Beyond belief [Skye]

por **Imara Rákóczi** Lun Abr 27, 2015 6:45 pm

“La penumbra está al lado de la luna cuando completa su círculo entero”

El atardecer estaba cayendo y con ello el ciclo lunar volvería a iniciar, la luna llena se había acabado al fin, faltarían semanas para que volviese a tomar efectos en mi interior. La tranquilidad, serenidad y tosquedad con la que hacía las cosas volvía a estar en armonía y mis paseos habituales por la zona volvían a darse sin ninguna molestia. Así es como vivía mi vida, de manera rutinaria, siempre lo mismo y no me cansaba. Iba desde las zonas abandonadas hasta el norte de Paris y luego volvía a la zona de bosques para terminar en la casa arriba del bar que administraba. Y no podía negarlo, la repetición me gustaba, era mucho más práctica que estar todo el tiempo a la expectación de diferentes tipos de cacerías. La sangre derramada y la poca emoción al tener que asesinar o capturar a un sobrenatural eran demasiado estresantes, aún podía recordar aquellas situaciones perfectamente. Cada uno de los rostros que había matado, mi memoria lograba perturbarme completamente y a su vez recordarme que jamás podría encontrar la paz. Estaba maldita, era una inquisidora que había traicionado todo lo que le habían enseñado. Lo había dejado todo por simples sentimientos humanos. Rencor, abandono, decepción. Como si todos aquellos sentires que no había tenido en veintitrés años hubiesen llegado todos juntos. Pues bien, eso es lo que me había ganado, una vida que años anteriores había denigrado por completo.

Mis pasos iban con calma hacía los bordes del cementerio, no más de unos cuatro metros hacía dentro, inspeccionaba por arriba, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón masculino. Mis cabellos cortos estaban alborotados, cubriendo un poco de mi rostro y mis orejas. A su vez que llevaba un saco largo y grande que me envolvía del frío de otoño que empezaba a sentirse cada vez más. Con botas cómodas, siempre de un pequeñísimo tacón cuadrado; era alta, lo suficiente como para pasar a muchísimos hombres y me agradaba alardear sobre ello. Pocas cosas me resultaban entretenidas, a decir verdad, prefería dormir todo el día, o caminar en lo que miradas ajenas se quedaban espetando en mi sexualidad. ¿Hombre o mujer? Un hombre muy estilizado y delgado o una mujer muy fea y tosca. Los rostros humanos sin duda eran apreciables, jamás me había detenido a verlos con tanta gracia. La discriminación y las expresiones de que muchos no valen la pena. Negué para mí misma por esos pensamientos que me revoloteaban, hasta que sentí un mínimo ruido que no era normal de aquel lugar. Entrecerré los ojos con fiasco, podría haber seguido camino así sin más. Pero, ¿para qué recorría toda la zona si no era para hacer guardia? Así que como el perro callejero que seguía siendo di un salto hacia un árbol y busqué la razón de los movimientos extraños. Había alguien más y no se trataba de un simple ser. Se notaba un aura de clase B, no era ni un vampiro ni un licántropo. Podía ser un hechicero, pero me lanzaba más por la idea de que se trataba de un cambiante. Era la clase de hálito espeso y el lugar a donde estábamos daba lugar a pensar ello. Si bien podía ser un nigromante, realmente deseaba que no lo fuese. O sería una completa molestia.

— ¿Qué estás haciendo? — Noté entonces unas acciones que parecían un poco sospechosas y al saber que no era un brujo, no tuve problemas en hacerme notar. Solo éstos últimos eran a los que atacaba mediante el silencio. Ya que lanzarme magias era fácil, podía esquivar alguna, pero si tan solo me rozaban ya estaba perdida. Me dejé caer al suelo con suavidad, como si me detuviera a saltar en el aire. Estando demasiado metida ya en el lugar y a unos cinco metros de la chica, alcé la vista, buscando la ajena. ¿Qué se suponía que era aquella niña cubierta de telas y pomposidades? Sin duda una clase alta, se olía desde su perfume hasta el champú que estaría usando. Siempre terminaba estando a la par de esas personas y no había cosa que detestara más que a los ‘nariz parada’ que se llevaban el mundo por delante por tener dinero y poder. Aunque no me tiraría a juzgarla tan rápidamente. Quizá podría sorprenderme o encontrarme con algo más desagradable de lo que pensaba.

por **Skye Gärtner** Dom Mayo 03, 2015 10:46 pm

“...8, 9, 10… el corazón se detiene”

Al caer la noche era tiempo de cazar. Con su incomodo traje de sirvienta procuraba dejar a Violette en cama, las ventanas del cuarto cerradas y con los candelabros apagados, la verdad era que cuando los mantenía con las velas ardiendo solo suponía una vaga copia del comportamiento de las demás sirvientas del hogar que a esa hora iban a todos lados con un candelabro en mano para iluminar el camino, Skye no necesitaba de ello para moverse por la mansión pero a su vez no quería levantar sospechas. Su actual “Dueña”, como prefería llamarle, no podía ver… lo cual le facilitaba su actual vida, siendo tanto su mascota como su sirvienta y el motivo era simplemente… que su estadía actual le era factible en muchos aspectos como ubicación y sobre todo el tiempo libre del que disponía. Si la chica fallecía o sufría algún daño, tendría que dejar la mansión y buscar nuevamente un hogar, descuidando así lo que la convocaba aquella noche a merodear por las calles de París, cazar humanos.

Luego de dejar todo en orden en la mansión salia a aquel sótano ubicado en un sitio donde las casas estaban abandonadas por la peste, hacía ese recorrido todas las noches, con su mirada tan fría que ni siquiera los hombres con sus vulgares pensamientos se atrevían a acercarse a aquella chica que parecía ser una presa fácil. Recordaba como había sido ese lugar años antes, los niños jugaban de un lado a otro, al caer la noche llegaban los hombres de sus distintos trabajos mientras por su parte estudiaba todo recostada en su forma canina en la puerta del hogar, ya muchos años habían pasado desde que la peste destruyo a esas familias y a nadie le importaba, su pequeña dueña había muerto en esa casa pero ni siquiera cuando sostuvo su mano y sintió el momento exacto en el que su alma abandono su cuerpo sintió tristeza o angustia por el cruel destino de tan joven humana. Dejo los cuerpos allí a pudrirse, no estaba interesada en devorar carne infectada con enfermedades, pero con el tiempo el hedor se volvió insoportable… se deshizo de los dos cuerpos adultos y del de la niña… no sin antes tomar su primer bizarro recuerdo.

Tantas veces escucho historias de humanos que cazaban animales, no por alimento… ni por necesidad, si no que como trofeos. Colgando así sus cabezas en la muralla… y lo que hacía Skye no era muy diferente, pero al no saber como mantener una cabeza intacta sin que se pudriera… solo se quedaba los cráneos. En la actualidad disponía de 23 ejemplares, entre ellos el cráneo de la niña que había sido su anterior dueña, esta noche iba por el numero 24. Cambio sus ropas para no llamar la atención de los transeúntes a esas horas, un vestido negro para que la sangre no se volvieran tan evidente.

Esa noche sus cabellos eran negros y estando sueltos una cinta adornaba su cabeza mientras guardaba una Francotte Pinfire bajo los volados de su vestido, sin embargo la coloco apuntando hacia arriba y por otro lado llevaba un machete que traspasaba sus ropas y se escondía bajo la capa corta de color negro al igual que su vestido. Sin embargo esta no tenia decoraciones como su falda. Esta ultima la llevaba solo para arrancar la cabeza del cuerpo de su victima, sus feroces fauces podrían desgarrar la carne pero prefería hacer un corte limpio, con tal fuerza cosa que la cabeza solo saliera volando y dejando su rastro sanguinolento… más allá de eso atacar a un humano en las calles de parís con su forma animal significaría gritos y escándalos antes de propiciarle la muerte. Era lo único malo de su cacería, tenia que llevarlo a cabo con el cuerpo de una frágil humana.

Caminaba derecha y en su rostro pálido, que parecía porcelana gracias a los cabellos oscuros y los labios carmín, se dibujaba una mueca que podría verse en el rostro de una dama perdida, su presa de esa noche era un hombre llamado Richard Haldane, un noble que esa noche celebraba la caza mensual de zorros de la zona. Los cuales serian usados para la capucha de su esposa, lamentaba no haber actuado antes, poria haber evitado la muerte y tortura de esos seres… pero más allá de llorar sobre la leche derramada no podía hacer nada por ellos, solo evitar que otros seres corrieran el mismo destino el mes siguiente.

El hombre bebía y se jactaba de haber llevado una camada completa junto a 7 grandes, la caza duro 4 días. Decía que los más pequeños no servirían mucho al no tener tanta piel… pero aun así les usarían al tener pelaje suave. Tuvo que aguantar aquella charla, aquellos vulgares comentarios tan crueles y frío… y se preguntaba ¿Como era ella la cruel en esa historia?, por matar humanos como él deseaban cazarla… encerrarla o matarla… ¿Acaso el mundo estaba ciego?. Pero luego recordó que lo hacían solo para proteger a su propia raza.

A eso de las 3 de la mañana el hombre dejo el lugar con Skye tomada de su brazo, caminaron por las calles buscando un lugar donde el hombre, algo mareado por el trago para entonces, pudiera seguir demostrándole lo “magnifico” que era… Pero no fue a más de 2 calles de una entrada clandestina al cementerio que el hombre avanzo sin ella y lo ultimo que escucho fue el filo del machete cortando el viento para seguir con su cuello de una sola pasada. Siempre se deleitaba con ese segundo en el que sin cabeza el cuerpo aun no se desplomaba… recordó que la primera vez que mato a uno pensó que eran como los gusanos… que su cuerpo seguiría moviéndose aun separada de su cabeza, pero solo era la ilusión que duraba un fragmento de segundo antes de desplomarse y comenzar a vaciarse. Limpio el filo del machete con sus faldas y avanzo al cuerpo, aveces simplemente no podía ignorar las antiguas costumbres, mordió con sus dientes humanos la carne expuesta luego del corte, jalo aquel pellejo mientras la sangre se vertía contra su rostro. Ese tono que se mezclaba con el de sus labios pintados, aquellos inútiles dientes no le permitían desgarrar con facilidad… pero si se llevo un pedazo a la boca antes de levantarse y meter la cabeza envuelta en su chaleco negro, ahora llegaba la parte difícil… esconder el cadáver.

Sus pequeños brazos jamas hubieran podido mover aquel peso muerto si fuera una simple humana. Pero ella no sabia lo que eran los limites de su fuerza, no era uno de ellos. Tomo al hombre los brazos y le jalo al cementerio, no habría problema si solo fuera un cuerpo, podría haber muerto de un paro cardíaco, cosas humanas… pero al no tener cabeza no se daba para más que investigaciones y búsquedas del culpable. Acabo por tirar el cuerpo en un hoyo ya hecho, era como si aquella noche las estrellas le ayudaran, lanzo un poco de tierra para cubrir el cuerpo pero que aun hubiera espacio para un ataúd y cuando estaba sacudiéndose la tierra escucho a alguien, se alerto pero sus facciones no cambiaron, seguía con cara de desinterés, olfateaba a alguien pero no parecía un humano normal, por otro lado con la cabeza del hombre en una mano no había mucho que explicar. Una vez se topo con la intrusa sonrió con sus labios, mejillas y mentón con rastros de sangre – Buenas noches, ¿ocurre algo malo? - pregunto mientras daba unos pasos alejándose del cuerpo que hace poco había enterrado, de seguro su rostro a la luz de la luna podría verse como realmente estaba. Diviso a una mujer, pero más que nada su atención se fue a que estaba usando pantalones- Usas pantalones ¿ Porque? - pregunto sin lograr encontrar datos en su mente que le dieran a entender que una mujer pudiera usar pantalones, Skye aprendía según lo que veía y las cosas que salían de las normas establecidas por la misma sociedad le complicaban. Ya las que eran seguidas por todos eran enredadas para quien toda su vida había conocido solo el bosque, por lo que acabo por asociar que en realidad era un hombre… un hombre con rasgos femeninos pero un hombre al fin y al cabo, ¿no? - Monsieur… ¿Acaso eso es suyo? - pregunto apuntando al hoyo, si aquella persona era una cazadora, no se dejaría atrapar.

por **Imara Rákóczi** Miér Mayo 27, 2015 10:11 am

“No podría volar si no fuese por la flameante cicatriz de mi piel”

Un suspiro engorroso empezaba a aflorar desde lo profundo de mi garganta, no era como si me hubiese desanimado la presencia de la cambiante. Por lo contrario, la situación era una que no terminaba de poder comprender aunque todo estuviese frente a mí. Pero aquel rehenchido del aire escapando por mi garganta se debía a la cantidad de sangre que se olía en el ambiente. Me asqueaba, me hacía querer gruñir y pelearme con las partículas que estuviesen flotando. Subí la mano derecha y la moví a ambos lados, intentando apartar unos momentos el vaporoso aroma a muerte. La muchacha estaba desquiciada, eso podía notarlo sin esforzarme en absoluto, tenía el rostro embadurnado en sangre, una cabeza humana en los dedos y un vestido que parecía terriblemente incómodo. Sin contar que era tan pequeña que su estatura estaba más cerca del suelo que aquel mismo pozo. Me pregunté entonces si se trataría de algún animal carnívoro. Antes de poder preguntarlo intenté inspeccionar un poco más de la situación. Pude ver apenas la cara ser fallecido, era evidentemente un hombre de clase alta, el olor y los cabellos daban dato de eso. Luego me paseé a aquel traje y cuerpo que estaba sucio con tierra. No parecía llevar nada extraño y pensé que era un homicidio completamente despreciable, sin embargo segundos más tardes un poco de olor a alcohol me llevó a sentirme un poco más curiosa. —Estás matando a alguien que estaba ebrio, evidentemente. ¿Por qué? —

Como siempre, no me valía de demasiado tacto, tampoco me daba temor, más de una vez había quedado con la cabeza de una víctima en las garras, aunque estos eran siempre sobrenaturales que tenían que pagar por sus pecados. En aquel caso estaba sucediendo algo completamente contrariado y no estaba segura del por qué. Registré entonces a la chica, con los ojos busqué de arriba abajo, persuadiendo de que tenía armas arriba. El corte que tenía la cabeza del hombre era completamente liso, un arma blanca y filosa era la causante. Miré entonces el machete a un costado. Fruncí el entrecejo con desmesurada notoriedad. ¿Qué rayos acababa de encontrar en ese lugar? Lo peor era que las preguntas que hacía la niña eran estúpidas, lo que me daba a entender que sin duda no parecía tener mucha educación de la vida cotidiana, por ende, que mataba sin demasiadas razones válidas. — Uso pantalón porque así lo prefiero. ¿Te refieres al hoyo o al humano? Ninguno de los dos, pero aun así no me gusta que los asesinos estén sueltos. Éstos van presos. ¿Lo sabes? — No me acerqué, por lo contrario, me apoyé lentamente en el tronco de un árbol que había unos pasos detrás de mí. Y me quedé mirándola con el semblante tranquilo y ensimismado de siempre. Era curioso, ella había visto mis facciones y lo había notado femenino, cosa que pocos lograban hacer a primera vista. Y luego, al ver mis ropas había cambiado completamente de parecer. ¿De qué se trataba aquella cambiante que probablemente debía tener bastantes más años de los que aparentaba. ¿Treinta años quizá? ¿Y aún no se daba cuenta que pasear por las calles de parís matando gente era completamente irracional?

— Te lo explicaré claramente, no debes matar a estas horas, por la noche los vampiros salen y es cuando más movimiento de cazadores e inquisidores hay. Y aunque eres un animal, ellos te encontrarán y no te matarán. Será mucho peor. ¿Por qué lo haces? ¿Qué te hizo él? — Refiriéndome al hombre que ya estaba deshecho en el suelo. Pues la verdad era que no entendía la situación, incluso me resultaba algo graciosa, si llegaba a verla con algo de contrariedad. En el pasado, hubiese lanzado una pequeña canica ensordecedora para quitarle los sentidos y hubiese golpeado su nuca con fuerzas para terminarla desmayando y llevarla a la corte. Pero en aquel entonces siendo yo un licántropo, esos deseos estaban mucho más lejos de lo que creía. No tenía ni la más mínima intención de volver a querer hacer el bien. Hacía no demasiado había intentado llevar a una cambiaforma felina a la cárcel y al final había terminado queriéndola besar. Aparentemente, mi transformación también había tocado mi mente. Haciéndome mucho más débil a la carne de lo que en algún momento fui. Claro, con mis gustos, había reprimido por completo los deseos de amar. Y ahora que era libre de alguna manera, la adrenalina era un placer que me daba sin ninguna clase de preludio, aunque matar no era algo que estuviese en el repertorio. Alcé entonces mi espalda, comenzando a caminar hacia ella. No estaba en modo amenazante, aunque si precavida, no tenía deseos de separar mi cabeza del cuello. — Parece que casi es un duque, espero que no sea nadie de la realeza. — Era intrigante y la principal razón es que nunca me había interesado por los “por qué”. No eran de mi incumbencia después de todo. Pero luego de tantos años de hacer las cosas con la única razón de que era mi deber, ahora, la curiosidad empezaba a estar un poco más en popa y en momentos como esos, donde un cuerpo estaba pudriéndose y emanando una asombrosa cantidad de sangre que atraería a los inquisidores, me interesaba saber la razón de tan estúpido y salvaje acto.

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