AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Negación Proscripta +Privado+
2 participantes
Página 1 de 1.
Negación Proscripta +Privado+
Desearía tocar el final que pintas en tus palabras, desearía la certeza de que nada es como se supone que debía de ser. Desearía no saber lo que se ahora. Desearía nunca haberme ido de New Orleans. Las calles ya no me consuelan, son espejismos que no puedo tocar, son el vestigio de lo que perdí, parte de mí mismo y de otros. De otra en específico. Las calles son el suelo que pisan mis pies en noches lluviosas, entre paredes vacías y sangre derramada injustamente. Yo sigo paseando, acosado por los fantasmas reales que me persiguen, reptando por las paredes y saltando por los tejados. Me siento observado todo el tiempo. Cazo con prisa, arrancando la carne del cuello y bebiendo grandes tragos. Alivio efímero, nada placentero. Deseo más pero temo, temo por mí como nunca. Sí, está allí, puedo sentir su respiración en mi nuca, sus ojos odiosos mirándome desde las sombras. Huyo. Guardo silencio, sin embargo, me marcho a mi escondite y leo, pretendiendo que todo está como antes, que no necesito nada más que esto. Que tu invitación no abrió una mínima brecha de esperanza en mi vida de suplicio.
Pero dudo, me toma tanto tiempo siquiera considerar la idea. Desaparezco de las calles, encerrado en aquel pequeño lugar que hasta ahora ha sido mi guarida. A veces las noches pasan y no me muevo en absoluto. Cuando quiero salir están esos ojos mirándome, culpables, estólidos, acusadores. Mirándome fijamente más allá de mi ventana, sobre los tejados, entre los árboles. No salgo. No puedo hacerlo, aunque la sed quema en la garganta y hace que estar en cualquier posición sea doloroso e incómodo. Al final, sólo puedo ponerme de pie y lanzarme a la calle en busca de cualquier desdichado que se cruce en mi camino. Como he hecho las últimas semanas, bebo rápidamente, recibiendo las imágenes de mis victimas que uso para distraerme. De pronto, entre todo aquel bosque oscuro, vislumbro llamas. Él está observándolas desde una ventana, cuchillo en mano, cuchillo con olor a sangre. Un hogar, un hogar que no podrá destruir gracias a mí. Me calmó. Dejo de sorber y me dedico a recibir, apretando aquella pobre alma contra mi pecho. Los dos somos pecadores, pero sólo uno morirá hoy. Sus latidos me traen paz, mi cuerpo deja de doler y mi mente se aclara un poco.
La invitación toma forma en mi mente pero no progresa. No deseo estar bajo el mismo techo que él. No ahora. No cuando soy solo un despojo de mí mismo. Ella me ha destruido, lo poco que había de mí dentro de este monstruo, esta aterrorizado ante el pensamiento de su sola imagen. Decido esperar. Cazo otra víctima esa misma noche. La sed me quema aún. Todavía me siento famélico. Puedo ver de nuevo las llamas, como si fuera un mensaje sólo para mi mente. Los amo, aquellos a quienes condeno. Los amo tanto que cuando los mato, alimentándome, yo muero con ellos. Cada noche. Los días siguen pasando, vuelvo a salir cada noche, aun me siento perseguido pero la sensación es soportable. Me alimento, paseo por las calles iluminadas, regreso y leo un rato hasta que el día me obliga a esconderme, a tomar el sueño diurno. Sueño, no con pesadillas, sueño con el hogar cálido que vi antes en mis víctimas, sueño con el antiguo hogar en la Rue Royale, sueño con las idas al teatro, juntos. Sueño con la oportunidad. Ahora no hay una Claudia que me detenga, ahora puedo marcharme cuando yo lo decida. Una noche, podré levantarme, podré mentir y no volver.
Me toma unos días más hacer los preparativos. El dinero compra el silencio de los humanos que ayudaran a este hombre enfermo en su último viaje para pasar los días que el restan en compañía de un entrañable amigo. Soy pálido y frío para ellos, sienten pena por mí. Sí, eso es lo que deben sentir, estoy condenado. Me recuesto en el respaldo del carruaje, con mi ataúd bajo mis pies. La noche joven aún pero ya cerrada y una luna menguante que ilumina apenas el camino. Me arrepiento varias veces durante el trayecto. Se bien que nada ha cambiado entre nosotros, pero, pudiera ser que yo si haya cambiado un poco. Ahora se más de lo que sabía cuándo… La verja tiene una imponencia que me prepara para lo que encontraré dentro de la casa, que no es en sí eso, una casa. Ante mis ojos se abre una mansión de cuatro pisos. Un mozo nos detiene en la entrada y me comunicó a través de la ventanilla. Me está esperando. Se encuentra en casa. El carruaje avanza y se detiene frente a la escalinata del pórtico. Dejen allí las cosas, sí. Les doy más monedas y espero de pie hasta que el carruaje se pierde en la oscuridad, entonces, por fin, toco a la puerta.
Pero dudo, me toma tanto tiempo siquiera considerar la idea. Desaparezco de las calles, encerrado en aquel pequeño lugar que hasta ahora ha sido mi guarida. A veces las noches pasan y no me muevo en absoluto. Cuando quiero salir están esos ojos mirándome, culpables, estólidos, acusadores. Mirándome fijamente más allá de mi ventana, sobre los tejados, entre los árboles. No salgo. No puedo hacerlo, aunque la sed quema en la garganta y hace que estar en cualquier posición sea doloroso e incómodo. Al final, sólo puedo ponerme de pie y lanzarme a la calle en busca de cualquier desdichado que se cruce en mi camino. Como he hecho las últimas semanas, bebo rápidamente, recibiendo las imágenes de mis victimas que uso para distraerme. De pronto, entre todo aquel bosque oscuro, vislumbro llamas. Él está observándolas desde una ventana, cuchillo en mano, cuchillo con olor a sangre. Un hogar, un hogar que no podrá destruir gracias a mí. Me calmó. Dejo de sorber y me dedico a recibir, apretando aquella pobre alma contra mi pecho. Los dos somos pecadores, pero sólo uno morirá hoy. Sus latidos me traen paz, mi cuerpo deja de doler y mi mente se aclara un poco.
La invitación toma forma en mi mente pero no progresa. No deseo estar bajo el mismo techo que él. No ahora. No cuando soy solo un despojo de mí mismo. Ella me ha destruido, lo poco que había de mí dentro de este monstruo, esta aterrorizado ante el pensamiento de su sola imagen. Decido esperar. Cazo otra víctima esa misma noche. La sed me quema aún. Todavía me siento famélico. Puedo ver de nuevo las llamas, como si fuera un mensaje sólo para mi mente. Los amo, aquellos a quienes condeno. Los amo tanto que cuando los mato, alimentándome, yo muero con ellos. Cada noche. Los días siguen pasando, vuelvo a salir cada noche, aun me siento perseguido pero la sensación es soportable. Me alimento, paseo por las calles iluminadas, regreso y leo un rato hasta que el día me obliga a esconderme, a tomar el sueño diurno. Sueño, no con pesadillas, sueño con el hogar cálido que vi antes en mis víctimas, sueño con el antiguo hogar en la Rue Royale, sueño con las idas al teatro, juntos. Sueño con la oportunidad. Ahora no hay una Claudia que me detenga, ahora puedo marcharme cuando yo lo decida. Una noche, podré levantarme, podré mentir y no volver.
Me toma unos días más hacer los preparativos. El dinero compra el silencio de los humanos que ayudaran a este hombre enfermo en su último viaje para pasar los días que el restan en compañía de un entrañable amigo. Soy pálido y frío para ellos, sienten pena por mí. Sí, eso es lo que deben sentir, estoy condenado. Me recuesto en el respaldo del carruaje, con mi ataúd bajo mis pies. La noche joven aún pero ya cerrada y una luna menguante que ilumina apenas el camino. Me arrepiento varias veces durante el trayecto. Se bien que nada ha cambiado entre nosotros, pero, pudiera ser que yo si haya cambiado un poco. Ahora se más de lo que sabía cuándo… La verja tiene una imponencia que me prepara para lo que encontraré dentro de la casa, que no es en sí eso, una casa. Ante mis ojos se abre una mansión de cuatro pisos. Un mozo nos detiene en la entrada y me comunicó a través de la ventanilla. Me está esperando. Se encuentra en casa. El carruaje avanza y se detiene frente a la escalinata del pórtico. Dejen allí las cosas, sí. Les doy más monedas y espero de pie hasta que el carruaje se pierde en la oscuridad, entonces, por fin, toco a la puerta.
Louis De Pointe Du Lac- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 141
Fecha de inscripción : 13/05/2014
Localización : No hay lugar a donde ir
Re: Negación Proscripta +Privado+
En la alcoba principal la oscuridad era total. Desde ahí oía las yeguas en el establo, la servidumbre preparando la cena, al jardinero reuniendo sus herramientas y al muchacho de la cuadra ensillando a uno de los caballos para su amo que solía dar un paseo y recorrer la ciudad cada noche. Ese amo era yo. Me había mudado a París definitivamente. Compré una mansión gracias a la asesoría de mi abogado. Aquel excéntrico licántropo quien actualmente lleva bastante bien todas mis finanzas y negocios. Nuestra relación podría definirse como un tanto “explosiva” pero es un buen tipo. Inteligente.
Bajé al comedor y obligué a todos a retirarse. Esa noche deseaba estar solo. Estaba cansado de fingir y tener que adaptarme para no levantar sospechas. Únicamente los contraté porque es seguro mantener algunos humanos vigilando mis dominios durante el día.
Esa noche me quedé en casa, dejé que la sed se asentará en mi garganta. En reposo, hasta que el deseo se convierta en necesidad. En el salón las luces de las velas jugaban con su entorno creando un ambiente misterioso, casi único, mientras que el olor a cera se extendía por toda la estancia. La leña en la chimenea crujió y lentamente me acerqué para atizar el fuego. Llevaba tan sólo una camisa blanca de chorreras mal cerrada, un pantalón negro de satén y botas largas. Mis cabellos dorados rozaban mis mejillas, caían por mi frente y sobre mis hombros. Yo en silencio, observé las flamas. Estando ahí recordé a Louis y aquel último reencuentro a las afueras de París. Recuerdo su boca apretada, tan sólo mascullando unas cuantas ofensas que no se atrevía lanzarme directamente. Esa noche parecía uno de esos jóvenes elegantes perdidos en mitad de una ciudad extraña, aun así su agraciada figura encajaba perfectamente con el lugar.
Me alejé de la chimenea y avancé hacía el pianoforte situado en la esquina junto a una ventana por donde la etérea luz de Luna reposa apenas sobre las teclas. Las palpé y al ver los anillos de esmeralda en mis dedos nuevamente pensé en él. El color verde oscuro era muy similar al de sus ojos. Esos ojos que buscaban desesperadamente en mí el odio que él creía merecer como un castigo de su antiguo compañero y mentor. Reconozco que le doy miedo, que provoco pavor en su vida ordenada. Después de todo soy el déspota, una hecatombe en persona.
Lo sé, yo soy terrible, pero Louis también.
Su dulce sonrisa y tiernas esmeraldas desaparecieron con ella, nuestra querida hija, Claudia. – ¡Maldición! – Proteste con un golpe seco de mi puño contra las teclas del piano. Jamás podré olvidar esos sesenta y cinco años juntos. Extraño las discusiones por nimiedades. Extraño a ese ser que ama la soledad y a la vez le espanta. Quería verlo sentado frente a mí leyendo a Goethe mientras me miraba de soslayo y suspiraba. Pero no, había pasado más de una o dos semanas y todos habían desaparecido nuevamente. La propuesta que con vehemencia hice a Louis guardaba una alta probabilidad de jamás ser aceptada. Durante días me pregunté ¿Cómo podía apartar de su cabeza la preocupación? ¿Cómo negar la mía?
Escuché los vacilantes pasos de una mujer a mi espalda. Me giré y con la mirada perdida la contemplé. Ante sus ojos pude parecer un hombre frío y con algunas copas de vino en la sangre debido a mi reacia apariencia. Finalmente con voz tímida anunció la llegada de un carruaje. Por un momento pensé en Dario, pero según tengo entendido jamás acordamos una visita a domicilio. Ellos pensaron que esa noche esperaba a alguien, pero la interrogante se reflejó en mi rostro e inmediatamente pronunció un nombre que ha estado por días dando vuelta en mi cabeza.
Sonreí con carisma cuando caminé junto a ella y le ordené que se marchará, indicándole que yo me haría cargo de todo. La mujer obedeció.
Avancé por el pasillo hacía la entrada principal. Hubo un sonido y al abrir las puertas lo vi. Ahí estaba. Con ese cabello suelto, negro y ondulado. Con esos ojos tristes y labios seductores que provocan cierto deseo en mí. – Louis… – Susurré y mi mirada cambio al ver sus pertenencias. La desolación era ahora esperanza. No me importo nada más al ver como algo que no creía posible se encontraba ahora frente a mis ojos – No te quedes ahí – Dije dándole la bienvenida y luego murmuré- Déjame pedir que suban todo a una de las habitaciones. ¿De acuerdo? – Agregué como si esa pregunta fuera su última oportunidad para cambiar de parecer.
Bajé al comedor y obligué a todos a retirarse. Esa noche deseaba estar solo. Estaba cansado de fingir y tener que adaptarme para no levantar sospechas. Únicamente los contraté porque es seguro mantener algunos humanos vigilando mis dominios durante el día.
Esa noche me quedé en casa, dejé que la sed se asentará en mi garganta. En reposo, hasta que el deseo se convierta en necesidad. En el salón las luces de las velas jugaban con su entorno creando un ambiente misterioso, casi único, mientras que el olor a cera se extendía por toda la estancia. La leña en la chimenea crujió y lentamente me acerqué para atizar el fuego. Llevaba tan sólo una camisa blanca de chorreras mal cerrada, un pantalón negro de satén y botas largas. Mis cabellos dorados rozaban mis mejillas, caían por mi frente y sobre mis hombros. Yo en silencio, observé las flamas. Estando ahí recordé a Louis y aquel último reencuentro a las afueras de París. Recuerdo su boca apretada, tan sólo mascullando unas cuantas ofensas que no se atrevía lanzarme directamente. Esa noche parecía uno de esos jóvenes elegantes perdidos en mitad de una ciudad extraña, aun así su agraciada figura encajaba perfectamente con el lugar.
Me alejé de la chimenea y avancé hacía el pianoforte situado en la esquina junto a una ventana por donde la etérea luz de Luna reposa apenas sobre las teclas. Las palpé y al ver los anillos de esmeralda en mis dedos nuevamente pensé en él. El color verde oscuro era muy similar al de sus ojos. Esos ojos que buscaban desesperadamente en mí el odio que él creía merecer como un castigo de su antiguo compañero y mentor. Reconozco que le doy miedo, que provoco pavor en su vida ordenada. Después de todo soy el déspota, una hecatombe en persona.
Lo sé, yo soy terrible, pero Louis también.
Su dulce sonrisa y tiernas esmeraldas desaparecieron con ella, nuestra querida hija, Claudia. – ¡Maldición! – Proteste con un golpe seco de mi puño contra las teclas del piano. Jamás podré olvidar esos sesenta y cinco años juntos. Extraño las discusiones por nimiedades. Extraño a ese ser que ama la soledad y a la vez le espanta. Quería verlo sentado frente a mí leyendo a Goethe mientras me miraba de soslayo y suspiraba. Pero no, había pasado más de una o dos semanas y todos habían desaparecido nuevamente. La propuesta que con vehemencia hice a Louis guardaba una alta probabilidad de jamás ser aceptada. Durante días me pregunté ¿Cómo podía apartar de su cabeza la preocupación? ¿Cómo negar la mía?
Escuché los vacilantes pasos de una mujer a mi espalda. Me giré y con la mirada perdida la contemplé. Ante sus ojos pude parecer un hombre frío y con algunas copas de vino en la sangre debido a mi reacia apariencia. Finalmente con voz tímida anunció la llegada de un carruaje. Por un momento pensé en Dario, pero según tengo entendido jamás acordamos una visita a domicilio. Ellos pensaron que esa noche esperaba a alguien, pero la interrogante se reflejó en mi rostro e inmediatamente pronunció un nombre que ha estado por días dando vuelta en mi cabeza.
Sonreí con carisma cuando caminé junto a ella y le ordené que se marchará, indicándole que yo me haría cargo de todo. La mujer obedeció.
Avancé por el pasillo hacía la entrada principal. Hubo un sonido y al abrir las puertas lo vi. Ahí estaba. Con ese cabello suelto, negro y ondulado. Con esos ojos tristes y labios seductores que provocan cierto deseo en mí. – Louis… – Susurré y mi mirada cambio al ver sus pertenencias. La desolación era ahora esperanza. No me importo nada más al ver como algo que no creía posible se encontraba ahora frente a mis ojos – No te quedes ahí – Dije dándole la bienvenida y luego murmuré- Déjame pedir que suban todo a una de las habitaciones. ¿De acuerdo? – Agregué como si esa pregunta fuera su última oportunidad para cambiar de parecer.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 1128
Fecha de inscripción : 09/01/2011
Edad : 264
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Negación Proscripta +Privado+
Fue como si el tiempo se detuviera, como si no existiera allí. Mis dedos pesaron cual plomo tan pronto acabé de tocar a la puerta de madera con los nudillos. Los golpes repercutieron en el interior de la estancia como las campanadas de un toque de queda. Había una aldaba de fierro colgando del centro de la puerta, pero no la toqué; la forma de cabeza de león que tenía me pareció elegante pero irónica también. El dorso de mi mano se quedó anclado allí, rozando la madera, sin producir ni un solo sonido más; como mi cuerpo, estaba inmóvil. Sabía que se encontraba allí y quizás era eso lo que más me aterraba. Pero, ¿Qué esperanza hubiera podido albergar de no encontrarlo en su casa, a esta hora? De manera inconsciente me encaminé hacía aquí justo en un punto de la noche en el que era seguro de que lo encontraría muy a pesar de mi perentorio deseo por no verlo.
Escuché pasos moviéndose en mi dirección desde el interior de la casona. No eran los pasos que yo conocía, sino los de un ser desconocido, de un humano. Sentí una corriente nueva de tensión recorrer mi columna vertebral, sorprendido por el hecho de ser recibido de esta forma. Pero fue algo tan momentáneo como sorpresivo y se desvaneció mientras los pasos tomaban más fuerza y se volvían grotescamente ruidosos a mis oídos. Aquel pequeño desvarío de mi mente tuvo su nacimiento en el entendimiento mismo de lo que ocurría. Era la primera vez que yo vivía apartado de Lestat, después de casi setenta años y un largo año posterior en que vagué a solas por París sin encontrar un rumbo, algún tipo de dirección. La desesperación, hallarme sin salida, me había llevado a marcharme y ahora, en tan poco tiempo después, cobardemente, volvía al único sitio que me quedaba, que me ofrecía un espacio dónde respirar.
La mujer abrió la puerta y, claro, me miró. No sé lo que vio, nunca he podido asegurar que es lo que un humano ve cuando sus ojos se posan en mí, pero sé que titubeo un poco y preguntó, puede que forzadamente, quien era yo. Fue la cortesía lo que le impidió cuestionarme sobre mi motivo para venir a semejante hora de la noche. Por supuesto, estaba yo siendo de lo más grosero.
— Soy conocido de tu señor, mi nombre es Louis De Pointe Du Lac. Él me está esperando. Avísale de mi llegada. — Ordené en voz baja pero clara. Me sentía inseguro. ¿Aún me esperaba? ¿Era así? Su invitación había llegado hacía más de quince días, en aquel encuentro que tuvimos en las afueras de la ciudad que no fue más que un arrebato lleno de emociones por parte de ambos, un choque de ideas y enfados. Algo ya común entre nosotros. Yo le había escuchado, sinceramente, pero poco después había sido presa de una criatura que se convirtió en el monstruo que se tejía en mis pesadillas más profundas. Aquel espectro me hirió físicamente y acabó destruyendo mi voluntad. Las marcas de lo que me hizo aún permanecen conmigo, como veneno que corroe la carne y no la deja sanar; están en mi piel y en mi psique.
Veo dudar a la sirvienta, examinarme y mirar también las cosas que traigo conmigo, incluyendo mi ataúd que esta disfrazado como un arcón fino de madera labrada lleno de cosas. Finalmente, asiente y se marcha al interior de la casa tras una ligera reverencia. La puerta se cerró nuevamente y yo permanecí fuera, esperando. Y la espera rodeada de silencio hizo recaer sobre mí una sensación de amenaza. Me giré, lentamente, observando el campo que formaba parte del terreno de la mansión. Me sentí observado y eso me paralizó. Había vuelto, el miedo del que creía haber escapado. Agotado, miré a mí alrededor pero pronto percibí los nuevos pasos que, intrínsecamente familiares, se acercaron hasta detenerse del otro lado y abrir la puerta. Lestat no representaba la figura elegante y atractiva que se podía ver en algún salón de alta alcurnia, mezclándose correctamente, pero era el mismo que yo había visto en el último paseo, era el mismo a quien había abandonado. Estaba apabullado por su presencia. Totalmente. Y también aliviado. El sudor frío pareció detenerse.
— Lestat… — Saludé, y su nombre sonó como la primera vez, como cuando sólo lo pronunciaba sin llamarle, para mi propio beneplácito. Las silabas murmuradas según mi propio deseo. Lo observo, silencioso, preventivo. Sé que la fatiga se me ve en el rostro, en los ojos, en la forma en como estoy de pie. No me importa. Doy un vistazo a mis cosas y por fin, algo se asienta dentro de mí cuando escucho esas breves palabras. Sí. — De acuerdo. — No voy a irme ahora. Recorrer el camino de vuelta me parece inaudito, imposible. Por el contrario, avanzo un paso hacía la puerta. Sonaba maravilloso el no tener que cargar mis posesiones a donde sea que las lleven.
Escuché pasos moviéndose en mi dirección desde el interior de la casona. No eran los pasos que yo conocía, sino los de un ser desconocido, de un humano. Sentí una corriente nueva de tensión recorrer mi columna vertebral, sorprendido por el hecho de ser recibido de esta forma. Pero fue algo tan momentáneo como sorpresivo y se desvaneció mientras los pasos tomaban más fuerza y se volvían grotescamente ruidosos a mis oídos. Aquel pequeño desvarío de mi mente tuvo su nacimiento en el entendimiento mismo de lo que ocurría. Era la primera vez que yo vivía apartado de Lestat, después de casi setenta años y un largo año posterior en que vagué a solas por París sin encontrar un rumbo, algún tipo de dirección. La desesperación, hallarme sin salida, me había llevado a marcharme y ahora, en tan poco tiempo después, cobardemente, volvía al único sitio que me quedaba, que me ofrecía un espacio dónde respirar.
La mujer abrió la puerta y, claro, me miró. No sé lo que vio, nunca he podido asegurar que es lo que un humano ve cuando sus ojos se posan en mí, pero sé que titubeo un poco y preguntó, puede que forzadamente, quien era yo. Fue la cortesía lo que le impidió cuestionarme sobre mi motivo para venir a semejante hora de la noche. Por supuesto, estaba yo siendo de lo más grosero.
— Soy conocido de tu señor, mi nombre es Louis De Pointe Du Lac. Él me está esperando. Avísale de mi llegada. — Ordené en voz baja pero clara. Me sentía inseguro. ¿Aún me esperaba? ¿Era así? Su invitación había llegado hacía más de quince días, en aquel encuentro que tuvimos en las afueras de la ciudad que no fue más que un arrebato lleno de emociones por parte de ambos, un choque de ideas y enfados. Algo ya común entre nosotros. Yo le había escuchado, sinceramente, pero poco después había sido presa de una criatura que se convirtió en el monstruo que se tejía en mis pesadillas más profundas. Aquel espectro me hirió físicamente y acabó destruyendo mi voluntad. Las marcas de lo que me hizo aún permanecen conmigo, como veneno que corroe la carne y no la deja sanar; están en mi piel y en mi psique.
Veo dudar a la sirvienta, examinarme y mirar también las cosas que traigo conmigo, incluyendo mi ataúd que esta disfrazado como un arcón fino de madera labrada lleno de cosas. Finalmente, asiente y se marcha al interior de la casa tras una ligera reverencia. La puerta se cerró nuevamente y yo permanecí fuera, esperando. Y la espera rodeada de silencio hizo recaer sobre mí una sensación de amenaza. Me giré, lentamente, observando el campo que formaba parte del terreno de la mansión. Me sentí observado y eso me paralizó. Había vuelto, el miedo del que creía haber escapado. Agotado, miré a mí alrededor pero pronto percibí los nuevos pasos que, intrínsecamente familiares, se acercaron hasta detenerse del otro lado y abrir la puerta. Lestat no representaba la figura elegante y atractiva que se podía ver en algún salón de alta alcurnia, mezclándose correctamente, pero era el mismo que yo había visto en el último paseo, era el mismo a quien había abandonado. Estaba apabullado por su presencia. Totalmente. Y también aliviado. El sudor frío pareció detenerse.
— Lestat… — Saludé, y su nombre sonó como la primera vez, como cuando sólo lo pronunciaba sin llamarle, para mi propio beneplácito. Las silabas murmuradas según mi propio deseo. Lo observo, silencioso, preventivo. Sé que la fatiga se me ve en el rostro, en los ojos, en la forma en como estoy de pie. No me importa. Doy un vistazo a mis cosas y por fin, algo se asienta dentro de mí cuando escucho esas breves palabras. Sí. — De acuerdo. — No voy a irme ahora. Recorrer el camino de vuelta me parece inaudito, imposible. Por el contrario, avanzo un paso hacía la puerta. Sonaba maravilloso el no tener que cargar mis posesiones a donde sea que las lleven.
Louis De Pointe Du Lac- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 141
Fecha de inscripción : 13/05/2014
Localización : No hay lugar a donde ir
Re: Negación Proscripta +Privado+
Cerré automaticamente la puerta detrás de él y con aquel elegante y felino andar comencé a avanzar por el pasillo. En el salón el fuego crepitaba en la chimenea mientras afuera el viento acaricia las paredes de la mansión. Ordené que sus maletas fueran llevadas a la alcoba ubicada en el mismo piso que se encuentra mi habitación, y una vez solos, pude volver a contemplarlo. Creo que lo miré por más de tres minutos sin poder hablar. Quería hacerlo, pero no pude. Hubiera preferido que fuese él quien rompiera el hielo y pronunciará alguna palabra, pero ya no pude tolerar más el silencio. — Louis — Su nombre es un suspiro en mis labios que quebraba todas mis emociones. Estaba a punto de precipitarme hacia él, quería probar sus tibios labios y estrecharlo entre mis brazos. Deseaba tanto, pero era tan poco lo que podía hacer que comenzaba a sentirme confundido — ¿En qué piensas, Louis? — pregunté finalmente a sabiendas que no diría nada, fuese bueno o malo, a menos que yo hablará primero. Sin embargo, al ver directamente aquellos brillantes ojos verdes, puedo saber que aún nos cuesta entender las circunstancias en las que nos vemos expuestos, sé que el resentimiento y dolor que marca nuestros corazones nos lo impide. Pero Louis debe saber que nuestras vidas siguen igual.
Esa noche, yo estaba agitado, como seguramente mi descuidada apariencia lo hacia notar. Y es que a veces, cuando me pierdo, el tiempo solo pasa y nada más. Me pregunté si realmente quería seguir adelante con aquello, después de todo, creo que tenemos cierto limite de errores frente a quienes amamos.
En la estancia hacia el mismo frio de siempre, así que tomé asiento cerca de la chimenea y con gesto gentil le invité hacer lo mismo. Habíamos discutido la última vez que estuvimos juntos, hace semanas, quizas meses atrás, y ahora estaba aquí. Jamás pensé que sólo aparecería con sus maletas frente a las puertas de mi mansión. Y mientras lo contempló fijamente, dejo a mi cuerpo aspirar el calor y llenarse de el. La sensación era dificil de comprender, pero el calor era delicioso. Parecía fundir el frio que como costra de hielo se adhería a mi piel. — ¿Qué haces aquí? — Pregunté y sentí como un mechón de cabello cubría parte de mi rostro. Nunca pensé que llegaría tan lejos, no creí que después de lo ocurrido con Claudia él lo intentaría.
Me deja tranquilo tener a Louis a mi lado. Puedo cuidar de él mientras permanezca aquí, lo necesito, porque sin Louis dejaré de luchar. Hago estupideces y muchas locuras porque deseo hacer grandes cosas para que él vea lo poderoso que soy, que no tengo remedio y que jamás dejaré de superarme. Nunca confesaré que cuando no esta lo busco en mi memoria y con todo, esta nos juega malas pasadas. Quizás lo idealizo, pero siempre siento un maravilloso placer al verlo. La oscuridad, las sombras se apartan de mi durante ese precioso momento.
Me avergonzó sentir aquello, pero no lo solté, no lo dejé ir.
Esa noche, yo estaba agitado, como seguramente mi descuidada apariencia lo hacia notar. Y es que a veces, cuando me pierdo, el tiempo solo pasa y nada más. Me pregunté si realmente quería seguir adelante con aquello, después de todo, creo que tenemos cierto limite de errores frente a quienes amamos.
En la estancia hacia el mismo frio de siempre, así que tomé asiento cerca de la chimenea y con gesto gentil le invité hacer lo mismo. Habíamos discutido la última vez que estuvimos juntos, hace semanas, quizas meses atrás, y ahora estaba aquí. Jamás pensé que sólo aparecería con sus maletas frente a las puertas de mi mansión. Y mientras lo contempló fijamente, dejo a mi cuerpo aspirar el calor y llenarse de el. La sensación era dificil de comprender, pero el calor era delicioso. Parecía fundir el frio que como costra de hielo se adhería a mi piel. — ¿Qué haces aquí? — Pregunté y sentí como un mechón de cabello cubría parte de mi rostro. Nunca pensé que llegaría tan lejos, no creí que después de lo ocurrido con Claudia él lo intentaría.
Me deja tranquilo tener a Louis a mi lado. Puedo cuidar de él mientras permanezca aquí, lo necesito, porque sin Louis dejaré de luchar. Hago estupideces y muchas locuras porque deseo hacer grandes cosas para que él vea lo poderoso que soy, que no tengo remedio y que jamás dejaré de superarme. Nunca confesaré que cuando no esta lo busco en mi memoria y con todo, esta nos juega malas pasadas. Quizás lo idealizo, pero siempre siento un maravilloso placer al verlo. La oscuridad, las sombras se apartan de mi durante ese precioso momento.
Me avergonzó sentir aquello, pero no lo solté, no lo dejé ir.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 1128
Fecha de inscripción : 09/01/2011
Edad : 264
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Negación Proscripta +Privado+
El campo, aquella extensión de color verde; bellos y bien trabajados jardines que es lo que eran en realidad, habían sido llamados campo por mi rápido y corto juicio, que pasó de dejar su interés puesto en el terreno, como si no existiera. Con qué facilidad había yo denegado la belleza y simetría que aquel campo tenía. Lestat había rescatado la opulencia de siglos pasados, gastando una fortuna en algo que nunca podrá ver a la luz del día. Eran como los de Versalles, pero pequeños, como si hubiera tomado lo más exquisito y lo hubiera apostado al frente de la casa en una arquitectura por demás exquisita. La fuente susurraba en medio de la oscuridad; un bisbiseo constante y perenne, como las conversaciones que se tienen de madrugada.
Desorientado por un instante, observé la mano pálida de Lestat estirarse a la empuñadura, dejando en claro que la decisión había sido tomada por mí mismo y era hora de asegurar y sellar esa parte. La puerta empalmó con un ligero chasquido, el sonido acabó y entonces me giré y seguí a Lestat por el pasillo, mirando a todas partes menos hacía él. A donde yo veía, la exuberancia era cegadora y dejé que me atrapara sutilmente, aturdiéndome en el mapa de dorados y barroco que había por todo el sitio. El dorado brilló por si solo, ignorando las luces fútiles de las velas, y la penetrante oscuridad del exterior.
La orden de mi creador respecto a mis cosas logró que dejara de fijarme en ellas. Estaba preocupado, sin un motivo aparente, por lo que pudieran vero pensar sobre lo que traía conmigo, pero aquel miedo era infundado; no había manera posible de que pudieran abrir mi ataúd disfrazado de arcón, pero los horrores que yacían dentro seguían manteniendo el miedo latente detrás de mis sienes. El pasillo daba a una sala que continuaba manteniendo la opulencia que había percibido desde los jardines. La chimenea cuidaba de un caluroso fuego que hacía tronar los maderos que, bajo el hogar, se consumían lentamente.
El silencio no me molestó; era el preámbulo de algo que inevitablemente y desde que había decidido aceptar su invitación, iba a suceder. Aproveché esos momento y lo contemplé de vuelta; vanagloriándome en cada mirada que podía dedicarle de vez en cuando. La estabilidad de su imagen me dio un instante de extraña y fútil paz. Su voz llamó mi atención más allá del decorado que seguía abrumándome.
Su pregunta no era literal, por qué, ¿Cuándo había yo respondido de manera clara y concisa a algo que permitiría esclarecer un poco de lo que yo era? Nunca y si lo había hecho, había ido lo suficientemente mentiroso como para que no me importara más tarde. Pero, ¿acaso no había venido yo a darme, darnos, una segunda oportunidad? Pensé en lo que podría decirle, hasta donde podría llegar, en que tanto quería que supiera.
—Has hecho de este lugar algo digno de admirarse. —No fue sarcasmo, tanto lujo me hacía sentir casi intimidado. Mi pequeña guarida, de la que me había despedido hacía pocas horas, era un basurero comparado con lo grandioso de este sitio. En mi mente se atravesó la palabra “cloaca”, como la sombra de la simplicidad en la que vivía, pero pronto la dejé de lado, sin exteriorizarla de ninguna manera. —Estoy impresionado. —Caminé unos pasos hacía la chimenea, reconfortándome con el calor que despedía. El frío terminaba lacerándonos, poco a poco, a veces sin darnos cuenta. —Finalmente logré llegar hasta aquí hoy, ¿Sabes de lo que hablo? —Susurré con cierta sutileza, imaginando que no lo sabría, pero que tampoco aquello era importante; hablaba más para mí mismo en este momento.
Me senté como me pidió, frente a él, teniendo a un costado de mi cuerpo el calor anhelado de la chimenea. Lo miré finalmente entre la seriedad y el desasosiego, había mucho que quería decirle, pero me detuve a ver sus ropas desaliñadas y descuidadas. Más que relajarme, me dio la impresión de que había llegado en un penoso momento.
—Me pregunto… —Musité, siguiendo alguno que otro mechón de su cabello, que se desencadeno libre, bajando hasta sus hombros. Podía percibir la suavidad que tendrían sin necesidad de tocarlo. Francamente, su pregunta había sido poco más que injusta, empero, yo estaba poniéndome bajo su cuidado una vez más y eso exigía algo de mí que antes no quise dar. Ahora era plenamente consciente de lo que hacía, cosa que me aterraba un poco. —Una parte de mí deseaba regresar a esto, a ti. A nosotros… —Susurré, y el sonido de mi voz se vio acompañado con el crepitar del fuego y una sensación extraña, muy parecida al alivio.
Desorientado por un instante, observé la mano pálida de Lestat estirarse a la empuñadura, dejando en claro que la decisión había sido tomada por mí mismo y era hora de asegurar y sellar esa parte. La puerta empalmó con un ligero chasquido, el sonido acabó y entonces me giré y seguí a Lestat por el pasillo, mirando a todas partes menos hacía él. A donde yo veía, la exuberancia era cegadora y dejé que me atrapara sutilmente, aturdiéndome en el mapa de dorados y barroco que había por todo el sitio. El dorado brilló por si solo, ignorando las luces fútiles de las velas, y la penetrante oscuridad del exterior.
La orden de mi creador respecto a mis cosas logró que dejara de fijarme en ellas. Estaba preocupado, sin un motivo aparente, por lo que pudieran vero pensar sobre lo que traía conmigo, pero aquel miedo era infundado; no había manera posible de que pudieran abrir mi ataúd disfrazado de arcón, pero los horrores que yacían dentro seguían manteniendo el miedo latente detrás de mis sienes. El pasillo daba a una sala que continuaba manteniendo la opulencia que había percibido desde los jardines. La chimenea cuidaba de un caluroso fuego que hacía tronar los maderos que, bajo el hogar, se consumían lentamente.
El silencio no me molestó; era el preámbulo de algo que inevitablemente y desde que había decidido aceptar su invitación, iba a suceder. Aproveché esos momento y lo contemplé de vuelta; vanagloriándome en cada mirada que podía dedicarle de vez en cuando. La estabilidad de su imagen me dio un instante de extraña y fútil paz. Su voz llamó mi atención más allá del decorado que seguía abrumándome.
Su pregunta no era literal, por qué, ¿Cuándo había yo respondido de manera clara y concisa a algo que permitiría esclarecer un poco de lo que yo era? Nunca y si lo había hecho, había ido lo suficientemente mentiroso como para que no me importara más tarde. Pero, ¿acaso no había venido yo a darme, darnos, una segunda oportunidad? Pensé en lo que podría decirle, hasta donde podría llegar, en que tanto quería que supiera.
—Has hecho de este lugar algo digno de admirarse. —No fue sarcasmo, tanto lujo me hacía sentir casi intimidado. Mi pequeña guarida, de la que me había despedido hacía pocas horas, era un basurero comparado con lo grandioso de este sitio. En mi mente se atravesó la palabra “cloaca”, como la sombra de la simplicidad en la que vivía, pero pronto la dejé de lado, sin exteriorizarla de ninguna manera. —Estoy impresionado. —Caminé unos pasos hacía la chimenea, reconfortándome con el calor que despedía. El frío terminaba lacerándonos, poco a poco, a veces sin darnos cuenta. —Finalmente logré llegar hasta aquí hoy, ¿Sabes de lo que hablo? —Susurré con cierta sutileza, imaginando que no lo sabría, pero que tampoco aquello era importante; hablaba más para mí mismo en este momento.
Me senté como me pidió, frente a él, teniendo a un costado de mi cuerpo el calor anhelado de la chimenea. Lo miré finalmente entre la seriedad y el desasosiego, había mucho que quería decirle, pero me detuve a ver sus ropas desaliñadas y descuidadas. Más que relajarme, me dio la impresión de que había llegado en un penoso momento.
—Me pregunto… —Musité, siguiendo alguno que otro mechón de su cabello, que se desencadeno libre, bajando hasta sus hombros. Podía percibir la suavidad que tendrían sin necesidad de tocarlo. Francamente, su pregunta había sido poco más que injusta, empero, yo estaba poniéndome bajo su cuidado una vez más y eso exigía algo de mí que antes no quise dar. Ahora era plenamente consciente de lo que hacía, cosa que me aterraba un poco. —Una parte de mí deseaba regresar a esto, a ti. A nosotros… —Susurré, y el sonido de mi voz se vio acompañado con el crepitar del fuego y una sensación extraña, muy parecida al alivio.
Louis De Pointe Du Lac- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 141
Fecha de inscripción : 13/05/2014
Localización : No hay lugar a donde ir
Re: Negación Proscripta +Privado+
Realmente estamos intentando recobrar aquello que dejamos pendiente en nuestro lejano pasado, pero dada las circunstancias actualmente bien podría estar alucinando. Durante esas noches desoladas que transitaba Paris, sólo su voz, sólo sus palabras hacían eco en mi mente. Es el único inmortal al que vería con frecuencia o por última vez si decidiera ocultarme de los otros por un interminable periodo de tiempo. Ahora que lo pienso, nunca fui capaz de separarme de él sin importar cuantas veces amenacé con dejarle solo y abandonarlo a su suerte. Desde nuestro reencuentro he meditado sobre esto y tal vez nos estamos precipitando. Quizás enmendar nuestros errores sea más arduo para ambos de lo que imaginé. Ambicionaba creer que no y equivocarme.
Atesoramos el silencio entre ambos por un largo rato, se que recapitulamos aquellos buenos y malos momentos juntos en Nueva Orleans, del amor por esa nuestra hija, y de como quiso vengarse del peor — según su juicio — de sus padres. Por supuesto, no tuvo dificultad en convencer a Louis de no interferir.
Me cruce de brazos en un necio gesto por mantener más tiempo mi cuerpo caliente mientras viajo con la mirada de Louis al gran cuadro que colgaba sobre la chimenea. Estaba moviendo mis piernas sutilmente como si mis pies acariciaran la fina alfombra roja bajo mis botas mientras que las llamas del fuego parecen menearse seductoramente entre los trozos de madera y sobre ella, — Es como me gusta, lo que quería. — Declaré en respuesta a su interpretación sobre la mansión y las habitaciones colmadas de adornos y lujos de la época. — Y aún no haz visto el carruaje y la yunta de caballos en los establos contiguos. — La comisura derecha de mis labios se alza leve dibujando una media sonrisa en mi rostro antes de contemplar su expresión. — Es un lugar fantástico para caminar de noche.
Cuando Louis vuelve a pronunciarse, le oculté mi sorpresa y escuché con atención. ¿Me decía la verdad? Sin duda, el "Padre de las mentiras" he sido yo. Siempre fui consciente de eso. Y sin saber porque, me aferré al sillón y moví sobre este. Pese a que estaba cansado, incluso cuando salí a recorrer los alrededores a caballo como un humano, apoyo bien la espalda en el respaldo del sillón y los codos en los brazos del asiento. Por motivos que no podía precisar, me quedé sin palabras cuando Louis termina de responder a mis preguntas, nuevamente me permití dudar de lo que escuchaba pues aquello era insólitamente brillante, esplendoroso y placentero. Entonces permanecí un prolongado instante mirándole como si estuviera por reaccionar con enojo, decir por ejemplo "No me atormentes", pero no abrí la boca. Continué sentado, muy quieto, con la mirada perdida en aquellas dos atrayentes esmeraldas que eran sus ojos los cuales brillaban iluminados por los tonos rojizos del fuego. — Perdón. — Le pedí en un susurro. No entendí exactamente porque. Con eso y todo, noto mi voz vacilante pues luchaba por mantener una fachada imperturbable y distinguida. — Nunca esperé oír esto de ti. — Reconocí finalmente. No sabía que más decir ni que hacer. Louis comenzaba a ponerme nervioso sin siquiera pretenderlo.
Hice un pequeño ademán de aceptación y volví a recostarme contra el respaldo del asiento. Los trozos de leña y troncos ardiendo en aquella enorme chimenea que dan alivio al frio vuelven a ser objeto de mi atención. Podía sentir la lumbre metiéndose por mi piel erizándome el vello. Y sintiendo el fuerte calor de aquel fuego, levanto mi mano derecha con gesto lánguido, pasando los dedos por mi cabello dorado, suelto. — Bienvenido a casa, Louis.
Atesoramos el silencio entre ambos por un largo rato, se que recapitulamos aquellos buenos y malos momentos juntos en Nueva Orleans, del amor por esa nuestra hija, y de como quiso vengarse del peor — según su juicio — de sus padres. Por supuesto, no tuvo dificultad en convencer a Louis de no interferir.
Me cruce de brazos en un necio gesto por mantener más tiempo mi cuerpo caliente mientras viajo con la mirada de Louis al gran cuadro que colgaba sobre la chimenea. Estaba moviendo mis piernas sutilmente como si mis pies acariciaran la fina alfombra roja bajo mis botas mientras que las llamas del fuego parecen menearse seductoramente entre los trozos de madera y sobre ella, — Es como me gusta, lo que quería. — Declaré en respuesta a su interpretación sobre la mansión y las habitaciones colmadas de adornos y lujos de la época. — Y aún no haz visto el carruaje y la yunta de caballos en los establos contiguos. — La comisura derecha de mis labios se alza leve dibujando una media sonrisa en mi rostro antes de contemplar su expresión. — Es un lugar fantástico para caminar de noche.
Cuando Louis vuelve a pronunciarse, le oculté mi sorpresa y escuché con atención. ¿Me decía la verdad? Sin duda, el "Padre de las mentiras" he sido yo. Siempre fui consciente de eso. Y sin saber porque, me aferré al sillón y moví sobre este. Pese a que estaba cansado, incluso cuando salí a recorrer los alrededores a caballo como un humano, apoyo bien la espalda en el respaldo del sillón y los codos en los brazos del asiento. Por motivos que no podía precisar, me quedé sin palabras cuando Louis termina de responder a mis preguntas, nuevamente me permití dudar de lo que escuchaba pues aquello era insólitamente brillante, esplendoroso y placentero. Entonces permanecí un prolongado instante mirándole como si estuviera por reaccionar con enojo, decir por ejemplo "No me atormentes", pero no abrí la boca. Continué sentado, muy quieto, con la mirada perdida en aquellas dos atrayentes esmeraldas que eran sus ojos los cuales brillaban iluminados por los tonos rojizos del fuego. — Perdón. — Le pedí en un susurro. No entendí exactamente porque. Con eso y todo, noto mi voz vacilante pues luchaba por mantener una fachada imperturbable y distinguida. — Nunca esperé oír esto de ti. — Reconocí finalmente. No sabía que más decir ni que hacer. Louis comenzaba a ponerme nervioso sin siquiera pretenderlo.
Hice un pequeño ademán de aceptación y volví a recostarme contra el respaldo del asiento. Los trozos de leña y troncos ardiendo en aquella enorme chimenea que dan alivio al frio vuelven a ser objeto de mi atención. Podía sentir la lumbre metiéndose por mi piel erizándome el vello. Y sintiendo el fuerte calor de aquel fuego, levanto mi mano derecha con gesto lánguido, pasando los dedos por mi cabello dorado, suelto. — Bienvenido a casa, Louis.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 1128
Fecha de inscripción : 09/01/2011
Edad : 264
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Negación Proscripta +Privado+
Al momento de marcharme de lo que había sido mi pequeño escondite hasta ahora, decidí rescatar todos los libros que tenía en mi pequeño librero, optando por la decisión de dejar otras cosas detrás por cuestión de espacio, como el mueble que, apoyado contra la pared en una esquina, los había guardado por más de un año y medio. Ese librero estaba allí cuando llegué, nunca se movió de su sitio, y cuando me marché aquella tarde, lo dejé allí. Envolví los libros cuidadosamente en pergamino y acabaron reposando en el fondo de mi ataúd, donde seguirían hasta más tarde esa madrugada, en la que sería necesario vaciar el contenido para ocupar yo su lugar.
Más allá del apego sentimental, no había un motivo más consistente del por qué me había asegurado de no olvidar ninguno de ellos. Puede que contuvieran más de mí dentro de esas páginas, de lo que en realidad existía dentro de mí mismo. Diversas líneas dentro de estos, me habían acompañado durante años, de manera pesarosa, rabiosa o consoladora. Entre las llamas del fuego de la chimenea, recordé pasajes que alguna vez leí para ambos, traídos a mi memoria gracias a los hilos dorados que corrían por las mejillas de Lestat. Sus movimientos son una contraparte de mi pasiva inamovilidad, que más allá del paseo de mis ojos del fuego a su cabello, no deseaba realizar ninguna otra acción. Lentamente, el cansancio y la presión que había estado sintiendo antes de llegar aquí se había ido pasando como las hojas de una novela muy difícil de leer. La roca pesada que debí de empujar constantemente para llegar aquí, el peso extra en la espalda por las circunstancias y el devenir de los sucesos ocurrentes, todo fue desapareciendo cuando crucé la puerta.
Despertando de una especia de letargo, lo escuché responderme después de unos minutos, ¿cómo no iba a hacerlo? Con semejante oportunidad que le otorgué.
—Supongo que, eventualmente, lo veré todo. —Volví entonces a apartar la vista de él y la fijé en las llamas, curioseando en los alrededores hasta toparme con aquel cuadro al que no presté significativa atención. No me fue pesaroso descubrir que en realidad lo deseaba; ya fuera dar esos paseos nocturnos de los que hablaba o simplemente estar aquí sentados, dentro de una misma habitación, sin una riña de por medio, como ahora. Sin embargo, el silencio que siguió acabó por desconcertarme un tanto, pero poco después, recordando lo que yo había dicho, tomo cierto sentido dentro de mí mismo. Escuchar esa disculpa, una por la que yo mismo hubiera dado tanto hacía tiempo, no significó gran cosa en ese momento. Comprendí que no era tan reveladora como podría esperar, y a la vez, que no esperaba que lo fuera. Eso era cosa del pasado, tan poco intransigente como el que ahora mismo decidiéramos hablar sobre el posible clima para mañana. —Lo comprendo, tampoco era algo que esperara decir. —Una vez más, capté el brillo rojizo del fuego en los rizos rubios y satinados de sus cabellos y el movimiento que se reflejaba en su rostro cuando se acomodaba en su asiento.
Si fuera capaz de responder a su pregunta de una manera sincera, sin banales argumentos ni la posibilidad de esconderme, la respuesta sería la misma que me he dado a mí mismo por un tiempo ya: una oportunidad. Para mí y para él también. Ese es mi único deseo, el motivo por el que ahora esté aquí, frente a él. Pero creo que él lo sabe, como ha sabido de muchas otras cosas que siguen en blanco para mí.
Más allá de haber llegado hasta aquí, aquella sombra de insatisfacción seguía sobre mí. Yo no esperaba nada de la vida, o de lo que me rodeaba, prefería ser una sombra más, que erraba; con aquello en mente, me incliné levemente hacía adelante, apoyando el codo izquierdo en el reposabrazos y desde lo más hondo de mí mismo, dije:
—Gracias… Lestat. —Musité con voz grave, atormentada; esto era lo único que yo necesitaba. Ahora no tenía otro sitio al cual volver.
Más allá del apego sentimental, no había un motivo más consistente del por qué me había asegurado de no olvidar ninguno de ellos. Puede que contuvieran más de mí dentro de esas páginas, de lo que en realidad existía dentro de mí mismo. Diversas líneas dentro de estos, me habían acompañado durante años, de manera pesarosa, rabiosa o consoladora. Entre las llamas del fuego de la chimenea, recordé pasajes que alguna vez leí para ambos, traídos a mi memoria gracias a los hilos dorados que corrían por las mejillas de Lestat. Sus movimientos son una contraparte de mi pasiva inamovilidad, que más allá del paseo de mis ojos del fuego a su cabello, no deseaba realizar ninguna otra acción. Lentamente, el cansancio y la presión que había estado sintiendo antes de llegar aquí se había ido pasando como las hojas de una novela muy difícil de leer. La roca pesada que debí de empujar constantemente para llegar aquí, el peso extra en la espalda por las circunstancias y el devenir de los sucesos ocurrentes, todo fue desapareciendo cuando crucé la puerta.
Despertando de una especia de letargo, lo escuché responderme después de unos minutos, ¿cómo no iba a hacerlo? Con semejante oportunidad que le otorgué.
—Supongo que, eventualmente, lo veré todo. —Volví entonces a apartar la vista de él y la fijé en las llamas, curioseando en los alrededores hasta toparme con aquel cuadro al que no presté significativa atención. No me fue pesaroso descubrir que en realidad lo deseaba; ya fuera dar esos paseos nocturnos de los que hablaba o simplemente estar aquí sentados, dentro de una misma habitación, sin una riña de por medio, como ahora. Sin embargo, el silencio que siguió acabó por desconcertarme un tanto, pero poco después, recordando lo que yo había dicho, tomo cierto sentido dentro de mí mismo. Escuchar esa disculpa, una por la que yo mismo hubiera dado tanto hacía tiempo, no significó gran cosa en ese momento. Comprendí que no era tan reveladora como podría esperar, y a la vez, que no esperaba que lo fuera. Eso era cosa del pasado, tan poco intransigente como el que ahora mismo decidiéramos hablar sobre el posible clima para mañana. —Lo comprendo, tampoco era algo que esperara decir. —Una vez más, capté el brillo rojizo del fuego en los rizos rubios y satinados de sus cabellos y el movimiento que se reflejaba en su rostro cuando se acomodaba en su asiento.
Si fuera capaz de responder a su pregunta de una manera sincera, sin banales argumentos ni la posibilidad de esconderme, la respuesta sería la misma que me he dado a mí mismo por un tiempo ya: una oportunidad. Para mí y para él también. Ese es mi único deseo, el motivo por el que ahora esté aquí, frente a él. Pero creo que él lo sabe, como ha sabido de muchas otras cosas que siguen en blanco para mí.
Más allá de haber llegado hasta aquí, aquella sombra de insatisfacción seguía sobre mí. Yo no esperaba nada de la vida, o de lo que me rodeaba, prefería ser una sombra más, que erraba; con aquello en mente, me incliné levemente hacía adelante, apoyando el codo izquierdo en el reposabrazos y desde lo más hondo de mí mismo, dije:
—Gracias… Lestat. —Musité con voz grave, atormentada; esto era lo único que yo necesitaba. Ahora no tenía otro sitio al cual volver.
Louis De Pointe Du Lac- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 141
Fecha de inscripción : 13/05/2014
Localización : No hay lugar a donde ir
Re: Negación Proscripta +Privado+
La resequedad en mi garganta me recuerda la sed. Sed de sangre, de aquel néctar de la vida de mi última victima que seduje andando por esas calles que han envejecido. A veces dejo de cazar y me sumerjo en un estado de apatía del que nada podía obligarme a salir, ni siquiera el olor de la sangre de las presas más apetecibles. Pero ahora vuelvo a tener sed, sed de sangre fresca. Para distraerme me abandono a los sonidos. A estas horas de la madrugada los sirvientes duermen, ya nadie deambula por las calles conocedores de los peligros que acechan la ciudad. Se esconden en sus casas creyéndose a salvo. Pero aún puedo oír a lo lejos un carruaje recorrer el asfalto con un murmullo que se enciende y apaga en un suspiro. Ladridos de urgencias de un perro sin amo. Y en la chimenea, los tizones chisporrotean, lanzando destellos intermitentes que alumbran la estancia con una claridad más viva. Me arrebujo en el sofá mientras la noche me envuelve en pensamientos sin rumbo. Louis habla, y el eco de sus palabras asoma una sonrisa triste en mis labios. A pesar de todo me sentía dichoso, pero también tenía el presentimiento que eso cambiaría pronto.
Creí que te había perdido, para siempre... — Confesé. Me quedé en silencio observando su rostro y embriagándome con su belleza. Podía sentir esa tormenta en su interior que no necesitó expresar en palabras. Sé que para él lo soy todo, del mismo modo que él lo es para mi. No tengo a nadie más aquí, en París. Me sentía abandonado y probablemente él también. Yo lo sé. — Los busqué tanto que... Creí que... Mírate... — De repente me asombro al descubrirme divagando. Desviándome del dolor tan grande que sólo pronunciar su nombre traería consigo. Ah, el valor que le damos a algunas cuestiones es tan relativo. Por eso las cosas sencillas para otros, como un nombre, resulta para mí de extraordinaria importancia.
Estábamos juntos al fin en aquella mansión, en nuestro nuevo hogar. Pero no podía dejar de pensar en ella. El recuerdo de Claudia sobrevolando mi mente. Desde que me dejaron atrás ella aparece en mis sueños, recordándome todos mis fracasos y errores, regodeándose con mi dolor. — Louis... Dudas en hacerlo, incluso la primera vez que hablamos sobre ella. Claudia. — Hice una pausa esperando su reacción. Mi rostro reflejaba cierta inquietud y todavía aguardé hasta hacérselo notar. Cuando juzgo que ha vuelto a la normalidad luego de que yo pronunciará su nombre, continúe. — ¿Me vas a decir que fue lo que le sucedió, por fin? — Hubo una pausa que creó una ligera tensión. Por mi mente cruzaron mil imágenes simultáneamente.
Estaba allí, nos mirábamos fijamente como si nuestra existencia se acabase en la mirada del otro. Me hallaba perdido en las preciosas gemas verde esmeralda que eran sus ojos mientras él aún guardaba silencio. Un silencio alarmante que mi corazón comenzó a bombear fuerte, salvaje, impertinente. Quería que dijese algo. Estaba gritando desesperadamente por dentro.
¿Por qué no dices nada? ¿Por qué prefieres el silencio? Ten piedad de mi alma, Louis. ¡Habla no te quedes así!
Claudia creyó haberme destruido. A mi, su creador, su padre. Si tan sólo supiera el peligro que ella corre si aquello llega a descubrirse. — Habla — Dije acongojado. Imaginaba su pequeño cuerpo moverse por la ciudad con el encanto y carisma natural de una niña. Fingiendo estar perdida, aterrada y absolutamente desolada. Es imposible que una criatura como ella pase desapercibida entre la multitud, y la inocencia que veían en ella sus victimas era su mayor ventaja. Si, yo la convertí en una experta asesina. — ¿Qué han hecho? — Seguramente junto a ella, Louis había recorrido las tiendas más fastuosas de París para cumplir con todos los caprichosos de la pequeña que habíamos cuidado con esmero durante tantas décadas. Él como un padre atento, generoso y tierno.
Creí que te había perdido, para siempre... — Confesé. Me quedé en silencio observando su rostro y embriagándome con su belleza. Podía sentir esa tormenta en su interior que no necesitó expresar en palabras. Sé que para él lo soy todo, del mismo modo que él lo es para mi. No tengo a nadie más aquí, en París. Me sentía abandonado y probablemente él también. Yo lo sé. — Los busqué tanto que... Creí que... Mírate... — De repente me asombro al descubrirme divagando. Desviándome del dolor tan grande que sólo pronunciar su nombre traería consigo. Ah, el valor que le damos a algunas cuestiones es tan relativo. Por eso las cosas sencillas para otros, como un nombre, resulta para mí de extraordinaria importancia.
Estábamos juntos al fin en aquella mansión, en nuestro nuevo hogar. Pero no podía dejar de pensar en ella. El recuerdo de Claudia sobrevolando mi mente. Desde que me dejaron atrás ella aparece en mis sueños, recordándome todos mis fracasos y errores, regodeándose con mi dolor. — Louis... Dudas en hacerlo, incluso la primera vez que hablamos sobre ella. Claudia. — Hice una pausa esperando su reacción. Mi rostro reflejaba cierta inquietud y todavía aguardé hasta hacérselo notar. Cuando juzgo que ha vuelto a la normalidad luego de que yo pronunciará su nombre, continúe. — ¿Me vas a decir que fue lo que le sucedió, por fin? — Hubo una pausa que creó una ligera tensión. Por mi mente cruzaron mil imágenes simultáneamente.
Estaba allí, nos mirábamos fijamente como si nuestra existencia se acabase en la mirada del otro. Me hallaba perdido en las preciosas gemas verde esmeralda que eran sus ojos mientras él aún guardaba silencio. Un silencio alarmante que mi corazón comenzó a bombear fuerte, salvaje, impertinente. Quería que dijese algo. Estaba gritando desesperadamente por dentro.
¿Por qué no dices nada? ¿Por qué prefieres el silencio? Ten piedad de mi alma, Louis. ¡Habla no te quedes así!
Claudia creyó haberme destruido. A mi, su creador, su padre. Si tan sólo supiera el peligro que ella corre si aquello llega a descubrirse. — Habla — Dije acongojado. Imaginaba su pequeño cuerpo moverse por la ciudad con el encanto y carisma natural de una niña. Fingiendo estar perdida, aterrada y absolutamente desolada. Es imposible que una criatura como ella pase desapercibida entre la multitud, y la inocencia que veían en ella sus victimas era su mayor ventaja. Si, yo la convertí en una experta asesina. — ¿Qué han hecho? — Seguramente junto a ella, Louis había recorrido las tiendas más fastuosas de París para cumplir con todos los caprichosos de la pequeña que habíamos cuidado con esmero durante tantas décadas. Él como un padre atento, generoso y tierno.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 1128
Fecha de inscripción : 09/01/2011
Edad : 264
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Negación Proscripta +Privado+
Llegaban a mí, sonidos menos sutiles pero con una nitidez a la que ya estoy acostumbrado, el crepitar del fuego continuaba, ronco y atronador, y la madera tronando al alcanzar la temperatura máxima producía unos acordes intensos, cambiando la melodía eventualmente. Había dejado de escuchar los latidos de la mujer que me había abierto la puerta, una que supondría que seguía en la casa como una presencia fantasmal que sigue a uno a todas partes, pero el olor de su sangre parecía enraizado en mi memoria, pese a mi intento por ignorarla.
Apenas me llegaba el rumor de la pausada respiración de mi maestro, pero era más perceptible su constante y penetrante mirada. Casi parecía que constataba continuamente mi presencia, esperando que en algún punto me desvanezca como la niebla; yo solía pensar en ello, a veces, esperando que la ilusión de esta vida desapareciera y el ataúd no se abriera nunca más. Pero ya había dejado de percibir la ilusión de su presencia y comenzaba a aceptar la realidad de su imagen ante mí. La desilusión había sido fuerte.
—¿Cómo iba a ser eso posible, Lestat? —Repliqué, notando el gusto amargo en la pronunciación de la pregunta. Sus palabras, cortas y concisas, destriparon por un instante mi capacidad de raciocinio; parecieran como si nuestros papeles estuvieran invertidos, ¿No era yo quién lo sacaba de quicio? ¿No era yo quien más lo desesperaba? Aparté la mirada del fuego y la concentré en él. Quise decirle que aquello era tonto, que todo el tiempo que estuvimos fuera, Claudia y yo, mi mente volvía continuamente a él, comprendiendo la carencia que la falta de su presencia provocaba, y el remordimiento por lo mismo.
Yo sabía en que acababa esa frase inconclusa, y quisiera haber sido capaz de convertirla en una certeza. Empero, no había llevado a cabo nada que me llevara al final de esta vida, pese a las cosas que me habían sucedido, cosas que quizás en algún momento pudiera, o no, contar. Y de pronto el tema dio un giro y la trajo a ella a la superficie. Y supe, ipso facto, que él llevaba mucho tiempo esperando por esto. Por la oportunidad de interrogarme. El poco calor que conservaba abandonó mi cuerpo, lo sentí diluirse en la frialdad con la que lo miré. Noté la tensión en mi rostro y un chillido bajo que se instaló en mis oídos, inició.
—No. —Respondí tácito, grosero y tajantemente; no se trataba sólo de la duda, era que, sencillamente, no quería hablar de ella. No podía hacerlo. En un gesto de negativa, casual, me cubrí la boca con la mano, presionando los labios fuertemente, sin dejar de mirarle. Me sentí tieso, frío, fuera de mí. Y Lestat, Lestat entonces fue amable. Y no quise perdonarlo por ello; por hacerme decir lo que no quería. Las personas amables son terribles. Pero ¿Era así realmente? Puede que en realidad yo sólo quisiera ese pequeño aliciente. —No quiero hacerlo… —Insistí, pero no con la reticencia de antes. Descubrí mi boca en un movimiento seco, sin gracia alguna, comprendiendo. —Pero no vas a permitirme callar… al parecer.
Me recliné en el sofá, vencido por el peso de lo que diría y antes de darme cuenta, estaba hablando.
Le conté todo lo que respectaba a ella, lo que quería saber. Nuestro viaje sin frutos, el laberinto lleno de caminos cerrados, los paseos por aldeas y villas de nombres que a nadie le sonarían aquí; le conté sobre el extraño encuentro en aquel poblado alemán con aquella criatura que más que un vampiro era un zombi. La decepción y la decisión de venir a París; algo que, esperábamos, nos llenara de cierta forma. Que equivocados estábamos. Nuestra relación sólo empeoraba, discutíamos por nimiedades y las reconciliaciones duraban tan poco que sólo eran un trago amargo para alguien sediento. Todo terminó en Paris. Fue aquí donde la perdí para siempre.
No estoy seguro de cómo le dije las cosas, que tipo de palabras fueron las que usé y tampoco que tan desesperado me escuché al avanzar por el camino pedregoso de los recuerdos; cuando terminé me dolía la garganta de una inusual forma y la luz del fuego hacía arder mis ojos. Reviví, palabra por palabra, aquella última furiosa discusión y el adiós definitivo. Al segundo día comencé a buscarla como un obseso, sin resultado y eventualmente, me detuve. Yo me había prometido olvidarla. Ella nunca fue feliz conmigo, pero nada de eso importaba ya.
Apenas me llegaba el rumor de la pausada respiración de mi maestro, pero era más perceptible su constante y penetrante mirada. Casi parecía que constataba continuamente mi presencia, esperando que en algún punto me desvanezca como la niebla; yo solía pensar en ello, a veces, esperando que la ilusión de esta vida desapareciera y el ataúd no se abriera nunca más. Pero ya había dejado de percibir la ilusión de su presencia y comenzaba a aceptar la realidad de su imagen ante mí. La desilusión había sido fuerte.
—¿Cómo iba a ser eso posible, Lestat? —Repliqué, notando el gusto amargo en la pronunciación de la pregunta. Sus palabras, cortas y concisas, destriparon por un instante mi capacidad de raciocinio; parecieran como si nuestros papeles estuvieran invertidos, ¿No era yo quién lo sacaba de quicio? ¿No era yo quien más lo desesperaba? Aparté la mirada del fuego y la concentré en él. Quise decirle que aquello era tonto, que todo el tiempo que estuvimos fuera, Claudia y yo, mi mente volvía continuamente a él, comprendiendo la carencia que la falta de su presencia provocaba, y el remordimiento por lo mismo.
Yo sabía en que acababa esa frase inconclusa, y quisiera haber sido capaz de convertirla en una certeza. Empero, no había llevado a cabo nada que me llevara al final de esta vida, pese a las cosas que me habían sucedido, cosas que quizás en algún momento pudiera, o no, contar. Y de pronto el tema dio un giro y la trajo a ella a la superficie. Y supe, ipso facto, que él llevaba mucho tiempo esperando por esto. Por la oportunidad de interrogarme. El poco calor que conservaba abandonó mi cuerpo, lo sentí diluirse en la frialdad con la que lo miré. Noté la tensión en mi rostro y un chillido bajo que se instaló en mis oídos, inició.
—No. —Respondí tácito, grosero y tajantemente; no se trataba sólo de la duda, era que, sencillamente, no quería hablar de ella. No podía hacerlo. En un gesto de negativa, casual, me cubrí la boca con la mano, presionando los labios fuertemente, sin dejar de mirarle. Me sentí tieso, frío, fuera de mí. Y Lestat, Lestat entonces fue amable. Y no quise perdonarlo por ello; por hacerme decir lo que no quería. Las personas amables son terribles. Pero ¿Era así realmente? Puede que en realidad yo sólo quisiera ese pequeño aliciente. —No quiero hacerlo… —Insistí, pero no con la reticencia de antes. Descubrí mi boca en un movimiento seco, sin gracia alguna, comprendiendo. —Pero no vas a permitirme callar… al parecer.
Me recliné en el sofá, vencido por el peso de lo que diría y antes de darme cuenta, estaba hablando.
Le conté todo lo que respectaba a ella, lo que quería saber. Nuestro viaje sin frutos, el laberinto lleno de caminos cerrados, los paseos por aldeas y villas de nombres que a nadie le sonarían aquí; le conté sobre el extraño encuentro en aquel poblado alemán con aquella criatura que más que un vampiro era un zombi. La decepción y la decisión de venir a París; algo que, esperábamos, nos llenara de cierta forma. Que equivocados estábamos. Nuestra relación sólo empeoraba, discutíamos por nimiedades y las reconciliaciones duraban tan poco que sólo eran un trago amargo para alguien sediento. Todo terminó en Paris. Fue aquí donde la perdí para siempre.
No estoy seguro de cómo le dije las cosas, que tipo de palabras fueron las que usé y tampoco que tan desesperado me escuché al avanzar por el camino pedregoso de los recuerdos; cuando terminé me dolía la garganta de una inusual forma y la luz del fuego hacía arder mis ojos. Reviví, palabra por palabra, aquella última furiosa discusión y el adiós definitivo. Al segundo día comencé a buscarla como un obseso, sin resultado y eventualmente, me detuve. Yo me había prometido olvidarla. Ella nunca fue feliz conmigo, pero nada de eso importaba ya.
Louis De Pointe Du Lac- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 141
Fecha de inscripción : 13/05/2014
Localización : No hay lugar a donde ir
Re: Negación Proscripta +Privado+
Contemplé el piso cubierto por gruesas alfombras de lana de diseño persa. En la habitación no había más luz que la del fuego. Por un momento recorrí con el ceño fruncido y la boca torcida todo el salón. Era un gesto de desagrado, preocupación y consternación inusual. Escuche su voz, lo observo otra vez. Sin embargo, vuelvo a mirar los leños en llamas que nos mantienen caliente pues no pude ver fijamente su rostro. Desvié la mirada al sentir un oscuro escalofrió recorrer mi espalda y miré el fuego mientras secretamente comienzo a sentir una especie de pánico. Supuse que se negaría, pero no de tal forma, tajante y grosera, ni mucho menos que cedería al final, dispuesto a responder. Temía tanto que les hubiese pasado algo terrible por mi culpa y que el relato de Louis confirmará mis miedos.
Atesoré cada palabra. Lo escuché con tal atención que por un momento deje de oír mi propia respiración. —Dios, ¿Por qué? —pregunté, pero sin desear realmente una respuesta. De pronto, en una visión silenciosa y efímera vi a Claudia detrás de Louis. Pero la imagen se desvaneció como si me la hubieran arrebatado. Me inundó un sufrimiento que, estaba seguro, Louis también sintió. Y entonces me levanté y cogí sus manos. El fuego del hogar crujía y el aire se cargó nuevamente con el humo dulce de la madera ardiente. Me incliné frente a él, sentí una corriente de aire helado que se movía por el suelo, lo que significaba que fuera hacía frío y que probablemente estuviera nevando. —Cuando llegué el momento, iremos por ella. — Silencio. ¿Acaso me estaba estudiando? Veía sus pupilas moverse de ese modo sutil que indica un cálculo mental. —Ah, Louis... —Suspiré. Advertí que le estaba sonriendo. Era una sonrisa triste, pero era una sonrisa.
Atesoré cada palabra. Lo escuché con tal atención que por un momento deje de oír mi propia respiración. —Dios, ¿Por qué? —pregunté, pero sin desear realmente una respuesta. De pronto, en una visión silenciosa y efímera vi a Claudia detrás de Louis. Pero la imagen se desvaneció como si me la hubieran arrebatado. Me inundó un sufrimiento que, estaba seguro, Louis también sintió. Y entonces me levanté y cogí sus manos. El fuego del hogar crujía y el aire se cargó nuevamente con el humo dulce de la madera ardiente. Me incliné frente a él, sentí una corriente de aire helado que se movía por el suelo, lo que significaba que fuera hacía frío y que probablemente estuviera nevando. —Cuando llegué el momento, iremos por ella. — Silencio. ¿Acaso me estaba estudiando? Veía sus pupilas moverse de ese modo sutil que indica un cálculo mental. —Ah, Louis... —Suspiré. Advertí que le estaba sonriendo. Era una sonrisa triste, pero era una sonrisa.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 1128
Fecha de inscripción : 09/01/2011
Edad : 264
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Negación Proscripta +Privado+
El agotamiento que parecía haberse ido después de haber tomado asiento en aquel salón, había vuelto de forma aplastante, fue como si toda mi fuerza se hubiera ido una vez empecé a hablar sobre ella. El toque de sus rizos contra mis mejillas, la suave textura de sus manos, la sensualidad que exudaba mientras la veía recostada en un sofá, leyendo poesía o consultando alguno de los libros que poseíamos. La mujer que había habitado dentro de ella se revelaba y me cautivaba siempre que la miraba. Pero todo eso eran recuerdos, fantasmas que no dejaba escapar. Me quedé recostado en el sofá, silencioso, con un constante zumbido resonando en mis oídos, y ese ruido opacó los sonidos a mí alrededor. El fuego que crepitaba se volvió frio y todo estaba muerto, inmóvil, carente de sustancia. Yo estaba más solo que nunca, remordiéndome en aquella culpa constante. La había abandonado en un momento de furia, nada iba a cambiar ese hecho.
Me sumí dentro de aquel silencio, en ese ambiente de penumbra donde la luz no llegaba y las voces ajenas no eran escuchadas. Pero aun así, de cierta manera, la voz de un ser preternatural fue capaz de atravesar mi estado de sopor. De lo que un lugar lejano, me llegó la familiar voz de Lestat, pero nada de lo que decía tenía una importancia real. No lo escuché ni sentí moverse, pero de pronto noté el contacto de sus manos contra las mías, eran calientes como fuego pese al viento frío que rondaba por la habitación y solía adherírsenos fácilmente en la piel. Sentí su tacto terso y la carne dura disfrazada de vulnerabilidad. ¿Cuando fue la última vez que nos tocamos así?, ¿alguna vez lo hemos hecho siquiera? En un impulso, cerré mis manos contra las suyas y apreté, aferrándome a él, enfadado porque me hubiera sacado de aquel estado con un nuevo y desconcertante gesto de amabilidad, pero agradecido, a la vez, de que lo hubiera hecho.
—No. Lestat, ella está muerta. —Insistí, desesperado, levantando finalmente la vista para encontrarme con su rostro y con una sonrisa inesperada. Fue un gesto que no pude corresponder, pero que me alegré de verle; Lestat siempre sufría más de lo que dejaba ver, yo lo sabía pero no era capaz de empatizar con él debido a su arrogancia. Me repelía en momentos de vulnerabilidad, momentos donde podríamos haber encontrado un profundo entendimiento. Pero ahora estaba aquí, conmigo, junto a mí, cambiando lo que siempre había sido. Y yo estaba junto a él. —¿Y qué momento será ese? ¿Cuándo, por un amargo del destino encontremos alguna pertenencia suya junto a su cadáver? —Amargado y desilusionado, me negaba a una falsa esperanza. Ella existía como un fantasma en mis memorias y mi corazón y allí deseaba que se quedara para siempre. Intentar algo, lo que fuera, me parecía una tontería demencial.
Me sumí dentro de aquel silencio, en ese ambiente de penumbra donde la luz no llegaba y las voces ajenas no eran escuchadas. Pero aun así, de cierta manera, la voz de un ser preternatural fue capaz de atravesar mi estado de sopor. De lo que un lugar lejano, me llegó la familiar voz de Lestat, pero nada de lo que decía tenía una importancia real. No lo escuché ni sentí moverse, pero de pronto noté el contacto de sus manos contra las mías, eran calientes como fuego pese al viento frío que rondaba por la habitación y solía adherírsenos fácilmente en la piel. Sentí su tacto terso y la carne dura disfrazada de vulnerabilidad. ¿Cuando fue la última vez que nos tocamos así?, ¿alguna vez lo hemos hecho siquiera? En un impulso, cerré mis manos contra las suyas y apreté, aferrándome a él, enfadado porque me hubiera sacado de aquel estado con un nuevo y desconcertante gesto de amabilidad, pero agradecido, a la vez, de que lo hubiera hecho.
—No. Lestat, ella está muerta. —Insistí, desesperado, levantando finalmente la vista para encontrarme con su rostro y con una sonrisa inesperada. Fue un gesto que no pude corresponder, pero que me alegré de verle; Lestat siempre sufría más de lo que dejaba ver, yo lo sabía pero no era capaz de empatizar con él debido a su arrogancia. Me repelía en momentos de vulnerabilidad, momentos donde podríamos haber encontrado un profundo entendimiento. Pero ahora estaba aquí, conmigo, junto a mí, cambiando lo que siempre había sido. Y yo estaba junto a él. —¿Y qué momento será ese? ¿Cuándo, por un amargo del destino encontremos alguna pertenencia suya junto a su cadáver? —Amargado y desilusionado, me negaba a una falsa esperanza. Ella existía como un fantasma en mis memorias y mi corazón y allí deseaba que se quedara para siempre. Intentar algo, lo que fuera, me parecía una tontería demencial.
Louis De Pointe Du Lac- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 141
Fecha de inscripción : 13/05/2014
Localización : No hay lugar a donde ir
Re: Negación Proscripta +Privado+
No, era imposible. Ella seguía con vida, es astuta. Claudia, la asesina. Todos estamos estrechamente vinculados. A estas alturas ella debe saber que he sobrevivido a su traición. ¿Sabrá que Louis está conmigo? Louis, el cobarde. ¿Cuánto más puede mantenerse oculta de nosotros? Encontré a Nicolás sin esperanza alguna de que aquello fuera a suceder, aunque ya no fuera el mismo que conocí y cree en un arrebato sentimentalista y apasionado. Sé que encontraré a Claudia. Una niña vampiro es difícil de ignorar entre nosotros. Su nacimiento a la Sangre fue un delito. Sin embargo, consciente de mi actitud egoísta no pude contenerme. Sé el peligro que esto representa para Claudia, y si descubren lo que intento hacer en mi contra... No quiero imaginar lo que serán capaces de hacerle.
Levanté el rostro, dejé que mi fino oído de vampiro captará las voces en la casa, quería distraerme y saber si aún seguía despierto el chiquillo que cuida el establo antes de arrastrar a Louis a su alcoba. Pero no dejaba de pensar en lo que Louis acababa de sentenciar «Ella está muerta»
No sé el tiempo que habré permanecido en silencio. Lo ignoro. No dejé de observar a Louis quien parecía a punto de caer en la desesperación cuando se aferró con fuerza a mis manos que lo buscaron primero. Parece sobrecogido por sus recuerdos y reflexiones, esperando que yo pudiera decir algo que expresará lo que él sentía. —Basta. No sabes que le ocurrió a Claudia. —dije por fin. Louis seguía conservando la serenidad y su habitual compostura, pero tenía el rostro crispado. Parecía dominarse así mismo y aquello me destrozaba los nervios. —Escucha Louis, no tengo que leer tus pensamientos —dije. Por un instante, parecíamos dos partes de una misma cosa— para saber lo que dice tu corazón.
Esta confesión me había costado un gran esfuerzo. Sentí que no podía aliviar su dolor ni calmar sus temores. Si hubiera conseguido verla, si hubiera oído hablar de ella. Pero yo no estaba dispuesto a rendirme. Ansió desesperadamente encontrarla y estoy preparado para lo que pueda suceder. —La encontraré —dije «Si es lo que tienes que creer —añadí para mi— que así sea» Me expreso acaloradamente al terminar, mirándole casi con severidad, aunque mis emociones no tenían nada que ver con él.
Sujeté con aún más fuerza su mano y de un tirón lo obligué a levantarse. No quería seguir precipitándome en mis respuestas. Sus preguntas eran demasiado profundas e hirientes. Apoyé la otra mano en su hombro en un pequeño gesto de intimidad, queriendo expresarle que entendía y respetaba su dolor.
Levanté el rostro, dejé que mi fino oído de vampiro captará las voces en la casa, quería distraerme y saber si aún seguía despierto el chiquillo que cuida el establo antes de arrastrar a Louis a su alcoba. Pero no dejaba de pensar en lo que Louis acababa de sentenciar «Ella está muerta»
No sé el tiempo que habré permanecido en silencio. Lo ignoro. No dejé de observar a Louis quien parecía a punto de caer en la desesperación cuando se aferró con fuerza a mis manos que lo buscaron primero. Parece sobrecogido por sus recuerdos y reflexiones, esperando que yo pudiera decir algo que expresará lo que él sentía. —Basta. No sabes que le ocurrió a Claudia. —dije por fin. Louis seguía conservando la serenidad y su habitual compostura, pero tenía el rostro crispado. Parecía dominarse así mismo y aquello me destrozaba los nervios. —Escucha Louis, no tengo que leer tus pensamientos —dije. Por un instante, parecíamos dos partes de una misma cosa— para saber lo que dice tu corazón.
Esta confesión me había costado un gran esfuerzo. Sentí que no podía aliviar su dolor ni calmar sus temores. Si hubiera conseguido verla, si hubiera oído hablar de ella. Pero yo no estaba dispuesto a rendirme. Ansió desesperadamente encontrarla y estoy preparado para lo que pueda suceder. —La encontraré —dije «Si es lo que tienes que creer —añadí para mi— que así sea» Me expreso acaloradamente al terminar, mirándole casi con severidad, aunque mis emociones no tenían nada que ver con él.
Sujeté con aún más fuerza su mano y de un tirón lo obligué a levantarse. No quería seguir precipitándome en mis respuestas. Sus preguntas eran demasiado profundas e hirientes. Apoyé la otra mano en su hombro en un pequeño gesto de intimidad, queriendo expresarle que entendía y respetaba su dolor.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 1128
Fecha de inscripción : 09/01/2011
Edad : 264
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Negación Proscripta +Privado+
¿Podía un hombre sentirse prepotente y cínico en una situación así, habiendo conseguido la atención que, sin plantearlo mucho, buscaba? Yo me sentía fascinado por los matices de sensaciones que un humano tenía dependiendo del momento en el que se encontrara. Admiración y odio contrastaban con deseos de superación y frialdad. Amor ansioso y egoísta que me envolvía junto con memorias de turbios pasados cada vez que me alimentaba. Yo los comprendía, pero siempre los veía a través de un telón que me aislaba de todo, y, sobre todo, que me apartaba del humano mismo. Por qué yo era un vampiro, un monstruo, y en aquella intimidad no podía ser más que un espectador.
Pero de todas maneras yo me sentía aliviado. Sentía placer en haber hablado y contado a Lestat lo que deseaba saber, pese a que eso me hubiera hecho sufrir también; sentí complacencia ante el toque de sus manos, que aunque se sentía lejano también era un vínculo físico que no me dejaba ir a ningún sitio; no me permitía hundirme en mi miseria. Me complació la sonrisa de Lestat, pese a que no podía cambiar nada sobre mi situación. Aprecie el silencio bajó el que nos sumimos que me permitió rumiar en mi agonía a gusto por un momento. Yo era un ente frío en ese momento, rechazando la comprensión y el calor exterior a mí, y al mismo tiempo, buscándolos desesperadamente.
Nada de esto fue sorpresa para él, claro. Lestat sabía muy bien cómo tratarme cuando me sumía en mis elucubraciones, cuando lo que acontecía a mi alrededor me importaba un comino y el único sentido estaba dentro, en mis pensamientos. Pero a veces, también era un ingenuo; siempre un soñador, rasgo que me desesperaba pero que admiraba. De modo que, al verlo, encontré de nuevo aquel fuego que ardía en su interior de una manera que nunca lo había sentido en ningún otro vampiro. Se esforzaba en sentirse vivo, y sabía hacerlo bien. Yo sólo era una criatura patética que se negaba a abrazar esperanzas fútiles y no permití que sus palabras me dieran un gramo de esperanza.
—Sé lo suficiente… —Repliqué con voz cansina, saliendo de mi sopor por completo, captando cada sílaba como si hubiera sido dicha muy lentamente. Y me sentí curioso, deseando que explicara qué era lo que sabía de mí, o lo que supuestamente creía haber visto en mí. —Hazlo entonces… —Hablé sin motivo ni convicción. Estaba cansado del asunto y mi bienvenida a semejante hogar no podría haber sido más amarga, aunque sí más insidiosa; no habíamos discutido en está ocasión.
Y sentí el tirón y me puse de pie, dando un paso adelante con el movimiento natural y mecánico de mantener equilibrio. Y de nuevo se comportó como no lo esperaba, y sentí su comprensión, y el velo de entendimiento que se cernía sobre nosotros, y por un instante sólo desee apartarlo y salir de allí. Pero me quedé plantando, tragado por aquella marea que de apoco me asfixiaba. Yo no podía llorar más por ella, simple y llanamente, no podía hacerlo…
¿Qué sentido tenían las esperanzas que pintaba frente a mí? ¿Qué demonios esperaba que yo hiciera? Una parte de mí pudo entrar en sintonía con él también; fue como si me hubiera creado de sus costillas y sólo fuera una extensión de su carne.
Yo estaba aquí por él, yo existía ahora gracias a él. Era una verdad tan simple que nunca le presté atención. Me vi a mi mismo tomando aire con cierta fuerza, controlándome mientras miraba las llamas de la chimenea que de nuevo brindaron calor en la habitación.
—Y puede, que, en alguna incierta noche, me decida a acompañarte…
Pero de todas maneras yo me sentía aliviado. Sentía placer en haber hablado y contado a Lestat lo que deseaba saber, pese a que eso me hubiera hecho sufrir también; sentí complacencia ante el toque de sus manos, que aunque se sentía lejano también era un vínculo físico que no me dejaba ir a ningún sitio; no me permitía hundirme en mi miseria. Me complació la sonrisa de Lestat, pese a que no podía cambiar nada sobre mi situación. Aprecie el silencio bajó el que nos sumimos que me permitió rumiar en mi agonía a gusto por un momento. Yo era un ente frío en ese momento, rechazando la comprensión y el calor exterior a mí, y al mismo tiempo, buscándolos desesperadamente.
Nada de esto fue sorpresa para él, claro. Lestat sabía muy bien cómo tratarme cuando me sumía en mis elucubraciones, cuando lo que acontecía a mi alrededor me importaba un comino y el único sentido estaba dentro, en mis pensamientos. Pero a veces, también era un ingenuo; siempre un soñador, rasgo que me desesperaba pero que admiraba. De modo que, al verlo, encontré de nuevo aquel fuego que ardía en su interior de una manera que nunca lo había sentido en ningún otro vampiro. Se esforzaba en sentirse vivo, y sabía hacerlo bien. Yo sólo era una criatura patética que se negaba a abrazar esperanzas fútiles y no permití que sus palabras me dieran un gramo de esperanza.
—Sé lo suficiente… —Repliqué con voz cansina, saliendo de mi sopor por completo, captando cada sílaba como si hubiera sido dicha muy lentamente. Y me sentí curioso, deseando que explicara qué era lo que sabía de mí, o lo que supuestamente creía haber visto en mí. —Hazlo entonces… —Hablé sin motivo ni convicción. Estaba cansado del asunto y mi bienvenida a semejante hogar no podría haber sido más amarga, aunque sí más insidiosa; no habíamos discutido en está ocasión.
Y sentí el tirón y me puse de pie, dando un paso adelante con el movimiento natural y mecánico de mantener equilibrio. Y de nuevo se comportó como no lo esperaba, y sentí su comprensión, y el velo de entendimiento que se cernía sobre nosotros, y por un instante sólo desee apartarlo y salir de allí. Pero me quedé plantando, tragado por aquella marea que de apoco me asfixiaba. Yo no podía llorar más por ella, simple y llanamente, no podía hacerlo…
¿Qué sentido tenían las esperanzas que pintaba frente a mí? ¿Qué demonios esperaba que yo hiciera? Una parte de mí pudo entrar en sintonía con él también; fue como si me hubiera creado de sus costillas y sólo fuera una extensión de su carne.
Yo estaba aquí por él, yo existía ahora gracias a él. Era una verdad tan simple que nunca le presté atención. Me vi a mi mismo tomando aire con cierta fuerza, controlándome mientras miraba las llamas de la chimenea que de nuevo brindaron calor en la habitación.
—Y puede, que, en alguna incierta noche, me decida a acompañarte…
Louis De Pointe Du Lac- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 141
Fecha de inscripción : 13/05/2014
Localización : No hay lugar a donde ir
Re: Negación Proscripta +Privado+
Cuando lo abracé, la sonrisa volvió a visitar mi rostro y nuestros suaves latidos se mezclaron. Se detuvo el tiempo. Un simple y suave abrazo que alimenta el alma, que te ayuda a seguir adelante y que da la bienvenida. —Vamos. —Dije alejándome un poco. Contemplo su rostro de facciones finas y veo algo extraño, una especie de destino. El rostro de mi anhelo. —Debes descansar. —Acaricio suavemente su boca con mis dedos y a estos momentos me aferro. No tengo palabras para describirlo ahora, pero su belleza, siempre me había enloquecido. Tomo en las mías una de sus manos, la sostengo y lo guio hacía la zona más protegida en la mansión.
Nos detuvimos frente a mi habitación. —Por hoy, no hablaremos más de este asunto. —Hice un ademán señalándole la puerta de la alcoba. Dos puertas de madera solida decoradas con motivos que liberan y descargan las formas del Luis XV, redondeada en los ángulos de plafones y bastidores mientras se decanta por la rocalla. —Ven, acompáñame. No quiero estar solo. —Le confesé y empiezo a caminar, dando por hecho que me seguirá. Pero por un instante, me siento observado por él como si estuviera por reaccionar con desaprobación. No puedo explicar lo que sentí, pero avancé hacía la cama, que estaba a un par de metros de la puerta. Cuando lo hago, me detengo, giro sobre mis talones y me siento en el pie de cama estilo Luis XV con brocado rojo y oro. Me quedé sentado, muy quieto dominando mis emociones. Paciente. El plan era fingir con todas las convicciones del mundo que tendría noticias de Claudia, que ella seguía con vida y observar, sentir los resultados. Procuré hacerme a la idea de que no debía permitir que oscurecieran las cuestiones más importantes, como no perder la esperanza, aunque apenas crea que puedo hallar algo. Para que no sufra, ni sufra yo.
También pensé que me estaba comportando como un perfecto cobarde, no como el héroe que debía ser. En realidad, no creo que el mundo me consideré un héroe, pero hace mucho tiempo decidí que debía vivir como si lo fuera, que debía atravesar todas las dificultades de mi camino. Y en el acto debía dejar de ser cobarde. —Estaremos juntos el resto del camino. —Le hice una seña con la mano para que se acerqué. Lo miro fijo. Que conocido me resultó el tenue crujir de la madera a su paso.
Por supuesto, debo convencer a Louis de acompañarme a cazar. No esta noche, ni la siguiente. Probablemente pueda sentir que lo estoy atacando de alguna manera. Y yo, lo tentaría para que aceptará, por muy renuente que se mostrará.
Nos detuvimos frente a mi habitación. —Por hoy, no hablaremos más de este asunto. —Hice un ademán señalándole la puerta de la alcoba. Dos puertas de madera solida decoradas con motivos que liberan y descargan las formas del Luis XV, redondeada en los ángulos de plafones y bastidores mientras se decanta por la rocalla. —Ven, acompáñame. No quiero estar solo. —Le confesé y empiezo a caminar, dando por hecho que me seguirá. Pero por un instante, me siento observado por él como si estuviera por reaccionar con desaprobación. No puedo explicar lo que sentí, pero avancé hacía la cama, que estaba a un par de metros de la puerta. Cuando lo hago, me detengo, giro sobre mis talones y me siento en el pie de cama estilo Luis XV con brocado rojo y oro. Me quedé sentado, muy quieto dominando mis emociones. Paciente. El plan era fingir con todas las convicciones del mundo que tendría noticias de Claudia, que ella seguía con vida y observar, sentir los resultados. Procuré hacerme a la idea de que no debía permitir que oscurecieran las cuestiones más importantes, como no perder la esperanza, aunque apenas crea que puedo hallar algo. Para que no sufra, ni sufra yo.
También pensé que me estaba comportando como un perfecto cobarde, no como el héroe que debía ser. En realidad, no creo que el mundo me consideré un héroe, pero hace mucho tiempo decidí que debía vivir como si lo fuera, que debía atravesar todas las dificultades de mi camino. Y en el acto debía dejar de ser cobarde. —Estaremos juntos el resto del camino. —Le hice una seña con la mano para que se acerqué. Lo miro fijo. Que conocido me resultó el tenue crujir de la madera a su paso.
Por supuesto, debo convencer a Louis de acompañarme a cazar. No esta noche, ni la siguiente. Probablemente pueda sentir que lo estoy atacando de alguna manera. Y yo, lo tentaría para que aceptará, por muy renuente que se mostrará.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 1128
Fecha de inscripción : 09/01/2011
Edad : 264
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Negación Proscripta +Privado+
¿Descansar? Me parece que siempre pienso en esa palabra pero soy incapaz de darle una importancia tangible. Quizás no fuera sólo esta noche, sino que, realmente, yo estuviera cansado desde hacía más tiempo del que pudiera recordar menos vagamente. Al verlo preocuparse pude apreciar su cansancio reflejado en su rostro mientras él, pudiera ser, veía el mío. Cerré los ojos y entrelacé mis dedos entre los suyos con la gentileza de quien toca una rama seca y teme que se resquebraje entre sus falanges mientras sus caricias se desvanecen en la frialdad de mi piel; no me doy cuenta de lo que pretende hasta que él se dirige a mí.
Lo sigo mientras subimos las escaleras y nos internamos en pasillos donde no hay luz del exterior, pero en su lugar se encuentran pequeñas lámparas ancladas a las paredes que abrigan con su calor el lugar. Es como una cripta elegante, pienso distraídamente mientras nos movemos. No veo el camino, así que cuando Lestat se detiene, me toma un poco desprevenido. Cuando me suelta, me quedo de pie frente a unas puertas dobles que parecen la preparación para una alcoba real. El lujo y el detalle que expresan parecen humillar el pasillo detrás de mí e incluso hacen menos al salón del cual proveníamos. Permanezco de pie, escuchándole pero expresándome poco en respuesta; tengo la garganta seca, irritada, me molesta.
Él habla, y yo lo escucho, y así está bien. Tiene mi atención, y lo sabe. No sólo Lestat se sentía solo en este momento; yo tampoco desea estar a solas. Me doy cuenta en el instante en que mi cuerpo se rinde y decido entrar a la alcoba detrás de él. El lujo es cegador, pero no le hago caso, a la larga, terminara convirtiéndose en parte de mí, en un mosaico constante que admiraré cuando esté cavilando y no desee enfocar mi vista en ningún sitio en específico.
Cierro las puertas detrás de mí con la parsimonia de quien teme dañar la madera, aunque poco o nada me importa aquello: simplemente es una costumbre arraigada de mis años como hombre. Me olvido de mi ataúd disfrazado de arcón y atravieso la habitación hasta donde está él, deteniéndome enfrente suyo.
—Sí. —Me escucho decir con aire ausente. Me siento agotado pero no tengo sueño, tengo, sencillamente, el deseo de no volver a mover un músculo en lo que resta de la noche. Ni siquiera el miedo al sol parece importarme ahora: tentativa que siempre ha estado en un pequeño rincón de mi mente, deseando que el lado cobarde se doblegue, apelando, irónicamente, a un valor del que carezco.
Tras unos instantes doy un paso y me siento junto a él. Lo observo de reojo y antes de darme cuenta, deslizo mi mano y vuelvo a tocar la suya; me satisface y me tranquiliza, no deseo más, ni palabras ni gestos, sólo ese pequeño contacto que abarca todo lo que yo deseo decir pero no puedo. De pronto, me fijé en la cama, en los postes labrados, en las sedas que caen desde el techo falso y me pregunto si el lecho sería usando en realidad, o era una mera pantalla más, como los gestos que realizábamos al consumir alimentos.
¿La servidumbre acabaría descubriendo de nuevo que todo esto era una farsa? Antes, en la plantación, el problema había sido yo; aquí, me encontraba en calidad de visita, pero lo más diferente era que yo no estaba buscándome dentro del Jardín Salvaje. Yo ya me había encontrado. Odiaba lo que era, sí, pero ya lo sabía y estaba plenamente consciente de ello. Cerré los ojos y noté un ardor, muy similar al que provoca el humo de las llamas, recorrer mis parpados. Pasados unos segundos, al volver a abrirlos, el nudo de tensión se ha despejado un poco. Giré la mano de Lestat y observé sus anillos adornando unas manos finas pero fuertes, masculinas y frías. Me abstraigo un poco en su contemplación, en los brillos que destellan de las piedras.
Y así estuve por un largo momento, o eso me pareció. Finalmente cerré los ojos y me incliné contra él. Aprovechando esa diferencia de estatura, apoyé mi sien en su hombro. No deseo ni requiero nada de su parte y no tengo el valor para pedirle que me comprenda o me consuele, pero esto, este pequeño detalle y su compañía, lo que me ha quitado y lo me ha dado esta noche, es más que suficiente.
Lo sigo mientras subimos las escaleras y nos internamos en pasillos donde no hay luz del exterior, pero en su lugar se encuentran pequeñas lámparas ancladas a las paredes que abrigan con su calor el lugar. Es como una cripta elegante, pienso distraídamente mientras nos movemos. No veo el camino, así que cuando Lestat se detiene, me toma un poco desprevenido. Cuando me suelta, me quedo de pie frente a unas puertas dobles que parecen la preparación para una alcoba real. El lujo y el detalle que expresan parecen humillar el pasillo detrás de mí e incluso hacen menos al salón del cual proveníamos. Permanezco de pie, escuchándole pero expresándome poco en respuesta; tengo la garganta seca, irritada, me molesta.
Él habla, y yo lo escucho, y así está bien. Tiene mi atención, y lo sabe. No sólo Lestat se sentía solo en este momento; yo tampoco desea estar a solas. Me doy cuenta en el instante en que mi cuerpo se rinde y decido entrar a la alcoba detrás de él. El lujo es cegador, pero no le hago caso, a la larga, terminara convirtiéndose en parte de mí, en un mosaico constante que admiraré cuando esté cavilando y no desee enfocar mi vista en ningún sitio en específico.
Cierro las puertas detrás de mí con la parsimonia de quien teme dañar la madera, aunque poco o nada me importa aquello: simplemente es una costumbre arraigada de mis años como hombre. Me olvido de mi ataúd disfrazado de arcón y atravieso la habitación hasta donde está él, deteniéndome enfrente suyo.
—Sí. —Me escucho decir con aire ausente. Me siento agotado pero no tengo sueño, tengo, sencillamente, el deseo de no volver a mover un músculo en lo que resta de la noche. Ni siquiera el miedo al sol parece importarme ahora: tentativa que siempre ha estado en un pequeño rincón de mi mente, deseando que el lado cobarde se doblegue, apelando, irónicamente, a un valor del que carezco.
Tras unos instantes doy un paso y me siento junto a él. Lo observo de reojo y antes de darme cuenta, deslizo mi mano y vuelvo a tocar la suya; me satisface y me tranquiliza, no deseo más, ni palabras ni gestos, sólo ese pequeño contacto que abarca todo lo que yo deseo decir pero no puedo. De pronto, me fijé en la cama, en los postes labrados, en las sedas que caen desde el techo falso y me pregunto si el lecho sería usando en realidad, o era una mera pantalla más, como los gestos que realizábamos al consumir alimentos.
¿La servidumbre acabaría descubriendo de nuevo que todo esto era una farsa? Antes, en la plantación, el problema había sido yo; aquí, me encontraba en calidad de visita, pero lo más diferente era que yo no estaba buscándome dentro del Jardín Salvaje. Yo ya me había encontrado. Odiaba lo que era, sí, pero ya lo sabía y estaba plenamente consciente de ello. Cerré los ojos y noté un ardor, muy similar al que provoca el humo de las llamas, recorrer mis parpados. Pasados unos segundos, al volver a abrirlos, el nudo de tensión se ha despejado un poco. Giré la mano de Lestat y observé sus anillos adornando unas manos finas pero fuertes, masculinas y frías. Me abstraigo un poco en su contemplación, en los brillos que destellan de las piedras.
Y así estuve por un largo momento, o eso me pareció. Finalmente cerré los ojos y me incliné contra él. Aprovechando esa diferencia de estatura, apoyé mi sien en su hombro. No deseo ni requiero nada de su parte y no tengo el valor para pedirle que me comprenda o me consuele, pero esto, este pequeño detalle y su compañía, lo que me ha quitado y lo me ha dado esta noche, es más que suficiente.
Louis De Pointe Du Lac- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 141
Fecha de inscripción : 13/05/2014
Localización : No hay lugar a donde ir
Re: Negación Proscripta +Privado+
Todo lo anterior no deja de ser simple especulación en lo que a Claudia se refiere. Y, mientras Louis vuelve a sostener mi mano, otra vez la idea de extender los rumores sobre la presciencia de una niña vampiro en París me tienta más de lo que debería admitir. Puede funcionar, aunque el origen de esto sea incierto y lo más probable es que estas informaciones sólo sean pistas y rumores falsos. Pensaba en ello cuando noto como Louis descansa contra mi hombro. Le costó un poco. Su forma de ser le impedía entregarse, pero lentamente fue cediendo y entonces, me fui acercando. En ese momento tomé y sujeté su rostro con una mano. Él no se movió de donde estaba. Esperé que me mirará con esos ojos verdes que cuentan tantas cosas, siempre han sido tan hermosos y a la vez tan aterradores.
«No me temas. No te dañaré. Ven conmigo, te daré todo lo que desees, daría mi vida inmortal por ti», fue entonces lo que pensé, aunque él no pudiera leer mi mente. Lo miré fijamente, era aquel ser tan conocido y desconocido a la vez. Mi amado Louis, el protagonista de mi historia. Silencioso me acerqué, cada vez, más, hasta que finalmente lo besé. Fue un beso lento y suave, sereno y lleno de emociones. Fueron tan fuertes las emociones en ese momento que no lo pude resistir y una lagrima cayo por mi mejilla. Después del beso volví a mirarlo a los ojos. En ellos vi el pasado y el presente, el mal y el bien. —Oh... Tu ne comprends pas, Louis? —Le pregunté, pero estoy seguro que no lo veía. —Te necesito a mi lado para poder seguir. —Con el pulgar acaricio su labio inferior, su piel tenía un tenue resplandor blanquecino y su negro cabello poseía un brillo esplendoroso. Puedo soñar que al final la eternidad no es un valle sombrío y frío, aunque hoy vea demasiado lejos ese final, pero mientras estemos juntos el resto puede irse al infierno.
El amanecer se acerca. Lo oigo llegar. En el aire, en el cielo, apenas se había producido un sutilísimo cambio, pero lo percibí como si lo anunciara el tañido de las campanas del Infierno. Unas campanas que llamaban al vampiro a refugiarse en su sueño de muerte.
«No me temas. No te dañaré. Ven conmigo, te daré todo lo que desees, daría mi vida inmortal por ti», fue entonces lo que pensé, aunque él no pudiera leer mi mente. Lo miré fijamente, era aquel ser tan conocido y desconocido a la vez. Mi amado Louis, el protagonista de mi historia. Silencioso me acerqué, cada vez, más, hasta que finalmente lo besé. Fue un beso lento y suave, sereno y lleno de emociones. Fueron tan fuertes las emociones en ese momento que no lo pude resistir y una lagrima cayo por mi mejilla. Después del beso volví a mirarlo a los ojos. En ellos vi el pasado y el presente, el mal y el bien. —Oh... Tu ne comprends pas, Louis? —Le pregunté, pero estoy seguro que no lo veía. —Te necesito a mi lado para poder seguir. —Con el pulgar acaricio su labio inferior, su piel tenía un tenue resplandor blanquecino y su negro cabello poseía un brillo esplendoroso. Puedo soñar que al final la eternidad no es un valle sombrío y frío, aunque hoy vea demasiado lejos ese final, pero mientras estemos juntos el resto puede irse al infierno.
El amanecer se acerca. Lo oigo llegar. En el aire, en el cielo, apenas se había producido un sutilísimo cambio, pero lo percibí como si lo anunciara el tañido de las campanas del Infierno. Unas campanas que llamaban al vampiro a refugiarse en su sueño de muerte.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 1128
Fecha de inscripción : 09/01/2011
Edad : 264
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Negación Proscripta +Privado+
Lo escuché. Lo sentí. Como cada noche, la mañana empezó a llegar lentamente. Y, como cada noche, esperé porque borrara mis preocupaciones y pensamientos. Ella se desvanecería mientras yo descansaba; y de esa manera, yo huía de su memoria y ella huía de mí, para siempre, era lo justo. Desde la ventana no se veía rastro alguno de que el sol comenzara a llegar. No se escuchaba nada ni se percibiría un cambio en la temperatura; pero nosotros lo sentíamos. Yo lo hacía de manera tangente, física y mentalmente; subía por mi cuerpo como una telaraña, ciñéndose a mis músculos y rasguñando mis tendones. Y la luz que no se alcanza a ver aún en el horizonte, me obligaba ya a cerrar los ojos.
Pero no me sentía alarmado ni preocupado. Allí dentro el calor del sol no importaba, no podía tocarme. Podría moverme de querer hacerlo. Descubrí con satisfacción que no lo deseaba. Permanecí allí, con los ojos cerrados y su cuerpo frío y presencia fuerte como compañía. Noté el toque de sus dedos y, lentamente pudo captar mi intención. Adormecido, alcé la cabeza y en la penumbra cada vez menos intensa, me encontré con sus variantes ojos. Y de nuevo me fijé en como su cabello era una obra de arte al enmarcar su rostro. Observé sus labios y su nariz, y escuché el latido de su corazón palpitando contra mi sien. Recordé los tambores que resonaron al unísono en mi cabeza esa última noche que pasé como mortal.
Yo deseaba esto. Reencontrarme con él y conmigo mismo. La reconciliación y un tiempo para escucharnos. Rodeé su espalda con mi mano que, perezosa, resbaló por su espalda hasta la cama, tocando en su camino la tela elaborada y percibiendo debajo su fría piel. Descubrí un nuevo tipo de intimidad dentro de aquel beso, un contacto desconocido que cobró sentido en el momento en que sucedió.
Escuché su voz, y lo miré. Escuché su confesión y sí, lo comprendí, pero no pude responderle. La penumbra me invadió poco a poco y frente a mi despareció todo mientras la noche llegaba para mí. Sus palabras se guardaron en mi memoria, esperando poder continuar esto la próxima noche, o cualquier noche. La desconexión nunca me había asustado, ere un beneplácito no poder sentir nada, no poder pensar ni preocuparse por nada. En mi sueño, moría, y esa autentica verdad era pura paz.
Pero no me sentía alarmado ni preocupado. Allí dentro el calor del sol no importaba, no podía tocarme. Podría moverme de querer hacerlo. Descubrí con satisfacción que no lo deseaba. Permanecí allí, con los ojos cerrados y su cuerpo frío y presencia fuerte como compañía. Noté el toque de sus dedos y, lentamente pudo captar mi intención. Adormecido, alcé la cabeza y en la penumbra cada vez menos intensa, me encontré con sus variantes ojos. Y de nuevo me fijé en como su cabello era una obra de arte al enmarcar su rostro. Observé sus labios y su nariz, y escuché el latido de su corazón palpitando contra mi sien. Recordé los tambores que resonaron al unísono en mi cabeza esa última noche que pasé como mortal.
Yo deseaba esto. Reencontrarme con él y conmigo mismo. La reconciliación y un tiempo para escucharnos. Rodeé su espalda con mi mano que, perezosa, resbaló por su espalda hasta la cama, tocando en su camino la tela elaborada y percibiendo debajo su fría piel. Descubrí un nuevo tipo de intimidad dentro de aquel beso, un contacto desconocido que cobró sentido en el momento en que sucedió.
Escuché su voz, y lo miré. Escuché su confesión y sí, lo comprendí, pero no pude responderle. La penumbra me invadió poco a poco y frente a mi despareció todo mientras la noche llegaba para mí. Sus palabras se guardaron en mi memoria, esperando poder continuar esto la próxima noche, o cualquier noche. La desconexión nunca me había asustado, ere un beneplácito no poder sentir nada, no poder pensar ni preocuparse por nada. En mi sueño, moría, y esa autentica verdad era pura paz.
Louis De Pointe Du Lac- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 141
Fecha de inscripción : 13/05/2014
Localización : No hay lugar a donde ir
Temas similares
» Ven a por mi [Privado]
» Lo que nos dio el mar | Privado
» We are... [Privado]
» All We Have || Privado
» When we are together [Privado]
» Lo que nos dio el mar | Privado
» We are... [Privado]
» All We Have || Privado
» When we are together [Privado]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour