En la Catedral - Privado

Nuevamente se había escapado de la vigilancia estricta de Estela, no  había sido muy difícil, ya que la pobre tenía bastante con el cuidado de sus propios hijos. Por eso Mely, prefería quedase en su cuarto o en alguna de las salas e la mansión, atrapada entre las páginas de un libro.
Como hacía tiempo que venía haciéndolo, se escurrió en el estudio que fuera  de su padre y se dedicó a hurgar en todos los recovecos que le parecieron apropiados para esconder alguna pista que la acercara a la verdad sobre el trabajo de su padre, - papá, era militar -  Caviló, recordando que su madre, les había dicho  - a su hermano y a ella - que su padre había sido un gran soldado,  - pero escuché a Estela decir que  había sido inquisidor… ¿pero que es un inquisidor? – se preguntó. Desde ese momento, no la dejaba ni a sol ni a sombra, esperando que le explicara cuales eran las tareas que hacía un inquisidor y donde trabajaban los que llevaban ese oficio. Estela era extremadamente reservada y poco o nada pudo saber, de la misma forma, tampoco podía descubrir el paradero de su madre. Cada vez que le preguntaba,  la ama de llaves, cambiaba de tema o le decía que  la señora Di Rosso, se encontraba realizando un tratamiento de salud en un hospital fuera de la ciudad. Pero las escusas y explicaciones, para la mente despierta de una niña como Mely, ya no alcanzaban. Estaba meditando en ello, cuando encontró un papel, en donde se le pedía al señor Rosso se presentara lo antes posible en la Catedral de Paris, - así que allí trabajabas - sonrió triunfante.

Solo tuvo que esperar que Estela, estuviera ocupada en los quehaceres hogareños y con mucho cuidado, logró llegar a la calle, de allí, solo debía recorrer unas pocas calles, llegar a la orilla del Sena y  continuar sus márgenes hasta el puente que unía la ciudad con la isla donde se alzaba imponente la construcción religiosa. No tuvo dificultad en encontrar quien la ayudara a hacer el trayecto más corto, un carretero que llevaba hortalizas a los padres del convento adyacente a la catedral, se dirigía a dejar su pedido semanal, y al verla tan pequeña, decidió ayudarla, ¿quién podría negarle la ayuda a una niña que se había perdido y que su papá la esperaba en la nave de la iglesia? Por eso, antes de que transcurriera media hora, se encontraba en la puerta principal.

Subió las escaleras, dispuesta a descubrir cuál era ese trabajo tan interesante que según la señora Estela, su papá dejara cuando conoció a su mamá. La puerta se encontraba abierta, ya que en una hora comenzaría el oficio religioso de la tarde y se esperaba la llegada de los feligreses. Mely, entró maravillándose de todo lo que allí se exhibía,  - porque Dios necesita tantos objetos, porque necesita un ejército… - se quedó callada y contempló el Cristo crucificado que pendía de una de las paredes – ¿porque no cuidaste de papá, porque no me devuelves a mamá y dónde está mi hermanito? – preguntó a esa talla, absorta en el sufrimiento que mostraba el rostro de madera y yeso.