Palido como un fantasma [Werther]

Hacia tiempo ya que los humanos habían perdido la capacidad de percibir a los espíritus; no sentían frio al pasar junto a ellos o el escalofrio de ser observados desde las alturas, el mal presentimiento era aplacado por la razón y las grandes masas se justificaban entre ellas cualquier evento sobrenatural  que presenciaban. De tal modo habían optado por vivir ignorando la naturaleza espiritual que en la antigüedad los había guiado y por consiguiente habían aprendido a ignorarse mutuamente lo que podía ser, en cierta medida y siempre compuesta por innumerables grises, tanto una ventaja como un desacierto para la mujer que recorría las calles sin ser vista por ninguno de los transeúntes de las últimas horas del ocaso preguntándose si Agartha no habría fallado, en cierta forma, a la humanidad que decían defender, a los dioses que adoraban y al conocimiento que atesoraban si tales eran las condiciones de la humanidad en esta época donde las apariencias parecían ser mas importantes que la verdad que escondían. Mas aun guardaba esperanzas de estar equivocada pues la derrota la había sentido solo una vez y solo había servido para asegurarle que se trataba de algo a lo que jamás se acostumbraría; ni se avallasaria ante las inclemencias que el futuro le deparara y por eso; en aquel ocaso frio,  se encaminaba silente hacia una calle en particular que lentamente se iba desagotando  en busca de un brujo de aspecto singular que había captado la atención de sus ayudantes, espíritus como ella que movían la información por hilos espectrales a quien nadie más tenía acceso, protegiendo de esta forma tanto al hechicero como a quien acudía a su encuentro.

Había sido una sorpresa para los espectros ver a su reina salir del letargo en el cual parecía siempre estar sumergida para acudir a este mago del cual no tenía nada más que memorias compartidas por los suyos pues, si bien siempre se había entregado a sus labores como druida con fervor, Morrigan no podría ser considerada una persona muy sociable en vida y, tras mas de 1500 años muerta, este aspecto de su personalidad no había mejorado en absoluto si mas bien lo contrario. No hablaba en demasía, no intervenía ante las injusticias del mundo y si ofrecía una mano era siempre a quienes creía en el futuro podrían servirle  para alguno de sus propósitos. Tenía un corazón helado y una mente calculadora mas no era descorazonada o ignorante del sufrimiento, simplemente había visto demasiado para entender que nada ella podía hacer mas que seguir con su misión en la hermandad al acudir a aquel de piel blanca y cabellos besados por la luna a quien encontró de forma casi instantánea pues,  su magia era poderosa, aunque rebelde y descontrolada,  le hacía resaltar entre la multitud de seres ordinarios que finalmente se alejaban del puesto de lectura de cartas; el era capaz de decir la verdad aunque la mayoría de doncellas se vieran satisfechas con una verdad a medias y difusa que calmara sus dudas y les ofreciera cierto consuelo – Eres un brujo con potencial ¿Por qué te dedicas a esto? – no hubo presentación, no hubo pequeña charla de antemano pues Morrigan creía que era considerado no gastar el tiempo de los mortales pero con frecuencia olvidaba, o no le importaba, que otros no pudieran verle y que el pobre albino se veria mal hablando con el aire a su alrededor. Cosas que ocurren con la edad y con, por supuesto, la muerte