Noche Accidentada - Privado - Iris D. Burn

por **Nella Lombardo** Sáb Mar 28, 2015 4:48 pm

Esperó a que todos los sirvientes de la mansión estuvieran dormidos. Su nana, que dormía en un cuarto contiguo al de la niña, comenzó a respirar de forma pausada, tranquila y rítmica, supo que por fin se había dormido. Estaba decidida, quería saber en qué trabajaba su tutor, lo había escuchado en varias conversaciones, con diferentes invitados, hablar en su despacho sobre redadas y trabajos nocturnos. Aquello había despertado la curiosidad en la niña, quien no lo pensó mucho antes de decidir salir por su cuenta a buscar alguna de esas reuniones que tan divertidas le habían parecido.

Tomó un pequeño bolso, se puso las botas de cuero que le habían regalado en su cumpleaños. Se había vestido como un muchachito, un pantalón de lana, camisa, pullover varias tallas mas grandes que las que debería, haciendo que pareciera un niño de la calle. Cubierta por una capa de lana obscura, se escabulló como lo hacía habitualmente. Recordó lo que le dijera una vez su madre adoptiva, - debes conocer a los amigos, pero aún más a tus enemigos – pero lamentablemente, aquel consejo poco le había valido a la pobre infeliz, quien terminara asesinada por el padrastro de Natale.

Hacia muy poco tiempo que había descubierto su condición de hechicera, mas por un accidente que por otra cosa. Aquel tutor había estado hablando con una mujer, ésta se había presentado en la mansión exigiendo verla, pero él había logrado disuadirla. Por lo que habían hablado, la mujer era una inquisidora y creía que Natale no era una niña normal. Aun recordaba las palabras disonantes, las amenazas y el portazo cuando la mujer se retiró. Cuando pudo encerrarse en su cuarto pensó que si lo que decía la mujer era cierto, bien sería conocer a esa enemiga.

Natale, pensó que si seguía, a un grupo de esos inquisidores, como lo era su tutor, podría encontrar a esa mujer, o incluso descubrir porqué la odiaba sin siquiera conocerla. Lo único que necesitaba era poder ser lo bastante sigilosa como para espiarlos. Sonrió pensando que esa era una de sus características, – Si soy silenciosa y aprendo a escabullirme, podría llegar a descubrirlos… y por qué no, a ser amiga de alguno – se dijo feliz, ¿acaso podía haber algún peligro en tratar de ser amiga de colegas de su tutor? - por supuesto que no... mientras él no se entere – sentenció.

Media hora después, se encontraba en las cercanías del bosque, contemplando a un grupo de inquisidores que se disponía a comenzar su guardia. Sonrió, estaba ansiosa por comenzar aquella expedición, unos para dar caza a sus enemigos, Natale, para descubrir como era ser un inquisidor

por **Iris D'Aramitz** Sáb Mar 28, 2015 6:02 pm

Entre las calles de parís por toda la tarde habían estado los inquisidores tras la pista de ciertos “indeseables” personajes cuya vida ya paso a las listas negras de la inexistencia, pero ahí en el medio estaba una serpiente que jugaba a dos caras con la misma santa madre iglesia, una mujer que había acudido a Paris con la intención de avisar a aquellos seres de la luna su triste final ¿Por qué lo hacía? Por algo llamado dinero, su ambición estaba primero, su ansia de tener propiedades y títulos lo que le daría poder para así en algún momento atacar al nido de ratas de la iglesia.

Entre los zapatos de tacón bajo, un vestido negro como su alma cubierta por una capa igual de negra en donde se podía ver a través de la abertura, colores oscuros que contrastaban con la piel pálida de aquella víbora, sus labios rojos y aquellos ojos claros como un agua y el cielo despejado que ocultan las tormentas y corrientes bravías; escondida de todos ingresa a aquella mansión, por horas se queda ahí ¿por qué tanto tiempo? Porque llegaba para explicarles el plan de ellos y como evitarlos y a cambio de que ella daba la información, todo se redujo a la propiedad, tendría aquella mansión para ella para hacer lo que le venga en gana y era lo que necesitaba algo de vida para estafar a cuanto jovencito ricachón se le ponga delante.

Al firmar como dueña de su nueva propiedad las palabras de su padre le venían a la mente “no agaches la cabeza nunca” ella odiaba esa palabra porque siempre su familia mantenía agachada la cabeza al punto de venderla a la iglesia como una mascota, con odio firma los papeles pero queda satisfecha, su nuevo hogar, mejor dicho su nueva pantalla para la diversión, ahora tenía que ver “que mascaras mostrar con sus ratones”.

La noche llegó abrazándola en su nueva mansión una que no duraría mucho tiempo, al menos hasta después de que regresen a Italia y la tenga que vender a buen precio, una carta le ha llegado ¿cómo saben los inquisidores dónde está ella? Siempre lo saben aunque no saben sus planes –Así que hay guardia en los bosques y me toca estar ahí para la cacería de lobos, patético– molesta y enfurecida abandona su refugio. Las horas le abarcan cuando llega a su destino aquel oscuro bosque, la ropa se pierde en la noche y no es que le haga falta luz alguna para poder guiarse, solo con percibir el aire sabrá donde se encuentren sus “coleguilla” pero, en el ambiente, hay también otro aroma –Humano – sisea contenta por la senda húmeda del bosque.

No le importo dejar a sus compañeros en el sitio de reunión, al contrario se fue en busca de su cena, aquel ratón que espía al ejército de Dios, tras los arboles oculta por el manto oscuro deja entrever su voz firme pero melódica –Que hace una niña como tú por estos senderos ¿acaso buscas la muerte en manos de los guerreros de su santidad? – sisea percibiendo el aroma dulce de aquella simpática mujer, sus ojos se fijan en el aura que expide mostrándose no como una humana común, pero no se dejaría aquella víbora ver tan rápido, se oculta tras aquel viejo árbol como escudo para quedarse observando a la bruja y a los inquisidores.

por **Nella Lombardo** Miér Jul 15, 2015 7:13 pm

Oculta tras unos matorrales, Natale se quedó contemplando el grupo de inquisidores. No eran muchos, tal vez unos cinco o siete. Se preguntó porque permitían mujeres, ya que según solía decir su madre, - una mujer debe saber cuál es su lugar, y éste es junto a un buen hombre, en el seno de un hogar, sin exponerse a trabajos que no son dignos de una dama – pero no podía dejar de pensar que a pesar de aquel consejo, ella también querría llegar a ser una mujer , valiente y decidida a luchar por lo que creyera justo. Aunque no tenía tan claro, si la lucha que llevaban los inquisidores era del todo justa. Natale se preguntaba si aquel trabajo sería divertido y lleno de aventuras como ella se imaginaba.

Pero no todos los inquisidores serían buenos, por lo menos con ella, como lo era su tutor. No, sin ir más lejos, el recuerdo de una inquisidora que visitara la mansión noches atrás, le provocaba desasosiego . Recordó el rostro de la mujer que había llegado a su hogar, unos ojos de mirada fría, los cabellos blancos como la nieve y la piel tan clara como la superficie de la luna. Aquella mujer aseguraba que tenía todo el derecho de llevarse a Natale. Pero en su corazón surgió una a preguntar ¿cuál era la razón de que exigiera llevarla con ella? Un escalofrío corrió por su espalda. La verdad, estaba agradecida que su tutor, no hubiera permitido su partida. Tal vez podría ser extraño, pero Natale, no sabía nada sobre su condición de hechicera, para ella, todo lo que podía hacer, era un don, como el de pintar o tocar un instrumento.

Absorta en esos pensamientos se encontraba cuando una voz femenina llegó a ella, desde las penumbras del bosque. A la pregunta que le había hecho aquella voz, la pequeña miró a todos lados, intentando encontrar a esa mujer pero le fue imposible, - ¿yo? – Dijo tartamudeando – … no, no, no estoy espiando a nadie… solo… me he perdido – mintió, usando un gesto de niña buena, aquella forma natural en que salió de su boca la mentira, le hizo sorprenderse a sí misma. Cada día descubría que jamás volvería a ser la misma jovencita que dejara Italia, tras el asesinato de su madre.

por **Iris D'Aramitz** Dom Jul 19, 2015 3:45 pm

El frio otoñal que recorre entre los bosques húmedos y sombríos de la ciudad de parís, corta cual filosa arma la respiración de quienes rondan por sus dominios, la tierra oscurecida esperando ansiosa por algún evento que la llene en vida y muerte. Las personas se mueven lento, como si fuera una obra de teatro donde los eventos a suscitarse fueran escritos en alguna obra de mala reputación donde la violencia y el escandalo son lo primordial.

Oculta entre aquel roble con la sonrisa en su rostro, sus labios se tuercen en fina expresión de complacencia por el tartamudeo de quien ha pillado expiando al grupo, que para mala suerte es de ella mismo. Transformarse o no transformarse para asustar a la mujer, quizás sí, pero más adelante, por ahora sisea en perturbar a la mujer, jugar un poco más con su cena hasta que tome el aroma exquisito que tanto le gusta percibir.

El viento agitó con fuerza las ramas de los arboles dejando que algunas hojas cayeran estrepitosamente –Con que te perdiste, verdad, y puedo saber porque observas meticulosamente a esos hombres y mujeres que a lo lejos se hallan reunidos hablando de cacerías a seres infernales, o es que al perderte los viste y estabas decidiendo en acercarte o no, pequeña bruja mentirosa– ríe desde su escondite en clara evidencia de no creer a la muchacha y para ello juega más con psiquis de ella –Soy tu consciencia no me puedes Mentir, brujita, y sabes que más. Este bosque es conocido por atormentar a sus invasores con horrores como la muerte ¿quieres eso? No, verdad, entonces no mientas– no aguanta más la carcajada que busca salir siendo más una risa malévola.

Busca entre el suelo una piedra arrojándola hacia arriba lo más lejos posible creando un estruendo entre las ramas y cuando cae al suelo –Si mientes nuevamente, lo que caerá será una rama en tu cabeza, brujita– sisea serpenteando, observando apartada de la joven bruja, pero también observando a los inquisidores que se han alertado de la joven, la menos ella le servirá para salirse de aquella cacería.

por **Nella Lombardo** Sáb Sep 05, 2015 9:28 pm

Acorralada, así estaba ella, es que ese ser que la había descubierto le podría ocasionar mas daño o disgusto, que una reprimenda de sus tutores y maestros. Suspiró mientras se dejaba resvalar por el tronco del árbol hasta quedar sentada en la tierra. Su boca hizo una mueca de tristeza y estuvo a punto de hacer un puchero, pero cerró sus ojos apretando sus parpados, - bueno, tu ganas, pero… si te cuento un secreto… ¿prometes que lo guardarás? – preguntó buscando a su alrededor a la criatura, - vamos, deja que te vea bien, que también sé que no eres mi conciencia… ni menos una serpiente común y corriente… porque las víboras no hablan – sentenció arqueando una ceja.

Esperó que el animal se moviera y aunque no lo pudo distinguir, supuso que si decía aunque sea un poco de la verdad, éste sería capaz de confiar en ella y presentarse tal como era su forma humana. Inspiró profundo y volvió a buscar al animal, - si yo te cuento, tu deberás hacer lo mismo, comenzando con tu nombre… pero el de verdad… - su rostro mostraba la seriedad que para la niña sería confesar el porqué estaba en ese lugar. Dejó que el aire abandonara sus pulmones, apoyó mejor su espalda en el tronco del árbol antes de comenzar a relatar lo que ella creía, la víbora quería escuchar. – Como tu dijiste, soy una bruja… o mejor dicho una Hechicera… pero tengo instructores que me ayudarán a ser una gran… - se detuvo, casi contaría a ese ser lo que deseaba llegar a ser cuando fuera mayor, - eso… que me ayudarán a ser una gran persona – dijo sonriendo, contenta de que en cierta forma no había mentido del todo, solo ocultado parte de la verdad.

Su mirada buscó la del animal, - ahora te toca a ti, dime… eres una de ellos… ¿verdad? – dijo, señalando al grupo de inquisidores que se encontraban algo apartado de ellas. Volvió a sonreír con cierta picardía y maldad, - de ser así, ¿quieres explicarme porque no estas en ese grupo? Si a mí me descubren… solo obtendré una regañina… pero tu… ¿Qué te podrían hacer? -. Sonrió triunfante.

por **Iris D'Aramitz** Sáb Sep 05, 2015 11:32 pm

Frío, todo era frío pero uno como aquellos que cortan todo a su paso, aquellas ventiscas que se cuelan muy profundo hasta matar a las personas que se cruzan con aquellas sutiles punzadas de muerte, una muerte anunciada como la del veneno de una víbora que sisea entre la maleza esperando a su próxima víctima que descuide paso y poder asestar el golpe mortal.

Lígera ropa que se ve arrojada a los suelos para dejar el cuerpo humano y transformarse en el de aquel animal rastrero que busca su camino entre la oscuridad de la noche, serpenteando entre las piedras y la densa hierba se abre paso hasta el árbol donde aquel cuerpo tibio queda recargado. Su lengua viperina amenaza conforme se va más acercando, el viento camufla el sonido de su avance, repta porque aquel tronco viejo hasta lo más alto para descender con calma escuchando las palabras de justificativo de aquella pobre muchacha.

A escasos centímetros queda de ella, cambiando por la forma de boa a la que tanto gusto tiene, espera a la pregunta de la joven y entonces la toma de la cintura apretándola con fuerza contra la vieja madera, sujeta con mayor fuerza el cuerpo humano sintiendo el leve sonido de los huesos siendo comprimidos. Alza su cabeza a la altura de ella mostrando su lengua abriendo sus fauces pero antes de poder hacer algo, la suelta transformándose en una mujer, una cuyo cuerpo se muestra sin pudor alguno –Y, quién dijo que yo pertenezco a ese grupo, quizás estoy aquí para matarlos o quizás estoy aquí porque soy la presa a cazar y tú estás en medio de ellos y yo– camina directo a donde su vestido estaba arrojado colocándoselo con tremenda calma –Que harías, ¿me ayudarías a escapar brujita?, no porque eso no es de buena persona tú me entregarías a ellos por saciar tu curiosidad mal sana– ríe terminado de colocarse la capa oscura acercándose nuevamente a la muer con una mueca en sus labios, una mueca que muestra una sonrisa retorcida.

La mira de pies a cabeza negando ante las palabras de “regaño” –Ay niña, se ve que no conoces aquel mundo ¿tú crees que solo te regañarán? Claro que no, te quemarían para no dejar testigo, o te llevarían a sus celdas a interrogar el porqué de tu presencia aquí. A menos claro que seas inquisidora, o quizás aprendiz y pupila de algún inquisidor, en cuyo cayo si te regañan pero con un castigo y claro también a tu tutor, eso es peor porque recibes luego doble castigo y doble regaño. Si yo fuera de sus filas no me regañarían ni me castigarían solo preguntarían donde he estado y porque demoro en llegar pero claro eso asumiendo que soy parte de ellos y si fuera así ¿Qué puesto tendría? Quizás de espía en cuyo caso les sirve más no verme. No sé por qué tendría que decirte quien soy si tu no me has dicho quién eres, no me has dicho toda la verdad, como sé que lo que dices es cierto y tú no eres uno de ellos que finge para atraparme– un guiño con la lengua que sisea en palabras a medias, entre falsas y reales.

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