We were born sick || Priv

por **Angelic Van Helsing** Vie Mar 27, 2015 9:30 pm

¨My lover's got humour...She's the giggle at a funeral...¨

El dolor era insoportable, la plata incrustada en lo profundo de su carne, escocia, ardía y disparaba por su cuerpo oleadas de un dolor tan insoportable que imposible de describir. Aquella herida supuraba grandes cantidades de sangre, y por más resistente que fuera la licántropa era demasiado difícil estuviera fuerte en aquel momento, de hecho era un milagro que aun continuase convida después de ese episodio en aquel callejón donde el cazador se dispuso a herirla a muerte, Maldita sea la hora en que había ido a caer en aquella trampa mortal. Pero nunca pudo adivinar las intenciones de aquel hombre. Las cuales al final y gracias al egocentrismo de ella le habían puesto justo donde él quería.

Afortunadamente, gracias a su entrenamiento, resistencia y el descuido del cazador, había podido correr con la suficiente rapidez para colocar entre ellos una notable distancia. De resto el instinto había hecho su trabajo, Angelic vago sin rumbo fijo, o por lo menos eso era lo que ella creía al transitar por las calles de parís a aquella hora de la madrugada, expuesta a mas seres sobrenaturales, enemigos de los de su clase, no solo por ser inquisidora, si no por ser licántropa. Y de esa misma forma expuesta a otros cazadores clandestinos, que con la crisis de ataques deambulaban por parís en busca de trofeos. Todo en la actualidad era una lucha de poderes donde cada quien se encargaba de hacer justicia por su propia mano, unos de forma legal, otros no tanto, pero al final el fin era la destrucción y la supervivencia.

Su vista empezaba a tornarse borrosa, su piel empezaba a ser más pálida tomando un color enfermizo, haciendo evidente las ojeras bajos sus ojos, aquellos que estaban perdiendo brillo, sus rosados labios estaban también pálidos, carentes del vital líquido que corría por sus venas y hora solo drenaba a borbotones por aquella profunda herida. Perdida entre espesa neblina, sin poder visualizar el camino, Angélic se guiaba de los muros de cada construcción por donde pasaba, encontrándose al final en la entrada de Montmartre . Sonrió con debilidad, aquella paradójica situación la había llevado justo al lugar que no había visitado en años por miedo a no enfrentar a sus demonios. Entonces comprendió que a veces necesitamos llegar hasta el final para poder estar en paz con nosotros mismos.

Deambulo entre las tumbas como un alma en pena, su apariencia no daba pensar otra cosa, sabiendo exactamente hacia dónde dirigirse, conocía muy bien el camino a pesar de que hacia una década no visitaba aquel lugar. Y ahí bajo aquel viejo roble se encontraban las dos lapidas, una junto a la otra, de aquellos seres que aun en la muerte cumplían el juramento que se hicieron en vida frente al altar, estar por siempre juntos. Esos seres que llenaron su niñez de alegría y que al ser lo que ella era ahora solo les avergonzaba, sus padres.

-Después de tanto tiempo…- murmuro con voz débil sentándose frente a ellos en la húmeda hierba-Me parecía que era justo venir a despedirme…sé que en otro lado no estaré con ustedes…- musito y se recostó sobre aquellas frías lapida , sus parpados estaban pesados y sus ojos se fueron cerrando entregándose a la oscuridad ,si saber si volvería a ver la luz.

por **Vaughn Rosenstock** Dom Mar 29, 2015 9:12 pm

Él es una criatura nocturna. Gusta de la noche más que el día. La luna incrementa sus poderes, no es un hombre que le guste sólo lo común, siempre busca ser el mejor, por eso deambula sin importar que hayan pocas personas, de hecho le fascina no tener que estar rodeado de seres inferiores a él. Siempre lleva compañía, aunque parezca que se encuentra solo. Nació con alguien más, ese gemelo que tiene sus apariencia aunque se encuentre cómo una estela de luz. Nadie los comprenderá, y no necesitan hacerlo, ellos no requieren de la lastima ajena, nadie puede sentir tales cosas por ellos, son más que cualquiera. De eso no hay duda.

Lo cierto es que siempre tiene pretextos para rondar. Su ambición lo llevaba a buscar nuevas víctimas, y también socios, cómplices, y aprendices. Todo depende de lo que se quiera. Muchas de las piezas que siempre ha buscado ya se encuentran en su lado del tablero, sin embargo le faltan un par más. ¿Por qué le es tan difícil encontrar criaturas que se apeguen a sus descripciones? Es meticuloso, quizás por eso es el mejor, porqué no deja que se le escape ni una. Nadie se le va a comparar, por eso tiene quien le respalde. Nadie nunca comprenderá cómo siempre se sale con la suya. ¿Por qué no lo entienden? Reír es lo único que puede hacer cuando quieren pasar por encima de él, de ambos. La idea del triunfo cercano le llena de entusiasmo.

Aquella noche necesita un poco de energía oscura, por esa razón se asoma al cementerio. Siempre se encontrará alguna alma que necesite desahogar sus penas. Detesta a esos que le rezan a los muertos, al menos a esos que no supieron seguir en aquella tierra. Su hermano es admirable, sigue ahí, aunque la memoria se le escape. Se adentra sin pensarlo dos veces. Drakon se pasea como una luz, guiándolo, dejándole pasar por el camino correcto. Su hermano gemelo, el fantasma, siempre revisa el perímetro, no está dispuesto a perder al brujo, ambos tienen un pacto, ambos van a dominar por encima de los demás. Por eso lo guía hasta aquel lugar, donde la sangre cae a chorros, y los invita a querer averiguar qué ocurrió. Ella no se da cuenta, se nota débil, lo cual le da grandes ventajas. Más de las que ya posee.

— ¿Alguna vez te dijeron que te eres sumamente patética? — Chasqueó la lengua divertido. Estiró la mano hasta el charco de sangre mojó un par de dedos con el liquido carmín, y después se los llevó a la boca. Se dio cuenta entonces de lo que ocurría: licántropo + plata. Mala combinación. — ¿Quieres seguir con vida? Porqué si eso quieres yo podría ayudarte, pero ya sabes, nada es gratis, así que piensa bien lo que vas a responderme — La figura de su gemelo se hizo presente. Parecían dos gotas de agua, aunque claro, el segundo estaba muerto, sólo era como verlo en un espejo.

Vaughn estiró la mano de nuevo, y lo llevó a la cadera de la inquisidora, con sus dedos precisos metió el par de dedos que introdujo a su boca, a la herida, y con destreza y tosquedad sacó una de las balas, sólo como ayuda, solo como advertencia. Cómo ella quisiera tomarlo, pero antes debería aceptar el pacto.

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