Dementium [Privado]

por **Karl Redfield** Mar Mar 31, 2015 2:56 pm

Lo mucho que hiere cada delirio.
Lo lejos que parece la realidad del alcance de uno.
Es un mundo de desesperación y frustración.
John Katzenbach

¿Qué era tu existencia cuando te encontrabas completamente perdido? Era un vacío que quedaba para aquellos que te conocían, para aquellos que de cierta manera requerían que estuvieses a su lado, pero para Vyse, su existencia no era nada en aquellos momentos. Era nada porque necesitaba de alguien que había perdido y pese a que buscara con insistencia, no podía encontrarle.

Hacía algunos meses se había separado de June una noche, había estado preparando la manera de presentarle a Mikolas y hablarle de una buena vez por todas de aquellas cosas que solía ocultar, pero le fue imposible. La imagen del hombre que le creara y que ya estaba muerto se apareció ante él, no como un acto de magia o porque se hubiese transformado en un fantasma, sino simplemente porque la mente de Vyse así solía perderse en delirios, locuras que presento desde que fuera mortal pero que no hicieron más que empeorar por la inmortalidad. La visión de su creador la había tenido antes, muchas más veces de las que deseaba contar pero en esa ocasión, el delirio fue diferente. Su mente le jugo las cartas como si todo estuviera pasando en ese mismo momento, le trajo recuerdos del pasado tan vividos que creía estar en aquella época para que mientras eso sucedía, todo su presente se desvaneciera. Aquel delirio se extendió también más que cualquier otro, empujandole a ocultarse en lo que fuera una cueva. Recibió como si fuera un neófito las indicaciones de su creador, elimino de su mente la creación de Muriel, el rapto y posterior creación de Mikolas, borro todo lo que su creador decía que no servia en su mente; borró incluso a su June. Aquella imagen prometía librarle de todo, de dejarlo en un estado en el que solo podría volverse más poderoso y con conocimientos que hasta ese momento no había podido imaginar; y como un chiquillo al que le prometen caramelos, Vyse siguió aquel delirio hasta que varios días después, volvió a un estado de relativa cordura.

Emergió de la cueva con los pensamientos que tuviera casi inmediatamente después de su creación, pero con la fuerza y los conocimientos adquiridos del tiempo que ya llevaba a cuestas. Todo era tan novedoso como conocido y ante todo aquello que ahora podría lograr, Vyse se alejo de donde pudiera ser encontrado. Se alejo de París y se alejo de June. Siguió un camino diferente al que llevara hasta ese momento y a pesar de eso, todo parecía estar mejor que nunca. Los delirios, la locura; todo aquello parecía haber desaparecido para dejarle mucho más cuerdo mentalmente que nunca y sin embargo, aquello también era un engaño de su propia mente.

La primer fractura de aquel estado en el que se hallaba, llegó cuando al buscar una presa de la cual alimentarse, descubrió entre las calles una mujer de cabellos rojizos a quien siguió de manera desesperada, como si de eso dependiera completamente su existencia pero al ver su rostro, se desvió, siguió a otra mujer para alimentarse de ella aunque le quedo la confusión de su repentina manera de actuar. A partir de ese momento, buscaba de manera consciente mujeres de cabellos rojizos, esperando encontrar en ellas algo le hacía falta. Con cada nueva mujer que encontraba y a las cuales seguía hasta poder ver sus rostros, algo dentro de él se sentía más y más vació. Fue finalmente la desesperación de no saber a quien buscaba y el vació en su interior, lo que termino por traer de vuelta la locura de su mente pero no así sus recuerdos. Entonces Vyse, dejo de seguir un rumbo definido nuevamente y en cambio, se dedico a vagar, tratando de encontrar a quien buscaba pero sin saber en realidad quién era.

El tiempo perdió importancia, no había poder o conocimiento alguno que alejara de sus pensamientos el vació interno. Necesitaba encontrar lo perdido y en eso, fue que empleo todas las noches que poseía. Se ocultaba donde podía de los rayos del sol, se alimentaba apenas lo necesario y continuaba su camino, siempre buscando mujeres de cabellos rojizos y esa noche no era para nada diferente. Estaba por los bosques, buscando la ciudad más cercana que era finalmente el lugar de donde había salido París. Su manera de andar era extraña, sus ropas lucían una condición precaria y su rostro denotaba desesperación. El bosque a su alrededor se mantenía en silencio, como si las criaturas que habitaban ahí supieran que no debían molestarle, pero no todas las criaturas eran tan sabías pues en la oscuridad de la noche un cuervo seguía los pasos del inmortal.