Hielo y fuego, una danza macabra [Privado Marius]

Marius amaba la música del teatro. Aquello era lo único que le hacía sentir de nuevo vivo. La música había representado para él la única manera de expresión verdadera. Cuando era una mortal entre los demás, sus canciones, su pasión por las melodías era lo que había acortado su sufrimiento. Algo que había sido bien difícil. Sus composiciones, aquellas notas musicales eran los únicos recuerdos buenos que portaba de su humanidad, lo único que lo conectaba a su antigua vida... A lo que había sido su vida. Con los ojos cerrados, disfrutaba de aquel placer que lo llevaba a un mundo extraño. Las notas siempre habían representado vida para él. Era como contar una historia, todo tenía su principio y su final, y todo estaba relacionado, cada acorde, cada movimiento de mano, cada sonido era como una palabra. Para él tenía un especial significado. La opera era lo que más adoraba Marius, un gusto que estaba encantado de no haber perdido.

Rohmer había sentido miedo tras su conversión. No sabía en que se había convertido. Después de todo había suplicado a unos seres de la noche, a unos monstruos que lo convirtieran en algo totalmente desconocido para él. El miedo aun lo había atenazado más cuando el proceso había comenzado. ¿Había confiado en unos extraños, unos monstruos, le había dado su vida sin ni si quiera pensarlo dos veces? Si. Y había temido no volver a despertar, no volver a ver el mundo a su alrededor. En un principio si se había sentido traicionado, temeroso de que sus suplicas hubieran fallado. Sin embargo tampoco le importaba demasiado. Más tardes, después de haberse adaptado, lo había pensando. Marius había denigrado su vida, incluso siendo un monstruo de la noche, había deseado la muerte. Siempre queriendo algo más de lo que tenía, siempre descontento de lo que le ofrecía el destino. Pero ahora, ahora tenía un sentimiento distinto. Estaba contento de haberse convertido en vampiro. Pese al consumo de sangre, pese a las limitaciones de su condición. Incluso con todo eso, tenía la oportunidad de ver el mundo a su alrededor, de tener lo que siempre había deseado: más y más. Siempre algo más de lo que le rodeaba. Y ahora mismo se contentaba solo con estar allí. En la opera. Disfrutando de una música, que de no ser por su condición eterna, nunca habría podido disfrutar.

Marius abrió los ojos lentamente para contemplar la escena que se retrataba en el escenario. Aquel cuento diferente al que su mente imaginaba. Las escenas que se representaban ante él no tenían importancia, Rohmer solo atendía a la melodía, a las imágenes que la melodía creaba para él. Una historia muy diferente a la que el resto del publico era capaz de ver. Disfrutando aun de la música que rompía el silencio, paseo la mirada sobre la muchedumbre que allí se encontraba. Aquel era otro de los placeres de los que disfrutaba, conocer a personas que nunca debería haber conocido. Se sentía bien al contemplar a la humanidad ajena a todo aquel mundo oscuro que los rodeaba, tan ingenuos y ajenos a su poder. Era un delicioso y dulce triunfo para Marius. 

Su vista quedo parada en un punto durante un rato, un largo rato. Una joven en uno de los palcos había llamado su atención. Le pareció dulce y afligida. Sus ojos verdes se demoraron demasiado tiempo en la figura femenina, tanto que alcanzado a ver como le devolvía la mirada. Algo en ella le atraía. Como una llamada silenciosa. Tan pronto como sus ojos se encontraron en la multitud él se dio cuenta, era como él. Un ser de la noche más en aquel lugar. Y algo más de atracción le empujo hacía ella. Pudo ver el cambio en su semblante, una frialdad que recorrió sus fracciones durante un instante inexistente para un mortal, pero perfecto para él. Una curiosidad pico en su interior, y el deseo de conocerla se impuso ante cualquier otro pensamiento. 

[...]

Con un deseo de impaciencia, Marius fijo la vista en la opera, ansiando el momento en el que el telón por fin diera por terminada la obra. O al menos un descanso que le permitiera alcanzar a aquella dama y conseguir un nombre al menos. Algo que le diera una oportunidad para conocerla y averiguar quien era. Necesitaba saber que había en su mirada, aquellos secretos que escondían sus hermosos ojos. Necesitaba saber que tenía de especial.