Gebrochene Pläne (Hydra)

por **Leonid Dobrev** Lun Abr 27, 2015 5:23 pm

Sólo ver respirar el mundo
y en silencio escuchar la música
que una espaciosa nube le ocupa.
Destino tenaz, naturaleza.

Un atardecer jamás había sido tan terriblemente amenazador. Había esperado toda la mañana a que apareciese el contacto que había prometido pasarle la información necesaria para poder adentrarse en la única casa de París que era una dulce y tentadora trampa para él. El único lugar al que, a pesar de convertirse en una jaula de la que probablemente perdiera partes de sí mismo que jamás recuperaría, seguiría intentando acceder. Y todo era gracias a que en su interior le esperaba alguien a quién amaba. La única persona por lo que daría todo lo que era, traicionando así a quien no lo merecía. Pero ya debia saber que, independientemente de cuántos hombres contratase, nadie conseguiría hacer lo que él mismo no podía, llegar a su hermana.

Deshizo el trozo de pan que tenía en la mano con lentitud, lanzando cada migaja sobre el agua de aquella Laguna en la que habitaban numerosos patos y cisnes. Como si todo el mundo a su alrededor; ya fuese desde el bebé que lloraba en brazos de su niñera, al hombre que gritaba los titulares de un periódico que debía terminar de vender para conseguir así el dinero que había dado para adquirirlos, lo retase a continuar con su vida. Como si realmente pudiese ser feliz aún a sabiendas de que alguien sufriría si no hacía lo que se le pedía.

- Nada importa ya. - Murmuró con una expresión ausente, mientras sus pensamientos seguían la línea funesta que se había marcado. Sus brazos firmemente apoyados contra la barandilla que adornaba el pequeño puentecillo de madera que había sido construido sobre la laguna, con el cabello bailoteando al son del viento, dejando que los últimos rayos del sol jugasen con su pelo, bañándolo de una luz anaranjada que convertía sus cabellos rubios en un halo dorado ardiente.

por **Hydra** Lun Mayo 04, 2015 10:43 pm

Corría con toda la rapidez que sus piernas le permitían. La delicada Ilta no decía su nombre en aquel lugar, pero el hombre que la perseguía lo había descubierto, y ella no iba a dejar que la desenmascarara, por eso cargada de la adrenalina lo tentó, y cómo pudo estaba buscando sacarlo de los alrededores, así podría aniquilarlo sin que nadie supiera, sospechara, o lo extrañara; con destreza ella lo consiguió.

El grito agónico salió de sus labios. No imaginó que aquel hombre fuera un contrincante digno, quizás ese había sido su peor error. En su brazo tenía una gran herida que dejaba caer la sangre bañándole aquella extremidad por completo. No hizo mucho gesto de agonía porque debía sin duda terminar aquella misión antes de sufrir. Los siguientes movimientos eran claves. O ella moría, o él. Sin duda la fortuna apareció de su lado, y la criatura había sido aniquilada. ¡Sus ojos perdieron la llamada de la vida en un abrir y cerrar de ojos. La joven se desplomó por un momento mirando al cielo. Cuando pudo descansar y su respiración se reguló. Rompió parte de su camisa y la hizo pedazos largos. Se aproximó al lago para limpiarse, y al final el amarre impidió que la sangre siguiera brotando.

Hydra se encontraba mareada. Gateando se apoyó en el tronco de un árbol y esperó a que transcurriera el tiempo, y la oscuridad fuera más profunda, así de ese modo no levantaría sospecha, y mucho menos nadie la vería andar por las calles de París semi desnuda y herida.

El tiempo pasó, y un invasor apareció.

— ¿Qué es lo que no importa? — La hermosa y desaliñada joven cuestionó. — Muchas cosas importan, quizás no las veas — Se notaba pálida, débil, y sin fuerzas para poder ponerse de pie y llegar a casa.

¡Que patetica escena! Darle sus últimos respiros a un desconocido.

por **Leonid Dobrev** Jue Ago 06, 2015 10:45 pm

El sonido de la femenina voz rasgó el rumbo de sus pensamientos, como si alguien le hubiese dado el derecho de cortar su tranquilidad o sumarse al mero murmullo de un hombre desesperado que nada tiene, más que a sí mismo.

Sus ojos siguieron el sonido, encontrándose con una mirada clara y cristalina, similar al tono del mar en los días de verano, cuando el viento no se atrevía a sacudirlo. Una marea calma, que prometía tormentas para aquellos que se atreviesen a entrar en ellas. La palidez de su pelo era tal, que parecía fundirse con el marfileño tono de su piel. Como si un Dios caprichoso hubiese querido que ella fuese tan blanca y pura como un copo de nieve. Quizás hubiera podido fijarse en la intensa tonalidad rojiza de sus labios, que se abrían sobre su pálida piel como una rosa roja, si no fuera por el olor de la sangre.

El inconfundible aroma metálico le hizo fruncir el ceño, separándose por primera vez de la tranquila contemplación a la que se había dedicado desde que ella habló, para poder concentrarse en lo más importante. ¿ Qué hacía una mujer como ella, herida en medio de la Laguna?.

- Lo único importante que veo es su extremada palidez. - Le respondió mientras se separaba de la barandilla de madera y comenzaba a caminar hacia ella con la lentitud de un depredador. Sus movimientos gráciles y flexibles, le hacían parecer más un bailarín que un hombre robusto dedicado a hacer muebles para todo aquel que le pagase, pero su complexión y rostro indiferente y masculino, le permitían llevar a la perfección su papel sin que nadie sospechase de su doble identidad. Si bien era cierto que, actualmente, no tenía ninguna misión más que encontrar a la joven que había ido a buscar.

- ¿ Qué le ha ocurrido?.- Murmuró con suavidad mientras sus ojos fulminaban la venda improvisada que mantenía sobre una herida que necesitaba ser atendida. Extendió su mano hacia ella, pero, antes de que la tocara, se detuvo y la miró, pidiéndole permiso con sus ojos antes de cometer la terrible falta de mantener contacto con una mujer tan joven y frágil. No era lo correcto hacia una dama y, aunque no lo pareciera, él sabía comportarse como un caballero.

por **Hydra** Mar Oct 20, 2015 9:55 pm

Silenciosa permaneció, aunque el mareo era evidente, sus ojos mostraban análisis, así siempre fue, una chica que gustaba observar hasta el último detalle que alguien le dejara ver, no es que estuviera juzgando a los demás, pero tomando en cuenta todas las situaciones que había vivido a lo largo de su vida, y la forma en que su padre había muerto, estaba claro que no debía confiar en el primero que se le pusiera enfrente. Con ese descarado análisis estaba mostrando parte de su interior, de su forma de ser, aquello era culpa de la perdida de sangre, de los mareos, y es que de estar entera, seguramente no se comportaría como una descarada novata.

Los primeros pasos que el cambiante ejerció, bastaron para que ella diera los propios pero con dirección contraria; hacía atrás. No debía perder la guardia, sin embargo se sentía cansada, de ser un adversario, no saldría victoriosa de ese momento, porque el cansancio, y la debilidad, no se encontraban de su lado.

Hydra mostró su sorpresa de la misma manera en que mostró su análisis, y es que el acercamiento del extraño era más que nada, un símbolo de preocupación, algo verdaderamente extraño tomando en cuenta que eran dos grandes desconocidos. Se mordió el labio apenada, y se disculpó con la mirada. Con palabras no expresaría su arrepentimiento.

— Me gusta correr por el bosque, me resulta una disciplina completa, sin embargo la hora no es mi mejor amiga, y tampoco mi coordinación — Mintió, aunque estaba claro que no parecía una mentira, Hydra era una joven que todo el tiempo ocultaba cosas, que mentía, y eso se le daba muy bien, incluso el nombre no era el mismo que su nacimiento, pero eso nadie podía saberlo, al menos por el momento. - Me caí, y creo que en el proceso del ruedo, terminé por desgarrarme con algo, la verdad es que al principio no lo sentí, pero después llegó a fastidiarme - Hizo una mueca, lo cierto es que ya no tenía mucha fuerza.

— Duele — Confesó con el tono de voz suave, mostrando que le daba permiso de acercarse, pero también le suplicaba que no la lastimara más. Esa noche se sentía frágil, y temía por su vida, no deseaba morir, no al menos sin haber descubierto quien había asesinado a su padre. Imaginar que no haría justicia por aquella muerte, le carcomía el alma, no es que su herida fuera la peor, pero desangrarse le daría graves consecuencias. — ¿Podría hacer algo al respecto? — De nuevo la suplica se encontraba ahí, tan impaciente como el alma de la joven.

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