AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Fuego y cenizas ~#Privado +18
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Fuego y cenizas ~#Privado +18
Impaciencia y expectación me llenaban a partes iguales, creciendo mas y mas en mi interior mientras pasaban los minutos. Sabía bien que vendría, siempre que le había pedido que se encontrara conmigo, éste lo hacía sin importar lo mas mínimo lo que pudiera haber estado haciendo, era mas que consciente de ello, pero ya no me bastaba con eso, quería mas: quería ser la única mujer en su vida, por la única que se interesara y la única que le importara. Estaba harta de ver pasar una rubia tras otra por su vida mientras yo permanecía en silencio, callando lo mucho que en verdad eso me molestaba... lo mucho que anhelaba que sus manos recorrieran cada centímetro de mi cuerpo en vez de tocando a cualquiera de esas. La furia que me provocaba imaginar eso hizo que mis manos se crisparan y se tornaran en puños a mi alrededor. Tomando un par de inspiraciones profundas, mi mirada vagó por el claro que había elegido como punto de reunión. Hoy, si o si iba a cambiar todo, no estaba dispuesta a seguir aguantando eso.
Cerrando un momento los ojos recreé en mi mente la imagen que había poblado la gran mayoría de mis sueños; recordando la vez que había podido vislumbrar desde la distancia su cuerpo semidesnudo, mientras se encontraba en el patio trasero de la casa realizando su entrenamiento, momento en que supuestamente yo me encontraba “sumida” en el tedioso arte del bordado, encerrada en mi habitación. Desde el momento en que, por casualidad había descubierto la hora en que solía estar ahí entrenando, siempre me había dirigido a mi habitación y me había encerrado durante horas fingiendo estar ocupada con el bordado y manteniendo la puerta de la habitación cerrada mientras fantaseaba una y otra vez en tenerlo para mi y solo para mi. Esbozando una leve sonrisa, abrí los ojos y con mi mirada recorrí el claro en silencio, hasta que ésta finalmente se centró en un punto concreto en dónde había percibido movimiento y el ruido de pasos.
Esbozando una nueva sonrisa, reacomodé el vestido que llevaba, a pesar de que ésto fuera lo único que cubriera mi piel puesto que había decidido prescindir de cualquier prenda que pudiera interrumpir o interferir de alguna manera. Era mas que consciente de lo que estaba a punto de hacer, pero por una vez no era capaz de pensar o analizar con frialdad todos los detalles ni cuáles podían llegar a ser las consecuencias perjudiciales de ésto, no cuando lo que pretendía conseguir con ello era lo que había anhelado y deseado con todas mis fuerzas durante mucho tiempo. Una nueva sonrisa radiante se formó en mis labios en el momento en que, finalmente, le vi aparecer entre los árboles, tomando una respiración profunda, me volví a arreglar el vestido, notando mis manos al pasar por encima de la delgada tela y me acerqué a él con paso ligero, decidido y no paré hasta que finalmente me encontré frente a él. —Abel —musité mientras pasaba mis brazos por su cuello y me colgaba de él, pegando inevitablemente mi cuerpo al suyo, algo que siempre solía hacer y que siempre había sido parte de mis intentos de llamar su atención como hombre y que, hasta hoy, nunca había surtido efecto— no me gusta que me hagas esperar —musité antes de que mis labios se presionaran sobre los suyos sin darle la mas mínima opción de que girara el rostro y evitara mis labios o que pudiera rechazarme antes de que pudiera conseguirlo.
Cerrando un momento los ojos recreé en mi mente la imagen que había poblado la gran mayoría de mis sueños; recordando la vez que había podido vislumbrar desde la distancia su cuerpo semidesnudo, mientras se encontraba en el patio trasero de la casa realizando su entrenamiento, momento en que supuestamente yo me encontraba “sumida” en el tedioso arte del bordado, encerrada en mi habitación. Desde el momento en que, por casualidad había descubierto la hora en que solía estar ahí entrenando, siempre me había dirigido a mi habitación y me había encerrado durante horas fingiendo estar ocupada con el bordado y manteniendo la puerta de la habitación cerrada mientras fantaseaba una y otra vez en tenerlo para mi y solo para mi. Esbozando una leve sonrisa, abrí los ojos y con mi mirada recorrí el claro en silencio, hasta que ésta finalmente se centró en un punto concreto en dónde había percibido movimiento y el ruido de pasos.
Esbozando una nueva sonrisa, reacomodé el vestido que llevaba, a pesar de que ésto fuera lo único que cubriera mi piel puesto que había decidido prescindir de cualquier prenda que pudiera interrumpir o interferir de alguna manera. Era mas que consciente de lo que estaba a punto de hacer, pero por una vez no era capaz de pensar o analizar con frialdad todos los detalles ni cuáles podían llegar a ser las consecuencias perjudiciales de ésto, no cuando lo que pretendía conseguir con ello era lo que había anhelado y deseado con todas mis fuerzas durante mucho tiempo. Una nueva sonrisa radiante se formó en mis labios en el momento en que, finalmente, le vi aparecer entre los árboles, tomando una respiración profunda, me volví a arreglar el vestido, notando mis manos al pasar por encima de la delgada tela y me acerqué a él con paso ligero, decidido y no paré hasta que finalmente me encontré frente a él. —Abel —musité mientras pasaba mis brazos por su cuello y me colgaba de él, pegando inevitablemente mi cuerpo al suyo, algo que siempre solía hacer y que siempre había sido parte de mis intentos de llamar su atención como hombre y que, hasta hoy, nunca había surtido efecto— no me gusta que me hagas esperar —musité antes de que mis labios se presionaran sobre los suyos sin darle la mas mínima opción de que girara el rostro y evitara mis labios o que pudiera rechazarme antes de que pudiera conseguirlo.
Última edición por Ivanna Hadjiev el Dom Ago 28, 2016 3:56 pm, editado 2 veces
Ivanna Hadjiev- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/03/2016
Re: Fuego y cenizas ~#Privado +18
No había sido consciente de ello, no era capaz de darme cuenta que todo lo que hacía era en vano porque más me acercaba a mi fruta prohibida, aun cuando la alejaba de mí, aun cuando rechazaba la tentación de su perfume, de sus manos, sus labios, su todo, pero ella seguía volviendo una y otra vez insistentemente para enloquecerme o quizás para probar mi temple; sabía que iba a perder, porque con solo poder oír sonreír o verla de soslayo en algunos momentos me bastaba para perder la calma.
Había concretado una cita entre nosotros, no sabía bien la razón, aunque sospechaba. Mi pequeña hermanita se había vuelto una mujer bellísima a los ojos de cualquier hombre y a los míos era la más hermosa tanto así que deseaba poseerla solo para mi, pero se me estaba prohibido por nuestro padre, se me ha ordenado encontrar mujer para contraer nupcias, lastimosamente todas me dejan ya que mi interés hacia ellas es reducido por la presencia de mi hermana, a la que con cualquier capricho se lo cumplo y eso lo han visto mis “pretendidas” enojándose conmigo por mi actitud.
Había llegado hace unos minutos y podía verla desde donde estaba, tan hermosa con el viento jugando con sus cabellos y ropajes, solo podía sonreír e imaginar que era yo quien olía su piel, quien la besaba y convertía en mujer; más mis pensamientos se refrenaron cuando mis pies comenzaron a andar hasta ella, sonriéndole como un hermano, un hermano que la cuidaría siempre desde las sombras con secreto. Sus brazos y sus labios, no pude apartarle, es más mis manos fueron a su cintura apretándola un poco respondiendo a ese beso abriendo sus labios para dejar entrar la lengua lentamente recorriéndola por dentro. Apenas separe un poco los labios para robarle otro casto beso en ellos que ya estaban rojos.
La separo un poco tomando su mano para besar su dorso —Sé que no te gusta, pequeña, pero ¿Qué puedo hacer? Si nuestro padre me ha impuesto otra prometida, esta vez van con las pelinegras— reí porque por dentro tenía ganas de gritar, de tomarla y llevarla lejos de ahí, muy lejos. Estaba enloqueciendo con su cercanía, con cada roce que hacía. No podría tener la cabeza más fría y esa sonrisa se borraría para dar paso al animal de hombre que soy, algo que no quería porque temía asustar a mi amada, mi dulce hermana —Dime que nuevo capricho se te ha metido en la cabeza, y por favor que no sea un amor, ni novio ni pretendiente o que te ayude en eso, me niego desde ahora a hacer eso— apretaba los dientes, porque si era sobre ellos terminaría matando al infeliz que ha cautivado los ojos de mi amada.
Había concretado una cita entre nosotros, no sabía bien la razón, aunque sospechaba. Mi pequeña hermanita se había vuelto una mujer bellísima a los ojos de cualquier hombre y a los míos era la más hermosa tanto así que deseaba poseerla solo para mi, pero se me estaba prohibido por nuestro padre, se me ha ordenado encontrar mujer para contraer nupcias, lastimosamente todas me dejan ya que mi interés hacia ellas es reducido por la presencia de mi hermana, a la que con cualquier capricho se lo cumplo y eso lo han visto mis “pretendidas” enojándose conmigo por mi actitud.
Había llegado hace unos minutos y podía verla desde donde estaba, tan hermosa con el viento jugando con sus cabellos y ropajes, solo podía sonreír e imaginar que era yo quien olía su piel, quien la besaba y convertía en mujer; más mis pensamientos se refrenaron cuando mis pies comenzaron a andar hasta ella, sonriéndole como un hermano, un hermano que la cuidaría siempre desde las sombras con secreto. Sus brazos y sus labios, no pude apartarle, es más mis manos fueron a su cintura apretándola un poco respondiendo a ese beso abriendo sus labios para dejar entrar la lengua lentamente recorriéndola por dentro. Apenas separe un poco los labios para robarle otro casto beso en ellos que ya estaban rojos.
La separo un poco tomando su mano para besar su dorso —Sé que no te gusta, pequeña, pero ¿Qué puedo hacer? Si nuestro padre me ha impuesto otra prometida, esta vez van con las pelinegras— reí porque por dentro tenía ganas de gritar, de tomarla y llevarla lejos de ahí, muy lejos. Estaba enloqueciendo con su cercanía, con cada roce que hacía. No podría tener la cabeza más fría y esa sonrisa se borraría para dar paso al animal de hombre que soy, algo que no quería porque temía asustar a mi amada, mi dulce hermana —Dime que nuevo capricho se te ha metido en la cabeza, y por favor que no sea un amor, ni novio ni pretendiente o que te ayude en eso, me niego desde ahora a hacer eso— apretaba los dientes, porque si era sobre ellos terminaría matando al infeliz que ha cautivado los ojos de mi amada.
Abelard K. Hadjiev- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 05/05/2016
Re: Fuego y cenizas ~#Privado +18
Por un momento, sentí que el tiempo se paraba a mi alrededor, cómo todo aquello que quería y deseaba se encontraba al alcance de mi mano y que tan solo tenía que tomarlo, reclamarlo como propio y que nada ni nadie se interpondría en mi camino. Pero como todo sueño, este, desgraciadamente tenía que terminar y mi expresión se volvió funesta en el momento en que el sentido de sus palabras calaba con lentitud en mi mente. Mi mirada relampagueó con furia, una molestia que no quería seguir acallada y silenciada tal y cómo lo había hecho por años. Pero si no hubiera sido suficiente con el saber que ya volvía a haber otra meretriz tras aquello que era mío sus palabras terminaron de inflamar mi ira. La mirada que, tras un momento le dirigí, no tenía nada a ver con cómo solía mirarlo, no quedaba rastro de la adoración y la calidez que siempre había estado presente ahí si no que mis ojos habían perdido toda calidez y se habían tornado glaciales, cómo dos fríos témpanos de hielo. —No me importa lo mas mínimo que sea rubia, morena o pelirroja, que no se atreva a cruzarse en mi camino si valora lo mas mínimo su vida. —Mi voz sonó igual de fría, distante e indiferente a cómo podrían llegar a interpretarse mis palabras.
Retirando mi mano de la suya, me di la vuelta, dándole la espalda, negándome a mirarle por un momento. Tras un momento, tomé una respiración profunda, dejando escapar el aire lentamente antes de que me dispusiera a hablar de nuevo a pesar de que el tono glacial no abandonó mi voz—. No es un capricho —dije finalmente en apenas un susurro— sé perfectamente lo que quiero y deseo, igual que sé lo que estoy dispuesta a hacer para conseguir aquello que quiero —sentencié— lo he sabido por mucho tiempo, año tras año lo mantuve en silencio, en secreto, pero ya no pienso seguir aguantándolo. —Negué con la cabeza, de forma sutil mientras toda la furia y la frustración que había sentido por tanto tiempo brillaba en silencio en cada uno de mis movimientos— no tengo interés en ningún novio o pretendiente que pueda aparecer ahora, ninguno de ellos sería digno de mi ni llegaría a resultar lo suficientemente bueno —el tono glacial se transformó en uno de tristeza, pero éste no llegó a perder la firmeza ni la seguridad de mis propias palabras—. No, ninguno de ellos resultaría estar a la altura. —Por un momento cerré los ojos, dejando que el silencio se extendiera en el lugar, de forma inevitable.
—Solo hay sitio para un hombre, tanto en mi mente como en mi corazón, y no me importa lo mas mínimo que tan incorrecto sea o que tan prohibido esté —dije finalmente, dándome la vuelta lentamente y finalmente mirándole de nuevo—. Si no puedo tenerte, no quiero a ningún otro; ésa es mi última palabra al respecto, nada ni nadie hará que eso cambie. Ahora eres completamente libre de mirarme con desprecio, de sentir repugnancia o rechazarme —mi mirada se volvió de nuevo fría a la vez que la determinación brillaba en ello— me da completamente igual que así sea, porqué no voy a vivir para presenciarlo. —Lentamente, metí la mano en uno de mis bolsillos, sacando la daga que también había traído conmigo, como parte de la opción que estaba dispuesta a seguir hasta el final si las cosas salían mal, algo que, sin lugar a dudas, sentía que era lo que iba a pasar; no estaba dispuesta verle nunca mas con ninguna otra, no estaba dispuesta a seguir callando y ocultando los que eran mis verdaderos sentimientos y, de ninguna manera, iba a lidiar con el hecho de que él me mirara con desprecio o repugnancia una vez había desatado la tormenta. Era por todo ello que solo tenía una opción si en su corazón no había lo mismo que en el mío; solo podía ponerle punto y final a todo y eso, era lo que iba a hacer aquí y ahora sin importar nada mas allá de éste momento decisivo y crucial.
Retirando mi mano de la suya, me di la vuelta, dándole la espalda, negándome a mirarle por un momento. Tras un momento, tomé una respiración profunda, dejando escapar el aire lentamente antes de que me dispusiera a hablar de nuevo a pesar de que el tono glacial no abandonó mi voz—. No es un capricho —dije finalmente en apenas un susurro— sé perfectamente lo que quiero y deseo, igual que sé lo que estoy dispuesta a hacer para conseguir aquello que quiero —sentencié— lo he sabido por mucho tiempo, año tras año lo mantuve en silencio, en secreto, pero ya no pienso seguir aguantándolo. —Negué con la cabeza, de forma sutil mientras toda la furia y la frustración que había sentido por tanto tiempo brillaba en silencio en cada uno de mis movimientos— no tengo interés en ningún novio o pretendiente que pueda aparecer ahora, ninguno de ellos sería digno de mi ni llegaría a resultar lo suficientemente bueno —el tono glacial se transformó en uno de tristeza, pero éste no llegó a perder la firmeza ni la seguridad de mis propias palabras—. No, ninguno de ellos resultaría estar a la altura. —Por un momento cerré los ojos, dejando que el silencio se extendiera en el lugar, de forma inevitable.
—Solo hay sitio para un hombre, tanto en mi mente como en mi corazón, y no me importa lo mas mínimo que tan incorrecto sea o que tan prohibido esté —dije finalmente, dándome la vuelta lentamente y finalmente mirándole de nuevo—. Si no puedo tenerte, no quiero a ningún otro; ésa es mi última palabra al respecto, nada ni nadie hará que eso cambie. Ahora eres completamente libre de mirarme con desprecio, de sentir repugnancia o rechazarme —mi mirada se volvió de nuevo fría a la vez que la determinación brillaba en ello— me da completamente igual que así sea, porqué no voy a vivir para presenciarlo. —Lentamente, metí la mano en uno de mis bolsillos, sacando la daga que también había traído conmigo, como parte de la opción que estaba dispuesta a seguir hasta el final si las cosas salían mal, algo que, sin lugar a dudas, sentía que era lo que iba a pasar; no estaba dispuesta verle nunca mas con ninguna otra, no estaba dispuesta a seguir callando y ocultando los que eran mis verdaderos sentimientos y, de ninguna manera, iba a lidiar con el hecho de que él me mirara con desprecio o repugnancia una vez había desatado la tormenta. Era por todo ello que solo tenía una opción si en su corazón no había lo mismo que en el mío; solo podía ponerle punto y final a todo y eso, era lo que iba a hacer aquí y ahora sin importar nada mas allá de éste momento decisivo y crucial.
Ivanna Hadjiev- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/03/2016
Re: Fuego y cenizas ~#Privado +18
La tormenta había llegado a su mayor punto.
Frío, frío y vacío era lo que sentía con sus palabras pero más que nada por su lejanía, el estar tan cerca pero serme prohibida mostrándose casi inalcanzable tanto como las estrellas en el firmamento; tenía que olvidar todas esas ideas o de lo contrario terminaría cometiendo alguna locura, una muy imperdonable que solo podría borrarse con la muerte o el exilio eterno; pero, ¿cómo hacerlo? Cuando el objeto de ello está tan cerca que con una sonrisa, una palabra puede destruir todo el muro que he construido para evitar mostrar el rostro de la bestia. Tan cerca como ausente al escapárseme como agua entre los dedos por los designios de Dios y de nuestro padre.
Sus palabras me desconcertaron completamente dándome la calidez del soñar con la ilusión de una pequeña posibilidad ante mis oscuros deseos, quizás por eso sonreía pero la felicidad nunca dura mucho, al menos hasta cuando los puños cerré al imaginar que había un hombre al que mi querida y adorada amada estaba venerando, otro hombre que ella podría entregar su corazón, su cuerpo, su alma y no era yo, lo sabía, siempre supe que ella no podía sentir lo mismo que yo sentía, que ella me vería solo como su hermano y su recelo a que encuentre una pareja era al hecho de evitar que aparten a su hermano mayor lejos de ella, su guardián. Aunque el serlo no me molestaría para nada.
Estaba desconcertado por sus palabras que me quedé pensando en ella sin escuchar lo que había dicho hasta que en el silencio que se instauró y la fría brisa que nos abrazó mis ojos la miraron con detenimiento y la tristeza de poder perderla, de que otro ser se la lleve lejos de mí, pero mis ojos se abrieron de par en par al ver el filo de un arma apuntándola , con sus propias manos, corrí lanzándome prácticamente a ella arrebatándole aquella daga para arrojarla lejos, la tumbe al suelo estando sobre ella tomándole de los brazos con fuerza, debía controlarme o terminaría haciendo la peor estupidez de mi vida
La mente se vuelve en blanco y solo veo su rostro, sus ojos, su tristeza, al diablo lo que esté bien o no, no había oído nada de lo que dijo por estar pensando y la razón del porqué de esa daga —Jamás aceptaré a otra mujer que no sea la bella rubia que ahora está debajo de mí, no aceptaré como esposa a otra que no sea la que mis ojos esta viendo en este momento—. La abrace con fuerza y sin pedirle permiso la beso en aquellos labios que tanto anhele poder probar, pero la furia crecía en mi rugiendo como un león, aullando con fuerza el salir. La tome de sus mejillas con fuerza para que me mirase y viera mi enojo —Jamás, jamás vuelvas a alzar tu mano contra ti misma, si lo haces tendrás que matarme primero a mí, porque sin ti a mi lado no soy nada, tu eres mi razón de vida y mi único consuelo, mi felicidad y mi amor ¿acaso no te das cuenta? Olvida al hombre que tengas en mente, nadie estará contigo, nadie tendrá tu corazón y cuerpo, porque quien lo tendrá seré yo, aun cuando sea contra tu voluntad y aun cuando me odies— la besé con fuerza sin darle tiempo a contestar, las manos las coloque en su cintura y mi cuerpo aprisionando el de ella.
Todo ello estaba mal y estaba seguro que nuestro padre jamás lo permitiría, antes terminaría casado o castigado por haber mancillado a mi hermana, pero no la mancillaría si no, la amaría.
Frío, frío y vacío era lo que sentía con sus palabras pero más que nada por su lejanía, el estar tan cerca pero serme prohibida mostrándose casi inalcanzable tanto como las estrellas en el firmamento; tenía que olvidar todas esas ideas o de lo contrario terminaría cometiendo alguna locura, una muy imperdonable que solo podría borrarse con la muerte o el exilio eterno; pero, ¿cómo hacerlo? Cuando el objeto de ello está tan cerca que con una sonrisa, una palabra puede destruir todo el muro que he construido para evitar mostrar el rostro de la bestia. Tan cerca como ausente al escapárseme como agua entre los dedos por los designios de Dios y de nuestro padre.
Sus palabras me desconcertaron completamente dándome la calidez del soñar con la ilusión de una pequeña posibilidad ante mis oscuros deseos, quizás por eso sonreía pero la felicidad nunca dura mucho, al menos hasta cuando los puños cerré al imaginar que había un hombre al que mi querida y adorada amada estaba venerando, otro hombre que ella podría entregar su corazón, su cuerpo, su alma y no era yo, lo sabía, siempre supe que ella no podía sentir lo mismo que yo sentía, que ella me vería solo como su hermano y su recelo a que encuentre una pareja era al hecho de evitar que aparten a su hermano mayor lejos de ella, su guardián. Aunque el serlo no me molestaría para nada.
Estaba desconcertado por sus palabras que me quedé pensando en ella sin escuchar lo que había dicho hasta que en el silencio que se instauró y la fría brisa que nos abrazó mis ojos la miraron con detenimiento y la tristeza de poder perderla, de que otro ser se la lleve lejos de mí, pero mis ojos se abrieron de par en par al ver el filo de un arma apuntándola , con sus propias manos, corrí lanzándome prácticamente a ella arrebatándole aquella daga para arrojarla lejos, la tumbe al suelo estando sobre ella tomándole de los brazos con fuerza, debía controlarme o terminaría haciendo la peor estupidez de mi vida
La mente se vuelve en blanco y solo veo su rostro, sus ojos, su tristeza, al diablo lo que esté bien o no, no había oído nada de lo que dijo por estar pensando y la razón del porqué de esa daga —Jamás aceptaré a otra mujer que no sea la bella rubia que ahora está debajo de mí, no aceptaré como esposa a otra que no sea la que mis ojos esta viendo en este momento—. La abrace con fuerza y sin pedirle permiso la beso en aquellos labios que tanto anhele poder probar, pero la furia crecía en mi rugiendo como un león, aullando con fuerza el salir. La tome de sus mejillas con fuerza para que me mirase y viera mi enojo —Jamás, jamás vuelvas a alzar tu mano contra ti misma, si lo haces tendrás que matarme primero a mí, porque sin ti a mi lado no soy nada, tu eres mi razón de vida y mi único consuelo, mi felicidad y mi amor ¿acaso no te das cuenta? Olvida al hombre que tengas en mente, nadie estará contigo, nadie tendrá tu corazón y cuerpo, porque quien lo tendrá seré yo, aun cuando sea contra tu voluntad y aun cuando me odies— la besé con fuerza sin darle tiempo a contestar, las manos las coloque en su cintura y mi cuerpo aprisionando el de ella.
Todo ello estaba mal y estaba seguro que nuestro padre jamás lo permitiría, antes terminaría casado o castigado por haber mancillado a mi hermana, pero no la mancillaría si no, la amaría.
Abelard K. Hadjiev- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 05/05/2016
Re: Fuego y cenizas ~#Privado +18
Nunca podría haber predicho su reacción, en mi mente se hallaba la simple imagen que ésa era la mejor opción, el quitarme de en medio y no tener que presenciar de nuevo a otra colgada de su brazo. Atrapada entre su cuerpo y el suelo, mi respiración se aceleró notablemente tanto por la cercanía como por sus palabras las cuales hicieron que mi corazón se acelerara de forma estrepitosa. Mis ojos se cerraron de forma instantánea en el momento en que sentí sus labios tomando posesión de los míos pero los abrí repentinamente en el momento en que sus manos sujetaron mi rostro y me estremecí ligeramente al percibir la furia en su mirada. Ante las palabras que dijo a continuación me quedé prácticamente sin palabras, sintiéndome completamente incapaz de decir nada ni responder. Mentalmente agradecí el tiempo que me dio con el segundo beso, al cual no dudé lo mas mínimo en corresponder con ganas, aprovechando que mis brazos habían quedado libres para envolverlos alrededor de su cuello. El hecho de encontrarme finalmente entre sus brazos después de tanto haberlo anhelado hacía que mi corazón doliera a la vez que hacía que mi percepción del tiempo y del espacio se encontrara completamente distorsionada. No quería que éste momento se terminara, ni ahora ni nunca y si se trataba de un sueño o de una fantasía simplemente me negaba a despertar de ella. A pesar de mis ansias por hacer que éste perdurara, la imperiosa necesidad de aire prácticamente me obligó a alejar mis labios de los suyos. Mis ojos que se habían vuelto a cerrar, se abrieron lentamente, perdiéndome sin remedio en las profundidades de los suyos, mientras mi respiración se encontraba completamente entrecortada.
Lentamente, una sonrisa de triunfo y victoria se formó de forma inevitable en mis labios, una sonrisa que solo aparecía cuando conseguía aquello que quería; el triunfo brilló con la misma intensidad en mis ojos, juntamente con la pertinente satisfacción. —Es imposible —musité, mientras mi voz se tornaba juguetona— la única manera para que olvide a aquel al que amo sería arrancándome el corazón o atravesar un puñal a través del mismo —mis dedos lentamente recorrieron las mejillas ajenas— a pesar de que sea un estúpido que no es capaz de escuchar atentamente todo aquello que he dicho —una risa jovial y despreocupada salió de mis labios— eres idiota Abel —musité depositando un casto beso sobre sus labios— sabes que odio tener que repetir las cosas igual que sabes que nunca repito una cosa dos veces —mi expresión se volvió completamente seria de nuevo, mis dedos sostuvieron su rostro de forma gentil pero firme; haciendo que sus ojos no se apartaran de los míos con la intención de que pudiera ver que tan serias y firmes eran mis palabras—. No puedes tomar a la fuerza algo que ya es tuyo, que ya te pertenece. Soy tuya Abel, siempre lo he sido. Me repugna la simple idea de cualquier otro pueda llegar a poner un solo dedo encima de mi piel por lo que preferiré mil veces la muerte antes de que eso pueda suceder. No quiero que otros labios que no sean los tuyos besen los míos, no quiero otras manos que no sean las tuyas las que recorran cada centímetro de mi piel y no quiero que otro hombre que no seas tú sea el que duerma en mi cama noche tras noche. ¿Te queda claro ahora o vas a hacer que lo repita una tercera vez? —a pesar de que mi tono de voz sonaba tranquilo, la sombra de una advertencia se perfilaba en ella, no iba a repetir mis palabras una tercera vez y mucho menos iba a hacer mas aclaraciones al respecto.
Tras un momento, mi expresión seria mutó por completo y una sonrisa traviesa tomó forma en mis labios— no llevo ninguna prenda debajo del vestido —dije en un susurro provocativo en el momento en que acerqué mis labios a su oído— y preparé la antigua cabaña del bosque —mi sonrisa se hizo aún mas pronunciada y mi voz se volvió aún mas provocativa—, quizás desees cumplir con tu palabra y hacerme tuya por completo antes que el sol se ponga —indiqué en susurros antes de morder levemente el lóbulo de su oreja de forma juguetona. Había preparado la habitación principal de la vieja cabaña que se encontraba en la linde del claro, poniendo sábanas limpias en la cama y aireando el ambiente por si llegaba a ser necesario. Nunca había visto a nadie usándola, y debido a que ésta se encontraba en un lugar que claramente pertenecía a la familia, éramos completamente libres de hacer uso de ella. Ni había ni había habido un guardabosque que la habitara, de eso estaba completamente segura, tan segura que había decidido designar ese lugar como el lugar en dónde, por fin, seríamos uno solo tal y cómo había anhelado por años. Tal vez no había tenido la certeza ni la seguridad sobre los verdaderos sentimientos de mi hermano, no hasta hoy, no hasta ahora, pero si había estado completamente segura de lo que haría yo, sin importar cual fuera el resultado; había tenido claro que, si la respuesta y el resultado resultaba ser no terminaría con mi vida y mi existencia sin vacilación alguna ya que no era capaz de soportar verle con otra mujer mas y que si, como en mis mas profundos deseos, mis sentimientos, mis anhelos y deseos eran correspondidos, no iba a dejar que pasara de la puesta de sol sin llegar a sentirle como hombre, sin que éste me hiciera suya una y otra vez hasta que mi sed y mis ansias de él amainaran a pesar que sabía que nunca tendría suficiente.
Lentamente, una sonrisa de triunfo y victoria se formó de forma inevitable en mis labios, una sonrisa que solo aparecía cuando conseguía aquello que quería; el triunfo brilló con la misma intensidad en mis ojos, juntamente con la pertinente satisfacción. —Es imposible —musité, mientras mi voz se tornaba juguetona— la única manera para que olvide a aquel al que amo sería arrancándome el corazón o atravesar un puñal a través del mismo —mis dedos lentamente recorrieron las mejillas ajenas— a pesar de que sea un estúpido que no es capaz de escuchar atentamente todo aquello que he dicho —una risa jovial y despreocupada salió de mis labios— eres idiota Abel —musité depositando un casto beso sobre sus labios— sabes que odio tener que repetir las cosas igual que sabes que nunca repito una cosa dos veces —mi expresión se volvió completamente seria de nuevo, mis dedos sostuvieron su rostro de forma gentil pero firme; haciendo que sus ojos no se apartaran de los míos con la intención de que pudiera ver que tan serias y firmes eran mis palabras—. No puedes tomar a la fuerza algo que ya es tuyo, que ya te pertenece. Soy tuya Abel, siempre lo he sido. Me repugna la simple idea de cualquier otro pueda llegar a poner un solo dedo encima de mi piel por lo que preferiré mil veces la muerte antes de que eso pueda suceder. No quiero que otros labios que no sean los tuyos besen los míos, no quiero otras manos que no sean las tuyas las que recorran cada centímetro de mi piel y no quiero que otro hombre que no seas tú sea el que duerma en mi cama noche tras noche. ¿Te queda claro ahora o vas a hacer que lo repita una tercera vez? —a pesar de que mi tono de voz sonaba tranquilo, la sombra de una advertencia se perfilaba en ella, no iba a repetir mis palabras una tercera vez y mucho menos iba a hacer mas aclaraciones al respecto.
Tras un momento, mi expresión seria mutó por completo y una sonrisa traviesa tomó forma en mis labios— no llevo ninguna prenda debajo del vestido —dije en un susurro provocativo en el momento en que acerqué mis labios a su oído— y preparé la antigua cabaña del bosque —mi sonrisa se hizo aún mas pronunciada y mi voz se volvió aún mas provocativa—, quizás desees cumplir con tu palabra y hacerme tuya por completo antes que el sol se ponga —indiqué en susurros antes de morder levemente el lóbulo de su oreja de forma juguetona. Había preparado la habitación principal de la vieja cabaña que se encontraba en la linde del claro, poniendo sábanas limpias en la cama y aireando el ambiente por si llegaba a ser necesario. Nunca había visto a nadie usándola, y debido a que ésta se encontraba en un lugar que claramente pertenecía a la familia, éramos completamente libres de hacer uso de ella. Ni había ni había habido un guardabosque que la habitara, de eso estaba completamente segura, tan segura que había decidido designar ese lugar como el lugar en dónde, por fin, seríamos uno solo tal y cómo había anhelado por años. Tal vez no había tenido la certeza ni la seguridad sobre los verdaderos sentimientos de mi hermano, no hasta hoy, no hasta ahora, pero si había estado completamente segura de lo que haría yo, sin importar cual fuera el resultado; había tenido claro que, si la respuesta y el resultado resultaba ser no terminaría con mi vida y mi existencia sin vacilación alguna ya que no era capaz de soportar verle con otra mujer mas y que si, como en mis mas profundos deseos, mis sentimientos, mis anhelos y deseos eran correspondidos, no iba a dejar que pasara de la puesta de sol sin llegar a sentirle como hombre, sin que éste me hiciera suya una y otra vez hasta que mi sed y mis ansias de él amainaran a pesar que sabía que nunca tendría suficiente.
Ivanna Hadjiev- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/03/2016
Re: Fuego y cenizas ~#Privado +18
El huracán se vuelve una suave brisa.
Sus labios que correspondían a mi frenética pasión desbordada, mi mente se desconectó dejando a mi cuerpo actuar por el mero impulso de aquello que llevaba encerrado por varios años, no podía pensar y si lo hacía no llegaba a nada concreto, incluso aquel pensamiento de haber ensuciado y mancillado mi hermana en lugar de horrorizarme me deleitaba como nadie puede imaginar. Corrupto, un hombre corrupto es lo que soy
No fue hasta que sus manos y sus palabras, tan fría como las de mi padre hicieron el eco de mis culpas y deleites, fue esas pocas palabras las que lograron apaciguar toda mi ira convirtiéndola en una sonrisa, una de victoria y satisfacción propia; como el niño que obtiene lo juguetes que quiere, así de extasiado me encontraba que no pude hacer otra cosa que dejar caer todo el peso de mi cuerpo sobre el de ella. La pierna diestra se posó entra las de ella tajando su vestido a la mitad subiendo sinuosamente solo en un pequeño tiento al paladar. Miré a sus ojos directos, esos hermosos ojos que me cautivaron desde que era una niña, relamí mis labios saboreando aquel néctar que quedó de los de ella. Saben tan delicioso que no me puedo contener. La sonrisa no se borra solo se vuelve más traviesa ante sus duras palabras. Mi mano se posa en su mejilla recorriéndola con el pulgar hasta el mentón bajándolo por su cuello hasta el inicio de su precioso escote.
No podía dejar pasar la ocasión de jugar con aquel momento, por la razón de que era hora de mostrar nuestros verdaderos sentimientos —No, sé que te no te gusta repetir dos veces las misma orden o palabras, pero ¿podrías hacerlo, no te alcancé a oír bien porque mi mente en este momento está en el rostro de una bella dama, recorriendo con mis ojos su piel y la que no puedo ver. Por lo tanto ¿podrías repetir una tercera o cuarta ocasión aquellas palabras pero de manera más corta?—. Acerqué mis labios a su oído lamiendo el lóbulo de este susurrándole las palabras que en voz alta no podemos decir pero que en aquel momento si podíamos —Te amé, te he amado, te amo y te amaré siempre. Vanna— y sin permiso alguna la zurda subió entre los pliegues de la falda para comprobar lo que había dejado en la palestra.
Las caricias se profundizan más y más llegando a puntos que solo en sueños había imaginado —Wow, vaya vaya es verdad no hay prenda alguna por aquí— retiré los dedos poniéndome de pie para extender con gracia la mano a mi amada hermana —Creo que debemos buscar refugio, el frio puede hacernos dañado y terminaríamos enfermándonos— tiro de su mano atrayéndola a mi cuerpo abrazándola por la cintura —Y no puedo permitir que algo malo le pase a mi amada hermana sobre todo en una noche especial como esta, donde por primera vez estará conmigo para siempre— muerdo un poco el lóbulo de su oreja sonriéndole.
Realmente estaba listo para tomar aquella flor, no iba a permitir que nadie más lo hiciera y por ello grabaría en gritos y sudor mi nombre en su cuerpo por toda la eternidad, aunque luego tenga que enfrentar la furia de nuestro padre.
Sus labios que correspondían a mi frenética pasión desbordada, mi mente se desconectó dejando a mi cuerpo actuar por el mero impulso de aquello que llevaba encerrado por varios años, no podía pensar y si lo hacía no llegaba a nada concreto, incluso aquel pensamiento de haber ensuciado y mancillado mi hermana en lugar de horrorizarme me deleitaba como nadie puede imaginar. Corrupto, un hombre corrupto es lo que soy
No fue hasta que sus manos y sus palabras, tan fría como las de mi padre hicieron el eco de mis culpas y deleites, fue esas pocas palabras las que lograron apaciguar toda mi ira convirtiéndola en una sonrisa, una de victoria y satisfacción propia; como el niño que obtiene lo juguetes que quiere, así de extasiado me encontraba que no pude hacer otra cosa que dejar caer todo el peso de mi cuerpo sobre el de ella. La pierna diestra se posó entra las de ella tajando su vestido a la mitad subiendo sinuosamente solo en un pequeño tiento al paladar. Miré a sus ojos directos, esos hermosos ojos que me cautivaron desde que era una niña, relamí mis labios saboreando aquel néctar que quedó de los de ella. Saben tan delicioso que no me puedo contener. La sonrisa no se borra solo se vuelve más traviesa ante sus duras palabras. Mi mano se posa en su mejilla recorriéndola con el pulgar hasta el mentón bajándolo por su cuello hasta el inicio de su precioso escote.
No podía dejar pasar la ocasión de jugar con aquel momento, por la razón de que era hora de mostrar nuestros verdaderos sentimientos —No, sé que te no te gusta repetir dos veces las misma orden o palabras, pero ¿podrías hacerlo, no te alcancé a oír bien porque mi mente en este momento está en el rostro de una bella dama, recorriendo con mis ojos su piel y la que no puedo ver. Por lo tanto ¿podrías repetir una tercera o cuarta ocasión aquellas palabras pero de manera más corta?—. Acerqué mis labios a su oído lamiendo el lóbulo de este susurrándole las palabras que en voz alta no podemos decir pero que en aquel momento si podíamos —Te amé, te he amado, te amo y te amaré siempre. Vanna— y sin permiso alguna la zurda subió entre los pliegues de la falda para comprobar lo que había dejado en la palestra.
Las caricias se profundizan más y más llegando a puntos que solo en sueños había imaginado —Wow, vaya vaya es verdad no hay prenda alguna por aquí— retiré los dedos poniéndome de pie para extender con gracia la mano a mi amada hermana —Creo que debemos buscar refugio, el frio puede hacernos dañado y terminaríamos enfermándonos— tiro de su mano atrayéndola a mi cuerpo abrazándola por la cintura —Y no puedo permitir que algo malo le pase a mi amada hermana sobre todo en una noche especial como esta, donde por primera vez estará conmigo para siempre— muerdo un poco el lóbulo de su oreja sonriéndole.
Realmente estaba listo para tomar aquella flor, no iba a permitir que nadie más lo hiciera y por ello grabaría en gritos y sudor mi nombre en su cuerpo por toda la eternidad, aunque luego tenga que enfrentar la furia de nuestro padre.
Abelard K. Hadjiev- Licántropo Clase Media
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Re: Fuego y cenizas ~#Privado +18
Besos, caricias, miradas cargados de infinidad de matices, una infinidad de... todo. Mis labios buscaron de nuevo los suyos, apenas siendo capaz de contener mis propias ansias mientras notaba el peso de su cuerpo sobre el mío, sus caricias en mi cuello y su mano ascendiendo por debajo de mi falda. Una ligera mueca de desagrado se empieza a formar en mis labios pero es frenada por las palabras que siguen a la petición de hacerme repetir algo de nuevo, por ello, la mueca de desagrado no puede mas que tomar una forma distinta tomando la forma de una sonrisa perversa —eres idiota Abel —musité, repitiendo únicamente las palabras que había pronunciado antes de dejar al descubierto mis sentimientos ocultos y silenciados por tanto tiempo. Un suspiro se escapa de entre mis labios y un estremecimiento me recorre entera, haciendo que, por un momento, pierda el rumbo de mis propios pensamientos, en el momento en que las caricias debajo de mi falda se intensifican y noto sus dedos acariciando mi zona mas íntima.
Una sonrisa burlona se forma en mis labios ante su exclamación antes de que éste se levantara y me ayudara a levantarme, antes de verme envuelta por sus brazos— definitivamente, eres idiota Abel —musité de nuevo, antes de envolver mis brazos alrededor de su cuello— ¿cuando aprenderás hermanito que yo nunca digo nada por decir y que si afirmo algo es que eso es mas que cierto? —mis brazos se aferran aún mas a su cuello, mientras que mi cuerpo se pega aún mas al suyo, cómo si éste no viera el momento en que pudiera fundirse en uno— no me importa lo mas mínimo enfermar si me encuentro entre tus brazos, no hay nada que no podamos vencer si estamos juntos —acercando mis labios a su oreja, mi voz se volvió sedosa y suave como la seda mas delicada, dulce como la miel mas dulce al paladar— y a pesar de que seas un idiota te amo mas que a mi propia vida, solo matándome podrás deshacerte de mi, ten eso en claro, como una certeza inamovible cómo que cada mañana el sol se alza en el firmamento —mis labios recorrieron lentamente su mandíbula, encontrando el final de su camino sobre sus labios lugar en dónde se fundieron en los suyos cómo si no hubiese un mañana, incapaces de separarse hasta que la falta de aire se hizo mas que presente.
Dejando escapar un suspiro, lentamente solté mis brazos de alrededor de su cuello y, aún con mas lentitud, soltándome de sus brazos antes de tomar su mano y emprender el camino hacia la pequeña cabaña. A pesar de que ésta no se encontrara muy lejos fue necesario toda mi fuerza de control para no echar a correr en dirección a la misma, no cuando deseaba paladear cada segundo, sentir la anticipación en cada centímetro de mi piel ya ansiosa de sus caricias. Lentamente, la puerta de la pequeña cabaña nos franqueó el paso al cálido interior calentado por el fuego que ardía en la chimenea de la estancia. Una sonrisa traviesa apareció en mis labios en el momento en que la puerta fue cerrada y, tras acercarme para besarle de nuevo, me aparté, poniendo distancia entre ambos, dirigiendo mis pasos hacia el lugar en dónde la habitación principal de la cabaña se encontraba—. Cuenta hasta cien, Abel y reúnete conmigo al otro lado de la puerta —una leve risita se escapó de entre mis labios mientras cerraba tras de mi la puerta del dormitorio, consciente del poco tiempo que tenía dejé caer con habilidad el vestido a poca distancia de la puerta, siendo el primer objeto del camino formado por las piezas de mi ropa y mis zapatos en dirección a la gran cama que dominaba el lugar. Con una sonrisa de satisfacción y completamente desnuda, tiré de la sábana que cubría la cama y me metí debajo de ella antes que la puerta se abriera.
Una sonrisa burlona se forma en mis labios ante su exclamación antes de que éste se levantara y me ayudara a levantarme, antes de verme envuelta por sus brazos— definitivamente, eres idiota Abel —musité de nuevo, antes de envolver mis brazos alrededor de su cuello— ¿cuando aprenderás hermanito que yo nunca digo nada por decir y que si afirmo algo es que eso es mas que cierto? —mis brazos se aferran aún mas a su cuello, mientras que mi cuerpo se pega aún mas al suyo, cómo si éste no viera el momento en que pudiera fundirse en uno— no me importa lo mas mínimo enfermar si me encuentro entre tus brazos, no hay nada que no podamos vencer si estamos juntos —acercando mis labios a su oreja, mi voz se volvió sedosa y suave como la seda mas delicada, dulce como la miel mas dulce al paladar— y a pesar de que seas un idiota te amo mas que a mi propia vida, solo matándome podrás deshacerte de mi, ten eso en claro, como una certeza inamovible cómo que cada mañana el sol se alza en el firmamento —mis labios recorrieron lentamente su mandíbula, encontrando el final de su camino sobre sus labios lugar en dónde se fundieron en los suyos cómo si no hubiese un mañana, incapaces de separarse hasta que la falta de aire se hizo mas que presente.
Dejando escapar un suspiro, lentamente solté mis brazos de alrededor de su cuello y, aún con mas lentitud, soltándome de sus brazos antes de tomar su mano y emprender el camino hacia la pequeña cabaña. A pesar de que ésta no se encontrara muy lejos fue necesario toda mi fuerza de control para no echar a correr en dirección a la misma, no cuando deseaba paladear cada segundo, sentir la anticipación en cada centímetro de mi piel ya ansiosa de sus caricias. Lentamente, la puerta de la pequeña cabaña nos franqueó el paso al cálido interior calentado por el fuego que ardía en la chimenea de la estancia. Una sonrisa traviesa apareció en mis labios en el momento en que la puerta fue cerrada y, tras acercarme para besarle de nuevo, me aparté, poniendo distancia entre ambos, dirigiendo mis pasos hacia el lugar en dónde la habitación principal de la cabaña se encontraba—. Cuenta hasta cien, Abel y reúnete conmigo al otro lado de la puerta —una leve risita se escapó de entre mis labios mientras cerraba tras de mi la puerta del dormitorio, consciente del poco tiempo que tenía dejé caer con habilidad el vestido a poca distancia de la puerta, siendo el primer objeto del camino formado por las piezas de mi ropa y mis zapatos en dirección a la gran cama que dominaba el lugar. Con una sonrisa de satisfacción y completamente desnuda, tiré de la sábana que cubría la cama y me metí debajo de ella antes que la puerta se abriera.
Ivanna Hadjiev- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/03/2016
Re: Fuego y cenizas ~#Privado +18
Aquello era un juego de niños, realmente mi hermana estaba disfrutando de todo ello y su sonrisa es más que suficiente para alegrarme o mejor dicho para que permita todo ello, ¿Hasta cuándo será todo esto? Espero que hasta la muerte y más allá de ello, porque por ella sería capaz de ir al infierno para estar junto a mi amada, aun cuando todos nos condenen por este amor yo haría de todo para que ella siempre sonriera de aquella forma, siempre.
Su risita, sus labios, su cuerpo que estaba tentándome todo ello lo hacía a posta, con el deseo de tenerme más atraído a ella y como no hacerlo si mis ojos solo la podían seguir encantado con cada uno de sus gestos. Incluso sus paso al caminar me estaban tentando a tomarla dela cintura apearla a mi cuerpo y besarla hasta devorarla por completo no podría detenerme pero ella lo hacía con su mano al sujetar la mía, no podía creer que realmente estaba tomado de la mano con el amor de mi vida. Obedecía su orden, me quedé junto a la puerta con los ojos cerrados contando como un idiota, imaginando lo que podría estar haciendo en la habitación, no llegué ni a veinte cuando abrí nuevamente los ojos para ver que por el camino que seguía la habitación había un reguero de ropa, su ropa y por ello solo pude sonreír como un idiota, un idiota enamorado.
Con la sonrisa de tonto caminé recogiendo cada una de sus prendas —Vaya, vaya, el perfume de estas prendas solo hace que me excite más, Vanna ¿acaso estás invitándome a que me pierda por completo?—. Retiré la corbata pero sin dejarla caer, la llevaba en el bolsillo del pantalón, a medida que tomaba una de sus prendas iba retirando las mías; al final solo quedé con el pantalón abierto al llegar a la habitación donde sus prendas íntimas era todo lo que terminaba en el suelo, solté un suspiro sonriéndole de frente, di dos pasos para tomar su prenda íntima percibiendo su aroma, uno que realmente me fascinaba —La única forma en la que pueden separarme de ti será que tu mismo me mates a mi, que tu claves un puñal en mi corazón, aunque ahora mismo estoy a punto de perderme y solo quiero poseerte hasta que el sol salga y aun así deseo seguir amándote, quiero que el tiempo se detenga aquí— verla cubierta por la sabana solo aumentaba la excitación que era notoria en el abultamiento de mi pantalón.
Dejé la ropa a un lado para abrir mi pantalón, me acerque a la cama mirándola, imaginando su cuerpo, estiré la mano llamándola —Antes de hacerte mia, quiero verte, quiero ver el cuerpo que únicamente yo seré capaz de ver, quiero poder admirar aquello que solo será para mi ahora y siempre, déjame verte Ivanna, quiero ver tu desnudez, tocarla y luego amarte hasta que tu garganta se seque, hasta que tu cuerpo me diga que no puede más y solo quede embebido en mi— mi corazón latía tan fuerte que no podía oír nada más, pero más que nada era el calor que mi cuerpo estaba experimentando con estar en aquella habitación, en aquel lugar y expectante al ver a mi amada hermana de frente a mi.
Mis ojos no daban crédito a ello, y por eso fue que mi cuerpo reaccionó con violencia y fuerza ante ella. Tenía que controlarme o la asustaría y era algo que no quería, pero muchas noches había soñado con eso, lo había imaginado y hasta lo había recreado con algunas prostitutas solo que ellas no lograron el efecto que mi hermana estaba haciendo a mi cuerpo.
Su risita, sus labios, su cuerpo que estaba tentándome todo ello lo hacía a posta, con el deseo de tenerme más atraído a ella y como no hacerlo si mis ojos solo la podían seguir encantado con cada uno de sus gestos. Incluso sus paso al caminar me estaban tentando a tomarla dela cintura apearla a mi cuerpo y besarla hasta devorarla por completo no podría detenerme pero ella lo hacía con su mano al sujetar la mía, no podía creer que realmente estaba tomado de la mano con el amor de mi vida. Obedecía su orden, me quedé junto a la puerta con los ojos cerrados contando como un idiota, imaginando lo que podría estar haciendo en la habitación, no llegué ni a veinte cuando abrí nuevamente los ojos para ver que por el camino que seguía la habitación había un reguero de ropa, su ropa y por ello solo pude sonreír como un idiota, un idiota enamorado.
Con la sonrisa de tonto caminé recogiendo cada una de sus prendas —Vaya, vaya, el perfume de estas prendas solo hace que me excite más, Vanna ¿acaso estás invitándome a que me pierda por completo?—. Retiré la corbata pero sin dejarla caer, la llevaba en el bolsillo del pantalón, a medida que tomaba una de sus prendas iba retirando las mías; al final solo quedé con el pantalón abierto al llegar a la habitación donde sus prendas íntimas era todo lo que terminaba en el suelo, solté un suspiro sonriéndole de frente, di dos pasos para tomar su prenda íntima percibiendo su aroma, uno que realmente me fascinaba —La única forma en la que pueden separarme de ti será que tu mismo me mates a mi, que tu claves un puñal en mi corazón, aunque ahora mismo estoy a punto de perderme y solo quiero poseerte hasta que el sol salga y aun así deseo seguir amándote, quiero que el tiempo se detenga aquí— verla cubierta por la sabana solo aumentaba la excitación que era notoria en el abultamiento de mi pantalón.
Dejé la ropa a un lado para abrir mi pantalón, me acerque a la cama mirándola, imaginando su cuerpo, estiré la mano llamándola —Antes de hacerte mia, quiero verte, quiero ver el cuerpo que únicamente yo seré capaz de ver, quiero poder admirar aquello que solo será para mi ahora y siempre, déjame verte Ivanna, quiero ver tu desnudez, tocarla y luego amarte hasta que tu garganta se seque, hasta que tu cuerpo me diga que no puede más y solo quede embebido en mi— mi corazón latía tan fuerte que no podía oír nada más, pero más que nada era el calor que mi cuerpo estaba experimentando con estar en aquella habitación, en aquel lugar y expectante al ver a mi amada hermana de frente a mi.
Mis ojos no daban crédito a ello, y por eso fue que mi cuerpo reaccionó con violencia y fuerza ante ella. Tenía que controlarme o la asustaría y era algo que no quería, pero muchas noches había soñado con eso, lo había imaginado y hasta lo había recreado con algunas prostitutas solo que ellas no lograron el efecto que mi hermana estaba haciendo a mi cuerpo.
Abelard K. Hadjiev- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 05/05/2016
Re: Fuego y cenizas ~#Privado +18
Una ligera sonrisa se formó en mis labios en el momento en que la puerta, que había cerrado momentos antes, se abrió mucho antes del tiempo que realmente representaba el contar hasta cien cómo yo había indicado y que, tal y cómo había esperado y deseado, mi hermano no había sido capaz de permanecer en la otra habitación, esperando. Aún así, yo había conseguido mi propósito de dejar la ropa esparcida por el suelo y ya me encontraba bajo las sábanas en ese momento. Mi sonrisa se acentuó en el momento en que le vi, a medida que se acercaba a la cama, seguir mi ejemplo, deleitando mi mirada despojándose de las prendas. Mi mirada, depredadora, le recorrió por completo, devorando con la mirada cada centímetro de piel expuesta hasta que, finalmente, ésta se fijó en el prominente abultamiento de sus pantalones haciendo que me relamiera, que sacara la punta de mi lengua y recorriera lentamente mis labios, pensando en todo aquello que quería hacer con dicha prominencia. Tras repetir la acción por segunda vez, esta siendo una clara provocación, y tras una leve sonrisa angelical me dispuse a salir de la cama, sin soltar una de las sábanas, envolviéndome en ella, a pesar de que ésta, con el paso de los años se había vuelto tan fina que prácticamente dejaba entrever aquello que se encontraba debajo, marcando claramente todas mis curvas pero sin que estas se encontraran completamente expuestas.
Mis pasos, acercándome a él, fueron sinuosos, insinuantes y provocativos, puesto que, con cada paso que realizaba, mis caderas se contorneaban con un suave vaivén. Pasos que no cesaron hasta que, finalmente, me encontré a escasos centímetros de él —me temo, que tu petición, querido hermanito, va a tener que ser denegada —musité en un tono dulce, suave como una caricia— no mientras quede un solo centímetro de tela que te cubra a ti. —Una leve pausa acalló mis palabras durante unos escasos momentos antes de que volviera a hablar sin que ese tono dulce y suave se desvaneciera de mi voz— pero no te preocupes, yo misma me encargaré de... solucionar ese pequeño error. —Una sonrisa traviesa se formó en mis labios, antes de me acercara mas, quedando a una distancia realmente corta, mis dedos, con lentitud empezaron a recorrer su torso desnudo, tomándome todo el tiempo del mundo en realizar dicha acción. Sin prisa alguna y, poco a poco, mis manos fueron descendiendo de su torso hacia su cintura y posteriormente al borde de sus pantalones desabrochados y disponiéndome a bajarlos poco a poco junto a su ropa interior, liberando su miembro, mientras me agachaba en el mismo movimiento. Una vez la prenda se encontraba tocando al suelo, con la misma lentitud, empecé a levantarme de nuevo, recorriendo con las manos sus muslos, acercándome cada vez mas a su masculinidad pero sin llegar a tocarla, antes de que mis manos siguieran subiendo y estas terminaran su recorrido en su cuello, en dónde envolví mis brazos alrededor del mismo y dejaba caer la sábana a mis pies. Por un momento, y de puntillas, dejé que nuestras pieles se rozaran por primera vez a la vez que frotaba levemente mi propia feminidad contra su virilidad y mis labios se acercaban a su oído.
—Eres mío —musité en una afirmación que no aceptaba réplica ni negación alguna— que yo me entere que la mas mínima parte de tu anatomía toca a otra mujer —sabía bien que quizás mis palabras pudieran cómo una amenaza, cosa que si eran, pero también era cierto que no estaba dispuesta a soportar de nuevo todo aquello por lo que ya había pasado. Por un momento, mis labios buscaron los ajenos, fundiéndose en ellos en un baile que parecía que ya habían aprendido a la perfección mientras mis manos, de nuevo, descendían por su torso, esta vez con mayor presteza, hasta llegar hasta su entrepierna, envolviéndose sobre su miembro y propiciándole varias caricias mientras el baile de nuestras bocas perduraba. En el momento en que sentí que me empezaba a faltar el aire, me separé lentamente de él, alejando tanto mis manos de su entrepierna cómo mi cuerpo del suyo. Una sonrisa traviesa se volvió a formar en mis labios mientras me daba la vuelta y volvía a la cama, contorneando mis caderas antes de acomodarme en ella tomando una pose que, a mi parecer, era seductora— ven Abel —dije, mi tono de voz cambiando del amenazante de unos pocos a uno provocativo y seductor— ven por aquello que sé que tanto deseas tener —le provoqué, abriendo levemente mis piernas, mostrándole la humedad que se había formado entre ellas, la humedad que solo demostraba hasta que punto deseaba, y había deseado, que éste momento, finalmente, sucediera.
Mis pasos, acercándome a él, fueron sinuosos, insinuantes y provocativos, puesto que, con cada paso que realizaba, mis caderas se contorneaban con un suave vaivén. Pasos que no cesaron hasta que, finalmente, me encontré a escasos centímetros de él —me temo, que tu petición, querido hermanito, va a tener que ser denegada —musité en un tono dulce, suave como una caricia— no mientras quede un solo centímetro de tela que te cubra a ti. —Una leve pausa acalló mis palabras durante unos escasos momentos antes de que volviera a hablar sin que ese tono dulce y suave se desvaneciera de mi voz— pero no te preocupes, yo misma me encargaré de... solucionar ese pequeño error. —Una sonrisa traviesa se formó en mis labios, antes de me acercara mas, quedando a una distancia realmente corta, mis dedos, con lentitud empezaron a recorrer su torso desnudo, tomándome todo el tiempo del mundo en realizar dicha acción. Sin prisa alguna y, poco a poco, mis manos fueron descendiendo de su torso hacia su cintura y posteriormente al borde de sus pantalones desabrochados y disponiéndome a bajarlos poco a poco junto a su ropa interior, liberando su miembro, mientras me agachaba en el mismo movimiento. Una vez la prenda se encontraba tocando al suelo, con la misma lentitud, empecé a levantarme de nuevo, recorriendo con las manos sus muslos, acercándome cada vez mas a su masculinidad pero sin llegar a tocarla, antes de que mis manos siguieran subiendo y estas terminaran su recorrido en su cuello, en dónde envolví mis brazos alrededor del mismo y dejaba caer la sábana a mis pies. Por un momento, y de puntillas, dejé que nuestras pieles se rozaran por primera vez a la vez que frotaba levemente mi propia feminidad contra su virilidad y mis labios se acercaban a su oído.
—Eres mío —musité en una afirmación que no aceptaba réplica ni negación alguna— que yo me entere que la mas mínima parte de tu anatomía toca a otra mujer —sabía bien que quizás mis palabras pudieran cómo una amenaza, cosa que si eran, pero también era cierto que no estaba dispuesta a soportar de nuevo todo aquello por lo que ya había pasado. Por un momento, mis labios buscaron los ajenos, fundiéndose en ellos en un baile que parecía que ya habían aprendido a la perfección mientras mis manos, de nuevo, descendían por su torso, esta vez con mayor presteza, hasta llegar hasta su entrepierna, envolviéndose sobre su miembro y propiciándole varias caricias mientras el baile de nuestras bocas perduraba. En el momento en que sentí que me empezaba a faltar el aire, me separé lentamente de él, alejando tanto mis manos de su entrepierna cómo mi cuerpo del suyo. Una sonrisa traviesa se volvió a formar en mis labios mientras me daba la vuelta y volvía a la cama, contorneando mis caderas antes de acomodarme en ella tomando una pose que, a mi parecer, era seductora— ven Abel —dije, mi tono de voz cambiando del amenazante de unos pocos a uno provocativo y seductor— ven por aquello que sé que tanto deseas tener —le provoqué, abriendo levemente mis piernas, mostrándole la humedad que se había formado entre ellas, la humedad que solo demostraba hasta que punto deseaba, y había deseado, que éste momento, finalmente, sucediera.
Ivanna Hadjiev- Licántropo Clase Alta
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Re: Fuego y cenizas ~#Privado +18
Perdido estaba me sentía un esclavo de aquella mujer que era mi hermana pues sabía bien cómo usar sus armas para tenerme a sus pies y lo conseguía muy seguido. Miré su andar provocativo y ello solo aumentaba el dolo que sentía en mi entrepierna que gritaba por desgarrar la tela y poder probar aquellos manjares que estaban destinados solo a mí. Ella era una diabla muy poderosa, mis dedos se tensaron por querer arrancarla ese pedazo inservible de tela y envolver en mis brazos, con mi cuerpo viéndola gemir y sudar sobre mi más de una vez, si, ya estaba loco en aquel punto.
Sus caricias hacen que gruña, sus dedos parecían expertos en retirar la ropa y en extasiar a un hombre en el punto más importante; su boca sedienta, su lengua tan húmeda y traviesa que solo provocaba a mi bestia. Sus palabras me hicieron reir pues era lo que pensaba de ella, me acerqué a la cama mostrándome completamente desnudo frente a ella con mi intimidad tan despierta en toda su dimensión; me acerque por los pies quedándome de pie a la cama, mire su cuerpo como se movía y más que nada su intimidad que parecía lista para mí. La tomé de los tobillos jalándola hacia abajo contra mí, tome sus piernas besando sus talones bajando entre besos por sus piernas hasta sus muslos y fue ahí que un cálido aroma me esperaba, la miré sonriéndole con picardía —No puedes tocar a ningún otro hombre que no sea yo, si lo haces te castigaré; así mismo nadie, nadie puede ver tu cuerpo, tocarlo, saborearlo y menos hacer lo que solo yo estoy destinado a hacer— y antes de que ella objete palabra alguna me lance de lleno a besar su intimidad.
Deliciosa, única y fragante era, jugaba con aquel botón hinchado lamiéndolo y recorriéndolo con la lengua, sus gemidos era música para mis oídos llevándome a incrementar la intensidad de aquellas caricias, toda la habitación se llenó de su aroma, del sonido de su voz, de su cuerpo retorciéndose ella se veía hermosa —Shh calma, pronto te haré sentir mejor— subí por su vientre besándolo, dejando que mi lengua recorra su ombligo y subir por entre sus senos, aquel pare orbes firmes y redondos que me invitaban con esos pezones endurecidos, no aguante y tomé uno entre mis labios lamiéndolo, succionándolo llenándome de él, mis manos estaban quietas pues seguían jugando con su botón húmedo, lo movía en forma circular y en otros momentos lo apretaba contra si o lo pellizcaba, estaba a punto de hacerlo.
Subí por su cuello hasta donde dejé una marca de un beso profundo, pronto estaría morado ahí, ascendí a sus labios para besarla, pero no con fuerza sino con deseo, pasión y amor. Su lengua tan ávida y juguetona como su cuerpo —No puedo más, Vana, agárrate de mí, sube tus piernas a mi espalda, que aunque me digas que pare no lo haré— tomé sus caderas subiendo sus piernas a mi pelvis, el miembro rozaba aquellos labios, sentía su humedad y lo cálido que era, no podía aguantar más así que la bese mientras penetraba su cuerpo.
Estaba estrecho, realmente muy estrecho, apenas y había ingresado la cabeza. Me separé de ella mirándola soltando un suspiro, apretando los dientes para no terminar siendo un salvaje con mi amada, su rostro de dolor y placer solo me extasiaba más —Relájate Ivanna, sé que te está doliendo y que esto te dolerá mucho haré de todo para que no te duela, pero si te pones así solo me excitarás más y perderé la razón y terminaré siendo un salvaje; vamos relaja tu cuerpo mira, estamos uniéndonos, estas siendo mi mujer ahora mismo Ivanna, te estoy haciendo mía, mía en cuerpo y alma y prueba de ello es tu virginidad— arremeto un poco más, se sentía tan cálido y perfecto ello que solté un sonido gutural mientras la miraba a los ojos.
Gotas de sudor perlaba mi frente así como la de ella, no aguante y fui por su cuello a lamerlo y morderlo mientras retiraba un poco mi miembro a para introducirlo un poco más a que ella se acostumbre lentamente.
No había prisas, teníamos toda el tiempo del mundo, toda la noche para amarnos.
Sus caricias hacen que gruña, sus dedos parecían expertos en retirar la ropa y en extasiar a un hombre en el punto más importante; su boca sedienta, su lengua tan húmeda y traviesa que solo provocaba a mi bestia. Sus palabras me hicieron reir pues era lo que pensaba de ella, me acerqué a la cama mostrándome completamente desnudo frente a ella con mi intimidad tan despierta en toda su dimensión; me acerque por los pies quedándome de pie a la cama, mire su cuerpo como se movía y más que nada su intimidad que parecía lista para mí. La tomé de los tobillos jalándola hacia abajo contra mí, tome sus piernas besando sus talones bajando entre besos por sus piernas hasta sus muslos y fue ahí que un cálido aroma me esperaba, la miré sonriéndole con picardía —No puedes tocar a ningún otro hombre que no sea yo, si lo haces te castigaré; así mismo nadie, nadie puede ver tu cuerpo, tocarlo, saborearlo y menos hacer lo que solo yo estoy destinado a hacer— y antes de que ella objete palabra alguna me lance de lleno a besar su intimidad.
Deliciosa, única y fragante era, jugaba con aquel botón hinchado lamiéndolo y recorriéndolo con la lengua, sus gemidos era música para mis oídos llevándome a incrementar la intensidad de aquellas caricias, toda la habitación se llenó de su aroma, del sonido de su voz, de su cuerpo retorciéndose ella se veía hermosa —Shh calma, pronto te haré sentir mejor— subí por su vientre besándolo, dejando que mi lengua recorra su ombligo y subir por entre sus senos, aquel pare orbes firmes y redondos que me invitaban con esos pezones endurecidos, no aguante y tomé uno entre mis labios lamiéndolo, succionándolo llenándome de él, mis manos estaban quietas pues seguían jugando con su botón húmedo, lo movía en forma circular y en otros momentos lo apretaba contra si o lo pellizcaba, estaba a punto de hacerlo.
Subí por su cuello hasta donde dejé una marca de un beso profundo, pronto estaría morado ahí, ascendí a sus labios para besarla, pero no con fuerza sino con deseo, pasión y amor. Su lengua tan ávida y juguetona como su cuerpo —No puedo más, Vana, agárrate de mí, sube tus piernas a mi espalda, que aunque me digas que pare no lo haré— tomé sus caderas subiendo sus piernas a mi pelvis, el miembro rozaba aquellos labios, sentía su humedad y lo cálido que era, no podía aguantar más así que la bese mientras penetraba su cuerpo.
Estaba estrecho, realmente muy estrecho, apenas y había ingresado la cabeza. Me separé de ella mirándola soltando un suspiro, apretando los dientes para no terminar siendo un salvaje con mi amada, su rostro de dolor y placer solo me extasiaba más —Relájate Ivanna, sé que te está doliendo y que esto te dolerá mucho haré de todo para que no te duela, pero si te pones así solo me excitarás más y perderé la razón y terminaré siendo un salvaje; vamos relaja tu cuerpo mira, estamos uniéndonos, estas siendo mi mujer ahora mismo Ivanna, te estoy haciendo mía, mía en cuerpo y alma y prueba de ello es tu virginidad— arremeto un poco más, se sentía tan cálido y perfecto ello que solté un sonido gutural mientras la miraba a los ojos.
Gotas de sudor perlaba mi frente así como la de ella, no aguante y fui por su cuello a lamerlo y morderlo mientras retiraba un poco mi miembro a para introducirlo un poco más a que ella se acostumbre lentamente.
No había prisas, teníamos toda el tiempo del mundo, toda la noche para amarnos.
Abelard K. Hadjiev- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 05/05/2016
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