AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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There goes the fear [Privado]
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There goes the fear [Privado]
Recuerdo del primer mensaje :
¿Se podía soñar con un mundo mejor? La mayor parte de las personas lo hacía y no solo soñaban, luchaban por lugar ese mundo mejor para ellos. Samantha en cambio, era de esas muchachas que pese a soñar no hacía nada para cambiar su destino y el motivo era verdaderamente comprensible. La joven inglesa dedicaba su tiempo y su cuerpo a la prostitución para dar a su familia una vida mejor, para ofrecer a sus hermanas la oportunidad de soñar y no tener que hacer nunca lo que ella con tal de sobrevivir. Ese era su mundo mejor para la joven prostituta, vivir a través de sus hermanas porque para ella, ya no existía la salvación.
Un suspiro salió de sus labios mientras que observaba desde una de las ventanas mugrientas del burdel al exterior. El atardecer comenzaba a teñir de color rojizo todo, indicando que pronto sería la hora de mayor afluencia de clientes en aquel lugar donde a la inglesa le tocaba trabajar.
– Sam, vamos a arreglar tu cabello – escuchó como le decía una de sus compañeras, quien de manera alegre la sujeto por el brazo. En la boca de Samantha se dibujo una pequeña sonrisa. A ella no le gustaba mucho peinarse de la manera en que todas, eso la hacía sentirse vulgar, aun así, nunca se negaba a sus compañeras quienes eran buenas mujeres en su mayoría.
– No creo que sea necesario – susurró mientras se dejaba arrastrar y pensaba en alguna excusa que no hiriese los sentimientos de la castaña de ojos verdes que tiraba de ella con insistencia.
– ¿A qué te refieres? – preguntó con curiosidad Magdalena, que al igual que Samantha trabajaba vendiendo su cuerpo para ayudar a su familia, específicamente al padre que con tanto amor la había cuidado hasta caer enfermo de gravedad.
– Es que no me siento muy bien, eso es todo – encogiéndose de hombros miró en dirección a su más que simple compañera, amiga. Magdalena suspiró y en ese sencillo acto, Samantha supo que su mentira era descubierta.
– Vamos, deja que arregle tu cabello – una sonrisa enorme apareció en los labios de su amiga – Puede que hoy llegue el hombre que te salve de todo esto y ¿No querrás que te vea hecha un desastre? – tras esas sencillas palabras, ambas echaron a reír y la inglesa dejo entonces que su amiga se encargara de arreglarle.
Peinada de una manera sencilla, halagada por sus compañeras y sumamente agradecida por lo que Magdalena hacía por ella, Samantha tomó aire. Su mirada fue una vez más al exterior, la oscuridad ya devoraba por completo París y los hombres que devorarían tanto su cuerpo como ilusiones ya no tardarían en entrar por la puerta.
¿Se podía soñar con un mundo mejor? La mayor parte de las personas lo hacía y no solo soñaban, luchaban por lugar ese mundo mejor para ellos. Samantha en cambio, era de esas muchachas que pese a soñar no hacía nada para cambiar su destino y el motivo era verdaderamente comprensible. La joven inglesa dedicaba su tiempo y su cuerpo a la prostitución para dar a su familia una vida mejor, para ofrecer a sus hermanas la oportunidad de soñar y no tener que hacer nunca lo que ella con tal de sobrevivir. Ese era su mundo mejor para la joven prostituta, vivir a través de sus hermanas porque para ella, ya no existía la salvación.
Un suspiro salió de sus labios mientras que observaba desde una de las ventanas mugrientas del burdel al exterior. El atardecer comenzaba a teñir de color rojizo todo, indicando que pronto sería la hora de mayor afluencia de clientes en aquel lugar donde a la inglesa le tocaba trabajar.
– Sam, vamos a arreglar tu cabello – escuchó como le decía una de sus compañeras, quien de manera alegre la sujeto por el brazo. En la boca de Samantha se dibujo una pequeña sonrisa. A ella no le gustaba mucho peinarse de la manera en que todas, eso la hacía sentirse vulgar, aun así, nunca se negaba a sus compañeras quienes eran buenas mujeres en su mayoría.
– No creo que sea necesario – susurró mientras se dejaba arrastrar y pensaba en alguna excusa que no hiriese los sentimientos de la castaña de ojos verdes que tiraba de ella con insistencia.
– ¿A qué te refieres? – preguntó con curiosidad Magdalena, que al igual que Samantha trabajaba vendiendo su cuerpo para ayudar a su familia, específicamente al padre que con tanto amor la había cuidado hasta caer enfermo de gravedad.
– Es que no me siento muy bien, eso es todo – encogiéndose de hombros miró en dirección a su más que simple compañera, amiga. Magdalena suspiró y en ese sencillo acto, Samantha supo que su mentira era descubierta.
– Vamos, deja que arregle tu cabello – una sonrisa enorme apareció en los labios de su amiga – Puede que hoy llegue el hombre que te salve de todo esto y ¿No querrás que te vea hecha un desastre? – tras esas sencillas palabras, ambas echaron a reír y la inglesa dejo entonces que su amiga se encargara de arreglarle.
Peinada de una manera sencilla, halagada por sus compañeras y sumamente agradecida por lo que Magdalena hacía por ella, Samantha tomó aire. Su mirada fue una vez más al exterior, la oscuridad ya devoraba por completo París y los hombres que devorarían tanto su cuerpo como ilusiones ya no tardarían en entrar por la puerta.
Última edición por Samantha Levine el Vie Sep 23, 2016 1:58 pm, editado 1 vez
Samantha Levine- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 05/04/2016
Re: There goes the fear [Privado]
Esa era su noche de buena fortuna, pues no solo se encontraba con un apuesto y caballeroso hombre que prometía llevarla a vivir, la mejor velada de su vida. También, había descubierto el ben corazón del caballero así como un poco de su triste historia, esa que se encontraba tan vinculada con la de los Cuobert. Conocer a la pareja amiga de Alöis resulto ser todo un placer para la joven prostituta, quien se encontraba tremendamente agradecida tanto con Mady como con su esposo, eso aún a pesar de que no pudiera confesarles su profesión, esa que intuía que si conocían, los llevaría a verla de una manera diferente y lo último que deseaba Samantha era ser juzgada como una mujerzuela que gustaba de ofrecer placer a otros o peor aún, ser vista con lástima.
De alguna manera, la prostituta pudo mantener oculta su verdadera profesión, incluso, encontró la manera de deshacerse de las sugestivas prendas que llevará a la mansión de los Coubert, antes de que Mady ingresara en el atelier donde ella se estaba vistiendo. Auxiliada por aquella mujer, Samantha pudo terminar de ponerse el hermoso vestido que le obsequiaban, todo para salir y con una enorme sonrisa en los labios, mirar en dirección a Alöis, quien al verla, no dijo absolutamente nada.
Temerosa de haber elegido la vestimenta equivocada, Sam giró el rostro para observar a Mady, quien se hallaba a su lado y quien únicamente le dio una suave palmadita en la espalda antes de ser arrastrada fuera de la habitación por su esposo.
– ¿Cómo luzco? – se atrevió a preguntar, recibiendo como respuesta una frase que se grabó a fuego en su corazón. Muchos hombres en lo largó de su estancia en el burdel la habían llamado preciosa, pero ninguno de ellos mostraba la emoción que la voz de Alöis permitía captar. El caballero además, la miraba como si fuera la más hermosa de todas las mujeres aun a pesar de que su cuerpo se encontraba mancillado.
Los ojos de Samantha se mantuvieron fijos en los ajenos y con cada paso que el caballero daba en su dirección, los latidos de su corazón aceleraban más, siendo el momento en que Alöis tomaba sus manos que todo en su interior pareció tranquilizarse. Por algún misterioso motivo, ella sabía que al lado de él estaba a salvo y que jamás haría Alöis algo que pudiera lastimarla.
– No soy un ángel – sonrió – es solo parte del efecto del hermoso vestido – desvió por unos segundos su mirada de la del caballero – ¿A dónde iremos ahora? – preguntó no porque ansiara irse, de hecho, lo que más quería era quedarse en aquel lugar, congelando el maravilloso momento para siempre, sin embargo, Alöis tenía pendiente al que debían ir y ella no deseaba ser una distracción, mucho menos, una carga.
De alguna manera, la prostituta pudo mantener oculta su verdadera profesión, incluso, encontró la manera de deshacerse de las sugestivas prendas que llevará a la mansión de los Coubert, antes de que Mady ingresara en el atelier donde ella se estaba vistiendo. Auxiliada por aquella mujer, Samantha pudo terminar de ponerse el hermoso vestido que le obsequiaban, todo para salir y con una enorme sonrisa en los labios, mirar en dirección a Alöis, quien al verla, no dijo absolutamente nada.
Temerosa de haber elegido la vestimenta equivocada, Sam giró el rostro para observar a Mady, quien se hallaba a su lado y quien únicamente le dio una suave palmadita en la espalda antes de ser arrastrada fuera de la habitación por su esposo.
– ¿Cómo luzco? – se atrevió a preguntar, recibiendo como respuesta una frase que se grabó a fuego en su corazón. Muchos hombres en lo largó de su estancia en el burdel la habían llamado preciosa, pero ninguno de ellos mostraba la emoción que la voz de Alöis permitía captar. El caballero además, la miraba como si fuera la más hermosa de todas las mujeres aun a pesar de que su cuerpo se encontraba mancillado.
Los ojos de Samantha se mantuvieron fijos en los ajenos y con cada paso que el caballero daba en su dirección, los latidos de su corazón aceleraban más, siendo el momento en que Alöis tomaba sus manos que todo en su interior pareció tranquilizarse. Por algún misterioso motivo, ella sabía que al lado de él estaba a salvo y que jamás haría Alöis algo que pudiera lastimarla.
– No soy un ángel – sonrió – es solo parte del efecto del hermoso vestido – desvió por unos segundos su mirada de la del caballero – ¿A dónde iremos ahora? – preguntó no porque ansiara irse, de hecho, lo que más quería era quedarse en aquel lugar, congelando el maravilloso momento para siempre, sin embargo, Alöis tenía pendiente al que debían ir y ella no deseaba ser una distracción, mucho menos, una carga.
Samantha Levine- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 05/04/2016
Re: There goes the fear [Privado]
-¿Adonde debemos ir? - dijo en voz baja, y es que al verla, al contemplar esos hermosos orbes, todo lo que planeara, se había desvanecido, y solo podía pensar en pasar allí cada instante de aquella mágica noche, en la que gracias a la dulce presencia de aquella joven, su corazón y su alma estaban apaciguados, y tanto el dolor como la culpa, habían desaparecido, permitiéndose pensar y soñar en ser nuevamente feliz.
Mas, el teniente de caballeria, el militar que cruzara los mares para defender los territorios conquistados por el reino de Inglaterra, y que dejara abandonada en las suaves colinas de avalon, a esa joven tierna y risueña que fuera su esposa, ¿acaso podía siquiera soñar con ser feliz? él que había apagado la luz de la felicidad en aquel pequeño y delicado pajarillo, ¿podría alguna vez llegar a conseguir el perdón de su propia alma, y así, darse una nueva oportunidad para ser feliz? demasiadas preguntas sin respuestas, que se agolparon en el corazón y la cabeza del ex militar, quien aún sostenía las delicadas manos de aquella joven llamada Samantha.
Un velo de tristeza absoluta, opaco el brillo de su mirada, borró la sonrisa en sus labios, y la realidad del presente, desbarató el paraíso que por un segundo había logrado obtener. Aquella ilusión quebrada, hizo que sus ojos dejaran de fijarse en los ajenos, sus manos soltaron lentamente las ajenas y una sonrisa triste reemplazó a la anterior, - Si, tienes razón, es tiempo de que continuemos nuestro recorrido -, contestó, girando su cuerpo, dándole la espalda a la joven, aunque luego se volvió, buscando nuevamente aquella dulce mirada, - vamos - extendió su mano, esperando la ajena, así, tomados de la mano, dejaron el atelier del señor Courbet, para luego, despedirse de la pareja y caminar, siempre tomados de la mano, hasta donde el coche los esperaba.
Al llegar, abrió la portezuela del coche, y le ayudó a subir. No dijo palabra alguna, porque un sentimiento de angustia y tristeza, se apoderaba de él. Con su mano, hizo unos cuantos golpes, indicando al cochero que debería partir, se dirigirían al restaurante mas lujoso de la ciudad, allí donde muchos empresarios solían reunirse a charlar de negocios e inversiones y donde debía asistir, si o si, aunque mas no fuera, por un breve momento. Su mirada buscó la ajena, sonrió, para demostrar que todo estaba bien, - no debes temer, todo ira muy bien, pero debo asistir a una reunión, y luego cenaremos ¿te parece? - preguntó, como si aquello fuera en verdad una salida casual, algo que no había comenzado en un burdel, pagando para poderla sacar de aquel lugar, ni siendo él un hombre que intentaba lidiar con sus mil demonios, sus cientos de pecados y sus interminables culpas, de un pasado que lo atormentaba, aún, en aquel momento en que los bellos orbes de la joven lo contemplaban. - La noche se esfuma ante nuestros ojos... y no quiero... no quiero que éste momento se evapore, como el roció al recibir los cálidos rayos del sol... pero nada puedo hacer - caviló, mientras su mirada huía por la ventanilla del coche.
Mas, el teniente de caballeria, el militar que cruzara los mares para defender los territorios conquistados por el reino de Inglaterra, y que dejara abandonada en las suaves colinas de avalon, a esa joven tierna y risueña que fuera su esposa, ¿acaso podía siquiera soñar con ser feliz? él que había apagado la luz de la felicidad en aquel pequeño y delicado pajarillo, ¿podría alguna vez llegar a conseguir el perdón de su propia alma, y así, darse una nueva oportunidad para ser feliz? demasiadas preguntas sin respuestas, que se agolparon en el corazón y la cabeza del ex militar, quien aún sostenía las delicadas manos de aquella joven llamada Samantha.
Un velo de tristeza absoluta, opaco el brillo de su mirada, borró la sonrisa en sus labios, y la realidad del presente, desbarató el paraíso que por un segundo había logrado obtener. Aquella ilusión quebrada, hizo que sus ojos dejaran de fijarse en los ajenos, sus manos soltaron lentamente las ajenas y una sonrisa triste reemplazó a la anterior, - Si, tienes razón, es tiempo de que continuemos nuestro recorrido -, contestó, girando su cuerpo, dándole la espalda a la joven, aunque luego se volvió, buscando nuevamente aquella dulce mirada, - vamos - extendió su mano, esperando la ajena, así, tomados de la mano, dejaron el atelier del señor Courbet, para luego, despedirse de la pareja y caminar, siempre tomados de la mano, hasta donde el coche los esperaba.
Al llegar, abrió la portezuela del coche, y le ayudó a subir. No dijo palabra alguna, porque un sentimiento de angustia y tristeza, se apoderaba de él. Con su mano, hizo unos cuantos golpes, indicando al cochero que debería partir, se dirigirían al restaurante mas lujoso de la ciudad, allí donde muchos empresarios solían reunirse a charlar de negocios e inversiones y donde debía asistir, si o si, aunque mas no fuera, por un breve momento. Su mirada buscó la ajena, sonrió, para demostrar que todo estaba bien, - no debes temer, todo ira muy bien, pero debo asistir a una reunión, y luego cenaremos ¿te parece? - preguntó, como si aquello fuera en verdad una salida casual, algo que no había comenzado en un burdel, pagando para poderla sacar de aquel lugar, ni siendo él un hombre que intentaba lidiar con sus mil demonios, sus cientos de pecados y sus interminables culpas, de un pasado que lo atormentaba, aún, en aquel momento en que los bellos orbes de la joven lo contemplaban. - La noche se esfuma ante nuestros ojos... y no quiero... no quiero que éste momento se evapore, como el roció al recibir los cálidos rayos del sol... pero nada puedo hacer - caviló, mientras su mirada huía por la ventanilla del coche.
Fergal MacCumail- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/03/2014
Localización : PARIS
Re: There goes the fear [Privado]
Con desconcierto dirigió su mirada a la de Alöis, quien como sumergido en un sueño la contemplaba, preguntándole a ella a dónde es que debían ir. Una sonrisa apareció entonces en los labios de la prostituta.
– No lo sé, tú eres quien sabe a donde es que nos dirigiremos – claro que ella quería permanecer en aquel mágico atelier, rodeada de hermosos vestidos y sintiéndose al menos por una noche, la hermosa princesa de su propio cuento; sin embargo, era necesario que despertara porque la vida no podía estancarse pero sobre todo, porque ella necesitaba ayudar a Alöis, acompañarlo hasta donde él necesitaba y dar una buena impresión tal y como hacía hasta aquel momento.
Las miradas de ambos continuaron conectadas durante varios minutos, siendo el caballero quien acabó por alejar su mirada de Samantha y suplir el brillo de sus ojos por una tristeza que la prostituta fue capaz de percibir. Con cierta preocupación, los ojos de la inglesa siguieron los movimientos de Alöis, esos que fueron cortos, carentes de emoción pero plagados de dudas. ¿De qué dudaba él? ¿Tendría miedo al igual que ella?. La mirada que le dirigió el militar, así como la sonrisa triste en sus labios fueron como un grito de ayuda que la prostituta escucho en el silencio, por eso fue que al tomar la mano de Alöis le apretó y sonrió.
– Estaremos bien, nuestro recorrido será exitoso – dijo tratando de calmar a caballero que tanto le estaba brindando esa noche y quien probablemente sin saberlo él, se convertía en el hombre de los sueños de Samantha. Alöis sería entonces aquel que ella evocaría en sus peores noches porque aunque ella deseara permanecer a su lado, ¿Quién querría tener a una mujer impura como ella?.
Tomados de la mano, abandonaron el atelier de los sueños para despedirse del matrimonio Coubert que les deseo suerte. Y mientras caminaba en dirección al carruaje, Samantha no pudo evitar volver la mirada para ver al par de ancianos observarles desde la puerta, abrazados los dos, contando una vez más solo el uno con el otro. La prostituta les dijo adiós con la mano antes de entrar en el carruaje y aunque sentía que lloraría, fue capaz de aguantarse las lagrimas, por Alöis y por aquel amable matrimonio a quienes no volvería a ver.
Aposentados ya en el carruaje que se ponía en marcha, la inglesa dirigió su mirada a la de Alöis, quien le comentaba que era lo que harían a continuación. La voz del caballero, tranquila, le daba a ella la impresión de que era una cita normal, una que llevaban a cabo seguido, pese a que esa noche se habían conocido.
– No tendré miedo, no esta noche, no mientras estés junto a mi – y dicho eso guardo silencio, ya que una vez más parecía estar esperando más de aquel caballero que ya le estaba otorgando más de lo que ella merecía. Los ojos del militar dejaron de mirarla entonces y sin poder evitarlo, Samantha estiró su mano para tomar la del caballero y apretarla – ¿Estas preocupado por algo?, ¿Existe algo que quieras decirme? – quizás estaba alucinando, pero desde que dejará de mirarle en el atelier, sintió que él necesitaba expresar algo y dado que pronto llegarían a su destino, lo mejor era hablarlo de una buena vez, antes de que al llegar a la reunión ella se convirtiera únicamente en una hermosa compañía y nada más.
– No lo sé, tú eres quien sabe a donde es que nos dirigiremos – claro que ella quería permanecer en aquel mágico atelier, rodeada de hermosos vestidos y sintiéndose al menos por una noche, la hermosa princesa de su propio cuento; sin embargo, era necesario que despertara porque la vida no podía estancarse pero sobre todo, porque ella necesitaba ayudar a Alöis, acompañarlo hasta donde él necesitaba y dar una buena impresión tal y como hacía hasta aquel momento.
Las miradas de ambos continuaron conectadas durante varios minutos, siendo el caballero quien acabó por alejar su mirada de Samantha y suplir el brillo de sus ojos por una tristeza que la prostituta fue capaz de percibir. Con cierta preocupación, los ojos de la inglesa siguieron los movimientos de Alöis, esos que fueron cortos, carentes de emoción pero plagados de dudas. ¿De qué dudaba él? ¿Tendría miedo al igual que ella?. La mirada que le dirigió el militar, así como la sonrisa triste en sus labios fueron como un grito de ayuda que la prostituta escucho en el silencio, por eso fue que al tomar la mano de Alöis le apretó y sonrió.
– Estaremos bien, nuestro recorrido será exitoso – dijo tratando de calmar a caballero que tanto le estaba brindando esa noche y quien probablemente sin saberlo él, se convertía en el hombre de los sueños de Samantha. Alöis sería entonces aquel que ella evocaría en sus peores noches porque aunque ella deseara permanecer a su lado, ¿Quién querría tener a una mujer impura como ella?.
Tomados de la mano, abandonaron el atelier de los sueños para despedirse del matrimonio Coubert que les deseo suerte. Y mientras caminaba en dirección al carruaje, Samantha no pudo evitar volver la mirada para ver al par de ancianos observarles desde la puerta, abrazados los dos, contando una vez más solo el uno con el otro. La prostituta les dijo adiós con la mano antes de entrar en el carruaje y aunque sentía que lloraría, fue capaz de aguantarse las lagrimas, por Alöis y por aquel amable matrimonio a quienes no volvería a ver.
Aposentados ya en el carruaje que se ponía en marcha, la inglesa dirigió su mirada a la de Alöis, quien le comentaba que era lo que harían a continuación. La voz del caballero, tranquila, le daba a ella la impresión de que era una cita normal, una que llevaban a cabo seguido, pese a que esa noche se habían conocido.
– No tendré miedo, no esta noche, no mientras estés junto a mi – y dicho eso guardo silencio, ya que una vez más parecía estar esperando más de aquel caballero que ya le estaba otorgando más de lo que ella merecía. Los ojos del militar dejaron de mirarla entonces y sin poder evitarlo, Samantha estiró su mano para tomar la del caballero y apretarla – ¿Estas preocupado por algo?, ¿Existe algo que quieras decirme? – quizás estaba alucinando, pero desde que dejará de mirarle en el atelier, sintió que él necesitaba expresar algo y dado que pronto llegarían a su destino, lo mejor era hablarlo de una buena vez, antes de que al llegar a la reunión ella se convirtiera únicamente en una hermosa compañía y nada más.
Samantha Levine- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 05/04/2016
Re: There goes the fear [Privado]
Aún contemplaba el paisaje nocturnal, cuando la dulce voz de la joven le preguntó si se encontraba bien. Asía tanto que nadie se lo preguntaba, que simplemente había aprendido a disimular sus estados de animo, sus miedos, sus tristezas, sus amarguras, sus incesantes pensamientos de culpabilidad. Pero de pronto, una hermosa joven, se preocupaba de sus sentimientos, de sus pensamientos que le apretaban el alma, con la fuerza de un molino de piedra. Inspiró, cerrando sus ojos, dejando luego que sus preocupaciones huyeran de él como el aire que exhalaba.
Giró su rostro, al igual que su cuerpo, para así poderle ver, - ¿Preocupado? pues, no, en verdad... desde que salimos de aquel lugar en donde su mirada atrapó mis pensamientos, no he tenido ninguna preocupación... -, sus labios se apretaron levemente, en una mueca de preocupación, y su entrecejo se frunció levemente, - en verdad si, si existe una preocupación... es la de negarme a llevarla nuevamente a ese lugar... ¿no me permitiría que la conduzca mejor a su hogar? ¿querría pasar toda la noche en su compañía, hasta que el sol vuelva a surgir en el horizonte - dijo, expresando el verdadero sentimiento que surgía suave en su pecho, como el manantial en las montañas nevadas, - es que... su compañía, logran calmar mi alma - confesó, sin dejar de mirar aquellos ojos, que le contemplaban, provocando que su corazón saltase de emoción y miedo. ¿Que podría pensar de él? ¿sería en verdad una joven tan dulce e inocente como él la juzgaba? o por el contrario, ¿utilizaría aquella confesión para su beneficio y lograría engatusarlo? El era un hombre que había vivido demasiado tiempo en los campos de batalla, pero poco y nada sabía de manejar sentimientos tan complejos como el de un enamoramiento, o el poder que una seductora joven podía lograr obtener de un hombre que había pasado la mayor parte de su vida, solo, sin alguien que le diera cariño, que lo comprendiera, o le ayudara a exorcizar definitivamente sus fantasmas.
Sin que ella supiera a ciencia cierta, le tenía en sus delicadas manos, atrapado en el embrujo de esos ojos, de esos labios, que deseaba besar, pero que no lo haría, si ella se negaba a dar el primer paso, pues Alöis, pensó, que Sam había tenido que soportar muchas veces los avances de aquellos clientes, y no deseaba que pensara en él como en uno mas de aquellos hombre, él quería lograr que le aceptase, y si lo hacía, iría por mas, pidiéndole que no volviera al burdel, que se quedara con él, desde esa noche y para siempre.
Giró su rostro, al igual que su cuerpo, para así poderle ver, - ¿Preocupado? pues, no, en verdad... desde que salimos de aquel lugar en donde su mirada atrapó mis pensamientos, no he tenido ninguna preocupación... -, sus labios se apretaron levemente, en una mueca de preocupación, y su entrecejo se frunció levemente, - en verdad si, si existe una preocupación... es la de negarme a llevarla nuevamente a ese lugar... ¿no me permitiría que la conduzca mejor a su hogar? ¿querría pasar toda la noche en su compañía, hasta que el sol vuelva a surgir en el horizonte - dijo, expresando el verdadero sentimiento que surgía suave en su pecho, como el manantial en las montañas nevadas, - es que... su compañía, logran calmar mi alma - confesó, sin dejar de mirar aquellos ojos, que le contemplaban, provocando que su corazón saltase de emoción y miedo. ¿Que podría pensar de él? ¿sería en verdad una joven tan dulce e inocente como él la juzgaba? o por el contrario, ¿utilizaría aquella confesión para su beneficio y lograría engatusarlo? El era un hombre que había vivido demasiado tiempo en los campos de batalla, pero poco y nada sabía de manejar sentimientos tan complejos como el de un enamoramiento, o el poder que una seductora joven podía lograr obtener de un hombre que había pasado la mayor parte de su vida, solo, sin alguien que le diera cariño, que lo comprendiera, o le ayudara a exorcizar definitivamente sus fantasmas.
Sin que ella supiera a ciencia cierta, le tenía en sus delicadas manos, atrapado en el embrujo de esos ojos, de esos labios, que deseaba besar, pero que no lo haría, si ella se negaba a dar el primer paso, pues Alöis, pensó, que Sam había tenido que soportar muchas veces los avances de aquellos clientes, y no deseaba que pensara en él como en uno mas de aquellos hombre, él quería lograr que le aceptase, y si lo hacía, iría por mas, pidiéndole que no volviera al burdel, que se quedara con él, desde esa noche y para siempre.
Fergal MacCumail- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Localización : PARIS
Re: There goes the fear [Privado]
Quería ser capaz de consolarlo, hacerlo feliz aunque fuera una noche y si para eso tenía que descubrir el pasado del caballero o que ella era solamente una dama de compañía como muchas otras que quizás en otros tiempos él tomaba, a ella no le importaba. La sonrisa en su rostro se extendió cuando los ojos masculinos se posaron sobre su rostro. La prostituta esperaba obtener respuestas acerca de la repentina preocupación que notaba en el rostro masculino, más las palabras que salieron de aquello labios la dejaron en completo silencio.
Al inicio, Alöis expreso que no existía nada que le preocupara, que desde que la hubiera observado, mirando a los transeúntes desde una ventana del burdel, nada había perturbado su alma, aún así, algo existía que no le decía y eso fue lo que llevó a la inglesa a fruncir el ceño durante un par de segundos, pues pronto, el Joubert continuo con su discurso, admitiendo finalmente que si existía algo que aquejaba su alma.
– Puede decirme lo que sucede, yo tratare de ayudarle a calmar su alma – la sonrisa en los labios de Samantha fue momentánea, pues lo que el caballero expreso estaba más cerca de un sueño que de la realidad.
¿Qué quería llevarla a otro lugar que no fuera el burdel? ¿Qué su presencia calmaba el alma del caballero? ¿Era todo aquello posible?. Claro que ella quería creer que Alöis se refería a una noche pacifica, pero que tal si a lo que se refería era a tomarla como tantos otros lo habían hecho. Los ojos de la Levine se posaron sobre los ajenos y llena de confusión respondió a la petición del Joubert.
– Créame que tampoco yo quisiera volver a ese lugar donde lo único que se mantiene intacto es mi corazón – se llevó la mano al pecho, avergonzada por decir aquello pero convencida de que lo mejor era dejarle al caballero la situación clara – y nada me haría más feliz que ir con usted – tomó aire y miro al exterior – pero si al referirse a pasar la noche a mi lado se refiere a que cumpla con mi trabajo, preferiría que eso sucediera en el burdel, así no tendría la ingenua creencia de que lo que me pide es diferente – volvió su mirada en dirección a Alöis – pero si he mal interpretado sus palabras dígamelo y llene de esperanzas mi corazón.
Al inicio, Alöis expreso que no existía nada que le preocupara, que desde que la hubiera observado, mirando a los transeúntes desde una ventana del burdel, nada había perturbado su alma, aún así, algo existía que no le decía y eso fue lo que llevó a la inglesa a fruncir el ceño durante un par de segundos, pues pronto, el Joubert continuo con su discurso, admitiendo finalmente que si existía algo que aquejaba su alma.
– Puede decirme lo que sucede, yo tratare de ayudarle a calmar su alma – la sonrisa en los labios de Samantha fue momentánea, pues lo que el caballero expreso estaba más cerca de un sueño que de la realidad.
¿Qué quería llevarla a otro lugar que no fuera el burdel? ¿Qué su presencia calmaba el alma del caballero? ¿Era todo aquello posible?. Claro que ella quería creer que Alöis se refería a una noche pacifica, pero que tal si a lo que se refería era a tomarla como tantos otros lo habían hecho. Los ojos de la Levine se posaron sobre los ajenos y llena de confusión respondió a la petición del Joubert.
– Créame que tampoco yo quisiera volver a ese lugar donde lo único que se mantiene intacto es mi corazón – se llevó la mano al pecho, avergonzada por decir aquello pero convencida de que lo mejor era dejarle al caballero la situación clara – y nada me haría más feliz que ir con usted – tomó aire y miro al exterior – pero si al referirse a pasar la noche a mi lado se refiere a que cumpla con mi trabajo, preferiría que eso sucediera en el burdel, así no tendría la ingenua creencia de que lo que me pide es diferente – volvió su mirada en dirección a Alöis – pero si he mal interpretado sus palabras dígamelo y llene de esperanzas mi corazón.
Samantha Levine- Prostituta Clase Baja
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Re: There goes the fear [Privado]
¿La había herido? ¿acaso con sus torpes palabras, con su discurso arrebatado, había terminado entristeciendo a esa dulce mujer? No, jamás en su cabeza había surgido la idea de hacer que ella cumpliera ese trabajo que de seguro la atormentaba. Tampoco era que no deseara expresar su sentimiento con caricias, besos, y pasión. ¿Pero como podría hacer algo así? no, definitivamente la deseaba, para que fuera su compañera, no de una noche, no de una pasión pasajera, sino de una vida. Deseaba pasear tomados de la mano, acomodar ese mechón rebelde que la hacía parecer una jovencita avergonzada. Su corazón, quería atesorar cada momento que la vida le regalase al lado de Sam.
Se había quedado en silencio contemplándola, con la expresión de tristeza grabada en su rostro, en su mirada. - No, Sam, no deseo tomarla una noche, no pretendo ser uno mas en su vida - le dijo, con el corazón a punto de quebrarse, - deseo ser el hombre, que logre crear una sonrisa, cada día, en sus labios - susurró, llevando sus dedos a los labios de la joven,para acariciarlos suavemente, - quisiera que caminemos de la mano, que leamos juntos un libro, que cuando cierre mis ojos, sea la última persona que vea cada noche, y sus labios sean lo primero que desee besar cada mañana -. No estaba siendo lógico, tal vez otro hombre, buscaría una mujer diferente para ser la mujer de su vida, su compañera, la madre de sus hijos. Pero Alöis, no era un hombre común, de la misma forma que ella no era una mujer ordinaria. - No me mal interprete, no soy su salvador, sino... todo lo contrario, es usted quien deberá lidiar con un hombre que tiene demasiados pecados en su alma -, su mano acarició los cabellos femeninos, el cuello, para luego dejar que sus deseos fluyeran libremente.
Su mano, atrajo el rostro de la joven a sus labios, besándola de manera suave, intentando ser todo lo contrario a lo que ella podía estar acostumbrada. Tras el beso, permaneció un instante con su frente apoyada en la frente de Sam. El coche se detuvo, y la voz del cochero se oyó clara, - Señor Joubert, hemos llegado -. Como si aquello rompiera el embrujo, el militar suspiró en los labios de la prostituta, - Deja que ésta sea la primera noche de nuestras vidas, olvida el pasado, y permanece a mi lado hasta que mi vida se extinga - le dijo, en susurro, con sus ojos cerrados.
Se había quedado en silencio contemplándola, con la expresión de tristeza grabada en su rostro, en su mirada. - No, Sam, no deseo tomarla una noche, no pretendo ser uno mas en su vida - le dijo, con el corazón a punto de quebrarse, - deseo ser el hombre, que logre crear una sonrisa, cada día, en sus labios - susurró, llevando sus dedos a los labios de la joven,para acariciarlos suavemente, - quisiera que caminemos de la mano, que leamos juntos un libro, que cuando cierre mis ojos, sea la última persona que vea cada noche, y sus labios sean lo primero que desee besar cada mañana -. No estaba siendo lógico, tal vez otro hombre, buscaría una mujer diferente para ser la mujer de su vida, su compañera, la madre de sus hijos. Pero Alöis, no era un hombre común, de la misma forma que ella no era una mujer ordinaria. - No me mal interprete, no soy su salvador, sino... todo lo contrario, es usted quien deberá lidiar con un hombre que tiene demasiados pecados en su alma -, su mano acarició los cabellos femeninos, el cuello, para luego dejar que sus deseos fluyeran libremente.
Su mano, atrajo el rostro de la joven a sus labios, besándola de manera suave, intentando ser todo lo contrario a lo que ella podía estar acostumbrada. Tras el beso, permaneció un instante con su frente apoyada en la frente de Sam. El coche se detuvo, y la voz del cochero se oyó clara, - Señor Joubert, hemos llegado -. Como si aquello rompiera el embrujo, el militar suspiró en los labios de la prostituta, - Deja que ésta sea la primera noche de nuestras vidas, olvida el pasado, y permanece a mi lado hasta que mi vida se extinga - le dijo, en susurro, con sus ojos cerrados.
Fergal MacCumail- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Re: There goes the fear [Privado]
Se atrevía a expresar su decisión, aun sabiendo que lo que decía podía ocasionar que él la llevase de vuelta al burdel, que le arrebatara el hermoso vestido que la hacía lucir como una hermosa princesa y la dejará ahí, para irse después y nunca más regresar; pero si eso sucedía, Sam al menos estaría feliz de haber pasado una velada hermosa a su lado, velada de la que seguramente se alimentaria en el futuro para así, sobrellevar la vida miserable en el burdel.
Su mirada temerosa no quería encontrarse con la ajena, pero cuando el silencio fue demasiado para ella, levanto el rostro para descubrir en los ojos de Alöis el dolor. Sam no supo como interpretar la mirada que le dedicaba el Joubert, más antes de que su mente comenzará a sacar conjeturas erradas, tal como hizo al escucharlo antes, él rompió el silencio. Tal como ella se lo pidiera, el caballero respondió, llenando lentamente una vez el corazón de la prostituta de esperanza. El alivio inundo el semblante de la joven, quien sonrió sin poder evitarlo.
– Disculpe que malinterprete sus intenciones, pero es que no creí que algo así pudiera sucederme – llevó la mirada al exterior del carruaje en que iban – el que un hombre como usted llegue y decida que una de nosotras es la mujer que quiere a su lado es poco común – después de todo ellas eran mujeres impuras, mujeres que probablemente llevarían la desgracia a cualquiera que decidiera que eran una buena opción de pareja, siendo esas las ideas que hicieron que Samantha dudará, no de él, sino de lo que la presencia de la inglesa haría a la reputación del Joubert.
Los ojos de ambos se mantenían clavados en los ajenos. En los de Alöis ella veía decisión y se preguntaba, ¿Qué veía él en los de ella?. ¿Notaría el temor que comenzaba a experimentar?. No lo supo, pues antes de que pudiera decirle algo más, el Joubert le dijo que era ella quien tendría que lidiar con los pecados de él y acto seguido, la besó.
Apenas los labios de Alöis tocaron los suyos su mente se perdió. El beso que recibía era muy diferente a los que compartiera con antelación, pues el que le daba aquel caballero estaba cargado de ternura, comprensión y suavidad, algo que los clientes del burdel no eran capaces de ofrecer a las prostitutas puesto que ellos solo iban a satisfacerse a si mismos y poco les importaba lo que las mujeres que laboraban ahí sintieran o pensaran. Samantha hubiera podido quedarse inmersa no en el beso, sino en la calidez que experimentaba una vez que este llegaba a su fin y Alöis aún se mantenía cerca. La prostituta cerró los ojos pues no existía nada que pudiera mejorar aquel momento; pero querer extender aquel momento era imposible, pues al llegar a su destino la voz de cochero les hizo separarse.
Alöis descendió del carruaje de manera veloz y ofreció su mano a Samantha, junto con una petición que ella no deseaba rechazar.
– ¿Estas seguro de esto? Recuerda que soy una mujer que salió del burdel hoy y que si me aceptas no volverá, pero que sin importar que no regrese, estará marcada para siempre por el estigma de ese lugar – su mano se encontraba a pocos centímetros de la del Jouber en espera de que él confirmase que estaba dispuesto a enfrentar lo que vendría, pero junto a ella.
Su mirada temerosa no quería encontrarse con la ajena, pero cuando el silencio fue demasiado para ella, levanto el rostro para descubrir en los ojos de Alöis el dolor. Sam no supo como interpretar la mirada que le dedicaba el Joubert, más antes de que su mente comenzará a sacar conjeturas erradas, tal como hizo al escucharlo antes, él rompió el silencio. Tal como ella se lo pidiera, el caballero respondió, llenando lentamente una vez el corazón de la prostituta de esperanza. El alivio inundo el semblante de la joven, quien sonrió sin poder evitarlo.
– Disculpe que malinterprete sus intenciones, pero es que no creí que algo así pudiera sucederme – llevó la mirada al exterior del carruaje en que iban – el que un hombre como usted llegue y decida que una de nosotras es la mujer que quiere a su lado es poco común – después de todo ellas eran mujeres impuras, mujeres que probablemente llevarían la desgracia a cualquiera que decidiera que eran una buena opción de pareja, siendo esas las ideas que hicieron que Samantha dudará, no de él, sino de lo que la presencia de la inglesa haría a la reputación del Joubert.
Los ojos de ambos se mantenían clavados en los ajenos. En los de Alöis ella veía decisión y se preguntaba, ¿Qué veía él en los de ella?. ¿Notaría el temor que comenzaba a experimentar?. No lo supo, pues antes de que pudiera decirle algo más, el Joubert le dijo que era ella quien tendría que lidiar con los pecados de él y acto seguido, la besó.
Apenas los labios de Alöis tocaron los suyos su mente se perdió. El beso que recibía era muy diferente a los que compartiera con antelación, pues el que le daba aquel caballero estaba cargado de ternura, comprensión y suavidad, algo que los clientes del burdel no eran capaces de ofrecer a las prostitutas puesto que ellos solo iban a satisfacerse a si mismos y poco les importaba lo que las mujeres que laboraban ahí sintieran o pensaran. Samantha hubiera podido quedarse inmersa no en el beso, sino en la calidez que experimentaba una vez que este llegaba a su fin y Alöis aún se mantenía cerca. La prostituta cerró los ojos pues no existía nada que pudiera mejorar aquel momento; pero querer extender aquel momento era imposible, pues al llegar a su destino la voz de cochero les hizo separarse.
Alöis descendió del carruaje de manera veloz y ofreció su mano a Samantha, junto con una petición que ella no deseaba rechazar.
– ¿Estas seguro de esto? Recuerda que soy una mujer que salió del burdel hoy y que si me aceptas no volverá, pero que sin importar que no regrese, estará marcada para siempre por el estigma de ese lugar – su mano se encontraba a pocos centímetros de la del Jouber en espera de que él confirmase que estaba dispuesto a enfrentar lo que vendría, pero junto a ella.
Samantha Levine- Prostituta Clase Baja
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Re: There goes the fear [Privado]
Había descendido del carruaje con una velocidad inusual en él, tal vez porque se sentía en falta, ¿Cómo había podido faltarle el respeto a su bella acompañante. Había osado robarle un beso y no conforme con ello, mantenido sus labios tan cerca de los de aquel ángel, que provocase el posible cuchicheo de los transeúntes? Mas apenas girar su cuerpo y extender su mano en busca de la de Sam, las últimas palabras dichas por la joven, en el interior del carruaje, retumbaron en su cabeza, como un disparo de artillería. Sus miradas se cruzaron, y la duda apareció en la mente de Alois ¿Se encontraba dispuesto a ser señalado, escarnecido en algún círculo social, por mantener a su lado a una mujer que aquella sociedad marcaba como nada respetable?
Por un momento, y como si el tiempo se hubiera detenido, su mente recorrió toda su vida. Los recuerdos sepultos de sus primeros años, las discusiones de sus padres, - a puerta cerrada –, en las que su madre se quejaba del continuo chismorreo de los supuestos amigos y conocidos, quienes terminaban contando de la amante de turno del señor Joubert, o del hijo ilegítimo, que había sacado el temperamento y la astucia de su padre. Recordó, cuando ya siendo un joven, se encontraba en la biblioteca de la mansión inglesa, cuando sus padres entraron en la habitación, escondiéndose para no ser parte de una de las tantas discusiones maritales que los esposos Joubert vivían cada semana. En esa ocasión su madre realizó una terrible confesión, - ¿Sabes qué pasó con aquella mujer a la que tanto amabas, y por la que estabas dispuesto a abandonarnos, cuando Alois apenas era un jovencito? Yo la entregue a la revolución, fabriqué las pruebas y tú con la vida ostentosa que le dabas, la condenaste a la guillotina, a ella y al bastardo de tu hijo -. Su padre había querido agredir a su esposa, pero aquella confesión le produjo una apoplejía que lo postró en cama, hasta el día de su muerte.
Alois, pensó en ese medio hermano, a quien conocía, ya que su padre jamás le había negado la existencia, ni la relación de hermanos, aunque existiera un pacto de silencio, puesto que ni su padre, ni su medio hermano, podían ser descubiertos por su iracunda madre. El Joven Joubert, se había quedado horrorizado, pensando que por muchos años él se sintiera culpable de no haber encontrado la manera de salvar a su hermano, y que solo había podido asistir a la ejecución, como una forma de mostrar su cariño y amor a ese joven que moría injustamente. Su mirada se había opacado, recordando a ese muchacho, unos años más joven que él, quien le mirara con tristeza, en su hora postrera. En ese momento había sido un cobarde, no había defendido a su familia, y luego, al saber la verdad, no había repudiado a su madre. Pero ahora, ya no era el mismo, no cometería esos errores, defendería a su familia, de cualquier ser que intentara ofenderla o lastimarla. Por eso, para el militar, Samantha no tenía de que arrepentirse, el pasado estaba en el pasado y él jamás se convertiría en un ser tan inhumano como su madre, no, él la defendería, porque desde ese mismo momento sería su familia, la única que le quedaba en el mundo. No, no volvería a quedarse de brazos cruzados, defendería a su familia, de cualquier habladuría, de cualquier prejuicio, y si debía abandonar algún círculo social por Sam, lo haría con el corazón hinchado de orgullo, por la mujer que tenía a su lado.
La mirada del militar, se iluminó, seguida de una sonrisa que por primera vez en años, florecía espontáneamente en el rostro, - Te acepto, Samantha, como eres, con tu pasado, con tu presente, y con el futuro que construiremos juntos – su mano atrapó la delicada mano de la joven y tiró de ella, haciendo que apenas bajar del carruaje Sam quedara entre sus brazos, - No me avergüenzo, ni lo haré después, porque desde hoy y para siempre, serás mi amada, mi familia, velaré por ti hasta el día de mi muerte – susurró en los oídos de la prostituta, - La Samantha que vivía en ése lugar… si me aceptas… desaparecerá… y en su lugar surgirá mi esposa, Samanta Joubert… ¿Qué dices? ¿Me aceptas? – dijo, quitándose el pesado abrigo y colocándoselo en los hombros, cuando una fría ráfaga de viento, chocó con ellos.
Por un momento, y como si el tiempo se hubiera detenido, su mente recorrió toda su vida. Los recuerdos sepultos de sus primeros años, las discusiones de sus padres, - a puerta cerrada –, en las que su madre se quejaba del continuo chismorreo de los supuestos amigos y conocidos, quienes terminaban contando de la amante de turno del señor Joubert, o del hijo ilegítimo, que había sacado el temperamento y la astucia de su padre. Recordó, cuando ya siendo un joven, se encontraba en la biblioteca de la mansión inglesa, cuando sus padres entraron en la habitación, escondiéndose para no ser parte de una de las tantas discusiones maritales que los esposos Joubert vivían cada semana. En esa ocasión su madre realizó una terrible confesión, - ¿Sabes qué pasó con aquella mujer a la que tanto amabas, y por la que estabas dispuesto a abandonarnos, cuando Alois apenas era un jovencito? Yo la entregue a la revolución, fabriqué las pruebas y tú con la vida ostentosa que le dabas, la condenaste a la guillotina, a ella y al bastardo de tu hijo -. Su padre había querido agredir a su esposa, pero aquella confesión le produjo una apoplejía que lo postró en cama, hasta el día de su muerte.
Alois, pensó en ese medio hermano, a quien conocía, ya que su padre jamás le había negado la existencia, ni la relación de hermanos, aunque existiera un pacto de silencio, puesto que ni su padre, ni su medio hermano, podían ser descubiertos por su iracunda madre. El Joven Joubert, se había quedado horrorizado, pensando que por muchos años él se sintiera culpable de no haber encontrado la manera de salvar a su hermano, y que solo había podido asistir a la ejecución, como una forma de mostrar su cariño y amor a ese joven que moría injustamente. Su mirada se había opacado, recordando a ese muchacho, unos años más joven que él, quien le mirara con tristeza, en su hora postrera. En ese momento había sido un cobarde, no había defendido a su familia, y luego, al saber la verdad, no había repudiado a su madre. Pero ahora, ya no era el mismo, no cometería esos errores, defendería a su familia, de cualquier ser que intentara ofenderla o lastimarla. Por eso, para el militar, Samantha no tenía de que arrepentirse, el pasado estaba en el pasado y él jamás se convertiría en un ser tan inhumano como su madre, no, él la defendería, porque desde ese mismo momento sería su familia, la única que le quedaba en el mundo. No, no volvería a quedarse de brazos cruzados, defendería a su familia, de cualquier habladuría, de cualquier prejuicio, y si debía abandonar algún círculo social por Sam, lo haría con el corazón hinchado de orgullo, por la mujer que tenía a su lado.
La mirada del militar, se iluminó, seguida de una sonrisa que por primera vez en años, florecía espontáneamente en el rostro, - Te acepto, Samantha, como eres, con tu pasado, con tu presente, y con el futuro que construiremos juntos – su mano atrapó la delicada mano de la joven y tiró de ella, haciendo que apenas bajar del carruaje Sam quedara entre sus brazos, - No me avergüenzo, ni lo haré después, porque desde hoy y para siempre, serás mi amada, mi familia, velaré por ti hasta el día de mi muerte – susurró en los oídos de la prostituta, - La Samantha que vivía en ése lugar… si me aceptas… desaparecerá… y en su lugar surgirá mi esposa, Samanta Joubert… ¿Qué dices? ¿Me aceptas? – dijo, quitándose el pesado abrigo y colocándoselo en los hombros, cuando una fría ráfaga de viento, chocó con ellos.
Fergal MacCumail- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Re: There goes the fear [Privado]
Su mano se mantenía extendida en dirección al Joubert, suspendida en el aire y en espera de que el caballero tomara una decisión; porque aunque él aseguraba que quería pasar el resto de su vida a su lado la verdad es que el paso que estaban por dar, definiría el resto de sus vidas para siempre.
Ante los ojos de la sociedad, Alöis pasaría a ser un hombre que mancillo el hombre de su familia al optar por una prostituta en lugar de por una mujer de su estatus social, sería un ingenuo, dirían que engatusado por el cuerpo de la Levine aun cuando él se estuviera mostrando respetuoso en ese aspecto con ella. Por otro lado, Samantha sería vista como una deshonra al apellido Joubert, una vividora que se aprovechaba de la bondad de aquel caballero. ¿Estaban pues dispuestos a enfrentar todas aquellas habladurías? ¿Serían capaces de ignorar todo aquello y enfocarse en ser felices?. La verdad es que Sam lo estaba, porque ella ya había vivido los maltratos de la sociedad, sabía lo que era ser señalada y juzgada, así que aceptar estar al lado del Joubert era una decisión que tomaba completamente consciente, pero ¿él?.
La mirada de la Levine se mantuvo sobre la de Alöis en todo momento, siendo por eso que detecto una sombra que oscurecía el brillo en aquel par de ojos. Al ver aquel ligero cambio contuvo el aliento. Ella no tenía nada que perder pero él, tenía por perder todo, así que la prostituta estaba dispuesta a dejarlo ir, liberarlo de la promesa que segundos atrás hubiera hecho y desear porque tuviera una buena vida.
Con calma, ella fue alejando lentamente su mano, más antes de alejarla del todo, fue interceptada por la del caballero. Los ojos de Samantha fueron a encontrarse con los ajenos y una vez más, vio en ellos decisión y sinceridad. Respondió a las palabras de Alöis con una sonrisa, porque no tenía nada más que decirle porque ella también lo aceptaba, con lo bueno y lo malo que eso fuera a traerles.
El caballero tiró entonces de ella y pronto se vio la prostituta abajo del carruaje, rodeada por los cálidos y poderosos brazos del militar. Un escalofrío recorrió su espalda al escucharle hablar tan cerca y una sonrisa se apodero de su rostro al buscar la mirada ajena.
– Por supuesto que te acepto y claro que esa Samantha desaparecerá, al menos para ti y para mi – protegida, así es como se sentía en aquel momento donde el futuro parecía brillante – y velaremos el uno por el otro, pues es eso lo que hacen las familias – tras decir eso se puso de puntillas, aprovechando la cercanía y le beso los labios de manera fugaz – Seguiré tus pasos, a donde quiera que ellos me guíen.
Ante los ojos de la sociedad, Alöis pasaría a ser un hombre que mancillo el hombre de su familia al optar por una prostituta en lugar de por una mujer de su estatus social, sería un ingenuo, dirían que engatusado por el cuerpo de la Levine aun cuando él se estuviera mostrando respetuoso en ese aspecto con ella. Por otro lado, Samantha sería vista como una deshonra al apellido Joubert, una vividora que se aprovechaba de la bondad de aquel caballero. ¿Estaban pues dispuestos a enfrentar todas aquellas habladurías? ¿Serían capaces de ignorar todo aquello y enfocarse en ser felices?. La verdad es que Sam lo estaba, porque ella ya había vivido los maltratos de la sociedad, sabía lo que era ser señalada y juzgada, así que aceptar estar al lado del Joubert era una decisión que tomaba completamente consciente, pero ¿él?.
La mirada de la Levine se mantuvo sobre la de Alöis en todo momento, siendo por eso que detecto una sombra que oscurecía el brillo en aquel par de ojos. Al ver aquel ligero cambio contuvo el aliento. Ella no tenía nada que perder pero él, tenía por perder todo, así que la prostituta estaba dispuesta a dejarlo ir, liberarlo de la promesa que segundos atrás hubiera hecho y desear porque tuviera una buena vida.
Con calma, ella fue alejando lentamente su mano, más antes de alejarla del todo, fue interceptada por la del caballero. Los ojos de Samantha fueron a encontrarse con los ajenos y una vez más, vio en ellos decisión y sinceridad. Respondió a las palabras de Alöis con una sonrisa, porque no tenía nada más que decirle porque ella también lo aceptaba, con lo bueno y lo malo que eso fuera a traerles.
El caballero tiró entonces de ella y pronto se vio la prostituta abajo del carruaje, rodeada por los cálidos y poderosos brazos del militar. Un escalofrío recorrió su espalda al escucharle hablar tan cerca y una sonrisa se apodero de su rostro al buscar la mirada ajena.
– Por supuesto que te acepto y claro que esa Samantha desaparecerá, al menos para ti y para mi – protegida, así es como se sentía en aquel momento donde el futuro parecía brillante – y velaremos el uno por el otro, pues es eso lo que hacen las familias – tras decir eso se puso de puntillas, aprovechando la cercanía y le beso los labios de manera fugaz – Seguiré tus pasos, a donde quiera que ellos me guíen.
Samantha Levine- Prostituta Clase Baja
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Re: There goes the fear [Privado]
Aquel beso, tan efímero, dulce y etéreo, como el batir de las mariposas, provocó en el ex militar, la misma reacción de un cañonazo en el barco en el que viajara. Todo su cuerpo se estremeció, deseó abrazarla con fuerza, besarle con pasión, mas se contuvo, debía tratarla de la manera en que se lo merecía, con la delicadeza de una mujer especial, aquella que él había decidido sería su futura mujer. Sonrió con picardía, apretando levemente la mano que sostenía, - No te soltaré, jamás lo haré - le susurró al oído. Tirando suavemente de ella, se dirigieron a las puertas de uno de los salones de reuniones mas importantes de la ciudad. Alöis deseaba que todos pudieran apreciar que bella mujer tenía a su lado. En el salón, un enorme grupo de personas charlaban de forma amena, mientras camareros iban y venían llevando los aperitivos de ocasión. Bandejas también portaban copas de vino espumoso, y mas allá, en un rincón del salón, un grupo de músicos amenizaba la velada tocando hermosas piezas clásicas.
Un grupo de caballeros lo saludaron desde lejos, levantando la mano y pidiendo que se acercara, él acomodó la mano de la joven en su brazo y juntos se acercaron a donde los empresarios se encontraban, allí, fueron presentados y cada vez que se presentaba, dejaba en claro que la joven a su lado era su prometida, por lo que muchos de los hombres le daba las felicitaciones por el pronto casamiento, a lo que Alöis sonreía feliz, girando para ver el hermoso rostro de su amada.
Tras pasar parte de la velada haciendo presentaciones, Alöis, se acercó a Samantha y le preguntó - ¿Me permitirías bailar contigo? he deseado hacerlo desde el momento en que entramos, pero, necesitaba hacer aquellos contactos comerciales, te prometo que desde ahora, toda la velada será solo para ti - dijo sonriendo y besando la mano de Sam, -¿Me perdonas, el haberte aburrido todo éste tiempo? -.
Un grupo de caballeros lo saludaron desde lejos, levantando la mano y pidiendo que se acercara, él acomodó la mano de la joven en su brazo y juntos se acercaron a donde los empresarios se encontraban, allí, fueron presentados y cada vez que se presentaba, dejaba en claro que la joven a su lado era su prometida, por lo que muchos de los hombres le daba las felicitaciones por el pronto casamiento, a lo que Alöis sonreía feliz, girando para ver el hermoso rostro de su amada.
Tras pasar parte de la velada haciendo presentaciones, Alöis, se acercó a Samantha y le preguntó - ¿Me permitirías bailar contigo? he deseado hacerlo desde el momento en que entramos, pero, necesitaba hacer aquellos contactos comerciales, te prometo que desde ahora, toda la velada será solo para ti - dijo sonriendo y besando la mano de Sam, -¿Me perdonas, el haberte aburrido todo éste tiempo? -.
Fergal MacCumail- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Re: There goes the fear [Privado]
Después del efímero beso que depositara en los labios del Joubert y de que la promesa de seguirlo a cualquier lado saliera de los labios de la prostituta, su mano fue sujetada firmemente por el ex militar, quien giro para encarar una gran entrada, esa cuya grandeza intimido a la inglesa. Samantha había asistido como acompañante a un gran número de hombres, más nunca fue invitada a un lugar que luciera tan imponente. Con fuerza se aferro a la mano de Alöis, a quien sonrió no sin algo de nerviosismo, pues su nueva vida, esa que podría ser difícil a momentos estaba por iniciar y ya no había vuelta atrás, pues al haber aceptado la mano de aquel caballero, aceptaba todo lo que el futuro pudiera llevar a su vida.
Tomando una respiración profunda y cerrando por un par de segundos sus ojos, la joven inglesa se dijo que todo estaría bien, que nadie sabría, al menos no esa noche, que ella salía de un burdel para vivir ahora la vida de una princesa de cuento de hadas, así que al menos esa noche, podía hacer sentir realmente orgulloso al Joubert. Con paso firme y sujeta del brazo de su caballero de brillante armadura, Samantha avanzó hasta las enormes puertas, que al abrirse le dieron la bienvenida, al igual que la multitud que se encontraba detrás de ellas.
Una vez ingresaron al lugar, la inglesa, se limitó a seguir a Alöis mientras saludaba a sus conocidos, así como a sonrojarse cada vez que la presentaba como su prometida y recibían las felicitaciones por la futura unión de sus vidas. Durante las cortas interacciones con diversas personalidades, Samantha se mostró prudente, actuando como se suponía que una dama de bien debía y guardando sus comentarios respecto a las charlas de Alöis y sus socios.
– No soy muy buena bailando – respondió con una sonrisa en los labios – y descuida, sé que lo más importante era que hicieras conectes para los negocios – apretó la mano de Alöis una vez que él le besó – ¿Quién ha dicho que me has aburrido? Porque yo no he dicho nada de eso, de hecho, me ha resultado bastante interesante las charlas – hizo una pausa antes de morderse el labio. Si bien ella nunca fue invitada a lugares tan elegantes como aquel, si fue invitada regular de reuniones más privadas entre hombres poderosos, así que ella pese a ser una prostituta, estaba más informada respecto a ciertas cuestiones que la mayoría de las damas de “buena cuna” – aunque sabes, no deberías confiar en el hombre a nuestras espaldas – dijo haciendo referencia al último poderoso hombre con quien Alöis tuviera una conversación – él suele estafar a muchos diciendo siempre que las inversiones que pide que se hagan son las mejores pero esas inversiones solo funcionan un par de meses y después no dan más ganancia, lo sé porque siempre hace lo mismo – mencionó antes de mirar sobre su hombro, en dirección al hombre que ya charlaba con otro grupo de jóvenes.
Tomando una respiración profunda y cerrando por un par de segundos sus ojos, la joven inglesa se dijo que todo estaría bien, que nadie sabría, al menos no esa noche, que ella salía de un burdel para vivir ahora la vida de una princesa de cuento de hadas, así que al menos esa noche, podía hacer sentir realmente orgulloso al Joubert. Con paso firme y sujeta del brazo de su caballero de brillante armadura, Samantha avanzó hasta las enormes puertas, que al abrirse le dieron la bienvenida, al igual que la multitud que se encontraba detrás de ellas.
Una vez ingresaron al lugar, la inglesa, se limitó a seguir a Alöis mientras saludaba a sus conocidos, así como a sonrojarse cada vez que la presentaba como su prometida y recibían las felicitaciones por la futura unión de sus vidas. Durante las cortas interacciones con diversas personalidades, Samantha se mostró prudente, actuando como se suponía que una dama de bien debía y guardando sus comentarios respecto a las charlas de Alöis y sus socios.
– No soy muy buena bailando – respondió con una sonrisa en los labios – y descuida, sé que lo más importante era que hicieras conectes para los negocios – apretó la mano de Alöis una vez que él le besó – ¿Quién ha dicho que me has aburrido? Porque yo no he dicho nada de eso, de hecho, me ha resultado bastante interesante las charlas – hizo una pausa antes de morderse el labio. Si bien ella nunca fue invitada a lugares tan elegantes como aquel, si fue invitada regular de reuniones más privadas entre hombres poderosos, así que ella pese a ser una prostituta, estaba más informada respecto a ciertas cuestiones que la mayoría de las damas de “buena cuna” – aunque sabes, no deberías confiar en el hombre a nuestras espaldas – dijo haciendo referencia al último poderoso hombre con quien Alöis tuviera una conversación – él suele estafar a muchos diciendo siempre que las inversiones que pide que se hagan son las mejores pero esas inversiones solo funcionan un par de meses y después no dan más ganancia, lo sé porque siempre hace lo mismo – mencionó antes de mirar sobre su hombro, en dirección al hombre que ya charlaba con otro grupo de jóvenes.
Samantha Levine- Prostituta Clase Baja
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Re: There goes the fear [Privado]
Alöis, estaba fascinado con la mujer que le acompañaba, aquella joven que ademas de hermosa, dulce y sincera, era astuta a la hora de los negocios. Sonrió ante el consejo que le daba, no era un hombre que dejara que otros, por mas poderosos que fueran, lograran embaucarlo. El ex militar poseía espías, informantes, en toda Europa, y casi en cualquier lugar de la tierra, pues era un beneficio al ser parte de foreign british, pero aún sí, permitió que ella se explayara. ¿le importaba de donde ella había conseguido los datos que tan honestamente le entregaba?, claro que no, Aöis la aceptaba con su pasado, por lo que no poseía sentimientos de celos. Aunque el solo hecho de pensar que aquel hombre podría haberla herido de alguna manera, aunque mas no fuere con sus palabras. Hizo que por un segundo, su rostro se crispase, pues ella en tan solo unas horas, se había vuelto el tesoro mas importante en su vida.
Inspiró, y dejó salir sus frustraciones en un lento y suave suspiro, que no llegó a oídos de la joven, pero que le permitió cambiar su expresión, en cuanto la joven se giró para volverlo a mirar, luego de indicarle quien era el estafador. Sonrió como si nada le molestase, - No te preocupes, te prometo que no caeré en su trampa, pero ayudaré a que termine una temporada tras las rejas, en un húmedo calabozo - afirmó, sonriendo satisfecho, al pensar que era la mejor venganza por una posible ofensa a su futura esposa. Como aquel que antes de haber comenzado una batalla, sabe que la victoria estará de su lado, por una buena estrategia, y por poseer un secreto que le dará el esperado triunfo, tomó el delicado brazo de la joven y tiró suavemente de el - La próxima pieza está a punto de comenzar, y deseo que todos admiren la preciosa prometida que me acompaña - se acercó al rostro femenino, y besó su mejilla, al hacerlo, miró por sobre el hombro de la joven, y logró descubrir al estafador, mirando en dirección de la joven, como si la hubiera reconocido, - maldito bastardo, sigue creyendo que saldrás impune, pero pronto llegará tu castigo - caviló, al momento de apartarse del rostro femenino y dirigirse con su amada al centro del salón.
Inspiró, y dejó salir sus frustraciones en un lento y suave suspiro, que no llegó a oídos de la joven, pero que le permitió cambiar su expresión, en cuanto la joven se giró para volverlo a mirar, luego de indicarle quien era el estafador. Sonrió como si nada le molestase, - No te preocupes, te prometo que no caeré en su trampa, pero ayudaré a que termine una temporada tras las rejas, en un húmedo calabozo - afirmó, sonriendo satisfecho, al pensar que era la mejor venganza por una posible ofensa a su futura esposa. Como aquel que antes de haber comenzado una batalla, sabe que la victoria estará de su lado, por una buena estrategia, y por poseer un secreto que le dará el esperado triunfo, tomó el delicado brazo de la joven y tiró suavemente de el - La próxima pieza está a punto de comenzar, y deseo que todos admiren la preciosa prometida que me acompaña - se acercó al rostro femenino, y besó su mejilla, al hacerlo, miró por sobre el hombro de la joven, y logró descubrir al estafador, mirando en dirección de la joven, como si la hubiera reconocido, - maldito bastardo, sigue creyendo que saldrás impune, pero pronto llegará tu castigo - caviló, al momento de apartarse del rostro femenino y dirigirse con su amada al centro del salón.
Fergal MacCumail- Condenado/Vampiro/Clase Media
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