía y despertar aquel deseo, aquella necesidad que latía en ambos.
- Hay gatos que no temen a los depredadores siempre que estos no les hagan ningún mal.- contestó ella antes de volver a besar sus labios. – Un beso ya no es suficiente – coincidió ella también ladeando el cuello dejando que el licántropo besara su delgado cuello. Al sentir sus caderas contra las ajenas, jadeó sonrojándose, estremeciéndose cuando sopló en su oreja aquellas ardientes palabras. – Hazme tuya entonces – Susurró antes de que sus labios fueran poseídos y su cuerpo fuera retrocediendo hasta que su espalda chocó con la pared. Gimió cuando sintió esta vez un contacto más carnal entre sus caderas. Casi podía jurar que sentía como eran el uno para el otro, como encajaba perfectamente en él. ¿Seria así a la hora de la verdad?
Suspiró separándose de sus besos finalmente y con las manos recorrió su musculoso cuerpo. Le miró y con una traviesa sonrisa empezó a retirarle la camisa de su pecho, acariciando con ello cada centímetro de aquella piel que desnudaba, deleitándose en su tacto. – Eres perfecto – dijo absorta en aquel pecho expuesto a sus ojos, terminando de retirar su camisa, dejándola al suelo. - Me has enloquecido. Haces que sienta cosas que jamás habría soñado. – Añadió volviendo la mirada a sus ojos, sus manos resiguiendo aquella imponente figura que tenia frente a sí. Sus caderas enviando leves toques que la hacían estremecerse. El agarre en que la mantenía sujetada contra sí había disminuido, ahora podía moverse.- Y yo tampoco quiero echarme atrás en este momento. Tenemos toda la noche para nosotros…- Susurró sobre los labios ajenos, tentándolos. Su mirada seguía sobre los oscuros ojos de él, brillante, empañada con una leve nube de deseo, aquel deseo que recorría cada rincón de su cuerpo, enloqueciéndola y ella ciega a lo desconocido se dejaba llevar, como una barca en un caudaloso rio.
Esbozando una dulce sonrisa, hizo el ademan de besarle y antes de que sus labios volvieran a ser poseídos por la fuerza del magnífico lobo que lucía su desnudo pecho con esplendor, se escaqueó velozmente, sin que él tuviera opción de pararla, quedando desconcertado unos segundos, hasta que llegó la dulce risa de ella a sus oídos.
Danna río tentándole, como la llamada de la oveja al lobo. Su cuerpo tembló de expectación cuando volteándose lentamente se encontró con aquella mirada depredadora. Al verlo, se quedó sin aliento. Con aquella mirada y su cuerpo que ansiaba volver a juntarse contra él, a sentir la piel contra la propia, se contuvo siguiendo con el juego. Ella también le haría enloquecer, todo y que solo fueran unos segundos.
Sin bajar la mirada de sus ojos, se retiró las mangas de su vestido con suma lentitud, torturando a Astor aquellos segundos, hasta que lentamente el vestido empezó a ascender por su cuerpo. La tela empezó a revelar su nívea y desnuda piel, sus esbeltas curvas, su perfecta cadera poco a poco visible a ojos de Astor. Ella siguió mirándole fijamente, con inocencia, contrastando con aquella imagen en la que terminó quedándose solo con las telas que apenas llegaban a cubrir su cuerpo. Telas que blancas y con transferencias revelaban aquel cuerpo, realzando cada atributo de la joven sin llegar a ser realmente atrevido, sirviendo únicamente para que la imaginación de Astor hiciera el resto.
Danna sintiendo el repaso de Astor a aquel cuerpo que iba a ser suyo en cuestión de minutos u horas, se sonrojó. No tenia vergüenza de sí misma, de lo que se sonrojaba era del deseo que sentía su cuerpo, de aquellas sensaciones que sentía y que por primera vez descubría. En aquellos momentos se sentía como una virgen a sacrificio. Aún así le miraba y al volver a encontrarse con sus ojos, sonrío, mordiéndose los sonrojados labios de los besos dados.
- ¿No vendrás? – Preguntó mirándole intensamente, anhelando su calidez, su contacto, sus posesivas manos recorriendo su cuerpo. – No te morderé – Añadió provocativa.
Todo y el deseo de su cuerpo y de sí misma por descubrir que era caer en las garras de aquel lobo, cuando Astor dio el primer paso hacia ella su cuerpo ligeramente se estremeció. La anticipación hacia mella en ella y un suspiro escapó de sus labios, viendo como aquel fuerte y gran cuerpo en comparación al suyo se acercaba lento hacia ella, como un depredador. Y ella se iba a dejar cazar, porque no había nada mas que no quisiera que perecer en aquellos labios que la despojaban de todo control sobre sí misma.
Última edición por Danna Dianceht el Jue Dic 26, 2013 10:51 pm, editado 1 vez
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: El aroma que me atrae (+18) [Danna]
Cuando una gran pasión se apodera del alma, el resto de los sentimientos se apretujan en un costado.
Lucy Montgomery
Casi sentía algo similar al pesar al escucharle creer que era alguien que protegía a los desvalidos, siempre había visto por sus propios intereses, buscado lo mejor para el mismo y los suyos sin importarle en algún momento dañar al prójimo y ahí estaba ella, diciendo que todo esa naturaleza que existía en él era mentira. Si tan solo la duquesa hubiese podido ver un poco al pasado, a la realidad que vivía el licántropo frente a ella, entonces no hubiese confiado de esa manera. Por apenas un instante por su mente cruzó la idea de irse de ahí, de ahorrarle todo lo que estar cerca de él le traería porque la presencia del inquisidor solo podía llevar dolor a Danna y fue aquel sencillo roce de los labios ajenos aunado a la manera en la que comenzaba a buscar sacarle la camisa lo que impidió que se alejara, ya era muy tarde para él… para ambos.
La delicadeza y la suavidad de aquellos dedos que comenzaban a delinear su cuerpo era muy diferente a la de cualquier mujer que había pasado la noche a su lado; ansiaba dejar su aroma por aquel femenino cuerpo y que nadie se acercara más a ella, dejarle como suya por siempre aunque la realidad fuera que su por siempre solo contaba con la noche presente.
Todo lo que podía decirse, todo aquello que en algún momento pudo intervenir no sucedió y las cosas siguieron su curso, lo que se debía decir se había dicho y el inquisidor sonrío al saber que la duquesa coincidía con él, marcar aquellos labios y la piel visible era definitivamente muy poco para ambos.
– Así será, Danna… – susurró ante las palabras de aceptación y se deleito con el leve gemido que escapo de los labios femeninos, eso era algo de lo que definitivamente no podía enfadarse. Termino por soltar una carcajada cuando la camisa abandonaba su cuerpo. Dudaba seriamente de la existencia completa de algo que pudiera llamarse perfecto y mucho más si la perfección se enfocaba en él, pero la loba ya le había mostrado que sin importar cuanto le hiciera ver la verdad oculta detrás de él, ella siempre le vería como alguien bueno aunque fuera el ser más despreciable del mundo – Perfección solo en ti… – le sonrío mientras su manos continuaban deleitandose con la forma femenina bajo aquellas ropas. En otros momentos se hubiese dejado llevar cual bestia salvaje haciendo todo aquello que su cuerpo le pedía sin tener consideración o cuidado, pero por algún motivo Danna le transmitía una paz y tranquilidad que solo le invitaban a disfrutar de cada momento, cada roce, cada sonrisa y beso como si fuesen el ultimo.
– Si eso te hago sentir ahora espera y veras – sonrió de manera seductora, atraído por los ojos verdes que le miraban de manera intensa. Antes de cualquier otra cosa y siendo levemente engañado por ella perdió aquellos labios y termino riendo, mirando a la pared antes de girarse recargando su cuerpo en aquel lugar. Admiraba cada uno de los movimientos de Danna y si intentaba encontrar algo que no le gustara o le llamara de ella le era meramente imposible hacerlo; su mirada recorría con extrema lentitud el cuerpo ajeno pero sobre todo la espalda que ya estaba descubierta. Las palabras “toda la noche” hicieron eco en su mente, solo una noche, solo esa noche para hacerla suya y mostrar eso que sentía y que nunca antes había sido capaz de experimentar, era desde su perspectiva un chiquillo que ve por primera vez un fenómeno natural que lo maraville y tal como lo niños se dejaba guiar por ese evento, aunque eso fuera a significar quizás su desgracia.
Estaba por dar algunos pasos en dirección a la duquesa cuando ella se giro a mirarle y le detuvo en el acto, esa inocencia que demostraba no ayudaba para nada a la manera en la que lentamente más parte de su piel era descubierta y Astor sonrió, esperando ver más de aquel cuerpo que quería tocar directamente, hacer que la piel de ambos ardiera ante el contacto de la ajena. El pequeño espectáculo que le daba era tan maravilloso que decidió permanecer más tiempo inmóvil, simplemente devorando con la mirada aquellas curvas hasta que la los ojos de ambos se encontraron de nuevo y la voz de la duquesa floto por la habitación.
– Estaba admirando la maravillosa vista, esto es algo que no puede uno perderse de disfrutar con toda la calma del mundo – irónico, dado que él nunca había sido de los que le dieran demasiado tiempo a esos actos carnales, aunque quizás eso era algo más que carnal – Y yo no me preocuparía por las mordidas, soy bastante resistente solo que si me muerdes no te aseguro que yo no lo haga – le dedico una sonrisa y entonces dio el primer paso en dirección a ella.
El cuerpo de Danna le parecía increíblemente frágil y eso era por lo que agradecía que ella, al igual que él fuese licántropo. En ningún instante se separaron los ojos verdes de los suyos y no quería que lo hiciera porque con eso demostraba lo segura que estaba ella de lo que sabía ya que ocurriría entre ellos.
Apenas estuvo cerca de ella no la toco, simplemente inclinando su cuerpo se quedo a centímetros de los labios de la duquesa y de ahí hizo como si con sus labios delineara su mentón y su cuello pero sin tocarla una sola vez; mientras sus manos simulaban un recorrido igual por el cuerpo de ella en lo que sus labios volvían a estar cerca de los de la fémina y una sonrisa apareció en sus labios cuando finalmente sus manos se posaron sobre la fina tela que cubría las caderas de la loba y Astor gruño; le encantaba el olor de Danna, ese que le estaba confundiendo, nublando sus sentidos solo para dejar el deseo por ella.
– Incluso esta tela estorba – menciono juntando nuevamente sus labios contra los ajenos y su cuerpo entero busco estar cerca de ella, sintiendo el calor que despedía. Gruño y mordisqueo el labio inferior de la loba. Sus manos entonces no solo delinearon el contorno de la figura femenina si no que esta vez siguieron el camino antes imaginario pero en esta ocasión era sobre la piel de ella y aquellas telas que le cubrían las cuales pronto él se encargaría de dejar fuera de ese juego entre ellos – no me gusta que nos estorbe – susurro sobre los labios ajenos antes de dar un leve tirón a la tela, provocando que se rompiera un poco – Te deberé la ropa – menciono con una sonrisa, aquello que aún cubría el cuerpo de Danna cedería para que entonces sus manos pudiesen tocar de manera directa aquella perfecta piel la cual ansiaba por recorrer lentamente, con sus dedos, sus labios… ninguna parte del cuerpo femenino se escaparía del deseo del inquisidor.
Lucy Montgomery
Casi sentía algo similar al pesar al escucharle creer que era alguien que protegía a los desvalidos, siempre había visto por sus propios intereses, buscado lo mejor para el mismo y los suyos sin importarle en algún momento dañar al prójimo y ahí estaba ella, diciendo que todo esa naturaleza que existía en él era mentira. Si tan solo la duquesa hubiese podido ver un poco al pasado, a la realidad que vivía el licántropo frente a ella, entonces no hubiese confiado de esa manera. Por apenas un instante por su mente cruzó la idea de irse de ahí, de ahorrarle todo lo que estar cerca de él le traería porque la presencia del inquisidor solo podía llevar dolor a Danna y fue aquel sencillo roce de los labios ajenos aunado a la manera en la que comenzaba a buscar sacarle la camisa lo que impidió que se alejara, ya era muy tarde para él… para ambos.
La delicadeza y la suavidad de aquellos dedos que comenzaban a delinear su cuerpo era muy diferente a la de cualquier mujer que había pasado la noche a su lado; ansiaba dejar su aroma por aquel femenino cuerpo y que nadie se acercara más a ella, dejarle como suya por siempre aunque la realidad fuera que su por siempre solo contaba con la noche presente.
Todo lo que podía decirse, todo aquello que en algún momento pudo intervenir no sucedió y las cosas siguieron su curso, lo que se debía decir se había dicho y el inquisidor sonrío al saber que la duquesa coincidía con él, marcar aquellos labios y la piel visible era definitivamente muy poco para ambos.
– Así será, Danna… – susurró ante las palabras de aceptación y se deleito con el leve gemido que escapo de los labios femeninos, eso era algo de lo que definitivamente no podía enfadarse. Termino por soltar una carcajada cuando la camisa abandonaba su cuerpo. Dudaba seriamente de la existencia completa de algo que pudiera llamarse perfecto y mucho más si la perfección se enfocaba en él, pero la loba ya le había mostrado que sin importar cuanto le hiciera ver la verdad oculta detrás de él, ella siempre le vería como alguien bueno aunque fuera el ser más despreciable del mundo – Perfección solo en ti… – le sonrío mientras su manos continuaban deleitandose con la forma femenina bajo aquellas ropas. En otros momentos se hubiese dejado llevar cual bestia salvaje haciendo todo aquello que su cuerpo le pedía sin tener consideración o cuidado, pero por algún motivo Danna le transmitía una paz y tranquilidad que solo le invitaban a disfrutar de cada momento, cada roce, cada sonrisa y beso como si fuesen el ultimo.
– Si eso te hago sentir ahora espera y veras – sonrió de manera seductora, atraído por los ojos verdes que le miraban de manera intensa. Antes de cualquier otra cosa y siendo levemente engañado por ella perdió aquellos labios y termino riendo, mirando a la pared antes de girarse recargando su cuerpo en aquel lugar. Admiraba cada uno de los movimientos de Danna y si intentaba encontrar algo que no le gustara o le llamara de ella le era meramente imposible hacerlo; su mirada recorría con extrema lentitud el cuerpo ajeno pero sobre todo la espalda que ya estaba descubierta. Las palabras “toda la noche” hicieron eco en su mente, solo una noche, solo esa noche para hacerla suya y mostrar eso que sentía y que nunca antes había sido capaz de experimentar, era desde su perspectiva un chiquillo que ve por primera vez un fenómeno natural que lo maraville y tal como lo niños se dejaba guiar por ese evento, aunque eso fuera a significar quizás su desgracia.
Estaba por dar algunos pasos en dirección a la duquesa cuando ella se giro a mirarle y le detuvo en el acto, esa inocencia que demostraba no ayudaba para nada a la manera en la que lentamente más parte de su piel era descubierta y Astor sonrió, esperando ver más de aquel cuerpo que quería tocar directamente, hacer que la piel de ambos ardiera ante el contacto de la ajena. El pequeño espectáculo que le daba era tan maravilloso que decidió permanecer más tiempo inmóvil, simplemente devorando con la mirada aquellas curvas hasta que la los ojos de ambos se encontraron de nuevo y la voz de la duquesa floto por la habitación.
– Estaba admirando la maravillosa vista, esto es algo que no puede uno perderse de disfrutar con toda la calma del mundo – irónico, dado que él nunca había sido de los que le dieran demasiado tiempo a esos actos carnales, aunque quizás eso era algo más que carnal – Y yo no me preocuparía por las mordidas, soy bastante resistente solo que si me muerdes no te aseguro que yo no lo haga – le dedico una sonrisa y entonces dio el primer paso en dirección a ella.
El cuerpo de Danna le parecía increíblemente frágil y eso era por lo que agradecía que ella, al igual que él fuese licántropo. En ningún instante se separaron los ojos verdes de los suyos y no quería que lo hiciera porque con eso demostraba lo segura que estaba ella de lo que sabía ya que ocurriría entre ellos.
Apenas estuvo cerca de ella no la toco, simplemente inclinando su cuerpo se quedo a centímetros de los labios de la duquesa y de ahí hizo como si con sus labios delineara su mentón y su cuello pero sin tocarla una sola vez; mientras sus manos simulaban un recorrido igual por el cuerpo de ella en lo que sus labios volvían a estar cerca de los de la fémina y una sonrisa apareció en sus labios cuando finalmente sus manos se posaron sobre la fina tela que cubría las caderas de la loba y Astor gruño; le encantaba el olor de Danna, ese que le estaba confundiendo, nublando sus sentidos solo para dejar el deseo por ella.
– Incluso esta tela estorba – menciono juntando nuevamente sus labios contra los ajenos y su cuerpo entero busco estar cerca de ella, sintiendo el calor que despedía. Gruño y mordisqueo el labio inferior de la loba. Sus manos entonces no solo delinearon el contorno de la figura femenina si no que esta vez siguieron el camino antes imaginario pero en esta ocasión era sobre la piel de ella y aquellas telas que le cubrían las cuales pronto él se encargaría de dejar fuera de ese juego entre ellos – no me gusta que nos estorbe – susurro sobre los labios ajenos antes de dar un leve tirón a la tela, provocando que se rompiera un poco – Te deberé la ropa – menciono con una sonrisa, aquello que aún cubría el cuerpo de Danna cedería para que entonces sus manos pudiesen tocar de manera directa aquella perfecta piel la cual ansiaba por recorrer lentamente, con sus dedos, sus labios… ninguna parte del cuerpo femenino se escaparía del deseo del inquisidor.
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Re: El aroma que me atrae (+18) [Danna]
Nada puede la razón contra la fuerza de la pasión.
Francesco Petrarca
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Tenía los nervios a flor de piel. A cada paso del licántropo, se sentía más cerca de perecer bajo él, en su boca, en sus manos... Su delicada piel se estremeció, en pocos pasos estaría junto a ella. ¿La recorrería con sus manos hasta grabar cada parte de su cuerpo en su mente? La devoraría solo llegar a ella, mostrándole la intensidad en la que aman los lobos? O por el contrario, la despojaría de todo racionamiento de su mente, llevándola a la dulce locura entre sus suaves caricias?
Las preguntas ocupaban toda su mente, aún así sus sentidos solo se centraban en los movimientos ajenos. La fuerza y seguridad con la que se movía, los brazos a ambos lados contenidos por llevarla a él y no soltarla, pero sobretodo aquella intensa y feroz mirada que posaba en la propia. Manteniendo la mirada, el verde de sus ojos brillaba, convirtiendo aquella mirada en un hechizo hipnótico en la que ambos a cada acercamiento, más atados se encontraban. Ya no hay huida, ya no hay marcha atrás… pensó Danna en cuanto el cuerpo de Astor le bloqueó la visión, cerniéndose sobre ella, haciéndola sentir más delicada y femenina, de lo que nunca había sido consciente antes. Vamos acércate mas, no me hagas de rogar… pensó viéndole allí a apenas un suspiro de ella y su cuerpo, tan cercanos a fundirse que se ahogaban en llamas.
Ahogando un último suspiro, mirándole fue consciente de cuando se le acercó finalmente. Sus labios se quedaron cerca con una sonrisa en ellos, al tiempo que sus manos se posaban sobre las caderas de ella, llevándola contra él, hasta que terminó besándola y juntando ambos cuerpos, sintiendo cada curva del cuerpo femenino en el cuerpo de él. - La tuya también estorba – contestó a sus palabras contra sus labios en un dulce gemido al sentir como las manos de él esta vez se movían sobre su cuerpo, sobre la fina tela que lo cubría, delineándolo, jugando a arrancar suspiros y a que aquel cuerpo temblara de anticipación, deseando descubrir mas.
Ella también dirigió sus manos sobre su pecho, volviéndolo a acariciar, mientras sus labios y su cuerpo se encontraban a merced del lobo, quien sin muchas más reparos dio un tirón a la ropa que la cubría, rompiéndola levemente. Ya solo era cuestión de tiempo que quedara desnuda ante él, y pudiera probar que se sentía ante el contacto íntimo de piel contra piel. – Era cuestión de tiempo que también desaparecieran – menciono sonriendo, sonrojándose ligeramente, al empezar a sentir como alguna de las telas se empezaban a resbalar por su cuerpo, descubriéndolo lentamente. Únicamente las telas más finas se mantenían sujetas a ella, por los hombros, lo que impedía que cedieran totalmente y el cuerpo de Danna se librara de ellas.
Le besó nuevamente, sintiendo de nuevo sus manos sobre su cuerpo, haciendo que se estremeciera, anhelando mas cercanía al tiempo que sus suaves manos le llevaban más cerca de él, hasta sentir los pantalones ajenos clavándose en su piel, lo que no le importó, a ella solo le importaba sentir aquella calidez que le transmitía, y aún así en ropa, él ardía.
- ¿Es siempre así…? - preguntó besando su cuello, subiendo hasta la barbilla, la que mordisqueó unos segundos. – Digo la calidez…tan intensa. Es como si fuéramos fuego y empezáramos a arder en una hoguera - susurró ahora mordisqueando su labio inferior, apresándolo para seguidamente soltarlo. – Somos fuego. – Terminó admitiendo besándolo nuevamente acallando sus palabras sin darle oportunidad de añadir nada más, pasando los brazos por sus hombros, abrazándolo contra ella, dando unos pasos hacia atrás llevándoselo junto con ella, mientras sus labios besaban intensamente los de él, sin dejar que escapara de sus húmedas caricias.
- Me molesta tu ropa, y lo que queda de la mía -susurró alejándose de sus labios, para morder el lóbulo derecho de su oreja y reír contra su piel, logrando que Astor se estremeciera, como hacia su cuerpo cuando él la acariciaba. – Astor, quiero sentirte…-mencionó contra sus labios, rozándolos, al tiempo que sus manos tomaban las ajenas y las posaban de nuevo sobre su cuerpo, esta vez en sus hombros, por donde gracias a las tiras, las telas seguían sujetas a su cuerpo. - ¿Quieres que lo haga yo…o esta vez deseas hacerlo tú? –preguntó alejándose un poco de él, sin apartar sus manos de sus hombros y sonreírle sonrojada, intuyendo cuales serian sus movimientos.
– Desnúdame…- susurró cerrando los ojos al sentir como aquellas manos empezaban a moverse, quitándole las tiras, logrando que finalmente la tela revelara su cuerpo ante la luz de sus ojos.
Ahora todo el cuerpo de la joven lucia vulnerable a sus ojos. Ninguna protección la resguardaba, la protegía del fuego que ardía en los oscuros ojos de él, en los que pronto se iba a encontrar inmersa en pasiones y sensaciones hasta ahora desconocidas por su alma.
La fresca brisa jugaba ahora con la piel de su cuerpo, poniéndole los pelos de punta, al tiempo que volvía a mirar fijamente a Astor. Abriendo nuevamente los ojos, gimió al sentir ahora como las manos del licántropo permanecían en sus costados y lentamente empezaban a recorrerla, acercándose nuevamente a ella, hasta sentir sus pechos rozando el pecho masculino, los que al contacto de la piel ajena, se irguieron, endureciéndose al tiempo que miles de escalofríos jugaban con todo su cuerpo, haciéndola estremecer, sonsacando una sonrisa al licántropo que la tenía entre sus brazos. Mordiéndose el labio inferior, silenciando un gemido ahogado, miró a Astor descarnadamente, esperando que hiciera algo para calmar el calor que rápidamente se adueñaba de ella. Su cuerpo parecía tan sensible y receptivo por sus caricias… ¿Seria siempre así? ¿Podría realmente su cuerpo caer y soportar el fuego, la intensa pasión que brillaba en los ojos del Inquisidor?
Última edición por Danna Dianceht el Jue Dic 26, 2013 10:51 pm, editado 1 vez
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: El aroma que me atrae (+18) [Danna]
No se desea poseer a una mujer, se desea poseerla nosotros solos.
Cesare Pavese
Cesare Pavese
Estaba memorizando con sus manos cada detalle de aquel cuerpo porque sabía que esa sería la primera y única ocasión que llevarían a cabo algo como eso por el bien de los dos. De hecho sobre todo por el bien de la duquesa, que para sobrevivir y encontrarse como hasta esa manera debía de estar lejos de él, lo más que pudiera pero no en esos momentos, no cuando él le deseaba tan cercana.
Todo estorbaba en aquellos momentos, la ropa, la distancia que se veian en la necesidad de recorrer para alcanzarse en un espacio u otro. El licántropo necesitaba tenerla entre sus brazos y sentir aquel calor que mezclado con el aroma tan enloquecedor para el que poseía la loba crearían el momento perfecto para ambos.
– Bueno pues el tiempo llego… – el cuerpo femenino estaba apenas cubierto y ante el mínimo tirón de las telas terminaría por ceder para mostrar ante el lobo aquel cuerpo que ya su mente se imaginaba tan perfecto, y no solo se lo imaginaba sino que haberle sentido sobre las telas se lo confirmaba.
Una sonrisa se dibujo en su rostro ante la pregunta de la loba. ¿Era siempre así? Claro que no lo era, en algunas ocasiones el sexo era una mera necesidad fisiológica para que su cuerpo se mantuviera funcional (al menos con él de esa manera era) lo demás en esas ocasiones eran meros sueños, porque las necesidades estaban primero; pero en esos momentos en los que a su cuerpo llegaba la calidez que despedía el cuerpo de Danna sabía que las cosas era muchas veces diferentes, al menos con ella era diferente, porque quería disfrutarla con calma; deleitarse con cada curva y con cada parte de piel que fuera descubierta para si. Otros cuerpos solo habían sido recipientes que le recibieron en momentos de debilidad masculina pero ella… ella era algo más, era apenas un momento de esos que merecían ser grabados en la eternidad y justo como la duquesa lo decía, eran fuego, un fuego que era necesario extinguir antes de que se saliera de control y causara grandes estragos en las afueras.
Fue incapaz de responder algo a sus preguntas, o al menos durante los segundos siguientes en los que ambas bocas se fundieron en un nuevo beso, anhelantes de devorar al otro y guardarlo para si.
– Es así, solo contigo… – susurró, clavando su mirada en ella para que creyera sus palabras que hasta ese momento no eran más que la verdad.
Estaba tentando al lobo cada vez más, que ejercía un esfuerzo sobrehumano para disfrutarla tal como se lo había dicho a si mismo, pero le estaba resultando más complicado de lo que esperaba y más cuando Danna se acercaba de esa manera a él, susurrando aquellas palabras, rozando sus labios y llevando las manos del inquisidor hasta su suave piel.
– La ropa no durara mucho, eso ya lo has visto – sonrió mirándole y ante sus palabras que le resultaban más un reto que una petición río – Será un placer querida duquesa.
Las manos del licántropo se deslizaron suavemente por la piel ajena, retirando las tiras que aún mantenían aquellas telas en su lugar. Una vez que resbalaron por sus hombros lo que quedaba de la ropa que llevaba Danna termino en el suelo, cayendo suavemente para revelar finalmente su maravillosa y seductora desnudez delante de los ojos de Astor. Antes de pensar si quiera en hacer algo, en recorrer con sus manos y sus labios aquella figura frente a él, la miro de arriba a abajo.
Danna le parecía perfecta, la simple visión de aquel cuerpo femenino frente a él encendió más el deseo en su cuerpo que era fácilmente visible para cualquiera que mirase a sus ojos, lo malo era que la única en aquel lugar era la duquesa que en cuanto abrió los ojos y se encontró con la mirada de Astor se estremeció dejando que el inquisidor saliera de su trance para comenzar a sentir la desnudez de ella contra su torso.
– Todo esta bien, Danna… – susurró suave, sintiendo la manera en la que aquel cuerpo femenino se estremecía contra el suyo y sus manos recorrieron aquellos costados hasta llegar a sus caderas, las cuales acercó más a él. Sin duda alguna la ropa que llevaba puesta él mismo continuaba estorbando, pero al menos le daba más tiempo de marcar con su aroma, su roces y sus labios aquel cuerpo.
Dejandose llevar por la ligera frustración que sus ropas le provocaban le beso de una manera más salvaje, estaba más necesitado de ella que antes y un gruñido cargado de deseo salió desde su garganta.
Solo hasta que se separo y se relamió los labios fue consciente de donde estaba el sitio en el que aquel cuerpo sería tomado como suyo y sonrío.
La licántropa le miraba, con sus ojos y la manera en la que de una manera necesitada estaba cerca de cuerpo del hombre le indicaba que le necesitaba tanto como él a ella; así de la manera en la que estaban, pegados uno a otro comenzó a avanzar, llevándola de espaldas mientras que sus labios iban al cuello femenino, besándole y descendiendo cada vez más abajo hacía sus pechos. Su andar lento les dirigía hacía la cama entre más besos y caricias por sus costados que finalmente le llevaron a tomar con suavidad entre usa manos aquellos pechos produciendo un leve jadeo de los labios ajenos que le provoco una sonrisa de satisfacción. Les tocaba con suavidad y no fue consciente de cuanto habían avanzado hasta que nuevamente se toparon con otra pared, solo que esta se encontraba a escasos dos metros de donde se encontraba la gran cama en la que la duquesa pasaba sus noches.
– Todo este lugar huele a ti – dijo antes de que con sus dedos tomara uno de aquellos pezones que se mantenían endurecidos – me enloquece – admitió justo antes de que su figura y sus labios comenzaran a recorrer suavemente la parte superior del cuerpo femenino. Deslizaba sus labios por su cuello, hombros, los huesos que sobresalían de la clavícula de la duquesa y toda aquella piel hasta que finalmente le beso los pechos. Fue entonces cuando sintió que ya era demasiado para él mismo y tomo una de las manos de Danna para llevarla hasta su pantalón y sonreírle.
– ¿ Me ayudas? – pregunto un tanto burlón, pues en cuento su cuerpo entero se sintiera en libertad todo habría terminado para la mujer que mantenía acorralada.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: El aroma que me atrae (+18) [Danna]
Podría simular una pasión que no sintiera, pero no podría simular una que me arrasara como el fuego.
Oscar Wilde
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Las manos del licántropo parecían marcar su piel con aquel ardiente contacto, como el de sus manos contra los costados de la duquesa. La que se encontraba encarcelada contra el cuerpo ajeno, pegada a su pecho, sintiendo como en cada estremecimiento, a cada segundo que se prolongaba aquel roce de ambos, sus pechos se llenaban de su deseo y los rosados pezones que yacían escondidos contra el fuerte pecho de él, se endurecían a cada suspiro de la boca femenina.
El tiempo parecía detenerse para ella, que con ojos húmedos de pasión y unas mejillas sonrojadas a causa de todo aquello que sucedía entre ellos, se encontraba perdida en él. Tanto como él lo parecía en su esbelto y delicado cuerpo, el cual parecía querer comerse solo con la mirada. En ocasiones en que coincidían las miradas, un temblor recorría el cuerpo de la joven de anticipación, por lo que en aquella fiera y salvaje mirada, pero a la vez atenta prometía a la luz de las velas que los alumbraban. “Todo está bien, Danna…” Le susurró él calmándola, y sosegando aquel cuerpo que tenía entre sus manos, encendiéndolo al poco tiempo de nuevo con las caricias de sus manos. Danna sumida en aquellas sensaciones, arqueó ligeramente su cuerpo contra él, de forma que sus manos tuvieran mejor acceso para llegar a sus pechos que se morían por ser acariciados, mientras de sus labios nacían suspiros que parecían no encontrar fin, hasta que los labios del joven se posaron sobre los de ella y de una forma salvaje, con un ardiente dominio le besó necesitado. Tanto o más como ella
Apenas consciente de que en aquel beso se habían dirigido más cerca de la gran cama donde yacería junto a ella y la haría suya de una vez por todas, ella sonrío contra aquellos labios buscando calmar el ansia. Pero Astor con otros planes fue besándole el rostro, los labios… el cuello, lentamente en lo que llevándole de espaldas, terminaron contra una pared a apenas unos pocos pasos de la gran cama. Sus ojos al ver la cama y la cercanía de esta, sonrío con deseo, hasta que una de las manos de él tomó uno de sus pechos, y lo acarició, sopesando su peso y fina textura de la piel de ella.
— Astor… —Jadeó su nombre en un leve jadeo cerrando los ojos, dejándose llevar por lo que sentía. Y lo que sentía era fuego en su interior. Se encontraba pesada, necesitada y solo podía permanecer al alcance del licántropo, quien sin tregua la hacía suya de una forma sutil, pero no menos poderosa. Pues cada centímetro de la figura femenina, estaba siendo reclamada por sus manos y sus dedos, como aquella traviesa boca que no dejaba de torturarla bajando por su cuello, sin llegar nunca a sus pechos.
Nada la preparó para el jadeo deseoso que escapó de sus labios, cuando jugando con sus pezones rosados, Astor tomó entre dos de sus dedos una de aquellas perlas, con la que jugó unos segundos, logrando que Danna se removiera levemente de su agarre, gimiendo por lo bajo. — Tú me matas… —Susurró con voz rota de deseo contestando a sus preguntas tal y como podía y llegaba a hacerlo. Satisfecho del estado ajeno, finalmente los besos descendieron por su cuello y clavícula. Danna tomó aire profundamente, expulsándolo en forma de un dulce gemido al sentir como besaba sus pechos, jugando con el torturado pezón por sus dedos, terminando por endurecerlo ante cada lametón y sorbida.
No más consciente de lo que sentía en su cuerpo, y de cómo este ardía, al rozar sus caderas desnudas contra él, sintió por primera vez un bulto rozarse, lo que hacía que su parte inferior del cuerpo latiera anhelando el roce de ambos. Mirándole a los ojos con un deseo irrefrenable, y una ligera sonrisa en sus labios, tomó con sus manos el cinturón y se lo quitó, empujándolo, llevándolo hasta quedar frente a la cama que les esperaba. Besándole nuevamente, dejó que los labios de él siguieran su propio camino hasta volverse a encontrar con sus sensibles pechos, mientras una de sus manos fue a bajarle el pantalón lentamente. Desabotonó el único botón que separaba su miembro, ahora endurecido anhelando salir, de la presión de la ropa.
— Tus palabras… son órdenes para mí. — Dijo con una sonrisa pícara, adentrando una de sus manos en su pantalón, liberando su duro miembro de las restricciones de las telas que lo cubrían, tomándolo en la mano con un poco de esfuerzo. Pues en una de sus finas manos no cabía por completo. — Sois muy grande... —Susurró mordiéndose el labio inferior con nerviosismo y deseo.
Con curiosidad e inocencia en partes iguales en sus ojos, lentamente fue acariciando el miembro que provocaba que su cuerpo temblase con solo imaginar que pronto tendría aquel grosor entrando en ella. Debía de ser doloroso la primera vez, pero en aquel momento quien mandaba era su cuerpo, y el sexo húmedo y los enrojecidos pechos daban fe de su preparación y estimulación previa había resultado. Su cuerpo se encontraba preparado para él, y tenía la suficiente confianza con él para saber que le haría el menor daño posible.
Primero con cierto miedo de no hacerlo bien, movió su mano lentamente, terminando por subir y bajar con fuerza la virilidad de Astor en su mano, alentada por los gruñidos y gemidos que ahora salían por los labios de él.
Terminando sentada en el filo de su cama, tomó con las dos manos finalmente el fuerte miembro, y pasando uno de los dedos acarició la cima sonrosada de la que salía un poco de líquido seminal y lo esparció, siguiendo con sus caricias, buscando hacerlo estremecer como ocurría cuando él la acariciaba. Gimió nuevamente con fuerza al sentir como incapaz de permanecer sumiso a sus caricias, los dedos de él, habían vuelto hacia sus sensibles pechos, apresando y torturando los duros pezones. Sus manos en ningún momento dieron tregua al licántropo, las que con seguridad lo atormentaban una y otra vez, esperando que él le dijera que hacer. Pues si alguien era un maestro en las artes del amor y del sexo, parecía ser él y no ella, quien se encontraba deseosa de que el baile empezara realmente entre ellos. No obstante una parte de ella, consciente de la estrechez de su sexo sentía un ligero miedo. Miedo que solo reflejaban sus ojos, cuando pensaba en ello, mientras el fuego tomaba su cuerpo y la hacía arder junto al de él.
Última edición por Danna Dianceht el Miér Abr 02, 2014 6:43 am, editado 1 vez
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: El aroma que me atrae (+18) [Danna]
Por desgracia uso las cosas según me lo dicta mi pasión.
Pablo Picasso
Era magnifica la sensación de tener a aquella mujer deseando más de sus caricias, más de su contacto. El punto es que no solo era ella quien deseaba más de él, pues al mismo tiempo su cuerpo estaba pidiendo recorrer a la duquesa como ningún hombre lo hizo antes con ella, él tomaría todo lo que ella ofrecía y después se marcharía a pesar de que algo le dijera que no debía dejarle, igual lo haría. Ni siquiera estaba dispuesto a pasar la noche entera con ella, de hacerlo conocía las consecuencias; no se alejaría más de ella y le ataría a él de la forma en la que fuera necesario hacerlo.
Gruñía de manera placentera, aquel cuerpo femenino era sencillamente perfecto y con cada caricia se estremecía de formas impensables.
– Muestrame todo de ti Danna, deja que vea lo que nadie ha visto en ti antes – susurro. ¿Qué clase de expresiones tan maravillosas sería capaz de mostrarle? ¿En qué otras formas se estremecería aquel cuerpo? Podía jurar que aquella habitación estaba aumentando rápidamente de temperatura y aunque la realidad fuera que todo estaba a la misma temperatura que en un inicio, los cuerpos de ambos aumentaban de deseo y el calor se volvía intenso entre ellos.
Sus manos acariciaban hábilmente las caderas y los senos de la fémina, reclamandolos como suyos. Sus labios degustaban aquella piel y sus oídos se deleitaban con los jadeos que salían de la boca entre abierta de la duquesa.
Se dejo guiar por ella hasta quedar cerca de la cama, de manera inevitable y lentamente estaban llegando hasta el sitio que era la meta inicial de ambos. La sonrisa en los labios de ella le tentó a reanudar los besos, los cuales se detuvieron lentamente al darse cuenta de que ella había hecho justo lo que había pedido y que la presión que ejercían sus pantalones sobre la parte de su cuerpo donde más se notaba toda aquella excitación del momento era liberada por las manos de la duquesa. Una sonrisa apareció ahora en los labios del licántropo. Ella era tan inocente como seductora y sus palabras le hacían notar eso cada vez más.
– Todo estará bien, ya veras que le recibirás mejor de lo que piensas – menciono cerca de su oído ante las ultimas palabras que había dicho ella y una de las manos de Astor se alejo del cuerpo de ella, solo para guiarse entonces a su muslo y acariciarle de manera lenta y seductora, acercando sus dedos cada vez más a la parte interna de este y al sexo de Danna, hasta que finalmente rozo la parte exterior de ella, apenas un ligero roce pero con ese pudo darse cuenta de lo sensible que ya se encontraba en aquella zona y sonrió aún más.
Permitió que las manos femeninas exploraran su erecto miembro sin poder evitar que algunos sonidos de satisfacción salieran de sus labios, antes de darse cuenta es que ella estaba sentada en la cama y le miraba con cara inocente mientras que sus manos continuaban sobre él. Un gruñido de frustración le dio como respuesta a la manera en la que estaba tocándole. Podía que ella fuera una primeriza en todo aquello, pero la sensación era algo que no había experimentado antes quizás debido a que esta ocasión estaba implicado algo más que simplemente su cuerpo. Aun así se preguntaba ¿Qué tanto podía tentar a aquel cuerpo, o tentarse a si mismo hasta que la necesidad fuera extrema? Bueno, pues era una buena oportunidad por darse a la tarea de averiguarlo.
Tomo con firmeza ambas manos de la duquesa y las retiro de su cuerpo. inclinandose para probar nuevamente los labios femeninos. Le mordió el labio inferior con deseo y dirigió su mano derecha a una de las piernas de Danna solo para enseguida alejarse de ella y darle un empujón suave para que cayera a la cama, al tiempo que levantaba la pierna de ella y le sonrío.
– Quien diría, desde esta perspectiva luces aún más deseable… – afirmo mientras besaba aquella pierna y con cada beso iba descendiendo por la suave piel de la licántropo que se estremecía ante su manera de actuar. Deseoso no solo de sentir el estremecimiento de su cuerpo, sino nuevamente los jadeos y gemidos que podía producir fue que la mano libre llego hasta el sexo de la duquesa y con sus dedos inicio un ligero juego con el clítoris de la duquesa, buscaba hacerle sufrir un poco, que dijera que deseaba sentirlo, simplemente la quería loca de deseo por él.
Pablo Picasso
Era magnifica la sensación de tener a aquella mujer deseando más de sus caricias, más de su contacto. El punto es que no solo era ella quien deseaba más de él, pues al mismo tiempo su cuerpo estaba pidiendo recorrer a la duquesa como ningún hombre lo hizo antes con ella, él tomaría todo lo que ella ofrecía y después se marcharía a pesar de que algo le dijera que no debía dejarle, igual lo haría. Ni siquiera estaba dispuesto a pasar la noche entera con ella, de hacerlo conocía las consecuencias; no se alejaría más de ella y le ataría a él de la forma en la que fuera necesario hacerlo.
Gruñía de manera placentera, aquel cuerpo femenino era sencillamente perfecto y con cada caricia se estremecía de formas impensables.
– Muestrame todo de ti Danna, deja que vea lo que nadie ha visto en ti antes – susurro. ¿Qué clase de expresiones tan maravillosas sería capaz de mostrarle? ¿En qué otras formas se estremecería aquel cuerpo? Podía jurar que aquella habitación estaba aumentando rápidamente de temperatura y aunque la realidad fuera que todo estaba a la misma temperatura que en un inicio, los cuerpos de ambos aumentaban de deseo y el calor se volvía intenso entre ellos.
Sus manos acariciaban hábilmente las caderas y los senos de la fémina, reclamandolos como suyos. Sus labios degustaban aquella piel y sus oídos se deleitaban con los jadeos que salían de la boca entre abierta de la duquesa.
Se dejo guiar por ella hasta quedar cerca de la cama, de manera inevitable y lentamente estaban llegando hasta el sitio que era la meta inicial de ambos. La sonrisa en los labios de ella le tentó a reanudar los besos, los cuales se detuvieron lentamente al darse cuenta de que ella había hecho justo lo que había pedido y que la presión que ejercían sus pantalones sobre la parte de su cuerpo donde más se notaba toda aquella excitación del momento era liberada por las manos de la duquesa. Una sonrisa apareció ahora en los labios del licántropo. Ella era tan inocente como seductora y sus palabras le hacían notar eso cada vez más.
– Todo estará bien, ya veras que le recibirás mejor de lo que piensas – menciono cerca de su oído ante las ultimas palabras que había dicho ella y una de las manos de Astor se alejo del cuerpo de ella, solo para guiarse entonces a su muslo y acariciarle de manera lenta y seductora, acercando sus dedos cada vez más a la parte interna de este y al sexo de Danna, hasta que finalmente rozo la parte exterior de ella, apenas un ligero roce pero con ese pudo darse cuenta de lo sensible que ya se encontraba en aquella zona y sonrió aún más.
Permitió que las manos femeninas exploraran su erecto miembro sin poder evitar que algunos sonidos de satisfacción salieran de sus labios, antes de darse cuenta es que ella estaba sentada en la cama y le miraba con cara inocente mientras que sus manos continuaban sobre él. Un gruñido de frustración le dio como respuesta a la manera en la que estaba tocándole. Podía que ella fuera una primeriza en todo aquello, pero la sensación era algo que no había experimentado antes quizás debido a que esta ocasión estaba implicado algo más que simplemente su cuerpo. Aun así se preguntaba ¿Qué tanto podía tentar a aquel cuerpo, o tentarse a si mismo hasta que la necesidad fuera extrema? Bueno, pues era una buena oportunidad por darse a la tarea de averiguarlo.
Tomo con firmeza ambas manos de la duquesa y las retiro de su cuerpo. inclinandose para probar nuevamente los labios femeninos. Le mordió el labio inferior con deseo y dirigió su mano derecha a una de las piernas de Danna solo para enseguida alejarse de ella y darle un empujón suave para que cayera a la cama, al tiempo que levantaba la pierna de ella y le sonrío.
– Quien diría, desde esta perspectiva luces aún más deseable… – afirmo mientras besaba aquella pierna y con cada beso iba descendiendo por la suave piel de la licántropo que se estremecía ante su manera de actuar. Deseoso no solo de sentir el estremecimiento de su cuerpo, sino nuevamente los jadeos y gemidos que podía producir fue que la mano libre llego hasta el sexo de la duquesa y con sus dedos inicio un ligero juego con el clítoris de la duquesa, buscaba hacerle sufrir un poco, que dijera que deseaba sentirlo, simplemente la quería loca de deseo por él.
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Re: El aroma que me atrae (+18) [Danna]
Muchas veces la pasión nos ata la lengua.
Séneca
Séneca
Las palabras del licántropo la hacían enardecerse más. Jadeó ante sus palabras y caricias que seguían con las incursiones en su cuerpo. Miles de escalofríos se hicieron con su cuerpo, en lo que las suaves curvas de la cama la sostenían del embrujo del lobo. Sus manos seguían apoderadas del viril miembro. Acariciándolo, tentándolo… Resultando ser para ella también una poderosa tentación. De la que no era fácil escapar, hasta encontrarse anhelante de sentirle penetrar en su intimidad. ¿Como se sentiría aquel instante de dolor y placer? ¿Percibía él sus inquietudes? ¿Sus mas indecorosos deseos?
Protestó cuando él la aparto de su erecto miembro, tomando con firmeza sus manos, retirándolas de su cuerpo, apresándolas. Apenas se oyó su voz, cuando el joven se inclinó a besarla, terminando por morderle el labio, a lo que ella incapaz de volverse, gimió deseosa. Danna intentó detener su huida, deseaba que se fundiera con sus labios. Sin embargo antes de que pudiera siquiera intentar detenerle, sintiendo sus manos liberar las propias, fue empujada a caer sobre el colchón de la cama, al tiempo que una de sus piernas era levantada.
Danna tragó saliva. Se veía tan vulnerable bajo sus manos, que inquieta le miró. Observando cada gesto y palabras de sus labios. La inquietud duró poco, ya que al sentir los labios masculinos, recorrer su pierna, cerró los ojos y jadeante, se estremeció, sintiendo su corazón acelerarse, como más cerca de su sexo, se encontraba.
— Me matareis… —Afirmó temblorosa.
Y como un pétalo de rosa, acariciar su delicada piel, sintió la mano de él, llegar a su intimidad y allí, lentamente empezó a hacer su magia. Desprendiéndola de toda resistencia, y consciencia. Arrebatando de sus labios todo deseo que pudiera ella contener.
Danna desesperada, se arqueó por acercarse más a esos dedos que la torturaban y no la dejaban escapar. Sentía su intimidad humedecida y junto a ella una palpitación que hacia temblar su ser, lo que solo provocaba que deseara arquearse más, todavía más a aquella mano, hasta quedarse impregnada aquel pecaminoso y tortuoso tacto en su memoria, en su piel, en aquel tembloroso cuerpo que estremeciéndose en miles de suspiros y gemidos desataban lentamente la loba que habitaba en su consciencia.
El ritmo de los dedos incrementaba, a medida su humedecimiento crecía y los temblores en su cuerpo, eran más visibles a los ojos voraces del lobo que lentamente la instruía. La duquesa se mordió el labio, ahogando un gemido en lo que los dedos de Astor jugueteaban con ella sin pausa alguna.
Con todo su cuerpo bajo un manto ruborizado, fue que finalmente abrió los ojos y buscó con la mirada a Astor, nada preparada para la expresión que se encontró al verle.
Cuando sus ojos se encontraron y durante unos segundos le faltó el aliento. Astor tenía la viva expresión de un lobo hambriento, famélico. La viva imagen de un feroz depredador, que cerniéndose sobre su presa, deseaba devorarla. Y él iba a hacerlo, no caabía ni una duda de ello en su mente. La joven estremeciéndose en aquella suave cama que acariciaba su cuerpo, gimió en respuesta a aquella mirada, a aquel dominio implacable que tenia sobre ella, como una leve resistencia a ser devorada de forma intensa y cruel, como aquellos ojos encendidos de deseo prometían.
— Astor… — Mormuró su nombre con una ronca voz, sin saber como aún tenia la suficiente cabeza para llegar a pronunciar su nombre. El roce de Astor contra la piel sensible de la fémina, finalmente daba sus esperados resultados. Su sexo se tensó y dejó de pensar. Simplemente dejándose llevar, olvidó sus miedos. — Necesito sentiros… no torturéis más mi cuerpo. — Rogó, sintiendo que en el mismo centro de su ser, se formaba un nudo que necesitaba ser desatado y volviendo a mirarle, sin embargo esta vez, implorante. Lentamente cerró sus piernas, en un intento de apartarle de la prueba de su pasión, de la cremosidad de su sexo que la preparaba para las ideas ardientes del lobo que por primera vez la haría suya. Y deseó que volviera contra sus labios, y la hiciera suya. Arrebatándole aquello que ella le ofrecía; su virginidad.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: El aroma que me atrae (+18) [Danna]
El arte del sexo es el arte de controlar el descontrol.
Paulo Coelho
No podía evitarlo, buscaba torturar aquel frágil cuerpo que se encontraba ya sobre la cama. Buscaba que el roce de sus manos, sus labios y su cuerpo entero quedara para siempre marcado en el cuerpo de Danna. No sería quizás el único hombre en su vida, de eso estaba seguro y tampoco era que le importara pues alejarse de ella después de esa noche sería el mejor regalo que podría darle, la prueba más sincera de que realmente sentía más por ella que solo un deseo carnal y pasajero. Si bien no planeaba ser el único sobre aquel cuerpo, sabía que sería complicado que se olvidaran después de aquello y estaba dispuesto a atar por lo menos un poco de su ser a la duquesa.
Sonrió triunfante ante la expresión de frustración de la fémina y las palabras de ella solo corroboraron que realmente estaba ahí, entregando todo cuanto poseía a él. Detuvo sus besos muy cerca de la intimidad de la Danna y le miro desde donde se encontraba con una sonrisa entre burlona y seductora.
– Nadie ha muerto de eso, puedo asegurarlo o en su defecto, probarlo – su lengua recorrió el mismo camino que sus besos, hasta alejarse de la pierna femenina y mirarle divertido. Con aquellas palabras que le decía, solo le provocaba más, le volvía más inestable y su deseo aumentaba. Quería ver como era que la duquesa le recibía y al mismo tiempo buscaba hacerle sufrir un poco más. Que le pidiera no solo con palabras, sino con actos y miradas que se encontraba al limite y que lo deseaba más que al mismo aire.
Se permitió a si mismo deleitarse con los temblores de deseo de Danna, con sus gemidos y jadeos. Su cuerpo entero era una obra de arte que se volvía más hermosa a medida que el placer la inundaba, llevándole a territorio desconocido a la joven. Astor gruño. La humedad en la duquesa incrementaba indicándole que se encontraba preparada para acto principal de la velada. Aquel rostro de ángel tenía las mejillas sonrojadas, la respiración acelerada y el cuerpo al limite de la resistencia. Eso simplemente le encantaba. Le devoro primero el cuerpo entero con la mirada, una que le comunicaba al mismo tiempo la sentencia.
– Pero si pareces disfrutar de esta tortura, admitelo, es la mejor tortura que has sentido y que sentirás en tu vida – chasqueo la lengua mientras que las piernas femeninas se cerraban lentamente. Parecía ser que con eso trataba de resguardarse de él y eso, no lo permitiría. En uno de esos actos instintivos que estuvieron presentes durante todos los momentos hasta llegar a ese, fue que volvió a los labios femeninos, distrayendo quizás de esa manera la mente de la duquesa ante lo que se avecinaba.
Comenzó a besarla con suavidad, aumentando poco a poco la intensidad del beso mientras que abría nuevamente las piernas de Danna, situandose entonces entre ellas. Se acerco tanto como pudo para hacer que ambos sexos se rozaran, se movía lento; escuchaba con atención los gemidos que se ahogaban en la garganta de la loba, mientras que él mismo le mordía los labios entre los besos para evitar dejarse llevar de más. Estuvo de esa manera un periodo corto de tiempo que sintió como la misma eternidad de los vampiros y con un gruñido cargado del deseo hasta ese momento contenido fue que finalmente entraba en ella. La duquesa le recibía como lo hacía cualquier primeriza y eso únicamente aumentaba el deseo de Astor que pese a todo buscaba no ser tan salvaje para no lastimarla.
Paulo Coelho
No podía evitarlo, buscaba torturar aquel frágil cuerpo que se encontraba ya sobre la cama. Buscaba que el roce de sus manos, sus labios y su cuerpo entero quedara para siempre marcado en el cuerpo de Danna. No sería quizás el único hombre en su vida, de eso estaba seguro y tampoco era que le importara pues alejarse de ella después de esa noche sería el mejor regalo que podría darle, la prueba más sincera de que realmente sentía más por ella que solo un deseo carnal y pasajero. Si bien no planeaba ser el único sobre aquel cuerpo, sabía que sería complicado que se olvidaran después de aquello y estaba dispuesto a atar por lo menos un poco de su ser a la duquesa.
Sonrió triunfante ante la expresión de frustración de la fémina y las palabras de ella solo corroboraron que realmente estaba ahí, entregando todo cuanto poseía a él. Detuvo sus besos muy cerca de la intimidad de la Danna y le miro desde donde se encontraba con una sonrisa entre burlona y seductora.
– Nadie ha muerto de eso, puedo asegurarlo o en su defecto, probarlo – su lengua recorrió el mismo camino que sus besos, hasta alejarse de la pierna femenina y mirarle divertido. Con aquellas palabras que le decía, solo le provocaba más, le volvía más inestable y su deseo aumentaba. Quería ver como era que la duquesa le recibía y al mismo tiempo buscaba hacerle sufrir un poco más. Que le pidiera no solo con palabras, sino con actos y miradas que se encontraba al limite y que lo deseaba más que al mismo aire.
Se permitió a si mismo deleitarse con los temblores de deseo de Danna, con sus gemidos y jadeos. Su cuerpo entero era una obra de arte que se volvía más hermosa a medida que el placer la inundaba, llevándole a territorio desconocido a la joven. Astor gruño. La humedad en la duquesa incrementaba indicándole que se encontraba preparada para acto principal de la velada. Aquel rostro de ángel tenía las mejillas sonrojadas, la respiración acelerada y el cuerpo al limite de la resistencia. Eso simplemente le encantaba. Le devoro primero el cuerpo entero con la mirada, una que le comunicaba al mismo tiempo la sentencia.
– Pero si pareces disfrutar de esta tortura, admitelo, es la mejor tortura que has sentido y que sentirás en tu vida – chasqueo la lengua mientras que las piernas femeninas se cerraban lentamente. Parecía ser que con eso trataba de resguardarse de él y eso, no lo permitiría. En uno de esos actos instintivos que estuvieron presentes durante todos los momentos hasta llegar a ese, fue que volvió a los labios femeninos, distrayendo quizás de esa manera la mente de la duquesa ante lo que se avecinaba.
Comenzó a besarla con suavidad, aumentando poco a poco la intensidad del beso mientras que abría nuevamente las piernas de Danna, situandose entonces entre ellas. Se acerco tanto como pudo para hacer que ambos sexos se rozaran, se movía lento; escuchaba con atención los gemidos que se ahogaban en la garganta de la loba, mientras que él mismo le mordía los labios entre los besos para evitar dejarse llevar de más. Estuvo de esa manera un periodo corto de tiempo que sintió como la misma eternidad de los vampiros y con un gruñido cargado del deseo hasta ese momento contenido fue que finalmente entraba en ella. La duquesa le recibía como lo hacía cualquier primeriza y eso únicamente aumentaba el deseo de Astor que pese a todo buscaba no ser tan salvaje para no lastimarla.
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