Depende de aroma de tus pensamientos - Libre -

- Siempre se había jurado que no sería de los típicos que buscaban consuelo en la infinidad del mundo, los había que necesitaban sentirse efímeros en comparación con la naturaleza para tener un poco de confianza. Sandeces como las que soltaban sobre la infinidad del mar o esas tonterías que brotaban insanas de las bocas de los hombres obligaban a carraspear un silencio incómodo del que más de una vez había salido de forma brusca caminando lejos de la habitación para no escuchar más. No tenía menester alguno en centrarse en esas nimiedades, pues el hombre, mejor dicho, el ser humano siempre ha querido sentirse pleno. Ha querido ser el amo, el rey de todo pero cuando la realidad le voltea la corona o se deshace de los sueños que tuviesen, iban al mar, decían un discurso sobre ellos mismos y después sonriendo se citaban como unos eruditos que habían descubierto que sus problemas eran nimios en comparación a todo lo que los rodeaba. Podía decirse, claramente que no era de su agrado, más tampoco podía expresar el porqué de sus pensamientos.

Los días sin dormir le volvían huraño pero aún tenía un toque humorístico en sus apretados labios, dejando una mera línea rojiza mientras que continuaba caminando, con la diestra sosteniendo sus zapatos y con la siniestra posada sobre las caderas, aunque se tambaleaba perezosa con cualquier movimiento que hacían sus pies. Estaba en la playa, ese sitio al que se prometió que no iría muchas veces para evitar pensar pues lo único que quería era estar entre los brazos de una mujer, escuchar su voz aullar su nombre y después marcharse, como un pensamiento o como la brisa que ahora azotaba con exigencia su rostro cual si necesitase que el desconocido prestara sus servicios e incluso se presentara por haber actuado de ese modo. Su rostro, quizás por costumbre o por rutina se negaba a mirar hacía abajo, tenía el mentón alzado, sus rasgos discutían sobre la seriedad y la relajación pues podría parecer un hombre serio no obstante no cruzaba el umbral del temor que podría inspirar a quien lo viese.

Su atuendo era informal como de costumbre, unos pantalones de color apagado que estaban empezando a humedecerse por la zona de los tobillos, la tela no era barata pues se mecía creando ondulaciones que cualquier obseso del control no podría haber soportado, al igual que las prendas superiores, una camisa de color claro que estaba siendo escondida a medias por la típica chaqueta de los de "su clase" como solían decirle cuando le veían con ese atuendo, más que una chaqueta, era un chaleco de color blanco, cubría brevemente sus hombros y servía para acentuar la virilidad masculina, sobre todo en la zona del torso que lo elevaba y ensanchaba creando lo que más le gustaba, su cuerpo atlético parecía dos veces más fuerte pero no era una calamidad pues no exageraba sus atributos. El cabello se movía con algarabía propia de aquel sometido al incondicional capricho del viento. Estuvo paseando, así que cuando algo entró en su visión, se detuvo a pesar de que había algo de espacio entre ellos. Finalmente no pudo reprimir ese aire de curiosidad que la mujer le daba, atraído también a su belleza simplemente se colocó a su espalda- ¿Porqué os avergonzáis mujer? no tenéis que dar explicaciones solo tomar vuestra prenda . Nadie os juzga - Replicó en un tosco atrevimiento mientras se arrodilló y le tendió el pañuelo- No dejéis que el travieso de Eolo - nombró al dios del viento con una sonrisa lobuna que se acrecentaba traviesa en las comisuras- os robe vuestras prendas my lady -así, continuó andando con las manos a la espalda-