AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mi Reina [Privado]
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Mi Reina [Privado]
Louis no se hallaba en la mansión, ni en las cercanías de esta. Al volver luego de dar cuenta a mi primera víctima de la noche sólo podía oír las pisadas de la servidumbre rondar por las habitaciones minutos antes de marcharse a dormir. Crucé el salón, salude al ama de llaves y le informe que estaría en la biblioteca, esperando por Louis y que mientras tanto no deseaba ser importunado. La mujer asintió con un “Oui, monsieur”, pensando que si decía algo más seguro serían incoherencias.
Me sentí complacido y reconfortado una vez estuve rodeado de aquellas paredes cubiertas de libros hasta el techo, libros de títulos maravillosos; Grandes novelas y obras de teatro. Cuando levante la mirada, en lo alto y en el centro del techo, contemple la araña de seis luces creada de fino cristal y tamaño modesto que arrojaba una cálida luz sobre toda la estancia. Giro hacia el rincón donde se encuentra un escritorio de estilo Luis XV donde los apretados momentos de trabajo son más placenteros. Fui hacia los sillones agrupados en torno a la chimenea decorada con un cortafuego en bronce y coronada con un elegante espejo con marco dorado tallado en madera. Encendí el fuego para calentar el lugar, las noches cada vez son más heladas en París. Fui directo al sillón francés de tres cuerpos, me tumbé en el y apoyé la cabeza en uno de sus mullidos cojines, fijando la mirada en las llamas.
Pensé en Marius. Recordé sus consejos, todos ellos. “Ten siempre presente qué significa percibir el paso del tiempo” – Me dijo. Reí preguntándome donde estaría hoy Marius junto a los que deben ser guardados mientras que en mi cabeza rondaba aquella promesa que me exigió “Jamás le cuentes a nadie las cosas que te he revelado” – Sin embargo, en aquel momento mi mente desbocada imaginaba ya todo tipo de posibilidades prohibidas.
Transcurrió un cuarto de hora durante el cual reflexioné sobre estas cosas. Me perdí en aquellos recuerdos mientras contemplaba el espejo que sólo reflejaba las estanterías y volúmenes de distintos tamaños y grosores.
Me fui adormilando. No lograba sacudirme la languidez que me invadía. No conseguía recuperarme y sólo apenas unas horas me había alimentado. No lo entendía. Cuando cerré los ojos, aún percibía el aroma de los libros, del fuego y la madera quemada. Y, al borde de un sueño, escuché la risa de una mujer. Una risa ligera y sostenida como si la mujer estuviera muy contenta y en mitad de una conversación. La vi echando su cabeza hacía atrás y dejando al descubierto su blanquísima garganta. – Akasha – Dije en voz alta.
Me sentí complacido y reconfortado una vez estuve rodeado de aquellas paredes cubiertas de libros hasta el techo, libros de títulos maravillosos; Grandes novelas y obras de teatro. Cuando levante la mirada, en lo alto y en el centro del techo, contemple la araña de seis luces creada de fino cristal y tamaño modesto que arrojaba una cálida luz sobre toda la estancia. Giro hacia el rincón donde se encuentra un escritorio de estilo Luis XV donde los apretados momentos de trabajo son más placenteros. Fui hacia los sillones agrupados en torno a la chimenea decorada con un cortafuego en bronce y coronada con un elegante espejo con marco dorado tallado en madera. Encendí el fuego para calentar el lugar, las noches cada vez son más heladas en París. Fui directo al sillón francés de tres cuerpos, me tumbé en el y apoyé la cabeza en uno de sus mullidos cojines, fijando la mirada en las llamas.
Pensé en Marius. Recordé sus consejos, todos ellos. “Ten siempre presente qué significa percibir el paso del tiempo” – Me dijo. Reí preguntándome donde estaría hoy Marius junto a los que deben ser guardados mientras que en mi cabeza rondaba aquella promesa que me exigió “Jamás le cuentes a nadie las cosas que te he revelado” – Sin embargo, en aquel momento mi mente desbocada imaginaba ya todo tipo de posibilidades prohibidas.
Transcurrió un cuarto de hora durante el cual reflexioné sobre estas cosas. Me perdí en aquellos recuerdos mientras contemplaba el espejo que sólo reflejaba las estanterías y volúmenes de distintos tamaños y grosores.
Me fui adormilando. No lograba sacudirme la languidez que me invadía. No conseguía recuperarme y sólo apenas unas horas me había alimentado. No lo entendía. Cuando cerré los ojos, aún percibía el aroma de los libros, del fuego y la madera quemada. Y, al borde de un sueño, escuché la risa de una mujer. Una risa ligera y sostenida como si la mujer estuviera muy contenta y en mitad de una conversación. La vi echando su cabeza hacía atrás y dejando al descubierto su blanquísima garganta. – Akasha – Dije en voz alta.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Mi Reina [Privado]
Estaba inquieta aunque su cuerpo estuviera en calma, estaba ausente aunque de figura presente, buscándolo entre las sombras, llamándolo con un grito silencioso aquél que con su dulce melodía había llamado su atención, que con su voz de ultratumba la había despertado; ansiaba el roce de su piel sobre la muñeca expuesta y maldijo a Marius por el encierro. No le fue difícil encontrar aquel pensamiento, abrir aquella mente e invadirla por completo, unirse a él sin ninguna clase de contacto físico él ya era suyo era una cosa tan simple y tan fácil que le provocó risa, tan efímera y suave.
Le escuchó decir su nombre y sonaba tan perfecto en sus labios –Mi príncipe…- giró el rostro hacia él y con lentitud subió su mano para acariciar aquella pálida piel con el dorso –Te he encontrado – lo miró a los ojos y sonrió, dejando que la luz que la fogata emitía centellara en sus colmillos; desvía la mirada hacia el fuego y de una forma pausada se levantó del sofá que compartía con el vampiro caminando por la sala -¿Qué he hecho mal para que decidieras dejarme? – el tono de su voz es suave pero herido, su mano recorre el costado de los libros en los estantes de la pared.
Mira por sobre su hombro clavando la mirada en Lestat -¿Aquí es donde el gran príncipe de las tinieblas se esconde? – no puede evitar el tono de burla entremezclado con la misma suavidad con la que siempre se dirige a él, sigue caminando por la habitación hasta que llega a la chimenea sintiendo el calor rozando la fría piel de mármol -¿Acaso no pretendes regresar a mi? – no iba a permitirle un no por respuesta, no estaba acostumbrada a eso, y no pretendía comenzar ahora mucho menos cuando se trataba de aquel que ahora le parecía, de entre todos, tan imprescindible, inclusive mas que el fiel Marius, incluso mas que Enkil.
Fué entonces cuando giró de nuevo para encontrarlo de pie pero inmóvil sonriendo ante la imagen de perfección que su príncipe dibujaba; extendió su mano hacia él ofreciéndosela, el lazo estaba hecho y ella solo pretendía reforzarlo.
Le escuchó decir su nombre y sonaba tan perfecto en sus labios –Mi príncipe…- giró el rostro hacia él y con lentitud subió su mano para acariciar aquella pálida piel con el dorso –Te he encontrado – lo miró a los ojos y sonrió, dejando que la luz que la fogata emitía centellara en sus colmillos; desvía la mirada hacia el fuego y de una forma pausada se levantó del sofá que compartía con el vampiro caminando por la sala -¿Qué he hecho mal para que decidieras dejarme? – el tono de su voz es suave pero herido, su mano recorre el costado de los libros en los estantes de la pared.
Mira por sobre su hombro clavando la mirada en Lestat -¿Aquí es donde el gran príncipe de las tinieblas se esconde? – no puede evitar el tono de burla entremezclado con la misma suavidad con la que siempre se dirige a él, sigue caminando por la habitación hasta que llega a la chimenea sintiendo el calor rozando la fría piel de mármol -¿Acaso no pretendes regresar a mi? – no iba a permitirle un no por respuesta, no estaba acostumbrada a eso, y no pretendía comenzar ahora mucho menos cuando se trataba de aquel que ahora le parecía, de entre todos, tan imprescindible, inclusive mas que el fiel Marius, incluso mas que Enkil.
Fué entonces cuando giró de nuevo para encontrarlo de pie pero inmóvil sonriendo ante la imagen de perfección que su príncipe dibujaba; extendió su mano hacia él ofreciéndosela, el lazo estaba hecho y ella solo pretendía reforzarlo.
Akasha**- Vampiro Clase Alta
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Re: Mi Reina [Privado]
Podía percibir el delicioso aroma de las azucenas blancas y rosas de todos los tonos que decoraban aquella cámara que volvía a ver en mi memoria. La presencia de Akasha surgió junto al perfume de mil ramos de flores ¿Qué estaba sucediendo? Me pregunté. Casi no respiraba cuando su mano recorrió mi piel mientras permanecía con los ojos aún cerrados. Los abrí lentamente y su rostro fino, delicadamente esculpido, destelló ante mi reminiscencia. En silencio contemplé, en sus brazos desnudos, las pulseras y brazaletes como serpientes que llevaba, y varios anillos en los dedos. Akasha, su nombre sonó en mi cabeza cuando se levantó. Aprecié su hermosa figura y me percato que lleva la misma ropa que yo recordaba; Un vestido largo, ajustado y bellamente plisado, confeccionado de lino blanco.
Le miré con una expresión inescrutable, de tristeza tal vez al oír su pregunta. No pude decir nada. Me sentí confuso a medida que con vacilación alzaba mi cuerpo del sillón. A continuación, clavé la mirada en sus ojos. Y en los ojos de Akasha había algo... Algo que... Me entró tal temblor que la sangre había afluido a mi rostro. Nuevamente quise responder a sus preguntas, pero no pude. Le vi volverse lentamente; se acercó a mí y me extendió la mano derecha. Sus ojos oscuros reflejaban de pleno el movimiento espectral de las llamas de la chimenea.
Desde el momento que vi su rostro la amé. No le temía, ni codiciaba poseerla. Simplemente desee estar a su lado, comprenderla. Noté que la tensión abandonaba mi rostro. La noté abandonando mi cuerpo. Yo era todo luz, y el aroma que de pronto surgía a incienso y las flores envolvían mi espíritu mientras miraba las negras pupilas de sus ojos castaños tan profundos. Me acerqué más a ella, no por propia voluntad, y tomé la mano que me ofrecía. – Tuve que marcharme, así lo decidió Marius. Por mi bien… y el vuestro – Dije refiriéndome a ella, Enkil y Marius. Por fin, alcé los dedos hasta sus mejillas. Y con gesto titubeante, dejé que las yemas rozaran la blanca piel. – Jamás supe dónde encontrarte. – Confesé. Ella, la diosa silenciosa que permanecía en su trono junto a su consorte me había estado esperando ¿Era lo que realmente quería decirme?
Le miré con una expresión inescrutable, de tristeza tal vez al oír su pregunta. No pude decir nada. Me sentí confuso a medida que con vacilación alzaba mi cuerpo del sillón. A continuación, clavé la mirada en sus ojos. Y en los ojos de Akasha había algo... Algo que... Me entró tal temblor que la sangre había afluido a mi rostro. Nuevamente quise responder a sus preguntas, pero no pude. Le vi volverse lentamente; se acercó a mí y me extendió la mano derecha. Sus ojos oscuros reflejaban de pleno el movimiento espectral de las llamas de la chimenea.
Desde el momento que vi su rostro la amé. No le temía, ni codiciaba poseerla. Simplemente desee estar a su lado, comprenderla. Noté que la tensión abandonaba mi rostro. La noté abandonando mi cuerpo. Yo era todo luz, y el aroma que de pronto surgía a incienso y las flores envolvían mi espíritu mientras miraba las negras pupilas de sus ojos castaños tan profundos. Me acerqué más a ella, no por propia voluntad, y tomé la mano que me ofrecía. – Tuve que marcharme, así lo decidió Marius. Por mi bien… y el vuestro – Dije refiriéndome a ella, Enkil y Marius. Por fin, alcé los dedos hasta sus mejillas. Y con gesto titubeante, dejé que las yemas rozaran la blanca piel. – Jamás supe dónde encontrarte. – Confesé. Ella, la diosa silenciosa que permanecía en su trono junto a su consorte me había estado esperando ¿Era lo que realmente quería decirme?
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Mi Reina [Privado]
Lestat, el príncipe de las tinieblas, su príncipe, de ella y de nadie más desde el momento mismo en que la encontró para fijar el destino de la eternidad a su lado; un ser maravillosamente enigmático diferente a la infinidad que ella había conocido, único e irrepetible; ¿qué era lo que lo hacía tan especial? ¿aquella mirada fría que podría parecer vacía, pero que sin duda encerraba la respuesta incluso a los mayores enigmas del universo? ¿aquel rostro eternamente joven con rasgos únicos? ¿aquel aroma tan embriagante?, quizás era el hecho que la respuesta a todas esas preguntas resultaba ser SI y que él lo ignoraba, no por soberbia sino porque realmente ignoraba que poseía tal poder.
Los ojos de la vampiresa recorrieron una vez más aquel pálido y perfecto rostro, sonriendo levemente al encontrarse con algo que parecía ser rubor en las mejillas del vampiro; el silencio entre ambos le daba demasiadas respuestas a la Reina, tantas y tales que de haber sido cualquier otro frente a ella, hubiera terminado con aquel sueño de forma que no volviera a despertar, sin embargo, esperó con tal paciencia y dulzura que en vez de una Reina ante su fiel súbdito, parecía una amorosa madre ante el más amado de sus hijos.
La ternura en su mirada se entremezclo con su fiereza natural al escuchar la respuesta -Marius - el nombre replicó en su cabeza, pensamiento que se guardó para ella sin compartirlo con su amado Príncipe, no podía culpar a Marius, no podía enojarse con el viejo vampiro... si podía, pero realmente no quería.
Cerró los ojos al sentir las tersas yemas rozar su mejilla -¿De verdad no sabías donde encontrarme? - su rostro giró hasta que sus labios se toparon con aquellos finos dedos -¿Acaso no puedes seguir mi voz, mi aroma, mi mente? - depositó un beso en la palma de la mano del vampiro y llevó la suya hasta su rostro -Tú puedes hacer cualquier cosa, solo debes dejar de temer a aquello que conoces - se refería a su maestro, no pretendía ponerlo en su contra pero si liberarlo un poco, deseaba que fuera hasta ella y no partiera nunca más.
Los ojos de la vampiresa recorrieron una vez más aquel pálido y perfecto rostro, sonriendo levemente al encontrarse con algo que parecía ser rubor en las mejillas del vampiro; el silencio entre ambos le daba demasiadas respuestas a la Reina, tantas y tales que de haber sido cualquier otro frente a ella, hubiera terminado con aquel sueño de forma que no volviera a despertar, sin embargo, esperó con tal paciencia y dulzura que en vez de una Reina ante su fiel súbdito, parecía una amorosa madre ante el más amado de sus hijos.
La ternura en su mirada se entremezclo con su fiereza natural al escuchar la respuesta -Marius - el nombre replicó en su cabeza, pensamiento que se guardó para ella sin compartirlo con su amado Príncipe, no podía culpar a Marius, no podía enojarse con el viejo vampiro... si podía, pero realmente no quería.
Cerró los ojos al sentir las tersas yemas rozar su mejilla -¿De verdad no sabías donde encontrarme? - su rostro giró hasta que sus labios se toparon con aquellos finos dedos -¿Acaso no puedes seguir mi voz, mi aroma, mi mente? - depositó un beso en la palma de la mano del vampiro y llevó la suya hasta su rostro -Tú puedes hacer cualquier cosa, solo debes dejar de temer a aquello que conoces - se refería a su maestro, no pretendía ponerlo en su contra pero si liberarlo un poco, deseaba que fuera hasta ella y no partiera nunca más.
Akasha**- Vampiro Clase Alta
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Re: Mi Reina [Privado]
Me veía limitado por mi juventud, atrapado en un sueño difícil de creer que lo fuera. Sus labios rozaron mis dedos y luego fueron presionados contra la palma de mi mano. Y pese a los kilómetros y kilómetros que nos separaban, a las tierras y océanos, desde la cámara, Akasha – Reina vampira de los condenados- me había encontrado. ¿Qué logró atravesar el sopor en el que se encontraba sumergida? La contemple con los ojos entornados, sus mejillas brillaban como perlas cuando esbozaba una sonrisa – Marius te ha servido por años. Jamás permitiría un descuido semejante – Comenté, sintiéndome inquieto. Este sueño parecía imposible, un ultraje a la razón.
Su boca aún permanecía contra mi mano. Luego ella se volvió; Los ojos negros de Akasha me miraban fijamente. Sonrió. La luz del fuego hace resplandecer su rostro. Acaricie sus altos pómulos, la suave curva de su mentón. Aparentaba estar viva, realmente viva. – No es temor lo que siento hacía él – Refuté con orgullo. Y en aquel momento, como si algo jalará de mí, veo la biblioteca desaparecer y veo mi cuerpo tumbado sobre el sillón de tres cuerpos. Verme a mí mismo fue perturbador. Sonó un golpe en la puerta que me distrajo un segundo. Lo ignoré. El sonido se desvaneció y ella también. Ahora todo era oscuridad ¿Dónde estaba? Entonces la vi, lejos, muy lejos de mí, en el otro extremo de la estancia. Una diminuta figura en la entrada. Ahora apenas podía distinguir sus rasgos faciales. ¿Por qué motivo habían venido ahora, justamente ahora?
Nuevamente el silencio. Y nuevamente pronuncio su nombre– Akasha ¿Qué has hecho? – Tomé la decisión de estar a su lado, así que eché a andar hacia ella. Miré en sus ojos y sonreí. Era hermosa, tan hermosa. La diosa de largo cabello negro. Impetuosamente la tomé en mis brazos y la besé, besé sus fríos labios y sentí que cedían ante mí solo un poco. Entonces, la blasfemia de aquel acto me estremeció. Era como cuando la había besado en la cripta. Quise decir algo como disculpa, pero de nuevo estaba contemplando sus ojos.
Su boca aún permanecía contra mi mano. Luego ella se volvió; Los ojos negros de Akasha me miraban fijamente. Sonrió. La luz del fuego hace resplandecer su rostro. Acaricie sus altos pómulos, la suave curva de su mentón. Aparentaba estar viva, realmente viva. – No es temor lo que siento hacía él – Refuté con orgullo. Y en aquel momento, como si algo jalará de mí, veo la biblioteca desaparecer y veo mi cuerpo tumbado sobre el sillón de tres cuerpos. Verme a mí mismo fue perturbador. Sonó un golpe en la puerta que me distrajo un segundo. Lo ignoré. El sonido se desvaneció y ella también. Ahora todo era oscuridad ¿Dónde estaba? Entonces la vi, lejos, muy lejos de mí, en el otro extremo de la estancia. Una diminuta figura en la entrada. Ahora apenas podía distinguir sus rasgos faciales. ¿Por qué motivo habían venido ahora, justamente ahora?
Nuevamente el silencio. Y nuevamente pronuncio su nombre– Akasha ¿Qué has hecho? – Tomé la decisión de estar a su lado, así que eché a andar hacia ella. Miré en sus ojos y sonreí. Era hermosa, tan hermosa. La diosa de largo cabello negro. Impetuosamente la tomé en mis brazos y la besé, besé sus fríos labios y sentí que cedían ante mí solo un poco. Entonces, la blasfemia de aquel acto me estremeció. Era como cuando la había besado en la cripta. Quise decir algo como disculpa, pero de nuevo estaba contemplando sus ojos.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Mi Reina [Privado]
La mirada de la vampiresa no se alejaba de aquellas orbes azules que aún la miraban llenos de asombro e incredulidad, lo notaba en la forma en que aquella frente tan perfecta se arrugaba un poco cuestionando si esto era un sueño o si era real, lo notaba por la forma en como sus trémulas manos no se apartaban de ella como si temiese que de un momento a otro desaparecería, sin embargo, pese al temor enmascarado que aquel joven vampiro tenía, su voz se escuchó mas fuerte y segura que las campanadas de la Catedral de París; entonces decidió desequilibrarlo, por que en ese momento ella era tan real como la misma eternidad que el Principe malcriado vivía, y tan ficticia como los rayos de sol que jamás vería, lo llevó a la estancia de aquella enorme mansión en lo que solo fué un abrir y cerrar de ojos, se alejó abruptamente de él dejándolo desamparado en aquel sillón con una imagen completamente diferente ante sus incrédulos ojos ¿es que aún no conocía el poder de la reina, de SU reina?. Lo esperó de espaldas al otro lado, girando levemente la cabeza para mirarlo por sobre su hombro sonriendo suavemente al escucharlo decir su nombre, un nombre que solo pronunciado en sus labios significaba amor en vez de temor.
-¿Por que lo preguntas? - preguntó al vampiro rubio una vez que este despertó de su asombro y llegó a su lado, lo miró nuevamente con aquella fiereza característica en ella pero que tomaba un nuevo rumbo tratándose de él; a penas levantó la mano con delicadeza para acariciar su mejilla cuando el príncipe de la noche demostró su osadía rodeándola con sus brazos y uniendo sus labios a los ajenos en un beso; furia y muerte sería lo esperado, dolor y desesperación por haberla tocado, en cambio, los fríos labios de aquella diosa cedieron ante la suave presión ejercida y respondieron aquel beso sin dejarle saber que en el fondo, era algo que deseaba.
-¿Cuanto tiempo llevabas deseando volver a hacerlo? - terminó de posar su mano sobre la blanca mejilla llevándola hasta la nuca del vampiro para dejar que sus finos dedos se enredaran en la cabellera -Oh mi dulce príncipe, no dejes que las interrogantes abrumen tus pensamientos, que he de contestar todas y cada una de ellas - le dedicó nuevamente una sonrisa, y aquella mano que descansaba en la nuca del vampiro lo atrajo hacia ella solo para dejar su rostro a centímetros del suyo -Y la primera de todas es ¿Donde estas? movió su cabeza para provocar el roce de su nariz contra la piel fría del rostro de Lestat -Estoy con Marius ¿donde más?... - abrió los ojos y ese iris negro se fijó en el -Oh pero ¿es que no sabías que Marius se dirige hacia acá?, no, no lo sabías y eso te llena de ¿alegría? - intentó leer lo que la mente del vampiro encerraba sin poner mucho empeño en ello, con él sabía que solo bastaba hablar para obtener lo que deseaba -¿Y acaso Enkil esta conmigo? no podía permitir que repitiera el incidente de la última vez - le daba a entender solo una cosa al vampiro, ella eliminaría a quien se interpusiera entre ambos o quisiera dañarlo a él; se separó lentamente de él y volvió a girar para caminar por el pasillo al final de la estancia.
-¿Por que lo preguntas? - preguntó al vampiro rubio una vez que este despertó de su asombro y llegó a su lado, lo miró nuevamente con aquella fiereza característica en ella pero que tomaba un nuevo rumbo tratándose de él; a penas levantó la mano con delicadeza para acariciar su mejilla cuando el príncipe de la noche demostró su osadía rodeándola con sus brazos y uniendo sus labios a los ajenos en un beso; furia y muerte sería lo esperado, dolor y desesperación por haberla tocado, en cambio, los fríos labios de aquella diosa cedieron ante la suave presión ejercida y respondieron aquel beso sin dejarle saber que en el fondo, era algo que deseaba.
-¿Cuanto tiempo llevabas deseando volver a hacerlo? - terminó de posar su mano sobre la blanca mejilla llevándola hasta la nuca del vampiro para dejar que sus finos dedos se enredaran en la cabellera -Oh mi dulce príncipe, no dejes que las interrogantes abrumen tus pensamientos, que he de contestar todas y cada una de ellas - le dedicó nuevamente una sonrisa, y aquella mano que descansaba en la nuca del vampiro lo atrajo hacia ella solo para dejar su rostro a centímetros del suyo -Y la primera de todas es ¿Donde estas? movió su cabeza para provocar el roce de su nariz contra la piel fría del rostro de Lestat -Estoy con Marius ¿donde más?... - abrió los ojos y ese iris negro se fijó en el -Oh pero ¿es que no sabías que Marius se dirige hacia acá?, no, no lo sabías y eso te llena de ¿alegría? - intentó leer lo que la mente del vampiro encerraba sin poner mucho empeño en ello, con él sabía que solo bastaba hablar para obtener lo que deseaba -¿Y acaso Enkil esta conmigo? no podía permitir que repitiera el incidente de la última vez - le daba a entender solo una cosa al vampiro, ella eliminaría a quien se interpusiera entre ambos o quisiera dañarlo a él; se separó lentamente de él y volvió a girar para caminar por el pasillo al final de la estancia.
Akasha**- Vampiro Clase Alta
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Re: Mi Reina [Privado]
Ella sabe la razón de mi pregunta, no fue necesario responder a eso. Por un momento creí que alguien tocó a la puerta y que poco a poco el sueño se disipaba. No fue así. Tal vez si, lo cierto era que Akasha estaba jugando con mi mente. Y ahora que cerraba los ojos y me sumergía en sus caricias, su voz vuelve a hacer una pregunta que en esta oportunidad me lleva a esbozar una gran y maliciosa sonrisa. Mis manos permanecían fijamente en su cintura mientras las suyas acariciaban mi pálido rostro. Al abrir los ojos, su aliento frió rozaba mis labios y sus pupilas eran reflejo de las mías.
Ciertamente, yo no sabía que Marius planeaba regresar a París. Akasha tenía razón. Me pregunté cuál era el motivo de aquel viaje y si Marius conocía el peligro que actualmente abunda en París. En este lugar, pareciera que no tenemos derecho a existir como especie. Sentí el roce de su mente queriendo indagar sin mucho esfuerzo en la mía y rápidamente mantuve ese pensamiento aislado.
En determinados momentos la imagine, así tal cual, teniendo la certeza de que la madre y el padre debían estar despertando. En algún lugar, muy lejos, en una cripta donde nuestro querido Marius los había colocado. Pero esto era pura fantasía ¿No? Un sueño similar se me presento tres veces antes hace algunas semanas atrás, sin embargo, sólo era obscuridad y una voz, su voz llamándome. ¿Qué está ocurriendo ahora?
En fin, decidí no pensar más. Si era cierto que Marius pronto llegaría a París tarde o temprano volveríamos a vernos. A menos que él no quiera ser encontrado.
Ella comenzó a alejarse y mientras retiraba su mano de mi rostro y cabello, vi sus dedos llenos de joyas. Caminó por el largo pasillo de la biblioteca y desconozco lo que hacía. Era como si contemplará detalladamente cada rincón, cada libro y cada vela encendida. Cuando ella no giró a verme y continuó hacia adelante, me sentí en una agonía. Avancé nuevamente hacia el sofá de tres cuerpos junto a la chimenea, escuchando sus pasos por la estancia. Sentado ahí mi cuerpo comenzó a relajarse. Tenía que aclarar mis pensamientos, tenía que encontrarme a mí mismo. – Todas las respuestas me llevaran a una sola conclusión. – Dije en voz alta y ya no podía frenar mis palabras – Tu cuerpo aún permanece en quietud en aquel trono estéril. – Levanté la vista hacia el techo, ya sabía lo que estaba sucediendo. Su espíritu podía viajar fuera de su cuerpo. Los mortales siempre lo han hecho, o así lo afirman. Los mortales han escrito sobre este viaje invisible desde tiempos antiquísimos.
Ciertamente, yo no sabía que Marius planeaba regresar a París. Akasha tenía razón. Me pregunté cuál era el motivo de aquel viaje y si Marius conocía el peligro que actualmente abunda en París. En este lugar, pareciera que no tenemos derecho a existir como especie. Sentí el roce de su mente queriendo indagar sin mucho esfuerzo en la mía y rápidamente mantuve ese pensamiento aislado.
En determinados momentos la imagine, así tal cual, teniendo la certeza de que la madre y el padre debían estar despertando. En algún lugar, muy lejos, en una cripta donde nuestro querido Marius los había colocado. Pero esto era pura fantasía ¿No? Un sueño similar se me presento tres veces antes hace algunas semanas atrás, sin embargo, sólo era obscuridad y una voz, su voz llamándome. ¿Qué está ocurriendo ahora?
En fin, decidí no pensar más. Si era cierto que Marius pronto llegaría a París tarde o temprano volveríamos a vernos. A menos que él no quiera ser encontrado.
Ella comenzó a alejarse y mientras retiraba su mano de mi rostro y cabello, vi sus dedos llenos de joyas. Caminó por el largo pasillo de la biblioteca y desconozco lo que hacía. Era como si contemplará detalladamente cada rincón, cada libro y cada vela encendida. Cuando ella no giró a verme y continuó hacia adelante, me sentí en una agonía. Avancé nuevamente hacia el sofá de tres cuerpos junto a la chimenea, escuchando sus pasos por la estancia. Sentado ahí mi cuerpo comenzó a relajarse. Tenía que aclarar mis pensamientos, tenía que encontrarme a mí mismo. – Todas las respuestas me llevaran a una sola conclusión. – Dije en voz alta y ya no podía frenar mis palabras – Tu cuerpo aún permanece en quietud en aquel trono estéril. – Levanté la vista hacia el techo, ya sabía lo que estaba sucediendo. Su espíritu podía viajar fuera de su cuerpo. Los mortales siempre lo han hecho, o así lo afirman. Los mortales han escrito sobre este viaje invisible desde tiempos antiquísimos.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Mi Reina [Privado]
Lo miró de reojo, por sobre su hombro al alejarse de él, sintió su confusión y su necesidad de esclarecer todo, ella era la respuesta, el único motivo y solución, pero no hizo nada, solo continuó caminando, admirando la simple belleza de la habitación, de la soledad y el silencio.
La suave risa de la eterna resonó casi como un eco al escuchar las palabras de su príncipe maldito, ahora estaba detrás del respaldo del sillón, se inclinó un poco hacia él, la pálida y fría mano acarició una vez mas el rostro confundido del vampiro, aquella respuesta pareció llevarlo al mas lejano de los trances -Entonces ¿esto no es real? - la caricia estaba dada casi con ternura maternal, ella podía jugar con la mente de cualquiera, podía provocar que dudaran hasta de su propia realidad pero ¿lo haría en aquel que era su favorito?.
Se agachó lo suficiente como para que su cabeza quedara a la altura de la de Lestat, junto su sien con la ajena y cerró los ojos, la diestra acarició el lado libre del rostro del vampiro -Tú mente esta cansada, confundida ¿tanto tiempo ha pasado? - rozó la mejilla ajena con la propia y movió el rostro buscando los labios para juntarlos en un beso frío y casi sin vida -Dudas demasiado, de tu maestro, de tu reina... de ti mismo - a pesar de la barrera que el vampiro colocaba sobre su mente, ella lograba descifrarla, porque sabía que su sola presencia lo dejaba expuesto.
Se enderezó lentamente pasando sus finos dedos por sobre el rostro del vampiro, obligándolo a cerrar los ojos -Dime, justo ahora ¿quien esta contigo? - se alejó de él, el sonido en la habitación regresó, la madera chasqueando por las llamas, los pasos lejanos, el sonido propio de la noche invadió nuevamente el recinto.
La suave risa de la eterna resonó casi como un eco al escuchar las palabras de su príncipe maldito, ahora estaba detrás del respaldo del sillón, se inclinó un poco hacia él, la pálida y fría mano acarició una vez mas el rostro confundido del vampiro, aquella respuesta pareció llevarlo al mas lejano de los trances -Entonces ¿esto no es real? - la caricia estaba dada casi con ternura maternal, ella podía jugar con la mente de cualquiera, podía provocar que dudaran hasta de su propia realidad pero ¿lo haría en aquel que era su favorito?.
Se agachó lo suficiente como para que su cabeza quedara a la altura de la de Lestat, junto su sien con la ajena y cerró los ojos, la diestra acarició el lado libre del rostro del vampiro -Tú mente esta cansada, confundida ¿tanto tiempo ha pasado? - rozó la mejilla ajena con la propia y movió el rostro buscando los labios para juntarlos en un beso frío y casi sin vida -Dudas demasiado, de tu maestro, de tu reina... de ti mismo - a pesar de la barrera que el vampiro colocaba sobre su mente, ella lograba descifrarla, porque sabía que su sola presencia lo dejaba expuesto.
Se enderezó lentamente pasando sus finos dedos por sobre el rostro del vampiro, obligándolo a cerrar los ojos -Dime, justo ahora ¿quien esta contigo? - se alejó de él, el sonido en la habitación regresó, la madera chasqueando por las llamas, los pasos lejanos, el sonido propio de la noche invadió nuevamente el recinto.
Akasha**- Vampiro Clase Alta
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Re: Mi Reina [Privado]
Me marché temprano esa noche, dentro de lo que los constantes pensamientos que había venido teniendo desde que volviera a compartir techo con Lestat ocurrían. Me anticipaba a las vicisitudes, a las conversaciones y me acosaba la nostalgia, envolviéndome con un manto que se diluía en torno al fuego de la chimenea, como en las noches que, sentados cada cual en un diván o en un sofá, de esa forma en la que los vampiros se hacen compañía, charlábamos de cualquier tema o lo escuchaba tocar como antaño.
Esa noche Lestat no estaba cuando me marché; ya había salido, y así, me fui también. Caminé, esperando por que la sed tomara ese punto sin retorno, recorrí las calles que me gustaban, deambule entre las personas durante un largo rato y entonces, de entre todos, encontré a mi víctima y la seguí hasta que el momento propicio para actuar, ocurrió.
Pero mi mente no estaba centrada está noche, pensaba en demasiadas cosas, en mi necesidad de respuestas que ahora había desaparecido después de mi encuentro con Armand, y de la visita que, sin saberlo, hice al hogar de una criatura que puso en tela de juicio mi cordura. A veces me preguntaba del motivo por el cual yo no había tirado las prendas manchadas que ella hecho a perder. Pero sabía que eran mi recordatorio; me recordaba el pago que tuve que dar conocerla.
Cuando regresé a la mansión y apenas entrando,la ama de llaves vino hasta mí, era una joven dama con todos los recursos para trabajar bajo este techo. Discreta y sin gusto por la curiosidad. Me dio el mensaje que Lestat había dejado para mí y entre a la biblioteca, quitándome el sobretodo ante la calidez de la habitación. El fuego estaba encendido y en un amplio sofá, vi a Lestat durmiendo. Cerré detrás mío y avance hasta él, dejando mi abrigo en el respaldo del mismo sillón. Por un momento, sólo lo observé, entonces me aparté y miré a mí alrededor, rodeando el sofá hasta encararlo.
—Lestat… —lo llamé en voz baja, pero aplicando ese gesto curioso de aportar la mano en el hombro del dormido para moverlo un poco. Lo hice una segunda vez, aplicando algo más de fuerza. Se encontraba cálido y su rostro estaba casi sonrosado por la sangre. —Lestat... —insistí, pero no alcé la voz.
Esa noche Lestat no estaba cuando me marché; ya había salido, y así, me fui también. Caminé, esperando por que la sed tomara ese punto sin retorno, recorrí las calles que me gustaban, deambule entre las personas durante un largo rato y entonces, de entre todos, encontré a mi víctima y la seguí hasta que el momento propicio para actuar, ocurrió.
Pero mi mente no estaba centrada está noche, pensaba en demasiadas cosas, en mi necesidad de respuestas que ahora había desaparecido después de mi encuentro con Armand, y de la visita que, sin saberlo, hice al hogar de una criatura que puso en tela de juicio mi cordura. A veces me preguntaba del motivo por el cual yo no había tirado las prendas manchadas que ella hecho a perder. Pero sabía que eran mi recordatorio; me recordaba el pago que tuve que dar conocerla.
Cuando regresé a la mansión y apenas entrando,la ama de llaves vino hasta mí, era una joven dama con todos los recursos para trabajar bajo este techo. Discreta y sin gusto por la curiosidad. Me dio el mensaje que Lestat había dejado para mí y entre a la biblioteca, quitándome el sobretodo ante la calidez de la habitación. El fuego estaba encendido y en un amplio sofá, vi a Lestat durmiendo. Cerré detrás mío y avance hasta él, dejando mi abrigo en el respaldo del mismo sillón. Por un momento, sólo lo observé, entonces me aparté y miré a mí alrededor, rodeando el sofá hasta encararlo.
—Lestat… —lo llamé en voz baja, pero aplicando ese gesto curioso de aportar la mano en el hombro del dormido para moverlo un poco. Lo hice una segunda vez, aplicando algo más de fuerza. Se encontraba cálido y su rostro estaba casi sonrosado por la sangre. —Lestat... —insistí, pero no alcé la voz.
Louis De Pointe Du Lac- Vampiro Clase Alta
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Re: Mi Reina [Privado]
Guarde silencio esperando recuperarme del impacto de sus palabras. Me cerró los ojos pero los volví a abrir. Unos dedos invisibles apretaron mi hombro, pero ella ya estaba lejos. No respondí a sus preguntas, ni comentarios, pero me negaba a aceptar lo que decía. Ella lo sabía. Por supuesto. Siempre lo había sabido todo, ¡Cada pensamiento, palabra y obra que había querido saber! – ¡Akasha! – Grite su nombre, la presión en mi hombro desapareció – Vuelve – Dije al ponerme de pie y caminar detrás del sofá – Han pasado muchos años desde la última vez que nos miramos directamente a los ojos – Bajo la luz de las velas aún podía contemplar su borrosa silueta, pero una voz varonil y conocida me estaba llamando. La presión en mi hombro ahora era sólo una sutil caricia contra mi pecho y frente a mi apareció otra silueta ¿Pelo oscuro y ojos verdes? «Oh no Louis, sólo un poco más» Moví el brazo y atravesé aquella figura ante mi que se desvaneció lentamente como si fuera una nube de humo.
Mirarla me cortaba la respiración. Lejos, apartada de mi y casi invisible. No sé que esta sucediendo y tampoco me importa. Sólo quería abrazarla de nuevo, pero me lo prohibió ¿Qué había dicho? Tal vez ella ya no podía mantenerme aquí. – ¿No vas a decirme nada? – Pregunté dejando caer mi pesado cuerpo nuevamente sobre el sofá. Cerré los ojos. No podía mantenerlos abiertos por más tiempo. De nuevo todo daba vueltas. La veía, pero era un ensoñación y las voces empezaban a hacer acto de presencia. No quería perder aquel momento. Quería permanecer conectado a ella.
Mirarla me cortaba la respiración. Lejos, apartada de mi y casi invisible. No sé que esta sucediendo y tampoco me importa. Sólo quería abrazarla de nuevo, pero me lo prohibió ¿Qué había dicho? Tal vez ella ya no podía mantenerme aquí. – ¿No vas a decirme nada? – Pregunté dejando caer mi pesado cuerpo nuevamente sobre el sofá. Cerré los ojos. No podía mantenerlos abiertos por más tiempo. De nuevo todo daba vueltas. La veía, pero era un ensoñación y las voces empezaban a hacer acto de presencia. No quería perder aquel momento. Quería permanecer conectado a ella.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Mi Reina [Privado]
La imagen ahora era borrosa, incierta, solo quedaba el roce sobre la fría piel del vampiro, de su príncipe. Sin importar la distancia o el encierro, Akasha era capaz de conectarse con aquellos que bebían directamente de ella, Lestat en particular, tenía un lazo muchísimo mas fuerte, por eso ella podía manifestarse de una manera tan real y fuerte; y por ese mismo motivo, sentía la segunda presencia.
Gruño por lo bajo, inmóvil sobre el trono de mármol pegado a su cuerpo, los ojos cerrados con un ceño fruncido ¿quien era aquel que tenía un aroma tan similar a su príncipe? -Lestat - susurró nuevamente y el eco formado en aquella bodega que la contenía viajó nuevamente hasta donde él se encontraba.
El roce de sus finos dedos alcanzó la mejilla de Lestat -Despierta, ya habrá tiempo para que estemos solos y responda a tus preguntas - la sensación de los labios sobre la oreja ajena con el aliento acariciando su piel, y lo último que dejó fue un ligero beso sobre los labios que rezaban por su regreso. Siseo antes de acabar con visita, amedrentando al segundo vampiro de ojos verdes, una simple sensación de miedo que de a poco se apoderaba del cuerpo ajeno.
Gruño por lo bajo, inmóvil sobre el trono de mármol pegado a su cuerpo, los ojos cerrados con un ceño fruncido ¿quien era aquel que tenía un aroma tan similar a su príncipe? -Lestat - susurró nuevamente y el eco formado en aquella bodega que la contenía viajó nuevamente hasta donde él se encontraba.
El roce de sus finos dedos alcanzó la mejilla de Lestat -Despierta, ya habrá tiempo para que estemos solos y responda a tus preguntas - la sensación de los labios sobre la oreja ajena con el aliento acariciando su piel, y lo último que dejó fue un ligero beso sobre los labios que rezaban por su regreso. Siseo antes de acabar con visita, amedrentando al segundo vampiro de ojos verdes, una simple sensación de miedo que de a poco se apoderaba del cuerpo ajeno.
Akasha**- Vampiro Clase Alta
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Re: Mi Reina [Privado]
Por un momento sentí algo y una terrible ola de pánico me invadió. Aparté la mano como si una ola de fuego me quemará, pero no la piel, sino directamente las venas debajo, escalando hasta estrellarse contra el ventrículo derecho de mi corazón. Retrocedí y acabé por golpearme en la pantorrilla con la bonita y, ocupada con cristalería, mesa de centro de la sala. El tintineo del vidrio se escuchó en mis oídos como el fragor de mil campanas anunciando una noticia importante pero que carecía de mi interés, por qué, aquello que yo podía sentir, o más bien, que no podía sentir, ocupaba toda mi maldita atención.
Y es que de pronto me pareció que Lestat no era nada más que un caparazón vacío, una cascara. Lo que toqué no tenía la esencia de un ser vivo. Estaba muerto, como humano y como vampiro también. Fue repulsivo. Miré mis manos y estás hormiguearon, apretadas en puños como las tenía. Esperando recuperar la sensibilidad; que aquel pánico me dejara en paz por un rato, observe la habitación que poco a poco tomó presencia. El crepitar del fuego, el continúo repicar del reloj apostado en alguna parte de la habitación y el intenso olor a papel viejo de los libros que inundaba toda la habitación si uno le ponía atención.
Me acerqué de nuevo a Lestat y me incliné hasta apoyar una rodilla en el filo el sofá, cerca de su cadera. No lo toqué de inmediato, no quise hacerlo, temeroso de que la sensación volviera a escalar por mi mano, pero tras un momento me armé de valor y nuevamente, pero ahora con mayor fuerza, imprimí mi mano contra su hombro y lo moví, agitándolo brevemente. Más mi voz yacía muerta en el fondo de mi garganta y con esta, su nombre sepultado también. Jalé aire, casi con esfuerzo, e insistí.
—Lestat… —estaba vivo de nuevo. No estaba seguro de lo que había sentido antes pero aquella sensación casi nauseabunda había desaparecido. Mi mano se movió por su hombro hasta su rostro y aparté ese mechón que insistía en cubrir su mejilla. Entonces lo solté y me aparté, rodeando la mesa hasta sentarme en el sofá de una sola plaza que estaba volviéndose rápidamente en mi favorito. Su respaldo de orejas era alto y podía reclinarme a gusto y ladearme, acomodándome en una de sus esquinas.
El fuego continúo repiqueteando, volviendo los segundos minutos. El silencio se expandió mientras me preguntaba qué es lo que había sucedido mientras me encontraba fuera.
Y es que de pronto me pareció que Lestat no era nada más que un caparazón vacío, una cascara. Lo que toqué no tenía la esencia de un ser vivo. Estaba muerto, como humano y como vampiro también. Fue repulsivo. Miré mis manos y estás hormiguearon, apretadas en puños como las tenía. Esperando recuperar la sensibilidad; que aquel pánico me dejara en paz por un rato, observe la habitación que poco a poco tomó presencia. El crepitar del fuego, el continúo repicar del reloj apostado en alguna parte de la habitación y el intenso olor a papel viejo de los libros que inundaba toda la habitación si uno le ponía atención.
Me acerqué de nuevo a Lestat y me incliné hasta apoyar una rodilla en el filo el sofá, cerca de su cadera. No lo toqué de inmediato, no quise hacerlo, temeroso de que la sensación volviera a escalar por mi mano, pero tras un momento me armé de valor y nuevamente, pero ahora con mayor fuerza, imprimí mi mano contra su hombro y lo moví, agitándolo brevemente. Más mi voz yacía muerta en el fondo de mi garganta y con esta, su nombre sepultado también. Jalé aire, casi con esfuerzo, e insistí.
—Lestat… —estaba vivo de nuevo. No estaba seguro de lo que había sentido antes pero aquella sensación casi nauseabunda había desaparecido. Mi mano se movió por su hombro hasta su rostro y aparté ese mechón que insistía en cubrir su mejilla. Entonces lo solté y me aparté, rodeando la mesa hasta sentarme en el sofá de una sola plaza que estaba volviéndose rápidamente en mi favorito. Su respaldo de orejas era alto y podía reclinarme a gusto y ladearme, acomodándome en una de sus esquinas.
El fuego continúo repiqueteando, volviendo los segundos minutos. El silencio se expandió mientras me preguntaba qué es lo que había sucedido mientras me encontraba fuera.
Louis De Pointe Du Lac- Vampiro Clase Alta
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Re: Mi Reina [Privado]
Pude oír a Louis con su voz suave pronunciar mi nombre, en ese momento, olvide la flagrante locura y los ojos sobrenaturales de Akasha, relampagueando en el fondo de la estancia y su poderosa voz despidiéndose mientras su delicada figura se desvanecía por completo. Junto a su adiós, un desfile de imágenes hace en mi cabeza un rumorio de torrente distante y me veo frente a Enkil y Akasha, soberanos del valle del Nilo, tocando el violín de Nicolás al pie de su sepulcro. Ella me toma en sus brazos y comparte conmigo su sangre original. El sabor de su sangre me embriaga, quisiera beber hasta la última gota. Me suelta y la visión desaparece. Y entonces despierto aterrado, inclinándome hacia adelante y aún con la imagen de aquel coloso de piedra que hubiese aplastado mi cabeza de no ser por Marius. Me hallaba reviviendo aquella noche.
Durante un momento, un momento irracional, mantuve los ojos clavados fijamente en la alfombra persa cuyo delicado diseño otorga a la biblioteca una gran prestancia, un donaire de clase y refinamiento. Sacudo la cabeza para alejar a Enkil y siento que alguien me observa. No estoy solo. Sabía quien era, quien tenía que ser y me giro despacio, levantando la vista para enfrentar su mirada. Nuestro silencio se confundía con la soledad, con el perezoso sabor de la nostalgia. Al cabo de unos minutos me sentí incomodo y me levanté.
No ha sido más que un sueño ¿Cierto?
Sin embargo, no pude sentirme aliviado. Ese sueño parece formar parte de mi vida, de mi presente y mi pasado. Si, porque lo he vivido intensamente. Me dan escalofríos. Pienso que no puedo olvidar su risa, que aquel sueño, si es que realmente lo fue, me posee. Me hallaba frente al fuego de la chimenea y me encontré sudando, una gota de sangre desciende por mi sien al ver entre las llamas los ojos negros de Akasha. Misteriosa era la quietud del momento. Louis allí sentado, tan reservado, tan paciente. ¿Cuánto sabes tú que yo no sepa?
No tengo ánimos de hablar. Tengo sed y no quiero perder el tiempo en tratar de buscarle una explicación, así que regreso al sofá y sólo le sonrió cuando nuestras miradas vuelven a encontrarse. Dejémoslo así. Debemos seguir. Creo que aquí estamos seguros. Repito aquellas tres frases como un mantra. Y lo lamento, hondamente, lamento una vez más guardar silencio.
Durante un momento, un momento irracional, mantuve los ojos clavados fijamente en la alfombra persa cuyo delicado diseño otorga a la biblioteca una gran prestancia, un donaire de clase y refinamiento. Sacudo la cabeza para alejar a Enkil y siento que alguien me observa. No estoy solo. Sabía quien era, quien tenía que ser y me giro despacio, levantando la vista para enfrentar su mirada. Nuestro silencio se confundía con la soledad, con el perezoso sabor de la nostalgia. Al cabo de unos minutos me sentí incomodo y me levanté.
No ha sido más que un sueño ¿Cierto?
Sin embargo, no pude sentirme aliviado. Ese sueño parece formar parte de mi vida, de mi presente y mi pasado. Si, porque lo he vivido intensamente. Me dan escalofríos. Pienso que no puedo olvidar su risa, que aquel sueño, si es que realmente lo fue, me posee. Me hallaba frente al fuego de la chimenea y me encontré sudando, una gota de sangre desciende por mi sien al ver entre las llamas los ojos negros de Akasha. Misteriosa era la quietud del momento. Louis allí sentado, tan reservado, tan paciente. ¿Cuánto sabes tú que yo no sepa?
No tengo ánimos de hablar. Tengo sed y no quiero perder el tiempo en tratar de buscarle una explicación, así que regreso al sofá y sólo le sonrió cuando nuestras miradas vuelven a encontrarse. Dejémoslo así. Debemos seguir. Creo que aquí estamos seguros. Repito aquellas tres frases como un mantra. Y lo lamento, hondamente, lamento una vez más guardar silencio.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Mi Reina [Privado]
Ciertas piezas de cristal que reposaban en la mesa de centro perdieron su equilibrio y cayeron sobre la superficie con un tintineo angustioso, próximo a la ruptura. Se quedaron allí tendidos puede que esperando por la fuerza externa que los llevara al suelo, o a entrechocar entre si y así volver cada intrincado diseño en una revolución de cristales glorificados por la luminiscencia del fuego de la chimenea. Recliné la cabeza contra el costado del respaldo y relegué lentamente la frustrada sublevación de los cristales, levantando la mirada pausadamente para encontrarme la luminiscencia en los iris de Lestat; ojos abiertos, despierto. Completo.
Tumbado, recostado pero despierto, observaba esos diminutos movimientos que su cuerpo hacía, el nimio balance de su pecho y su sedoso cabello. Tuve ganas de llorar. No se encontraba vacío. El último contacto que tuve con su cuerpo me dejó claro que era nuevamente él, y sin embargo, yo seguía inestable; alterado. Mis manos seguirían temblando por lo que restaba de la noche, más allá del alivio de verlo allí. En una actitud defensiva y más alterada pero sin moverme de mi posición simulada de relajación, mi mirada se encontró con la suya por un momento, por un mero instante, y entonces lo sentí, ese desesperado intento por gritar en busca de una respuesta. Deseé ardorosamente que se volteara, incluso si fuera con la posibilidad de únicamente provocarle algo.
Pero enmudecí cuando lo vi andar, casi tambaleante, hasta la chimenea. La tensión subió por mi columna y mis nudillos crujieron cuando cerré las manos en duros puños. Lo vi errático, muy cansado. Y cerré los ojos, concentrado en el repiquetear del fuego y el dulce y almizclado aroma de la leña al quemarse y los pasos insonoros de Lestat que hacían eco en mi mente. No lo escuché moverse, pero sabía que lo estaba haciendo. Y al abrir los ojos, lo encontré sentado nuevamente, sonriendo con su boca mientras el fantasma de lo sucedido se arropaba dentro de sus ojos.
No pude devolverle el gesto. Iba a respetar su silencio, pero me siento demasiado angustiado como para fingir que dejar lo sucedido es lo que tiene que hacerse. No lo haré, esto debe de hablarse Lestat. No será está noche, pero sabes que lo haré. Pero esta noche que ya ha sido lo suficientemente larga y agotadora, cedo y me quedo callado. Mis manos se relajan de nuevo y vuelvo a cerrar los ojos. Extraño la novela que repasaba apenas la noche anterior.
Tumbado, recostado pero despierto, observaba esos diminutos movimientos que su cuerpo hacía, el nimio balance de su pecho y su sedoso cabello. Tuve ganas de llorar. No se encontraba vacío. El último contacto que tuve con su cuerpo me dejó claro que era nuevamente él, y sin embargo, yo seguía inestable; alterado. Mis manos seguirían temblando por lo que restaba de la noche, más allá del alivio de verlo allí. En una actitud defensiva y más alterada pero sin moverme de mi posición simulada de relajación, mi mirada se encontró con la suya por un momento, por un mero instante, y entonces lo sentí, ese desesperado intento por gritar en busca de una respuesta. Deseé ardorosamente que se volteara, incluso si fuera con la posibilidad de únicamente provocarle algo.
Pero enmudecí cuando lo vi andar, casi tambaleante, hasta la chimenea. La tensión subió por mi columna y mis nudillos crujieron cuando cerré las manos en duros puños. Lo vi errático, muy cansado. Y cerré los ojos, concentrado en el repiquetear del fuego y el dulce y almizclado aroma de la leña al quemarse y los pasos insonoros de Lestat que hacían eco en mi mente. No lo escuché moverse, pero sabía que lo estaba haciendo. Y al abrir los ojos, lo encontré sentado nuevamente, sonriendo con su boca mientras el fantasma de lo sucedido se arropaba dentro de sus ojos.
No pude devolverle el gesto. Iba a respetar su silencio, pero me siento demasiado angustiado como para fingir que dejar lo sucedido es lo que tiene que hacerse. No lo haré, esto debe de hablarse Lestat. No será está noche, pero sabes que lo haré. Pero esta noche que ya ha sido lo suficientemente larga y agotadora, cedo y me quedo callado. Mis manos se relajan de nuevo y vuelvo a cerrar los ojos. Extraño la novela que repasaba apenas la noche anterior.
Louis De Pointe Du Lac- Vampiro Clase Alta
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