AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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How much do you know about fear? | Severine's ID
2 participantes
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How much do you know about fear? | Severine's ID
por Severine de Richelieu Mar Feb 24, 2015 1:23 pm
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Severine Bălan-Sala, actualmente Severine de Richelieudespués de haberse casado.
▲EDAD▲
35 años.▲ESPECIE▲
Humana.Cuándo estaba soltera pertenecía al grupo gitano.
▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Actualmente clase alta.▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Heterosexual.▲LUGAR DE ORIGEN▲
Posee sangre romaní pero ella es nacida en Francia.▲HABILIDADES/PODERES▲
→ Adivinación de futuro: Habilidad para conocer hechos aún antes de que ocurran mediante la lectura de cartas, lectura de manos, etc. Algunos gitanos llegan a tener sueños premonitorios.«El hombre es el único animal para quien su propia existencia
es un problema que tiene que resolver»
Erich Fromm
Ya conocéis mi nombre, mi lugar de origen y la clase a la que pertenezco ¿Ahora queréis saber cómo soy? No creo ser muy objetiva, pero haré mi mejor esfuerzo.
Me permitiré empezar por la Severine que más me gusta. Una mujer extrovertida y simpática. Sin miedos, dudas o rencores. Una mujer, por encima de todo, con una alegría que todavía me permito recordar de vez en cuándo. Poseía una inocencia aniñada quizá impropia para su edad, aunque por aquel entonces fuera sólo una simple muchacha. Y os preguntaréis por qué hablo de esta manera de, en teoría, mi propia persona. Por qué hablo cómo si fuera alguien muy diferente a mi. ¿Por qué? Simple, porque esa ya hace mucho tiempo que dejé de ser yo. No creo que quede en mi ni un ápice de aquella Severine, tan pobre en dinero y sin embargo tan rica en sentimiento. Aunque, por supuesto, esto es algo que tardé muchos años en entender.
Hoy por hoy.. no hay mucho que contar. Más que cómo soy, os explicaré cómo debo ser. Una mujer que se mantenga bella y perfecta las veinticuatro horas del día. Obediente, que acuda allá dónde se la reclame y haga lo que se le diga sin rechistar. Sociable, pero no al punto de ser extrovertida. No debo entablar una amistad sincera con la gente, sólo aparentar que me caen bien y dejar una buena impresión. No más. Debo especialmente alejarme de cualquier hombre que se me cruce por delante. Cuándo eso pase, agacharé la cabeza y seguiré mi camino. Me haré invisible. Esto, añadiré, que se me da especialmente bien. Diré más, me gusta serlo. Cuándo nadie me ve es de las pocas veces que me siento mínimamente libre. Aunque libertad, precisamente, sea una palabra que ni en mis pensamientos debo mencionar.
¿Que cómo soy? Soy como ellos quieren que sea. Soy como él quiere que sea. Ni más, ni menos.
es un problema que tiene que resolver»
Erich Fromm
Ya conocéis mi nombre, mi lugar de origen y la clase a la que pertenezco ¿Ahora queréis saber cómo soy? No creo ser muy objetiva, pero haré mi mejor esfuerzo.
Me permitiré empezar por la Severine que más me gusta. Una mujer extrovertida y simpática. Sin miedos, dudas o rencores. Una mujer, por encima de todo, con una alegría que todavía me permito recordar de vez en cuándo. Poseía una inocencia aniñada quizá impropia para su edad, aunque por aquel entonces fuera sólo una simple muchacha. Y os preguntaréis por qué hablo de esta manera de, en teoría, mi propia persona. Por qué hablo cómo si fuera alguien muy diferente a mi. ¿Por qué? Simple, porque esa ya hace mucho tiempo que dejé de ser yo. No creo que quede en mi ni un ápice de aquella Severine, tan pobre en dinero y sin embargo tan rica en sentimiento. Aunque, por supuesto, esto es algo que tardé muchos años en entender.
Hoy por hoy.. no hay mucho que contar. Más que cómo soy, os explicaré cómo debo ser. Una mujer que se mantenga bella y perfecta las veinticuatro horas del día. Obediente, que acuda allá dónde se la reclame y haga lo que se le diga sin rechistar. Sociable, pero no al punto de ser extrovertida. No debo entablar una amistad sincera con la gente, sólo aparentar que me caen bien y dejar una buena impresión. No más. Debo especialmente alejarme de cualquier hombre que se me cruce por delante. Cuándo eso pase, agacharé la cabeza y seguiré mi camino. Me haré invisible. Esto, añadiré, que se me da especialmente bien. Diré más, me gusta serlo. Cuándo nadie me ve es de las pocas veces que me siento mínimamente libre. Aunque libertad, precisamente, sea una palabra que ni en mis pensamientos debo mencionar.
¿Que cómo soy? Soy como ellos quieren que sea. Soy como él quiere que sea. Ni más, ni menos.
«No hay secreto mejor guardado que aquél que todos conocen»
George Bernard Shaw
Mi historia.. No esperaba menos de vosotros, obviamente, queréis saberlo todo acerca de mi. Por esta vez, me permitiré recordar con vosotros cómo empezó todo.
Al contrario de lo que muchos pensarán, a pesar de mi descendencia gitana yo nací en Francia. En París, la ciudad del amor ¿verdad? (sonríe). Años atrás la comunidad que era y, a pesar de todo, sigue siendo mi pueblo, se asentaba mucho más a las afueras y el centro era para nosotros un gran desconocido. Yo, por lo que a mi lado respecta, a penas fui consciente en toda mi niñez de lo que nos separaba de la gente normal; cómo solía decirse. Crecí en la ignorancia y bien agradecida que estoy. Aunque no todo fueron buenos momentos, porque eso es técnicamente imposible, sí recuerdo muchos momentos felices. Una infancia llena de risas y alegría. Y, como es lógico, después de la infancia viene la adolescencia. Ah, qué grandes momentos viví. Me metí en muchos líos, si os soy sincera, escapándome a todas horas allí a dónde me prohibieran ir. Un día era la ciudad, otro las afueras. Admitiré que la gente de fuera me creaba una inmensa curiosidad y nunca pretendí ocultarlo. Aquello que no conocía me llegaba a producir una intensa obsesión por momentos. Eso fue, sin duda, lo que me ha traído a dónde estoy ahora. Mas no me adelantaré, pues todavía falta mucho por contar.
Cuando cumplí los veinte años, el campamento gitano en el que vivía se trasladó algo más al centro de la ciudad. Obviamente, no dónde vivía la gente con dinero, pero sí sufrimos un acercamiento importante a la gente más de a pie. Conocí por entonces a muchas personas ajenas a mi cultura y, lejos de lo que me habían contado acerca de ellos, resultaron ser amables conmigo. Inclusive aceptaron mi don de la adivinación, que con tanto temor al rechazo me atreví a confesar. Así hice amistades con rapidez, ganándome al mismo tiempo la vida adivinando su futuro. Aunque mucha gente, la mayoría, era completamente incrédula, parecían al mismo tiempo divertirse con mis predicciones. Tanto que hasta pagaban por ellas. Pensándolo bien, podría haberme dedicado a ello toda la vida. Tenía algo de dinero, gente que me quería y era feliz ¿Qué más podía pedir?.
Amor.
Por supuesto, el amor siempre estuvo presente. Desde pequeña sabía que el destino albergaba una gran historia de amor para mi y, cuánto más iba creciendo, más impaciente me volvía. Lo quería, y lo quería ya. Y fue esa impaciencia, con toques de ignorancia e inocencia, lo que me llevó directa a los brazos de él. ¿Que quién es él? Él es el que, en el futuro, tomaría por marido. Para amarlo, en la riqueza y pobreza, hasta el final de nuestros días. En la salud, y en la enfermedad.. Antes de nada, os hablaré un poco sobre él. Un poco más, quiero decir.
Jean-Baptiste de Richelieu. No podéis negar que ahora mismo os estáis imaginando a un hombre guapo y sexy. Un semental francés, en toda regla. Pues efectivamente, así es Jean. No necesitas verlo para saber que es un hombre que levanta pasiones, con escuchar su nombre es suficiente. Cuándo lo conocí, sin embargo, todavía no había desarrollado todo su potencial masculino, siendo que era todavía un muchacho de a penas veinti-pocos años. Eso no me impidió amarlo, como creo que nunca amaré a nadie más en mi vida. ¿Y sabéis qué es lo peor? Que él también me quiso de la misma manera. Sin duda es recordar eso lo que más tristeza me produce. Nuestro romance fue cómo el que yo había visto en mis cartas. Jean era el hombre que veía, cada vez más, en mis sueños antes de conocerlo. ¿Qué me impedía entregarme a él? Nada en absoluto. Me entregué en alma y cuerpo y fui correspondida de la misma forma. Dentro de esta parte 'bonita' de la historia, sin embargo, también hay cosas no tan buenas. Jean pertenece a una casta rica y Francesa pura. Heredero del imperio navío Richelieu, no es complicado de adivinar que mi presencia no fue ¿cómo decirlo? bien recibida. Pasé por muchos problemas para que su familia aceptara nuestra decisión de casarnos y, entre las muchas cosas de las que me arrepiento, está el haber abandonado a mi familia como una de las condiciones. Si quería ser una Richelieu, no podía tener absolutamente nada que ver con mi gente. Y puesto que había nacido en Francia y hasta mi nombre era de allí, después de haber aceptado eso, ya fue cuestión de tiempo que cedieran.
Ahora es cuándo empieza el lado oscuro de esta historia. Puedo afirmar que nuestro primer año de casados fue enteramente una luna de miel. Recorrimos el mundo gracias a la fortuna de su familia y sólo pensamos en querernos. Juntos las veinticuatro horas del día, por el largo de ese año, no nos separábamos más de un minuto. Y sonará exagerado, pero es la verdad. El primer preludio de lo que se avecinaba ocurrió poco después del año, todavía estando de viaje, nos avisaron de que el padre de Jean había caído gravemente enfermo de tuberculosis y que no duraría muchos días. Ahí fue cuándo nuestra luna de miel terminó y podría decir que también el matrimonio. A los pocos días de volver el hombre, ya más en la muerte que en la vida, terminó por dar su último aliento y con ello Jean-Baptiste pasaba a ser el único dueño de la empresa. Con veintitrés años y aún teniendo la mentalidad de un crío ¿os imagináis lo que supuso para él? Fue cuestión de meses que las duras condiciones que requerían manejar semejante imperio le cambiaran por completo. El hombre alegre que alguna vez conocí, desapareció.
Pasamos de estar veinticuatro horas juntos a no vernos por días enteros. Incluso semanas. Sin darme cuenta, mi personalidad extrovertida y alegre, creó en Jean un sentimiento de desconfianza que no conocí hasta que fue ya muy tarde. Sólo tardó un año en acusarme de infiel e insistir en que no le quería. Que me había casado con él por su dinero y que ahora que no podía verle, cualquier otro me valía. Etcétera, etcétera, etcétera. Al principio intenté hacerle entrar en razón, hasta que vi la realidad. Nunca me creería. Mi belleza, cualidad que le enamoró por aquel entonces, ahora le volvía loco. La despreciaba. Con el tiempo aprendí a no llevarle la contraría. La primera vez que intenté dejarlo fue sólo una cachetada lo que recibí a cambio, a modo de advertencia. La segunda, algo más. Y, por si me quedaron dudas, hubo una tercera que me dejó las cosas demasiado claras. Esa iba a ser mi vida a partir de entonces, y cuánto antes lo asumiera, mejor.
De esos días hacen ya aproximadamente diez años. Con mis más y mis menos, mi vida a transcurrido, en la jaula que la ha convertido mi marido. De lo que estoy profundamente agradecida, sin embargo, es de mis niños. Ágatha y Aitor, mis dos gemelos y los únicos que me han proporcionado la poca alegría que he tenido estos años. No sé qué haría sin ellos.
¿Os ha gustado? ¿Tenéis dudas? Bueno, yo misma tengo muchas. Tantas que ya he perdido la cuenta. Si encontráis esas respuestas, no dudéis en avisarme. Estoy deseosa de ser yo la que os escuche ahora.
George Bernard Shaw
Mi historia.. No esperaba menos de vosotros, obviamente, queréis saberlo todo acerca de mi. Por esta vez, me permitiré recordar con vosotros cómo empezó todo.
Al contrario de lo que muchos pensarán, a pesar de mi descendencia gitana yo nací en Francia. En París, la ciudad del amor ¿verdad? (sonríe). Años atrás la comunidad que era y, a pesar de todo, sigue siendo mi pueblo, se asentaba mucho más a las afueras y el centro era para nosotros un gran desconocido. Yo, por lo que a mi lado respecta, a penas fui consciente en toda mi niñez de lo que nos separaba de la gente normal; cómo solía decirse. Crecí en la ignorancia y bien agradecida que estoy. Aunque no todo fueron buenos momentos, porque eso es técnicamente imposible, sí recuerdo muchos momentos felices. Una infancia llena de risas y alegría. Y, como es lógico, después de la infancia viene la adolescencia. Ah, qué grandes momentos viví. Me metí en muchos líos, si os soy sincera, escapándome a todas horas allí a dónde me prohibieran ir. Un día era la ciudad, otro las afueras. Admitiré que la gente de fuera me creaba una inmensa curiosidad y nunca pretendí ocultarlo. Aquello que no conocía me llegaba a producir una intensa obsesión por momentos. Eso fue, sin duda, lo que me ha traído a dónde estoy ahora. Mas no me adelantaré, pues todavía falta mucho por contar.
Cuando cumplí los veinte años, el campamento gitano en el que vivía se trasladó algo más al centro de la ciudad. Obviamente, no dónde vivía la gente con dinero, pero sí sufrimos un acercamiento importante a la gente más de a pie. Conocí por entonces a muchas personas ajenas a mi cultura y, lejos de lo que me habían contado acerca de ellos, resultaron ser amables conmigo. Inclusive aceptaron mi don de la adivinación, que con tanto temor al rechazo me atreví a confesar. Así hice amistades con rapidez, ganándome al mismo tiempo la vida adivinando su futuro. Aunque mucha gente, la mayoría, era completamente incrédula, parecían al mismo tiempo divertirse con mis predicciones. Tanto que hasta pagaban por ellas. Pensándolo bien, podría haberme dedicado a ello toda la vida. Tenía algo de dinero, gente que me quería y era feliz ¿Qué más podía pedir?.
Amor.
Por supuesto, el amor siempre estuvo presente. Desde pequeña sabía que el destino albergaba una gran historia de amor para mi y, cuánto más iba creciendo, más impaciente me volvía. Lo quería, y lo quería ya. Y fue esa impaciencia, con toques de ignorancia e inocencia, lo que me llevó directa a los brazos de él. ¿Que quién es él? Él es el que, en el futuro, tomaría por marido. Para amarlo, en la riqueza y pobreza, hasta el final de nuestros días. En la salud, y en la enfermedad.. Antes de nada, os hablaré un poco sobre él. Un poco más, quiero decir.
Jean-Baptiste de Richelieu. No podéis negar que ahora mismo os estáis imaginando a un hombre guapo y sexy. Un semental francés, en toda regla. Pues efectivamente, así es Jean. No necesitas verlo para saber que es un hombre que levanta pasiones, con escuchar su nombre es suficiente. Cuándo lo conocí, sin embargo, todavía no había desarrollado todo su potencial masculino, siendo que era todavía un muchacho de a penas veinti-pocos años. Eso no me impidió amarlo, como creo que nunca amaré a nadie más en mi vida. ¿Y sabéis qué es lo peor? Que él también me quiso de la misma manera. Sin duda es recordar eso lo que más tristeza me produce. Nuestro romance fue cómo el que yo había visto en mis cartas. Jean era el hombre que veía, cada vez más, en mis sueños antes de conocerlo. ¿Qué me impedía entregarme a él? Nada en absoluto. Me entregué en alma y cuerpo y fui correspondida de la misma forma. Dentro de esta parte 'bonita' de la historia, sin embargo, también hay cosas no tan buenas. Jean pertenece a una casta rica y Francesa pura. Heredero del imperio navío Richelieu, no es complicado de adivinar que mi presencia no fue ¿cómo decirlo? bien recibida. Pasé por muchos problemas para que su familia aceptara nuestra decisión de casarnos y, entre las muchas cosas de las que me arrepiento, está el haber abandonado a mi familia como una de las condiciones. Si quería ser una Richelieu, no podía tener absolutamente nada que ver con mi gente. Y puesto que había nacido en Francia y hasta mi nombre era de allí, después de haber aceptado eso, ya fue cuestión de tiempo que cedieran.
Ahora es cuándo empieza el lado oscuro de esta historia. Puedo afirmar que nuestro primer año de casados fue enteramente una luna de miel. Recorrimos el mundo gracias a la fortuna de su familia y sólo pensamos en querernos. Juntos las veinticuatro horas del día, por el largo de ese año, no nos separábamos más de un minuto. Y sonará exagerado, pero es la verdad. El primer preludio de lo que se avecinaba ocurrió poco después del año, todavía estando de viaje, nos avisaron de que el padre de Jean había caído gravemente enfermo de tuberculosis y que no duraría muchos días. Ahí fue cuándo nuestra luna de miel terminó y podría decir que también el matrimonio. A los pocos días de volver el hombre, ya más en la muerte que en la vida, terminó por dar su último aliento y con ello Jean-Baptiste pasaba a ser el único dueño de la empresa. Con veintitrés años y aún teniendo la mentalidad de un crío ¿os imagináis lo que supuso para él? Fue cuestión de meses que las duras condiciones que requerían manejar semejante imperio le cambiaran por completo. El hombre alegre que alguna vez conocí, desapareció.
Pasamos de estar veinticuatro horas juntos a no vernos por días enteros. Incluso semanas. Sin darme cuenta, mi personalidad extrovertida y alegre, creó en Jean un sentimiento de desconfianza que no conocí hasta que fue ya muy tarde. Sólo tardó un año en acusarme de infiel e insistir en que no le quería. Que me había casado con él por su dinero y que ahora que no podía verle, cualquier otro me valía. Etcétera, etcétera, etcétera. Al principio intenté hacerle entrar en razón, hasta que vi la realidad. Nunca me creería. Mi belleza, cualidad que le enamoró por aquel entonces, ahora le volvía loco. La despreciaba. Con el tiempo aprendí a no llevarle la contraría. La primera vez que intenté dejarlo fue sólo una cachetada lo que recibí a cambio, a modo de advertencia. La segunda, algo más. Y, por si me quedaron dudas, hubo una tercera que me dejó las cosas demasiado claras. Esa iba a ser mi vida a partir de entonces, y cuánto antes lo asumiera, mejor.
De esos días hacen ya aproximadamente diez años. Con mis más y mis menos, mi vida a transcurrido, en la jaula que la ha convertido mi marido. De lo que estoy profundamente agradecida, sin embargo, es de mis niños. Ágatha y Aitor, mis dos gemelos y los únicos que me han proporcionado la poca alegría que he tenido estos años. No sé qué haría sin ellos.
¿Os ha gustado? ¿Tenéis dudas? Bueno, yo misma tengo muchas. Tantas que ya he perdido la cuenta. Si encontráis esas respuestas, no dudéis en avisarme. Estoy deseosa de ser yo la que os escuche ahora.
Datos físicos: 1.70mts, cabello largo, castaño y ojos color caramelo, figura esbelta y curvilínea.
Aunque me lo niego a diario, en el fondo todavía tengo esperanzas de que vuelva el Jean del que me enamoré.
Tengo un pequeño cuaderno de notas dónde anoto absolutamente todo. Miedos, deseos, sueños.. Lo guardo dónde Jean, que es el único que entra en mis aposentos, nunca pueda encontrarlo.
Intento pasar el mayor tiempo posible con mis niños, y lo consigo excepto cuándo me obligan a asistir a fiestas o eventos que promociona la empresa o a las que está invitado Jean.
De cara al público, somos un matrimonio tan feliz como el primer día. Ni siquiera los padres de Jean conocen nuestros problemas.
No he vuelto a ver a mis padres desde que me casé, ni me he acercado a la colonia gitana. Ese lugar está prohibido para mi.
Hace unos años y después de un intento de robo, Jean contrató guardaespaldas para la mansión, de los cuales dos dedicó a mi vigilancia personal. Claro que, lejos de tener la intención de protegerme, sólo pretender informar al señor de cada paso en falso que de.
De vez en cuándo echo las cartas, sobretodo consultando el futuro de mis hijos y muy rara vez el mío. Hace ya tiempo que perdí la esperanza de que saliera algo bueno. Echar las cartas es de las pocas cosas a las que Jean no pone objeción.
Aunque me lo niego a diario, en el fondo todavía tengo esperanzas de que vuelva el Jean del que me enamoré.
Tengo un pequeño cuaderno de notas dónde anoto absolutamente todo. Miedos, deseos, sueños.. Lo guardo dónde Jean, que es el único que entra en mis aposentos, nunca pueda encontrarlo.
Intento pasar el mayor tiempo posible con mis niños, y lo consigo excepto cuándo me obligan a asistir a fiestas o eventos que promociona la empresa o a las que está invitado Jean.
De cara al público, somos un matrimonio tan feliz como el primer día. Ni siquiera los padres de Jean conocen nuestros problemas.
No he vuelto a ver a mis padres desde que me casé, ni me he acercado a la colonia gitana. Ese lugar está prohibido para mi.
Hace unos años y después de un intento de robo, Jean contrató guardaespaldas para la mansión, de los cuales dos dedicó a mi vigilancia personal. Claro que, lejos de tener la intención de protegerme, sólo pretender informar al señor de cada paso en falso que de.
De vez en cuándo echo las cartas, sobretodo consultando el futuro de mis hijos y muy rara vez el mío. Hace ya tiempo que perdí la esperanza de que saliera algo bueno. Echar las cartas es de las pocas cosas a las que Jean no pone objeción.
Última edición por Severine de Richelieu el Mar Feb 24, 2015 7:08 pm, editado 4 veces
Severine de Richelieu- Humano Clase Alta
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Re: How much do you know about fear? | Severine's ID
por Doreen Jussieu Mar Feb 24, 2015 6:28 pm
OBSERVACIONES
favor de corregir
Recuerda que debes de tener una imagen de cabecera para poder aceptar la ficha.
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"Este es mi gusto, no un buen gusto, no un mal gusto, pero sí mi gusto,
del cual no me avergüenzo ni lo oculto. Este es mi camino, ¿dónde está el suyo?”
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Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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Edad : 34
Localización : Zona Residencia.
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Re: How much do you know about fear? | Severine's ID
por Severine de Richelieu Mar Feb 24, 2015 6:52 pm
No estaba terminada, por eso no puse la imagen. Para que no la aceptarais xD
Ahora sí, terminada.
Ahora sí, terminada.
Es curioso este juego del matrimonio. La mujer tiene siempre las mejores cartas
y siempre pierde la partida. - Oscar Wilde
- how much do you know about fear? Nothing:
- the perfect lady:
- my light in darkness:
Severine de Richelieu- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/02/2015
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Re: How much do you know about fear? | Severine's ID
por Invitado Miér Feb 25, 2015 9:24 am
FICHA APROBADA
bienvenido/a a victorian vampires
¡ENHORABUENA! YA ERES PARTE DE VICTORIAN VAMPIRES Y TE DAMOS LA MÁS CORDIAL BIENVENIDA.
ANTES DE HACER CUALQUIER OTRA COSA, TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADO/A DE CÓMO MANEJAMOS TODO EN ESTE SITIO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MALOS ENTENDIDOS. A CONTINUACIÓN TE DEJO LOS LINKS MÁS IMPORTANTES PARA QUE PUEDAS CONOCER LA INFORMACIÓN, Y SI DESPUÉS DE LEER SIGUES TENIENDO ALGUNA DUDA, PUEDES CONTACTARME A MÍ O A OTRO DE LOS ADMINISTRADORES; ESTAMOS PARA SERVIRTE.
¡QUE TE DIVIERTAS!
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