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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Neru Le Course Miér Feb 25, 2015 11:13 pm

Ugh… No debí aceptar… No debí aceptar…
Esta frase se había repetido en mi cabeza toda la mañana y parte de la tarde. ¡Y continuaba! Porque sabía que me estaba arriesgando demasiado lo cual no era mi intención. Admito que los problemas abundan a mi alrededor, mi sola presencia parece atraerlos. Pero por lo general me mantengo a buena distancia de los problemas serios. Cazadores e inquisidores que no dudarían en hacerme pedazos, quemarme, o cualquier otro tipo de tortura o muerte. ¿Por qué entonces había aceptado al pedido de una mujer amiga de mi madre?

• Porque es amiga de mi madre.
• Porque no es mala persona

… Creo que debería tener otras razones para aceptar pedidos de magia, pero pensaré en ello luego. Más tarde o dentro de unos días si me acuerdo.

En fin. Me había vestido para pasar desapercibida en las calles, con un vestido simple y desgastado; un chal me cubría la cabeza y protegía del frío (creo que era azul originalmente pero se había convertido en gris con el tiempo); incluso llevaba zapatos bajos y no los usuales tacones. Me sentía pequeña lo cual era molesto pero lo soportaría. Mi rostro estaba algo manchado y mi cabello enredado. Mi madre y algunos conocidos me reconocerían de inmediato, pero para personas que me había visto solo un par de veces sería una persona completamente distinta. Marie, mi querida madre, me había ayudado aún cuando detestaba ensuciarse, eso me arrancaba una sonrisa. Tan educada como era, tan de clase alta y seguía siendo tan amable y con tantas amistades con personas de las calles. Era un misterio en su propia manera.

Dejé la mansión aún con el sentimiento de nervios, los tenía siempre que iba a usar magia para otra persona. ¿Y si me equivocaba en algo? No importaba tanto cuando solo yo soportaba los errores, pero cuando era otra persona… Felizmente nunca me pedían cosas demasiado complicadas. ¡Viva por los pedidos simples! Continué mi camino con tanta calma como me era posible mantener, al menos en apariencia, hacia el bosque. Porque evidentemente todos los encuentros clandestinos con un ser sobrenatural debían ser en el bosque. Aunque técnicamente yo aún era humana.

Fue un largo viaje, pero estaba acostumbrada ya que muchas veces había ido al bosque. Llegué cuando el sol aún no terminaba de ocultarse, aún tenía tiempo hasta que la otra mujer llegara de modo que me senté contra un árbol. No conocía el nombre de la mujer y ella no conocía el mío, mientras menos supiéramos la una de la otra mucho mejor… ¿En verdad no sabrían quién soy, no? Empezaba a hacer más frío y sin darme cuenta doblé las rodillas, apoyándome en ellas para darme calor. ¿Tardaría mucho en llegar? Me gusta el bosque, pero me quedaría dormida si tardaba demasiado. En realidad, no parecía mala idea. Comencé a cerrar los ojos, hasta que algo más llamó mi atención. Alguien… ¿cerca? No, pero se acercaba. Movida por la curiosidad miré por detrás del árbol en el que me apoyaba, hacia el lugar de dónde sentía la presencia de alguien más. Era una silueta y no podía ni decir si era hombre o mujer, pero podía ver los colores de sus ropas. La mujer con la debía encontrarme llevaría algo rojo… Esa figura no llevaba rojo.

Muévete, ¡vamos!
Me gritó una parte de mi mente pero el cuerpo no escuchó. ¿Cazador? ¿Inquisidor? Cuando se acercó más pude ver que era un hombre y de inmediato me oculté tras unas rocas. Quizás no me viera, me aferré a esa esperanza. Pero pronto sentí algo más, ¡alguien más! Esta vez no me moví para intentar ver de quien se trataba.


”Mi suerte tan difícil como yo. Nunca sé si está de mi lado o en mi contra.”


Última edición por Neru Le Course el Dom Mar 22, 2015 1:32 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Imara Rákóczi Sáb Feb 28, 2015 10:29 pm

“Tempestad en medio de la noche”


La luna llena no se encontraba demasiado lejos de mi vivir, tan solo un astro solar más y el dolor de la metamorfosis calaría cada pequeño rincón de mi ser. Aún no me acostumbraba en absoluto y los días anteriores a esa etapa del mes siempre eran los peores. Los instintos y los sentimientos eufóricos eran los únicos que me invadían, comer, pelear y desgastar todas mis energías hasta caer rendida al suelo, agotada completamente. Trabajaba en las cuestiones más pesadas de mi empleo cuando esos escalofríos sin piedad recorrían mi cuerpo. Pues me avisaban que debía temer, porque mi conciencia pasaría a un lugar muy lejano pronto y cuando mis ojos vuelvan a abrirse estaría perdida por horas enteras. Por ello mismo y no otra cosa, fue que me lancé a patrullar la ciudad. Como hacía en esos tiempos de humanidad, donde ser un soldado de la inquisición era mi única vida, afán y responsabilidad. Aquellos momentos donde solo me preocupaba hacer mis tareas con eficacia y rapidez. Matar, espiar, reprimir o ir de guarda-espadas a cualquier lugar del mundo. Y ahora, mi principal tarea era organizar el local de un maldito vampiro que solo se pasaba el tiempo degustando mujeres y buscando más y más poder. Le debía la vida, sí, me había salvado del suicidio de alguna extraña manera. Y aun así mi orgullo no terminaba de permitirme responder a sus solicitudes con precisión. Me consideraba alguien leal, para nada sumisa, pero si valerosa incluso ante mis superiores. Estricta y sumamente imponente. Por ello se me había dado la gerencia del bar de vampiros, donde no se podía cazar ni allí ni por la zona de sus alrededores. Y cuando hablaba de tareas tediosas, era cerciorarme que eso no pasara. 

Mis únicos días libres eran los de antes de la conversión, puesto que los chupasangre eran una aversión para mí, tanto como en raza como en ser humano. Los odiaba, las ganas irremediables de matarlos me consumían y cuando no tenía todo el autocontrol estipulado, me sucedía aún peor. Fue así como me dediqué a deambular hasta que la tarde cayó con la fresca otoñal. Me terminé adentrando a los bosques, mi instinto parecía guiarme hacía algún lugar, o quizá eran los recuerdos, no lo supe aun cuando sentí a personas en un radio de más de veinte metros. Pero allí estaba el dulce, dulce aroma de la pólvora recién usada. Incluso el calor de las armas se humectaba en mis sentidos y como un fiero animal me lancé a investigar. Llevaba puestos unos pantalones de época, con las botas de taco romo altas hasta las rodillas y la camisa de lino color natural metida dentro de los pantalones. Un cómodo saco corto para espantar el frío y los guantes negros de cuero ajustados a la piel. Mis cabellos iban cortos, agarrados en una cola baja. De espaldas, fácilmente pasaba como un muchacho, lo único que me delataba era aquel rostro de piel pálida y ojos celestes, con pestañas demasiado populosas. Pues en lo que era bustos o curva, no tenía ninguna que pudiese realmente definirme como una dama. La espalda marcada, las caderas pequeñas y la voz gruesa, me dejaban en mi disfraz intacto. ¿Por qué razón lo hacía? Las mujeres eran tratadas como objetos, sin embargo, mi forma de ser no me permitía dejarme ser como tal.

Dejé entonces las manos en los bolsillos cuando terminé por encontrarme con la presencia de un inquisidor. Lo supe por sus armas, no llevaba un rifle, sino una pistola de balas de plata. Era joven, no más de dieciocho años, por lo que era evidente que estaba recién ingresando en aquellas artes. Nuestras miradas chocaron con obviedad aparente y por momentos me hice la desentendida. Hasta que con un solo mirar, pude notar la presencia de ni más ni menos que una bruja. Lo sabía, había cazado millones y el ser un licántropo me daba aún más habilidades para percibirlo. — Está prohibido cazar por los alrededores, joven. — Como si solo pensara que él buscaba una presa para alimentarse, me daba curiosidad, ¿cómo estarían los inquisidores de ahora? Yo había nacido allí, pero lo normal era ingresar a los quince años. — Nada que le interese señor, váyase por donde vino. Es urgente, está en peligro aquí. — Me retó aquel con infames habladurías, mirando directo hacia donde una muchacha se encontraba. Evidentemente escondida y como un ovillo. Mi rostro no pudo disimular el disgusto. ¡Maldito ingrato! Dijeron mis colmillos en una pequeña mueca y odié entonces a todos mis impulsos, mi naturaleza lycan hizo que aquel chico sospechara al instante. Y su arma se levantó con rapidez, pero no tanta como la mía. Había pasado más de veintitrés años entrenando y estaba a una noche de la luna llena. Me abalancé con furia a su ser. — No contaba con un hombre lobo, me dijeron solo de una bruja.  Ahora los mataré a los dos. — Bramó en un pequeño susurro y mis puños ya estaban desbalijando uno de sus hombros, lanzando con las piernas -apenas recompuestas de una anterior pelea-, una patada a su estómago. — Hoy no. Oye tu, ¿quieres que lo mate?—
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Mensaje por Neru Le Course Mar Mar 03, 2015 4:43 pm

Podía sentir el desprecio que emanaba del hombre y con eso supe que no pasaría de largo sin reparar en mi presencia. Porque el desprecio iba dirigido a mí. O al menos a lo que yo era y había acudido al bosque en mi busca. ¿Había sido la mujer quien me traicionó? ¿O le habrían obligado? Podía hacerme esas preguntas una y otra vez, pero de nada iban a servirme. En realidad, siempre había sabido que sería cuestión de tiempo. No necesitaba a alguien a quien culpar, solo conseguiría acumular rencor y yo que conocía el poder de la empatía prefería evitarlo.

Más cerca, cada vez más cerca. No solo el inquisidor, sino también la otra presencia se acercaban. Y yo no me había movido, tenía miedo, nadie antes se me había acercado con tan claras intenciones de matarme. Sospecha sí, en muchas ocasiones, y se iban de igual manera, solo con sospechas pero nada sólido. Mis dedos se cerraron en torno a una daga que llevaba. Por extraño que fuera, Marie me la había dado pero nunca antes había tenido que usarla. No quería usarla, no, no, no… mientras repetía eso en mi cabeza ya había dejado la daga flotando a milímetros del suelo gracias al alma que había puesto dentro.

Las palabras de la segunda figura me sacaron de mis pensamientos y fue un alivio saber que no era un compañero del inquisidor… por otro lado significaba que era un señor común y corriente… No lo era. Lo vi en el momento que levanté la cabeza y su aura me dijo claramente que era un licántropo. ¿Cómo podía sentir sorpresa y emoción aún en tal situación? Me puse en pie cuando vi el brillo del arma del inquisidor y quise gritar al joven licántropo una advertencia. Pero el grito murió en mis labios. El licántropo había sido aún más rápido y mientras yo miraba ya se había lanzado contra el inquisidor. Solo podía mirar como un desconocido me salvaba. — ¿Matarlo…? — Parpadeé un par de veces antes de darme cuenta de lo que me preguntaba. — ¡No! Digo… por favor…  ¿? — El inquisidor había querido matarme así como también al licántropo; pero yo no podía desear su muerte. Mi horror ante la imagen que se formó en mi mente fue tal que la daga estuvo a punto de salir volando y tuve que pisar el mango con un pie para evitarlo. — Lo siento… P-Puedo dormirlo… si me lo permites. — Después de todo no era yo quien peleaba. Me moví un poco y la daga, al ser liberada, volvió a mi mano.

El inquisidor que había recibido los golpes del licántropo y había perdido su arma lucía bastante más joven de lo que había imaginado. Debíamos tener edades cercanas, pero vidas tan distintas. Crezcan, ordené mentalmente a las raíces del bosque, en específico a aquellas sobre las que el inquisidor se encontraba. Era una orden simple y el resultado fue casi inmediato cuando las raíces aprisionaron las piernas del inquisidor.


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Mensaje por Imara Rákóczi Sáb Mar 07, 2015 4:09 pm

“Gritos teñidos de carbón”


Siquiera por un segundo pude pensar realmente en la integridad de aquella que se escondía detrás de las piedras. No, claro que no, lo que deseaba era sentir la adrenalina por mis venas, destrozarlo y al mismo tiempo clavar mi propia estaca de plata en mi cuerpo. Las dos caras de mi moneda deseaban enfrentarse estrepitosamente, la inquisidora que había guardado en mi interior, luchaba contra el salvajismo que el lobo desataba en los días previos a la luna llena. Los caninos que escondían mi boca se transformaban, movían mis dientes y estrangulaban la carne, apretaban los brazos del muchacho que parecía tener toda una vida por delante. Una vida humana, una que yo no volvería a tener. Y por ello mi cerebro no pudo terminar de escuchar las palabras finas y semblantes de la muchacha, yo ya estaba disponiéndome a destrozarle la yugular. Pero no pasó demasiado tiempo hasta que entre jadeos de insaciable cólera terminé por detenerme. Quizá fue el timbre de su voz o el dolor tibio que estaba recorriendo mi brazo derecho cuando el muchacho con todas sus fuerzas buscó algo con lo que defenderse. Agujas de buen diámetro estaban apuntándose en mi carne y con una sonrisa en su rostro él supuso que me había ganado. El fuego por dentro era dulce, pero la naturaleza de Gaia lo era más. — ¿Quieres dormirlo? ¿Para que cuando despierte vaya por alguien más? Para que el odio hacia los sobrenaturales se incremente en su alma... Haz lo que esté en tu dominio entonces, hechicera. —

Bramé con aquella gruesa y tajante voz. Empujando al ingrato que había osado lastimarme, pero él estaba dispuesto a luchar, sus golpes se dirigían a mí, como si fuese un jodido mutante se inflamaba en cólera. En otro momento, hubiese acogotado su cuello de un solo jalón para así terminar con el drama de un difunto. Pero no se me daba en ganas tener una muerte más en mi itinerario. Mis manos temblaban insatisfechas y chasqueando los dientes me propuse tirar de aquellos clavos que quemaban, lanzándolos uno a uno al suelo, dejando que así la sangre caiga poco a poco, como gotas sobre el suelo. No solía distraerme en batallas, jamás daba la espalda a un oponente, por más débil que fuese. Aunque mi orgullo era altivo, mi prudencia lo era más. Y por ello la visión de las raíces agarrando al muchacho fue un entretenimiento total. Se enrollaban ferozmente, el aura se volvía tediosamente pesada y con un suspiro mediocre alcé la vista aquella pequeña acompañante que ahora mostraba su presencia. Le sonreí con sequedad, mientras me agachaba a apretar la pierna con la que había golpeado. Ya estaba completamente regenerada, pero molestaba a la hora de flexionarse. Y pronto terminé por levantarme, sacando de mi bolsillo trasero un pañuelo blanco, simple, si siquiera un bordado. Y lo apoyé sobre la piel que ya estaba terminando de cerrarse por completo.

— ¿Y cuándo lo piensas dormir? Si quieres puedo terminar el trabajo. — Pregunté moviendo mi rostro, haciendo así que los cabellos platinados se fueran hacía atrás. Eran cortos, lo suficiente para que se resbalaran de las manos de quien quisiera aprisionarlos. Mis ojos celestes, casi grises se posaron sobre la asiática y me dediqué a acercarme altivamente. Pero con una inescondible curiosidad, era pequeña, demasiado que apenas llegaba a rozarme la altura de los pechos. Siempre había sabido que los orientales eran de esa forma, pero se podía decir que era la primera vez en presencia de uno de ellos.  Enarqué la ceja y la observé de arriba abajo. Su vestido, su perfume, su piel e incluso los mínimos accesorios que llevaba. La tela de su capa y la pulcredad absoluta que tenía me daban a la idea que era alguien en cubierto. Una chica que no vivía de limosnas. Su clase social estaba escrita en su rostro y su proveniencia no hacía otra cosa más que confirmarlo. Los orientales o eran pobres y esclavos o eran de la más alta sociedad. — ¿Por qué estás en el bosque a esta hora, y sola? ¿Quieres morir? — Con rudeza y alzando la mano a su mentón me quedé expectando, elevándolo apenas unos milímetros para poder verla fija a los ojos. Pero noté entonces el riguroso filo de un arma blanca y alcé la ceja como quien no oculta su sorpresa. Esperando algún tipo de explicación, como si me la debiera. ¿Qué hacía ella con algo así? ¿Acaso venía a matar a alguien?
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Mensaje por Neru Le Course Mar Mar 10, 2015 8:00 pm

Uh… sonaba enojada… O quizás era, ya saben, porque estaba en medio de una pelea. Seguro que mi persona, y lo que hiciera o dijese, no era a lo que prestaba mayor atención. Además, ¿la bruja inútil diciéndole qué hacer? Si yo no fuese esa bruja precisamente; quizás tampoco tendría muchas ganas de escucharla. Incluso podía mostrarme de acuerdo con el hecho de que en cuanto se despertara, aquel inquisidor no iba a estar muy agradecido. No, claro que no. Seguiríamos siendo un par de seres no-humanos (¡¡a pesar de que los hechiceros sí somo humanos!!) que habían usado sus maléficos poderes en contra de un simple humano. Ugh… sí, lo admito. Así no dan muchas ganas de ayudarlo. — Sí… supongo que no escucharé un “gracias” de su parte — Comenté en consecuencia de mis pensamientos, aunque no estaba segura de si alguno de ellos iba a escucharme. Uno estaba siendo detenido por las bonitas raíces del bosque y el otro se quitaba los clavos. Eso sin duda, parecía doloroso.

Y yo aún no me había acercado al inquisidor que ya estaba bastante enredado y no parecía nada feliz con ello. — ¡Ah! Sí, claro. Ya lo hago. — Reaccioné en cuanto me volvió a hablar. Tenía que dormirlo… tenía que dormirlo… Sí puedo hacerlo, en serio. Pero en realidad no sé cuándo despertará. Volví mi mirada al muchacho y mordí un poco mi labio mientras mentalmente hacía el conjuro. ¿Demasiado fuerte? Pude ver como la consciencia del inquisidor se desvanecía en su mirada a pesar de que intentó resistirse. La atmósfera a mi alrededor se volvía extraña, somnolienta… hasta hube dejado de repetir las palabras silenciosas.

Cerré los ojos por unos segundos, con fuerza y cuando los abrí noté que me había distraído mientras me encargaba de dormir al inquisidor. El licántropo se había acercado a mí; pero ahora que veía con mayor atención descubrí que era una mujer en realidad. Antes solo había reparado en su naturaleza. Era más alta que yo, como casi todo el mundo; creo que solo los niños son más pequeños que yo. Su apariencia era más masculina que femenina de modo que asumí prefería hacerse pasar por un hombre. Me observaba con atención, ¿curiosidad? — ¿¡Eh!? — Mi pequeño grito de sorpresa por cómo me hizo mirarla a los ojos no pudo evitarse. No intenté evitarlo, ni alejarme; en cambio respondí a sus preguntas con un tono que estaba entre la sorpresa y la timidez. — No, claro que no. Venía por un trabajo, pero supongo que no importa ahora… Un inquisidor no era lo que esperaba. — Inquisidor del cual empezaba a olvidarme. Al ver que su mirada se apartó de la mía por un instante mi voz se fue apagando, luego la mujer volvió a mirarme como pidiendo una explicación lo cual me confundió por un momento. — ¿Qué sucede? — Pero antes de que me respondiera moví ligeramente la cabeza y entendí lo que había visto. Claro, aún tenía la daga en la mano. — Ah, eso. Mi madre me la entregó. Por precaución. — ¿Demasiada honestidad? En fin, no cambiaba el hecho de que era la verdad. — Nunca la había usado… bueno, tampoco la he usado ahora. — Sonreí un poco.

Al ya haber respondido a sus preguntas tomé su mano, la cual me sostenía el mentón, para poder liberarme. — Gracias por la ayuda. — Dudaba mucho de seguir viva o en una pieza si ella no hubiese pasado por el bosque. Volví a guardar la daga entre mis ropas, no la necesitaría. — Ahm, él no va a despertar en unos días… o hasta que otro hechicero lo despierte. — También había la posibilidad de que otras criaturas le encontraran antes, pero no quería pensar en esas posibilidades. Terminaría queriendo poner más hechizos que le mantendrían a salvo, pero no podía olvidar la furia que había sentido en él. — Tienes razón… Cuando despierte su odio no se desvanecerá… — Lo cual era triste. — Pero no podía dejarlo morir… ¿Es extraño? — Ni siquiera yo estaba segura de si la pregunta era para ella o para mí.


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Mensaje por Imara Rákóczi Lun Mar 16, 2015 1:09 am

“Ni un por qué, ni un hasta luego, la bondad ya no existe”


Observé sus movimientos, siempre me habían gustado los hechiceros, aun cuando tenía que ir a matarlos, me parecía interesante como usaban la fuerza de los demonios, ángeles o su mismo espíritu para hacer las cosas. En su momento estaba completamente segura de que se trataba de un pacto con el diablo. Le entregaban el alma para poder tener poderes sobrenaturales, luego, al encontrarme con condenados, supe que era algo que estaba desde que uno nacía. Tal como los cambiaformas, era algo que no podían evitar ni aunque fuesen los más abocados a Dios. Por ello mismo me quedé observando sus movimientos, como balbuceaba muy castamente, haciendo contacto visual con el inquisidor que se removía y juraba maldiciones sobre nosotros y al final sus ojos se fueron hacía atrás, me pregunté si estaría muerto pues fácilmente noté como su ritmo cardíaco iba descendiendo, pero no, su respiración era claramente altiva. Peiné mis cortos cabellos hacía atrás con una mano y posé la mirada en la muchacha pequeña, de brazos tan finos que seguro eran fácilmente quebrables. — Vas a dormirme a mí también. — Bramé molesta por el aire pesado, me sentía incomoda, sumamente molesta, en gran parte por el ciclo natural en el que me encontraba y por otro lado, era el instinto que tenía por defenderme ante provocaciones como esas. Sin embargo y para mi suerte lo hice sonar bastante poco intimidante. Lo cual era extraño viniendo de mí, pero supuse que fue porque ella no me resultaba amenazante. Más bien me daba curiosidad.

— Mrgh, supongo que un trabajo de brujería, porque no te ves como si fueses a sentarte a hablar de números— Comenté a modo de burla con una media sonrisa en el rostro, mientras observaba sus peculiares rasgos, incluso su color de piel difería mucho con los que conocía. Paseé mi mirada una y otra vez, escuchándola de a ratos; pensé en soltarle aquel rostro rápidamente, pero parecía que el tiempo se me había acortado demasiado. Incluso no terminé de comprender lo que decía, ¿su madre? ¿Qué clase de madre le daba un arma a su hija? Básicamente ello significaba que sabía que podía meterse en problemas. ¿Realmente una daga? Difícilmente eso podría salvarla cien por ciento de alguna situación. Suspiré más molesta que conforme. Sus respuestas no me convencían. —Tu madre es una irresponsable. Y tú una despreocupada. Así es como terminan quemadas en las plazas cada dos meses. — Mis cejas estaban profundamente apretadas contra mis ojos, se notaba a leguas que no me resultaba correcto. Era demasiado estructurada, terca por completo. En la inquisición todas las misiones se completaban a la perfección y ahora, siempre me mantenía precavida y conociendo los momentos en los que podía o no salir. Y por ello no podía entender a los demás, parecían vivir en un mundo rosado. — Pues no me lo llevaré a mi casa para que esté seguro. Que Dios lo ayude si es que hizo el bien. Sino, terminará muerto o peor. — Permití entonces que tomara mi muñeca y la quitara de su mentón, después de todo, ya había captado sus rasgos perfectamente. Pero enarqué la ceja y observé sus deditos ajustándose, esperando que se apartaran.

Pronto mis manos se hundieron en mis bolsillos y me quedé observando el paisaje entretenidamente. Las raíces salidas de la tierra y aquel hombre atado por completo con ellas. Si no llegaban a salvarlo en ese mismo día o al siguiente, un licántropo vendría y terminaría el trabajo que yo no había terminado.  — De nada. Y en realidad no sé realmente si es odio, algunas veces es solo lo que le enseñan de pequeños. Lo que sea, si sale vivo luego no estará contento. ¿Nunca has matado a nadie? Aunque por tu aroma se nota tu clase y la pulcritud de la misma. Vamos, te acompañaré afuera del bosque. ¿O seguirás aquí esperando? — Volteé la vista sin poder responderle del todo su última pregunta, ella era extraña, y no solo por el hecho de que no quisiera dejarlo morir, sino porque se notaba que estaba dudando. Por más  humildad que los sobrenaturales tuviesen, la iglesia no la tenía, degollaba fácilmente, quemaba con una crueldad sublime. Observaba como la carne se iba tostando y el aroma de la misma se hacía presente. Era de esa forma que había perdido el tacto con todo. Sea sangre, venas o intestinos, difícilmente podía llegar a alterarme. —Me puedes decir Pavilion y no puedo responderte, porque no lo sé. Lo único que sé es que no elegiste un día apropiado tampoco. La luna llena está próxima y los cazadores se pasean más, buscando algunos enloquecidos ya por la naturaleza. — Expliqué con una tranquilidad abismal, mientras me apoyaba en uno de los árboles cercanos, observando de a tantos como la herida de mi brazo iba cicatrizando.
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¿No odias mi suerte? [Pavilion] Empty Re: ¿No odias mi suerte? [Pavilion]

Mensaje por Neru Le Course Dom Mar 22, 2015 1:38 pm

En mayor a menor medida la magia siempre incomoda un poco. Lo sé bastante bien. De los vampiros lo más destacable es su inmortalidad, beben sangre; son las cosas que más resaltan de ellos a pesar de que poseen otras habilidades también. De los licántropos, ¿hace falta decirlo? Se transforman en lobos con la luna llena, son más fuertes que un humano. Similar sucede con los cambiaformas. Tienen en común el poder físico. Los hechiceros somos distintos, la mayoría de nuestros poderes se centran en las emociones, en los pensamientos. Es más complejo y a la vez más simple. Creamos fenómenos difíciles de comprender incluso para nosotros. A nadie le gusta saber que un hechicero puede tener control sobre tus ideas y pensamientos. Que podemos controlar las acciones de otros. Por eso mismo intento no usar demasiada magia o al menos no afectar a más personas de las que debería. Pero solo otro hechicero podría comprender lo difícil que era no utilizar la magia cuando quisiera. Es parte de nuestra naturaleza y no es sencillo reprimirla.

Me encogí de hombros ante sus palabras. Sí, debía tener razón en que yo era muy despreocupada. ¿Acaso pensaba que era imposible que me atraparan? ¿Creía que no ardería como muchas otras brujas antes que yo? No. Me quemaría con tanto sufrimiento como las anteriores, estaba segura. Las dagas me atravesarían la carne y mi sangre sería tan roja como las de otras brujas como yo. Pero el caso era que no me gustaba pensar en ello. Algún día iba a morir, no importaba si era hechicera o una humana sin magia; pero no quería pensar en ello cada hora, minuto y segundo de mis días. Sería una vida muy aburrida. — No sé usar una daga, es verdad. Por eso debo hacer que haya alguien más en ella. — Solo mi poder como titiritera movía la daga… no, no la daga sino al alma dentro de ella. No iba a negar que no era una magia muy bonita. Yo misma la consideraba cruel por la forma en que debía imponer mi voluntad. No era feliz con ello, pero no tenía porqué serlo. Era mi poder para bien o para mal y lo usaría si debía hacerlo.

… Y solo si debes hacerlo. Recuerda eso, Neru.
Adam, su voz aún me lo recordaba. Sin importar cuantos años pasaran, su voz seguiría en mis memorias.

La mujer licántropo parecía preocuparse menos que yo por el destino del inquisidor. Pero el resultado era el mismo, la vida del joven quedaba en manos de… ¿del azar? Para mí, como bruja y pudiendo manipular el “azar” eso no tenía mucho sentido. Mejor digamos que quedaba en manos de su dios. — No… vamos. — ¿Quedarme a esperar? Ni siquiera yo lo haría. No por aquel joven al menos.

¿Mi olor? No supe como reaccionar a ello. ¿Sentirían algo parecido las personas cuando yo leía sus emociones? Sin embargo no me preocuparía por mi olor porque sus otras palabras atraían más mi atención. Ella parecía conocer más de los inquisidores que yo. Aunque para tal caso, seguro que la mitad de Francia conocía más cosas al respecto que yo. — Desde niños… — ¿Odio? Sí, eso enseña a la Iglesia a aquellos que la escuchan. Incluso muchos seres no naturales como yo creen en esas palabras. Sacudí la cabeza, entristecida por personas a las que no conocía. — No diré que somos inocentes por completo; pero ¿acaso elegimos ser lo que somos? — Nacimos así o fuimos transformados contra nuestra voluntad. Pero aquellos con poder muchas veces abusan de él y aquellos que no lo poseen lo temen; y así se crean los conflictos. Así se crea la muerte.

Yo soy Neru. — Le di mi nombre real. Quizás no lo aprobara, pero ya debía haber notado que yo tendía a ir a mi propio ritmo. A veces lento, a veces rápido y casi siempre sin sentido. — Tú pareces tener mayor control. — Comenté luego de posar mis ojos en ella, curiosa como siempre. Había olvidado que se acercaba la luna llena. No conozco a muchos licántropos, ella es la primera en realidad, y siempre se me olvidan algunos detalles sobre razas con las que no tengo mucho contacto. Que situación más complicada, pensé al recordar lo que sabía de licántropos, gracias a los libros de mi padre. Durante la luna llena no podían quedarse entre las demás personas porque las lastimarían y en los bosques les esperaban los cazadores según la mujer. Peligro, peligro, peligro… Peligro en todas partes. — También deberías tener cuidado. Cuando la luna llegue… deberías esconderte o… no lo sé. ¿Cómo lidian con las noches de luna llena? — Me preocupaba por ella. Me había ayudado y por tanto era natural que no quisiera que algo malo le sucediera. ¿Podía ayudar? Lo dudaba, además que ella me daba la impresión de que no lo aceptaría. Era una mujer bastante fuerte, podía verlo.
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Mensaje por Imara Rákóczi Mar Mar 31, 2015 7:07 pm

“Ni tragedia ni temor ante una maldición desprovista”


Mi naturaleza, y no necesariamente hablaba de la licantropía, me obligaba a estar siempre alerta, a escuchar las palabras ajenas intentando leer cada frase, cada pequeña acotación podía tener varias lecturas. Muchos podían decirme que era paranoica, que era una moneda al azar, pues muchas veces pensaba demasiado y muchas más otras hacía lo que mis instintos me obligaban. Pero eso era solo una máscara, la realidad es que la estrategia se posaba siempre en mi mente. La diferencia estaba en el aura de lo que estuviese frente a mí. Saber si yo era mucho más fuerte o no me era fácil de descubrir, tal como en aquel caso supe que podía vencer a aquel inquisidor rápidamente. Sí, había salido herida, pero era parte de lanzarme a contraatacar sin esquivar. Cuando uno tiene mayor resistencia puede optar por eso, recibir un golpe a costa de proporcionar uno mucho más poderoso. Esa era mi realidad, la manera de hacer las cosas que tenía. Si hubiese sido un hechicero, las acciones se hubiesen dado de manera completamente diferente. Me hubiese mimetizado con el ambiente para pasar desapercibida y atacar directo a la cabeza con sigilo. Sin darle oportunidad alguna de que pudiese tocarme o maldecirme. Pero eso no era algo que ella necesitara saber y probablemente tampoco le interesaba, parecía estar demasiada ensimismada con sus pensamientos, mirándome como si fuese un cuadro o un libro con palabras sobre la frente. A lo que fruncí el entrecejo, sin decirle que apartara la vista, aunque me incomodaba, no era tan despreciable para hacérselo saber. — ¿Metes almas en eso? Eso está bien, después de todo uno tiene que valerse de lo que sabe en situaciones como esas. Pero escóndela ahora o te la haré tragar. Es de plata, me daña la retina de solo verla. —

No era una amenaza que fuese a cumplir y mi media sonrisa lo dejaba en claro. Tenía una sola debilidad cuando de personas se trataba y eran las brujas, me causaban una curiosidad inconfundible, me obligaban a querer protegerlas como si se tratase de animales en extinción. Y es porque realmente eran humanos, unos que tenían habilidades mucho más allá que simples maldiciones, como el vampirismo o la licaneidad. — Algunos sí, muchos humanos caen en la tentación de la vida eterna, empiezan como esclavos de sangre y terminan como chupasangres. Adictos a ese elixir como si fuese el agua bendita para Dios. Pero muchos otros, tal como yo, son convertidos sin querer, por la irracionalidad que no nos deja pensar en las noches de luna llena. Quién sabe si ya he pasado la maldición alguna vez. Cada día luego de ello los recuerdos se vuelven inexistentes para mí. — Era verdad, tenía poco tiempo en esa forma y aunque había aprendido a controlar mi humor, quizá más rápido que cualquiera, eso no significaba nada. Seguía igual de maldita que los demás y los huesos quebrados y las heridas de muerte con las que podía llegar a despertarme con los rayos del sol eran prueba de ello. Aunque me era fácil regenerarme, mucho más que a otros, pues tenía el poder de la fortaleza en mi cuerpo, mi piel que parecía tan blanca y fina era una capa de dureza increíblemente fuerte. Y no podía decir que me disgustara, era fácil recomponerse de cualquier cosa de ese modo. — ¿Neru? Que nombre más extraño posees. Sí, Neru, tengo control porque fui criada para mantener mi humor apresado, pero en estas épocas la adrenalina es demasiado fuerte. — Mordía mis labios, sintiendo el deseo inexplicable de correr y correr por todos lados. Como un perro que ha estado dormido por un día entero.


Una risa tranquila y grave escapó de mis labios, volteando a verla de reojo en lo que alzaba la mano para apoyarla en sus cabellos y guiarla hacia el lado más rápido para llegar a la ciudad. Su pequeñez me resultaba incluso ridícula y mi ceja se quedó arqueada cuando estando al lado mío pude medir su verdadero tamaño. Negué y miré unos momentos hacía atrás. Al parecer no había nadie, pero temía que aquella persona con la que ella se iba a encontrar apareciera de momento a otro. Por un lado iba a ser un alivio, no la habían matado, por el otro, era una molestia tener que acarrear con dos personas justo esa tarde. — Esconderme o tener cuidado no es algo que pueda decidir por mí misma. Ninguna reja hecha por humanos comunes es lo suficientemente poderosa para retenernos. Necesitaría una de la inquisición para poder contenerme allí y tarde o temprano me volvería loca. Todos los lycanes atrapados terminan dementes, no pueden desagotar las energías para seguir una vida normal. Y poco a poco terminan lastimándose a sí mismos hasta encontrar la muerte. — Le comenté con una tranquilidad abismal, sin duda prefería estar a disposición de la naturaleza, que encerrada con los barrotes de plata que estaban construidos en las mazmorras. Aún podía recordar lo que se hacía cuando había demasiados sobrenaturales. Los ponían juntos, vampiros y licántropos en una jaula. Las peleas eran más sangrientas de lo que podía imaginar y de esa manera se mataban y dejaban más espacio. Usualmente eso lo hacían con los que ya habían sido testeados por los tecnólogos para las nuevas armas. Daba gracias por jamás haber sido parte de esa rama de la inquisición. — No se puede lidiar con esto, aunque cuentan algunos que cuando pasan los años y te entrenas para poder controlarte, Gaia, la supuesta madre de la maldición y la naturaleza, te da las fuerzas para controlarte en la forma animal. Pero jamás me encontré con alguien con esa capacidad. — Alcé los hombros y agaché la cabeza monitoreando que la zona estuviese libre por adelante. Aún faltaban muchos metros para poder llegar a la civilización y la noche estaba demasiado pronto a acercarse. Entrecerré la mirada y suspiré, apretando los puños en búsqueda de control en mi misma. — Tenemos que apurar el paso, bruja. — 
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