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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Samantha Levine Miér Ago 24, 2016 11:24 pm

¿Se podía soñar con un mundo mejor? La mayor parte de las personas lo hacía y no solo soñaban, luchaban por lugar ese mundo mejor para ellos. Samantha en cambio, era de esas muchachas que pese a soñar no hacía nada para cambiar su destino y el motivo era verdaderamente comprensible. La joven inglesa dedicaba su tiempo y su cuerpo a la prostitución para dar a su familia una vida mejor, para ofrecer a sus hermanas la oportunidad de soñar y no tener que hacer nunca lo que ella con tal de sobrevivir. Ese era su mundo mejor para la joven prostituta, vivir a través de sus hermanas porque para ella, ya no existía la salvación.

Un suspiro salió de sus labios mientras que observaba desde una de las ventanas mugrientas del burdel al exterior. El atardecer comenzaba a teñir de color rojizo todo, indicando que pronto sería la hora de mayor afluencia de clientes en aquel lugar donde a la inglesa le tocaba trabajar.
Sam, vamos a arreglar tu cabello – escuchó como le decía una de sus compañeras, quien de manera alegre la sujeto por el brazo. En la boca de Samantha se dibujo una pequeña sonrisa. A ella no le gustaba mucho peinarse de la manera en que todas, eso la hacía sentirse vulgar, aun así, nunca se negaba a sus compañeras quienes eran buenas mujeres en su mayoría.
No creo que sea necesario – susurró mientras se dejaba arrastrar y pensaba en alguna excusa que no hiriese los sentimientos de la castaña de ojos verdes que tiraba de ella con insistencia.
¿A qué te refieres? – preguntó con curiosidad Magdalena, que al igual que Samantha trabajaba vendiendo su cuerpo para ayudar a su familia, específicamente al padre que con tanto amor la había cuidado hasta caer enfermo de gravedad.
Es que no me siento muy bien, eso es todo – encogiéndose de hombros miró en dirección a su más que simple compañera, amiga. Magdalena suspiró y en ese sencillo acto, Samantha supo que su mentira era descubierta.
Vamos, deja que arregle tu cabello – una sonrisa enorme apareció en los labios de su amiga – Puede que hoy llegue el hombre que te salve de todo esto y ¿No querrás que te vea hecha un desastre? – tras esas sencillas palabras, ambas echaron a reír y la inglesa dejo entonces que su amiga se encargara de arreglarle.

Peinada de una manera sencilla, halagada por sus compañeras y sumamente agradecida por lo que Magdalena hacía por ella, Samantha tomó aire. Su mirada fue una vez más al exterior, la oscuridad ya devoraba por completo París y los hombres que devorarían tanto su cuerpo como ilusiones ya no tardarían en entrar por la puerta.


Última edición por Samantha Levine el Vie Sep 23, 2016 1:58 pm, editado 1 vez



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Mensaje por Fergal MacCumail Vie Sep 23, 2016 11:03 am

Sus ojos contemplaban las luces de las farolas, esas que iluminaban con su endeble luz, las calles de una ciudad que deseaba ser reconocida como la mas moderna de todo el reino. Alöis, perdió su vista en el paisaje urbano y nocturno, mientras su carruaje se dirigía a una reunión de negocios. Bajó la mirada a sus manos, que temblaban casi imperceptiblemente, contempló el anillo que aún aprisionaba su dedo anular, lo hizo girar lento, recordando como era la dulce voz de quien se lo pusiera en su mano, una mañana de primavera, no hacía tanto tiempo atrás. Recordó las palabras del religioso, la promesa de lealtad, el "hasta que la muerte los separe", frunció su ceño, él jamás rompió su promesa, mas ella si. Le había prometido estar a su lado toda la vida, aunque ésta fuera corta, si se tenía en cuenta que un soldado, un coronel como lo era Alöis, moría en batalla, al lado de sus hombres. Mas por el capricho de ser madre, su esposa lo abandonó, muriendo lejos de él, sin darle tiempo a despedirse, a asimilar que nunca mas la volvería a encontrar.

Dejó escapar el aliento, cerrando los ojos y maldiciendo mentalmente, ¿que era su vida, desde que la realidad le golpeara en el rostro, entendiendo que la soledad había llegado a su lado para no dejarlo jamás? El día en que volvió se Asia, solo le quedó la insustancial oportunidad de despedirse de su amada, parado frente a su tumba, a su lapida de mármol blanco, que le recordaba, los sueños rotos, los días perdidos. En ese momento comprendió que para él, habían acabado lo sueños de una familia, de un heredero, de encontrar a un ser que le llenara el alma y solazara sus días. ¿Que le quedaba en el mundo? ¿para quien lucharía? de que valía ahora ser un militar retirado, un empresario exitoso, si al volver a su hogar, nadie lo recibiría con los brazos abiertos, o diría a su oído un te amo.

Apretó la mandíbula y ahogó un grito de frustración, necesitaba olvidar, quería hundirse en una mentira, que unos brazos lo contuvieran, que el calor de una mujer, le trajera el vago recuerdo de ese paraíso perdido. Era una locura, pero, ¿acaso no lo estaba un poco? ¿no se podía enloquecer de tristeza? ¿no merecía olvidar una sola noche, que su vida estaba destruida? Golpeó con dos movimientos secos, el techo del coche, - James, cambiaremos de destino - dijo antes de informarle que lo llevara al burdel.


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Mensaje por Samantha Levine Sáb Sep 24, 2016 2:45 pm

Poco a poco el burdel se había llenado de clientes, hombres necesitados del afecto de mujeres desconocidas, mujeres a quienes podían usar a su antojo y desechar como si fueran nada, después de todo, solo para eso servían las prostitutas.

Asqueada de la vida que había elegido vivir, de su propio cuerpo y todo lo que debía hacer para ganarse algunos francos, Samantha se mantenía lejos de los hombres que buscaban compañía y hasta de sus propias compañeras, como si la mentira que hubiera dicho antes a su amiga Magndalena se hubiera vuelto una realidad y de verdad se encontrará indispuesta. Con los brazos cruzados a la altura del pecho, la espalda recargada en la pared cerca de una ventana y la mirada perdida en el exterior, en esa libertad que parecía tan lejana, la inglesa permanecía inmóvil, en espera del inevitable momento en que alguien se acercara a ella y no tuviera más opción que ceder a sus demandas, pero mientras eso sucedía prefería estar sumergida en sus propios pensamientos.

Su mirada que curiosa observaba a los transeúntes, se detuvo en un carruaje elegante que se detenía frente al burdel, mismo del que descendió un hombre que usaba un elegante traje. La inglesa lo observo fijamente o al menos lo hizo hasta que los ojos de ambos se encontraron y ella, avergonzada aparto la mirada, dirigiéndola en dirección a Magdalena que reía con un par de hombres que pasaban sus manos de manera descarada por las curvas de la castaña. Su amiga miro en su dirección, dedicándole a Samantha una enorme sonrisa antes de señalar de manera sutil a la puerta. La inglesa dirigió entonces su mirada a donde su amiga le indicaba, únicamente para que sus ojos contemplaran nuevamente al hombre del carruaje y al hacerlo se quedó de piedra.

Aquel caballero no estaba hecho para encontrarse en un lugar como aquel, se veía tan educado, tan elegante, tan diferente del resto que resultaba increíble que se hubiera atrevido a entrar al burdel. Con la mirada clavada en él, maravillada por su presencia, la prostituta fue incapaz de notar que él se acercaba en su dirección. No fue sino hasta que ya se encontró demasiado cerca de ella que la muchacha apartó nuevamente la vista, como si nunca lo hubiera estado observando a él.



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Mensaje por Fergal MacCumail Sáb Sep 24, 2016 8:32 pm

El cochero había quedado sorprendido, la nueva dirección era un burdel, y su amo, jamás, en todo el tiempo que llevaba como su empleado, había pedido dirigirse a ese lugar. Por el contrario, siempre había sido un hombre sumamente discreto, prefiriendo quedarse en la mansión, antes de salir a reunión alguna. En ésta ocasión, no solo que dejaba sin efecto su primer orden, implicando no asistir a una reunión, una noche de gala, que según le parecía al chofer, era en verdad importante, para dirigirse a un burdel. Pero, a mas de sorprenderse y callar su opinión, no podía dejar de cumplir con el pedido de su amo. Así fue que se dirigió al burdel mas suntuoso de la ciudad, uno que decían, trabajaban las mejores mujeres del oficio, un tipo de chicas que solos los magnates, los nobles, o la misma realeza, se podían costear.

Cuando por fin llegó al lugar, Alöis, dirigió su mirada al exterior, el lugar parecía una mansión principesca, sus altos y elegantes ventanales, se encontraban iluminados, decorados con pesados paños de brocato, ademas de suaves y semitransparentes cortinas haciendo juego. Su chofer abrió la portezuela del carruaje, desplegó la escalinata de metal y se hizo a un lado para que el empresario descendiera. El caballero no se hizo esperar, bajó con armónicos y elegantes movimientos, llevando su mirada a uno de los ventanales, cuando por fin se encontró en la acera de la propiedad. Fue entonces que su mirada se encontró con la melancólica mirada de una joven, le pareció estar contemplando a un ángel, aun hada que fuera raptada por algún sátiro.  El corazón comenzó a golpear con ferocidad, ¿que hacía allí esa joven tan indefensa? ¿porqué el mundo era tan cruel con las mujeres? imponiendo destinos que no se merecían, como el fatal destino que tuviera su dulce amiga y esposa.

Giró su cuerpo para decirle algunas indicaciones al chofer, - no te alejes mucho, no creo que me quede aquí, solo iré a... - se detuvo, apartó la mirada de su sirviente, ¿que se suponía debía decirle, si era mas que evidente que se suponía venia a hacer un hombre en un lugar así? suspiró desanimado - solo... espera a que vuelva - respondió, mientras comenzaba a caminar hacia la puerta principal, no valía en nada intentar justificar lo injustificable, aunque la sociedad abalara al los hombres de servirse de los cuerpos de aquellas mujeres, él siempre lo había detestado, pero ahora, solo deseaba ahogar el vacío que tenia en el centro de su pecho.

Golpeó suavemente la puerta, un hombre, vestido de levita le abrió, se suponía era el mayordomo, quien le hizo una reverencia a la que él no respondió, solo se quitó el sombrero, los guantes y dejó el bastón, para continuar su camino por el salón. observó a las mujeres que allí se encontraban, mas le pareció que la joven ninfa no se encontraba allí, - ¿habrá sido una ilusión?  - se dijo desilusionado, en verdad al verla, le había surgido la idea de sacarla de aquel lugar, tal vez, pedirle que lo acompañara a cenar, llevarla hasta donde que fuera viviera y huir a su mansión, a llorar aferrado a su almohada, la estúpida decisión de intentar tapar la ausencia de su amada, con el calor del cuerpo de otra mujer.

Volvió a suspirar desanimado, girando en dirección a la puerta nuevamente, dispuesto a dejar su cometido atrás, pero fue entonces que sus miradas volvieron a encontrarse, Como si una fuerza poderosa lo atrajera a ella, se acercó con paso lento, pero decidido, hasta pararse frente a la joven. No apartó su vista de la ajena, hasta que ésta desvió la suya, tal vez avergonzada por la forma en que él se había comportado.  Bajó la mirada, turbado, - disculpe, si la he ofendido, es que... yo jamás he pisado un lugar así... solo que esta noche... esta noche...  - las palabras no le salían de los labios, negó con la cabeza, - odio sentir este dolor aquí en el pecho, esa absurda sensación de que la soledad, ahogará mis pulmones... ¿no ha sentido que la vida es una pesada carga? - dijo buscando aquellos ojos que negaban contemplar los suyos.

¿Que estaba intentando decirle? ¡escusas para que lo aceptara en su lecho? volvió a negar con la cabeza, suspirando derrotado, - disculpe, creo... que no fue buena idea venir a un lugar así, en busca de... un oído para... - hizo un gesto de derrota, - va, no tiene importancia... buenas noche - susurró, antes de girar y comenzar a caminar hacia la puerta.


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Mensaje por Samantha Levine Lun Oct 24, 2016 11:20 pm

Había regresado la mirada al interior del burdel, ahí donde se encontraba su realidad. Mirar al exterior la llevaba a descubrir personas maravillosas, personas que no estaban a su alcance y a las cuales, era mejor dejar de contemplar, después de todo ¿Para que observar al exterior si ella era una mujer cautiva? No podía dejar el burdel y de poder hacerlo, ¿Qué iba a hacer? ¿Quién aceptaría emplear a una prostituta? ¿Quién podría darle una vida diferente? La respuesta era sencilla. Nadie.

Después de recordarse a si misma el lugar que le correspondía y que era bastante lejos del hombre que segundos atrás observaba, Samantha centró su atención en Magdalena, en los hombres que la tocaban y la manera en que ella parecía disfrutar de las atenciones masculinas. Claro que ella sabía que su amiga, tampoco había tenido opción de negarse a la prostitución, sin embargo, a diferencia de Samantha, Magdalena ya lo disfrutaba bastante. Las sonrisas que se intercambiaron las muchachas sirvieron únicamente para que la morena que ya se encontraba con bastantes clientes indicase a la inglesa que era su momento de hacer algo esa noche.

Más enviada por su amiga que por deseo propio, la prostituta se giro en dirección a la puerta, solo para que su mirada se encontrase nuevamente con la del hombre que antes observara desde la ventana. Sorprendida por verlo en aquel lugar, Samantha se mantuvo quieta, incapaz de dar un paso o apartar la mirada de aquellos ojos que parecían suplicarle que no dejara de verlos, que por el contrario los consumiera lentamente hasta que fueran incapaces de alejarse de los de ella. La inglesa hubiera hecho justamente eso de haber sido otra la historia de su vida, pero como sabia bastante bien que ella no era digna de soñar con un mundo fuera del burdel, desvió la mirada, simulando que no había sido al apuesto caballero a quien miraba.

Estaban demasiado cerca, tanto que Samantha era capaz de sentir el calor que emanaba el cuerpo masculino y como si tanto su apariencia como presencia, no fueran suficiente, su voz era tan profunda que al escucharla la inglesa se estremeció. Escucharlo decir que llevaba una pesada carga le hizo sentirse sumamente miserable. Quería ser capaz de hablarle, de decirle que ella le ayudaría a ahogar sus penas aunque fuera solo por una noche, que su cuerpo sería el lugar donde él podría olvidar el dolor, pero, ninguna palabra salió de sus labios, ni siquiera para responder a la pregunta que le formulaban.

No fue sino hasta que lo escucho dar las buenas noches que Samantha levantó la mirada, únicamente para ver como el hombre giraba y se encaminaba entonces a la salida. Algo dentro de ella se removió al verlo cada vez más lejos y antes de detenerse a pensar que lo mejor era dejarlo marcharse, la inglesa se movió.
Yo puedo escucharlo tanto tiempo como quiera… – aseguró mientras le sujetaba la mano – También puedo comprender perfecto a lo que se refiere con llevar una pesada carga y… no me ha ofendido, es solo que creí que iba a decirme algo por haberlo observado antes, desde la ventana – confesó con las mejillas encendidas. No era común en ella avergonzarse de aquella manera, mucho menos considerando a lo que se dedicaba pero ese hombre, tenía un extraño efecto en ella.



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Mensaje por Fergal MacCumail Mar Dic 20, 2016 6:54 pm

Aquella mano en la suya, la dulce voz que acariciaba su oído, lo hicieron detenerse. El hombre, que había luchado sin miedo tantas batallas, que había buscad la muerte esquiva, que sufría en silencio la perdida de toda su familia, y que en ningún momento había temblado, ahora lo hacía, por el solo hecho, de que una chiquilla, le tomaba la mano.

Se giró, buscando ancioso aquellos dulces ojos, el rubor en sus mejillas, le daban una candidez que parecía inapropiada para un lugar tan pecaminoso como ese. Deseó protegerla, de pronto quiso abrazarla contra su pecho, acariciar con ternura infinita esos cabellos lacios, oscuros. Su alma entera se turbó, jamás, ni con su esposa le había pasado algo semejante. Saber que ella le había observado desde la ventana, no le molestaba, al contrario, pues si no hubiera sido por esa mirada, esa extraña conexión de almas, no se hubiera decidido a entrar. Sus manos tomaron las ajenas, sonrió con la timidez de un niño, en su mirada, un suave brillo de esperanza se dejó ver, ¿podría ser que hubiera encontrado una amiga?

Apretó aquellas manos con suavidad, -no, no se disculpe, fue su mirada la que me impulsó a entrar, fue su rostro, el que llamó mi atención y una necesidad de saber quien era ese ser que parecía... - se detuvo, no podía decirle que le había confundido con un ángel, con una de esas hadas que tantas veces su amada le había jurado que existían, que aparecían ante los humanos, cuando era necesario. No no podía decirlo, porque lo creería un loco, un desquiciado peligroso. Volvió a sonreír, antes de volver a hablar, - ¿le molestaría acompañarme a cenar? no se si ésto puede importunarle, pero preferiría salir de éste lugar - su mirada intentó escrutar en el interior de esos ojos claros, atisbar lo que pensaba de él, - si me permite, le aseguro que ayudará a un pobre hombre a seguir cuerdo un día mas - hizo una mueca de tristeza, pero era la verdad, no le mentiría, si le aceptaba, él le diría siempre la verdad, aunque ésta fuera difícil.

Volvió a apretar las pequeñas y delicadas manos, - ¿que dice, aceptará mi simple proposición? - dijo, esperando la contestación, para arreglar lo que fuera necesario para sacarla, aunque fuera una noche de aquel lugar.


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Mensaje por Samantha Levine Sáb Dic 24, 2016 11:56 pm

No podía permitir que él se fuera, no creyendo que ella no deseaba escucharle o acompañarle porque la verdad es que era todo lo contrario, por eso se atrevía a estirar su mano y asegurarle a aquel individuo que ella era la indicada para pasar la velada con él, claro que también se disculpaba por su impertinencia al momento de contemplarle desde el interior del burdel. Aquel acto era tan impropio de ella, tanto o más que lo que hacía en aquellos instantes, retener a un hombre que nunca en la vida real podría tener para ella.

Esperando una reprimenda o un rechazo (después de haberle avergonzado quizás sin responder a tiempo) Samantha aguardaba apenada la respuesta del atractivo caballero que se giraba para observarla y que no hizo más que maravillarla aún más con su sonrisa, llenado con esperanza el corazón de la prostituta. Con los ojos fijos en los del caballero, la joven Levine sintió la calidez de las manos masculinas que se aferraban a la suya y perdida en lo agradable que le parecía que aquel hombre le tomara las manos, ella sonrió.

La sonrisa que exhibió Samantha se convirtió rápidamente en una expresión de asombro. ¿Era realmente posible que fuera ella el motivo de que aquel hombre decidiera entrar al burdel? Él afirmaba que si y ella, aún con la posibilidad de que fuera toda una vil mentira, decidía creerle porque en aquellos ojos y esa voz, encontraba sinceridad.
Es entonces todo un honor para mi saber que le he convencido de entrar – desvió su mirada de él, apenada por cada una de las palabras que él decía y al mismo tiempo curiosa por algo que él omitía de manera deliberada – ¿Qué parecía? – la respuesta más obvia para ella era una prostituta, sin embargo, algo dentro de su corazón le decía que él no era la clase de hombres que entraban a un lugar así solo para saciarse del cuerpo de una mujer, él era mucho más.

Cuando hasta sus oídos llegó una invitación tan fuera de lo común, Samantha no pudo más que confirmar sus corazonadas respecto a que él no era como todos los hombres. Durante algunos segundos se mantuvo silente, maravillada con lo que le estaba ocurriendo en esos momentos, así que cuando el hombre frente a ella dejo de hablar y espero una respuesta, ella se apresuro a dársela.
No me importuna para nada y de hecho, me encantaría poder ir a cenar con usted – hizo una pausa – solo necesitamos arreglar la salida porque ya sabe – se encogió de hombros – no es muy normal que quieran llevar a alguien como yo a cenar y piden algo de dinero por ello, además de otra cosa… – se miró a si misma y sus ropas más sugerentes de lo usual – ¿No le molesta mi atuendo? Porque de ser así dudo poder acompañarle, todos mis atuendos son de esta manera y lo último que quisiera es avergonzarlo si es que se encuentra con conocidos fuera de aquí – como siempre ella pensaba más en los otros que en si misma, algo que desde muy joven la termino por orillar a dedicarse a lo que ahora, la prostitución.



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Mensaje por Fergal MacCumail Jue Ene 19, 2017 7:42 pm

¿Porque su corazón golpeaba de esa manera? sus ojos no podían dejar de contemplar esa mirad triste, ese rostro angelical. Sonrió, negando con un suave movimiento de cabeza, - no, a mi no me molesta su atuendo, aunque si usted se va a sentir mas segura, y cómoda, podríamos pasar por un lugar que conozco, en pocos minutos le aseguro que podremos sortear cualquier obstáculo - dijo sonriendo, sin poder dejar de sentir esa alegría que lo estaba invadiendo.

No soltaba sus manos, como si tuviera terror a que si el contacto se terminaba, ella se desdibujaría, como un hechizo. Quería mantenerla así, a su lado, sin que nadie la mirara mal, sin que ninguno de esos hombres que estaban en el salón, la contemplaran expectantes, dispuestos a ir tras ella, si él decidía ir por la madama. No, no la dejaría, apretó la mano de la joven y tiró de ella, - vamos, acompáñeme, quédese cerca mio, no quiero que se desvanezca, como un hada, porque eso es a lo que me recordaba al verla mirando hacia mi, allí, por esa ventana -. llevó una mano a su nuca y sonrió, algo incomodo al confesar  aquello, pues podría pensar que era un hombre bastante peculiar, por no decir ridículo. Pero que importaba ahora, había decidido decirle siempre la verdad y eso sería lo que haría.

Solo se separó un instante de ella, para terminar de acordar el precio. Pagó por todo lo que la mujer le pidió, - mire caballero, ella es la chica mas imponente que tenemos, entenderá que si la lleva, casi deberemos cerrar el local por ésta noche - dijo la madama, al comprobar como él miraba a la joven y pensando en todo el dinero que le podría sacar. Alois frunció el entrecejo, - no me importa lo que me diga, solo ponga un precio - dijo con voz cargada de autoridad. La mujer enarcó una ceja antes de proponer el precio, - dos mil quinientos francos, por la noche - dijo, segura de que el caballero desistiría y podría así, hacerla trabajar mas, ya que había observado las miradas codiciosas de los demás caballeros, siempre era sí, si un hombre deseaba a una de las chicas, de seguro los demás querrían la misma. La sonrisa de costado, la mirada ladina, lo contemplaban con despreocupación. Mas Alois, puso un fajo de billetes sobre la barra. Había pensado ir al casino, gracias  a eso tenia tanto dinero encima, ahora pensaba que literalmente, había hecho saltar la banca.

No esperó que la mujer reaccionara, le comunicó que se retiraban. Giró, sonrió a la joven, la tomó de la mano y tiró suavemente de ella, - ¿nos vamos Samantha? - dijo mientras tomaba su abrigo y se lo colocaba a la joven, para que no tuviera frío al salir al sereno de la noche. Se sentía feliz, como hacía tiempo no lo experimentaba.


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Mensaje por Samantha Levine Vie Ene 27, 2017 12:15 am

La mirada de Samantha se iluminó por unos segundos al escuchar como es que aquel hombre aseguraba no tener problema alguno con su vestuario, y como en esos momentos nada más que la opinión de él le interesaba, estuvo tentada a aceptar salir así con él, sin embargo, una nueva mirada a su atuendo la llevó a desistir de esa idea.
No quiero causarle inconvenientes o vergüenzas, así que agradecería que pudiera llevarme a donde pueda conseguir otra clase de ropa – sus mejillas se encendieron – solo si no le molesta – pedir algo como aquello no era algo típico de ella. Samantha era de hecho una muchacha que se dedicaba a su trabajo y trataba de hacerlo bien, no pedía nada de más ni de menos, pedía lo justo y eso mismo es lo que hacía por lo que le resultaba extraño aceptar la ayuda de un cliente, mucho más de uno como aquel que decidía llevársela lejos.

Pensaba esperar mientras que el caballero realizaba el trato por su salida, más para su sorpresa, fue arrastrada tras él de manera cuidadosa. Una risita nerviosa se le escapó al escuchar que para el caballero ella era como un hada, nada más lejos de la realidad de la prostituta.
No debe preocuparse, yo no voy a desaparecer porque no soy una hada – Ni hada, ni ángel, ni siquiera mujer. La Levine era nada más que un objeto para los hombres que visitaban el burdel y para demostrar aquello estaba la mujer para quien trabajaba, esa que pidió una cantidad escandalosa de dinero por una noche. Tan ridícula le pareció la cantidad de dinero a Samantha que estaba a nada de descubrir a la mujer y sus mentiras, pues nunca en todo lo que llevaba trabajando en aquel lugar había sido la chica predilecta. Pero una vez más apareció su caballero de brillante armadura. La Levine se quedó muda, observando el fajo de dinero que era entregado a la mujer que se encargaba de venderla al mejor postor – Sí, vamos… – respondió de manera veloz, despabilando de aquel suceso que acababa de presencias y saliendo de aquel lugar antes de que algo más la retuviera.

Es tan extraño salir – confesó cuando sus pies pisaron el suelo de la calle. Su cuerpo fue cubierto por el abrigo del hombre que se encontraba a su lado. Hombre que le prometía al menos una noche memorable – Gracias – una sonrisa apareció en sus labios y sus ojos se mantuvieron fijos en los del hombre. Samantha se encontraba verdaderamente agradecido con él y seguramente seguiría agradecida por mucho tiempo.



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Mensaje por Fergal MacCumail Jue Feb 16, 2017 5:45 am

Aquella joven, poseía la capacidad de atrapar su atención,de hacer que todo, al rededor de ellos, desapareciera, especialmente, el dolor. Sus ojos, hundidos en los ajenos, navegaban por un océano de tranquilidad, que solo pudo romperse, con la voz de su chofer que se acercó a ellos, para abrir la portezuela del coche y permitir así que la joven y su amo, se acomodaran en su interior.

Algo descolocado, un tanto molesto consigo mismo, agradeció con una inclinación de su cabeza, las maneras en que se comportó su empleado. Le refirió las indicaciones necesarias para dirigirse a la sastrería del los padres de quien fuera su amigo, un apuesto y vivaz parisino, que había muerto en sus brazos, en la india, victima de la malaria. Alois, le había prometido que cuidaría de sus padres y así lo había hecho, como hombre de palabra que era. Por eso, él sabía que los esposos Courbet, lo atenderían sin problema alguno, porque le amaban, como si fuera su hijo.

Cuando por fin subió al carruaje, se acomodó al frente de la joven, podría haberse sentado a su lado, abrazarla, besarla, hacer con ella lo que quisiera, pues, para la sociedad de París, ella solo era una cortesana. Pero Alois, no era como el resto de la sociedad, para él, ella era una dama, como cualquiera de las jóvenes damas que iluminaban con su gracia y su belleza, los dorados salones del palacio, o las reuniones mas encumbradas. Sonrió con dulzura al contemplarla, quería que ella pudiera disfrutar de una velada agradable, en la que olvidara todo pensamiento oscuro, así, los dos huir de una realidad, cargada de tristeza, soledad y dolor. - Espero que sea de su agrado la velada - dijo, mientras una sonrisa tímida florecía en sus labios, - Ahora iremos a la casa de un matrimonio amigo, ellos nos ayudarán con su vestuario, son muy buenas personas... han sufrido tanto... o mas que yo, y jamás las he visto tratar mal a nadie, o no ayudar a quien lo necesite - se quedó contemplando aquellos ojos cargados de dolor, - como desearía saber cual es la pena que la tortura - pensó, mientras con su mano derecha apretaba suavemente la delicada mano femenina, como si intentara infundirle valor.  

Los segundos habían pasado y él, se había vuelto a hundir en ese mar de calma que encontraba en la mirada de la joven, ese lugar que lo abstraía y le hacía perder la noción del tiempo. Cuando se percató de que el carruaje no se movía, carraspeó, mientras golpeaba con sus nudillos el cristal de la portezuela, entonces el cochero los alejó del burdel.


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Mensaje por Samantha Levine Jue Abr 20, 2017 10:32 pm

Se sintió como una princesa de cuentos de hadas al sentarse en el carruaje aquel. Generalmente ella y otras tantas prostitutas nunca viajaban con los hombres que las contrataban, ellas eran trasladadas a diversos sitios de manera oculta, como si su existencia fuera realmente un secreto para todos los habitantes de Paris y en parte así era. No existía mujer u hombre que al ver a una prostituta en peligro se detuviera a auxiliarle por eso su profesión era la que poseía el mayor índice de muerte, afortunadamente para Samantha, su día de morir no había llegado aún y aunque antes se decía que aceptaría ese día, ahora deseaba con el corazón vivir mucho más y poder encontrarse con Alöis muchas más veces.

Con sincera alegría observo a Alöis frente a ella y le dedico una sonrisa.
Esta velada ya ha superado por mucho mis expectativas así que todo lo que venga ahora, lo considerare una ganancia – observó por la ventanilla del carruaje el burdel – Muchas gracias – dicho eso, volvió a centrar su atención completamente en el caballero frente a ella que la miraba con cariño – ¿Es apropiado que conozca a sus amigos? – preguntó dudosa. Nunca antes se le presentó una situación como esa, así que no estaba segura de la manera en que debía proceder – ¿Cómo es que han sufrido ellos? – la mano de Alöis sujeto la suya, infundiendo valor a la inglesa para preguntar algo más personal – ¿Cómo ha sufrido usted? – ambos se miraban directamente a los ojos, fascinados por lo que descubrían en el otro, de hecho, tan concentrados en el otro estaban que no fueron capaces de percatarse de que el carruaje no se movía. Una risita se le escapo a la prostituta cuando se pusieron realmente en marcha – Es la primera vez que viajo con un hombre en carruaje – confesó antes de añadir algo menos vergonzoso – La casa de sus amigos, ¿Es lejos?.



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Mensaje por Fergal MacCumail Vie Abr 28, 2017 5:39 pm

Como podía ser, que con tan solo una mirada, con una suave y dulce sonrisa, aquella joven lograra quitarle ese peso que le atormentaba el alma, tal si fuera un viento suave que llevaba lejos las nubes de tormenta y dejaba a su paso el cielo mas límpido y luminoso que jamás hubiera admirado. No pudo dejar de devolver sonrisa por sonrisa, y soltó suavemente la mano de la fémina, para acomodarse mejor en el asiento, intentando encontrar las palabras y las frases adecuadas para cada una de las preguntas que le formulara la joven.

Llevó su mano derecha a sus cabellos y se atizó la melena, un tanto alborotada, mientras sonreía algo cohibido con tantas preguntas, - vaya, es una joven muy curiosa - caviló, al tiempo que inspiraba profunda, pero tranquilamente, antes de comenzar a contestar las dudas que la joven tenía. - Pues bien, hace varios años, viví por algún tiempo en la india, también en los montes himalayas y en la península de Corea, en el Asia, una tierra muy distante, mas allá del imperio ruso, a miles y miles de kilómetros - hizo un silencio, mientras apreciaba como la joven ponía atención en sus palabras, sonrió aun cohibido, mas continuó su relato.  - Allí, Gran Bretaña, ha logrado colonizar vastos territorios, gracias a la armada que posee - levantó la mirada y la unió a la de Samantha - Fui un militar para la corona, un mercenario, como vulgarmente nos llaman, por dinero, por estirpe, por fidelidad al rey y a la reina, luchamos para mantener aquellas colonias, exponiendo nuestras vidas y aniquilando a todo el que se oponía a la voluntad del rey - bajó la mirada, profundamente arrepentido, - ahora que lo pienso, si hubiera sabido que el capricho de los monarcas, podían traer tanta desolación y sufrimiento, no solo a los soldados, sino, especialmente, a los pobladores de aquellos parajes, le aseguro que no hubiera aceptado aquella misión. - dijo con voz enfática, cerrando sus manos en puño, apretándolas al asiento del coche. había sostenido la respiración sin darse cuenta, mas dejó que ésta saliera de sus pulmones como un largo suspiro, - pero solo quería huir, huir de lo inevitable, de la tragedia que tarde o temprano asolaría mi vida y la de... mi esposa -, su mirada buscó nuevamente os orbes ajenos, para luego huir de ellos, como si pensara que aquellas palabras podrían disgustar a la joven.

Cunado volvió a retomar su historia, no se detuvo en aquel dolor que lo carcomía, sino que se dedicó a contarle sobre Emil Courbet, - él, Emil, era un joven alegre, feliz, dispuesto a progresar como fuera en la vida, quería que sus padres dejaran de trabajar tan arduamente y que disfrutaran de la vida, sin tantas preocupaciones - sonrió con tristeza al recordar la sonrisa ingenua de su ayudante, - no fue difícil quererlo, hacerle un espacio para vigilar su seguridad, era tan joven, tan frágil, en un lugar donde si no eres lo suficientemente fuerte, no podrás sobrevivir la temporada de lluvias - volvió a crearse un silencio breve en el interior del coche.  - Las noches húmedas y calurosas, los días insoportables, casi asfixiantes, no ayudaron a su salud, una epidemia de malaria se desató entre los soldados de mi batallón y el alegre Emil, cayó gravemente enfermo - una sombra de profundo dolor cubrió su rostro, - intenté hacer todo lo posible para que su salud mejorara, y cuando el medico lo desahució, le prometí que cuidaría de sus padre - sonrió con tristeza, - y eso es lo que hice, desde que volví de aquellas condenadas tierras, cuidar de el matrimonio Courbet, pues no tienen mas hijos, que aquel que descansa sus huesos en una lejana llanura, verde, silenciosa, allá en la India - el silencio lo invadió, la carta que le avisaba de la muerte de su esposa, se presentó en su cabeza, y chasqueó la lengua, disgustado porque los demonios de su alma, no le permitían ni siquiera dejar de pensar en su culpa, esa que parecía, debería expiar, hasta el día en que su último aliento llegara. Su mirada había huido por la ventanilla, al paisaje nocturno de las calles comerciales. Inspiró suavemente e intentó forzar una sonrisa, - no, no está muy lejos, la Maison Courbet, se encuentra muy cerca de aquí, tan solo unas cuantas cuadras - al posar su mirada en los bellos ojos de la  joven, pudo por fin sonreír con franqueza, sintiendo que el dolor remitía, - verá que agradables que son, los padres de Emil -.


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Mensaje por Samantha Levine Vie Jun 23, 2017 9:51 pm

Era una mujer curiosa, deseosa de conocer el mundo exterior que aunque no se encontraba del todo vetado para ella, si le resultaba un lugar completamente diferente. Samantha estaba acostumbrada a moverse por entre las sombras, a no resaltar entre la multitud, en no hacer saber a los otros lo que ella realmente era, porque quien lo supiera seguramente la alejaría. Y era precisamente el temor a que la alejaran lo que la llevaba a interrogar a Alöis sobre lo apropiado que sería que ella conociera a sus amigos, después de todo era nada más que una prostituta a quien no volverían a ver pero que dejaría una mala impresión del Joubert en sus amigos, que era lo último que ella quería. Claro que aprovechando la oportunidad que se le brindaba de ser por primera vez más que un simple  adorno para un hombre, Samantha interrogaba a Alöis de cuestiones más personales que el caballero no estaba obligado a responder, pero que la harían sumamente feliz a ella.

No tienes que responder nada si no es algo que quieres hacer – aseguró la prostituta con una sonrisa sincera en los labios al ver el gesto cohibido y temeroso del hombre frente a ella. Con delicadeza, Samantha acomodo un par de sus cabellos detrás de su oreja, al tiempo que comenzaba a escuchar como de los labios de Alöis, salía el relato que ella había pedido con antelación.

Con suma atención pero más que nada respeto, la prostituta escuchó parte de la historia que Alöis tenía para contar sobre si mismo. Los ojos de Samantha dejaban ver la fascinación que experimentaba al saber que el hombre a quien acompañaba había viajado por el mundo, su imaginación entonces volaba llevándola a ver todos aquellos sitios según creía que eran. La fantasía que se formaba sobre la vida de Alöis, sus actos heroicos, sus desengaños y todo lo que él contaba perdió importancia con su ultima frase; “mi vida y la de mi esposa”, sí, esposa, eso era lo que él había dicho y con ese sencilla frase, una parte del corazón de la prostituta se fragmento. ¿Se pensó alguien especial?, ¿Creyó que aquel hombre no tenía a nadie en su vida?; por un breve y maravilloso momento, creyó que de verdad era alguien especial pero lo que ella sintiera o creyera no importaba, en especial porque se prometió tener una buena noche al lado de aquel caballero que le miraba ahora avergonzado, esperando alguna reacción de parte de ella, siendo una sonrisa ligera lo único que pudo ofrecer.

Tras hacer mención a su esposa, Alöis cambió de tema, volviendo a sus amigos el centro de la siguiente historia, una que a la prostituta le resulto dolorosa de escuchar. El joven Emil, amigo del Joubert murió debido a una enfermedad, algo que de cierta manera tranquilizaba a Samantha, pues una dolorosa muerte en el campo de batalla seguramente era peor que a una por enfermedad. Aún así, contar aquella otra historia llenaba el corazón de Alöis de tristeza y ella podía notarlo en las palabras que salían de los labios del caballero, así como también lo veía en sus gestos.
Es un buen hombre. Cuidar de los padres de su amigo es algo que no todos harían – aseguró mientras que estiraba su mano y sujetaba firme la de Alöis. Lo hizo durante cerca de un minuto, hasta que el saber que se dirigían a una mansión la tensó en su asiento y la hizo mirar con temor al militar – Usted es como un segundo hijo para esa pareja, ¿No les hará mal que lo vean en mi compañía? – hizo entonces una pausa – ¿No le dirán ellos a su esposa?... Lo último que deseo es causarle un problema.



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Mensaje por Fergal MacCumail Mar Jun 27, 2017 6:37 pm

Sentir las suaves manos de Samantha tomando la suya, lo hizo mirarla con dulzura y agradecimiento, como si en ese sencillo gesto, le hubiera arropado el alma, que helada, parecía destinada a morir. - No soy mejor que otros hombre, y es lo mínimo que puedo hacer por aquellos ancianos... al fin y al cabo... ¿no debería haberle mandado de regreso, mucho antes que se enfermara? ¿no soy en parte responsable del triste final que tuvo Emil? - quiso decirle, pero aquellas palabras solo quedaron en pensamientos, no fue capaz de decirlas en voz alta, tal vez, porque temía que ella le dijera que en parte sí había sido responsable de aquella muerte.

Cuando le escuchó, temer sobre la reacción de los ancianos al verle junto a ella, y en especial, al referirse - visiblemente consternada - a la posibilidad de que sus amigos refirieran de tal visita a su esposa, se dio cuenta que Samantha lo había mal interpretado, él no estaba casado, sino que era viudo, nadie podía reprocharle disfrutar su tiempo con quien quisiera, ni menos elegir la compañía de una dama, tan bella y dulce como ella. Alöis quiso corregir aquella equivocada conclusión. Decirle claramente que no existía ninguna señora Joubert,que le fuera a reprochar acción alguna, ni nadie le esperaba en su residencia, cuando la noche terminara. - No, debe preocuparse, ellos no se sentirán mal... ni mal interpretarán su presencia... ademas... - Quiso terminar la frase, pero el coche se detuvo, el cochero le informó que habían llegado y el ex militar, no tuvo otra opción mas que esperar encontrar el momento propicio para sacar de su equivocación a la joven.

En silencio abrió la portezuela del carruaje y descendió primero, para luego, extender su mano y ayudar a la joven a bajar del vehículo. Le sonció con dulzura, aún recordando la angustiada voz con que la joven expresó su temor por cometer algun error al presentarse junto con él en la residencia de los señores Courbet. Cuando la joven estuvo a su lado, él le ofreció el brazo, para que juntos avanzaran por la acera, hasta las puertas de acceso a la pequeña mansión de los ancianos. El Militar, golpeó con firmeza el aldabón, que sonó retumbando en ecos que se extendieron al interior de la construcción. Solo tuvieron que esperar unos momentos, hasta que una doncella abrió la puerta y tras decir quienes eran, fueron acompañados hasta el salón principal, allí la doncella los dejó, para desaparecer entre pasillos en penumbras. Se podía notar una atmósfera cargada de soledad y silencio, de ausencias que jamás terminarían.

En aquel salón, empapelado de un damasquino color borgoña, y molduras doradas, parecía haber tenido tiempos mas opulentos, aunque ahora mostraba una patina de envejecida gloria. En una de las paredes, iluminado por candelabros de plata, el cuadro al oleo de un joven risueños, de cabellos dorados, y mirada celeste, les contemplaba, como si en su expresión intentara mostrar alegría al verles allí.

Alöis se acercó al cuadro, - él es Emil, intenté captar en la pintura, esa ingenuidad y pureza, que tanto lo caracterizaban - dijo, dando la vuelta y buscando los orbes de la joven, sonriendo con un dejo de tristeza, y con la necesidad de volver a sentir las manos de la joven reconfortando su alma.


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Mensaje por Samantha Levine Dom Jul 23, 2017 11:59 pm

Quería ser un apoyo para Alöis, al menos por una noche. Deseaba con todo el corazón quedarse con una buena experiencia, con guardarlo a él como un recuerdo valioso al cual aferrarse cuando la vida le fuera complicada, por eso fue que decidió hacer a un lado el hecho de que él hablara de su esposa y se concentro solamente en darle la mano, en entregarle mediante aquel sencillo gesto fuerza.

Los ojos de la prostituta se encontraron entonces con los del caballero y nerviosa, expreso las dudas que le comenzaban a carcomer por dentro. El Joubert estaba siendo demasiado amable con ella, quizás hasta el punto de estar dispuesto a pelear con su esposa con tal de hacer que la prostituta pasara una noche de ensueño y que él se sacrificara era algo que ella no estaba dispuesta a permitir, por eso fue que de sus labios, salieron varias preguntas, mismas que llevaron a la peculiar pareja a mantenerse en silencio un par de minutos, tras los cuales, Alöis abrió los labios para ofrecer una respuesta.

Dentro de su pecho, la prostituta podía sentir los agitados latidos de su corazón. Parte de ella quería seguir al lado de Alöis, soñar realmente con que podían ser algo más que un encuentro efímero de almas, sin embargo, la otra parte de ella le recordaba que en algunos segundos él volvería a mencionar a su esposa y entonces, la noche acabaría arruinada, pero Samantha prefería arruinar la noche a un matrimonio. Con atención escuchaba las palabras del hombre frente a ella, esas que la dejaron con duda, pues antes de que la respuesta que ella tanto necesitaba saliera de los labios masculinos, llegaban a su destino. La portezuela del carruaje se abrió y ninguno de los dos dijo nada más.

Con una sonrisa triste en el rostro, Samantha se sujetó al brazo de Alöis para juntos, avanzar hasta la puerta de la enorme mansión de la pareja de ancianos a la que iban a visitar esa noche. El Joubert tocó la puerta con decisión, mientras que a su lado, la prostituta temblaba. ¿Qué era lo que le esperaba en aquella mansión? ¿Sería de verdad bienvenida?. Completamente aterrorizada de lo que vendría, la muchacha se mantuvo al lado de Alöis cuando la puerta se abrió y una doncella les invito a entrar en la mansión. De manera atenta, la doncella los guió hasta una sala de estar en la que les pidió que esperarán a los señores de la casa para después desaparecer, dejando una vez más a la pareja a solas.

Temerosa pero sorprendida de lo hermosa y triste que lucía aquella casa, Samantha observó de un lado a otro, siendo el momento en que sintió a su acompañante alejarse cuando sus orbes se posaron sobre la figura de Alöis.
¿Lo has hecho tú? – preguntó la prostituta al escuchar mencionar al caballero que la pintura exhibida pertenecía a Emil, el joven a quien no había sido él capaz de salvar – Es una pintura hermosa – aseguró mientras se acercaba hasta donde se encontraba el Joubert – Se nota que la hiciste con afecto y estoy segura de que no solamente los padres de Emil, sino Emil mismo están agradecidos de que pusieras tu corazón en la pintura – y tras decir eso, acarició con suavidad la mejilla de Alöis, únicamente para alejarla de manera brusca cuando oyó a sus espaldas un par de voces.



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Mensaje por Fergal MacCumail Vie Sep 01, 2017 6:41 pm

La caricia de la joven en su mejilla, hicieron que su corazón se agitara, como un pequeño pajarillo, que casi helado por el frio invierno, recibe el calor del sol que anuncia la primavera. No pudo ocultar aquel sentimiento, inspiró, inundando sus pulmones con el suave perfume de los cabellos de la joven, cerró sus parpados y la emoción casi le llevó a las lagrimas, - pero un hombre no muestra su debilidad - se dijo, girando, su cuerpo y contemplando el retrato de Emil, nuevamente, buscando ese segundo de privacidad, en el cual reconstruir su escudo de seguridad, que impedía mostrar lo quebrantada que se encontraba su alma.

Se lamentó que la joven terminara ese contacto fugaz, pero al escuchar los pasos y las voces, provenientes del pasillo, supo que el matrimonio Courbet, estaría en pocos segundos junto a ellos. Volvió a inspirar, para luuego dejar salir todo el aire de sus pulmones, inspiró una segunda vez, y carraspeó, para luego, girar nuevamente su cuerpo, al momento que los dos ancianos hacía su aparición.

Los esposos Courbet, eran de estatura media, delgados, de cabellos lacios ella, y ondulados él, era claro que los cabellos de Emil, provenían de la sangre Coubert y los ojos celeste cielos, de la sangre germana, de la señora Madelein. Los rostros de los ancianos, se iluminaron apenas contemplar a su hijo adoptivo, - Mi querido Alöis - dijo Mady, cuando se apresuró a llegar a su lado, algo tambaleante. El ex militar se apresuró a correr a su encuentro y la abrazó con ternura, como si en verdad fuera su madre, - Mady, ¿que pasa? - quiso saber, en su voz existía un dejo de preocupación. El anciano, que se acercaba, ayudado por la doncella, llegó hasta donde ellos se encontraban, - No debes preocuparte hijo, es simplemente, que el invierno no nos ha sentado muy bien... y la casa está demasiado fría y solitaria -  dejó, pasar ese comentario, como si no tuviera importancia, aunque , Aöis, sabía que Frederic, se refería a que él debía casarse y tener hijos, los que vendrían a ver a esos abuelos, que soñaban con sentir el dulce sonido de voces infantiles, de juegos, y aun de llantos. Pero los años pasaban, y Alöis, parecía decidido a seguir  en sus trece, y no volver a formar una familia.

- No, le creas a ese viejo gruñón, solo es el invierno de la vida, hijo, es tiempo de aceptarlo - sentenció la señora, mientras palmeaba la mejilla de su querido ahijado. La germana, era una mujer por demás curiosa y vivaz, y no había perdido detalle de la joven que acompañaba al francés, - ¿Y no piensas Presentar a tan hermosa señorita? ¿o que es que por fin te has casado y has decidido dejar a los muertos en paz'?/color]-, los ojos de la anciana recorrieron el esbelto cuerpo de la mujer, para luego buscar los orbes de Alöis.

- ¡Cállate mujer! - se exasperó Frederic, - uno puede haber perdido a un ser querido hace años y seguir amándolo como el primer día - Alöis intentó calmar a los dos ancianos, pero las fuerzas de ambos se había duplicado, y se trenzaron en una discusión acalorada que lo llevó a separarse de ellos, buscando un refugio mejor, cerca de Samantha y lejos de ellos. Sonrió apenado, con un atisbo de rubor en su dorada piel, - Lo siento, eso era lo que deseaba decirte... no existe ninguna señora de Joubert - se masajeó la nuca, para luego distender los nervios riendo libremente, haciendo que por fin los ancianos dejaran de discutir entre ellos y los observan, acercándose juntos y tomados de la mano, mostrando el genuino amor que los dos se profesaban.

- Mady, Fred, ésta es mi amiga Samantha - dijo con una voz alegre, que mostraba su estado de animo, feliz por estar con sus amigos y por haber logrado encontrar el momento justo para terminar la confesión que fuera interrumpida en el coche.


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Mensaje por Samantha Levine Dom Sep 24, 2017 10:29 pm

Aquel hombre no podía ser suyo pues ya existía una mujer que era la dueña de su corazón, pero más que eso, ningún hombre podría ser de ella pues para una mujer tan impura como ella la felicidad y el sueño de una familia era un lujo. Sabiendo que si se acercaba más a Alöis la que terminaría con el corazón destrozado y las ilusiones muertas sería ella, Samantha alejó su mano del Joubert y dirigió su mirada curiosa al pasillo por el cual no tardo en aparecer la pareja a la iban a visitar.

Cuando el matrimonio Courbet apareció, Samantha no pudo reprimir una tierna sonrisa, mucho menos al ver la manera en que los rostros de los ancianos se iluminaban al ver a Alöis. De hecho, tal era la alegría que profesaba el matrimonio ante la presencia del hombre, que la mujer se apresuró a alejarse de su esposo para acercarse al Joubert, quien se acercó para ofrecerle apoyo y ayudo a la mujer que llamaba tiernamente Mady. La prostituta se mantuvo a la distancia, observando la hermosa reunión que se llevaba a cabo en aquella mansión que efectivamente se notaba solitaria y fría, detalles que hicieron que la rubia recordara que no todo podía tenerse en la vida. Ella no tenía dinero, no tenía un hogar propio pero tenía la compañía de otras prostitutas que se habían vuelto su familia y que nunca la dejaban sentirse sola, además, en Inglaterra se encontraba su familia sanguínea, esa que ella estaba manteniendo con lo que ganaba de vender su cuerpo. Mientras que ella debía venderse para conseguir unos cuantos francos, los Courbet no tenían que batallar por el dinero, pero el matrimonio no sabría lo que era tener una nuera o nietos sanguíneos corriendo por ahí; quizás se conformaran con los de Alöis a quien se notaba que adoraban pero Samantha estaba segura que la presencia del Joubert jamás remplazaría la de su hijo fallecido.

Mady, quien pesé a la edad era una mujer atractiva, posó sus orbes sobre Samantha, provocando así que la inglesa se sonrojara y sonriera de manera tímida, al tiempo que trataba de acomodarse las ropas para no lucir indecente frente a tan amables y adorables personas. La prostituta aguardaba que Alöis respondiera las preguntas formuladas por la curiosa Mady, esas que no hicieron más que despertar su propia curiosidad ya que hasta ese momento había creído que su acompañante era un hombre casado, sin embargo, Mady le preguntaba si es que ella era su esposa. ¿Había entonces malinterpretado todo? O ¿Las cosas eran más complicadas para el Joubert de lo que la prostituta pensara al inicio?. Los ojos de la inglesa se posaron sobre Frederic que mencionaba en ese momento algo sobre haber perdido seres queridos, siendo eso lo que termino por hacer que Samantha mirase a Alöis en busca de alguna respuesta.
¡OH! – exclamó, desviando su mirada y centrándola en el matrimonio Courbet que discutía con imperiosa fuerza, como si fueran un par de recién casados – Interprete erróneamente tus palabras, lo lamento – se disculpo, pues aunque él no se lo dijera, ella comenzaba a tener una idea respecto a lo que aconteciera en la vida del Joubert antes de su encuentro con ella.

Segundos después de iniciada la discusión, los Courbet se acercaban hasta ellos, con la mirada curiosa puesta sobre Samantha, quien se acercó un poco más a Alöis en busca de protección.
Mucho gusto – respondió a la presentación, inclinando lentamente su cabeza y sonriendo al mirar los amables rostros de los ancianos – Alöis ha estado hablándome mucho de ustedes – soltó mirando de reojo a su acompañante – y creo que se ha quedado corto en halagos – se notaba el amor de aquella pareja pero sobre todo, la fuerza que tenían porque enfrentar la muerte de un hijo y seguir tan unidos como estaban, era todo un logro.




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Mensaje por Fergal MacCumail Dom Oct 01, 2017 8:10 pm

Dejó que su joven acompañante hablara, para que pudiera romper el hielo que parecía, la mantenía renuente a entrar en la conversación. Sonrió alegre al ver como ella se desenvolvía, se notaba que era una joven brillante, inteligente, por lo que muy en el fondo de su corazón se lamentó que tuviera que seguir trabajando en ese lugar, - Si pudiera, te juro que no permitiría que volvieras a ese infierno - caviló, posando sus acuosos ojos en el afable rostro de la muchacha.  Quería abrazarla, protegerla, alejar cualquier preocupación de esa mirada angelical, solo deseaba que ella se lo permitiera.

Mady, le estaba mirando, escudriñando esos ojos melancólicos que se posaban en la rubia, - Bueno, querido Alöis, dinos que te trae por aquí, no creo que hayas venido a pasar tu velada con nosotros, no es que no nos guste, pero, con tan preciosa joven a tu lado, es un desperdicio quedarse entre cuatro paredes con dos viejos decrépitos - dijo sonriendo la mujer. Su esposo la miró de reojo, levantando una ceja, - Lo dirás por tí, que yo no soy ningun viejo, ya sabes que te he querido llevar a ese lugar que dicen que es la atracción del momento... ¿como es que se llama? - quiso preguntar al Joubert, pero fue silenciado por su esposa, - Calla, que lo que tu quieres es ir a un teatro y eso no es para los chicos jóvenes, ellos tienen que ir a donde puedan bailar y ser vistos, que para eso son jóvenes y hermosos, ¿acaso no los ves? -, volvieron a discutir, pero Alöis intervino, para que no siguieran con el interminable juego del tire y afloje.

La verdad, es que necesitamos que nos permitas comprar uno de tus hermosos vestidos, es que tengo una reunión y Samantha me acompañará, y decidimos pasar a buscar un vestido apropiado para la velada. Tragó saliva, esperando que Mady no pidiera ver el traje que la joven llevaba puesto, a él no le molestaba, pero sabía que la mujer era muy perspicaz e intentaría saber en que trabajaba la joven y adonde vivía. Una sonrisa algo forzada se hizo presente en los labios del ex militar, lo que llevó al caballero a pedir a su esposa se ocupara de servir los refrigerios, mientras él se encargaba del asunto. Aunque dicho pedido no agradó en sobremanera a la señora de la casa, hizo lo que su esposo le sugiriera, mientras los dos caballeros y Samantha, se dirigían al atelier del diseñador.

pronto entraron en un mundo en el que todo parecía estar cubierto por telas de distintos géneros y colores, carpetas repletas de dibujos y vestidos cuidadosamente acomodados, dentro de sus fundas. El caballero, cerró la puerta con llave, - creo que estaremos más tranquilos, si Mady no opina sobre el tipo de vestido que la señorita debería llevar a una velada, así permitimos que sea ésta encantadora señorita, quien tome la decisión - dijo girando la llave en el tambor de la cerradura.


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Mensaje por Samantha Levine Lun Oct 23, 2017 11:41 pm

El matrimonio frente al que se encontraba era excepcional. Los Coubert, pesé a pasar por la terrible experiencia de la muerte de un hijo, eran personas llenas de luz y calor, dispuestas a brindar todo el cariño que poseían a otros. Eso fue lo que la joven prostituta notó en la manera en que ambos le miraron y sonrieron cuando ella aseguro que Alöis se quedaba cortó en halagos para ellos.

Tras escuchar el amable saludo de la inglesa, Mady se centro una vez más en Alöis, a quien interrogó sobre los motivos que le llevaban a visitarlos, en especial cuando tenía compañía. El interés de la mujer y la manera en que parecía desear ver a través del abrigo que Samantha llevaba, provoco que la prostituta se pusiera más nerviosa que antes, sin embargo, confiaba en que su compañero tendría las palabras exactas para convencer a Mady de que no existía nada extraño en su visita o más bien, que la Levine no tenía nada extraño. Samantha no quería quedar como una cualquiera, no frente a aquella pareja, independientemente de que realmente fuera una cualquiera debido a su trabajo.

Si bien agradeció que una vez más la pareja Coubert desviara la atención a sus ligeras discusiones maritales, en esta ocasión, el tiempo no le resulto el suficiente para calmar a su atemorizado corazón.
Es que no tengo ninguno que me parezca lo suficientemente adecuado para el evento y lo último que deseo es que Alöis pase una vergüenza – sus palabras aunque no revelaban la verdad absoluta, tampoco podían ser consideradas un completo engaño. Una sonrisa forzada apareció entonces en los labios tanto de Alöis como de Samantha, pero fue la joven, quien trató de aferrarse más al abrigo que en ese momento, se convertía en el único escudo que poseía para no ser vista por los ojos curiosos de Mady.

Samantha estaba esperando que Mady le dijera que la siguiera, de la misma manera en que esperaba ver su vergonzoso aspecto expuesto ante los ojos de la mujer, pero para su buena suerte, Frederic mandó a su esposa por bocadillos.

La ausencia de la señora Coubert, les dio el tiempo suficiente para llegar al atelier. Mientras el hombre de la casa se encargaba de cerrar la puerta para impedir el paso a Mady; Samantha se encontraba inmóvil, con los ojos abiertos de par en par y las lágrimas a punto de brotar de sus ojos. La joven prostituta nunca había estado en un lugar con tantos vestidos tan hermosos y mucho menos había escuchado que alguien le dijera que podía escoger el que deseara.
¿Puedo elegir el vestido que quiera? – preguntó algo incrédula, girando un poco el rostro y observando a Frederic que sonreía feliz de haber logrado su propósito de la noche.
Por supuesto que puedes, ya que el vestido será un regalo de mi para ti – el escozor causado por las lágrimas que se acumulaban en los ojos de Samantha le hizo desviar la mirada de la de Frederic y fue cuando escucho los golpes en la puerta que daba Mady, que se decidió finalmente a comenzar a andar entre los vestidos, observando cada uno de ellos.

En el exterior del atelier, Mady comenzaba a desesperarse y amenazaba con no volver a salir de paseo por las tardes con Frederic si no le abría la puerta, algo que evidentemente no iba a ocurrir, pues antes de que ella se molestará más, Samantha encontró el vestido que buscaba. La Levine tomó entre sus manos un hermoso vestido rosa pálido con detalles en blanco y sonriendo, se lo mostró a Alöis antes de darse media vuelta y avanzar hasta un pequeño vestidor que Frederic señalaba.

Veloz, la prostituta oculto lo mejor que pudo las vergonzosas prendas que usaba y lo hizo justo a tiempo, pues segundos después, Mady ingresaba en el vestidor.
¿Necesitas ayuda cariño? – y como respuesta a esa pregunta, Sam solo asintió y dejó que la experimentada mujer hiciera su trabajo. Poco a poco, la prostituta fue cubierta por capas de tela que la llevaban a sentirse una princesa pero no fue sino hasta que Mady la guió al exterior del vestidor que se dijo que aquel era verdaramente el mejor día de su vida.



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Mensaje por Fergal MacCumail Mar Oct 31, 2017 6:21 pm

Alóis, supo que su amiga terminaría importunando a Samantha, por lo que con un ligero codazo, instó al señor Courbet, a que fuera en rescate de la joven. - Querida, porque no dejas que la señorita Levine, termine de arreglarse y nos muestre como le ha quedado el vestido - dijo tomando firmemente a su mujer de la mano y tirando de ella, alejándola de donde la joven se encontraba.

A punto de reprochar la forma en que su esposo había decidido alejarla de Sam, Mady, enmudeció, al ver los ojos brillantes de Alóis, cuando la bella dama, se dejó ver, enfundada en aquel bello y elegante vestido. Como si el matrimonio Courbet, jamas, hubiera estado en aquel cuarto, el Joubert, solo podía contemplar la belleza y fragilidad de aquella mujer, quien a los ojos del frances, era la mujer mas hermosa que había visto en toda su vida.

Desde la muerte de su esposa, Alóis, había decidido cerrar su mente y su corazón, a cualquier posibilidad de formar una pareja, pues se sentía culpable por todo lo que había soportado su frágil esposa, y el solo hecho de pensar en que otra mujer, alguien quien él en realidad amara, sufriera por la vida que llevaba, le había hecho reflexionar que era mejor, no ser un hombre egoísta, pues con tantos viajes y misiones por cumplir, su amada se marchitaría lentamente, como lo hiciera Anne. Pero allí, al contemplar a esa dulce muchacha, sus buenas intensiones se desbarataron, supo que la querría para si, no permitiría que nadie volviera a hacerle daño, a tocarla, ni que tuviera que pasar una sola noche mas, en aquel lugar del que la había arrancado. - Te ves preciosas - dijo con la voz que temblaba de emoción.

Sin pensarlo, ni importarle de tirar todo a su paso, se fue acercando a la joven, hasta que sus manos tomaron las delicadas manos femeninas, - Eres tan bella... como un ángel - le dijo en voz baja, mientras en silencio, los esposos Coubert, dejaban la habitación y cerraban la puerta, sin hacer ruido. Enmudeció, absorto, con su mirada en los orbes de la joven, sosteniendo aún sus manos en las suyas, con el corazón que palpitaba con fuerza en su pecho, secaba su garganta y sus labios. Debía calmarse, aún la noche era joven y deseaba hacer que la joven disfrutara de una velada muy especial. Allí, entre telas, hilos y maniquíes, había decidido una locura, solo esperaba que la joven aceptara la proposición que le haría, cuando brindaran al terminar la cena.


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