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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Danna Dianceht Lun Mayo 18, 2015 4:33 am

Primavera del 1803

Como cada noche en aquellos dos años que habían pasado desde su nacimiento, la duquesa se acercaba a la alcoba de su pequeña hija para asegurarse de que todo estuviese correcto. Los pasos femeninos fueron silenciosos al pasar por el lado de la cama donde dormitaba y mientras sonreía dulcemente al ver la apacible estampa de Diana abrazada al sueño, una de sus manos acarició con delicadeza las hebras castañas de su hija. —Buenas noches pequeña. — Susurró agachándose a besarle la frente, mientras aseguraba las sabanas a su cuerpo evitando que el frío de la noche pudiese enfermarla. El castillo podía ser el lugar más seguro para ambas, pero el tiempo de Escocia podía ser un terrible enemigo y Diana parecía una niña tan frágil, que en ocasiones sentía miedo de que una enfermedad se la llevara de su lado.

Al salir cerró la puerta tras de sí y asegurándose que estaría bien partió por un pasillo diferente de lo usual aquella noche. Normalmente ni habría titubeado de entrar en la segunda puerta a la derecha del pasillo, lugar donde por muchas noches había agradecido que el sueño se la llevara lejos del dolor que sentía al entrar en la que antes había sido la habitación de los duques; su habitación y la de Adrik y encontrarsela vacía, helada. Sin embargo, esa noche no se encaminaba a su solitaria y fría alcoba. Iba a dar esquinazo a aquella infelicidad que gobernaba su vida cuando no se encontraba cuidando a su hija y tras dos años de aislamiento por propia orden, este estaba por terminar. Las fiestas que llenarían Escocia de bailes y celebraciones se encontraban cerca de su puerta y no se las negaría. Sería la ocasión perfecta para disfrutar de sus calles adornadas y de la amabilidad de la gente. De joven siempre había sido aquella su temporada favorita, la diversión saludable fuera de las cortes y todo el protocolo de normas y reglas que le eran impuestas y por primera vez en aquellos dos años que se había centrado en todos menos en ella, algo en su interior la llamaba a unirse a las celebraciones. Quizás no tuviera mucho que celebrar, pero celebraría la vida. La vida que por suerte, aún no le había sido arrebatada.

Pasó en silencio junto a las puertas donde dormitaba Viktor y la ama de llaves prometiéndose regresar antes de que se diesen cuenta de su ausencia para no preocuparles más de la cuenta. Su hija por suerte tras toda una tarde correteando por los jardines había caído agotada lo que le aseguraba que hasta la mañana no despertaría. Bajó las escaleras principales y una vez ante la entrada principal titubeó con las manos en el pomo de la puerta. Su consciencia le avisó de que no estaba haciendo ningún bien con su escapada. Ya hacía años había dejado su juventud y su rebeldía en el pasado, y tomando otros roles muy distintos a los de antaño había crecido con la responsabilidad que eso conllevaba. No obstante, el sentirse presa en su castillo por aquel tiempo en que se había recluido era justo lo que la empujaba a alejarse y a buscar entre las brasas del fuego una ligera distracción para su mente. Y al final cedió, abrió la puerta con suavidad y cerrándola tras de sí se enfrentó a la calmada y templada noche que le abría los brazos para recibirla. No había más que una leve brisa en el ambiente y desde lejos ya se oía la felicidad de la gente y el bullicio. Sin poder contenerse sonrió y dejó que sus pasos la llevaran a traspasar el bosque que separaba el ducado del pueblo, internándose sin miedo en la oscuridad sabiendo que los que dejaba atrás estarían bien.

Beltane era la fiesta más celebrada en Escocia. La fiesta de la fertilidad y la cosecha donde se les pedía a los Dioses nórdicos que fertilizaran los campos y que la prosperidad bañaran a los congregados ahuyentando las enfermedades que la pasada estación llevo a sus tierras. Todos los pueblos que celebraban el ancestral ritual alumbraban sus calles con antorchas y en medio las plazas se encendían hogueras en las que se centraban todos los canticos y la música, bailando alrededor del fuego hasta la extinción de sus llamas. El hidromiel corría en barriles en las cantinas y se decía que en noches mágicas como aquella era común que los más jóvenes encontrasen a quienes serían sus damas de primaveras, sus musas. El color de los vestidos iba a la par que el fuego por lo que el color rojo era el más usado esa noche entre las féminas. La duquesa llevaba un recogido que dejaba el pelo suelto al viento y el vestido largo del color de las llamas era una oda a la feminidad y a la naturalidad. Tantos corsés y faldas con vuelo que llevaban las féminas de alta clase y al final eran los vestidos más simples los que marcaban el cuerpo de las mujeres a la perfección, sin ningún margen de error.

Finalmente, tras unos minutos atravesó el bosque que la separaba de su destino y con la sonrisa en sus labios al llegar al pueblo, se contagió con la alegría de la festividad. Nunca antes las calles se habían llenado tanto y mostrado tanto colorido. Las calles estaban decoradas con flores y sobretodo con fuego. Allá donde se posara la mirada verde de la licantropa veía todo a su alrededor en llamas vivas. Pasó por una pequeña plaza, se volteó a ver el espectáculo y aplaudió a los presentes cuando finalizaron uno de los bailes al son de las gaitas. La vestimenta que vestía la hacía pasar desapercibida y si alguien la reconoció simularon no hacerlo, el pueblo de Buchan había vivido con tristeza la desgracia de la duquesa y al contrario que otros nobles de los alrededores a los que no tenían en gracia, Danna siempre había sido querida. Restó unos segundos más aplaudiendo junto a los demás, y emprendiendo de nuevo su camino por la calle principal se rodeó de parejas y antorchas que hacían que todo brillara y se viera incluso diferente con esas nuevas luces. El dios del fuego esa noche vivía en cada uno de los presentes. Beltane estaba en el aire, y en los ojos de la duquesa, danzaban imperturbables las sombras de sus llamas.


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Mensaje por Scott White Jue Jul 09, 2015 12:59 am

Salió por la mañana. Tres días después de la propuesta que le hiciera Chelsea y que ambos terminaron por aceptar que el mejor camino era desposando a la viuda Dianceht. Se le preparó el carruaje de viajes largos, una enorme carroza cerrada que tenía dentro una cama y era tirado por seis caballos, además llevaría otro coche donde viajarían sus cocineros y dos sirvientas. —Señor, el carruaje está listo—informó Karl, interrumpiendo las bendiciones de Chelsea para su buen viaje. Todos y cada uno de los Cisnes Negros eran católicos, y era común que pidieran a Dios un buen camino. —Gracias Karl—dijo Scott sin verlo y besó las manos de Chelsea—. Regresaré con buenas noticias, hermana—le guiñó en un coqueteo confidencial y caminó al carruaje subiendo los escalones con paso firme, se sentó en uno de los asientos ubicados frente a la cama; pero antes de que cerraran la puerta Chelsea corrió, entró, cerró la puerta y se arrojó a los brazos de Scott, se besaron con la pasión que sus corazones no podían controlar y él se apresuró a desnudar los hombros de su hermana, Chelsea rió y sujetó sus manos. —Tienes un largo camino que recorrer—volvió a besarlo y luego sujetó su cabeza con ambas manos—, además, lo acabamos de hacer. Te amo Scott, te esperaré, sólo prométeme que no demorarás mucho, no me gusta dormir en esa cama sola, si tu calor—le sonrió. Scott apartó las manos de su rostro y la besó. —Yo también te amo Chelsea, y lo prometo, estaré aquí tan pronto como me sea posible. No creas que no extraño el calor de tu piel—se besaron nuevamente, Chelsea se arregló el vestido y salió deseándole otra vez un buen viaje. La puerta se volvió a cerrar y los caballos comenzaron a andar. Y así, vistiendo una levita negra y leyendo La doncella de Orleans de Voltaire en su idioma original, se dirigió a Escocia.

Scott era un hombre de mar, un auténtico Cisne Negro que amaba surcar los mares, obtener  rutas comerciales era lo que más le gustaba hacer porque era donde más tiempo pasaba en mar. Y aunque no le disgustaban los viajes en coches, los viajes largos le fastidiaban un poco. No era por que su carroza fuera incomoda, porque no era así, posiblemente los carruajes de los Cisnes Negros eran más elegantes, cómodos y prácticos que los de la misma realeza. Si no era por las continuas paradas que se realizaban, no por él, por la compañía que lo seguía y que le era dispensable para viajar. Normalmente Scott comía dentro de su carruaje que incluía un pequeño comedor, usualmente comida fría, sólo se preparaban caldos y carnes cuando se detenían en un pueblo para comprar verduras, frutas y otras especias para poder prepararle la comida a su amo. En los viajes no había hora del té y se recostaba en la cama antes de comer y cuando estaba  dispuesto a dormir, no en otro momento. Cargaba con varios libros, para entretenerse en el camino y muy de vez en cuando abría las cortinas para admirar el paisaje. El cochero siempre le anunciaba cuando entraban a un nuevo pueblo y el siempre respondía «bien» y nada más.

Los cálculos del cochero no resultaron como lo esperaba Scott, cuando llegaron al territorio de la duquesa era de noche cuando tenían contemplado llegar por la mañana. El día anterior descansaron en el pueblo más cercano donde Scott pudo tomar una ducha; eso ayudó a que en ese momento, cuando el cochero le anunció que estaban en el ducado, Scott no se enfureciera. Sentado en el asiento, con los codos sobre sus piernas, los brazos frente a sus pectorales y las manos cubriéndole el rostro escuchó música, abrió sus cortinas, y no muy lejos alcanzó a distinguir antorchas y escoceses bailando. Scott se vio interesado y tocó la ventana del cochero. —Dirige el carruaje a la fiesta ubicada a tu izquierda—volvió a ocupar su lugar sintiendo como los caballos tomaban la dirección que había ordenado. –Es una buena oportunidad para conocer a la gente de este lugar, deben de estar adorando a uno de sus dioses páganos. Una perfecta excusa para liberarse de las ataduras sociales y sacar su barbarie que los hará pecar tanto que no habría mucho tiempo para que se confiesen, pero bueno, no son católicos–pensó con una sonrisa irónica. Como si Scott tuviera la calidad moral para juzgarlos cuando siendo católico debería de saber que el incesto con su hermana era un pecado que los marcaba como grandes pecadores.

Los caballos se detuvieron y la puerta se abrió. La música era más intensa y sentía el calor de la enorme hoguera. Vestido con una levita blanca bajó y se adentró al bosque sin escuchar las recomendaciones de sus sirvientes pero siendo consiente de que sus cocineros se convertirían en su escolta personal. Pronto sus zapatos de satén dejaron de pisar la tierra y se aventuró a tomar una calle para dirigirse a la plaza, caminó entre la gente que bailaba, vestidos de tal forma que hacían que Scott se delatara extranjero cosa que no le importó. Él iba elegante, recto, con unos ojos que brillaban interés y una sonrisa que denotaba el contagio de la alegría y candidez de aquellos bárbaros que no le prestaban mucha atención. Sus cabellos rubios cambiaban de color por las llamas imponentes y sus ojos azules tomaban otra tonalidad mientras se concentraba en admirar la hoguera.
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Mensaje por Danna Dianceht Miér Jul 22, 2015 3:50 pm

Al entrar en las calles principales lo primero que atrajo la atención de la licantropa fueron las decoraciones azules, verdes y rojas que adornaban las callejuelas. Las antorchas alumbraban las calles, los pequeños farolillos también. La gente a los lados de la calle reía, charlaban, bailaban... El hidromiel corría por las calle como si de agua se tratara.  Y aquel solo era el inicio de la noche. Admirando todo aquel esplendor, Danna se paseó alegre, sorteando la gente, llevando sus pasos hacia la plaza principal del pueblo, donde llevaban a cabo los momentos más trascendentales de la noche, como la gran hoguera que ya habían empezado a hacer arder, y el gran baile. El baile consistía en que los jóvenes guerreros  debían de buscar y sacar a bailar alrededor de la hoguera a quienes con sus corazones dulces e inocentes los hubiesen cautivado. Para aquellos guerreros, era un signo de confianza, de amor y de lealtad para quienes consideraban la razón de volver sanos y salvos de las batallas, y para las damas siempre era todo un honor salir escogidas. De ser el amor correspondido en los brazos de aquellos hombres, la protección que anhelaban y la intensa pasión de sentirse amadas y respetadas serían gloriosamente suyos. Ahora aquel baile ya no tenía aquel mismo significado, todo y así era una tradición respetable con la que honoraban a sus antepasados y que a los más jóvenes agradaba, llegando algunas jóvenes a pasarse meses pensando en el vestido a llevar para la ocasión, todo y que al final todas terminarían de rojo.

Una pareja de jóvenes pasó por su lado empujándola contra una joven que rápidamente se disculpó. Ella sonrió y tranquilizó a la joven que tras asegurarse de que estuviera bien acudió a un grupo de jóvenes que desaparecieron entre los fuegos de la noche y los bailes. La mirada alegre de la duquesa repasó cada uno de los habitantes de aquel gran pueblo suyo y se alegró por todos de la felicidad reinante y de aquella paz, que por años y muchas generaciones había reinado en su ducado. ¿Se podría pedir más? La economía les daba lo suficiente para no tener pérdidas e incluso comerciar. Había podido reconducir la mal gestión que su progenitor había dejado en herencia  y sus gentes no pasaban hambre, ni pesares. Ahora tenía a su hija, quien lo era todo para ella y a pesar de aquel vacío dejado por Adrik y que nadie jamás le hará olvidar, ha seguido adelante con fuerza. Por Diana, por su pequeña. Por eso, cuando lo vio aparecer entre las hogueras, la curiosidad inmediatamente acudió a ella y como un imán se sintió atraída por aquella presencia masculina. No supo porque ni que era aquello que le atrajo de la figura desconocida. Tras la desaparición de su oscuro, jamás había visto otros hombres, ni fijarse en ninguno hasta ahora y aquello la trastocó por unos segundos en que su mirada se volvió inescrutable.

Lo vio recorrer la plaza central admirando todo desde la lejanía, aunque parecía haberse contagiado de la fiesta de la que todos disfrutaban por la sonrisa que denotaban sus facciones. Su vestimenta era la propia de la aristocracia extranjera y preguntándose el motivo de aquella inesperada visita las demás jóvenes antes de que pudiera actuar e ir hacia él, la tomaron del brazo uniéndola de nuevo a sus bailes y festejos, danzando así otra vez en la hoguera principal, lugar en el que en poco tiempo la diosa de Beltane haría su magia. Danna intentó resistirse todo lo que pudo. Un extranjero en sus tierras no se veía cada día y deseaba saber los motivos que le habrían llevado hacia su condado, como así también deseaba averiguar que era aquello que la atraía a ir hacia él, no obstante, la candidez y la felicidad que se respiraba junto al calor de la hoguera disipó en unos segundos su preocupación y de nuevo disfrutó, sonriendo sin cesar y danzando al sonido de los tambores, las flautas y las gaitas.

Tanto hombres como mujeres danzaban alrededor de las hogueras y una brisa cálida levantó alto los fuegos logrando la exclamación de muchos de los presentes, que festejaron aún más sumándole a sus ritos, gritos de alabanza a la diosa de Belt, la mujer del fuego. La fiesta estaba en su apogeo y en cuanto el hidromiel empezó a servirse, los más tímidos incluso se unieron a los demás frente a los fuegos. Pronto la bebida originaria de los celtas avivaría más que nunca los corazones de la gente y a pesar de que el corazón de Danna era todo una tierra seca y vacía, probó un poco de aquel elixir junto a las demás jóvenes. El licor bajó por su garganta y pronto sintió los efectos. El hidromiel del ducado era de los más fuertes de la región por lo que no era extraño que los habitantes de otros pueblos acudieran a tomar allí el hidromiel, sobretodo en fiestas. La duquesa tenía más resistencia, pero aun así, el licor siempre terminaba por incitarla en menor medida a dejarse llevar, a actuar más por impulsos en vez de por la cabeza y la razón, a liberarse de aquella melancolía que siempre parecía acompañarla.

Mientras bebía un último sorbo de la bebida, los hombres de un extremo aparecieron batiendo las armas de sus antepasados contra los escudos y se inició una danza guerrera en una de las hogueras mientras las jóvenes tras separarse y dejarles sitio, los rodearon batiendo las palmas. Más allá las señoras de más edad contemplaban los festejos alejadas mientras contemplando a las jóvenes hacían corro de cuales este año terminarían desposadas y de las que a la suerte no sonreiría. La duquesa que se encontraba escondida entre la gente celebró que aún no la hubiesen reconocido y lentamente en cuanto los hombres dejaron las armas y se acercaron a las jóvenes para tomar a quienes serían sus prometidas y esposas, se alejó decidiendo que ya era hora de regresar con su hija y los suyos, cuando de nuevo el destino quiso que volviera a encontrárselo. El fulgor en sus ojos era inolvidable.

Sus ojos verdes brillaron bajo las sombras de las llamas que los separaban a ambos y con la mirada fija en la de él, sonrío cuando él la miró, devolviéndole la mirada con sus profundos ojos. Mirándose, Danna estuvo segura que no sería la única que debía de estar preguntándose quién sería el otro. Quizás, pensó la duquesa, que la vería como una sencilla joven e incluso como una más de esos barbaros que celebraban fiestas tan ancestrales como sus orígenes. Lo cierto era que sí, muchos extranjeros los podían considerar barbaros, pero para la duquesa ellos siempre serian parte de si y como regente en esas tierras permitía que todos sus habitantes pudieran participar en las fiestas populares que una vez fueron de todos, de un pueblo antiguo que aún habitaba entre las líneas genealógicas de las familias más antiguas de la región. Y por ella el que no la viera como la duquesa que era, en ocasiones como estas era toda una liberación. Daba igual que pensara de ella aquel extranjero, ahora no debía rendirle cuentas a nadie, solo a sí misma y a su querida hija. A medida sus pasos rodearon la hoguera y poco les quedaba para encontrarse, la figura de ambos se hizo más próxima. El vestido de la duquesa se tiñó del amarillo intenso de las llamas y el rojo se percibió más intenso en contraste la intensidad de los fuegos. Le dedicó una última sonrisa y quedándose extraviada por aquellos ojos azules metálicos no se dio cuenta de cuando la hoguera finalizó y se encontraron frente a frente, no hasta que su cuerpo chocó contra el suyo y con un ligero rubor, el primero que en mucho tiempo experimentaba, dio un paso atrás separándose de su figura.

Nunca había sido testigo de un fulgor tan intenso como el que el fuego os denota en la mirada, pareciera ser que los dioses de esta tierra os confirieran su gracia. —Dijo sonriendo escuchando de fondo la música y los aplausos que aún reinaban en el pueblo. Las gaitas y las flautas de nuevo entonaban sus cantos.— Mágico y bello este lugar, no os parece?
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Mensaje por Scott White Miér Jul 22, 2015 11:20 pm

El fulgor se hizo más intenso y rehuyó en dos ocasiones de las propuestas de baile. Desconocía en su totalidad la festividad, pero bien sabía que todo lo que veía era un rito. Sin saberlo podía comprometerse o venderse a una acción sexual u otra cosa bárbara que no se alejaba de los tratos paganos sobre la sexualidad.Así que, prefirió no involucrarse con ninguno de los presentes. Pero el lugar estaba infestado de tantos bárbaros que sin poder evitarlo dos de ellos lo tomaron de los hombros. Hedían hidromiel y uno de ellos le ofreció de su propio tarro. Scott no pudo fingir su asco, gesto que los ebrios no notaron, ellos le acercaron más el tarro y el olor le llegó con más intensidad. El líder de los Nottinghams evocó situaciones parecidas, en las que se le ofrecieron bebidas locales. Quizás la experiencia más terrible fue probar el llamado pulque de la cultura indígena de la Nueva España. Pensar en ello le hizo temblar del mismo asco que le había provocado esa bebida viscosa. —Agradesco su intensión caballeros, pero en estos momentos no tengo apetito para beber —dijo en su tono inglés y quitando ambas manos de sus hombros se alejó de ellos.

Comenzó a caminar alrededor de la hoguera esquivando a varias mujeres, al parecer ya lo habían identificado como un extranjero. Por supuesto, Scott sabía que lo harían. No era un ingenuo al pensar que pasaría inadvertido; sin embargo, esperaba no traer tanta la atención de la féminas pese a saberse atractivo. Pero entonces vio unos ojos que la cautivaron, o más bien, volvió a ver. En su recorrido se cruzó con esos ojos pero en un parpadeos éstos se habían marchado dejando en él la sensación de ser una ilusión. Mas ahora, del otro lado de una hoguera que se estaba consumiendo, esos ojos imponentes lo hechizaban. Contempló una hermosa sonrisa y él se abstuvo de devolverle la misma. El inglés estaba anonadado por semejante belleza. No porque se tratara de la única atractiva de aquella velada. No, no era eso; la mujer que ahora rodeaba la hoguera sin apartar sus ojos de él poseía algo poderoso. Era como la mirada de Chelsea  o Bambi. Con fuerza, llena de un sentimiento que aún no podía descifrarse, no era una mujer vacía. En sus ojos había cultura, había clase, decisión, inteligencia y sobre todo armonía.

No se movió, ni siquiera se atrevió a verla de cuerpo completo. No quería verse vulgar. Así que sólo decidió esperarla. Sabía que venía a él, parecía que ella también estaba hechizada por él. Una mutua atracción que él no espero se diera y que al parecer había surgido a raíz, muy probablemente, de su atuendo como extranjero. Estaba perdida en cavilaciones, eso lo percibió de inmediato Scott, sobre todo cuando continuó caminando, violando el espacio personal del líder de los Nottinghams. Y aunque él pudo detenerla hablándole o atreviéndose a tomarle de los brazos, prefirió no callar dejando que su cuerpo chocara contra el de él. Era fuerte, de no tener bien plantados sus pies Scott se hubiera tambaleado por el golpe, mas para ella era normal. Entonces vinieron sus palabras, con ese acento escocés que recalcó la magnificencia que la dama representaba para él en ese momento.

De ser su Dios el que me brinda la gracia con el fuego de estas tierras. A él le pido que no me abandone; así podría tener una conversación con usted —añadió a lo primero y finalmente sonrió—. Más mágico que bello señorita, pues la belleza la otorga el pueblo y si en esta festividad se eligiera una reina usted tendría mi indiscutible voto. Mas me temo que ignoro sus costumbres; espero sepa disculparme —hizo una pausa sin atreverse a mirar a otro lado—, arguyo, que es residente de estás tierras, quizás del ducado. Aunque me a pena decir que me sostengo en su exquisito acento escocés —soltó una breve risa mientras llevaba una de sus manos a sus dorados cabellos, luego, humedeció sus labios mordiéndose el inferior involuntariamente sensual—. Como extranjero desconozco sus costumbres, pero percibo en los rostros de las personas una especial importancia en ser pareja de baile de su opuesto. Por favor, no me pregunte en que baso mi argumento que me avergonzaría… —una nueva pausa y bajo su mano extendiéndola hacía ella—, así como el pensar lo que según yo significa tal acción. De tal modo, me aventajo de mi ignorancia para pedirle que baile conmigo.
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Mensaje por Danna Dianceht Jue Jul 23, 2015 6:32 am

Quizás aún no estuviese preparada, y quizás tampoco debiese de haberse intrigado por esos ojos que más adelante, algún día lejano la llevarían a la ruina, pero sucedió. Y así como la vida transcurre imparable, no hubo nada que pudiese hacer desistir a la duquesa de conocer al dueño de aquella mirada. Ni aun cuando finalmente lo tuvo frente a frente su curiosidad disminuyó, todo lo contrario. Solo se elevó. En la duquesa indudablemente aún permanecía en ella la sensación inicial que se había apoderado de su cabeza en cuanto rodeando el fuego que les separaba, sus ojos conectaron. No se trató de una chispa, más bien un impulso eléctrico que recorrió todo su cuerpo. Si las habladurías que hablaban de ella, la conferían apagada y fría, aquella noche claramente se equivocaban. Toda escocesa tenía fuego en su interior, como también en la mirada cristalina y brillante siempre las llamas de sus ancestros relucían como fantasmas del pasado a la par del fuego que las consumía. No eran complicadas, en su mayoría eran doncellas humildes. Nada que ver con las parisinas y sus altas costuras y exquisitos modales, aquí si las féminas se distinguían de las otras era por su sencillez, lo noble de sus almas y aquel fuego impetuoso, el mismo que aún pese a las malas nuevas y cambios en la vida de la duquesa, seguía habitando en ella.

Tras el choque, levantó su mirada y viéndose por unos pocos centímetros más pequeña que él, sonrío.

Me halagan vuestras palabras señor, más espero no distraeros de lo realmente importante en esta noche; que como habéis recalcado es la magia del pueblo y el ánimo festivo de sus gentes. — Su tono de voz era dulce, recto y fino. Quizás no se presentaría como la duquesa, pero no por ella debía de olvidar de dónde provenía y cuál era el respeto y trato que debía de conceder a los suyos, como a cualquier otro. En ningún momento se asombró de que su peculiar acento la desvelara a los ojos del extranjero, de lo único cuyo asombrada se encontró la duquesa fue de la educación con la que la trató. Cualquier otro aldeano, o incluso noble de tierras lejanas no creía se tomaran tantas molestias. En cambio aquel hombre no solo tenía un magnetismo en su mirada; su voz, sus labios y sus palabras terminaban concluyendo el hechizo y por esas palabras pudo adivinar que debía ser alguien importante. Si su vestimenta cara no reflejaba suficiente su jerarquía, ahora él también se había descubierto. ¿Un noble inglés, quizás? Se preguntó sonriéndole. —Mi acento natal siempre desvelara mi procedencia de la que  por cierto, no vais errados. Mucho me temo que hoy en día es imposible esconder nuestra procedencia y a pesar de pasar parte de mi juventud lejos de Escocia, esta nunca me abandonó. Y vos, si me perdonaís creo aventurarme a decir que teneís un acento inglés inconfundible.

Su plan inicial por el que se había alejado de los bailes y el gentío fueron para dirigirse a su castillo, junto a su hija. Sin embargo, para cuando la mano masculina le fue extendida en una invitación imposible de resistir, gustosamente aceptó. —Será todo un honor bailar con usted. —dijo aceptando su mano, llevando la propia a la ajena. Su porte se inclinó ligeramente en una pequeña y breve reverencia y en cuanto su mano rozó la masculina, ladeó el rostro y humedeciendose los labios de forma inconsciente, sonrío fijando de nuevo sus verdes orbes con aquellos azules eléctricos.—Solo espero que me concedáis unos segundos para poder contestaros y con suerte, resolver vuestras dudas y quizás, daros a conocer un poco más esta tierra. La ignorancia siempre puede llevarnos a adentrarnos en equivocaciones de las que luego arrepentirse, y no desearía que ese fuera vuestro caso.

La sonrisa de sus labios quedó eclipsada unos segundos por las nuevas palmadas que profería la gente a las nuevas parejas de los bailes. Se volvió para mirar atrás y fue testigo de uno de los bailes más mágicos de la noche. Las jóvenes parejas alrededor del fuego se unían y tomándose de una mano sin rozar apenas sus dedos volteaban mirándose fijamente. Aquella danza simulaba la rendición de ambas partes y la aceptación tanto del uno como del otro para crear y soñar con la vida que les deparaba el futuro. Los enamorados se contemplaban con una devoción asombrecida por las llamas fieras del fuego que los unía y a pesar de la gente de los alrededores, se decía que cuando estabas allí, todo a tu alrededor desaparecía, se tornaba borroso y solo entonces eras consciente de la presencia de tu pareja y de la magia reinante de esa noche. Sintiendo el vínculo como nunca antes nadie lo sentía.

Los bailes son un rito ancestral en la que se invoca a la diosa de la fertilidad para congraciarnos con sus favores y cosechar fructíferas cosechas en nuestras tierras. Así mismo también corre la voz de que las parejas que en esta noche se anudan en una promesa de amor, protección y fidelidad, estos la encontraran. — Empezó a hablar, explicándole el secreto oculto y el misterio que había tras aquellos pasos y danzas paganas.—Anteriormente incluso podría considerarse un baile nupcial, para suerte para usted se encuentra en compañía de quien no desea similar acción, y bien si nuestros dioses son benevolentes, estas tradiciones hace años solo actúan como recordatorio del fuego que por nuestras venas corre; No debéis temer. —Le tranquilizó con una gran sonrisa volviéndose a él de nuevo. —De los únicos que debéis temer son de ellos. Una vez estéis en la mira, es muy difícil salirse de ella. —Puntualizó cuando de pronto vio como un por un grupo de jóvenes se acercaba a ellos con intenciones claras de llevarlos a la pista principal, donde se desarrollaban los bailes sociales. Río suavemente al ver como una pareja de jóvenes finalmente eran las victimas de aquel grupo que los llevó casi arrastras ante la hoguera principal y apretando ligeramente la mano masculina esperó por él para llevar sus pasos ante el fuego. Aquel fuego que ahora crecía y crepitaba escondiéndolos en un fulgor casi mágico, mientras frente a ellos los festejos continuaban. Beltane estaba con todos y bajo la ignorancia de la propia duquesa de esas tierras, más que nunca esa noche la diosa del fuego y de la esperanza, estaba con ella. En ella.
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Mensaje por Scott White Jue Jul 23, 2015 12:29 pm

Sus ojos se movieron contemplaron todo el rostro, estrujándolo fascinado, como lo hacía cuando admiraba una gran pintura o una espléndida escultura. Por lo que ella le decía había acertado en el hecho de que era una mujer culta e inteligente. —Nuestros acentos entonces siempre nos delatarán —hizo una pequeña reverencia con la cabeza cerrando sus ojos y sonrió con amplitud—, pero sería una falta fingir, ¿no lo cree?; no hay nada más propio que ser uno mismo, sobre todo cuando se relacionan las ideas y cualidades de su lugar Natal, en mi caso, como inglés podrían considerarme arrogante o hipócrita —hizo una pausa y acercó a la que se convirtió en su compañera de baile—. Aceptaré entonces esa petición que me hace. La curiosidad es una condición humana que me atrevo decir soy ávido de ella, mas usted me da la confianza de escuchar por propios labios de un local que de una persona ajena a este festival —se mordió el labio inferior denotando alegría e hizo que ella diera una vuelta mientras él alzaba su brazo sin soltar la mano femenina.

Debo de admitir que de eso tenía una idea —dijo a lo que refería la razón del baile, pero no se decidió a preguntar el por qué ella no estaba en busca del amor. Posiblemente ya lo tenía o lo tuvo y se negaba a rehacer su vida. En realidad, a Scott no le importaba y no echaría a perder esos momentos maravillosos preguntándole porqué no buscaba un cónyuge como el resto de las féminas. Por otra parte, razón había tenido en creer que el baile pagano iba orientado al encuentro de una pareja y eso le hizo sonreír para sí. Mas enfatizar que ella no era como las demás le pareció interesante al líder de los Nottinghams. En otro momento, bajo otra circunstancia analizaría el comentario, pero no ahora, realmente no le interesaba. Dentro de unas pocas horas se entrevistaría con la duquesa y se valdría de su encanto y su influencia para iniciar, por lo menos, la construcción del que sería el puerto más importante no sólo del ducado, si no de toda Escocia. Mas eso quedaba de lado en ese momento, no pretendía pensar en ello. Su compañera de baile hizo otra vuelta y Scott volvió a traerla a sus brazos—. Me temo que tiene razón en lo último que ha agregado —se alejó unos pasos sin soltar su mano y luego de un jalón delicado la atrajo a él, ahora ambos dieron una vuelta terminando en una reverencia de él para coger de nuevo la mano de su compañía. En ese instante percibió el olor a hidromiel de su pareja de baile, sus ojos no la acusaban y tampoco la armonía de sus palabras, pero indiscutiblemente estaba ese olor en su aliento y aunque no le dio asco le pareció interesante.

Día a día no encontramos con decisiones difíciles de tomar. Las que nos afectaran inmediatamente son las más visibles. Las que no imaginamos que nos afectaran son las que se nos presentan con el paso inclusive de los años; pero sin duda diario nos enfrentamos a ellas —tan concentrado estaba en las expresiones de ella, en el movimiento de esos naturalmente sensuales labios que se olvidó de los demás y sin esperarlo los condujeron a otro lado. Scott se sujeto bien de la mano de su compañera, no quería alejarse de ella y cuando finalmente estuvieron frente a frente de nuevo Scott soltó una risa divertida— ¿Qué pensarán de nosotros?, no puedo llevar el ritmo de esta danza… —decidió callar, la frase culminaría con pagana y no creía conveniente decirlo, quizás la ofendería cuando podía percatarse que en los ojos de su acompañante brillaba el amor por la festividad en la que estaba ya involucrado—. Creo que somos los únicos en bailar tan distintos a todos, agradezco enormemente que siga a mi lado. Me considero el mono de un parque de atracciones —rió con sinceridad y se detuvo acercándola muy cerca de él—; Creo que lo más conveniente es que usted guiara y me encantaría, de no ser una molestia saber un poco más de usted mas permita que yo inicie. Mi nombre es Scott —no susurró, no podía por la música y aún así su voz se escuchó cálida. No la de un seductor, era algo mayor que eso, el líder de los Nottinghams estaba chapeado de sinceridad, cariño y embrutecido por la belleza de la mujer que tenía por pareja y de quien no deseaba soltarle las manos.
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Mensaje por Danna Dianceht Jue Jul 23, 2015 5:51 pm

Solía tener la mala costumbre de debatir la mayoría de sus conversaciones. El que su padre y tutor la educara para mantener un ducado y para poder así superar en ingenio cuando de política se hablaba sobre la mesa, se atribuyó claramente a adquirir aquella costumbre. Que bien si su padre la tenía, no quería decir que fuera buena. Por ello en su juventud, tras quedarse como primogénita única de la herencia familiar buscó cambiar aquellos rasgos que tanto la hacían acordarse del malhechor de su padre. Y lo consiguió, pero aun así, en uno siempre quedaban las imprentas de la familia, de la educación concebida y por primera vez se alegró de no tener nada que debatir contra aquel hombre. Sus palabras iban acorde con los pensamientos femeninos y lo celebró. En todos sus años jamás se había encontrado frente a frente con un joven tal locuaz como seguro y por suerte, tampoco se lo había encontrado jamás en un ámbito político. Y no deseó tampoco encontrárselo, no por el momento.

Tenéis razón. El ser quienes somos suele atribuirse a nuestras vivencias, relaciones y por supuesto, patria y aquel considerado; hogar. Y no deberíamos fingir, todo y que en nuestro caso debo deciros que la sencillez y la humildad, no es fingida y totalmente cierto. Somos gentes libres y de campo y debo decir que el término de “barbaros” si lo encuentro exagerado. No todos somos así, como tampoco todos los ingleses son hipócritas o arrogantes. —Sonrío y mirando a su alrededor entendió el porqué de esa publicidad sobre los Escoceses. En la fiesta parecían unos salvajes alrededor del fuego, pero no eran precisamente los más estirados los que siempre solían participar en eventos sociales, en los que solo se buscaban interesas que propiciar? Al lado de ellos todo su pueblo estaba constituido por corderos inofensivos. — Usted mismo no parecéis ser el típico hombre inglés. — Añadió antes de que dando la primera vuelta sobre sí misma, terminase en sus brazos en aquel baile.

No era lo que se llamaba un baile enteramente escoces lo que ambos danzaban, sin embargo, Danna tras pasar muchos años en Francia conocía a la perfección los bailes de las cortes extranjeras y nada le costó acoplarse a él en aquellos improvisados bailes que habrían sido más acertados realizarlos bajo las luces de un bello y gran salón de baile. Escuchó atenta cada una de sus palabras y solo atinó a reír cuando sintió de pronto como unos brazos se la llevaban y con ella; a su pareja. No se separó tampoco de su mano y en cuanto los dejaron libres y de nuevo juntos río suavemente contra él. Al final ni ellos se habían salvado de ser atraídos a la hoguera principal.

Las decisiones siempre son difíciles. En gran o menos medida cada acción llevada a cabo lleva una repercusión aparte de a nosotros mismos y con ello hay que tener cuidado. Hay que saber enfrentarlas, pero siempre con la mente fría. Si una decisión llega a ser errónea, cualquier de vuestro entorno puede sufrir las consecuencias de vuestros actos. Y no seré yo quien haga sufrir a los demás.—Ahí estaba la responsabilidad que como duquesa siempre había tenido y que llevaba a sus espaldas. Suspiró y sonriendo negó divertida ante el silencio abrupto. —Pagana… podéis decirlo—Articuló leyéndole los labios y los pensamientos, tras aquel silencio que siguió a las palabras masculinas. — podemos ser gente rustica si así podemos llamarnos, pero jamás los temáis. Las familias viven del campo y de los animales, si no de la artesanía. Son gente del bien y no creo que piensen en reprobar vuestras palabras. Vos aquí sois el caballero de la aristocracia y yo; bueno, mucho me temo que una joven tan humilde como las demás y como tal no creo deba interferir en vuestra opinión. Solo debería mejorarla y dejar que seáis usted mismo quien se haga una idea de todo cuanto veis al final de la noche. — Se encogió ligeramente de hombros y danzó volteando hasta que una carcajada suave salió de ella. ¿Por qué no le había conocido antes? —Seguro estarán pensando que poseemos una pata de pato por pies. —bromeó riendo como en esos dos años no había osado reír nunca antes. Sus labios esbozaron una sonrisa y pronto tras la reverencia, adquirió un gesto más serio pero dejando su media sonrisa, para que todos pudieran adivinar que bajo aquella mascara abrupta de seriedad, seguía habitando la joven que antaño había aclamado con su risa. Tosió ligeramente instándose a calmarse y sonrío, devolviéndole una sonrisa y una mirada de respeto e incluso de confianza.—Lenore para serviros, Scott.—Se presentó tras unos efímeros segundos de duda. Sin duda no iba a dar su nombre autentico y que tan fácil habría sido reconocido, sino que dio el nombre de su fallecida y tan amada madre que esperó la estuviese viendo desde los cielos. Esperó que él no supiera ni le sonara aquel nombre de la antigua duquesa de la región y sonrió asintiendo, tomándose como todo un honor el poder enseñarle y guiarle en aquella noche. —Y si entonces confiáis en mí lo bastante para seguirme os confesaré que el baile tampoco jamás ha sido lo mío, más por intentar os juro no pecaré.

Tomándole de la mano lo llevó a un lugar más apartado. Pasaron entre las parejas alegres y en cuanto encontró un hueco en donde tener sitio para danzar, lo llevó directamente hacia allí, dejando su mano libre al llegar y liberarlo. Lo último que deseaba era darse muchas confianzas y que él pudiese quizás, malinterpretarla. Aquí las gentes no eran como los fríos extranjeros de más allá del mar que los separaba. Allí eran más cálidos y cercanos, y mientras en unos lugares el tomar la mano se veía como algo muy ocasional, en estas tierras era un gesto muy cotidiano, sin ese estigmatizado pensamiento de los europeos con sus modales.

Los pasos son sencillos, seguro os recuerdan a vuestra patria. — Comentó situándose frente a él, llevando una mano hacia él. —Primero; unid una de vuestras manos con la mía, así de esta forma. —Le instruyó hasta que la mano de él tomó la suya en medio del espacio que quedaba entre sus cuerpos. — Y ahora ¿Oís los tambores? Por cada retumbo debéis dar un paso y con la intensidad de la música incrementar o bajar el ritmo de vuestros pies mientras ambos volteamos el uno frente al otro. —Informó dando unos pasos de ejemplo al compás de los lentos tambores que recién empezaban de nuevo a entonar.  —Si os perdéis siempre podéis apretarme la mano y reiniciaremos desde el principio si es vuestro deseo. —Concluyó con una sonrisa antes de que la música reiniciara y ambos empezaran o por lo menos; intentaran  moverse al son de los tambores y gaitas.

Al principio temió no haberse explicado suficientemente bien, pero en unos segundos Scott imitó sus pasos y solo cuando le vio sonreír al incrementar la rapidez de los pasos, la duquesa respiró hondo y empezó a disfrutar sonriendo seguidamente. Sus pies bailaban perfectos, en armonía y él no se quedaba atrás. A su alrededor todas las parejas bailaban a la par, en el mismo segundo todas volteaban, excepto ellos dos que parecían ir un poco más lentos que los demás. ¿Pero quién les podía decir nada? Era imposible ir al ritmo frenético de los demás cuando la mirada de ambos no se separaba de la otra. Danna se mordió el labio inferior y aprovechando un segundo en que se deshizo de su agarre para voltear y regresar a coger su mano se liberó del penetrante hechizo de aquellos ojos que bajo su asombro eran imposibles de obviar.

Sus orbes nuevamente volvieron con ahínco a los ajenos, pero ahora con un brillo alegre y tomada de su mano reiniciaron el baile, logrando entre sonrisas adaptarse el uno al otro. Su mano encajaba a la perfección, por suerte las hogueras próximas incrementaban la calidez de la noche lo que atribuía a que la temperatura corporal de ella fuese considerada normal y no un poco más alta de lo acostumbrado. Los tambores incrementaron su sonido, la gaita compensaba con su música melódica, no obstante, los pies de la duquesa empezaron a ir más lento al contrario de los demás. Miró a Scott y entreabriendo los labios, deshaciendo la sonrisa de sus labios empezó a ralentizar los pasos. La música pronto bajó de intensidad y en la mente de la duquesa esta dejó de existir. Pareciera extraño, pero no podía dejar de contemplarle. Las parejas a su alrededor decrecieron el ritmo y así como ellos; parecían encerrados en las miradas de sus parejas. Se relamió el labio inferior y viendo las sombras de las llamas en los ojos masculinos, sonrío. —Lo logramos y con este logro, ya no podéis sentiros como un mono en un parque de atracciones. Ahora mismo años ancestrales atrás en el tiempo, seríais uno de aquellos guerreros celebrando con una hermosa dama el regreso a vuestro poblado, tras los envites de la guerra. —Susurró con una suave sonrisa. Aún no habían detenido sus pasos y tampoco pensaba aún en detenerlos. —Decidme por favor que deseáis saber de mí, Scott y prometo contestaros sin perder el paso ni entorpeceros. No hará añadir de más, que luego será mi turno y tengo más de una curiosidad por saciar sobre vuestra persona. De momento os diré que con saber que sois un muy buen bailarín me doy por satisfecha. —Lo alabó con el fulgor de su sonrisa reflejada en su mirada puesta como no, en su pareja. Buscando quizás que él la sorprendiera o que de nuevo sus cuerpos se movieran en aquel lugar mágico y ancestral en que ambos se encontraban.
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Mensaje por Scott White Vie Jul 24, 2015 11:19 pm

Era irresistible no poder contemplarla. Scott se había preparado para muchas cosas, mas no para un encuentro con una simple campesina que aunque no lo aceptaba ya había conquistado su corazón. Y pensar que había escuchado que la duquesa era una de las mujeres más hermosas de Escocia según un Lord que había tenido tratos con sus padres. No, no podía haber alguien más bella que la mujer que bailaba con él, no era posible, ni siquiera… No se atrevía a decirlo, sería un crimen así que mejor le siguió los pasos, o al menos los que aún él marcaba. —¿Sabe?, es muy amable al no llamarnos hipócritas o arrogantes. Tal vez puritanos es un término muy empleado para nosotros —soltó una pequeña risa y se mordió el labio inferior después de humedecer ambos. Le coqueteaba, involuntariamente pero lo hacía y lo estaba disfrutando mucho.

La combinación de la voz, su acento y sus expresiones eran para Scott una composición magistral que no tenía comparación. No era que deseara llevarla a la cama, no, no era un instinto tan banal. Quizás, el sólo estar con ella era suficiente para estar completo. Esa noche Scott se sentía agraciado. Quería reír, no en son de burla, de alegría. Nunca se imaginó que su curiosidad lo llevaría a encontrarla y se bendijo a si mismo por ser un alma curiosa. Escuchaba con atención a la mujer, más por la forma en que hablaba y se expresaba que en lo que decía, que por supuesto, no descartó cada conocimiento. Entre más le decía la joven que defendía sus tierras, más se daba cuenta él que no era una campesina, y eso le despertó una enorme curiosidad. Scott era bastante inteligente y muy astuto; gracias a su pericia y su buen tacto la consolidación de los Nottinghams era estable y eso era por los pequeños detalles; las famosas letras pequeñas. —La ignorancia es universal, y la misma aristocracia en su discriminación si pensarán eso de las culturas como las suyas —le siguió la broma y sin dejar de sonreír, quizás con ella estaba manteniendo una sonrisa que ninguna otra mujer había visto jamás en él—, pero no se puede negar que así como muchos aristócratas pueden llamar barbaros a los del norte o indios a los de America, del mismo modo se nos ha de tachar de algo. Por lo tanto, nadie queda excluido en no etiquetar al otro. Es un protocolo del que nadie escapa —el Cisne negro consiguió mirar alrededor y pudo ver como miraban a la mujer que ahora se presentaba como Lenore; mas no pudo ver más a través de ellos, no cuando ansiaba verla a los ojos.

Decidió seguirla sintiendo el tacto de la mano femenina hacer contacto con la suya, cerró sus ojos y se imaginó estando con ella solos, en un parque, él sentado y ella recostada sobre él; después, sacudió su cabeza por semejante pensamiento impropio. No perdió detalle a las instrucciones, no quería defraudarla y ya en su mente se imaginaba bailando. Si no cerró sus ojos para fantasear era porque no quería dejar de verla. Mas se proyectaba y se contemplaba bailando como lo hacían los escoceses. —De acuerdo, oír los tambores —repitió entusiasmado y como en todo momento no abandonando su vista de la de ella—. Entonces querré equivocarme siempre si así por tener su mano junto a la mía en todo momento —no hubo un tono pícaro, malicioso o coqueto. Fue un poco inocente y muy sincero, inclusive se notó un pequeño rubor en sus mejillas y se mordió el labio inferior. Inhaló aire en representación de coger valor y exhaló lentamente al momento en que tomaba la mano ajena y comenzaba no a bailar, a danzar tal como le había indicado Lenore.

Al principio le costó trabajo, pero se esmeró, no por impresionarla o manifestar lo grandiosos que son los Cisnes Negros, conocimiento que ella no sabía sobre su familia. Lo hacía por ella, para seguir pasando un buen rato. Para que la mañana llegara y ella siguiera con él. Ya no importaba lo que tenía que hacer, Scott se había decidido a plantar a la duquesa si con eso conseguía estar con Lenore. No en un ámbito sexual, sino en propia compañía. Pues, indudablemente ella no era una campesina. Scott aún no sabía porque decía serlo, pero cuando ella le confesó que tenía dudas y pactó, según la apreciación de Scott, un juego de preguntas y respuestas. Él sabía que cuestionarla por el hecho de fingir ser una campesina rompería la magia. Además, a él no le importaba quien era en realidad. En ese preciso instante en que había mencionado que estaba satisfecha al considerarlo buen bailaría. Scott aceptó estar enamorado.

¿Pero qué podía preguntarle para conservar la magia del momento?, quizás esa era la pregunta más complicada del año que estaba en curso. —No me gustaría que esto se convirtiera en un interrogatorio —Scott se acercó lentamente y totalmente atrevido removió uno de los castaños cabellos de Lenore que cayó a su mejilla—, puedes estar segura que contestaré con honestidad y las dudas que me vienen a la mente son relacionadas a mis conjeturas. Admito que no todas las preguntaré porque serán respondidas a su debido tiempo. Mas creo ya debo de hacer la primera pregunta. Me ha sido casi imposible apartar mis ojos de los orbes suyos, si creyera en la hechicería podría decir que me ha hechizado, mas la realidad es que su belleza no puede compararse. Hay campesinos que no la ven como una de ellos, pero tampoco como una extranjera, además, no creo que sea una mujer casada lo que me hace preguntarme si me equivoco, ¿cómo es que nadie se ha acercado a usted? Puedo comprender que su misma belleza puede intimidarlos como lo hace conmigo, pero así como sucede conmigo, habrá quién desee por lo menos hablar con usted así como lo hago yo —dijo abriendo sus labios ligeramente, escuchándolos clamar tocar los de ella.
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Mensaje por Danna Dianceht Dom Jul 26, 2015 4:57 pm

¿Por qué no lo alejaba? ¿Por qué no se disculpaba y huía, regresando a su hogar, junto a su hija? Se preguntaba la duquesa sin obtener una sola respuesta a cuyos interrogantes nacían de aquel miedo por acercarse de nuevo a alguien. Dos años en la soledad de su alcoba, en la soledad de su vida habían hecho mella y había aprendido a salir adelante sola con su hija, como siempre había hecho desde su mayoría de edad. Todo pago tiene una consecuencia y si esos dos años no la rompieron por dentro fue por aquella voluntad tan férrea que había heredado de su madre. Aun así, había pagado un precio muy alto. Para superar cualquier eventualidad, cualquier recuerdo o mención había hecho de trizas corazón y por ende, se había alejado de los suyos, incluso podía decirse que había huido de los hombres. A Danna jamás le faltarían pretendientes, aún viuda, aún campesina e incluso desheredada y ella era conocedora de ello, pero igualmente no había querido ceder y así lo había hecho; alejándose de todos y negando vehementemente cualquier indicio de interés. Creía poder sola, junto con su hija y el ducado, no obstante, también ella era conocedora de la magia del destino y los logros, cambios que en un segundo podían cambiar el rumbo de cualquier vida, incluso; la de los más poderosos. Aquello llamado destino podría ser considerado un sueño para algunos, una excusa y una creencia para aquellos débiles de espíritu, sin embargo, parecía que tenía que llegar un extranjero a sus tierras para que se diera cuenta que el destino siempre lograría encontrarla y que de él no podría escapar. No al menos, desde que los orbes ajenos encontraran bajo el fulgor del fuego su cristalina mirada.

La música había dejado de importarle, como así el que no fuera quien dijera era y por ende, se hiciera pasar por una campesina. Todo había dejado de tener sentido mientras pudiera ver aquellos ojos y admirar aquella sonrisa que lograba que todo a su alrededor dejara de existir. Arrollada por sorpresa por aquella simpatía y clase, como su excelente gala de modales, Danna por primera vez se dejaba llevar y lo disfrutaba. A cada vuelta más libre se sentía, por cada sonrisa robada algo se removía en su interior. ¿Ganas de ser feliz? Si, seguramente fuera eso, porque solo pensaba en abrazarse a la dicha, saltar, ¡reír! Y bailar hasta que el sol la encontrara aún despierta sobre las cenizas de aquellos fuegos que más tarde que temprano serían ya solo un mero recuerdo, pero uno intensamente vivido.

Se sentía febril y en nada se parecía aquello que sentía a la embriaguez del dulce hidromiel. Por lo contrario en ese momento parecía más sano un vaso de aquel extasiante sabor que pasar unos pocos segundos más atrapada en su mirada; aquella que poco a poco empezaba a despertar lo que erróneamente había creído muerto en su interior. No hacía falta pensar en sonreír, con él ya sonreía sin cesar y de forma natural y sincera. Si alguna vez había creído no llegar de nuevo a sorprenderse, ahí estaba su prueba. Extasiada, sonriente y emocionada no quería terminar aquella velada, demasiadas obligaciones la esperaban en su castillo y todas ellas significarían alejarse del culpable de su recién felicidad. Por ahora los deberes esperarían hasta la mañana, mientras ella, seguiría intentando descifrar su eléctrica mirada. Entonces llegaron sus palabras y tras ellas sus pies detuvieron los pasos y por unos segundos, perdió toda la noción del tiempo. ¿Cómo alguien podía hablar de aquella forma y no considerarse un brujo? Pensó aquellos segundos en que se quedó muda, sin encontrar palabra con que responderle, y sin aliento tampoco por mencionarlas. Únicamente acudieron a su memoria esas frases mecánicas de agradecimiento que había aprendido de pequeña en sus primeras lecciones, pero no eran suficientes. Ninguna de aquellas palabras podría definir el sentimiento que las ajenas habían despertado en ella, como tampoco la turbación que la sola presencia masculina a su lado provocaba en todo su cuerpo. Si su temperatura no se hubiera visto afectada, tendría suerte pero por lo mínimo sintió un rubor afectando a sus mejillas.

De mí pueden decir muchas cosas, pero jamás nadie antes me había hecho sentir como vos en unas estrofas lo habéis logrado. —No pudo despegar sus ojos de los de Scott. Ni aun sabiendo que la oscuridad de la noche no ocultaría por siempre su sonrojo pudo hacerlo. Así que sonrío y tras un apretón suave de su mano en la que aún mantenía tomada volvió sobre los pasos del baile. De forma lenta empezaron de nuevo a moverse y sonrío. Los pasos ya parecían grabados en ambos, se movían sincronizados y esta vez siguieron la lenta melodía de la noche— Le agradezco infinitamente sus palabras y sabiendo seguramente el efecto que tienen sus palabras en las féminas, inclusive en mi persona, mucho me temo que deberé de pareceros una joven dama inexperta en este preciso instante, pues yo misma así lo creería. —Río sabiéndose descubierta en cuanto las llamas de la hoguera más cercana a ellos la alumbraron tenuemente ante su mirada y mordiéndose el labio inferior un lapso de segundos prosiguió. —Más permíteme añadir que a mi entendimiento la belleza depende de la apreciación que uno mismo haga del sujeto. Quizás lo que vos consideréis simétrico, bello y armónico para otro sea indigno de tal valores. No puedo hablar por aquellos que decís admirarme como vos, pues a mi juicio, no creo que mi belleza sea sublime, aún menos intimidante y si es así, os pido perdón pues no ha sido jamás mi deseo intimidaros, sino todo lo contrario. Sobre vuestra pregunta, desconozco el motivo del cual me preguntáis, y temo no tener una respuesta satisfactoria. Quizás yo tenga la culpa a causa de mi educación y por ello, no se acerquen o simplemente no sean mis orbes tan enigmáticos como para cautivarlos. Pero si de algo si conozco y puedo dar fe, es que jamás unos ojos igual a los suyos me han contemplado de igual forma. Y si esto no es un hechizo, debe ser una magia pagana similar, puesto que yo tampoco he podido Monsieur, apartar mis orbes de los suyos. —Entreabrió los labios y mordiéndose el labio inferior, le miró intensamente antes de bajar la mirada y suspirar.

Sentía el pulso acelerado bajo su pecho e inconscientemente se acercó más a él. Unió sus pasos hasta que sus pies prácticamente se rozaron, su otra mano tomo la ajena y contra el pecho masculino sonrío. Quedaban unos pocos centímetros de separación entre ambos, pero era suficiente para apreciar su perfume y para que pudiese sentir bajo su propio pecho; su pulso acelerado, o quizás fuera el de ambos. Alzó la vista y tragó duro al verle y reconocer la misma mirada de ella, en los orbes de él. La magia ya no estaba en el ambiente, estaba allí; entre ellos y sintiendo un hormigueo en sus labios, ladeó el rostro anhelando una cercanía más próxima. Era increíble el poder que un desconocido podía tener sobre ella.— cualquier diría que solo llegasteis para embrujarme. —dijo finalmente contra su aliento cálido; contra su cuerpo y rostro sin pensar en más que en aquel temblor, en aquella brisa que la hizo estremecer o quizás todo fuera producto de él, de su cercanía.

La duquesa estaba perdida; irremediablemente perdida.
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Mensaje por Scott White Lun Jul 27, 2015 3:50 am

Su ritmo se estaba acelerando, notó que comenzaba a sudar. No de un modo muy vistoso, a penas unas gotas en la sien y en su pecho. —Mucho temo —dijo de pronto pero se silenció de inmediato para que ella continuara, sin apartar en ningún momento de admirar esos ojos. ¿Qué estaba ocurriendo?, ¿por qué no miraba a otro lado?; evidentemente no se trataba de una mirada confidencial, juguetona o de juego de poder. No, había algo muy poderoso que sacudió el cuerpo de Scott, sintió que sus rodillas flaqueaban, que se quedaba sin fuerza y se detuvo por un instante, justo cuando ella dio su argumento sobre la belleza—. No es arrogante, es bastante humilde señorita —continuó siguiéndole el juego. El líder de los Nottinghams ya no tenía dudas al asegurar que no era una campesina, pues, lo había llamado Monsieur en un exquisito y muy entonado francés, alejado bastante del tono escocés. Pero eso… ¿qué importaba?, si bien era cierto que indirectamente le mentía al ocultarle quién era en realidad; Scott no veía en esa acción un problema, de hecho le beneficiaba porque así tampoco se comprometería a decir que era un Cisne Negro—. Y la llamo humilde al considerarse una joven que no se admira por su belleza. Entonces, ¿usted rehuye a los compromisos?, ha construido una fortaleza para que nadie entre a su corazón. ¿Me equivoco? —hizo una pausa al verla acercarse a él como bien mencionó, embrujada.

Como dije, señorita. Mucho temo… Temo que piense que soy un patán que va por doquier enamorando mujeres y satisfaciendo oscuros pecados. Mas aprovecharé la cercanía en la que nos encontramos para precisamente hacer eso, aprovecharme de la situación. Así pues, disculpe mi atrevimiento —susurró con voz pasiva en los labios de ella y antes de alejarla por esas palabras que él mismo calificó como osadas, le tomó de su mano derecha y la llevó a su pecho, a donde su corazón latía con fuerza, sin control, totalmente acelerado—. Quiero que sienta mi corazón, porque él corroborará todo lo que estoy por decirle —no hizo presión en la mano ajena, poco a poco fue apartando la propia sin dejar de hacer lo que ella también hacía… Mirarse a los ojos—. Soy un viajero cuya fortuna no estaba destinada al amor, porque nunca antes he sentido lo que en estos momentos usted provoca en mí. ¿Cómo es posible que con tan sólo mirar sus ojos haya quedado enamorado de usted, y qué sus palabras no hagan más que aderezar el gusto de estar junto a usted?, más aún, ¿cómo una mujer que aleja a los hombres para no estar atada bajo un destino que para mi es incierto y no pienso cuestionar sí usted no quiere mencionarlo? Mucho temo que mis palabras no sólo le hagan abandonar el lugar que resguarda mi corazón, si no también la haga retroceder… Me ha cautivado y no quiero que esta noche termine, de ser necesario oraría a los dioses paganos para extender la velada. Porque entiendo que tiene responsabilidades y si le dijera que se fugara conmigo no podría hacerlo aún sí mi fantasía me dijera que corresponde este sentimiento que me ha embriagado como el hidromiel a los presentes —se humedeció los labios terminando por morderse el labio inferior—. Disculpe mi falta de respeto al tomarle su mano sin su aprobación —se resistió a agachar su cabeza en gesto de arrepentimiento, esperaba que ella comprendiera que si no lo hacía era porque dejaría de contemplar sus ojos.

No fue ella, fue Scott el que dio un paso atrás. —Por más humilde que sea, no puede atreverse a negar que tiene los ojos más hermosos, aún si su humildad se hiciera presente; debe considerarse al menos que el brillo de sus orbes no tienen comparación con ningunos escoceses. Oh, Lenore. No sé si crea en el destino, pero estoy seguro que este encuentro estaba determinado a suceder. Yo tenía que conocerla y usted a mí. Ahora sólo depende de nosotros averiguar por qué. Yo estoy totalmente dispuesto a investigarlo, a saberlo, porque a pesar de que lo único que sabemos el uno del otro es nuestro nombre y la obsesiva necesidad de mirarnos en mi caso como un enamorado. Yo escojo lo nuestro, lo que puede haber más allá de esta noche, sin importar que dolorosamente tengamos que ser amigos, pues puedo errar en mis conjeturas y ya exista alguien en su corazón… ¿existe? —su pregunta se escuchó inundada de un terror que le hizo sudar la espalda, había sido un estúpido. La magia había terminado. Esa era la pregunta que nunca debió de haber hecho, pero mientras la veía pensando poco a poco fue entendiendo que si debió haberla hecho. Ya había revelado bastantes sentimientos que lo estaban consumiendo y si existía alguien era tiempo de que desertará. Después de todo el tenia a alguien, aunque ahora se daba cuenta que no era amor… ¿qué es el amor?

No tiene porque contestarme, quiero pedirle una disculpa más por inoportunarle con mi pregunta. Me he evidenciado como un tonto. Pero quiero pedirle algo, lo quiero hacer porque no sé que sucederá después de esta petición —ahora él se acercó a ella y por segunda ocasión dejó de ver sus ojos para enfocarse en sus labios, su mirada los delineó y por instinto se humedeció sus propios labios. Sus piernas volvieron a flaquear y no pudo articular palabra alguna, su respiración se volvió dificultosa y su corazón se revolucionó con un sentimiento que no supo clasificar. Su mirada regresó a los orbes de ella y le sonrió con dicha, como si ya hubiera cumplido ese deseo que estaba por pedir—. Me permite, hermosa señorita; ¿besar sus labios?
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Mensaje por Danna Dianceht Mar Jul 28, 2015 3:36 pm

¿Qué le estaba haciendo? ¿No lo veía? Incluso para respirar la duquesa necesitaba su mirada de brujo sobre ella. Y cada vez era peor. A medida la noche avanzaba y los fuegos imperturbables, violentos se alzaban hacia la luna como si quisieran quemarla, él la quemaba a ella en el silencio de sus llamas. ¿Y cuándo terminaría? Como el paso del tiempo, más tarde o temprano todo terminaba y en todas las leyendas, cuentos e historias al posarse el sol la magia concluía, los hechizos caían y se resquebrajaban las máscaras, mostrando cada una de las facetas de los príncipes. Más ella no era una princesa, aun así conocía el efecto del tiempo y como más este pasara, como más perdiera la noción que domina el dios Crono, más temprano debería partir. Y no querría, no quería alejarse. Deseaba que la música tocase eternamente y esta alegría perdurase, más todo era un hechizo que al terminar la devolvería sobre sus pies y con ellos volvería para abrazar a su hija y quizás, para llorar una noche más. No obstante, y bajo su sorpresa las lágrimas que caerían estaba segura no sería por los motivos del pasado o por la herid abierta todavía en su corazón, sino porque el destino fuera tan benigno con ella de mostrarle una luz, un fuego radiante donde poder permanecer y no le diese opción de quedarse bajo la protección de aquella recóndita luz.

El amor es una vulnerabilidad, una debilidad que no siempre podemos permitirnos. —Precisó procurando que los vestigios de su pasado no la comprometieran en el brillo de su mirada como cada vez que al evocarlo le sucedía en forma de pequeñas perlas saladas. Por suerte, bajo la profundidad de la mirada masculina y los sentimientos que se iban adueñando de ella, no pasó nada de lo que temió y al ser capaz de hablar sin el temblor de su voz, sonrió aligerada. — Desgraciadamente no se equivoca, pero como ve; incluso en las mayores fortalezas se encuentran grietas por donde escalar.

La duquesa se obligó a respirar y sintió como algo ardiera por dentro; había algo potente e instintivo que le hacía confiar mientras sentía sus brazos rodeándola. Se sentía inevitablemente atraída por el de un modo alarmante y sus palabras solo la alentaban más a acercarse. Todo su cuerpo tembló cuando sus dedos tomaron su mano y la posaron sobre su corazón y ella sonrío encandilada al sentir sus pulsaciones tan aceleradas como sus propias pulsaciones. Por lo menos, pensó no era la única que se encontraba intimidada, ansiosa y por completo embrujada y se alegró de saberlo. Pero por más que él le hablase y ella escuchase le fue realmente difícil tomarle la atención debida cuando el movimiento de sus labios al hablar la hacían centrarse únicamente en ellos. ¿Por qué le perturbaba de aquel modo cada uno de los sentidos? ¿Por qué sentía que como más tiempo pasase en sus manos, más difícil sería regresar a su realidad? Quería luchar contra ese sentimiento tan extremo que hacía años había apagado conscientemente tras su perdida, y ahora allí estaba, irrefrenable de detener… al punto del desborde.

Entiendo porque pueda tener fama de ir conquistando corazones, incluso llegáis a conquistar los que muertos están de frío. —Río suavemente en un intento de apartar de su mente todo aquello que le venía tras verle humedecer los labios. Deseaba ser ella la que ofreciera aquel alivio momentáneo y contentándose con tener toda su atención centrada en él, ladeo el rostro y sonrío ruborizada por sus palabras. — No os preocupéis por vuestras faltas, lo único que no habría podido perdonaros habría sido el que el destino no os hiciera aparecer. Aún sea solo una noche, es una noche la que tenemos. Más debo confesaros algo; tampoco yo deseo que esto termine tan pronto y mi deseo por huir no es mayor que el vuestro. Por bien o mal, tenemos responsabilidades y yo tengo la de todas, la más grande que pueda existir. Y siendo humilde y sincera, no puedo deshacer lo que ya se hizo. Ni deseo separarme de aquello que más amo de este mundo. —El amor hacia su hija era incuestionable, ella había sido su salvación y estaba segura continuaría siéndolo. Por suerte para todos,  su hija sería aún mejor duquesa que ella, con apenas dos años ya mostraba tener una sensibilidad, comprensión e inteligencia superior a pesar de su corta edad. Estaba segura que sus aptitudes le traerían muchas alegrías y también enemigos, no obstante, si algo tenía claro era de que su hija no sería jamás obligada a contraer matrimonio sin amar. Ella tendría la suerte de su madre y conocería el amor, lo que la duquesa había conocido y también había perdido.; lo que irónicamente ahora parecía carecer de importancia delante de aquel joven que le había devuelto más que una simple sonrisa. — Así que os debo pedir algo, quizás incluso suene a demanda; pedid vos a vuestros dioses por que volvamos a encontrarnos, porque ellos vuelvan a unir nuestros caminos y se abra la puerta al reencuentro. El destino es cruel y egoísta, mi confianza en él se apagó hace años por ello a vos que tenéis la esperanza en él dispuesta, pido que lo hagáis. Quizás tengáis suerte y os escuchen. Mi voz dejaron de escucharla hace tiempo.

La mirada que compartían parecía no poder romperse, estaban unidas por ella y en cuanto él dio un paso atrás, alejándose de ella, Danna sintió miedo. ¿A caso sus palabras lo habrían hecho huir? Se preguntó mordiéndose el labio inferior intentando así huir de sus pensamientos la ansiedad y el temor de que hubiese de nuevo otro paso hacia atrás; lejos de ella. En sus labios se quedó la súplica muda de que no se alejara más de ella y al oírle y ver sus ojos rasgados por la incertidumbre y el abatimiento; lo entendió. Quizás pensaba que había otro hombre. Y era cierto que lo hubo, y que aún su recuerdo podía ensombrecer su rostro, pero de poder tomar en ese mismo instante la mano de él y abandonarse a la aventura, lo haría sin mirar atrás. Pero su hija, su pueblo, su gente… la familia que constituía todo quien vivía con ella en el castillo y hasta su amada tierra; impedían que se fuera.

Si, alguien vive aquí en mi corazón, tenéis razón. Pero temo que os equivoquéis en vuestras conjeturas. — Susurró en cuanto él se acercó sintiendo el brinco que había dado su corazón por la repentina cercanía. Sus ojos volvieron a perderse en los de él y como él, sonrió incapaz de no devolverle la sonrisa. — Yo me refiero a una criaturita, pequeña y dulce. Un sol resplandeciente que me levanta por las mañanas y me arropa en las noches junto a ella. Más solo es ella; mi hija, la que llevo grabada en mi corazón. No hay nadie más y si lo hubiera este se ha hecho esquivo y doliente, quizás ya solo un fantasma del olvido. — Suspiró contra su aliento y sus labios temblaron por acercarse a aquella boca que clamaba una y otra vez, por una caricia de la suya. Su corazón bombeo en su pecho con fuerza y sintió toda su piel erizarse ante el simple pensamiento de un beso, de una caricia. Se relamió el labio y mirándole, viéndole con aquella sonrisa de depredador se estremeció. Jamás un hombre la había impactado tanto. Su mirada traviesa y encantadora, sumada a sus orbes de un brillo especial, con un precioso color dorado, profundos y misteriosos resultaba descaradamente irresistibles. Y bajo aquella tentación no importaba que fuera la duquesa, que estuvieran en una fiesta y pudieran verla. Solo escuchaba a su corazón. Danna entonces se acercó un paso más a él, parecía estar entregándose y así era, no obstante detuvo su rostro a escasos del suyo y bajando su mirada a sus labios, dulcemente sonrío. — En cuanto a vuestra petición, me veo en la obligación de negárosla. No puedo concedérosla cuando mi voluntad ha sido vuestra desde el primer momento en que le vi. —  Dijo mordiéndose la sonrisa antes de levantar la mirada de nuevo a sus orbes y entreabrir los labios en una ligera invitación de tomar el atrevimiento. Su cuerpo se tensó doliente y esperando que él no se diera cuenta del temblor de sus piernas en cuanto él de nuevo la recorrió con la mirada exhalo su aliento anticipándose. — Besadme ahora Monsieur, os lo ruego.
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Mensaje por Scott White Miér Jul 29, 2015 5:08 am

Se confundió por unos instantes, rápidamente procesó las oraciones de Lenore, ella no le daba alternativa con la invasión de información tan importante, pues, no se trataba de que le narrara toda una historia. Aquella joven era una madre, las únicas cadenas que le impedían aventurarse en un mundo inmerso de belleza era una pequeña; sin embargo, ella amaba esas cadenas, esa vida que era el motor de lo que debió ser por varios años una desdichada mujer. Scott dudó, pero su deseo era más poderoso que su razonamiento y eso le ayudó a comprender que estaba entendiendo mal la relación que Lenore tenía con su pequeña. ¿Cómo pudo pensar que un infante representan las cadenas de lo que es sin duda un matrimonio carente de amor? Dejó que sus pensamientos se marcharan para no hacer esperar más a Lenore, no podía permitirse que ella volviera pedirle que la besara, no podía.

Fue entonces que una de sus manos recorrieron la espalda femenina acercando más su cuerpo al de él y en no más de un segundo sus labios hicieron contacto con los de ella. Sus ojos se cerraron dejando que el aliento de ella penetrara el interior de su boca, conservó su lengua sumisa, ya que no quería que ese primer beso se embriagara de una pasional lujuria. Lo quería casto, lo quería puro. Por eso dejó que se prolongara por sí sólo, que las caricias que se prodigaban ambos labios tuvieran control sobre sí mismos, convirtiéndolos en extremidades ajenas destinadas a transmitir ese deseo con ternura. El tiempo fue amable con ellos, a él le pareció que los movimientos de ambos labios eran lentos, lo exquisito de su paladar, su fresco aliento y la calidez del contacto de ambas pieles, no tenían comparación. Scott, totalmente ebrio de las sensaciones que se explotaban en su interior en una guerra sin cuartel comprendió algo… Lenore había sido concebida para estar con él y él nació para estar con ella, algo más intenso que su corazón se lo decía, quizá era su alma que en su interior le ordenaba no separarse de ella… hacerla feliz

Como sucedería, el beso concluyó pero él se negó a abrir sus ojos. Descansó su cabeza en la frente de ella, sus narices se rozaban y con su boca abierta liberaba el aliento que le pertenecía a ella y del cual él se apropió. Respiraba con dificultad, por eso se valía de su boca que dio un nuevo pero breve beso. Finalmente abrió sus ojos para encontrarse con los de ella, la cercanía peligrosa hacía que pudiera ver con más apremio las pupilas dilatadas de la bella Lenore, pupilas que reflejaban las de él mismo. —No tengo palabras para describir las sensaciones que sus labios han provocado en mí —se reincorporó respetando el espacio personal de Lenore, pero contemplando cada detalle de su rostro—. Empero, estoy seguro de algo… —hizo una pausa perdiéndose en sus ojos nuevamente, cavilando el momento, a ella, a ella—, nací para ser su servidor y no pienso renunciar a usted. Creo que no todos tienen la fortuna de encontrar lo que he encontrado en usted, y si me atreviera a marcharme sin saber más de usted, de poder contemplar sus ojos o besar sus labios todas las mañanas viviré infeliz por el resto de mi vida —lo dijo, no se pudo contener en reservar sus pensamientos. ¿Por qué debería de hacerlo?, ¿por qué no decirle que…?, ¿sería muy pronto? Hasta él mismo hizo la reflexión de que decirle en ese momento que la quería podría escucharse banal, después de todo, él había crecido y creído que nadie podía amar a nadie de inmediato, lo que muchos consideraba amor a primera vista era enamoramiento. Mas ahora, con ella entraba en conflicto; no sólo era atracción, una poderosa fuerza lo confrontaba con sus ideales.

Comprendo los temores que se anidan en su corazón, o al menos los arguyo y creo son similares a los míos. Mas, me atrevo a afirmar que su corazón está en conflicto. Debió haber amado con todo su ser a un hombre del cual no me atrevo a calificar porque no es propio de un caballero así como es en respeto suyo; sin embargo, la presencia de un extranjero que la ha tocado como usted a mi debe de causarle una revolución de sensaciones que pueden o no, incluir el dolor, la evocación de recuerdos lastimosos, el recelo de lo que puede significar la aceptación de alguien nuevo a una vida que está totalmente alejada de mi realidad, pero que es triste. No me atrevo a decirle que la quiero porque esas son las palabras de un conquistador de corazones, pues creo firmemente que a una mujer se le puede enamorar fácilmente con palabras pero del mismo modo se han de decepcionar con acciones. Por eso, si permite a su corazón que me acerque más a usted, no como un enamorado, le demostraré que mis acciones no la decepcionarán, por eso tampoco le diré que no la abandonaré ya que esas palabras estoy seguro ya las ha escuchado. Pero es certero que y usted lo sabe, entre nosotros dos hay más que atracción —se humedeció los labios y volvió a acercarse a ella—. Por eso perdóneme —y al concluir volvió a besarla tal como lo hizo antes, un beso puro, casto e inocente. Sintiendo nuevamente su aliento, percibiendo que sus rodillas le fallaban obligándolo a plantarse con firmeza para que ella descansara en él, depositara en Scott cualquiera que fuera ese sentimiento suyo—. Por haberla besado nuevamente —dijo cuando el beso concluyó.
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Mensaje por Danna Dianceht Jue Jul 30, 2015 8:50 pm

En los besos siempre una parte del alma se entregaba a la otra persona y esta quedaba grabada por siempre tatuada bajo la piel. Danna lo sabía, su misma madre antes de fallecer se había encargado de decirle lo que tantas madres a sus hijas les decían. Para aquel entonces no entendió a que se refería, tampoco quiso entenderlo. ¿Con apenas diez años, como iba a comprender lo que hasta de mayor no comprendería? Pero ahora era consciente de su significado, por ello a cada hombre que había besado, a todos les había dado una parte de sí que por siempre sería de ellos. A Astor le había dado una hija que desconocía y la magia de un primer encuentro, a Adrik le había dado su amor incondicional, aquel amor enfermizo y a la vez sanador que podía llegar a hundir y elevar montañas solo para ver al ser amado. Y a Scott… ¿Qué le daría a él? A él le daría lo más hermoso; sus todavía intactas ilusiones serían todas de él, los sueños del futuro ya tenían su nombre e incluso la ilusión de un segundo amor más fuerte que el anterior ya únicamente le pertenecía al hombre que no dejaba de contemplarla como lo más hermoso en la tierra. Quizás no sabría qué hacer con sus ilusiones, quizás se equivocara y se viera lanzada de nuevo al abismo, más algo en sus ojos le hacía saber que podría incluso confiarle sus debilidades que él las guardaría a buen recaudo, donde nadie, ni nada, jamás pudiera volver a romperla.

Los segundos anteriores al beso fueron confusos, los latidos de su corazón atronaron sus oídos y sus labios se sintieron resecos, anhelantes, necesitados. En su cabeza miles de pensamientos acudieron a su mente, los nervios a pesar de saber mantener la compostura los seguía teniendo a flor de piel hasta que el ruego de su voz pareció hacer su efecto y como si lo viera de forma lenta, fue testigo del preludio del beso, de cómo llegaron a fundirse con la mirada y como los labios masculinos se acercaron a los suyos. Estuvieron a escasos centímetros durante unos instantes que aunque efímeros, para ella se hicieron eternos y entonces, antes de lo que puo procesar su cabeza la información, hubo el primer contacto contra su boca y una sensación indescriptible de calidez inundó su ser. El beso al principio fue un roce cálido de ambas respiraciones. Sus labios se rozaron en una tierna caricia que parecía probar y luego deleitarse con su sabor. Para Danna aquel mísero roce ya significó la entrega incondicional de su alma y entreabriendo aún más los labios se sorprendió cuando el beso en vez de volverse intenso, se hizo tierno. El beso más tierno que jamás le hubieran dado y como el que ya jamás le darían en su vida, estaba completamente segura. Y antes de cerrar los ojos ante el sentimiento pleno y cálido que se instauraba bajo su pecho, lo supo; aquellos labios habían sido creados para ella; únicamente para ella. Y los suyos, plenos y suaves solo habían nacido para algún día poder amarle cuando los besos prodigados no fueran suficientes.

Tampoco ella quiso separarse y no tuvo prisa por hacer lo que consideró uno de los mayores pecados que aquella noche podía cometer. Como más tiempo el beso perduraba más aprovechaba la duquesa para grabarse cada uno de sus detalles en su memoria, sabiendo que pasaran mucho tiempo o poco tiempo besándose los labios de tan dulce forma, no importaría; le dolería igual la despedida. Porque para ella era como si siempre hubiese estado allí, como si se conocieran de toda la vida y ahora se reencontrasen tras pasar vidas enteras buscándose el uno al otro por diferentes universos. Sus labios dulces y tiernos no dejaron de besarle de una forma lenta que erizaba su piel. Se habían encontrado presos de una inigualable atracción y ahora terminaban prendados del otro, sin magia ni más encuentros que aquel entre las sombras de las hogueras.

Cuando finalmente los labios masculinos recularon, la joven suspiró y abriendo los ojos al sentir su frente contra la ajena y su nariz rozando la propia, depositó un efímero y casto beso de nuevo en sus labios. Le era imposible poder retroceder o dejar de verle y no desearle de esa cálida forma. Así que dejó que él pudiera llenarse de todo cuanto viera de su rostro y le devolvió una mirada perlada y brillante sin importarle cuanto pudiera él ver en ella, y con un rostro arrebolado por todos esos sentimientos encontrados y el momento intenso y tan dulce vivido, se recostó contra su cuerpo hasta que él definitivamente se separó, dejando que un inmenso vacío se adueñara ahora de la duquesa. Sin embargo ese vacío fue sustituido por una certeza reconfortante, porque a cada segundo que pasaba parecían incluso mas unidos y escuchando sus palabras, sus palabras nacidas de su corazón y de sus sentimientos, no podía dejar de preguntarse cuál providencia lo había llevado ante ella. Y en su mente aseguró y juró, que de ser el artífice de aquel encuentro el dios de quien su padre le había hablado y muchos hombres hablaban, su camino sería acogerle en sus oraciones, abrazar aquella fe extranjera y seguir sus pasos y voz, allá donde él la mandara; ella feliz se abandonaría.

Asimilando cada una de sus palabras, sintió como su corazón sufría un vuelco al centrarse en sus labios de nuevo y de pronto volver a sentirlos contra su aliento y su boca. Esta vez el beso duró tan poco que al terminar debió de contenerse para no lanzarse ella a repetir aquel dulce contacto que enardecía cada vez más sus sentidos. No obstante, esta vez debió de recostarse en su cuerpo al terminar y respiró hondo contra su cuello, aspirando su aroma, la fresca y masculina fragancia de su piel. — Cuando una dama os entregue uno de sus besos para que lo robéis, jamás pidáis perdón. Y en mi caso, os lo he entregado de todo corazón. Debíais de robarme un beso, sencillamente debías hacerlo. —Susurró contra su cuello antes de subir la mirada y ahogando un suspiro en su garganta, quedarse prendada de su cristalina y profunda mirada. No se podía estar de mirarle, debía hacerlo en todo momento. Sus ojos la llamaban y su mirada luego la retenía con la fuerza de diez mil hombres. — Ahora perdóname a mí por no poder responderos. Temo no encontrar las palabras con que poder haceros conocedor de estos sentimientos que ciegan mis sentidos y haceros justo honor con ellas. Pero si de algo os puedo afirmar y anticipar sin error alguno, son los conflictos de mi corazón, cuales no existían hasta vuestro encuentro. Entre nosotros se alza algo más fuerte que la atracción de los más jóvenes. Es algo más intenso e indescriptible que por ahora que mi mente no logra comprender, más mi corazón si lo comprende y a él me remito para sentir vuestras palabras y deciros que son un bálsamo de salvación y de fuerza, para los míos. — De nuevo sus labios quedaron a escasos metros de los de Scott y la duquesa deseó con mucha fuerza besarlos, besarlos ahora que las sombras de las llamas y la alegría de los presentes actuaban de barrera para que nadie les enturbiara esa inocente velada. — Desearía mil veces más poder besaros hasta quedarme sin aliento, que veros partir esta noche. —Musitó aquellas palabras en sus labios, delineándolos, rozándolos a medida hablaba y mientras sus bocas hablaban en caricias tiernas de amantes, sus ojos se desvivían por él; así como los de él, morían por permanecer una vida tatuados en los ella.
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Mensaje por Scott White Sáb Ago 01, 2015 3:24 am

Sonrió tras sus palabras, no porque no creyera que era lo que sentía. Ni siquiera porque fuera una confirmación. Era más bien por como se expresaba; de alguna forma ese acento escocés enardecía el momento, era como si se tratará de un plus más a la belleza de Lenore. Scott pestañeó con languidez, imaginándose como sería la vida junto a ella. Inclusive evocó una niña en brazos de Lenore; claro, el rostro lo desconocía pero no dudaba que fuera parecida a su madre, tenía que serlo. El líder de los Nottinghams suspiró de dicha y con su mano derecha acarició los cabellos castaños de su enamorada y acercó su cabeza a la de él para volver a besarla como lo había hecho anteriormente. Con pureza y ternura. Mas sabía que ella ansiaba otro tipo de beso, lo sabía porque veía en el reflejo de sus ojos el mismo deseo de él. Al terminar el beso Scott le tomó la mano. —No podré nunca decir que esta festividad es algo que no me gustara, pero hay aquí algo que es infinitamente superior y usted sabe a que me refiero. Por eso, señora permítame llevarla a las cercanías del bosque, donde tendremos más privacidad. Y adelanto, que mis intenciones no son para nada perversas —concluyó y avanzando por delante se abrió paso por los presentes hasta que llegaron al claro del bosque y ahí le soltó la mano.

El fuego de la hoguera ya estaba lejos pero la cercanía de la luna llena los iluminaba de una forma romántica, una luz como hecha sólo para ellos. —No soy mucho de apreciar las lunas, no me abro un tiempo; sin embargo, la de hoy que estará al borde de la luna llena dentro de un par de días, es hermosa —se volvió a ella sin saber que la apreciación de la luna llena para Lenore era totalmente distinta que la de Scott. Teniéndola sujeta de la mano veía la luna hasta que pensó en que era una perdida de tiempo contemplar ese fenómeno cuando tenía junto a él a una hermosa mujer cuyos ojos cautivadores lo habían enamorado—. ¿Cómo podría alguien resistirse a no besarle?, sólo un lunático podría evitarlo —se escuchó como en una queja pero antes de que pudiera defenderse. Scott se arrojó a sus labios, descargó su peso sobre ella empujándola hacía atrás, pero antes de estrellarla contra el tronco de un fuerte abedul, él mismo se giró para que fuera Scott el que se golpeara y no ella. Con ambas manos aprisionó su cintura acercándolo más a él y esta vez liberó un poco de pasión.

El beso inició en suaves caricias, los alientos entraron seduciéndose; sin embargo, esta vez la lengua de Scott se atrevió a salir de su boca para humedecer ambos labios, la retrajo nuevamente una vez que los labios estaban húmedos. Las bocas se abrieron en todo su esplendor moviéndose desenfrenadamente y a la vez, en un compás que no perdía la melodía romántica del momento. De nuevo llegó la ternura, una pequeña pausa con dos picos y volvieron a besarse. Las manos de Scott subieron por la espalda abrazándola con cuidado, sintiendo una fragilidad que al ser licántropo realmente no tenía, pero, él al negarlo cuidaba mucho. Las bocas volvieron a abrirse en su totalidad, los labios perdieron humedad y la lengua de Scott salió nuevamente para humedecerlos, pero en esta ocasión, se adentró a la boca de ella y acarició la ajena lentamente, despertándola al parecer de un sueño.

Gimió dentro de Danna, su cuerpo ardió, reaccionó a la excitación que estaba surgiendo en ellos, sus besos se hicieron intensos, buscó robarle ese aliento que ella deseó que pasara. Mas no sólo ocurrió eso, su cuerpo varonil también detonó la excitación que sólo en nombres se da y antes de que se volviera vistoso. Convirtió el besó en casto y la apartó por unos momentos. —Es difícil besarte sin poder observar sus ojos —se justificó tomándole las manos sintiendo como el calor disminuía y la agitación también—. ¿Sabe?, he olvidado mi reloj, pero me alegro que así sea. De ese modo nuestros compromisos no nos asediarán —sonrió atrayéndola a él con cuidado y besándola con ternura. Pensando en que podría ser contraproducente. ¿Qué sucedería si los encontraran juntos?, todos sus sirvientes conocían la relación con Chelsea pero, ¿serían capaces de acusarlo? No estaba seguro.

Este día va a terminar Lenore, sé que odias que mencione esas palabras, así como me sucede a mi. Sin embargo, alguien las tiene que decir. Pero quiero, deseo, volverte a ver. Encontrarnos mañana de nuevo hasta que decidas irte conmigo —le sonrió tomándole de la barbilla—, sí, irte conmigo —volvió a decir dando fuera a sus palabras.


Última edición por Scott White el Miér Ago 05, 2015 11:23 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Danna Dianceht Mar Ago 04, 2015 11:02 am

Nada la había preparado aquella noche para conocerlo. Todo su mundo derrivado hacía unos años atrás se encontraba ahora en llamas. Y su alma en algún rincón dormida, dejaba que todo surgiese, que como una semilla al ser plantada, creciese todo aquel fervor de sentimientos que eclipsaban el ser de la licántropa. Si las segundas oportunidades eran escasas, Danna contaba entonces con la fortuna de la suerte a su favor. Él parecía ser aquella oportunidad nueva, el perdón quizás de un destino melodramático y el nuevo sueño de la tierra prometida. Solo verle algo en su interior lo había sabido y lo había llevado a sus brazos, así era como la duquesa se había encontrado atrapada bajo su iris de fuego y ahora como fuego anclado en la madera, allá donde él posaba sus ojos, ella se encendía. Lo siguió con una sonrisa expectante entre sus suaves labios sin saber que les depararía más allá del gentío y no le importó. Volvía a sentirse joven, como si aún fuese aquella niña de dieciséis años joven y libre de comerse el mundo, libre de encontrar aquel que la complementase por siempre hasta sus últimos días, libre de pernoctar toda la noche solo para atesorar su presencia una noche más. Ahora habían pasado los años y con la experiencia esa joven se había vuelto mujer y madre, aun así, en ella existía ese rio caudaloso que exigía libertad, su loba inquieta era la culpable y al ver la luna sobre sus cabezas Danna lo entendió. Aquella noche no solo estaban ambos jóvenes, sino que su loba se hallaba presente; corriendo con ella, impulsándola a ocultar sus barreras y a entregarse, como la presa terminaba cayendo en las fauces de sus temibles depredadores.

Al llegar al claro la luz de la luna incidió en sus orbes otorgándole un color más brillante, más intenso. Sus ojos verdes resplandecían y agradeció que en aquel instante Scott no se diese la vuelta o sería testigo de aquel fulgor mágico y sobrenatural que la cubría bajo la sombra de aquella luna que ahora era como otras tantas noches futuras cómplice de la licantropa. Anhelando sus labios, sin dejar de clamar por un nuevo roce que la dejase sin aliento fue tomada por sorpresa cuando este se lanzó hambriento a ellos. Sus labios retuvieron la intensidad al principio hasta que entreabriéndolos entregó su aliento al frenético roce de sus bocas. Ella tembló contra su cuerpo y abrió los labios para tomar aire. Sonrío en aquel baile de fricciones y aprovechando el momento oportuno en el que la espalda masculina chocó contra el fuerte tronco del abedul, sus manos se pasearon por sus hombros, afianzándose a ellos, amarrándose a él ahora que todo parecía darle vueltas y el mundo temblar bajo sus pies. La caricia en su espalda propagó un estremecimiento que culminó en un suspiro y sin pensarlo en cuanto él jugó con su lengua, la suya fue a su encuentro avivando las llamas que suavemente empezaban a arrasarlos, a hacer estragos en ellos.

Ahogó una queja contra sus labios al verle apartarse de sí, de la presión de sus pechos contra su torso y el modo en el que su cuerpo quedaba en contacto con el suyo y sus manos en una caricia suave y tierna, descendieron hasta el pecho masculino. Parpadeó para apagar de su mirada el anhelo y deseo que en él debía de dibujarse y sonrío volviendo a mirarle fantaseando con todo lo que aquella voz le decía; lo que él dibujaba con sus bellas palabras. ¿Sabría él con que fuerza esas palabras podrían devolver la dicha a la vida de la duquesa? Seguramente lo desconocía, y aquello para ella aún era mejor. Lo que le decía no era surgido de un interés propio por su posición y riqueza familiar, sino todo lo contrario. Él que debía de provenir de una familia importante no parecía buscar nada más que retenerla en la calidez de su pecho y en su corazón sin importante que fuese una doncella o campesina como ella insistía en referirse. No se trataba de su riqueza, patrimonio o incluso de su inmenso ducado; no, solo se trataba de ella.

Hay un lugar Scott del que solo sé yo y a él, suelo recurrir cuando necesito esconderme, evadirme. Podríamos vernos mañana en la noche en ese mismo lugar. —Susurró ahogándose en su mirada mientras una suave y dulce sonrisa se formaba en sus labios. Bajó los ojos a los labios masculinos sin poder contenerse y volviendo a subir sus orbes hasta los masculinos, enmarcó su rostro con las dos manos y le acarició las mejillas antes de acercarlo más al de ella, hasta sentir su respiración agitada contra la piel de su barbilla, y luego hasta dar contra sus labios. —No me pidaís imposibles. Yo no puedo abandonar mis raíces y ya no hablo por mi hija, sino de lo que me ata a esta tierra. Es algo más fuerte de lo que podaís siquiera imaginar, Scott. Es una parte de mi, que de arrebatarmela, perdería irremediablemente parte de lo que fui y de lo que soy. —Cerró los ojos y suspiró atormentada, en parte herida. El joven le mostraba de lleno sus sentimientos y ella solo podía hablarle de deberes y obligaciones. El problema residía en que ella jamás podría olvidarse de las raíces que le habían dado vida y la habían anclado a ese mundo de magias y ritos paganos olvidados en el tiempo. Si alguien la amaba, debía amarla con todo lo que ella representaba. No solo una parte de ella; si no completamente todo su ser. Lo que fue, lo que era y lo que debía de ser. Desde la niña y el miedo que aún moraban en su interior, hasta la duquesa fuerte y decidida que no se dejaba vencer fácilmente y se entregaba a los demás con una actitud familiar y cercana. La que pecaba de inocencia y en muchas ocasiones, de curiosidad. Danna titubeó al pensar en si aquel joven podría también amarla de averiguar algún día la mentira con la que se había presentado ante él y mordiéndose el labio inferior acalló sus miedos y sus dudas besándole tiernamente, devolviéndole un beso con el que logró acallar su mente, más no fue él quien la hizo tensarse en sus brazos instantes después, sino el ruido próximo de alguien acercarse entre los árboles. Besó de forma casta sus labios y a regañadientes impelida por aquel aviso, se removió inquieta alejandose lo suficiente de él y de sus brazos, como para no verse tentada de nuevo y obligarse así a tomar la atención debida a sus instintos.

Chist… —Le dijo poniéndole un dedo sobre los labios, interrumpiendo lo que fuera que él quisiera decirle en cuanto le vio tomar aire. —Acabo de oír ruidos, quizás sea una pareja como nosotros que vino por la intimidad del bosque, pero debemos irnos. No pueden vernos. — Susurró en voz baja, de una forma más bien intima para que nadie más pudiera oírla siquiera. Una de sus manos bajó hacia una de las manos masculinas y tomándola apretó su agarre justo para cuando las voces llegaron nítidas a su posición. Eran voces masculinas y hablaban en un tono extranjero. La duquesa no debió de pensar mucho para imaginar quienes pudieran ser aquellos que llamaban a su señor. Buscaban a Scott. — ¿Son vuestros hombres, verdad? Os estarán buscando. Seguidme y os llevaré a ese lugar, lejos de ellos. —Se alejó un paso de él y tiró de su mano. — ¡Corred! Están aquí. —Agregó al sentirlos ya a apenas unos metros de donde estaban ellos y lanzándose una última vez a dejar un beso efímero en sus labios con una sonrisa, tiró de él y emprendió un camino que los llevó a alejarse del claro y a esconderse de aquella escolta. Mientras se escondían, sus pies tomaron la ruta más fácil y rápida de acceso al lugar donde de pequeña solía visitar con su madre; su escondite secreto. El lugar en el que aquella inolvidable noche de concluir; concluiría.
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Mensaje por Scott White Jue Ago 06, 2015 9:37 pm

Estaba un poco consternado. Scott ya tenía perfectamente claro que no la haría abandonar Escocia. Que no iba a ser posible llevarla a Nottingham y anunciarla no solamente como su esposa sino como un miembro más de los Cisnes Negros. Luego, supo que de cualquier modo iba ser conflictivo por su relación con Chelsea. Estaba en un gran dilema pero a pesar de la irresistible necesidad de estar ahí con ella no evitar que su mente divagara y pensara los por qué de esa negación. Ella no era una campesina, por acciones anteriores lo había descubierto, ¿pero podría haber alguien que amase tanto su lugar de origen sin tener un interés?, Scott amaba Nottingham y el reino porque ser un representante económico importante. Porque tenia el poder y aunque el lugar donde estuviese no influiría en absoluto por ser un Cisne él se podía permitir abandonar su origen sin salir perjudicado. ¿Pero ella que podía perder?, ¿qué escondía Lenore? Por unos instantes vio duda en ella, temores. No por lo que hacían en esos momentos, el beso se lo afirmó pero algo inquietaba a Scott. ¿Qué había detrás de esa exhaustiva negación?

Cuando estaba dispuesto a preguntarle lo acalló con uno de sus dedos. ¿Ruidos?, Scott no había escuchado más que a los animales nocturnos que eran sus confidentes en esos momentos. Pero segundos más tarde lo llegó a escuchar asombrándose por el buen oído que ella tenía. —Si duda no se equivoca. Es mi guardia —dijo moviendo su cabeza hacía donde se escuchaban los pasos y los llamados, después, volvió a mirar a Lenore que se lanzó nuevamente a sus labios, el beso lo aterrizó, regresándolo al momento. Un nuevo tirón en su mano y echó a correr sin soltar la mano de líder de los Nottinghams que se admiró de la fuerza que poseía Lenore y el ímpetu con el que lo guiaba. La capucha que llevaba ya estaba caída y sus cabellos castaños volaban libres.  Sintió una nueva sensación, una opresión en su pecho. Escuchaba su risa, la agitación por la prisa de llegar al lugar prometido, ocasionalmente veía su agraciado perfil y otra vez sus cabellos danzando.

Pronto llegaron hasta lo que parecía una muralla de abedules, el bosque se cerraba y unos caireles de lirios caían sin preocupación entre dos enormes árboles. Lenore corrió directo a esa zona. Por un instante Scott sintió un poco de inseguridad, pero luego pensó en que era una barrera de lirios y si ella lo guiaba significaba que esos caireles eran la puerta al refugio antes mencionado. Y así como bien lo pensó, al cruzar los lirios colgantes encontraron al claro. Era un espectáculo maravilloso. Literalmente una muralla de vegetación se alzaba alrededor de un pequeño lado, ahora Scott comprenda porque había afirmado que sólo ella conocía. El lugar parecía mágico, sacado de una novela de fantasías. Las luciérnagas del paisaje semejaban las estrellas y la pureza del lago reflejaba tan símil el cielo que parecía que ambos caminaban precisamente en los cielos, entre las estrellas y la majestuosa luna.

Sólo existía una palabra para describir la experiencia de Scott… Impresión. Estaba totalmente impresionado y sin darse cuenta de que Lenore le había soltado la mano caminó por cuenta propia dejándola unos pasos detrás. Contempló el lugar con mucha minuciosidad, llenándose todo, y con una amplia sonrisa se volteó para ver la candidez de Lenore. Se acercó a ella posando sus ojos en los de ella, con su boca entreabierta. Sus ojos se humedecieron y una lágrima surcó su mejilla como un río de caudal inocente. Mojó sus labios pensando en besarla pero se detuvo manteniendo la sonrisa que desbordaba una satisfacción pura, como la de un niño. —Dígame, ¿cómo podría superarse esta noche? —fue acercando sus labios a los de ella y al mismo tiempo atrajo el cuerpo femenino con su manos puestas en su espalda. Mas el contacto de sus bocas no se dio, Scott sólo la abrazó—. Gracias —susurró un su oído, las mejillas de ambos hicieron contacto y conforme la cabeza del Cisne Negro retrocedía los labios se acercaban peligrosamente hasta el punto en que hicieron colisión, desatando una ola de pasión envidiada por la misma luna.

Los cielos se están aclarando poco a poco —dijo una vez que el beso concluyó y tomándola de la mano la guió hasta una enorme roca que sospechaba era donde descansaba Lenore. La piedra era tan grande y uniforme que bien podían acostarse si así lo deseasen. Scott entonces se imaginó a Lenore penetrar aquel paraíso y recostarse en la roca abrazándose así misma, la vio así porque se negó a verla con un enamorado, en ese momento se preguntó si él era el único hombre que ella había traído a ese lugar o aquel fantasma como lo había llamado antes admiró como él semejante edén en tierra escocesa. Se sentaron, primero él, después ella. Scott acarició una de sus mejillas mientras removía con su otra mano los cabellos rebeldes que trataban inútilmente ocultar la belleza de Lenore—. Por siempre… —susurró y la besó.
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Mensaje por Danna Dianceht Dom Ago 09, 2015 4:22 am

Nunca antes había sentido esa euforia, esa adrenalina recorriendo su cuerpo mientras corrían tomados de la mano por las sendas de aquel bosque. La sensación voraz se hacía con todo e incluso se vio sorprendida cuando sintió deseos de reír en alto. Últimamente había olvidado esa sensación de libertad plena que sentía cuando corría por los bosques o cabalgaba entre aquellos campos casi vírgenes llenos de lirios y flores silvestres. Desde su embarazo y luego su enclaustro en el castillo, se había olvidado de esos pequeños detalles que hacían de la vida algo digno de aventurarse y ahora que huían de aquellos voces que los llamaban, se aventuraba de nuevo y por primera vez en mucho tiempo; no lo hacía sola. La mano de Scott apretaba la suya y sonriendo lo guio mientras dejaban atrás todo atisbo del pueblo y de voces que deseaban romper aquel momento que si no mágico, estaba siendo inolvidable. Rápidamente el bosque fue encerrándolos ocultándolos y llevándolos hacía aquel lugar al que hacía muchos años no visitaba. Solía ser de pequeña un lugar de descanso al que su madre siempre la llevaba cuando necesitaban hablar o simplemente escapar unos minutos de su vida diaria del castillo y la política. Constituido de un claro coronado por una hilera de lirios que protegían la visión de un precioso lago, Danna había abrazado aquel rincón del bosque como suyo solo cruzar una vez su mirada en aquel lugar y mientras más cerca volvía a encontrarse, más esperaba que todo siguiera intacto, como hacía diez años atrás cuando se dio su última visita.

Por suerte, tras aquellos minutos que pasaron como un soplo de viento fresco se internó en la última parte de tierra restante que le separaba de su destino y en un par más de segundos viendo los lirios de fondo lo supo; Habían llegado y todo seguía igual a antes. Mientras ella había cambiado, aquel jardín oculto había sobrevivido a los estragos del tiempo y lo celebró. En toda su vida muy pocas cosas se habían mantenido intactas. Todos terminaban abandonándola de un modo u otro. Incluso ante la desaparición de su oscuro, su manada de lobos desapareció. Habían aceptado a Adrik como el nuevo alfa de la manada y justamente  no fue hasta que sus lobos desaparecieron que Danna se dio por vencida, no obstante, la partida de los lobos fue un claro indicativo de que algo malo le había sucedido, como si ellos de algún modo pudieran saber que ya jamás regresaría. Y en su despedida particular ellos también desaparecieron, dejándola sola con apenas la compañía de dos de ellos que se habían quedado resguardando el ducado y los bosques. Una lágrima amenazó con romperla, pero con mucha fuerza de voluntad la retuvo y la ahogó. Tras entrar en el claro había dejado que él la soltase y maravillado diera unos pasos adelante mientras sus ojos brillaban sabiendo que la primera vez que vio de pequeña aquel lugar, así como él también lo había visto como una aparición mágica, un lugar lleno de esperanzas. Y ahora que Scott estaba en él, más que nunca intentó pensar en el destino. Porque Scott parecía llevar la esperanza tatuada en su mirada y Danna, sumamente egoísta deseaba retener esa esperanza para sí. La esperanza del cambio; el saber que todo estaba bien y que su vida volvería a llenarse. Quizás era demasiado temprano para vaticinar nada concreto; pero lo quería, quería lograrlo. Por ella y su pequeña Diana, que merecían una segunda oportunidad. También Adrik desde donde fuera que estuviese; se lo merecía.

Se abstuvo de pensar en él, no quería recordar, no hoy ni ahora; y aún menos con aquella compañía, por eso fijando su mirada a la espalda de Scott, dejó que todo aquel paisaje la sorprendiera. Habían llegado para cuando la noche terminaba y ya la luz de la luna empezaba a apagarse muy lentamente. No obstante, aún sus rayos encendían las aguas de aquel lago con sus destellos, los mismos destellos que enmarcaron el rostro masculino cuando dándose la vuelta, la enfrentó con una mirada cristalina. Y se quedó sin aliento. Podía verle una lagrima y deseó borrarla de sus ojos pero lo que más la impactó fue verlo rodeado por aquella luz mientras se le acercaba. Él no lo sabía, pero la luna representaba su mayor maldición pero también su anhelo. Era cuando se liberaba de los pensamientos, del dolor y ya nada más existía. Era la paz que tanto quería y ahora él también parecía formar parte de esa paz. A su lado; en sus ojos la licantropa no existía, tampoco la duquesa, solo la verdadera Danna se reflejaba en ellos.

Cuando él la besó, nuevamente no pudo negarse. Ya no tenía voluntad al sentir su respiración contra sus labios, y tampoco deseaba tenerla. El beso fue demandante e intenso, pero tierno. Como si empezaran a despedirse sin saberlo y los labios se dieran un adiós dulce con el que pasar horas luego recordando la noche. Y lo harían; Danna no podría olvidar ese encuentro fácilmente, ni aún si al final ya no volvían a encontrarse nunca más podría olvidarlo. Entreabrió los labios otorgándole total acceso y en el punto final de aquella cúspide dejó que la pasión se viera reflejada en sus bocas, en sus labios. No quería separarse de él y aquellos besos le ayudaron a decírselo sin palabras.

Siempre es mucho tiempo… —Su voz acarició los labios masculinos y separándose se quedó unos segundos contra él llenándose los pulmones de su perfume, de su nobleza, de su porte. Se le hacía imposible separarse de él y por si no quedaba claro, sus manos volvieron a acariciar su rostro, delineando su mentón hasta sus mejillas, recreándose, testando aquella piel que sus labios sorprendentemente aún no habían acariciado. Aquel jardín secreto era testigo por primera vez de aquellos sentimientos de la duquesa y sonriendo cerró los ojos al sentir la suave brisa del amanecer jugando a hacerla enardecer. Las manos masculinas acariciando su espalda hicieron vibrar su piel y uniéndose más contra él pudo apreciar como su figura se amoldaba a la perfección, como un puzle a la de él. —No desearía que esto terminase. —Susurró contra su aliento y abriendo los ojos se negó a mirar hacia el lago donde lentamente empezaba a clarear la noche en su reflejo, volviendo día, dando paso a los primeros tímidos rayos de sol que alumbraron lentamente aquellas aguas de colores purpuras y amarillas. —Y el cielo se niega a complacerme. —Sonrío suavemente y abrazándose a él, escondiendo su cabeza en su pecho fijó la mirada al lago con la mirada perdida, deseando que el tiempo se detuviera o se congelase en aquel preciso instante en que aún tocaba ese sueño con los dedos.

Podréis responderme una última pregunta antes de iros?  —Preguntó sabiendo que él no le negaría esa última petición, no cuando ambos estaban atesorando todos los segundos de estar juntos. Suspiró y regresando la mirada a la de Scott besó  la comisura de sus labios y luego su mejilla, mientras intentaba darse a la idea de que debería dejarlo ir y ella volver a su vida. Seguramente en el castillo su propio sol; su hija la esperaría medio adormilada acurrucada en su cama. Pero aun así, no deseaba dejar escapar ese momento junto a él. No con aquella incerteza embotando su cabeza. —Desearía saber cuál motivo os ha llevado esta noche a conocerme… A que providencia, destino u obligación debo agradecer por este encuentro. —Rozó lentamente sus labios con los propios y suspiró contra ellos. — ¿Quiénes sois… Scott? No deseo saber que solo fuisteis un sueño y se acerca tan rápido la despedida… que temo olvidaros y que me olvidéis. Más yo sé; que jamás podré olvidaros. —Expuso mostrando en sus ojos la sombra de la incertidumbre y del miedo. Que aquella noche terminase, dejaba muchos sentimientos a flor de piel y esos sentimientos; el dolor. Y la duquesa ya no deseaba sufrir, ya no más. No, cuando aquel sueño era tan maravilloso que no deseaba dejarlo partir. Y ella egoísta se aferró a su figura, a su cuello, a su presencia, a sus labios. Le miró fijamente y retuvo aquella última mirada grabada a fuego en su memoria; En su iris de fuego. —Besadme una última vez, os lo ruego. No podría dejaros partir sin un último beso; sin tocar una última vez este sueño.
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Mensaje por Scott White Lun Ago 10, 2015 12:30 am

No sabía que quería decir con siempre, Scott estaba ahora muy confundido con sus sentimientos. No los que estaba sintiendo por Lenore, si no los pasados… Bambi y Chelsea. ¿Ese por siempre estaba destinado a ellas?, ¿por siempre, creyó lo que significaba amar y a quién amaba? Cuando quiso aclararlo de algún modo Lenore se adelantó aterrizando una verdad del que él estaba de acuerdo… Era mucho tiempo, demasiado para la efímera vida de los humanos, de él, de Lenore. Los labios de Scott aclamaron por un beso, más sólo recibió la caricia dócil de su enamorada, de la bella Lenore que jugaba a ser una campesina. El fuego de Scott se avivó y sus manos recorrieron la espalda femenina al tiempo que la escuchaba y le respondía. —Parece que el tiempo nos jugó mal. Primero siendo amable con nosotros y ahora denotando una frialdad casi cruel. Mas hay sabiduría, te conocí ayer por la noche y hoy le he confesado mi amor, tal vez para el tiempo es demasiado —concluyó recibiendo su abrazo con los ojos cerrados.

¿Por qué su petición se escucha con el temor de que no nos vamos a volver a ver? —el Nottinghams comenzó a dudar de las intensiones posteriores de Lenore, entonces recordó que era madre y quizás estaba reflexionando y dándose cuenta que una aventura con él no valía la pena. Tenía algo más importante en su casa, más importante que una apuesta de un amor incondicional. Una hija. Pero entonces, las palabras de ella lo volvieron a desconcertar—. El comercio, eso me trajo a estas tierras y mi curiosidad me llevó a la festividad; pero fue el destino quien es el responsable de que nos hayamos conocido —confesó y la besó cuando ella se lo pidió. Cerró sus ojos y liberó todo su sentimiento que ella generaba en él. Dejó que el corazón subiera a través de su boca y fuera quien besara esos labios, el amor besó a Lenore con una desbordante pasión, nadie más.

Cuando sus labios se separaron y su corazón desbocado procuró amenizarse para no sufrir un paro debido a tanto derroche de amor que desató en ese beso. Se quedó viéndola a los ojos, como lo había hecho la mayor parte del tiempo, a esos ojos hermosos y sonrío. —¿Quién soy? —susurró en sus labios—, soy Scott… —respondió recorriendo con sus ojos el rostro de Lenore, acarició los labios con uno de sus dedos y luego retrocedió un paso—. No soy ni seré un sueño, me trajiste aquí para mostrarme el lugar donde nos veremos esta noche ¿no?, entonces no tengas miedo, no me convertiré en eso que temes —desabotonó los primeros botones de su camisa y se sacó un colgante de oro con un diamante, que representaban la leyenda de la espada en la piedra, una magistral joya que significaba mucho para él y se la puso en el cuello a Lenore—. Llévate esta joya si tu temor por olvidarme le sobre pasa, mas sepa que no es obsequio. Por la noche, en este lugar tendrá que regresármela. Hoy mismo resolveré mi negocio y por la noche, cuando nos veamos, tendré algo para usted, algo que significara mucho, algo que vendrá acompañado de un decisión que debe de tomar, sí como yo usted piensa que yo nací para amarla —se apresuró a besarla nuevamente—, ahora me voy con la esperanza de que la veré esta noche. Hasta pronto mi bella Lenore, le esperaré y aún si no llegara la buscaría —le sonrió y le dio la espalda, miró la claridad del cielo y se apresuró a salir del santuario.

Una vez afuera sacó una navaja y fue marcando en los árboles el sendero para no perderse y encontrar el camino al santuario de Lenore. Contó cada paso y observó todo lo que le ayudase a orientarse, memorizándolo. Fueron 75 los pasos que dio hasta escuchar las voces de su guardia y quince más los que lo llevaron hasta su carruaje. —Mi señor, temíamos por usted. La señora Chelsea nos ordenó protegerlo, por eso, no lo volveremos a abandonar —informó armándose claramente de valor para enfrentar a su amo. Mas Scott no le dio importancia, pensó en Chelsea y sonrió, después de todo no se casaría con la duquesa como lo tenían planeado.
Por supuesto Henry, ahora, vayamos con la duquesa. No quiero llegar retrasado a nuestro encuentro —dijo y subiéndose al coche se apresuró a abrir uno de los cajones de un compartimento secreto del interior, ahí tenía el anillo de compromiso que habían planeado sería para entregárselo a la duquesa—. Tu destino será otro —susurró a la joya mientras pensaba en Lenore, en esos ojos hermosos. Los Nottinghams no escatimaban en nada, aquel anillo había costado medio millón de libras, pero para Scott ese precio no significaría nada si Lenore aceptaba casarse con él como era su intención—, esta noche tu propósito se cumplirá querido mío —le habló al anillo y los caballos echaron a andar. Scott se quedó ahí, viendo el anillo y éste el reflejo de su alma enamorada.
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Mensaje por Danna Dianceht Dom Ago 16, 2015 1:48 am

El beso fue producto de su desesperación y volcado de sentimiento; de corazón, de sentires dejó que este arrasara con todo pensamiento que pudiera tener, hasta enzarzarse únicamente en la preocupación de robar los segundos al tiempo para permanecer más tiempo bebiendo de su entrega. Luego de ello no tuvo palabras, solo sintió la emoción de cada una de aquellas palabras y el deseo, el deseo ardiente de no dejar escapar aquel sueño. Pues por más veces que el dijera no era un sueño, la duquesa aún tenía sus reticencias. Dos años que no había sentido nada similar, dos años buscando, anhelando, llorando lo perdido y jamás regresado. Y ahora que el destino parecía ser benigno con ella, solo poseía de unas simples horas para disfrutar de aquellos sentimientos que con miedo aceptaba como una segunda oportunidad de amar o sufrir más por su pérdida.

No hacía mucho del momento en el que debió de asumir la desaparición de su oscuro, y sabiendo que él habría regresado inmediatamente de poder, su desaparición fue aún más dolorosa. Únicamente la muerte habría podido separarlos o algo más atroz; el olvido. ¿Habría podido pasarles lo que más temieron? Había estado un año luchando por no decaer y luchar por buscarle. Había enviado detectives y lo último que se supo fue de una compra que él mismo realizó antes de que todas las pistas desaparecieran abruptamente en un tiroteo. Muerto le habían dicho, pues no encontraron ningún cuerpo y Danna supo que tampoco lo abría. Los vampiros se volvían ceniza y la ceniza terminaba navegando por las corrientes del viento, transportándolos a rincones donde quizás jamás anduvieron con vida, lejos quizás también de aquello que conocieron y amaron. No quiso creerlo y aún una parte de ella renegaba de esa idea. La oscuridad no podía morir, se repetía pero pasado el tiempo, incluso su propia luz ahora solo mantenida por el amor a su hija fue muriendo y con su muerte, aceptó que ya él no regresaría, que muerto o no, siempre una parte de él las protegería pero el destino o la muerte los había enviado a bandos contrarios. ¿No habría sido entonces, todo mucho más fácil si en aquel encuentro de oscuridad y luz, él hubiese terminado con su venganza? Habrían muertos juntos, ella en sus manos y él tras su último aliento. Habría sido todo como ella lo había deseado, muerto juntos, sin separarse. Y ahora que había asimilado una muerte solitaria cuando le llegase la hora y su hija no la necesitara más, su corazón pusilánime había revivido con fuerza bajo su pecho. Su corazón la había convertido en una joven temblorosa, llena de miedos de volver a sentir la perdida y el abandono, pero también con muchísimas ganas de vivir y disfrutar. De reír y amar todo cuanto pudiese hasta que las aguas del destino se la llevasen. ¿Podría algún día Scott entender sus miedos, sus reservas? ¿Podría ella algún día contarle de la existencia de la herida en su corazón? Temía sentir de nuevo y cuanto más temía, más sentía por la causa de esa eléctrica mirada.

Porqué sé que el tiempo es caprichoso más cuando se ama es efímero.—Contestó reteniéndole unos segundos más contra su aliento. Cerró los ojos contra él y dejó que sus palabras la reconfortaran. No era una despedida, volverían a verse y debía confiar en ello—. Esta noche vendré a este lugar. Os esperare Scott… aún se haga eterna esta espera.

Ya no había nada más que hacer, el tiempo se les había acabado y con el preciado collar a devolver en su cuello se obligó a dejarlo ir. Sus dedos dejaron de retener la tela de su impoluto traje entre ellos y tras un último beso y una pequeña sonrisa, él se alejó dejándola con sus responsabilidades y con su realidad lejos de esa burbuja que Beltaine había creado para ellos; y solo para ellos. La loba debía ir rápidamente a su guarida, donde Diana y su sonrisa adormilada la esperarían para adornar de luz una nueva mañana. La noche concluiría ahora entonces. Los rayos del sol parecían deseosos de salir de sus cumbres y la luna, quizás riéndose del destino incierto de los amantes, seguía en lo alto del cielo esperando reencontrarse con su amado sol, como Danna esperaba a la noche para volverle a ver. Observó con el corazón atenazado como la figura de Scott desaparecía tras la cortina de lirios y volteándose a ver una última vez el lago también ella partió en dirección al ducado. No obstante, tomó el camino contrario a los pasos masculinos buscando adentrarse en sus jardines para una vez llegar allí, usar alguna de las puertas traseras para penetrar en la construcción de su familia.

Como un sueño ella desapareció. Anduvo unos minutos por el bosque hasta que a lo lejos divisó el murmullo de las fuentes de su jardín y el chapoteo de los primeros cisnes que se bañaban en sus aguas. Sonriendo salió de la linde del bosque y caminó por el inmenso jardín compuesto de figuras armamentísticas, estatuas de sus familiares y una riqueza invaluable de las más bellas flores de Escocia, todas allí reunidas. Las fragancias eclipsaron su olfato y mirando por primera vez el colgante de oro que Scott le había dejado, lo apretó en su mano tal y como deseaba poder haber tomado la mano masculina, impidiéndole a este que con las primeras luces del alba se fuera y sonrío, sin saber cuan cerca estaba el reencuentro. Como una sombra la duquesa finalmente salvó la distancia que la separaba de los suyos y cerrando la puerta de acceso al castillo, la duquesa sigilosa se adentró entre las cuatro paredes que de memoria conocía. Los sirvientes empezaban a despertar, ya se oían las ollas en las cocinas y las primeras voces provenientes de alguno de los salones o del comedor. Sin ser vista por ninguno de sus sirvientes o doncellas, llegó a la alcoba de su hija y con mucho cuidado de que su hija no despertase, se metió junto a ella en la cama tras depositar en una silla su oscura capa y su vestido, quedándose con un fino camisón de seda para dormir. No dormiría mucho, se dijo al sentir su hija removerse entre sus brazos al tumbarse, pero no le importó;  con una sonrisa esperó que se despertara de su dulce sueño y mientras pensaba en aquellos iris de fuego que la habían cautivado, la festividad de Beltaine se consumía con el regreso del astro sol y su luz.

Todo llegaba a su fin y con ello, la vida diaria se imponía a la fiesta de esos últimos días. El tiempo y los días regresarían a la normalidad, y las gaitas, flautas y tambores lentamente fueron desapareciendo dejando el ambiente sumido en la música de la despedida y tan cuotidiana balada de los quehaceres matutinos. En el pueblo los fuegos se consumieron y por toda Escocia; los fuegos culminaron. Más en la mente de la duquesa, la llama jamás se extinguió.



TERMINADO
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