La libertad de la Curruca || Libre

[color=#918e8b] [color=#abb899]El Duque de Rivas era un dramaturgo y gran poeta de esos tiempos. Siempre siendo un hombre culto, que se movía entre los mejores postores desde muy pequeño. Se caracterizaba por tener ese ideal revolucionario, deseaba luchar por las buenas causas de la vida y lo que veía mal. Tenía varias formas de hacerlo, mediante una espada o también mediante la escritura. Brünhilda lo admiraba mucho, le encantaba poder entrar a las conversaciones de caballeros en donde comenzaban a sobresalir su nombre, era la forma más fácil de saber sus andanzas. Era para ella como un modelo a seguir y lo sentía cerca mientras podía recitar alguno de sus pasajes.

Dejo una pausa, estaba dejando descansar a su garganta, que se hidratara con la saliva producida por su boca para continuar en su improvisado monologo, pero antes de abrir sus labios para seguir recitando el poema del duque de Rivas, alguien más se le adelanto. Su cuerpo se detuvo, parpadeo varias veces mientras sentía como el borde de sus oídos se erizaba ante la vibración entrante provocada por esa voz. Se sintió intimidada, era algo imposible de no sentirse así, Brünhilda estaba consciente que al final de cuentas era una simple humana que era fácil de capturar y eliminar. Sus ojos se concentraron en una silueta que aparecía con cada vez más claridad, gracias a que paulatinamente se acercaba hacia ella, su visión se esforzaba por aclarecer la figura pero era casi imposible.

— ¿…? — movilizo delicadamente su cuerpo, buscaba su daga, para tenerla a la mano, por suerte tanteo rápidamente el mango y la saco de la fusta para tenerla entre sus dedos escondida entre la capa. Cuando el personaje desconocido de detuvo se podía ver diferentes facciones de el, ahora podía ver con claridad que se trataba de un hombre, pero no cualquiera. Su aura era espesa, provocaba pequeñas puntadas en su “instinto” que le indicaba que esa persona no era normal. Frunció el ceño un poco, parecía sin lugar a dudas un animalito desconfiado que prefiere oler desde lejos mientras juzgaba si era una amenaza o no.
El hombre saludo y ella ladeo su cabeza. Su cuerpo cubierto por toda aquella tela negra, la hacía sentirse segura, aun así quiso ser amable. No podía ser hostil con una persona que no había comenzado siendo hostil, así que le respondió de la misma manera. Se inclino de forma protocolar, como una dama de la sociedad lo haría [color=#abb899]— No mentiré que me ha sorprendido su interrupción mi señor — respondió con tranquilidad y dulzura [b]— Pero al contrario, me ha alegrado que al menos alguien haya escuchado mi pequeño monologo — ella sabía que él podía ver mas allá. Aun así se preguntaba si podía llegar a visualizar la pequeña sonrisa en sus labios. ¿Qué era él? Aun no lo describía bien, solamente llegaba a entender que era un sobrenatural. — ¿Es usted también fanático del Monseuir Rivas? — Pregunto mientras aun era un animalillo estudiando a la persona que se le acercaba — Si, lo es… podríamos tener algo en común; usted y yo. — ¿Qué era lo que hacia? No lo sabia, solamente esperaba que este no fuera su dia. Necesitaba encontrar indicios de que ese ser que estaba al frente de ella era un amigo en potencia y no un enemigo en proceso

Segura de si, dulce y amable ante quien fuese amable con ella, eso fue lo que detecte de aquella persona; casi pude sonreír ante su voz, algo dentro de mí se encendió pero claro no era atracción ni mucho a lo que los mortales llamarían "amor a primera vista". Simple amabilidad es lo que ella ha de demostrar. Me incorporé nuevamente mientras le escuchaba hablar, mirando fijamente su persona, sin perder movimiento de su cuerpo, ni siquiera aparte la vista en el movimiento de sus labios; el efecto de la luz lunar en lo alto y con la ayuda de las estrellas en el manto de aquel  cielo azulado, le daban un toque apacible y tierno a su rostro cubierto de tela negra de la cual estaba echa la capa.

Me quede en silencio mientras ella continuaba revelándome su reacción ante mi improvista llegada, manteniendo mi distancia para no asustarla. Viré mi cabeza a mi lado derecho dirigiendo la mirada a algunos edificios que aún se mantenían encendidos por dentro, sólo tenues y opacas luces que avisaban que no había nadie despierto a esta hora. —Fanático es una palabra para referirse más a una persona que le gusta acosar escritores famoso —respondí con voz serena, un poco baja para que ella pudiera escucharme; alcé la vista lentamente como si explorara cada detalle de los edificios del lugar hasta desviar la mirada al frente perdida en el horizonte y luego deslizar los ojos poco a poco  hacia ella. —Admirador —aclaré, haciendo una leve pausa en mi habla. La observaba con detenimiento, su aura emanaba algo distinto que no hallaría en otros mortales, estaba claro que ella era diferente a todos ellos, un humano con dotes especiales tal vez. —Pero supongo que en eso no hay gran diferencia si vos es fanática y yo un simple admirador por las buenas letras, así que; sí, podríamos tener algo en común y creo que solamente eso en común my lady.  —Correspondí su sonrisa, sonriendo levemente, sabía en ella que se había intimidado y por ello no quería romper el espacio que la protegía de mi sorpresiva persona.

 

Brünhilde siempre tendía a llamar la atención en cualquier lugar en donde fuera, por eso trataba siempre de esconder su presencia, porque no siempre llamabas la curiosidad del más indicado. Siempre había serpientes, arpías y leones en búsqueda de una presa fácil a quien desgarrar con sus fauces. Pero esta no era una presa fácil, era un lobo disfrazado de corderito, ella se ocultaba entre telas oscuras, como si fuera una dulce y delicada flor que se debía proteger. La bruja Tenía una aguda intuición, sabía cuando había verdadero peligro y cuando no. Aunque aquel ser que era frente de ella se notaba que no era un simple humano, lo sentía hasta más vulnerable e indefenso que ella misma. Tal vez su seguridad la estaba llevando de la mano al matadero y cegando su intuición divina.

— Me da un poco de vergüenza, entonces — baje mi rostro. Si, se podría decir que era algún tipo de fanática de aquel escritor. Cuando podía le pagaba unas pocas monedas a un niño que vivía junto con su madre viuda; una costurera que trataba de sobrevivir con doce sueldos, con los que pagaba la renta y alimentaba a su hijo. El siempre buscaba alguna otra entrada para poder ayudar a su madre. Brünhilde aprovechaba la disposición y el deseo de obtener otro tipo de entrada de dinero para así poder ayudar a su madre y llevar algo extra. Al niño lo mandaba a hacer recados, era su pajarito mensajero, que por suerte hablaba y le podía también ciertos chismes de por allí.

Iba a los encuentros que podía, mandaba al pequeño canalla a ver los pasos del duque, quien le informaba con mucha exactitud donde podría encontrarlo, luego ella aparecía como joya reluciente por los lugares que pisaba. Solo para escuchar un poco de su elocuente conversaciones y como dijimos anteriormente, la bruja atraía mucho la atención y poco a poco comenzó a llamar la curiosidad del hombre. Comenzó a invitarla a sus encuentros y se podría decir que la fanática comenzó a ser una conocida. Con su cabeza baja arranco de su rostro aquella capa que ocultaba sus cabellos rojizos y danzantes — Preferiría que me llamara una conocida de sus encantos, pero comencé siendo fanática de él, es cierto, tal vez aun sigo siéndolo en mi corazón — una suave risilla adorno el viento, mientras alzaba la mirada y dejaba a la vista de su nuevo compañero lo que la dulce Curruca ocultaba con recelo de los mirones insensibles.

Incliné levemente mi cabeza al escucharle decir que se sentía apenada por su pregunta a la cual yo había respondido con total sinceridad, ver aquella expresión de vergüenza me hizo intrigarme más, la observé mientras se quedaba en silencio, hundida en su pensar. Me preguntaba que era lo que había invadido su mente pero me limité a urgar en ella; era descortés entrar en la memoria de un ser que apenas bajaba la guardia ante mi persona y perder la poca confianza que estaba creando en ella. —¿Por qué ha de sentirse avergonzada? —Cuestioné mientras le miraba fijamente con aquellos ojos intensos que nos caracterizaba a nosotros los no-muertos, el tener aquel velo de tela negra cubriendo gran parte de su cabeza me impedía contemplar aquellos gestos que se formaban en su rostro, el cual sólo la sonría de hace unos momentos fue la única a la que había alcanzado a vislumbrar.

Silencio, el viento se escuchó soplar en el lugar haciendo revolotear las capas de ambos, el suave escalofrío cuando te tocan el cabello, me hubiese encantado sentirlo. La vida es la muerte para un ser que ya no puede volver a ésta por lo tanto ha perdido la mayor parte de su capacidad para sentir, incluyendo el frío de aquella noche que compartía con la joven poetisa. Cuando creí que la había intimidado di un paso al frente para después detenerme en seco al notar cómo aquella avecilla extendía sus alas para revelarse al fin.

Fuego vivo, el cual podrías tocar sin necesidad de quemarte, sus ondas de su cabello parecían las de un río corriendo cuesta abajo para formar una cascada en el abismo, me pregunto porque se escondía de esa manera teniendo cual belleza; pero entonces lo deduje de inmediato: inquisición. Aquellos supersticiosos que no paraban de perseguir a quienes representarán en sus rasgos, el símbolo del malicioso infierno. Aunque yo no tenía ese problema, por el momento no me he visto en una situación de peligro en París. El escuchar aquella risilla salir de sus labios al atender el cómo se definía por el buen poeta Duque de Rivas, provocó que volviera a caminar a paso galante, al acercarme un poco más pude notar aquella mirada intensificada fusionada con aquella sonrisa que podría decirme que no tenía miedo, pero eso no era del todo cierto. —Entonces... lady conocida de los encantos de monsieur Rivas, —me detuve a casi un metro de distancia frente a ella y le dedique una grata sonrisa por la pequeña broma, sin dejar ver mis colmillos escondidos en mi boca entreabierta— dejad que me os presente —lleve mi diestra nuevamente a tomar el sombrero para quitármelo y dejar mi cabeza libre de cualquier accesorio que la adornara—; Angelo Ange de la Rosa para serviros a vos esta noche, si gusta, para compartir su fanática admiración por tal admirable escritor ya mencionado.