AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Negocios "familiares".
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Negocios "familiares".
Recuerdo del primer mensaje :
Aquella noche las mujeres parecían haber sacado sus vestidos más elegantes de sus carísimos armarios de madera pulida, haciendo gala de enrevesados peinados llenos de joyas y relucientes perlas en todos sus mantos y pliegues. Por supuesto, yo no podía ser menos que todo aquello, pero era consciente de las miradas furibundas de aquellas señoras ataviadas cuando todos los hombres de la sala se giraban para deleitarse con mi imagen.
Nunca imaginé una situación así. Yo, radiante y espectacularmente hermosa, adornada con las mejores alhajas y atuendos, despertando el interés de todos aquellos humanos débiles e influenciables a mi antojo.
¡Qué maravilla!
Y pensar que hacía poco más de un año dudaba entre las ventajas de una vida humana sobre aquélla que ahora se me brindaba. Qué estúpida.
Por supuesto, el objetivo de aquella noche no era mi instinto mortífero y voraz de sangre, si no adquirir algo bastante más vulgar que aquellas cualidades, pero que sin el cual ninguna señorita, vampiresa o no, podría deambular a su antojo por el mundo.
El señor Bacigalupo se carcajeaba pomposamente con otros caballeros casi al final de los grandes jardines, donde la vista de cualquier humano corriente no hubiera alcanzado desde donde yo me encontraba. Por supuesto, el apellido de aquel adinerado hombre no era lo único poco favorecedor de su persona, no había más que observar el diámetro de su exuberante barriga y la gran porción de rostro que ocupaba su nariz.
Pero no eran sus desgraciados atributos lo que me interesaba de aquel caballero, por lo que debía entrar en acción cuánto antes para no despertar intereses ajenos, si es que eso era posible.
Jactándome de mis nuevas posibilidades, me dediqué a redirigir las mentes de aquellos que se habían fijado en mí a otros asuntos menos llamativos, con el fin de no levantar sospechas. Mis andares sinuosos y seguros iban dirigidos a mi nueva víctima, la cual parecía haber reparado por fin en mi presencia cercana.
Sus ojillos adquirieron un brillo libidinoso que, muy al contrario de lo que demostraba mi sonrisa complaciente, me repugnó hasta el punto de irritarme ligeramente. Por supuesto, todo rastro de autonomía se esfumó en cuanto mis pupilas atravesaron las suyas accionando mi poder.
Sus acompañantes se marcharon en cuanto estuve frente a él, obedeciendo aquellos pensamientos que yo había introducido en su cabeza.
-Señor Bacigalupo –pronuncié, reprimiendo una sonrisa burlona-. Espero que recuerde a su sobrina.
Su pequeña confusión no duró más de un segundo y, sin saber la falsedad de aquella afirmación, continuó la farsa bajo mis órdenes.
-¡Querida mía! –exclamó con una voz aguda muy poco varonil.
Me dejé abrazar por aquel regordete burgués viudo, reprimiendo las ganas de aplastarle la garganta con mis propias manos. Aprovechando aquella cercanía inusitada, susurré en su oído la orden que daría el punto final a mi táctica.
-No tienes familia. Pero tu sobrina es tu ser más querido. Así que, en agradecimiento por toda mi bondad y compañía…
Sonreí con autosuficiencia antes de pronunciar las últimas palabras.
-Me darás la mitad de tu fortuna. Agradece que no te mate aquí y ahora por tu insolencia.
Cuando se separó su mirada estaba falta de brillo pero mis poderes parecían haber surtido efecto porque asintió levemente con la cabeza.
-Por supuesto, señorita.
-Bien, ahora debes ser un buen cómplice y no mencionárselo a nadie. Creo que ambos sabemos las consecuencias si no cumples tu palabra. No querrás decepcionar a tu querida sobrina, ¿cierto?
A pesar de la amenaza, sonreí con dulzura para no despertar la curiosidad de los que parloteaban alrededor. Él, obediente, me devolvió el gesto, como si la charla reciente hubiera sido una conversación cordial entre dos parientes.
Me disponía a darme media vuelta y disfrutar de la velada cuando alguien me pisó los bajos de mi pomposa falda victoriana. Con una mirada fulminante, me dispuse a averiguar quién había osado importunarme.
Venecia, 18 años, (tan sólo un año de neófita).
Aquella noche las mujeres parecían haber sacado sus vestidos más elegantes de sus carísimos armarios de madera pulida, haciendo gala de enrevesados peinados llenos de joyas y relucientes perlas en todos sus mantos y pliegues. Por supuesto, yo no podía ser menos que todo aquello, pero era consciente de las miradas furibundas de aquellas señoras ataviadas cuando todos los hombres de la sala se giraban para deleitarse con mi imagen.
Nunca imaginé una situación así. Yo, radiante y espectacularmente hermosa, adornada con las mejores alhajas y atuendos, despertando el interés de todos aquellos humanos débiles e influenciables a mi antojo.
¡Qué maravilla!
Y pensar que hacía poco más de un año dudaba entre las ventajas de una vida humana sobre aquélla que ahora se me brindaba. Qué estúpida.
Por supuesto, el objetivo de aquella noche no era mi instinto mortífero y voraz de sangre, si no adquirir algo bastante más vulgar que aquellas cualidades, pero que sin el cual ninguna señorita, vampiresa o no, podría deambular a su antojo por el mundo.
El señor Bacigalupo se carcajeaba pomposamente con otros caballeros casi al final de los grandes jardines, donde la vista de cualquier humano corriente no hubiera alcanzado desde donde yo me encontraba. Por supuesto, el apellido de aquel adinerado hombre no era lo único poco favorecedor de su persona, no había más que observar el diámetro de su exuberante barriga y la gran porción de rostro que ocupaba su nariz.
Pero no eran sus desgraciados atributos lo que me interesaba de aquel caballero, por lo que debía entrar en acción cuánto antes para no despertar intereses ajenos, si es que eso era posible.
Jactándome de mis nuevas posibilidades, me dediqué a redirigir las mentes de aquellos que se habían fijado en mí a otros asuntos menos llamativos, con el fin de no levantar sospechas. Mis andares sinuosos y seguros iban dirigidos a mi nueva víctima, la cual parecía haber reparado por fin en mi presencia cercana.
Sus ojillos adquirieron un brillo libidinoso que, muy al contrario de lo que demostraba mi sonrisa complaciente, me repugnó hasta el punto de irritarme ligeramente. Por supuesto, todo rastro de autonomía se esfumó en cuanto mis pupilas atravesaron las suyas accionando mi poder.
Sus acompañantes se marcharon en cuanto estuve frente a él, obedeciendo aquellos pensamientos que yo había introducido en su cabeza.
-Señor Bacigalupo –pronuncié, reprimiendo una sonrisa burlona-. Espero que recuerde a su sobrina.
Su pequeña confusión no duró más de un segundo y, sin saber la falsedad de aquella afirmación, continuó la farsa bajo mis órdenes.
-¡Querida mía! –exclamó con una voz aguda muy poco varonil.
Me dejé abrazar por aquel regordete burgués viudo, reprimiendo las ganas de aplastarle la garganta con mis propias manos. Aprovechando aquella cercanía inusitada, susurré en su oído la orden que daría el punto final a mi táctica.
-No tienes familia. Pero tu sobrina es tu ser más querido. Así que, en agradecimiento por toda mi bondad y compañía…
Sonreí con autosuficiencia antes de pronunciar las últimas palabras.
-Me darás la mitad de tu fortuna. Agradece que no te mate aquí y ahora por tu insolencia.
Cuando se separó su mirada estaba falta de brillo pero mis poderes parecían haber surtido efecto porque asintió levemente con la cabeza.
-Por supuesto, señorita.
-Bien, ahora debes ser un buen cómplice y no mencionárselo a nadie. Creo que ambos sabemos las consecuencias si no cumples tu palabra. No querrás decepcionar a tu querida sobrina, ¿cierto?
A pesar de la amenaza, sonreí con dulzura para no despertar la curiosidad de los que parloteaban alrededor. Él, obediente, me devolvió el gesto, como si la charla reciente hubiera sido una conversación cordial entre dos parientes.
Me disponía a darme media vuelta y disfrutar de la velada cuando alguien me pisó los bajos de mi pomposa falda victoriana. Con una mirada fulminante, me dispuse a averiguar quién había osado importunarme.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
Localización : Nuevamente en París.
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Re: Negocios "familiares".
-¿Es que quiere bailar un tango conmigo señorita Winslet?
Le devolví la sonrisa pícara, ciertamente aliviada al ver que su irritación había menguado. Nuevamente volvíamos a movernos en el mismo juego. Quizás aquella era la única manera de relacionarnos sin levantar ningún enfrentamiento.
-¿Qué más quiere saber señorita?
Dejé relucir mis blancos dientes en una amplia sonrisa complaciente y divertida. Ahogando una risita, me puse de puntillas y dejé que mis labios rozaran el lóbulo de su oreja.
-Eso está mejor, señor Galianno.
Dejé escapar la carcajada contenida y me separé un poco, observando aquellos iris de azul intenso enmarcados por una piel tan morena y tan joven. La energía que desprendía su piel bajo las ropas se estampaba contra mi aura, provocándome una chispeante sensación que llegaba a causar molestia. Sin embargo, aquello no hacía más que fascinarme.
Con fingido dramatismo, apoyé mi mejilla contra su pecho, dejando que mis manos se deslizaran hasta quedar dócilmente apoyadas en los bordes de su chaqueta. Cualquiera diría que nos estábamos confesando amor eterno, como los jóvenes solían hacer en aquellas festividades.
-Me temo que mis cuestiones resultan un tanto inquietantes, Bethlem –dije casi en un susurro, realizando dibujos con la punta de mi dedo en el dobladillo de su chaqueta-. Y no podrá negar que han sido suficientes exaltaciones por hoy, no es propio empezar con tanto descaro un primer encuentro.
Reí brevemente sin separar aún mi rostro, divertida ante la situación. Pero era cierto, el rumbo que había tomado aquel extraño encuentro se había tornado peligroso, y no sabía muy bien en cuál de los dos sentidos.
-Permítame redimirme de mis toscas y atrevidas palabras –me aparté de él, volviendo a encontrarme con sus iris profundos.
Complaciente conmigo misma por una vez, decidí ser sensata y dejar los riesgos por aquella noche, ya había tenido bastante. Aquel humano no iba a obedecerme, y tampoco iba a olvidar, por lo que no debía darle más razones para hacerme daño o delatarme. Enlacé mi brazo con el suyo de nuevo, dirigiendo nuestros pasos de vuelta a la avenida más transitada.
-Intentemos llevarnos bien, signore. Seré humilde con mi cuestión, si no le importa –sonreí traviesa mientras le miraba, cómplice-. ¿Por qué no empezamos como es debido? Sé que las trivialidades no son de interés de nadie, pero he de admitir que eso no se aplica del mismo modo a usted, señor Galianno.
Alcé una comisura, invitándole a seguir mi juego.
-Por ejemplo, si no es muy descarado por mi parte preguntarlo, podría decirme qué le trae a Venecia esta noche, caballero.
Una calle algo más iluminada se vislumbraba al fondo de aquellos callejones plagados de pequeños muelles a ambos lados del agua. ¿Dejaría que me pusiera a salvo tan pronto?
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
Localización : Nuevamente en París.
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Re: Negocios "familiares".
Los movimientos de aquella dama no hacían más que encantarme y desconcertarme a un mismo tiempo, en un momento tenía muy claro qué era lo que quería y al siguiente me hacía dudar de mi mismo, ¿lograría volverme loco aquella noche?.
Mantuve de nuevo su mirada, desde luego tenía unos ojos maravillosos, y muy expresivos. En cierto modo me hacían gracia sus gestos tan... ¿Románticos? lógicamente romántico no era la palabra, puesto que aquello estaba muy lejos de sus intenciones, pero desde luego en otra situación y con otra persona habría pensado algo muy diferente acerca de sus intenciones.
"Un primer encuentro" pensé, ¿significaba aquello que tenía planeado verme otras veces?, no pude evitar sonreír irónicamente, y simplemente seguirle el juego.-Tiene razón, no es propio de un primer encuentro.-Comenté con cierta comicidad en mi voz, todo aquello me seguía resultando surrealista.
Al parecer la situación empezaba a normalizarse, la joven se volvió a coger en mi brazo y comenzamos a caminar hacia la seguridad de las calles iluminadas. Aún esí, no podía evitar ser desconfiado, y no acababa de relajarme del todo, ¿qué pretendía ahora exactamente?¿Realmente quería que el encuentro se convirtiese ahora en algo más natural?. Tendría que seguirle el juego para comprobarlo, de nuevo mi curiosidad ganaba a todo lo demás... Por lo que con un gesto de acuerdo dejé que la señorita realizase su pregunta.
-He venido por trabajo.-Respondí sin ser rudo, pero con la brevedad de una persona reservada que no da demasiada información. Realmente ni si quiera era por ella, si no porque siempre había sido una persona reservada, a lo largo de mi vida aprendí que cuanto menos supiesen los demás de ti, más libre eras.
Una calle con luz se veía al final de nuestro paseo, miré a la joven de reojo varias veces, si ella me estaba guiando hacia la luz quizá podía empezar a relajarme un poco, quizá realmente pretendiese que la velada continuase su curso sin mas exaltaciones. Mis músculos se relajaron ligeramente.
-¿Y usted?, ¿ha venido sólo por negocios?.-Haciendo referencia a la explicación que me había dado antes sin ningún tipo de maldad, sencillamente con curiosidad.-¿O ha venido también por el placer de conocer Venecia?.- Después de todo conocía bastante bien aquella ciudad, y sabía lo hermosa que era en todo su conjunto.
Mantuve de nuevo su mirada, desde luego tenía unos ojos maravillosos, y muy expresivos. En cierto modo me hacían gracia sus gestos tan... ¿Románticos? lógicamente romántico no era la palabra, puesto que aquello estaba muy lejos de sus intenciones, pero desde luego en otra situación y con otra persona habría pensado algo muy diferente acerca de sus intenciones.
"Un primer encuentro" pensé, ¿significaba aquello que tenía planeado verme otras veces?, no pude evitar sonreír irónicamente, y simplemente seguirle el juego.-Tiene razón, no es propio de un primer encuentro.-Comenté con cierta comicidad en mi voz, todo aquello me seguía resultando surrealista.
Al parecer la situación empezaba a normalizarse, la joven se volvió a coger en mi brazo y comenzamos a caminar hacia la seguridad de las calles iluminadas. Aún esí, no podía evitar ser desconfiado, y no acababa de relajarme del todo, ¿qué pretendía ahora exactamente?¿Realmente quería que el encuentro se convirtiese ahora en algo más natural?. Tendría que seguirle el juego para comprobarlo, de nuevo mi curiosidad ganaba a todo lo demás... Por lo que con un gesto de acuerdo dejé que la señorita realizase su pregunta.
-He venido por trabajo.-Respondí sin ser rudo, pero con la brevedad de una persona reservada que no da demasiada información. Realmente ni si quiera era por ella, si no porque siempre había sido una persona reservada, a lo largo de mi vida aprendí que cuanto menos supiesen los demás de ti, más libre eras.
Una calle con luz se veía al final de nuestro paseo, miré a la joven de reojo varias veces, si ella me estaba guiando hacia la luz quizá podía empezar a relajarme un poco, quizá realmente pretendiese que la velada continuase su curso sin mas exaltaciones. Mis músculos se relajaron ligeramente.
-¿Y usted?, ¿ha venido sólo por negocios?.-Haciendo referencia a la explicación que me había dado antes sin ningún tipo de maldad, sencillamente con curiosidad.-¿O ha venido también por el placer de conocer Venecia?.- Después de todo conocía bastante bien aquella ciudad, y sabía lo hermosa que era en todo su conjunto.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 16/04/2015
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Re: Negocios "familiares".
-He venido por trabajo.
Entorné los ojos, suspicaz. Un hombre reservado, por lo visto. Y además totalmente inaccesible mediante truquitos. Sonreí traviesa. Aquello era todo un reto.
Noté como se relajaba a medida que nos acercábamos hacia la luz, aunque yo ya había bajado la guardia hace tiempo, tentando al riesgo de las amenazas del joven humano.
-¿Y usted?, ¿ha venido sólo por negocios? –su alusión me hizo alzar una de mis comisuras y mirarle con ojos juguetones -. ¿O ha venido también por el placer de conocer Venecia?
Mis pies por fin tocaron el asfalto débilmente iluminado por farolas, donde las multitudes iban y venían, algo más achispadas de lo común. Al parecer aquel caballero no tenía intenciones de hacerme daño, quizás pudiera creer que se trataba de simple curiosidad… Pero aquellas amenazas, su irritabilidad algo desmesurada, aquel deje agrio en su mirada y sus palabras…
Realmente parecía que algo no le gustaba de mí, pero en cambio se contradecía con sus acciones y palabras.
-No negaré que soy una mujer de negocios, señor Galianno –comencé a decir-. Pero disfruto igualmente de otros placeres más mundanos… No hay nada como una copa de buen vino en un salón abarrotado de bailarines al son de un exquisito cuarteto… Y Venecia no es una ciudad exenta de diversiones y fiestas, justamente.
Nuestros ojos se encontraron y yo sonreí mientras intentaba profundizar en aquellos iris de mar, tan enigmáticos, tan envueltos de una energía totalmente contraria a la mía… Aunque podía hallar algo que nos era común a ambos: la desconfianza.
La diferencia residía en que él simplemente se reservaba las confesiones, y yo decidía enmascararlo con juego y picardía.
-Sé que no va a gustarle lo que voy a decir, pero Venecia es… -dirigí mi mirada a la atmósfera desinhibida y alegre que nos rodeaba, sonriendo traviesa-… Il est parfait pour la chasse, monsieur.
Entorné los ojos, suspicaz. Un hombre reservado, por lo visto. Y además totalmente inaccesible mediante truquitos. Sonreí traviesa. Aquello era todo un reto.
Noté como se relajaba a medida que nos acercábamos hacia la luz, aunque yo ya había bajado la guardia hace tiempo, tentando al riesgo de las amenazas del joven humano.
-¿Y usted?, ¿ha venido sólo por negocios? –su alusión me hizo alzar una de mis comisuras y mirarle con ojos juguetones -. ¿O ha venido también por el placer de conocer Venecia?
Mis pies por fin tocaron el asfalto débilmente iluminado por farolas, donde las multitudes iban y venían, algo más achispadas de lo común. Al parecer aquel caballero no tenía intenciones de hacerme daño, quizás pudiera creer que se trataba de simple curiosidad… Pero aquellas amenazas, su irritabilidad algo desmesurada, aquel deje agrio en su mirada y sus palabras…
Realmente parecía que algo no le gustaba de mí, pero en cambio se contradecía con sus acciones y palabras.
-No negaré que soy una mujer de negocios, señor Galianno –comencé a decir-. Pero disfruto igualmente de otros placeres más mundanos… No hay nada como una copa de buen vino en un salón abarrotado de bailarines al son de un exquisito cuarteto… Y Venecia no es una ciudad exenta de diversiones y fiestas, justamente.
Nuestros ojos se encontraron y yo sonreí mientras intentaba profundizar en aquellos iris de mar, tan enigmáticos, tan envueltos de una energía totalmente contraria a la mía… Aunque podía hallar algo que nos era común a ambos: la desconfianza.
La diferencia residía en que él simplemente se reservaba las confesiones, y yo decidía enmascararlo con juego y picardía.
-Sé que no va a gustarle lo que voy a decir, pero Venecia es… -dirigí mi mirada a la atmósfera desinhibida y alegre que nos rodeaba, sonriendo traviesa-… Il est parfait pour la chasse, monsieur.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
Localización : Nuevamente en París.
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Re: Negocios "familiares".
Observé a mi acompañante, ahora a la escasa luz de la farola bajo la que nos habíamos parado, ella me observaba con los mismos ojos curiosos y al mismo tiempo incisivos con los que la miraba yo, aunque en ella pude ver cierta diversión, o más bien, cierta picardía, como si en su mente se hubiese planteado algún tipo de reto.
No pude evitar ladear levemente la cabeza y alzar una ceja entre irónico y divertido al mismo tiempo, ¿una copa de vino?, al menos estaba de acuerdo en cuanto al cuarteto, la buena música lo hacía todo, quizá de otras cosas no, pero de eso sabía más que suficiente.
-¿Y a qué tipo de caza se refiere en este momento señorita?.-Pregunté en cierto tono irónico, desde luego Venecia estaba lleno de inconscientes que no tenían ni idea de los peligros que amparaba la noche, y desde luego la mujer que tenía delante era un peligro... Y debía reconocer que lo era en varios sentidos, apostaba lo que fuese a que era capaz de seducir a cualquiera que quisiese, y que aquella seducción probablemente le podía servir para fines alimenticios.
No pude evitar observarla de arriba a abajo, preguntándome qué vendría ahora... Aunque decidí que quizá podía proponer yo el siguiente paso, puesto que ella nos había llevado hasta donde estábamos.
-Lo que ha comentado del cuarteto me ha recordado un salón excelente... ¿Le gustaría escuchar algo de buena música?.-Pregunté con toda la caballerosidad que me habían enseñado durante mi juventud, después de todo, aunque aquella noche no había hecho gala de ellos, me habían enseñado muchos modales, y mucho "protocolo" y se me daba bien moverme en ambientes pomposos y marcados por todas aquellas estúpidas normas de conducta, aunque aquello era algo que no podía decir en alto, porque entonces era nada menos que un desconsiderado.
Observé a la dama esperando su respuesta, no podía dejar de preguntarme qué era lo que estaba tramando exactamente.
No pude evitar ladear levemente la cabeza y alzar una ceja entre irónico y divertido al mismo tiempo, ¿una copa de vino?, al menos estaba de acuerdo en cuanto al cuarteto, la buena música lo hacía todo, quizá de otras cosas no, pero de eso sabía más que suficiente.
-¿Y a qué tipo de caza se refiere en este momento señorita?.-Pregunté en cierto tono irónico, desde luego Venecia estaba lleno de inconscientes que no tenían ni idea de los peligros que amparaba la noche, y desde luego la mujer que tenía delante era un peligro... Y debía reconocer que lo era en varios sentidos, apostaba lo que fuese a que era capaz de seducir a cualquiera que quisiese, y que aquella seducción probablemente le podía servir para fines alimenticios.
No pude evitar observarla de arriba a abajo, preguntándome qué vendría ahora... Aunque decidí que quizá podía proponer yo el siguiente paso, puesto que ella nos había llevado hasta donde estábamos.
-Lo que ha comentado del cuarteto me ha recordado un salón excelente... ¿Le gustaría escuchar algo de buena música?.-Pregunté con toda la caballerosidad que me habían enseñado durante mi juventud, después de todo, aunque aquella noche no había hecho gala de ellos, me habían enseñado muchos modales, y mucho "protocolo" y se me daba bien moverme en ambientes pomposos y marcados por todas aquellas estúpidas normas de conducta, aunque aquello era algo que no podía decir en alto, porque entonces era nada menos que un desconsiderado.
Observé a la dama esperando su respuesta, no podía dejar de preguntarme qué era lo que estaba tramando exactamente.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 16/04/2015
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Re: Negocios "familiares".
-¿Y a qué tipo de caza se refiere en este momento señorita?
Me sorprendió la rápida comprensión de mis palabras, y volví a prender los ojos de su mirada irónica.
-Vous parlez français!
Por lo visto, ambos compartíamos más de lo que creía. Pero decidí no ahondar en el tema por el momento. En aquel momento, sus iris desprendían una desconfianza y un resquemor que ya se me habían hecho usuales en él. Le devolví la mirada desafiante, y sin responder a su pregunta por la obviedad de la misma. Si tanto conocía las debilidades de nuestra especie, era innecesario que le explicara cuáles eran mis objetivos de caza.
Nos analizamos el uno al otro como ya habíamos hecho reiteradas veces, y de nuevo la curiosidad por saber cómo alzaba aquella barrera mental me abrumó. Escuché atentamente cómo se inflaban y desinflaban sus pulmones, y lo fácil que sería desgarrarlos hundiendo lentamente mi mano en su pecho. ¿Por qué lo habría dejado vivir?
Fui consciente en aquellos segundos del peligro al que me había expuesto, seguramente lo más conveniente para mí sería decirle adiós y abandonar mis inquietudes para coger el primer tren a Moscú. Pero entonces jamás sabría si realmente aquello era un caso excepcional o podía esperar ese extraño poder de otros humanos.
-Lo que ha comentado del cuarteto me ha recordado un salón excelente... ¿Le gustaría escuchar algo de buena música?
Al parecer, el interés era mutuo, aunque en él podía advertir cierto temor por mi carácter juguetón, lo cual hubiera sido totalmente normal en un caballero corriente. Dejé traslucir mi indecisión por unos instantes en una mirada cargada de fiereza y desconfianza, pero decidí no darme por vencida y esbocé una amplia sonrisa, contradiciéndome.
-Vaya giro de los acontecimientos, señor Galianno –dije en un tono de voz casi imperceptible-. Me temo que aunque su oferta es más que tentadora, necesito saber cuáles son sus propósitos, ¿acaso no ha tenido suficiente juego?
Seguía sorprendiéndome aquella deliberada autonomía para hablarme y opinar por sí mismo, y aunque resultaba realmente excitante poder sentirme de igual a igual por una vez, también deseaba poder averiguar mis cuestiones sin tener que pasar por todo aquel trámite humano.
-Aunque si bien es cierto que usted ha tenido la oportunidad de demostrar su potencial peligro hacia mi persona, y no lo ha hecho –alcé una ceja, mientras recogía su mentón con los dedos para obligarle a mirarme-. No sé cuáles serán tus intenciones, Bethlem, pero supongo que ya es demasiado tarde para dejar nuestro jueguecito.
Sonreí de medio lado mientras admiraba aquella energía que resplandecía en su rostro moreno, vibrante y cálida, llena de vida. Tras unos segundos, liberé su barbilla y volví a erguirme ofreciéndole mi mano, cómo si todo aquello no acabara de pasar. Algún que otro curioso había decidido poner la vista en la situación, pero sus mentes fueron hábilmente manipuladas por mí, y se olvidaron de nuestras siluetas.
¿Qué pensaría aquel humano de mi destreza para hacernos invisibles entre la multitud?
-Con gusto aceptaré su atractiva oferta, espero que el cuarteto esté a la altura de su ofrecimiento.
Me sorprendió la rápida comprensión de mis palabras, y volví a prender los ojos de su mirada irónica.
-Vous parlez français!
Por lo visto, ambos compartíamos más de lo que creía. Pero decidí no ahondar en el tema por el momento. En aquel momento, sus iris desprendían una desconfianza y un resquemor que ya se me habían hecho usuales en él. Le devolví la mirada desafiante, y sin responder a su pregunta por la obviedad de la misma. Si tanto conocía las debilidades de nuestra especie, era innecesario que le explicara cuáles eran mis objetivos de caza.
Nos analizamos el uno al otro como ya habíamos hecho reiteradas veces, y de nuevo la curiosidad por saber cómo alzaba aquella barrera mental me abrumó. Escuché atentamente cómo se inflaban y desinflaban sus pulmones, y lo fácil que sería desgarrarlos hundiendo lentamente mi mano en su pecho. ¿Por qué lo habría dejado vivir?
Fui consciente en aquellos segundos del peligro al que me había expuesto, seguramente lo más conveniente para mí sería decirle adiós y abandonar mis inquietudes para coger el primer tren a Moscú. Pero entonces jamás sabría si realmente aquello era un caso excepcional o podía esperar ese extraño poder de otros humanos.
-Lo que ha comentado del cuarteto me ha recordado un salón excelente... ¿Le gustaría escuchar algo de buena música?
Al parecer, el interés era mutuo, aunque en él podía advertir cierto temor por mi carácter juguetón, lo cual hubiera sido totalmente normal en un caballero corriente. Dejé traslucir mi indecisión por unos instantes en una mirada cargada de fiereza y desconfianza, pero decidí no darme por vencida y esbocé una amplia sonrisa, contradiciéndome.
-Vaya giro de los acontecimientos, señor Galianno –dije en un tono de voz casi imperceptible-. Me temo que aunque su oferta es más que tentadora, necesito saber cuáles son sus propósitos, ¿acaso no ha tenido suficiente juego?
Seguía sorprendiéndome aquella deliberada autonomía para hablarme y opinar por sí mismo, y aunque resultaba realmente excitante poder sentirme de igual a igual por una vez, también deseaba poder averiguar mis cuestiones sin tener que pasar por todo aquel trámite humano.
-Aunque si bien es cierto que usted ha tenido la oportunidad de demostrar su potencial peligro hacia mi persona, y no lo ha hecho –alcé una ceja, mientras recogía su mentón con los dedos para obligarle a mirarme-. No sé cuáles serán tus intenciones, Bethlem, pero supongo que ya es demasiado tarde para dejar nuestro jueguecito.
Sonreí de medio lado mientras admiraba aquella energía que resplandecía en su rostro moreno, vibrante y cálida, llena de vida. Tras unos segundos, liberé su barbilla y volví a erguirme ofreciéndole mi mano, cómo si todo aquello no acabara de pasar. Algún que otro curioso había decidido poner la vista en la situación, pero sus mentes fueron hábilmente manipuladas por mí, y se olvidaron de nuestras siluetas.
¿Qué pensaría aquel humano de mi destreza para hacernos invisibles entre la multitud?
-Con gusto aceptaré su atractiva oferta, espero que el cuarteto esté a la altura de su ofrecimiento.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Re: Negocios "familiares".
-Oui, Un peu madamme.- Respondí escuetamente, aunque era incapaz de abandonar mi acento italiano sabía defenderme en francés, al fin y al cabo actualmente vivía en Francia, exceptuando alguna escapada de vuelta a Italia.
Al parecer a la joven le sorprendió que hablase francés, al mismo tiempo que aprovechó la ocasión para esquivar mi pregunta. Desde luego no era nada que pudiese tener relación con "placeres mundanos".
Nuestro juego de miradas desconfiadas, cargadas de preguntas y de intentos de adivinar los pensamientos del otro continuaba. Me pregunté cuánto duraría, quizá el hecho de que el uno desconfiase del otro, hacía que inmediatamente ambos estuviésemos tensos. Al menos Molly había tomado mis advertencias como eran, advertencias, no como una invitación a comprobarlas, o al menos hasta el momento no me pareció que la extrema curiosidad que parecía sentir la dama hacia mí sobrepasase los límites del instinto que sin duda, era lo que le estaba frenando para actuar de manera irresponsable.
-No sabía que estuviésemos jugando señorita Winslet.- Dije irónicamente, al fin y al cabo toda la noche se estaba basando en eso, en un juego.
De nuevo tomó mi mentón, con lo que clavé mis ojos en los suyos en una mirada cargada de confianza hacia mi persona, por una vez alejada de aquella inquisición con la que la interrogaba siempre. No pude evitar sonreír con aprobación, en ese sentido nos entendíamos, ya que habíamos empezado el juego, ¿por qué dejarlo?.
Con una triunfante sonrisa tendí mi brazo para que se cogiese a él si así lo deseaba, en cierto modo debíamos guardar las apariencias.
-Créame, no se arrepentirá, es uno de los salones que mejor elige a sus músicos de toda Venecia.- Dije con seguridad, en realidad me hacía gracia la facilidad con la que ambos disfrazábamos nuestras ganas de sonsacar al otro sus intenciones.
Recordé un antigüo refrán que sin duda debía tener presente durante toda la noche. La curiosidad mató al gato. Aunque ahora estuviese menos expuesto, debía andarme con mucho cuidado, nunca se sabe cuándo pueden darse la vuelta las cosas.
Al parecer a la joven le sorprendió que hablase francés, al mismo tiempo que aprovechó la ocasión para esquivar mi pregunta. Desde luego no era nada que pudiese tener relación con "placeres mundanos".
Nuestro juego de miradas desconfiadas, cargadas de preguntas y de intentos de adivinar los pensamientos del otro continuaba. Me pregunté cuánto duraría, quizá el hecho de que el uno desconfiase del otro, hacía que inmediatamente ambos estuviésemos tensos. Al menos Molly había tomado mis advertencias como eran, advertencias, no como una invitación a comprobarlas, o al menos hasta el momento no me pareció que la extrema curiosidad que parecía sentir la dama hacia mí sobrepasase los límites del instinto que sin duda, era lo que le estaba frenando para actuar de manera irresponsable.
-No sabía que estuviésemos jugando señorita Winslet.- Dije irónicamente, al fin y al cabo toda la noche se estaba basando en eso, en un juego.
De nuevo tomó mi mentón, con lo que clavé mis ojos en los suyos en una mirada cargada de confianza hacia mi persona, por una vez alejada de aquella inquisición con la que la interrogaba siempre. No pude evitar sonreír con aprobación, en ese sentido nos entendíamos, ya que habíamos empezado el juego, ¿por qué dejarlo?.
Con una triunfante sonrisa tendí mi brazo para que se cogiese a él si así lo deseaba, en cierto modo debíamos guardar las apariencias.
-Créame, no se arrepentirá, es uno de los salones que mejor elige a sus músicos de toda Venecia.- Dije con seguridad, en realidad me hacía gracia la facilidad con la que ambos disfrazábamos nuestras ganas de sonsacar al otro sus intenciones.
Recordé un antigüo refrán que sin duda debía tener presente durante toda la noche. La curiosidad mató al gato. Aunque ahora estuviese menos expuesto, debía andarme con mucho cuidado, nunca se sabe cuándo pueden darse la vuelta las cosas.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Negocios "familiares".
-Créame, no se arrepentirá, es uno de los salones que mejor elige a sus músicos de toda Venecia.
De nuevo me deleité con el choque de nuestras auras al hacer contacto con su piel, aunque el tejido de su chaqueta mitigara aquella sensación. ¿Qué ocurriría si por un casual ejercía una presión exagerada y mis uñas traspasaban la ropa y la piel para sentir su sangre caliente derramándose sobre mis dedos? ¿Tendría ese efecto repelente en mis sentidos?
Dejé que sus pasos me guiaran hacia donde quiera que estuviese aquel “maravilloso” cuarteto de cuerda. Todo se me hacía demasiado irreal, demasiado teatral. No tenía ningún sentido que después de haber conocido a aquel insolente muchacho de una manera tan brusca y poco decorosa, por no hablar de la extrañeza de su aura y las múltiples amenazas, ahora camináramos a la par en busca de una velada juntos.
Bueno, claro que tenía sentido. Y tampoco desencajaba en los últimos acontecimientos tras mi conversión, pero sentía que de alguna forma todo aquello era anti natura. Como si su primer comportamiento hostil hubiera sido lo que realmente debía ocurrir entre ambos. La curiosidad y la prudencia nos habían llevado hasta aquella situación algo menos comprometida.
-Algo en usted me dice, y perdone mi intromisión, que está aquí de visita –batí mis pestañas mirándole divertida-. ¿Me equivoco?
De alguna forma, el saber dónde encontrarle me tranquilizaba. En cierto modo porque así podría saber sus pasos y sus intenciones, y por otro lado por el extraño deseo de querer volver a indagar en los secretos de aquel mortal en un futuro. Dejé que el azul de nuestros ojos se encontrara, y de nuevo me aventuré a los recovecos de su barrera mental, intentando hallar la debilidad en la misma.
¿Cómo lo haría? ¿Notaría mis esfuerzos por conseguir abrirme paso?
Fruncí el ceño ante aquella inusitada, pero ya algo más acostumbrada, novedad de los humanos. Sin embargo, parpadeé y recobré mi compostura para prestar atención a lo que el caballero me decía, acompañada de mi usual sonrisa traviesa.
De nuevo me deleité con el choque de nuestras auras al hacer contacto con su piel, aunque el tejido de su chaqueta mitigara aquella sensación. ¿Qué ocurriría si por un casual ejercía una presión exagerada y mis uñas traspasaban la ropa y la piel para sentir su sangre caliente derramándose sobre mis dedos? ¿Tendría ese efecto repelente en mis sentidos?
Dejé que sus pasos me guiaran hacia donde quiera que estuviese aquel “maravilloso” cuarteto de cuerda. Todo se me hacía demasiado irreal, demasiado teatral. No tenía ningún sentido que después de haber conocido a aquel insolente muchacho de una manera tan brusca y poco decorosa, por no hablar de la extrañeza de su aura y las múltiples amenazas, ahora camináramos a la par en busca de una velada juntos.
Bueno, claro que tenía sentido. Y tampoco desencajaba en los últimos acontecimientos tras mi conversión, pero sentía que de alguna forma todo aquello era anti natura. Como si su primer comportamiento hostil hubiera sido lo que realmente debía ocurrir entre ambos. La curiosidad y la prudencia nos habían llevado hasta aquella situación algo menos comprometida.
-Algo en usted me dice, y perdone mi intromisión, que está aquí de visita –batí mis pestañas mirándole divertida-. ¿Me equivoco?
De alguna forma, el saber dónde encontrarle me tranquilizaba. En cierto modo porque así podría saber sus pasos y sus intenciones, y por otro lado por el extraño deseo de querer volver a indagar en los secretos de aquel mortal en un futuro. Dejé que el azul de nuestros ojos se encontrara, y de nuevo me aventuré a los recovecos de su barrera mental, intentando hallar la debilidad en la misma.
¿Cómo lo haría? ¿Notaría mis esfuerzos por conseguir abrirme paso?
Fruncí el ceño ante aquella inusitada, pero ya algo más acostumbrada, novedad de los humanos. Sin embargo, parpadeé y recobré mi compostura para prestar atención a lo que el caballero me decía, acompañada de mi usual sonrisa traviesa.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Re: Negocios "familiares".
Caminamos durante unos instantes en silencio, un silencio que me permitió pensar en lo sumamente extraño y emocionante a la par de todo aquello. Resultaba irónico que mi paseo nocturno hubiese acabado en aquellas calles, con la compañía de la que por naturaleza era mi enemiga cogida a mi brazo como una fina acompañante. Resultaba irónico pensar que iríamos juntos a escuchar buena música a un salón. Resultaba irónico que en aquel instante estuviese de pronto tranquilo. ¿Por qué estaba tranquilo?.
Trataba de averiguar la respuesta a esa pregunta cuando la voz de Molly volvió a desconcertarme. En cierto modo resultaba irritante e intrigante a la par. No tenía una voz desagradable, todo lo contrario, pero sus preguntas solían ser tan concretas, tan cortantes... El tipo de preguntas que hacía una dama inteligente, una dama que sabía muy bien cómo lograr sus intereses.
-¿Y qué le hace pensar que es así señorita Winslet?.-Pregunté con curiosidad más que con molestia, lo cierto era que me intrigaba mucho descubrir cómo llegaba a sus conclusiones, aunque era bastante probable que no me lo dijese.
Poco a poco nos acercábamos al local. En cierto modo me apenaba no darle mayor conversación a la joven, pero me encontraba abrumado por todas las cuestiones que se agolpaban en mi cabeza en aquel momento.
Finalmente alcanzamos la puerta del lugar, iluminada bajo la luz de una farola estratégicamente colocada. Se podía oír la música desde fuera, o igual sólo la podíamos escuchar los que teníamos un oído algo más fino. Desde allí fuera sonaba una propuesta atractiva. Conocía ese sitio perfectamente, me preguntaba si de hecho, se acordarían de mí. Probablemente si, Enzo y yo acudíamos mucho a aquel salón cuando aún vivíamos en la ciudad.
Con aire distraído abrí la puerta, y en un gesto amable la sujeté dedicándole una leve sonrisa a mi acompañante.-Las damas primero.-Dije con suavidad, aquel teatro debía continuar después de todo.
Trataba de averiguar la respuesta a esa pregunta cuando la voz de Molly volvió a desconcertarme. En cierto modo resultaba irritante e intrigante a la par. No tenía una voz desagradable, todo lo contrario, pero sus preguntas solían ser tan concretas, tan cortantes... El tipo de preguntas que hacía una dama inteligente, una dama que sabía muy bien cómo lograr sus intereses.
-¿Y qué le hace pensar que es así señorita Winslet?.-Pregunté con curiosidad más que con molestia, lo cierto era que me intrigaba mucho descubrir cómo llegaba a sus conclusiones, aunque era bastante probable que no me lo dijese.
Poco a poco nos acercábamos al local. En cierto modo me apenaba no darle mayor conversación a la joven, pero me encontraba abrumado por todas las cuestiones que se agolpaban en mi cabeza en aquel momento.
Finalmente alcanzamos la puerta del lugar, iluminada bajo la luz de una farola estratégicamente colocada. Se podía oír la música desde fuera, o igual sólo la podíamos escuchar los que teníamos un oído algo más fino. Desde allí fuera sonaba una propuesta atractiva. Conocía ese sitio perfectamente, me preguntaba si de hecho, se acordarían de mí. Probablemente si, Enzo y yo acudíamos mucho a aquel salón cuando aún vivíamos en la ciudad.
Con aire distraído abrí la puerta, y en un gesto amable la sujeté dedicándole una leve sonrisa a mi acompañante.-Las damas primero.-Dije con suavidad, aquel teatro debía continuar después de todo.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Negocios "familiares".
Tras aquel silencio cómplice que nos envolvió por unos instantes, y en los cuales me regocijé mentalmente por su confusión ante mis conclusiones y comentarios atrevidos, llegamos por fin al tan maravilloso establecimiento. El exterior del edificio, de paredes pedregosas finamente talladas, daba el aspecto de un lugar pintoresco pero a la par refinado, con aquellos toques decorativos en losa blanca.
Aparté las pupilas de la fachada y me encontré de nuevo con el intenso azul de los ojos del caballero, tenuemente iluminados por una farola. La música se colaba suavemente entre las rendijas de la puerta y las ventanas, invitándonos a entrar para disfrutar de la sinfonía. Pude advertir cierto anhelo en los iris de Bethlem, que observaban la puerta con la expectativa bailando en el brillo de su mirada.
Alcé una comisura, debía ser todo un entusiasta en cuanto a música.
Su gesto cortés y formal al dejarme pasar primero no hubiera sido nada inusual si no fuera por aquella sonrisa juguetona, que me indicaba que aquella tapadera de rectitud y respeto que había entre nosotros no era más que una forma de decorar el teatro que ambos estábamos representando.
-Las damas primero.
Asentí levemente con la cabeza antes de pasar hacia el interior, donde una atmósfera cargada de olores me recibió. Me detuve a escasos metros de la entrada y cerré los ojos, aspirando profundamente aquella combinación de aromas, algunos exquisitos y otros menos. Podía advertir claramente el dócil latido de todos aquellos humanos que se deleitaban con la velada, y a mí se me hacía la boca agua de sólo imaginar cómo podría acabar con sus vidas de una forma tan rápida, tan sencilla…
Abrí los párpados nuevamente, con los iris levemente enrojecidos, y sonreí de forma traviesa a mi acompañante, que no parecía muy complacido. Pero aquella noche no iba a desgarrar ninguna garganta, por muy tentador que se me hiciese, mi interés se inclinaba hacia el caballero de aura peculiar que me acompañaba.
Su mente me era una incógnita, pero nada me impedía indagar en sus secretos a través del método mundano, hablando.
Aparté la mirada de Bethlem y me dirigí sin dar previo aviso hacia un par de sillones aterciopelados, que se encontraban relativamente cerca del cuarteto, pero sin llegar a encontrarnos expuestos a las miradas de los demás clientes. Me senté elegantemente sobre uno de ellos, y esperé a que el caballero hiciera lo mismo en el que se encontraba en frente.
Un criado acudió apresuradamente a llenar dos copas de vino blanco y ofrecérnoslas, y yo recogí ambas antes de que Bethlem pudiera objetar nada. Coloqué una de ellas en su mano con una sonrisa en el rostro, y golpeé suavemente ambas copas, provocando un brindis sin dar tiempo a reaccionar a mi acompañante.
Divertida, crucé las piernas y observé al italiano con aire juguetón.
-Domina muy bien el arte de la música… -dije, casi en un susurro, sin apartar la mirada de la suya-. La melodía es encantadora, y podría decir lo mismo de usted, pero me temo que su actitud me confunde.
Esbocé una amplia sonrisa y deposité la copa en la pequeña mesita que nos separaba. Me dediqué a ensortijar un mechón de mi pelo entre los dedos, librándole de mi escrutinio por unos instantes.
-Déjeme adivinar… se dedica a componer y recitar hermosas sinfonías, pero nunca salen de los confines de su hogar…
Solté un suspiro y fijé mi mirada en la ajena.
-¿Venecia le resulta un recuerdo, o tal vez un hogar?
Aparté las pupilas de la fachada y me encontré de nuevo con el intenso azul de los ojos del caballero, tenuemente iluminados por una farola. La música se colaba suavemente entre las rendijas de la puerta y las ventanas, invitándonos a entrar para disfrutar de la sinfonía. Pude advertir cierto anhelo en los iris de Bethlem, que observaban la puerta con la expectativa bailando en el brillo de su mirada.
Alcé una comisura, debía ser todo un entusiasta en cuanto a música.
Su gesto cortés y formal al dejarme pasar primero no hubiera sido nada inusual si no fuera por aquella sonrisa juguetona, que me indicaba que aquella tapadera de rectitud y respeto que había entre nosotros no era más que una forma de decorar el teatro que ambos estábamos representando.
-Las damas primero.
Asentí levemente con la cabeza antes de pasar hacia el interior, donde una atmósfera cargada de olores me recibió. Me detuve a escasos metros de la entrada y cerré los ojos, aspirando profundamente aquella combinación de aromas, algunos exquisitos y otros menos. Podía advertir claramente el dócil latido de todos aquellos humanos que se deleitaban con la velada, y a mí se me hacía la boca agua de sólo imaginar cómo podría acabar con sus vidas de una forma tan rápida, tan sencilla…
Abrí los párpados nuevamente, con los iris levemente enrojecidos, y sonreí de forma traviesa a mi acompañante, que no parecía muy complacido. Pero aquella noche no iba a desgarrar ninguna garganta, por muy tentador que se me hiciese, mi interés se inclinaba hacia el caballero de aura peculiar que me acompañaba.
Su mente me era una incógnita, pero nada me impedía indagar en sus secretos a través del método mundano, hablando.
Aparté la mirada de Bethlem y me dirigí sin dar previo aviso hacia un par de sillones aterciopelados, que se encontraban relativamente cerca del cuarteto, pero sin llegar a encontrarnos expuestos a las miradas de los demás clientes. Me senté elegantemente sobre uno de ellos, y esperé a que el caballero hiciera lo mismo en el que se encontraba en frente.
Un criado acudió apresuradamente a llenar dos copas de vino blanco y ofrecérnoslas, y yo recogí ambas antes de que Bethlem pudiera objetar nada. Coloqué una de ellas en su mano con una sonrisa en el rostro, y golpeé suavemente ambas copas, provocando un brindis sin dar tiempo a reaccionar a mi acompañante.
Divertida, crucé las piernas y observé al italiano con aire juguetón.
-Domina muy bien el arte de la música… -dije, casi en un susurro, sin apartar la mirada de la suya-. La melodía es encantadora, y podría decir lo mismo de usted, pero me temo que su actitud me confunde.
Esbocé una amplia sonrisa y deposité la copa en la pequeña mesita que nos separaba. Me dediqué a ensortijar un mechón de mi pelo entre los dedos, librándole de mi escrutinio por unos instantes.
-Déjeme adivinar… se dedica a componer y recitar hermosas sinfonías, pero nunca salen de los confines de su hogar…
Solté un suspiro y fijé mi mirada en la ajena.
-¿Venecia le resulta un recuerdo, o tal vez un hogar?
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Re: Negocios "familiares".
La joven asintió de manera casi imperceptible antes de cruzar el umbral de la puerta. Apenas a unos pasos más se volvió a detener, por lo que hice lo propio deteniéndome a su lado. En ese instante aproveché para observar detenidamente lo que su cuerpo expresaba. Con aire despreocupado infló sus pulmones, sin duda impregnándose de los “aromas” que desprendían todas y cada una de aquellas personas. Yo también era capaz de percibirlos, pero si ninguna duda no producían en mí el mismo efecto que producían en ella. Instantes después abrió los ojos mirándome con una sonrisa pícara que rozaba en realidad el deseo… El deseo de sangre, o al menos eso era lo que me indicaban aquellos iris enrojecidos.
Sin previo aviso, en un movimiento que definiría de decidido, o quizás impulsivo, la joven fue a sentarse con una admirable elegancia en uno de dos sillones que se encontraban a mi parecer estratégicamente situados. En cierto modo admiraba lo diferente que ella aquella mujer al resto de mujeres que había conocido. Actuaba con convicción, no esperaba que ningún caballero de alto porte le ofreciese asiento. Sin duda estaba al margen de aquellas convenciones sociales.
En un gesto relajado fui a sentarme enfrente de Molly. Apoyé la espalda en el respaldo del sillón y los brazos sobre los reposa-brazos. Mantuve su mirada sin apartar la mía, si esperaba que me sintiese incómodo por su escrutinio estaba equivocada. Todo aquel juego se había convertido en una especie de competición por ver quién se valía mejor de su inteligencia y su ingenio para descubrir información acerca del otro, y los retos eran algo que me llamaba sumamente la atención y al mismo tiempo me divertían. Aunque por el momento, era ella la que llevaba ventaja. Me distraje durante unos instantes tratando de componer mi próximo contraataque. Seguía observándola, pero en realidad no la estaba viendo a ella, estaba tan sumido en mis pensamientos que apenas me daba cuenta de lo que sucedía a mi alrededor.
En unos instantes me vi con la copa en la mano y realizando un brindis. En mi rostro se reflejó cierto reproche. No hacia mi acompañante si no hacia mi mismo, no me podía permitir aquellos despistes, la dama tenía más información de mi que la que tenía yo de ella. Debía darle la vuelta a la tortilla.
Escuché con atención, tratando de reflejar cierta indiferencia en mi rostro, reflejar una calma de la que en realidad no gozaba. Mi actitud le confundía, quizá la cosa no iba tan mal como pensaba. Con gestos medidos bebí un poco de mi copa y la mantuve entre mis manos. Prefería tenerlas ocupadas o en un despiste comenzaría a retorcérmelas con nerviosismo. Aquello me lo había enseñado mi maestro: si temes expresar nerviosismo con las manos ocúpalas, y en realidad aquella era una gran solución.
-He de reconocer que no está del todo equivocada, soy compositor desde luego, pero le aseguro que mis obras empiezan a ser mucho más conocidas de lo que usted pueda pensar.- Dije con cierta satisfacción, lo cierto era que tanto Enzo como yo empezábamos a ser conocidos, y no había nada que pudiese hacerme sentir más afortunado. Con aire misterioso volví a beber de mi copa para ser yo esta vez el que la depositaba con suavidad sobre la mesita colocada en frente de mi. - Sin duda se le dan bien las adivinanzas, estoy seguro de que es capaz de averiguar esa respuesta por si misma.- La miré con una sonrisa traviesa en el rostro, sentía que aquella iba a ser la parte divertida de la noche.
En un intento de ponerme más cómodo me incorporé levemente en el asiento y eché mi torso un poco hacia delante cerrando unos centímetros la distancia que nos separaba, como si así pudiese observar mejor a la dama que se encontraba frente a mi.
-Permítame a mi adivinar ahora señorita Winslet. Usted se deja llevar allá donde la lleve el viento, y no precisa de un hombre que la mantenga económicamente puesto que se vale de su indudable belleza para aprovecharse de las inseguridades y el ego de todos aquellos ricachones que caen en sus redes.- Lo dije con toda seguridad, no como si se tratase de algo malo, si no simplemente reconociendo que aquel era su método de supervivencia. No estaba de acuerdo, pero tampoco tenia nada que decir al respecto, mi opinión poco importaba en aquellos instantes, mis intenciones iban más allá que simplemente conocer a aquella bella mujer.
Sin previo aviso, en un movimiento que definiría de decidido, o quizás impulsivo, la joven fue a sentarse con una admirable elegancia en uno de dos sillones que se encontraban a mi parecer estratégicamente situados. En cierto modo admiraba lo diferente que ella aquella mujer al resto de mujeres que había conocido. Actuaba con convicción, no esperaba que ningún caballero de alto porte le ofreciese asiento. Sin duda estaba al margen de aquellas convenciones sociales.
En un gesto relajado fui a sentarme enfrente de Molly. Apoyé la espalda en el respaldo del sillón y los brazos sobre los reposa-brazos. Mantuve su mirada sin apartar la mía, si esperaba que me sintiese incómodo por su escrutinio estaba equivocada. Todo aquel juego se había convertido en una especie de competición por ver quién se valía mejor de su inteligencia y su ingenio para descubrir información acerca del otro, y los retos eran algo que me llamaba sumamente la atención y al mismo tiempo me divertían. Aunque por el momento, era ella la que llevaba ventaja. Me distraje durante unos instantes tratando de componer mi próximo contraataque. Seguía observándola, pero en realidad no la estaba viendo a ella, estaba tan sumido en mis pensamientos que apenas me daba cuenta de lo que sucedía a mi alrededor.
En unos instantes me vi con la copa en la mano y realizando un brindis. En mi rostro se reflejó cierto reproche. No hacia mi acompañante si no hacia mi mismo, no me podía permitir aquellos despistes, la dama tenía más información de mi que la que tenía yo de ella. Debía darle la vuelta a la tortilla.
Escuché con atención, tratando de reflejar cierta indiferencia en mi rostro, reflejar una calma de la que en realidad no gozaba. Mi actitud le confundía, quizá la cosa no iba tan mal como pensaba. Con gestos medidos bebí un poco de mi copa y la mantuve entre mis manos. Prefería tenerlas ocupadas o en un despiste comenzaría a retorcérmelas con nerviosismo. Aquello me lo había enseñado mi maestro: si temes expresar nerviosismo con las manos ocúpalas, y en realidad aquella era una gran solución.
-He de reconocer que no está del todo equivocada, soy compositor desde luego, pero le aseguro que mis obras empiezan a ser mucho más conocidas de lo que usted pueda pensar.- Dije con cierta satisfacción, lo cierto era que tanto Enzo como yo empezábamos a ser conocidos, y no había nada que pudiese hacerme sentir más afortunado. Con aire misterioso volví a beber de mi copa para ser yo esta vez el que la depositaba con suavidad sobre la mesita colocada en frente de mi. - Sin duda se le dan bien las adivinanzas, estoy seguro de que es capaz de averiguar esa respuesta por si misma.- La miré con una sonrisa traviesa en el rostro, sentía que aquella iba a ser la parte divertida de la noche.
En un intento de ponerme más cómodo me incorporé levemente en el asiento y eché mi torso un poco hacia delante cerrando unos centímetros la distancia que nos separaba, como si así pudiese observar mejor a la dama que se encontraba frente a mi.
-Permítame a mi adivinar ahora señorita Winslet. Usted se deja llevar allá donde la lleve el viento, y no precisa de un hombre que la mantenga económicamente puesto que se vale de su indudable belleza para aprovecharse de las inseguridades y el ego de todos aquellos ricachones que caen en sus redes.- Lo dije con toda seguridad, no como si se tratase de algo malo, si no simplemente reconociendo que aquel era su método de supervivencia. No estaba de acuerdo, pero tampoco tenia nada que decir al respecto, mi opinión poco importaba en aquellos instantes, mis intenciones iban más allá que simplemente conocer a aquella bella mujer.
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