AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Velada Sangrienta [Priv. Molly Winslet]
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Velada Sangrienta [Priv. Molly Winslet]
"Por la noches todo toma su verdadera forma y su verdadero aspecto. Y entonces se perciben sobre la tierra muchas cosas que no se ven de día"
El sobre sobre su escritorio de caoba tenía un gran sello de largo granate en el que aparecía el sello de la casa real francesa. Sin duda se trataba de una invitación al palacio real donde se daba un gran baile al que debería acudir toda la clase alta de Londres. Sin duda se trataba de una reunión de gente poderosa con el afán de establecerse relaciones entre poderosos, ni que decir tiene, que en esa cumbre estarían las personas más influyentes e importantes de ese reino y de otros. Así que eso exigía no solo etiqueta, sino condecoraciones y bandas militares por éxitos en su condado.
James se miró por última vez en el gran espejo antes de salir por la puerta, su pelo estaba peinado hacia atrás, olía a un aceite especial que se traía desde Egipto y su traje encajaba perfectamente en su complexión atlética. Sus ojos antes azules, ahora mostraban ese brillo rojizo que caracterizaba a su nueva raza, la tez pálida de noche de advertía menos, pero el contraste con el traje negro y la camisa y pajarita blanca parecían acentuarlo en vez de rebajarlo. Suspiró al encontrarse elegante y se dispuso a salir de su villa junto al lado para ir en calesa hasta el palacio que se encontraba fuera de París. En el trayecto miró por la ventana agradecido de haber podido "tomar" un tentempié antes de marchar, porque entre ese revuelo de gente sin duda habría las sangres más apetecibles del mundo. Era un bufet libre de gente aristocrática y nacionalidades distintas, muchos grupos sanguíneos que se diferenciaban en su sabor y olor, algo muy característico y el hecho de pensarlo hacía que la garganta de James se secara. Cuando bajó de su calesa, entregó la entrada a los mayordomos que le llevaron entre tanto tumulto al centro, donde saludó a varios conocidos mientras hablaban de negocios y sobre el comercio del cabrón y el hierro. Además de los diferentes frentes y motines de la población que se levantaba.
Muchas mujeres hermosas y sonrientes se aglutinaban del lado de sus maridos, mientras que entre otras se formaba un corro para hablar sobre el ocio y la sociedad y lo poderosas que se sentía en ese escalfón de la sociedad. Pero sin duda entre toda aquella negrura, una estrella resplandecia. Entre aquel circo aritocrático, algo surgió con su propia luz, un aura tan parecida a la suya que sonrió al descubrir que ni era el único en parís, ni era el único en esa habitación. Pero parecía jóven, sus ojos estaban aún más rojos que los suyos, su presencia a veces se hacía notar y su personalidad no pasaba desapercibida, derrochaba sensualidad y era algo que llamaba la atención de los hombre y de todo el mundo en general. Así que supuso que era una neófita, un vampiro joven que había llegado hace escasos años a su condición, y por experiencia propia sabía que no era agradable y menos en ese estado estar rodeada de tanta sangre aristocrática. James finalizó su conversación al tiempo que terminó de pensar en lo anterior y se acercó hasta la joven, con una copa de Champagne para ella. Se la ofreció en silencio y después se quedó observándola a ver si ella descubría o percibía su aura, si así era, sobraban las presentaciones- Mi nombre es James Ruthven- dijo mientras hacía una reverencia- Me encantaría acompañarle en esta velada.
A pesar de que fuera una chica joven y atractiva, su condición peligraba entre tanto invitado. Sus instintos eran primitivos e irracionales y de eso James sabía. Descubrio guarniciones de soldados reales franceses en las estancias, todos ellos firmes y en completa guardia. James en silencio alargó el dedo indice sobre su copa mientras bebía haciendo una señal a los guardias apostados, esperando que Molly lo entendiera- No es el mejor momento ni el lugar para divertirse- quizás ese comentario pareciera fuera de lugar pero estaba completo de complicidad y un código que solo ellos dos entendían-
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 05/06/2015
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Re: Velada Sangrienta [Priv. Molly Winslet]
Mis ojos se perdían en el vaivén de todas aquellas faldas, tan pomposas y llenas de alhajas que podrían haber costado fácilmente la renta anual de un hombre de clase media. Pero, por supuesto, aquella no se trataba de una reunión cualquiera.
“Le grand palais royal” suspiré en mis pensamientos.
Tantas habían sido las veces en que mis pies se habían perdido entre sus lustrosos suelos, reiteradas habían sido las ocasiones en que me deleité entre los bailes y las conversaciones, incontables habían sido los momentos de rubor ante las peticiones de pretendientes primerizos.
Pero nada tenía que ver aquella niña ilusa y orgullosa que se dedicaba a ilustrar sus ideas en las mentes tradicionales de los adultos. Ahora ninguno de aquellos asuntos podía tener una mínima importancia para mí, cuando todas las ideologías e intenciones de aquellos estúpidos humanos podían ser arrebatadas con una simple orden.
¿Qué me había llevado entonces allí?
Bueno, sobraban las explicaciones. Mi fortuna no nacía por arte de magia, aunque casi podría decirse que así era. Pero requería un mínimo esfuerzo, y eso significaba acudir a todos aquellos eventos con el fin de buscar algún que otro viudo o viuda que “casualmente” conocía a su sobrina perdida y “decidía” legarle una gran parte de sus adineradas posesiones.
Sin embargo, aquella noche, ni el humor ni el ambiente se me hacían propicios para trabajar, y decidí dejar que las diversiones mundanas me llevaran a divertirme un poco. Así me encontraba, escrutando las conversaciones lejanas para descubrir los secretos de alta alcurnia, cuando un aura que se me hacía familiar inundó el ambiente.
Decidí no descubrir de quién se trataba todavía, alargando la incertidumbre mientras me dedicaba a observar los exagerados gestos de las personas que me rodeaban al hablar.
Sin embargo, no tuve que esperar demasiado, pues me encontré con un hombre inmortal de implacable atractivo y porte majestuosa dirigiéndose hacia mí con una copa de champán. La acepté sin decir nada, cautelosa, ¿acaso también era uno de aquellos vampiros que se dedicaban a sermonearme sobre lo peligrosa que resultaba mi condición?
- Mi nombre es James Ruthven- observé su semblante cortés mientras hacía una reverencia- Me encantaría acompañarle en esta velada.
No pude evitar que una sonrisa traviesa se extendiera por mi rostro ante sus palabras.
-Es usted realmente atrevido, señor Ruthven –ladeé la cabeza y solté una risita, antes de hacer una leve reverencia-. Será un placer. Yo soy Molly, Molly Winslet, caballero.
Observé su gesto insinuante hacia los guardias, y no pude evitar que un risa se escapara de mis labios.
- No es el mejor momento ni el lugar para divertirse.
Entorné los ojos, mirándole a través de mis espesas pestañas con expresión divertida, pero en mi interior también se desplegaba cierto cansancio. ¿Por qué cada vampiro que se encontraba en mi camino tenía la tendencia a creer que mis intenciones sanguinarias aparecerían en el momento más peligroso e inoportuno de una estancia abarrotada? Oh, por Dios. Claro que tenía un mínimo de discreción y cautela a la hora de “cazar”, pero al parecer, aquellos de mi especie que llevaban centenares de años viviendo la inmortalidad, me veían como un riesgo inminente para nuestra raza.
-Diversión, diversión… -murmuré mientras me acercaba al caballero-. Por lo que puede comprobar, la diversión abunda en estos eventos. Aunque supongo que no se puede aplicar el mismo tipo de recreo para nosotros, ¿cierto?
Alcé una comisura, traviesa, y choqué mi copa ligeramente con la suya, provocando que el champán burbujeara en ambas. Tomé un pequeño sorbo y sonreí ampliamente a mi acompañante, que no parecía muy complacido con mi actitud insolente.
-Si tan consternado se encuentra por lo que pueda ocurrir debido a mis peculiares costumbres a la hora de disfrutar de una velada como la actual, quizá debería plantearse sacarme de aquí y llevarme a lugares mucho menos refinados y agradables donde poder dar rienda suelta a mis incontrolables impulsos.
Dejé que la ironía fuera notable en mis palabras, dejando traslucir parte de la irritación que me provocaba aquella postura tan paternalista en su comportamiento.
-Aunque mucho me temo que sería de muy mala educación abandonar la sala habiendo llegado tan pronto, no todos los días se celebra una reunión de este calibre, ¿no cree?-ladeé la cabeza de forma juguetona-. Y no queremos que las presas se dispersen por nuestro mal comportamiento, ¿me equivoco?
Aquella última frase fue tan solo un susurro, que probablemente él escucharía con claridad, pero no quería provocarle en demasía dejando que el gentío que nos rodeaba advirtiera mi forma de denominarlos. Así, traviesa y desafiante, me enfrenté a la dura mirada del vampiro.
“Le grand palais royal” suspiré en mis pensamientos.
Tantas habían sido las veces en que mis pies se habían perdido entre sus lustrosos suelos, reiteradas habían sido las ocasiones en que me deleité entre los bailes y las conversaciones, incontables habían sido los momentos de rubor ante las peticiones de pretendientes primerizos.
Pero nada tenía que ver aquella niña ilusa y orgullosa que se dedicaba a ilustrar sus ideas en las mentes tradicionales de los adultos. Ahora ninguno de aquellos asuntos podía tener una mínima importancia para mí, cuando todas las ideologías e intenciones de aquellos estúpidos humanos podían ser arrebatadas con una simple orden.
¿Qué me había llevado entonces allí?
Bueno, sobraban las explicaciones. Mi fortuna no nacía por arte de magia, aunque casi podría decirse que así era. Pero requería un mínimo esfuerzo, y eso significaba acudir a todos aquellos eventos con el fin de buscar algún que otro viudo o viuda que “casualmente” conocía a su sobrina perdida y “decidía” legarle una gran parte de sus adineradas posesiones.
Sin embargo, aquella noche, ni el humor ni el ambiente se me hacían propicios para trabajar, y decidí dejar que las diversiones mundanas me llevaran a divertirme un poco. Así me encontraba, escrutando las conversaciones lejanas para descubrir los secretos de alta alcurnia, cuando un aura que se me hacía familiar inundó el ambiente.
Decidí no descubrir de quién se trataba todavía, alargando la incertidumbre mientras me dedicaba a observar los exagerados gestos de las personas que me rodeaban al hablar.
Sin embargo, no tuve que esperar demasiado, pues me encontré con un hombre inmortal de implacable atractivo y porte majestuosa dirigiéndose hacia mí con una copa de champán. La acepté sin decir nada, cautelosa, ¿acaso también era uno de aquellos vampiros que se dedicaban a sermonearme sobre lo peligrosa que resultaba mi condición?
- Mi nombre es James Ruthven- observé su semblante cortés mientras hacía una reverencia- Me encantaría acompañarle en esta velada.
No pude evitar que una sonrisa traviesa se extendiera por mi rostro ante sus palabras.
-Es usted realmente atrevido, señor Ruthven –ladeé la cabeza y solté una risita, antes de hacer una leve reverencia-. Será un placer. Yo soy Molly, Molly Winslet, caballero.
Observé su gesto insinuante hacia los guardias, y no pude evitar que un risa se escapara de mis labios.
- No es el mejor momento ni el lugar para divertirse.
Entorné los ojos, mirándole a través de mis espesas pestañas con expresión divertida, pero en mi interior también se desplegaba cierto cansancio. ¿Por qué cada vampiro que se encontraba en mi camino tenía la tendencia a creer que mis intenciones sanguinarias aparecerían en el momento más peligroso e inoportuno de una estancia abarrotada? Oh, por Dios. Claro que tenía un mínimo de discreción y cautela a la hora de “cazar”, pero al parecer, aquellos de mi especie que llevaban centenares de años viviendo la inmortalidad, me veían como un riesgo inminente para nuestra raza.
-Diversión, diversión… -murmuré mientras me acercaba al caballero-. Por lo que puede comprobar, la diversión abunda en estos eventos. Aunque supongo que no se puede aplicar el mismo tipo de recreo para nosotros, ¿cierto?
Alcé una comisura, traviesa, y choqué mi copa ligeramente con la suya, provocando que el champán burbujeara en ambas. Tomé un pequeño sorbo y sonreí ampliamente a mi acompañante, que no parecía muy complacido con mi actitud insolente.
-Si tan consternado se encuentra por lo que pueda ocurrir debido a mis peculiares costumbres a la hora de disfrutar de una velada como la actual, quizá debería plantearse sacarme de aquí y llevarme a lugares mucho menos refinados y agradables donde poder dar rienda suelta a mis incontrolables impulsos.
Dejé que la ironía fuera notable en mis palabras, dejando traslucir parte de la irritación que me provocaba aquella postura tan paternalista en su comportamiento.
-Aunque mucho me temo que sería de muy mala educación abandonar la sala habiendo llegado tan pronto, no todos los días se celebra una reunión de este calibre, ¿no cree?-ladeé la cabeza de forma juguetona-. Y no queremos que las presas se dispersen por nuestro mal comportamiento, ¿me equivoco?
Aquella última frase fue tan solo un susurro, que probablemente él escucharía con claridad, pero no quería provocarle en demasía dejando que el gentío que nos rodeaba advirtiera mi forma de denominarlos. Así, traviesa y desafiante, me enfrenté a la dura mirada del vampiro.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Re: Velada Sangrienta [Priv. Molly Winslet]
- Contrariamente a lo que piensa, Mademoiselle Winslet, yo no me he presentado ante usted con la intención de cohibir retener su naturaleza. Lo hice porque es usted una inmortal joven, que rodeada de tan exquisita añada y cosecha- le indicó para que no se confundiera con sus pretensiones. ¿De verdad había vampiro que cohibían y condenaban a otros siendo ellos mismos portadores de aquel propósito sangriento para vivir? El orgullo de James como vampiro se sintió ultrajado frente aquella pregunta- No me imagino la desfachatez y la falta de lealtad de cualquiera de nosotros que inste a otro a no hacer gala del oficio que naturalmente debe ejercer- le dijo a Molly- Me gustaría conocerlo de primera mano para sentenciarlos a la "vida eterna"- añadió con una sonrisa quizás algo sádica. Utilizó el oncepto de "vida eterna" que utilizaban los mortales. La vida eterna para aquellos católicos practicantes era la muerte esperada, aquella muerte dulce que llevaba a los buenos directamente a un cielo idílico. Pero ellos eran la viva representación de la vida eterna, siendo las únicas criaturas inmortales, por las que el tiempo no hacía mella, y tan solo eran hojas de un calendarío vacío, unas horas de noche durante décadas y el devenir de una sociedad que se transforma adecuándose a las nuevas ideas, a las nuevas personalidades y de ahí le surgió a James una pregunta que decidió hacerla en voz alta- ¿Algún día será posible que la gente no tenga miedo de mostrarse frente a los demás? O mejor aún ¿Algúna vez alquien romperá la lucha de confundir lo "diferente" con lo "malo"? No querida, la noche nos pertenece a nosotros. Esta es la mejor cosecha que puede encontrarse en París y es aquí donde debes estar, pero quizás no es el lugar con la presencia indicada. Como el cazador que acecha a su presa debe rastrearlo, seguirlo y atraerlo- ofreció su mano mientras le relataba a Molly la sutil metáfora entre la caza de una presa y un vampiro y su comida- Para después obtener el trofeo. Más Cheriè no lo increiblemente bueno es ese trayecto. Cada vez aprendes a disfrutar más para a optar a una merecida recompensa...-y en ese mismo momento las palabras de James se cerraron para dirigir su atención a un joven que había entrado. Parecía Criollo, un joven hispano que venía de Estados Unidos para involucrarse entre la aristocracia y subir peldaños en esa sociedad vertical en la que se encontraban- Eso es una buena añada- acercó sus labios al oido de Molly para dirigir su atención hacia aquel joven- ¿Alguna vez ha probado la sangre criolla?- preguntó mientras continuaban su paseo ligero entre tan alta cuna para aproximarse hasta él- Disfruta, la sangre no siempre sabe igual, depende de las personas, las razas y los lugares. ¿Notas ese aroma fresco? Esa sangre es la vieja sangre salvaje de la que quedan apenas en el mundo un par de generaciones. - le indicó- Es un juego divertido no llamar la atención de los guardias ni de nadie. Pero es fácil es un joven y tu una joven muy hermosa. Estoy seguro de que tu hazaña será breve y productiva- elevó la copa indicando que el juego comenzaba entre ambos.
La velada se había transformado y el nivel de complicidad también, la pudorosa imagen de un joven de la realeza y una joven de la aristocracia quedó en un plano secundario aquella noche. La sociedad y el protocolo quedó en segundo plano cuando entre ambos vampiros empezaron compaginar sus ambiciones de aquella noche. Aquella joven neófita no era para nada una joven ingenua que no tenía ni idea de aquel mundo nocturno. Al contrario parecía versada en aquel rito de cacería y James se sintió aliviado y emocionado de ver como un joven espécimen como ella representaba se atrevía a estar sola en una fiesta, entre la alta sociedad dispuesta a elegir su cena entre la más alta cuna. Desde luego tenía un gusto exquisito y sobre todo, era una mujer que sabía lo que quería.
Se quedó en la esquina contemplando como la chica se ganaba la atención de aquel joven. Como empezó a encandilarlo mientras reían. Los gestos de la joven eran femeninos y leves, como los de una joven de alta cuna coqueta que sabía como hacer que los hombres siguieran su estela. James acabó su copa y la dejó en una bandeja que pasaba por su lado contemplando en silencio, que aquella joven, era un diamante que había que tallar y pulir para que brillara y lo que más le gustaba a James de ella, es que no se arrepentía de lo que era, sino que se sentía orgullosa. Rasgo característico que tenía con el joven vampiro, que haría de su carabina esta noche a instructor.
La velada se había transformado y el nivel de complicidad también, la pudorosa imagen de un joven de la realeza y una joven de la aristocracia quedó en un plano secundario aquella noche. La sociedad y el protocolo quedó en segundo plano cuando entre ambos vampiros empezaron compaginar sus ambiciones de aquella noche. Aquella joven neófita no era para nada una joven ingenua que no tenía ni idea de aquel mundo nocturno. Al contrario parecía versada en aquel rito de cacería y James se sintió aliviado y emocionado de ver como un joven espécimen como ella representaba se atrevía a estar sola en una fiesta, entre la alta sociedad dispuesta a elegir su cena entre la más alta cuna. Desde luego tenía un gusto exquisito y sobre todo, era una mujer que sabía lo que quería.
Se quedó en la esquina contemplando como la chica se ganaba la atención de aquel joven. Como empezó a encandilarlo mientras reían. Los gestos de la joven eran femeninos y leves, como los de una joven de alta cuna coqueta que sabía como hacer que los hombres siguieran su estela. James acabó su copa y la dejó en una bandeja que pasaba por su lado contemplando en silencio, que aquella joven, era un diamante que había que tallar y pulir para que brillara y lo que más le gustaba a James de ella, es que no se arrepentía de lo que era, sino que se sentía orgullosa. Rasgo característico que tenía con el joven vampiro, que haría de su carabina esta noche a instructor.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: Velada Sangrienta [Priv. Molly Winslet]
- Eso es una buena añada- noté el fresco aliento del vampiro en mi lóbulo, instándome a observar aquel objeto de sus deseos-. ¿Alguna vez ha probado la sangre criolla?-las faldas nos rozaban a medida que nos acercaban a aquel olor peculiar e irresistible- .Disfruta, la sangre no siempre sabe igual, depende de las personas, las razas y los lugares. ¿Notas ese aroma fresco? Esa sangre es la vieja sangre salvaje de la que quedan apenas en el mundo un par de generaciones.
Observé la garganta latente del caballero de tez ligeramente morena y rasgos exóticos.
-Es un juego divertido no llamar la atención de los guardias ni de nadie. Pero es fácil es un joven y tu una joven muy hermosa. Estoy seguro de que tu hazaña será breve y productiva.
Un revoltijo de sentimientos pugnaba en mi pecho por salir a la luz, y parecían no decidirse por cuál sería el primero en tomar dominio de mi ser. La sorpresa, el deseo, la excitación de lo propuesto, la irritante pero reconfortante sensación de estar siendo adiestrada por un extraño de un forma tentadora…
Me giré para mirar a mi acompañante con una ceja alzada, no muy segura de si debía aceptar su repentina oferta. Sin embargo, algo en su gesto confiado y el deleite que desprendían sus pupilas al verme actuar en honor a nuestra especie me hizo depositar una inusitada confianza en sus palabras. ¿Por qué no?
Sonreí al apuesto caballero y me di media vuelta, resuelta a probar lo exótico del aroma de aquel joven que tan funesta fortuna había hallado aquella noche. Mientras me dirigía a mi presa con la sonrisa más encantadora que podía componer, hice un esfuerzo por alejar los atronadores recuerdos que solían desvanecer mis intenciones sanguinarias.
Sin embargo, el brillo apagado de sus ojos infantiles me atravesó como un puñal, dejándome exhausta y desganada ante aquel manjar que tan dócilmente se desenvolvía en mis armas de seducción.Nada era lo mismo desde que Olivier había desgarrado abruptamente mi pletórica realidad, mi hermano tampoco era el mismo.
A pesar de ello, con un esfuerzo descomunal, decidí expulsar todos los demonios que me atormentaban y dejarme llevar por la noche y las atenciones de aquel joven de sangre suculenta. Hasta ese momento, mis movimientos automáticos pero bien ensayados habían surtido efecto, y el desafortunado caballero parecía encantado con la conversación que manteníamos.
En un acto de pura insolencia di un paso adelante y dejé que nuestros rostros se acercaran mucho más de lo que establecía el decoro propio de aquellas festividades. Su rostro sorprendido me produjo un instante de placer, tan iluso, tan cándido, tan inocente… Agarré su barbilla de forma brusca y dejé que su frente rozara la mía.
-Mon petit oiseau… -susurré, chasqueando la lengua varias veces en señal de desaprobación.
Sentí como ascendía por mi garganta el deseo de profundizar mis uñas en aquella carne blanda, y sentir el fluido caliente de su cuerpo derramándose sobre mi gélida tez. Pero, claramente, me contuve sentenciando mis deseos a simples ensoñaciones momentáneas.
Noté las miradas sorprendidas de la gente circundante ante mi arrebato de altanería, pero no fueron necesarios más que un par de trucos mentales para alejar todos aquellos pensamientos reprobatorios de nuestra presencia. Con una sonrisa triunfal, liberé a mi presa de mi férreo agarre y me aparté.
-¿Qué le sorprende, monsieur? -mi voz traslucía una inocencia fingida, rozando la burla y el orgullo.
Pareció querer responder, pero sus palabras fueron sofocadas por mi intromisión en sus pensamientos. Se mantuvo inmóvil, desamparado, desprovisto de toda emoción mientras yo me deleitaba con la fragilidad de su condición humana.
-¿Qué le trae a Palacio, señor?
Pestañeó varias veces, perdido por unos instantes, pero pronto halló la cordura en mis palabras y continuó la conversación, como si nada hubiera pasado. Miré de reojo al vampiro que parecía analizar cada una de mis estrategias, y no pude evitar dedicarle mi más amplia y triunfante sonrisa traviesa. Por supuesto que la cautela era una condición en aquel juego, pero, al fin y al cabo, de eso se trataba, de jugar.
-Perdóneme, monsieur, me temo que he de saludar a algunos parientes que acaban de llegar, ha sido un verdadero placer.
Hice una leve reverencia y le dirigí una mirada profunda y cargada de significados contrarios.
-Volveré a verle- susurré, consciente de la promesa que guardaban mis palabras.
Y así, con un trabajo a medio hacer, pero con la curiosidad ensortijándose en mi interior, me dirigí con la barbilla alta hacia mi cómplice. Me hundí en aquellas orbes enrojecidas de una forma que jamás había permitido anteriormente con los de mi especie.
De alguna forma, sentía que ambos compartíamos una actitud, y no se trataba de algo que fuera común a la raza vampírica. Hallar aquel brillo de libertad, de regocijo y de dicha por ser lo que era sin necesidad de acudir a la culpa o a la moral… me producía un extraño placer. Y de esa forma, en un gesto de pura confianza, me arriesgaba a seguir las instrucciones y consejos de un extraño que parecía vislumbrar aquel potencial en mí…
-Un soplo de aire fresco, desde luego -admití, cuando sólo nos separaba poco más de medio metro-. Sin embargo, debe disculpar mi interrupción ante tan agradable pasatiempo para sus ojos…
Alcé una comisura, juguetona, y ladeé la cabeza.
-Me temo que no le entiendo, señor Ruthven. ¿Qué interés puede albergar un hombre de experiencia en una alumna poco obediente? ¿Acaso pretende dirigir mis pasos hacia el sendero del decoro y la cautela?
Solté una risita.
-Oh, por supuesto que no, no somos quién para apelar a la rectitud moral, o siquiera a la cordura. Al fin y al cabo, fueron el riesgo y la locura los que nos llevaron a este punto, ¿no cree?
Me estiré sutilmente para acercar nuestros rostros de forma imperceptible.
-¿Qué pretende hallar en sus desinteresados actos en favor de mi propio deleite?
Observé la garganta latente del caballero de tez ligeramente morena y rasgos exóticos.
-Es un juego divertido no llamar la atención de los guardias ni de nadie. Pero es fácil es un joven y tu una joven muy hermosa. Estoy seguro de que tu hazaña será breve y productiva.
Un revoltijo de sentimientos pugnaba en mi pecho por salir a la luz, y parecían no decidirse por cuál sería el primero en tomar dominio de mi ser. La sorpresa, el deseo, la excitación de lo propuesto, la irritante pero reconfortante sensación de estar siendo adiestrada por un extraño de un forma tentadora…
Me giré para mirar a mi acompañante con una ceja alzada, no muy segura de si debía aceptar su repentina oferta. Sin embargo, algo en su gesto confiado y el deleite que desprendían sus pupilas al verme actuar en honor a nuestra especie me hizo depositar una inusitada confianza en sus palabras. ¿Por qué no?
Sonreí al apuesto caballero y me di media vuelta, resuelta a probar lo exótico del aroma de aquel joven que tan funesta fortuna había hallado aquella noche. Mientras me dirigía a mi presa con la sonrisa más encantadora que podía componer, hice un esfuerzo por alejar los atronadores recuerdos que solían desvanecer mis intenciones sanguinarias.
Sin embargo, el brillo apagado de sus ojos infantiles me atravesó como un puñal, dejándome exhausta y desganada ante aquel manjar que tan dócilmente se desenvolvía en mis armas de seducción.Nada era lo mismo desde que Olivier había desgarrado abruptamente mi pletórica realidad, mi hermano tampoco era el mismo.
A pesar de ello, con un esfuerzo descomunal, decidí expulsar todos los demonios que me atormentaban y dejarme llevar por la noche y las atenciones de aquel joven de sangre suculenta. Hasta ese momento, mis movimientos automáticos pero bien ensayados habían surtido efecto, y el desafortunado caballero parecía encantado con la conversación que manteníamos.
En un acto de pura insolencia di un paso adelante y dejé que nuestros rostros se acercaran mucho más de lo que establecía el decoro propio de aquellas festividades. Su rostro sorprendido me produjo un instante de placer, tan iluso, tan cándido, tan inocente… Agarré su barbilla de forma brusca y dejé que su frente rozara la mía.
-Mon petit oiseau… -susurré, chasqueando la lengua varias veces en señal de desaprobación.
Sentí como ascendía por mi garganta el deseo de profundizar mis uñas en aquella carne blanda, y sentir el fluido caliente de su cuerpo derramándose sobre mi gélida tez. Pero, claramente, me contuve sentenciando mis deseos a simples ensoñaciones momentáneas.
Noté las miradas sorprendidas de la gente circundante ante mi arrebato de altanería, pero no fueron necesarios más que un par de trucos mentales para alejar todos aquellos pensamientos reprobatorios de nuestra presencia. Con una sonrisa triunfal, liberé a mi presa de mi férreo agarre y me aparté.
-¿Qué le sorprende, monsieur? -mi voz traslucía una inocencia fingida, rozando la burla y el orgullo.
Pareció querer responder, pero sus palabras fueron sofocadas por mi intromisión en sus pensamientos. Se mantuvo inmóvil, desamparado, desprovisto de toda emoción mientras yo me deleitaba con la fragilidad de su condición humana.
-¿Qué le trae a Palacio, señor?
Pestañeó varias veces, perdido por unos instantes, pero pronto halló la cordura en mis palabras y continuó la conversación, como si nada hubiera pasado. Miré de reojo al vampiro que parecía analizar cada una de mis estrategias, y no pude evitar dedicarle mi más amplia y triunfante sonrisa traviesa. Por supuesto que la cautela era una condición en aquel juego, pero, al fin y al cabo, de eso se trataba, de jugar.
-Perdóneme, monsieur, me temo que he de saludar a algunos parientes que acaban de llegar, ha sido un verdadero placer.
Hice una leve reverencia y le dirigí una mirada profunda y cargada de significados contrarios.
-Volveré a verle- susurré, consciente de la promesa que guardaban mis palabras.
Y así, con un trabajo a medio hacer, pero con la curiosidad ensortijándose en mi interior, me dirigí con la barbilla alta hacia mi cómplice. Me hundí en aquellas orbes enrojecidas de una forma que jamás había permitido anteriormente con los de mi especie.
De alguna forma, sentía que ambos compartíamos una actitud, y no se trataba de algo que fuera común a la raza vampírica. Hallar aquel brillo de libertad, de regocijo y de dicha por ser lo que era sin necesidad de acudir a la culpa o a la moral… me producía un extraño placer. Y de esa forma, en un gesto de pura confianza, me arriesgaba a seguir las instrucciones y consejos de un extraño que parecía vislumbrar aquel potencial en mí…
-Un soplo de aire fresco, desde luego -admití, cuando sólo nos separaba poco más de medio metro-. Sin embargo, debe disculpar mi interrupción ante tan agradable pasatiempo para sus ojos…
Alcé una comisura, juguetona, y ladeé la cabeza.
-Me temo que no le entiendo, señor Ruthven. ¿Qué interés puede albergar un hombre de experiencia en una alumna poco obediente? ¿Acaso pretende dirigir mis pasos hacia el sendero del decoro y la cautela?
Solté una risita.
-Oh, por supuesto que no, no somos quién para apelar a la rectitud moral, o siquiera a la cordura. Al fin y al cabo, fueron el riesgo y la locura los que nos llevaron a este punto, ¿no cree?
Me estiré sutilmente para acercar nuestros rostros de forma imperceptible.
-¿Qué pretende hallar en sus desinteresados actos en favor de mi propio deleite?
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
Localización : Nuevamente en París.
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Re: Velada Sangrienta [Priv. Molly Winslet]
No le decepcionó para nada aquel espectáculo. Sin duda fue algo digno de mención en los anales del vampirismo.
Molly que se acercó a él con paso lento, como si flotara levemente del suelo y con un olor tan característico y suave a sangre que fue imperceptible para los mortales pero no para él. James junto ambas manos sobre sus labios intentando mantener la compostura y solo su característica sonrisa ladina y voraz se asomó por la comisura derecha. Tan pequeña, tan neófita y tan experta. Aquella mujer aún no conocía el desgaste del tiempo, no conocía el largo letargo y el aburrimiento que todos los vampiros debían de pasar en su "vida"-por llamarlo de alguna manera.
James dejó que sus manos se abrieran recibiendo a aquella neófita tan bien entrenada, tan apetitosa para cualquier hombre mortal y su voz fue un canto de sirena endulzado con el aroma de aquella sabre vibrante y fresca. Cerró los ojos un segundo entero y disfrutó de ello antes de responder- Tiene que existir un equilibrio, como existe en todas las cosas. El riesgo como tu dices, es algo que adoptamos nada más salir de nuestra alcoba, hay peligros en cada esquina y no solo que puedan hacerte daño, sino que pueden desenmascarate- el vampiro sonrió dirigiendo una mirada hacia los presentes mientras ofrecía su brazo y caminaban con paso animado por la estancia, entre el júbilo y la rocambolesca estancia- Pero utilizamos nuestros métodos para evitar riesgos mayores- le dijo dando un suave golpecito sobre la mano de ella que descansaba en su brazo- Ya sea la belleza, la seguridad del dinero o incluso un título de nobleza- y en esta referencia se incluyó- No soy quien para hablaros de moralidad, puesto que escaseo de ella o la tengo para lo que no debo. Tengo un carácter fuerte y muy pasional, dado a los placeres en general que he tenido que apaciguar con el tiempo, para convivir entre los mortales- le dijo acercando su boca al oído ajeno- Pero yo sé que usted no. Se que sus ojos aún tienen ese brillo que tenían cuando era mortal, se que la sed en su garganta no se sacia de una sentada- hizo una pausa dispuesto a continuar su discurso- Mi interés hacia usted, mademoiselle, es que está iniciada en un mundo más peligroso de lo que cree. Parece que no existen límites pero los hay, porque el equilibrio no sólo ha sido roto por nuestra especie, sino que la naturaleza ha creado otra para equilibrarlo. Y por si fuera poco nuestros antagonistas no son peores que los mortales. Los cuales como tu y como yo se camuflan con la intención de hacernos daño- le indicó saliendo ahora de la muchedumbre y quedándose el uno frente al otro- Aún no ha pasado el tiempo por ti, aun te puede gustar la sangre por tu garganta pero llegará un momento en el que todo te sabrá igual. Y tendrás que buscar la forma de que te sacie la sangre- le instruyó- Siempre he sido altruista y más aún con la gente que está perdida y sola, como tú esta noche rodeada de gente- le dijo con media sonrisa- Pero creo que es hora de que no seamos unos desconocidos, si voy a ofrecerte mi ayuda, instrucción y sabe. Y tu la vas a aceptar, debemos conocernos más, Mademoiselle Winslet. Háblame de ti-
La música empezó a escucharse de fondo cuando salieron del gentío. Algunos grupos pequeños y parejas se habían separado de aquel ámbito para dar un paseo por la balconada o por el jardín. Y James aún no tenía claro donde llevaban sus pasos, pero la balconada era algo que siempre le gustaba y relajaba. Así que al tomar esa decisión caminó con paso firme y lento mientras esperaba que Molly lo siguiera también. Realmente esa mujer estaba perdida, si estuviera instruida su Sire estaría con ella, pero allí se encontraba entre el gentío más característico de París, y quizás de todo el mundo si apuramos a los invitados. ¿Cómo era posible que alguien tan joven fuera convertido? ¿Cómo sus modales podían camuflar tan bien y envolver aquella devoradora de vida de un sutil halo de misterio, jovialidad y frescura? Era tan joven, que James no podía quitarse la idea de la cabeza de protegerla. Estaba seguro de que aquella pupila sería perfecta, no podía dejar que alguien tan puro y exquisito y con tanto potencial sucumbiera al desgaste del tiempo sola, frente a todos los peligros que había en el mundo.
Molly que se acercó a él con paso lento, como si flotara levemente del suelo y con un olor tan característico y suave a sangre que fue imperceptible para los mortales pero no para él. James junto ambas manos sobre sus labios intentando mantener la compostura y solo su característica sonrisa ladina y voraz se asomó por la comisura derecha. Tan pequeña, tan neófita y tan experta. Aquella mujer aún no conocía el desgaste del tiempo, no conocía el largo letargo y el aburrimiento que todos los vampiros debían de pasar en su "vida"-por llamarlo de alguna manera.
James dejó que sus manos se abrieran recibiendo a aquella neófita tan bien entrenada, tan apetitosa para cualquier hombre mortal y su voz fue un canto de sirena endulzado con el aroma de aquella sabre vibrante y fresca. Cerró los ojos un segundo entero y disfrutó de ello antes de responder- Tiene que existir un equilibrio, como existe en todas las cosas. El riesgo como tu dices, es algo que adoptamos nada más salir de nuestra alcoba, hay peligros en cada esquina y no solo que puedan hacerte daño, sino que pueden desenmascarate- el vampiro sonrió dirigiendo una mirada hacia los presentes mientras ofrecía su brazo y caminaban con paso animado por la estancia, entre el júbilo y la rocambolesca estancia- Pero utilizamos nuestros métodos para evitar riesgos mayores- le dijo dando un suave golpecito sobre la mano de ella que descansaba en su brazo- Ya sea la belleza, la seguridad del dinero o incluso un título de nobleza- y en esta referencia se incluyó- No soy quien para hablaros de moralidad, puesto que escaseo de ella o la tengo para lo que no debo. Tengo un carácter fuerte y muy pasional, dado a los placeres en general que he tenido que apaciguar con el tiempo, para convivir entre los mortales- le dijo acercando su boca al oído ajeno- Pero yo sé que usted no. Se que sus ojos aún tienen ese brillo que tenían cuando era mortal, se que la sed en su garganta no se sacia de una sentada- hizo una pausa dispuesto a continuar su discurso- Mi interés hacia usted, mademoiselle, es que está iniciada en un mundo más peligroso de lo que cree. Parece que no existen límites pero los hay, porque el equilibrio no sólo ha sido roto por nuestra especie, sino que la naturaleza ha creado otra para equilibrarlo. Y por si fuera poco nuestros antagonistas no son peores que los mortales. Los cuales como tu y como yo se camuflan con la intención de hacernos daño- le indicó saliendo ahora de la muchedumbre y quedándose el uno frente al otro- Aún no ha pasado el tiempo por ti, aun te puede gustar la sangre por tu garganta pero llegará un momento en el que todo te sabrá igual. Y tendrás que buscar la forma de que te sacie la sangre- le instruyó- Siempre he sido altruista y más aún con la gente que está perdida y sola, como tú esta noche rodeada de gente- le dijo con media sonrisa- Pero creo que es hora de que no seamos unos desconocidos, si voy a ofrecerte mi ayuda, instrucción y sabe. Y tu la vas a aceptar, debemos conocernos más, Mademoiselle Winslet. Háblame de ti-
La música empezó a escucharse de fondo cuando salieron del gentío. Algunos grupos pequeños y parejas se habían separado de aquel ámbito para dar un paseo por la balconada o por el jardín. Y James aún no tenía claro donde llevaban sus pasos, pero la balconada era algo que siempre le gustaba y relajaba. Así que al tomar esa decisión caminó con paso firme y lento mientras esperaba que Molly lo siguiera también. Realmente esa mujer estaba perdida, si estuviera instruida su Sire estaría con ella, pero allí se encontraba entre el gentío más característico de París, y quizás de todo el mundo si apuramos a los invitados. ¿Cómo era posible que alguien tan joven fuera convertido? ¿Cómo sus modales podían camuflar tan bien y envolver aquella devoradora de vida de un sutil halo de misterio, jovialidad y frescura? Era tan joven, que James no podía quitarse la idea de la cabeza de protegerla. Estaba seguro de que aquella pupila sería perfecta, no podía dejar que alguien tan puro y exquisito y con tanto potencial sucumbiera al desgaste del tiempo sola, frente a todos los peligros que había en el mundo.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 05/06/2015
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