Entre caníbales [Coralie]

por **Maximilian Bernadotte** Mar Mayo 05, 2015 10:53 pm

El hombre no sabía que pensar en ese momento, sus cejas, entrecanas desde hacía una década, reflejaban todavía el estado de sorpresa e intriga que había tenido que contener hasta la salida de las dependencias del cuartel. Soldado de toda su vida, el sargento, cada año más pronto a retirarse, no se planteó nunca el cuestionar la orden de su superior, ni siquiera el planteársela a sí mismo. Solo que no había sido una orden, tenía vívido en su memoria el recuerdo del momento en que el joven coronel había, por primera vez en su recuerdo, mencionado la palabra "por favor" al final de una frase, por mucho que pretendiese atenuar y hacer pasar su petición al hombre como otra cuestión cotidiana. Más ansioso por acabar de una vez con tal encomienda que de regresar a su hogar tras una nueva jornada de trabajo, llevaba su capote en caso de lluvia y apenas alcanzó a cabalgar un par de calles antes de dar con un carruaje desocupado, cuyo conductor rápidamente se incorporó ante la presencia del uniforme verde y se dispuso a seguir al jinete.

El burdel no le resultaba extraño, casado desde hacía bastantes años, no le eran ajenas las visitas a tal establecimiento, por supuesto disminuyendo en frecuencia desde los años de su juventud hasta el punto en que no recordaba cuánto tiempo había pasado desde que oyera el rechinar de la misma tabla en la entrada. A final de cuentas era hombre común y ordinario, con las necesidades y las debilidades de todos, unas a las que había descubierto, ni siquiera el absolutamente parco y correcto coronel del regimiento podía ignorar. Por supuesto que tal misterio cubriendo todo no era común, pero el oficial era un hombre joven y al fin y al cabo tampoco podría haber sido bien visto entre los de su clase que alguien de apellido Bernadotte se presentasen en lugares así. Quizás todos los ricos hacían lo mismo y optaban por las visitas a domicilio, lo ignoraba completamente.

Lo único en lo que podía pensar en ese momento era en el rostro sempiternamente fruncido del hijo de quien en una época, cuando él solo era un soldado raso, había sido su oficial al mando —Tanto así que al ver al hijo de éste, ahora su comandante, habría jurado que era él mismo, reencarnado—. Repasó las especificaciones en su mente una última vez, siendo remarcada la instrucción de "joven" en su mente. Su labor no sería difícil, prácticamente le había dado completa libertad con lo referente al coste y eso en un burdel significaba que básicamente no existía nada imposible. Le hizo un ademán al cochero para que aguardara y acto seguido, revisó con su mirada todo el lugar, reparando en una muchacha en particular, debía tener la edad de su hija y la sola idea le recordó el porqué de haber dejado de frecuentar ese lugar. —Disculpe, señorita, ¿está libre esta noche?— Le dijo, algo tímido, seguro de que ella acabaría pensando que era alguna especie de viejo rancio en busca de lo que no había conseguido en su juventud. —Comprenderá, hay un coche esperando para un, eh... trabajo dentro de París que requerirá su atención por el resto de la velada—. Había perdido la práctica pero tampoco era un novato, no se molestó en mencionar la discreción ni la cuantía del pago, habiendo un mensajero y una carroza de por media, tenía claro que ellas sabían lo que significaba una petición de esas características.

por **Coralie** Sáb Mayo 09, 2015 11:24 pm

El burdel de Sam es mi hogar y ¿Quién es Sam? Simple, es algo así como mi dueño y digo que “algo así” porque es verdad, ese hombre PATAN, burdo, sin modales, que nos trata o aparenta tratarnos como objetos o mercancías a susputas, como le encanta llamarnos, y no es que no sea verdad de alguna forma ya que somos de su propiedad mientras nos mantenga bajo su techo. Ese hombre, ese maldito bastardo hijo de perra, calculador, temperamental, adicto a los juegos de azar, ebrio, follador sin igual, sin paciencia, que se enciende rápidamente y llega a cometer cualquier acto segado por la ira, como golpear, lastimar e incluso casi matar, sin dejarle remordimiento porque siempre asume de “se lo merecía” ese es Sam, mi dueño al que por alguna extraña razón siempre le he sido fiel, desde hace casi diez años cuando llegue muerta de hambre al que ahora llamo mi hogar.

No podría decir que mi vida es mala, tampoco es buena eso sería mentir descaradamente pero me gusta, follo a diario ya sea por gusto, por trabajo o cuando Sam se enfada y me castiga a su “particular” estilo y visión, hago lo que quiero, vivo a mi ritmo, llevo una vida realmente fácil a comparación de otros o incluso de otras como mis compañeras a la que la mayoría no le termina de agarrar el amor por este oficio de abrir las piernas y echar una buena cogida, sacarse las ganas o fingir gemir como loca hasta que aquel que esta tirándote algunos francos se corra y te lo puedas quitar de encima.

Hoy la noche es tranquila, relativamente tranquila, Ana Laura no estaba, Sam está echando un polvo con Celine hasta aca se escuchan los gritos de ella, el burdel esta medio vacio, Monique está ocupada y las demás andan en lo suyo. Últimamente nadie me llega al precio y yo me aburro como un tronco sentada en la barra platicando y echando un trago junto al nuevo cantinero. Jamie es un chico lindo, demasiado lindo para mi gusto pero es agradable. Me hace señas con las cejas y al girarme miro al soldado que se acerca. No me sorprende ver a un soldado por estos lugares pero este es diferente, demasiado serio, no tiene pinta de boraccho pero que se le va a hacer, en este oficio uno ve cada cosa. -Señorita no mi amor, libre por supuesto, no estoy con nadie mas y aunque estuviera, a menos de que no te guste compartir en la cama- sonrió jugando con mis palabras dándole otro sentido, es joven y comienzo a analizarle merándole coqueta tomándome muy en cerio mi trabajo. -Comprendo que hay prisa pero ninguna puta sale de este burdel sin que nuestro dueño lo apruebe, y claro comprenderás que tienes que pagar por adelantado- le guiño el ojo, bebo el resto del trago y mando un beso al cantinero agradeciendo antes de ponerme de pie. -Si me acompañas, solo serán unos cuantos minutos y después podrás disfrutar de mi el resto de la noche- tomo su mano acercándome demasiado a él, mordiéndome los labios provocadora, pegando ligeramente mi cuerpo semidesnudo cubriendo un poco con la trasparente tela de la bata que a su vez no cubre mucho mi provocadora lencería.

Sam ara lo que siempre, le cobrara varios francos de oro y me mandara a donde quiera que él lo desee en compañía de alguno de los trolls que hay en la puerta a esperarme para que me regresen al lugar al que pertenezco. El burdel.

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