Los Brujos del Bosque Árido

por **Flora Levallois** Dom Mar 22, 2015 4:56 pm

Agra, India.
Mercado.
1798.

Flora siguió caminando sin querer detenerse, no hablaba hindú pero el llevar un interprete afrancesado y amante de los viajes, le daba la certeza que algo encontraría en aquel lugar tan pintoresco. Las finas telas se movían al compas del viento, suaves y transparentes, escogía una a una, sumando más a sus compras de vuelta a Francia, especias...curry y azafrán, para las cenas, para los vinos y una suma más a su colección, puras y desde su origen.
Las artesanías ya eran otro mundo, solo algunas rupias y algunos avaros e inteligentes ante lo extranjero pedían francos. Brillantes francos. La pobreza podía olerse a pesar de los colores y la amabilidad, incluyendo aquella devota creencia en el más allá y la resurrección, religión y la doble moral de creer en mitos oscuros e historias sobre objetos extraños que algunas veces si llegaban a existir. Así empezó la ruta a la obtención de aquel raro objeto encontrado en las ruinas de templo de los monos, de donde viene la historia de Mowgli, aquel viejo libro escrito con exquisita sutileza y mostrando parte de la India de aquellos días. En callejones llenos de obscuridad los perros ladraban rabiosos y enojados al parecer por su presencia o la de cualquier extraño al pasar, un hombre de sonrisa socarrona la invitó a pasar por un angosto rincón a una casa medio construida y con poca iluminación, Zachary, que así se llamaba su traductor sintió el temor, mayor que ella 5 años, sabía con ventaja los beneficios que la precaución traía a los fieles, pero Flora siguió más allá con el asombro que sus 16 lunas le daban en aquel momento, lo haló hacia ella con una de sus delgadas manos, el chico delicado se dejó arrastrar entre quejas y gemidos. - Eres un cobarde.- afirmó el guardaespaldas que la francesilla no había olvidado llevar. - Camina, con fuerza, tu ama te lo pide.- a ella, le gustó su tono, era alto y varonil. Silencioso e imponente, con una sonrisa, llevó al chico hasta el fondo detrás de ella. - Gracias, Phillip. Me encantan los ingleses.-

Pasaron en medio de la envejecida puerta, los hombres amablemente esperaban adentro y tomando su mano la acompañaron hasta los pasillos, largos y coloridos. - Mandrágora, sabes lo imposible que es conseguirla? Tendría que ir hasta el nuevo continente por ella.- las tomó con sus delicadas manos dándoselas al vendedor, varias y semillas para plantarlas. Feliz sonrió sintiendo la energía al fondo de la habitación, el objeto brillaba particularmente sobre uno de los estantes al final del cuarto, era una maseta cuadrada de madera, adornada con líneas horizontales negras y rojas. Encima de ella un campo lleno de flores, color verde pasto en las mañanas y verde oliva en las noches o en la obscuridad, en el estaban plantadas una flores pequeñas y rojas, en la mitad una gran silla en comparación con los personajes que allí se encontraban. El color de la silla era también rojo y vibraba, no era normal e iluminaba lo oscuro. Al unísono se escuchó que los hombres alrededor del mueble se movían, pequeños y vestidos, acompañados por rastrillos.

"Mira, mira, olas en el tiempo, así somos nada más. Brilla, brilla...brilla la codicia, perdido en el tiempo van."

Eso era lo que cantaban, Flora se había acercado para ver lo que sucedía, cantaban con ojos brillantes. Sonrió girando a los vendedores. - Cuánto por ella, Caballeros?- preguntó sincera en francés, si la habían traído allí solo por las plantas exóticas era extraño y cruel. Pero ellos asintieron alegres y según lo que Zachary le traducía estaba en venta, solo para los elegidos...los que tenían el don, ellos no lo poseían y poco a poco habían ido cayendo en la pobreza. Los Brujos del Bosque Árido, así los llamaban, no se sabía su procedencia, sólo su historia en un libro de cantos y hechizos, pócimas y conjuros, intensificando el poder de estas. Le entregarían el libro junto a la planta y mirando a Phillip sonrió con orgullo, el hombre respondió igual. - Esa era su pequeña- pensó, mientras dejaba que el traductor se fuera a hacer negocios para arreglar todo lo demás. Tomaron el carruaje de vuelta a casa, Flora tocó la mano del ingles con delicadeza, era grande y masculina. Él le gustaba y en el hotel estaría un rato con su compañía, luego leería un poco más hasta que el sueño llegara.
"Un regalo de verdad, una silla en el tiempo, un instante para toda la extraña y singular realidad." leyó cerrando por fin el libro - Viajes en el tiempo, te imaginas?-le dijo en la comodidad de su suite, estaba casi desnuda y tranquila. Los besos de Phillip olieron a vino y fueron suaves, sus manos recorrieron su cuerpo y ella decidió juguetear un rato más. Día a día se escucharía aquel canto y de nuevo a esa hora por un instante ella abrió los ojos esperando volviera a brillar para ella aquella noche, una tenue luz y una satisfactoria sonrisa. Levantó al pobre hombre que con un beso en la frente fue despedido no sin antes besarla un rato, en su soledad fue momento de apreciar el poder de aquella pieza y descansar, anhelaba cerrar los ojos, la puerta se cerró y tras ella el silencio, acomodó sus cobijas y bajo ellas entró en una hipnosis lenta, luego el sueño. el hotel era tranquilo, cálido y Agra apenas anochecía del todo.