Sentimientos Encontrados.

Apenas había pasado el día, comenzando a entrar la tarde y aquella estancia permanecía entre las sombras simplemente iluminadas por las lámparas de gas instaladas en aquella mansión. Una tecnología que todo hogar no podía permitirse y a pesar de ello comenzaba a ceder bajo el peso de la "luz eléctrica".
Había oscuridad, si. Innecesaria para muchos, aun habiendo luz del sol, pero aquellos muchos que podía parecerles aquello un gasto inútil no estaban viviendo en un pequeño nido de vampiros.

Aun sumido en aquel descanso, la voz de Lilith sin querer le mecía en un duermevela, no era el contenido de estas para nada, lo que le llevaba por aquella barca, más bien el tono de su dulce voz.

Por un momento y cuando parpadeo en su despertar, echo la vista atrás a sus recuerdos sintiendo como si hubiese pasado demasiado tiempo, como si aquello que apenas había pasado en apenas unas horas hubiese sucedido hacía meses o años.

Un sentimiento extraño invadió su interior mientras asimilaba el lugar donde se encontraba y contemplaba el techo entre pensamientos: Abandono.
La reciente consciencia de que su Hacedora volvía a marcharse, a escurrirse de entre los dedos, después de su reencuentro en siglos, le hacía sentirse abandonado, en cierto modo como si le arrancasen algo en su interior...

De nuevo el pensamiento voló, y el duermevela volvía a invadirle. Su mente seguía entre pensamientos, en un estado limite entre la consciencia e inconsciencias.

Todo había salido mal: el plan de alejarlo a ellos, el asesinado a su descendiente... Habían estado a punto de morir, había estado a punto de perder a Lilith, y estaba seguro que de algún modo había perdido una parte de Lakme, ¿quién sabría cuando sus caminos volverían a cruzarse? ¿Siglos? Puede que nunca. Había sido derrotado, y la derrota no era algo de lo que estuviese acostumbrado.

Las palabras de Lilith, el sonido de sus lagrimas deslizarse por su piel, algo que con chocaba con sus oídos en aquel estado y luego la punzada de dolor que por fin lo devolvió del todo a la realidad.

Lucciano se alzo quedando sentado sobre la cama con respiración agitada como si hubiese despertado de un mal sueño, y llevándose la mano que ella había tomado en la venda que tapaba su ojo tuerto. Esta estaba mancillada por el escarlata seco.

-Creo que ella sabe cuidarse por sí solo, aunque yo este empeñado en entrometerme...-Una mueca de dolor, y sus labios se curvaron en una sonrisa para la joven mortal. -¡Oh vamos, Lilith! Si tienes que llorar, hazlo porque no he dado lo que querías... -Le tomó la mano con ambas y se la beso, por un instante le hizo un gesto burlón, intento bromear. -... Bueno te lo dí en el momento menos oportuno, y encima te engañe... Creo que deberías ponerme alguna clase de castigo, ¿no crees, fierecilla? ¿Puede que pasearme con uno de esos vestido de mujer, o...? No sé, ¿se te ocurre algo peor y pueda darme más terror? -Rió, y al hacerlo tuvo que apretar los dientes y los ojos con gesto de dolor dejándose caer de nuevo en el lecho, ya que sus fuerzas no le daban mucho de sí. -Creo que me hago viejo. -Irónico que el dijese esto.

De nuevo el silencio espero palabras suyas, pero antes él hablo.

-Creo que te debo una historia, y puede que un secreto revelado.

Ante su reacción pensó por un momento en lo testaruda que era la joven, ese pensamiento le saco una sonrisa y con ello un suspiro leve de paciencia.
Era de comprender, su juventud, sus preocupaciones, puede que incluso en medio hubiese... ¿celos? ¿Por quién? ¿Por él? Eso hacía que el vampiro se plantease de nuevo que tipo de sentimiento podría sentir ella por él, ¿había algo más que el simple interés? Al parecer debía de haberlo, podría ser que verdaderamente ella le hubiese tomado cariño, no sabía de que modo exactamente y se correspondía en... Bueno ese tema, pero... ¿No se le toma cariño a un perro?

Con dificultad se levanto de la cama, y en aquel largo silencio envolvió su cintura por la espalda y apoyo su barbilla en el hombro ajeno. Su contacto contra su piel dejaba entreveer un leve temblor signo de lo débil que aun continuaba el vampiro.

-¿Te conté alguna vez que cuando vivía llegue a conocer en una fiesta al mismísimo Julio César? Supongo que sabrás quien es, hay muchos libros que hablan de él, incluso creo que hay una obra de teatro escrita por Shakespeare, sin mal no recuerdo. -Sonrió buscando romper aquella tensión repentina, luego su voz cambio de la burla a ese tono tan suyo, tan particular, tan suave y acariciante a la vez. -Ya de niño nos contaban historias sobre fantasmas, espíritus de difuntos que vienen del más allá y se quedan atrapados entre el nuestro y el inframundo. Les gustaban asustarnos con esas historias, y no sabes cuantas noches pase aferrado al lecho de mi padre temblando de miedo. No sé, él me daba esa seguridad que nadie era capaz de darme, incluso cuando se convirtió en abuelo y la vejez comenzó a menguarle. -Por como hablaba de éste Lucciano echaba de menos a esa persona. -Al parecer estas historias tenían miles de años, y algo de cierto había en ellas, pero antes de que hubiesen espíritus humanos, había "otros" de...a No sé como explicarlo... Distinta naturaleza.
>>Sin uno de estos espíritus o demonios, o no se como definirlos, no habría inmortales, la existencia de los vampiros se debió a una historia larga donde se involucraba a una antigua Reina egipcia y una maldición con uno de estos espíritus anteriores a toda existencia. Si, aunque no te lo creas, los vampiros somos el ejemplo del libro albedrío pero tenemos Reyes originales. -Sinceramente quien escuchase su voz a la hora de contar aquella historia, podría pensar que él podría haberse dedicado a contar historias, o ser el perfecto narrados. -Pues bueno, al parecer cuando Lakme, Nebt o como quieras llamarla, ninguno de los dos solemos portar nuestros nombres verdaderos, Lucciano solo es solo otro nombre falso para una época nueva en la que vivir y adaptarse. Prosigo. Lakme nació hace miles de años en Egipto, y nació con un raro don. Su alma estaba vinculada a uno de esos ancestrales espíritus. No se sabe como, pero ella tiene en su interior un equivalente a lo que todos los vampiros compartimos con nuestros reyes, pero en su caso ella tiene el espíritu completo pero no repartido. Ese "otro" a veces le gusta jugar a ponerse el disfraz de su cuerpo, le permite ver a otros o llamarlos, y lo más importante, le otorga esa función de oráculo dándole visiones.
Al parecer ella no era ni es la única que había nacido con ese don, pero ella tenía algo distinto. Su Hacedor había buscando a personas como ella, pero cada vez que los convertía en vampiros, todos morían... Hasta que ella fue la única que sobrevivió. ¿Por qué querer darle la inmortalidad a un medium o como quieras llamarlo si en vida puede darte todas sus visiones? ¿Por qué arriesgas su vida para el cambio? Su Hacedor buscaba mantenerla con vida, no para su época... Si no para otro tiempo, mucho más lejano... Incluso de éste. ¿Para qué? No estamos seguro, hemos escuchado tanto y cosas tan distintas, pero tu segura que lo viste, viste ese tiempo. Las noches son como el día, los carruajes no necesitan caballos, las mujeres llevan pantalones ¿quién puede imaginar un tiempo con ese? Lo único que sé, es que si ella sobrevive a ese tiempo pasará algo.
En una visión donde yo puede verme en ese tiempo, yo caminaba por la luz del día y no ardía. Continuaba teniendo mi parte inmortal pero era como si hubiese recuperado mi humanidad temporalmente y ella con el "otro", el hombre rubio, de algún podía dárnoslo. Podía sentir el aire en mis pulmones como nunca, volvía tener apetito y disfrutar de la simple comida, podía incluso volver a tener hijos si lo deseaba... Y no tenía que renunciar a mi inmortalidad, o eso creo. Imagínate, ser vampiro sin sentir sed de sangre, ser licántropo y no perder el control con la luna llena... ¿Por qué la quieren todos? Puedes imaginartelo. ¿Tú no la protegerías?

De nuevo silencio, tiempo para asimilar aquellas palabras. Había esperando en el vampiro, pero en todo aquellos ¿qué era lo que ambicionaba realmente? ¿En qué estaban depositadas sus esperanzas?

-Sé que la odias, porque ella me hizo mal supuestamente. La muerte de mi hijo, que a mi esposa no le gustase su presencia... Quiero aclararte ciertos detalles.
>>Cuando yo era humano mi padres, los mios... Eramos una sociedad secreta, nuestros contrarios siempre fueron aquellos que ahora se hacen llamar inquisidores. Lakme solo me advirtió de que me estaba traicionando, mi hijo me había traicionado y todo por una necia historia de amor. -Su voz sonaba con amargura. -No pude darme cuenta de ello, creo que el dolor de este ojo que me falta y que me estuviese muriendo por culpa de él hicieron que del vino el unico consuelo en mis campañas militares y que el exceso haya hecho que olvidase la mitad de aquellos años ebrio.
Lakme me dio la vida, la muerte de mi hijo mato a miles y aunque mi mujer no estuviese muy contenta, fui benévolo con ella.
>>Cuando regrese junto a Lakme, y quise hacer lo que todo esposo tiene como obligación de hacer puede adivinar lo que me encontré bajo demasiada ropa. -En aquel momento, Lucciano le dio dos leves golpecitos en el vientre de Lilith insinuándole la sorpresa de su esposa. -Yo llevaba cinco años sin pisar la capital ni ver a mi mujer y mis otros hijos. ¿Y qué hice? Yacer todas las noches con ella, hasta poder anunciar en una mentira que ese bastardo era mío.
Siempre había sabido que tenía un capricho, se lo consentí, a pesar de todo y aunque no estuviésemos enamorados, nos queríamos desde niños, yo la quería demasiado y no iba a exponerla a la vergüenza ni a la muerte.,
No lo sabes todo de mí, es curioso porque incluso no sabes ni mi verdadero nombre. Ni de ella, sabes ni sé yo mismo si podre convecerte de mi fe ciega en ella, tampoco pretendo hacerlo, pero si alguna vez eres inmortal, puede que su don también te afecte a ti.

La giro para que le mirase, luego con aquella mano temblicona acaricio su mejilla, le miro los labios, se moría por besarlos y su único ojo no lo disimulaba.

-Tampoco sé demasiado de ti, solo tengo claro pocas cosas, aunque me encantaría saberlo todo, por eso no creo que pueda desprenderme yo de ti tan fácilmente, como tú de mí. -Su voz había comenzado a bajar su tono levamente, se había convertido un susurro para ambos, como si solo quisiese que ese sonido fuese para ella. Inclino su rostro como si fuese a besar sus labios, y así lo hizo pero superficialmente. No lo había podido resistir. -¿Dejarás que sepa más?

Su mano se había posado sobre su pecho con delicadeza para alejarse de su contacto, pero tal gesto suave había supuesto un hachazo dentro de su pecho tras sus palabras que le parecieron un rechazo en toda regla.

Había sentido su piel cálida sobre sus labios, su mirada, y ahora ella continuaba hablando y se alejaba posando su delgado cuerpo sobre la cama.
Él desde su posición y en silencio, con gesto neutro la observaba con su único ojo. Sin poder evitarlo había estado apretando la mandíbula.

-¿Quién dijo que deseará ser mortal? Hablo de gozar temporalmente de las ventajas de la mortalidad pero sin abandonar la vida eterna, además quien sabe si de aquí a unos siglos yo también me canso como lo hacen los demás... -Por un momento pareció ausente entre sus pensamientos. -Tengo más de 2000 años, y sigo sin lamentar muchas cosas... ¿Nunca te has preguntando donde están los vampiros ancianos? Tarde o temprano todos se cansan, ¿y sabes lo único que desean? Morir. Y para ello se encuentran con el Sol, y se convierte en un puñado de cenizas. -Rió con cierta amargura. -Repito tengo más de dos mil años, y aun sigo queriendo exprimir la vida, pero ¿y si dentro de unos siglos de repente quiero morir? No lo sé, tengo esperanza en lo que he visto, y sé que "eso" que ella será capaz de hacer con el "otro" me hará cambiar de idea.

Paseo por un momento por la sala meditativo. Así que había algo más que el mero hecho de evitar a la muerta, o la vejez. La inmortalidad era algo más profundo para Lilith que una simple conservación. Todo se basaba en "su libertad", en aquella renovación y emancipación con su mundo, en desterrar todo aquello y ser para ella misma.
Lucciano se sentó a su lado, ni una mirada, nada.

-Eres demasiado joven... -Ella no lo comprendería, puede que ahora no. Inclino su rostro ocultándolo entre sus manos un instante, y luego dejando caer sus manos, volvió a mirar a la nada. -No he querido nunca que fueses lo que yo quisiese, y tampoco serás mía. Eres tu propia dueña, y nadie más lo será.  -Intuitivamente llevo su mano a la de ella, y se la tomó. Notaba su miedo en su rechazo, y él también estaba asustado. -¿Nuestro trato? Ahí continúa, puedes tomar tu inmortalidad cuando lo desees, como mortal poco puedo enseñarte, nada más que exprimir todo lo que puedas hasta cruzar el otro lado. Lo que me queda por enseñarte será cuando haya cruzado la puerta y el mundo cambie para ti. -A riesgo de que ella se alejará, se aproximo y fue él quien le acarició los labios, como sus manos como sería más precavido sino con sus propios labios, tenía tanto deseos se sentirla contra su piel, de volver a teñir su lengua de su sangre y poder sentir su cuerpo extasiado junto al suyo. -Tu historia misma lo afirma, eres un huérfana en éste mundo y por ello la inmortalidad es un traje perfecto para ti. Ya te has desprendido de todo, ahora solo te toca vestirlo y disfrutarlo, conmigo o sin mí... Aunque creo que ya vas eligiendo la última opción. En París u otro lugar, es tuyo. -Suspiró sobre sus labios, como había conseguido robarle el aliento sin no le había atrapado del todo. -Eres una maldita cabezota, testaruda... Hasta la última gota de mi sangre casi, y no la aprovechaste. Eres tú la que se debe preguntar, ¿por qué volvió? ¿Y no dudar para quienes fueron mis últimas fuerzas? -Susurro suave, mientras en el atrevimiento sus brazos la envolvieron y el beso cálido y lento se produjo embriagándose la boca. No supo su fue largo, pero a él el disfrute se le hizo corto, y con el estallido de sangre en el fuerte latido de su corazón, ahí residió su deseo. -Si no quieres que tu vestido se haga más jirones, soy tu y tomaba esa puerta. - Su único ojos le miraba con aquel ardor, y sus manos con una fuerza de la que aun carecía la encerraba contra su piel helada.

¿Así que ahora tenía dudas si quería dar el paso o no? Por una parte lo comprendía, todo tenían miedo a abarcarse a lo desconocido, a convertirse en bestias sin razón. Incluso él mismo a la hora de la verdad tuvo miedo, a pesar de estar desesperado y deseoso de ser inmortal.

De repente sintió como su mano impactaba dos veces en su rostro. Otra vez el rechazo, y la venda que cubría su ojo tuerto voló fuera de su sitio descubriendo su falta física.
Solo pudo llevase su mano al lugar donde carecía de ojo y taparlo, ella no sabía lo mal que le hacía sentir que alguien pudiese ver esa carencia física que producía horror o asco; su mirada se perdía en la nada, así dejando que las palabras de ella rompiesen el silencio. Por un momento parecía no estar escuchándola.

No era el dolor del impacto, era más el dolor de su orgullo y luego aquella palabras hirientes que le parecieron más excusas de una niña necia que no tiene claro lo que quiere y huye de los problemas que ponzoñosas palabras creíbles.

-Se acabo... -Murmuro aun sentado en la cama, y sin mirar a nada ni nadie.

No pasaron ni unos segundo cuando se levanto con aquella expresión, la misma que si ella podía recordar había tenido el día que fue a buscarla a aquella calle donde la marco y humillo. Carecía de sentimiento alguno, y en cuanto la alcanzó la agarro por fuerza por las muñecas y comenzó a desgarrarle el vestido desnudándola por completo.
No tenía la fuerza que usualmente tenía, sus dedos temblaban con cada acción, no era una fuerza sobrenatural era la fuerza de un simple hombre pero igualmente continuaba teniendo más fuerza que ella.

El ojo claro era escarlata, y agarrándole por los cabellos de la nuca, atrapando su cuerpo contra la pared con cierta violencia, le obligó a que le mirase aquel ojo vació.

-Mírame, Lilith, ¡mírame! ¿Esto es lo que quieres? ¿Quieres al monstruo?. -No alzó demasiado la voz, no llegaba a gritar pero el tono de su voz firme y fría era capaz de crear escalofríos a cualquiera. -Dices que todos están junto a mí para usarme, pues no te marcharás de aquí hasta que yo también te use lo suficiente, o más bien te deje inservible para nadie ¿esto es lo que quieres, no? .-Volvía repetir.

Tirando de ella, la llevo hasta donde estaba la cama y desnuda la empujo hacía ella. Con su propio cuerpo sobre ella, la encerró para que no pudiese resistirse.
Una de sus manos la sujeto por el cuello, y la otra con detenimiento acaricio su piel, hasta que de repente se detuvo para apretar junto a su mano compañera con fuerza asfixiandola, esperando todo su lucha por parte de ella.

-Muerto el perro, se acabo la rabia. .-Dijo rotundamente y con respiración agitada por la excitación. ¿y si dejaba aquel susto y esperaba a que su cuello cediese y así todo se acabará? Tal vez se quitase un problema de encima, matar era algo demasiado fácil, la debilidad se marcharía, y no caería en los mismo errores.

Los segundos...
Lentos...
Angustiosos...

-¡Maldita sea!. -Grito derrotado, soltándola del cuello, y volviéndola a besar con miedo y cierta desesperación, para luego aferrarse sobre su cuerpo en un abrazo, del cual, esperaba que ella se liberase pronto.

¿Qué era aquello? ¿Lágrimas en su rostro? ¿El vampiro lloraba en silencio? No recordaba cuando había sido la última vez que lo había sentido de aquel modo, la tenía tan metida en su cabeza, la tenía tan metida en su tacto que no podía pensar en sí mismo si ella no estaba por encima de él. Se sentía un maldito necio, había tantas dudas, miedo y sentamientos encontrados, no era cariño solo había ese algo más...

-No puedo, Lilith... Ojala pudiese... .

Sentir sus delicados brazos estrecharle contra ella, era revelar, cual débil se estaba mostrando, cual inmune era ahora mismo ante aquellos sentimientos tan humanos que temía que le llevasen a al perdición.

Junto con sus palabras suaves y acariciantes a sus oídos, le parecía tener ante él una Lilith más dulce, menos fría más humana. Ya que cuando la conoció, en ningún momento le pareció ver la humanidad que en ella residía, la mortalidad puede, pero se comportaba ya como un vampiro el cual solo pensaba en su existencia, Como él mismo: intereses y egoísmo.

Y allí estaba refugiado entre sus brazos escuchando sus palabras, escuchándola sin pronunciar ni una palabra, escuchando... ¿Enamorado? Espera un momento, ¿ella había pronunciado aquella palabra que ahora le parecía prohibida para sus labios por el temor? ¿Era valentía o ella misma lo había dicho sin pensar? No resto importancia, pero ahí quedo mudo asimilandolo, y no procurando sacar él tema; no sabía si estaba seguro de aquello pero era posible que él sintiese algo demasiado fuerte por ella.

En cuanto ella intentaba alzar su rostro para verlo, el en aquel silencio doloroso volvía su rostro para que no le viese. No quería que ella pudiese apreciar lágrima alguna, porque... No recordaba realmente cuanto había llorado de aquel modo, ni por la muerte ni por la traición, puede que por la pérdida... Pero había pasado demasiado tiempo y para él llorar continuaba siendo un signo de debilidad que no debía de aparecer en su vida, ni ser mostrado.

-Eres demasiado joven... -Simplemente dijo rompiendo aquel silencio y ante sus disculpas.

Podía sentir como sus besos tiernos lo cubrían, y consolaban ante el temor de sentir aquello, el temor de acabar con su vida, la cual no podía, ante el rechazo que previamente había recibido. No sabía porque pero en su interior una llamita cálida crecía haciéndole sentir reconfortarle, y entregándole a una paz que nunca había tenido dentro de aquella batalla que se cernía en sus entraás desde tantos milenios.
Entregado a ella, era como si el aire que respirase fuese real en sus pulmones, como si el calor que desprendía su piel fuese verdadero, y no una simple máscara creada por el no muerto... Era como si le hubiese devuelto la vida.

Suaves besos que correspondían, suaves caricias de sus labios suaves y calmantes, que con cada roce hacía que su propia piel en breve se estremeciera con cierto gozo. Al principio y aquel juego detenido donde él disfrutaba de ella, vivía con la sensación de que todo estaba en quietud. Pero como siempre había estaba aquello que le hacía arder, la deseaba tanto en tantos aspectos, ella a pesar de dar pasos calmos, era una llama ígnea que no podía evitar que él por dentro ardiese, a psar de que su ojo hubiese sido hielo, éste se fundía ante tan agradable sentimiento sumado con la excitación que ella le causaba, el deseo desenfrenado que contenía dentro.
De nuevo sus brazos la atraparon y sus labios apasionados bebieron de los ajenos. No sabía como pero ya estaban enredados sobre el lecho, y sus ósculos se deslizaban en la desnudez de sus pechos erizados. Sus manos acariciaban sus muslos sintiendo cada curva que su cuerpo creaba por ellos, deseaba quedarse con la imagen de aquella Venus, de aquella diosa que quería poseer, aquella diosa que había conseguido que su respiración se agitase y el ardor creciera en su cuerpo, y que a pesar de todo, el monstruo se calmase.

Unas breves palabras, y él le respondió enmudeciendo sus labios y con el silencio, rozándolos de un modo apasionado pero no desenfrenado; pausado, con deleite.
Aquel momento parecía que todo era distinto, era como si el mundo hubiese olvidado de repente las horas anteriores llena de tensiones y nervios, de temores y contradicciones, era como si todo hubiese dejado de existir, como si se concentrasen en un vacío compartido y solo estaban ambos.

La piel de ella en contraste a su frialdad era fuego que quemaba nuestra piel. las manos del vampiro se hundieron en su cabello aferrándolo con fuerza. Su cuerpo buscaba el suyo como el río que busca el mar para yacer en éste.

Ella era un dulce fuego que quería poder poseer entre sus dedos, pero dentro de aquel resquicio el existía el pequeño temor de sentir que sus llamas se escapaban entre ellos y al hacerlo podía abrasarle consumiéndolo.
Un historia que se repetía, ella tenía razón había caído en alguna historia similar donde era usado como objeto o caída enamorado irremediablemente volviendo a recuperar por así decirlo aquella esencia oculta de su humanidad. Lo que no sabía Lilith, es que aquellas historias había sido excepciones que apenas había podido contar con los dedos de una mano y que la diferencia de muchos siglos entre ellas eran demasiadas... Lucciano había vivido su vida siendo más el monstruo que él humano, y al parecer había sido la vejez lo que le estaba recordando lo que había sido antes de morir. Un ser débil y con sentimientos. O tal vez, el espíritu de aquella época le había hechizado. Algunos pensadores decía que el “concepto del amor” era un invento de aquel siglo.

-Ahora mismo si te soy sincero, no estoy seguro de nada... -Pudo sentir su mano deslizándose por su piel, y sus ojos que le evitaban. El acaricio con suavidad sus mejillas sonrosadas. -Puede que estemos de lleno en este cambio y no nos hayamos dado cuenta. -Su voz era cálida, y sus ojos fascinación calma hacia ella. -¿Quién soy yo para poder detener el transcurso del tiempo? A pesar de que si pudiese ahora lo ralentizaría...

Al sentir el abrazo de sus muslos en su cuerpo apenas podía controlar aquellos impulsos cargados de lujuria y de pasión, aunque sabía de que alguna manera u otra debía hacerlo, quería disfrutar de ella, lentamente, tomárselo con tranquilidad ya que tenía una extraña sensación de que aquel momento podía tardar en repetirse.
Podía notar bajo la piel cada inyección de sangre descontrolada en sus venas; aquello creaba una cierta tentativa para el vampiro que no quería detenerse en aquel descontrol. No sabía en que momento él había restado ropa de su cuerpo igualándose a ella en desnudez.

-Te querré... Todas las noches que me pidas... -Sorprendido de sus propias palabras que sin pensamiento previo habían salido de entre sus labios. No sabía si estaba siendo llevado por algún tipo de hechizo más poderoso que nada, pero ¿quién podía imaginarse que hablase así, quién podía imaginarse que ahora actuase de aquel modo?

Ella estaba encima de él pero pronto cambio las tornas envolviéndola con su cuerpo con tranquilidad y con ello pudo sentir como poco a poco penetraba en su cálido vientre uniéndose en uno con ella. Un suspiro exhalaron sus labios, y su respiración fue repentina, había contenido el aire demasiado tiempo.

Por un momento el mundo parecía estar calmó en su quietud en cuanto sus últimas palabras desaparecieron dejando paso al silencio.

Sólo el aire exhalado de sus pulmones, sólo gemidos que morían en largos suspiros en cuanto sus cuerpos encajaban a la perfección, unidos en aquella cálida y lánguida danza llevada por una música inapreciable.

Al principio parecían tomarse su tiempo en el disfrute y por así decirlo, para Lucciano, la falsa sensación de tener todo el tiempo del mundo era un deleite en el que detenerse.

Sus labios impactaban al principio dulces con los suyos para luego volverse devoradores y hambrientos, no podía evitar sacar aquella parte de depredador al sentir en su boca sus colmillos sedientos que precavidos, sujetaban su ansia de perforar su piel.

En aquel tedio lento, aquellos maravillos muslos abrazaban su cintura recibiéndole en aquel placentero ardor, que en un principio era pausado pero sin darse cuenta cada embestida aumentaba su ritmo al igual que su profundidad. Al fin y al cabo perder la cordura era lo de menos, el vampiro solo deseaba consumirse en ella, buscando el camino al nirvana.
Cerca sintió la llegada de su culmen mientras retenía la respiración en aquella apresurada caída, pero contenido y saboreando el fruto que eran sus pechos busco que ella alcanzará antes el más alto de los placeres.

-Lilith... -Sus labios susurraron su nombre. Le iba a llevar a la perdición y lo sabía. 

[u]"Nos dimos muy poco tiempo
Aún respiraba mi corazón
Fuimos creyendo en lo nuestro
y venciendo esos miedos
que ahogan la pasión.."

-El último pétalo, EstirpE-

-Lilith...-Habló entre respiraciones agitadas en su pecho.

Luego sintió explotar y él se dejó ir tras la espera, derramándose en si vientre, sintiendo un inmenso placer.

-Lilith...-Susurro muy suave con su último suspiro, rindiendo su cuerpo a su lado. En un silencio perpetuo en lo poco que quedaba de noche.  

Calma en el mundo, sin inquietudes ni preocupaciones; e inmensidad era el mundo, hermoso, al sentirla a ella a su lado; y de repente una fortaleza le invadía, ella por así decirlo se había convertido en ese valioso talismán con el suficiente poder, para sacar a la luz lo que apenas le quedaba de alma humana.

Poco a poco su piel se fue impregnando del frío tras romper su unión. La sensación de soledad y de estar incompleto sin su tacto,  casi lo llevó inconscientemente a aferrarse a su cuerpo.

"Te amo" fue un pensamiento que pronto se desvaneció cuando el monstruo se sintió tentado de pronunciarlo.
Bien le convenía deshacerse de aquello sentimientos humanos si deseaba sobrevivir otros miles de años; esa debilidad le llevaría a la perdición pero... Era tentadora y única, era como volver atrás, a tiempos más felices. Pero al fin y al cabo Lucciano no estaba hecho para el amor, incluso cuando fue humano apenas lo conoció. Puede que de su padre, o más bien de sus hijos que sacaron de debajo de aquella capas de violencia y sangre del soldado de hierro a un padre que los amaba y protegía por encima de todo.

Y allí estaba, volviendo a ser como el sangriento soldado que sólo conocía la muerte y la guerra se desvanecía; así por una vez el siendo el protegido.

-No temas al sueño, pues la aura se avecina y ella no me llevará a ninguna parte. -Sobre sus labios pronunció aquella palabras y luego la beso lentamente. -Ven conmigo, acompañante... -La idea surgió repentina. -Quiero viajar a mi hogar a buscar a ese bastardo y acabar lo que comenzamos, ven a mi lado. Te gustara, el sol allí es distinto, y no tendrás que dejarme.

Aquel amanecer se despertó completamente nublado. Un cielo gris que no dejaba que ni un rayo solar se filtrase entre el muro blando y oscuro en el cielo.
Para Lucciano una buena señal, ya que podría moverse con más tranquilidad durante el día, sin estar preocupado todo el tiempo de estar atrapado en aquella carroza de ventanas ahumadas hasta llegar al barco y encerrarse en su camarote a la espera de la noche.

Buenas vibraciones, y luego la excitación ante la vuelta de su tierra.
Una mirada hacía una de las ventanas, con ambos ojos. Al parecer mientras ella dormía había procurado recuperarlo.
Por un momento le pareció verla asomarse por una de ella y sin poder evitarlo sus labios se curvaron en sonrisa.

-Signore... -Sus pensamientos se vieron interrumpido por uno de los sirvientes que le entregaron "la nota", nota que leyó y luego quedo arrugada en su puño.

Sus ojos dispares no volvieron la vista atrás, y enmudecido piso el primer escalón de la carroza y subió.
Nada, ni un último vistazo, acción al respecto. Simplemente su gesto de felicidad se heló en su inhumana piel.

-Signore, ¿no va a dejar respuesta? -Dijo en la ventana el sirviente.

Unos segundos antes de que contestase, no hubo ni gesto meditabundo.

-Comuniquele a madamoiselle O´Hara que todo esta a su cargo en mi ausencia; confío en que no encontraré todo reducido a cenizas ni similar. -Iba cerrar justo la ventanita cuando una idea se cruzo en su cabeza. -¡Ah! Una sirvienta que me este esperando en el barco, que me haga compañía y me pueda entretener. Humana y virgen, no la escojas de entre los esclavos... Sorprenderme.

Dos golpes en la puerta y la carroza se puso en marcha dejándolo todo atrás a rauda velocidad.

¿Cuál era ese sentimiento que ahora comenzaba a invadirle mientras más se alejaba? "Negocio", le había dicho en la carta volviéndole a rechazar. Como una mano insensible que penetraba en su pecho arrancándole el corazón y con ella lo poco que había conseguido hacer resurgir de su humanidad. Un sentimiento de vacío que solo encontraba su lleno con la más oscura venganza.

Una venganza que no iba a dejar que se le escapase de entre los dedos como el agua, ni por ella ni por nadie. No iba a detenerse ante la duda de ella, esperando sus respuestas y a que ella se decidiese de una vez. Era cansado, incluso para un anciano para él.
La oportunidad estaba huyendo hacía su tierra, la traición podía por fin se compensada, no con un trofeo si no ya con dos, ya que junto su descendiente, su familia.

Ni pensó en dejarle respuesta a ella, ni nota, ni palabras... No supo porque, pero deseo dejarla con aquella incertudimbre que ella misma al él le dejaba, dándole sentimientos contradictorios que creaba en él debilidad e inseguridad.

Puede que ella lo necesite, puede que su ausencia, ni las presiones ni el agobio le ayude a tener claro lo que ella deseaba. Aunque tenía muy claro lo que había visto en aquella noche en los ojos de la bella, y era innegable. Había un sentir más fuerte que cualquier cosa, y era algo que no podía esconderse, lo había visto con demasiada claridad, y el negarselo era como negar a la verdad misma.

La carroza se detuvo, y una pequeña nota y una instrucción para el cochero que regresaría a la mansión.

"Te escribiré..." Solo ponía en la nota para ella.