Sueños de un brujo

por **Henry Birdwhistle** Vie Mayo 15, 2015 11:58 pm

Los árboles le rodeaban como un ejército de esqueletos deformados, con largos dedos que intentaban atraparlo al menor descuido. Y aunque se retorcían y se encorbaban de formas diferentes, a pesar de que en algunos todabía quedaban algunas hojas del un color café quemado, al pequeño Henry todos le parecían igual. Había perdido el sendero y por si no fuera suficiente, empezaba a obscurecer. Su hermana se lo había advertido, le dijo que no debía alejarse de la comitiva y aventurarse en el bosque, pero él no la había escuchado claro, en ese momento le pareció una mejor idea seguir aquella sombra...

Se dirigían su madre, su hermana y él de vuelta de visitar a los duques de Devonshire, su padre se había quedado un día más por algun asunto de adultos cuya importancia el niño no terminaba de entender. Había sido un viaje mortalmente aburrido de 3 días, y no había mucho que hacer atrapados en el carruaje todo mañana, tarde y noche, excepto dormir o jugar de nuevo algún jeugo de mesa en el que o Henry le ganaba a Katie, su pequeña hermana, o bien su madre le ganaba cada partida.

Así, parecía que el viaje transucurriría sin pena ni gloria hasta que, en uno de los altos que hizo la comitiva para el almuerzo, algo llamó su atención. Y es que los pequeños jugaban junto al camino cuando algo apreció moverse entre los matorrales más próximos. Al principio, pensando que era el viento, siguieron jugando a picar una lombriz que acababan de encontrarse. Más bien Henry la picaba mientras Katie no paraba de pedir que la dejara en paz. Pero entonces el pequeño Duque escuchó claramente que lo llamaban, no podía decir a ciencia cierta si aquella era una vozde hombre o mujer, o de niño o anciano. Se escuchaba extraña, fría y lejana.

-¿Escuchaste eso Katie?- preguntó a su hermanita, pero ella negó con la cabeza. Henry aguardo muy quieto observando a su alrededor por si la oía nuevamente. Nada. En el momento en que comenzaba a pensar que tal vez lo había imaginado y se disponía a partir en dos la lombriz con la ramita que sostenía en su mano, vio de reojo una sombra que se balanceaba entre los árboles, a tan sólo algunos pasos de distancia. Volvió a escuchar su nombre "Henry... ven". Contrario a lo que se pudiera creer el niño no sintió miedo, algo en esa voz se le hacía familiar... así sin pensarlo, soltó la ramita y se alejo de Katie sin mirar atrás. No importó que ella lo llamara y le preguntaba "si se habia vuelto loco" y que "lo acusaría con mamá si no daba media vuelta".

Trancurrió un buen rato antes de que se diera cuenta de que se había perdido. Henry estaba demasiado ocupado en su momento, persiguiendo a una sombra que cada vez que creía alcanzar, se desvanecía... sólo para llamarlo otra vez y materializarse aún más lejos.

Más ahora, la voz se había ido junto con la sombra y él se encontraba solo enmedio de la nada.

El niño se sentó sobre una piedra, abrazandose las rodillas con ambos brazos, de pronto sentía frió y mucho miedo. Los sonidos del bosque, de animalillos reptando o lechuzas ululando, o pasos sin dueño, no ayudaban a hacerlo sentir mejor. ¿cómo volvería ahora a casa? ¿y si no lo encontraban nunca? ¿Por que no había hecho caso a su hermana y huido de la sombra en vez de perseguirla durante, lo que le parecían horas?

Sintió sus ojos humedecerse. No quería llorar pero se sentía tan indefenso... tan estúpido. Tal vez si se quedaba allí y aguardaba mamá lo encontraría. Ellla tenía dones especiales, él lo sabía aunque ella nunca hablara de eso.

Las sombras de los árboles se alargaron más y más, y el viento se hizo más fuerte. La luz del sol se escapaba lejos de Henry, llevandose el calor y el único consuelo que le quedaba.

Cuando lo últimos rayos se perdieron entre los árboles y apareció la luna llena en lo alto, una niebla blanquecina se arrastro sobre la alfombra de hojas del bosque. Venía por todas partes, rodeando al niño sentado en la roca. El pequeño Duque no pudo gritar, no encontraba su voz. No había escapatoria. Este era el fin. Pero la niebla no se contentó con rodearlo, sino que empezo a arreolinarse frente al niño formando una silueta vaporosa que pareció flotar más y más cerca hasta hayarse a un palmo de distancia. Entonces, de entre la niebla apareció un rostro, con ojos azules como el hielo y largos cabellos blancos. La niebla estiro un retorcido brazo hacia él y acaricio su cabello. Fue cuando Henry reconoció aquel rostro, aquella voz. La había visto en un viejo retrato que su mamá guardaba celosamente en su viejo bahúl de sus tiempos de soltera.

-...¿A-abuela?- balbuceó. Ella sonrió y después aquella neblina terminó de cobrar forma: la abuela apareció con un largo vestido muy sencillo que casi tocaba el suelo, muy sencillo, como lo usaba la gente pobre, llevaba un collar raro al cuello y una mascada cubría sus cabellos. Parecía no tocar el suelo, como si flotara. Los pies no se veían por ningun lado.
Henry tenía la piel de gallina, aunque el reconocerla le calmó suficiente para no desmayarse como un niño pequeño.

-Te he estado esperando- dijo la abuela.

El Duque de Sumerset se despertó entonces, con un sentimiento extraño. Desvió la mriada a la ventana, aún era de noche. Aquél sueño había sido algo real, algo que le había sucedido ahce mucho tiempo. Pero no había pensado en ello desde hacía... años. ¿Por que la abuela se presentaba ahora a él de esa forma? ¿querái advertirle de algo? Esa ahbía sido la primera vez que había visto un fantasma... pero ahora ya no los veía, no podía aunque quisiera. Había perdido el don al crecer... Henry suspiró y se volvió a acostar intentando volver a conciliar el sueño, en vano. Recuerdos como esos no se desvanecen, tan fácilmente... (continurá)