AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La noche de las letras (Molly Winslet)
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La noche de las letras (Molly Winslet)
A ti te siento en todo momento
Rodeándome, acariciándome, erizándome
A ti te siento y no comprendo
Qué eres
Quien eres
Qué quieres
Te siento y tiemblo.
Porque la sospecha roza mi piel hasta helarla.
Susurra a mi oído y, victoriosa, hace que mi cuerpo tiemble.
Te siento, pero no eres tú.
Es, en realidad, aquella que te ha arrebatado de mí.
Solía escribirle a la muerte, aquella todopoderosa que la había dejado tan sola en una vida que para nada le gustaba.
¿Qué sería de ella? Ninguna de las posibilidades que Colette Moulian tenía le gustaba. No quería quedarse toda la vida sola, confinada al encierro de su casa. Tampoco quería casarse o tener hijos… No es que no fantasease con eso, simplemente temía hacerlo. Su prometido había muerto hacía poco más de un año y ella sentía que cargaba una maldición en sus espaldas… ¡Ahí estaba otra vez! La muerte que la asechaba, que la observaba y asustaba. Aún estando a solas, en la Biblioteca de la Académie, Colette no podía evitar mirar hacia todos lados pues se sentía espiada.
Dado que su abuelo no le permitía estudiar allí –pues decía que eso no era para las mujeres de buena familia-, ella se había ofrecido en la biblioteca como asistente y nada disfrutaba más… Pasar horas rodeada de libros tenía que ser el mejor de sus sueños hecho realidad.
Su turno había terminado hacía dos horas, pero Colie prefería quedarse acomodando libros o escribiendo –como lo hacía en esos momentos- hasta avanzada la noche. En varias ocasiones el guarda se había acercado a ella para avisarle que debía cerrar ya la institución.
Adam, su cochero, la aguardaba siempre, sin hacer preguntas, en la esquina y cuando Colette llegaba a la casa cenaba sola antes de marchar a la cama. Su vida era en extremo aburrida, sosa, gris. Solo en las letras –leídas o escritas- ella encontraba un refugio.
Un fuerte estruendo la sacó de sus pensamientos y Colette fue consiente del terrible temporal que asaltaba París. Los ventanales altos de vidrios gruesos temblaban en aquella biblioteca desierta. Reaccionaban ante el viento, los rayos y truenos que amenazaban con aniquilar la ciudad.
Mejor le sería marcharse ya, antes que la lluvia se descargara con todo su poder.
Se apresuró a guardar los libros que había usado. Metió sus escritos en su pequeño bolso de mano a toda velocidad, pues sin dudas el tiempo había volado… ¿Qué hora sería? Los estudiantes del turno noche se habían ido ya.
Se envolvió en su capa y apagó cada una de las lámparas de aceite –invento de Carcel- que iluminaban la biblioteca y ésta quedó a oscuras. Cerró la puerta tras de sí y salió al pasillo largo y blanco –de tenue iluminación- que debía recorrer para llegar a la salida de la Académie.
Rodeándome, acariciándome, erizándome
A ti te siento y no comprendo
Qué eres
Quien eres
Qué quieres
Te siento y tiemblo.
Porque la sospecha roza mi piel hasta helarla.
Susurra a mi oído y, victoriosa, hace que mi cuerpo tiemble.
Te siento, pero no eres tú.
Es, en realidad, aquella que te ha arrebatado de mí.
Solía escribirle a la muerte, aquella todopoderosa que la había dejado tan sola en una vida que para nada le gustaba.
¿Qué sería de ella? Ninguna de las posibilidades que Colette Moulian tenía le gustaba. No quería quedarse toda la vida sola, confinada al encierro de su casa. Tampoco quería casarse o tener hijos… No es que no fantasease con eso, simplemente temía hacerlo. Su prometido había muerto hacía poco más de un año y ella sentía que cargaba una maldición en sus espaldas… ¡Ahí estaba otra vez! La muerte que la asechaba, que la observaba y asustaba. Aún estando a solas, en la Biblioteca de la Académie, Colette no podía evitar mirar hacia todos lados pues se sentía espiada.
Dado que su abuelo no le permitía estudiar allí –pues decía que eso no era para las mujeres de buena familia-, ella se había ofrecido en la biblioteca como asistente y nada disfrutaba más… Pasar horas rodeada de libros tenía que ser el mejor de sus sueños hecho realidad.
Su turno había terminado hacía dos horas, pero Colie prefería quedarse acomodando libros o escribiendo –como lo hacía en esos momentos- hasta avanzada la noche. En varias ocasiones el guarda se había acercado a ella para avisarle que debía cerrar ya la institución.
Adam, su cochero, la aguardaba siempre, sin hacer preguntas, en la esquina y cuando Colette llegaba a la casa cenaba sola antes de marchar a la cama. Su vida era en extremo aburrida, sosa, gris. Solo en las letras –leídas o escritas- ella encontraba un refugio.
Un fuerte estruendo la sacó de sus pensamientos y Colette fue consiente del terrible temporal que asaltaba París. Los ventanales altos de vidrios gruesos temblaban en aquella biblioteca desierta. Reaccionaban ante el viento, los rayos y truenos que amenazaban con aniquilar la ciudad.
Mejor le sería marcharse ya, antes que la lluvia se descargara con todo su poder.
Se apresuró a guardar los libros que había usado. Metió sus escritos en su pequeño bolso de mano a toda velocidad, pues sin dudas el tiempo había volado… ¿Qué hora sería? Los estudiantes del turno noche se habían ido ya.
Se envolvió en su capa y apagó cada una de las lámparas de aceite –invento de Carcel- que iluminaban la biblioteca y ésta quedó a oscuras. Cerró la puerta tras de sí y salió al pasillo largo y blanco –de tenue iluminación- que debía recorrer para llegar a la salida de la Académie.
Última edición por Colette Moulian el Vie Feb 17, 2017 7:17 am, editado 1 vez
Colette Moulian- Humano Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 22/01/2017
Re: La noche de las letras (Molly Winslet)
Era un bien sabido por todos los de nuestra especie que un inmortal sin sangre se vuelve vulnerable y débil, tanto en sus poderes como a los malos efectos solares. Mi viaje había sido una tortura, intenté saciarme con sangre animal en vano durante las noches y los días en barco… Mis sirvientes y algunos trucos mentales también fueron de gran ayuda pero…
Mi pétreo y gélido cuerpo me exigía algo más poderoso. Sangre joven, llena de vitalidad… de aquella que fluía por sí sola como una corriente.
Digamos que hubiera sido un problema que los muchachos y señoritas procedentes de Londres se despertaran de la noche a la mañana con marcas en sus blandos cuellos. Y mis aptitudes para manipular humanos suponían un esfuerzo que no hubiera podido mantener todos los días de mi viaje.
Y así, me encontraba en medio de un torrente de lluvia y ventisca avanzando hacia el delicioso aroma de una presa fácil. Movida por aquel perfume, mis sentidos volvieron a agudizarse, olvidando de repente la falta de alimento. Subida al tejado del edificio que flanqueaba la majestuosa estructura de la biblioteca, aspiré deleitada el olor de sus arterias latentes.
Gracias a mi recuperado oído, pude detectar cómo sus manos rozaban las lámparas de aceite que ella iba apagando, y el latido algo acelerado de su corazón, lo cual me daba una pista de otra suculenta situación: tenía miedo, su instinto había reaccionado.
No había tiempo que perder, bajé elegantemente al mismo suelo de un salto vertiginoso y me deslicé hacia los ventanales del pasillo que ella estaba a punto de cruzar. La vi, hermosa y frágil como una flor, procurando mantener la calma para salir de allí como parecía ser su rutina.
“Me temo que hoy llegará mucho más tarde que de costumbre, mademoiselle” pensé, casi sonriéndole al aura rosácea que le rodeaba.
Atrapé su mente, haciéndole detenerse y ralentizando su pulso.
-Ouvrez la fenêtre - susurré, consciente de que la orden llegaría sin problemas a sus pensamientos.
Y así fue, aun sin entender qué ocurría pero confiando en aquella sensación de tranquilidad, deshizo el pestillo y la ventana se abrió bruscamente ante el temporal, aleteando en el viento. Salté al interior y la miré, notando que mi instinto me incitaba a jugar con la presa antes de llevar a cabo mi fin.
-Bonsoir, señorita… ¿Qué hace una joven de buena cuna sola a estas horas de la noche en un lugar así?
Alcé una comisura al detectar como su reacción comenzaba a albergar confusión y temor en su cabeza, lo cual resolví sin problemas, manipulando sus razonamientos a verme como alguien bueno e inofensivo en una situación segura y normal. Y así, en aquel paradójico escenario donde la lluvia y el viento mojaban el suelo marmóreo entrando rabiosamente por el ventanal a mis espaldas, esperé a que mi víctima me siguiera el juego.
Mi pétreo y gélido cuerpo me exigía algo más poderoso. Sangre joven, llena de vitalidad… de aquella que fluía por sí sola como una corriente.
Digamos que hubiera sido un problema que los muchachos y señoritas procedentes de Londres se despertaran de la noche a la mañana con marcas en sus blandos cuellos. Y mis aptitudes para manipular humanos suponían un esfuerzo que no hubiera podido mantener todos los días de mi viaje.
Y así, me encontraba en medio de un torrente de lluvia y ventisca avanzando hacia el delicioso aroma de una presa fácil. Movida por aquel perfume, mis sentidos volvieron a agudizarse, olvidando de repente la falta de alimento. Subida al tejado del edificio que flanqueaba la majestuosa estructura de la biblioteca, aspiré deleitada el olor de sus arterias latentes.
Gracias a mi recuperado oído, pude detectar cómo sus manos rozaban las lámparas de aceite que ella iba apagando, y el latido algo acelerado de su corazón, lo cual me daba una pista de otra suculenta situación: tenía miedo, su instinto había reaccionado.
No había tiempo que perder, bajé elegantemente al mismo suelo de un salto vertiginoso y me deslicé hacia los ventanales del pasillo que ella estaba a punto de cruzar. La vi, hermosa y frágil como una flor, procurando mantener la calma para salir de allí como parecía ser su rutina.
“Me temo que hoy llegará mucho más tarde que de costumbre, mademoiselle” pensé, casi sonriéndole al aura rosácea que le rodeaba.
Atrapé su mente, haciéndole detenerse y ralentizando su pulso.
-Ouvrez la fenêtre - susurré, consciente de que la orden llegaría sin problemas a sus pensamientos.
Y así fue, aun sin entender qué ocurría pero confiando en aquella sensación de tranquilidad, deshizo el pestillo y la ventana se abrió bruscamente ante el temporal, aleteando en el viento. Salté al interior y la miré, notando que mi instinto me incitaba a jugar con la presa antes de llevar a cabo mi fin.
-Bonsoir, señorita… ¿Qué hace una joven de buena cuna sola a estas horas de la noche en un lugar así?
Alcé una comisura al detectar como su reacción comenzaba a albergar confusión y temor en su cabeza, lo cual resolví sin problemas, manipulando sus razonamientos a verme como alguien bueno e inofensivo en una situación segura y normal. Y así, en aquel paradójico escenario donde la lluvia y el viento mojaban el suelo marmóreo entrando rabiosamente por el ventanal a mis espaldas, esperé a que mi víctima me siguiera el juego.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
Localización : Nuevamente en París.
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Re: La noche de las letras (Molly Winslet)
Sin saber bien porqué, de pronto le pareció que el aire estaba viciado en aquel pasillo. ¡Tantos alumnos yendo y viniendo durante horas! Sí, seguramente el ir y venir de aquellas personas había enturbiado el aire del ahora solitario corredor blanco. Por eso, Colette creyó que sería buena idea abrir uno de los ventanales que daban a los jardines laterales de la Académie de París. El agua de lluvia entraría, sí –y ya podían encargarse de eso las personas de limpieza más tarde, cuando hicieran la ronda para aprontar el edificio para el día siguiente-, pero también se renovaría el aire. ¿No decían todos que el aire de lluvia era el más puro? Lo había oído o leído en algún sitio.
Quitó el pesado pestillo y abrió. El viento húmedo chocó contra su rostro, contribuyendo a que algunos mechones de su larga cabellera dorada se escapasen de su peinado.
Una joven ingresó de pronto y Colie se asustó dando un respingo y yéndose hacia atrás. Suspiró y se relajó –aunque no del todo- pues juzgó que era inofensiva, pese a que le había dado un susto horrible. Parecía tener su misma edad. ¿Qué hacía allí? ¿No era acaso extraño que estuviera fuera con aquel temporal? No, no era raro en lo absoluto, lo supo en cuanto sus ojos se encontraron: todo estaba bien.
-Ya tengo que irme a casa, me entretuve en la biblioteca y no me di cuenta de lo tarde que es –le explicó cuando ella inquirió acerca de su presencia en el lugar a esas horas-. ¿Necesita ayuda? ¿Quiere que la alcance a algún sitio? Mi cochero aguarda mi salida en la otra esquina.
Parecía una joven adorable. Colette se quedó prendada de su mirada pues transmitía paz y seguridad. Ya no la asaltaba ningún temor, todas las preguntas que se había hecho hacía instantes estaban por completo desaparecidas… Se acercó a ella, hasta quedar a solo una corta distancia, y le sonrió amigablemente.
-¿Estudia aquí, en la Académie? –le preguntó, parecía la típica estudiante de filosofía o de historia, tal vez.
Quitó el pesado pestillo y abrió. El viento húmedo chocó contra su rostro, contribuyendo a que algunos mechones de su larga cabellera dorada se escapasen de su peinado.
Una joven ingresó de pronto y Colie se asustó dando un respingo y yéndose hacia atrás. Suspiró y se relajó –aunque no del todo- pues juzgó que era inofensiva, pese a que le había dado un susto horrible. Parecía tener su misma edad. ¿Qué hacía allí? ¿No era acaso extraño que estuviera fuera con aquel temporal? No, no era raro en lo absoluto, lo supo en cuanto sus ojos se encontraron: todo estaba bien.
-Ya tengo que irme a casa, me entretuve en la biblioteca y no me di cuenta de lo tarde que es –le explicó cuando ella inquirió acerca de su presencia en el lugar a esas horas-. ¿Necesita ayuda? ¿Quiere que la alcance a algún sitio? Mi cochero aguarda mi salida en la otra esquina.
Parecía una joven adorable. Colette se quedó prendada de su mirada pues transmitía paz y seguridad. Ya no la asaltaba ningún temor, todas las preguntas que se había hecho hacía instantes estaban por completo desaparecidas… Se acercó a ella, hasta quedar a solo una corta distancia, y le sonrió amigablemente.
-¿Estudia aquí, en la Académie? –le preguntó, parecía la típica estudiante de filosofía o de historia, tal vez.
Colette Moulian- Humano Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 22/01/2017
Re: La noche de las letras (Molly Winslet)
-¿Necesita ayuda? ¿Quiere que la alcance a algún sitio? Mi cochero aguarda mi salida en la otra esquina.
Sonreí con falsa dulzura y dejé que aquella muchacha se acomodara a mi presencia por unos instantes, tenía el aspecto y el carácter de una buena educación, con esa candidez propia de las jovencitas que aún aguardan al mundo.
-Oh no... aún es pronto para volver, ¿no cree? Pero luego puede que acepte su invitación encantada, si siente el deseo de acompañarme, claro...
-¿Estudia aquí, en la Académie?
Aquella pregunta me pilló por sorpresa, pues mis víctimas no solían intentar intimar, ni siquiera en la pequeña libertad de pensamiento que yo les brindaba al inicio. Divertida, observé sus grandes y claros iris llenos de inocencia, y me di el capricho de saciar mi intriga, a sabiendas de lo poco prudente que podía ser... pero era muy difícil resistirse a disfrutar de un placer como la caza.
-No... Pero quizá en un futuro... Estoy pendiente de que reciban mi carta de recomendación para ser admitida aquí.
Alcé las cejas, queriendo dar la sensación de complicidad.
-¿No es interesante lo mucho que puede cambiar un sitio tan... acogedor... cuando cae la noche?
Aquello encajó a la perfección con la farsa,y me abstuve de ahondar en el control de sus pensamientos con el fin de saber algunas cosas más sobre ella. Escuché el claro sonido de la sangre acariciando las paredes arteriales de su garganta, el olor era casi enloquecedor...
-¿Y usted? ¿Es alumna aquí?
Recibí su respuesta con falsa serenidad, dando unos pequeños pasos en derredor, como si admirara el lugar, consciente de que aquella manera le cerraba el paso hacia donde quiera que se dirigiese, y así podía advertir si alguien se aproximaba. Era demasiado arriesgado alimentarme allí, así que aún podía entretenerme un poco más y llevarla en aquel juego a algún sitio menos expuesto.
-¿No vive con su familia? -le resté cualquier atisbo de sospecha por la pregunta en su cabeza y la miré con una maliciosa ternura.
El suelo seguía empapándose un poco más allá, con el chirrido de la ventana a merced del viento.
Sonreí con falsa dulzura y dejé que aquella muchacha se acomodara a mi presencia por unos instantes, tenía el aspecto y el carácter de una buena educación, con esa candidez propia de las jovencitas que aún aguardan al mundo.
-Oh no... aún es pronto para volver, ¿no cree? Pero luego puede que acepte su invitación encantada, si siente el deseo de acompañarme, claro...
-¿Estudia aquí, en la Académie?
Aquella pregunta me pilló por sorpresa, pues mis víctimas no solían intentar intimar, ni siquiera en la pequeña libertad de pensamiento que yo les brindaba al inicio. Divertida, observé sus grandes y claros iris llenos de inocencia, y me di el capricho de saciar mi intriga, a sabiendas de lo poco prudente que podía ser... pero era muy difícil resistirse a disfrutar de un placer como la caza.
-No... Pero quizá en un futuro... Estoy pendiente de que reciban mi carta de recomendación para ser admitida aquí.
Alcé las cejas, queriendo dar la sensación de complicidad.
-¿No es interesante lo mucho que puede cambiar un sitio tan... acogedor... cuando cae la noche?
Aquello encajó a la perfección con la farsa,y me abstuve de ahondar en el control de sus pensamientos con el fin de saber algunas cosas más sobre ella. Escuché el claro sonido de la sangre acariciando las paredes arteriales de su garganta, el olor era casi enloquecedor...
-¿Y usted? ¿Es alumna aquí?
Recibí su respuesta con falsa serenidad, dando unos pequeños pasos en derredor, como si admirara el lugar, consciente de que aquella manera le cerraba el paso hacia donde quiera que se dirigiese, y así podía advertir si alguien se aproximaba. Era demasiado arriesgado alimentarme allí, así que aún podía entretenerme un poco más y llevarla en aquel juego a algún sitio menos expuesto.
-¿No vive con su familia? -le resté cualquier atisbo de sospecha por la pregunta en su cabeza y la miré con una maliciosa ternura.
El suelo seguía empapándose un poco más allá, con el chirrido de la ventana a merced del viento.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
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Re: La noche de las letras (Molly Winslet)
Colette pensó que la muchacha estaba en lo cierto: era temprano todavía, ¿por qué iba a volver a su casa y al aburrimiento y la soledad que allí reinaban? No hallaba razones en su mente en esos momentos para hacer algo así.
Y, a la vez, era muy extraño porque hacía solo unos minutos se apuraba a salir de la Académie de París al darse cuenta de la hora que se había hecho sin que ella lo notase, pero ahora lo veía mejor y creía haber exagerado. Adam, su cochero, podría esperar, después de todo para eso se le pagaba.
La desconocida le comentó que no estudiaba todavía en la Académie, pero que tenía planes de hacerlo. ¿Qué hacía esa noche allí, entonces? Tal vez solo estuviera dando un paseo por los alrededores, conociendo el sitio en el que engordaría su saber una vez que le aprobaran su solicitud de ingreso… Colette se halló a sí misma deseando acompañarla en su posible recorrido.
Ciertamente, aquel lugar –su favorito de toda la ciudad- cambiaba mucho de noche y más aún con el sonido de las gotas cargadas chocando contra los ventanales enormes y pesados que custodiaban las paredes del corredor del área de filosofía y letras de la Académie, donde ambas se encontraban en esos momentos.
El agua de lluvia formaba pequeños charcos a sus pies y Colie deseó hacerse hacia atrás para que sus zapatitos no se mojaran, pero no pudo. Por algún motivo, que no buscaba comprender, Colette no podía moverse si aquella desconocida no se lo proponía antes.
-Podemos dar una vuelta –dijo, a pesar de que oía como la tormenta azotaba la ciudad, porque creía que era lo que la otra chica querría hacer-, o pasar a la biblioteca si usted quiere. –Sacó la llave de su bolsito y se la mostró-: Soy la asistente de la encargada, me he demorado allí esta noche. Me encantaría estudiar aquí –le confió, respondiendo a su pregunta, mientras la veía dar vueltas a su alrededor como si estuviera interesada en los cuadros que se hallaban en la pared contraria a las ventanas-, pero mi abuelo dice que eso no es para señoritas de buena familia. Así que me conformo con ayudar acomodando los libros, de todos modos lo disfruto mucho. Debo obedecerle pues todavía estoy a su cargo –le contó, respondiendo así la pregunta acerca de su familia.
Lo cierto era que sus hermanos ya tenían esposas e hijos y, con sus padres muertos, Colette se había quedado con su abuelo como familiar más cercano.
Otro trueno hizo vibrar la ciudad y Colette se estremeció sin saber bien por qué.
Y, a la vez, era muy extraño porque hacía solo unos minutos se apuraba a salir de la Académie de París al darse cuenta de la hora que se había hecho sin que ella lo notase, pero ahora lo veía mejor y creía haber exagerado. Adam, su cochero, podría esperar, después de todo para eso se le pagaba.
La desconocida le comentó que no estudiaba todavía en la Académie, pero que tenía planes de hacerlo. ¿Qué hacía esa noche allí, entonces? Tal vez solo estuviera dando un paseo por los alrededores, conociendo el sitio en el que engordaría su saber una vez que le aprobaran su solicitud de ingreso… Colette se halló a sí misma deseando acompañarla en su posible recorrido.
Ciertamente, aquel lugar –su favorito de toda la ciudad- cambiaba mucho de noche y más aún con el sonido de las gotas cargadas chocando contra los ventanales enormes y pesados que custodiaban las paredes del corredor del área de filosofía y letras de la Académie, donde ambas se encontraban en esos momentos.
El agua de lluvia formaba pequeños charcos a sus pies y Colie deseó hacerse hacia atrás para que sus zapatitos no se mojaran, pero no pudo. Por algún motivo, que no buscaba comprender, Colette no podía moverse si aquella desconocida no se lo proponía antes.
-Podemos dar una vuelta –dijo, a pesar de que oía como la tormenta azotaba la ciudad, porque creía que era lo que la otra chica querría hacer-, o pasar a la biblioteca si usted quiere. –Sacó la llave de su bolsito y se la mostró-: Soy la asistente de la encargada, me he demorado allí esta noche. Me encantaría estudiar aquí –le confió, respondiendo a su pregunta, mientras la veía dar vueltas a su alrededor como si estuviera interesada en los cuadros que se hallaban en la pared contraria a las ventanas-, pero mi abuelo dice que eso no es para señoritas de buena familia. Así que me conformo con ayudar acomodando los libros, de todos modos lo disfruto mucho. Debo obedecerle pues todavía estoy a su cargo –le contó, respondiendo así la pregunta acerca de su familia.
Lo cierto era que sus hermanos ya tenían esposas e hijos y, con sus padres muertos, Colette se había quedado con su abuelo como familiar más cercano.
Otro trueno hizo vibrar la ciudad y Colette se estremeció sin saber bien por qué.
Colette Moulian- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/01/2017
Re: La noche de las letras (Molly Winslet)
Miré su delicada mano ofreciéndome una inocente y deliciosa visión de la llave de la biblioteca, lo cual resolvía el problema sin que ella sospechara lo más mínimo. Me sumergí en aquellos iris claros con la comisura torcida, burlona, enmascarando mi deseo de sangre con pensamientos de agradable e inofensiva compañía.
Puse ambos brazos en jarras y ladeé la cabeza, siguiendo mi papel, y tras una pequeña risa que debió parecerle muy dulce, exclamé:
-¡La biblioteca! –sonreí con fingido entusiasmo-. Siempre he sentido fascinación por esas magníficas estancias antiguas, la intimidad que puede otorgar su ambiente silencioso, los lomos envejecidos de los libros sobre las estanterías…
Me acerqué y recogí sus manos en las mías, encerrando la llave en sus palmas, generando un gesto de confianza en mi presa, que me miraba impaciente por saber su próxima orden.
-Debe ser muy distinta cuando se encuentra vacía y en total oscuridad… Explorar lugares algo tenebrosos puede resultar muy excitante, ¿no cree? Aún sabiendo que no hay nada que temer – susurré, infundiéndole obediencia y aplacando su temor.
Liberé sus dedos y enlacé mi brazo con el suyo, instándole a deshacer sus pasos.
-Muéstreme su mundo, pues, ya que sólo usted tiene el privilegio de ver la gran biblioteca de la Académie en plena noche. Seguro que el cochero puede esperar un poco más…
Y así, con la garganta seca por el deseo de abrirle la piel de su cuello, nos encaminamos hacia la estancia donde el juego llegaría a su fin, aunque era tan divertido demorar el placer de beber de una presa… Sabiendo que sólo tendría que encargarme de un anciano para que no sospechara de su tardanza, las cosas parecían girar en mi favor en todos los sentidos.
Los chirridos de la ventana se fueron difuminando, y sólo el sordo caminar de nuestros zapatos resonó en el corredor.
Puse ambos brazos en jarras y ladeé la cabeza, siguiendo mi papel, y tras una pequeña risa que debió parecerle muy dulce, exclamé:
-¡La biblioteca! –sonreí con fingido entusiasmo-. Siempre he sentido fascinación por esas magníficas estancias antiguas, la intimidad que puede otorgar su ambiente silencioso, los lomos envejecidos de los libros sobre las estanterías…
Me acerqué y recogí sus manos en las mías, encerrando la llave en sus palmas, generando un gesto de confianza en mi presa, que me miraba impaciente por saber su próxima orden.
-Debe ser muy distinta cuando se encuentra vacía y en total oscuridad… Explorar lugares algo tenebrosos puede resultar muy excitante, ¿no cree? Aún sabiendo que no hay nada que temer – susurré, infundiéndole obediencia y aplacando su temor.
Liberé sus dedos y enlacé mi brazo con el suyo, instándole a deshacer sus pasos.
-Muéstreme su mundo, pues, ya que sólo usted tiene el privilegio de ver la gran biblioteca de la Académie en plena noche. Seguro que el cochero puede esperar un poco más…
Y así, con la garganta seca por el deseo de abrirle la piel de su cuello, nos encaminamos hacia la estancia donde el juego llegaría a su fin, aunque era tan divertido demorar el placer de beber de una presa… Sabiendo que sólo tendría que encargarme de un anciano para que no sospechara de su tardanza, las cosas parecían girar en mi favor en todos los sentidos.
Los chirridos de la ventana se fueron difuminando, y sólo el sordo caminar de nuestros zapatos resonó en el corredor.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Re: La noche de las letras (Molly Winslet)
Parecía ser tan amante de la literatura como la propia Colette. Y, ¿cómo iba a negarle a una entusiasta como aquella el placer indescriptible de pasar un momento en la enorme biblioteca de la Académie de París? Aquel sitio era sagrado, no solo para Colie sino para todos los que se sentían íntimamente ligados a la lectura o escritura, era casi un templo lleno de historia, de tomos únicos que habían enseñado y enriquecido el intelecto de cientos de personas.
-¡Va a fascinarle la biblioteca! –le aseguró con entusiasmo-: Ya lo verá, estoy segura de que se convertirá en su lugar favorito de la Académie en cuanto pueda completar su inscripción aquí, muchos elijen la biblioteca para pasar días enteros de estudio. Oh, no. Claro que no hay nada que temer, no se preocupe por eso, la Académie es un lugar muy seguro –le respondió con una radiante sonrisa.
Tranquila, completamente relajada y confiada, caminó junto a la muchacha, unidas las dos por el entrelazamiento de sus brazos desconocidos, pero ahora cercanos.
Solo unos metros las separaban de la gran puerta de madera, cuando llegaron frente a ella Colie se separó de la otra joven y metió la llave en la pesada cerradura. De inmediato la puerta se abrió y ella se apuró a ingresar pues debía volver a encender las lámparas, no quería que ella conociese ese lugar solo en penumbras.
Supuso que la joven la había seguido al interior del recinto, dado que oyó la puerta del lugar cerrarse, pero Colette le daba la espalda pues se afanaba en encender las lámparas de aceite.
Se volvió de pronto al darse cuenta que había algo fundamental que no le había preguntado a su compañera:
-Disculpe, señorita. Me temo que no conocemos nuestros nombres –le dijo mientras la primera de las luces hacía su tenue aparición, ¿sería suficiente o debía encender alguna más?-, soy Colette Moulian. Me dicen Colie –agregó con una sonrisa-. ¿Cómo se llama usted?
-¡Va a fascinarle la biblioteca! –le aseguró con entusiasmo-: Ya lo verá, estoy segura de que se convertirá en su lugar favorito de la Académie en cuanto pueda completar su inscripción aquí, muchos elijen la biblioteca para pasar días enteros de estudio. Oh, no. Claro que no hay nada que temer, no se preocupe por eso, la Académie es un lugar muy seguro –le respondió con una radiante sonrisa.
Tranquila, completamente relajada y confiada, caminó junto a la muchacha, unidas las dos por el entrelazamiento de sus brazos desconocidos, pero ahora cercanos.
Solo unos metros las separaban de la gran puerta de madera, cuando llegaron frente a ella Colie se separó de la otra joven y metió la llave en la pesada cerradura. De inmediato la puerta se abrió y ella se apuró a ingresar pues debía volver a encender las lámparas, no quería que ella conociese ese lugar solo en penumbras.
Supuso que la joven la había seguido al interior del recinto, dado que oyó la puerta del lugar cerrarse, pero Colette le daba la espalda pues se afanaba en encender las lámparas de aceite.
Se volvió de pronto al darse cuenta que había algo fundamental que no le había preguntado a su compañera:
-Disculpe, señorita. Me temo que no conocemos nuestros nombres –le dijo mientras la primera de las luces hacía su tenue aparición, ¿sería suficiente o debía encender alguna más?-, soy Colette Moulian. Me dicen Colie –agregó con una sonrisa-. ¿Cómo se llama usted?
Colette Moulian- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/01/2017
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