Don't panic ♤ Molly Winslet

por **Lavern Connolly** Jue Jun 04, 2015 10:13 pm

“Yo soy Lavern, Lavern Connolly. No nací en cuna de oro; pero tampoco la necesito, porque trabajaré duro por mis francos y, entonces, la felicidad llegará ante la satisfacción del fruto de mis actos”. Esa fue la mentalidad que me hizo conseguir cada uno de los trabajos que he tenido. Cuando llegué a París, no tenía un solo franco y era parte de la clase más baja de las bajas, pero, ¿ahora? ¡Já! ¿Quién dijo que no se podía escalar en la jerarquía social? El esfuerzo siempre da frutos, lo digo por experiencia, pimpollos; pero el esfuerzo no es la clave principal. Lo es en parte, sí, pero el verdadero combustible para el éxito está en la actitud. Hay que siempre sonreír, ¡siempre! La alegría te da energía positiva y, cuando el aura brilla, nada te lo podrá manchar nunca. Yo lo sé, porque con una sonrisa mía, hoy hago sonreír a alguien más.

Y es que he logrado conseguir un segundo trabajo. No segundo de todos los que he tenido, sino segundo porque ahora tengo dos al mismo tiempo. Logré que en hostal me acomodaran los turnos según los horarios que debo cumplir aquí, en la residencia de la familia Winslet, donde me he enterado necesitaban una institutriz niñera para el pequeño de la familia y, con lo mucho que me gustan los niños, no pude resistirme. Además, la paga ha resultado ser muy buena, más de lo que me esperaba en primer lugar. El muchachín que debo cuidar ha perdido a su padre de forma trágica y repentina -vaya que para un niño de por sí es trágico perder al padre, ¡pobrecito!-; y su viuda madre tan ocupada no le da las energías o el tiempo de estar siempre con él; pero para eso estoy yo aquí, para traer sonrisas a este rostro tan jovencito.

- Ven, corazón, es hora ya de ir a la cama. -Su tierna y tibia manita se junta con la mía mientras vamos hasta su habitación. Yo le di un baño, le cambié sus ropitas y lo arropé en su cama en la que caben tres pequeñines como él; y entonces le ofrezcí contarle historias. Él asintió sin decir palabra alguna y yo entonces pasé veinte minutos contándole cómo los pescadores Islandeses son recibidos siempre con alegría en los puertos luego de que vuelven de haber estado varias noches en altamar. A él lentamente se le cerraron los ojitos, y yo sonreí mientras que lo arropé nuevamente para taparlo bien y que no le de frío en este otoño helado que se viene. Al verle así tan tierno, me sentí muy tentada a darle un besito en la frente, pero no lo he hecho porque de seguro lo hubiera despertado. Tan retrospectivo que es a su edad. Solté un suspiro suave de solo pensarlo, con los labios bien apretados en una sonrisa enternecida. He oído que tenía una hermana, pero no me he enterado de qué fue lo que pasó con ella. “Pobre,” pensé, “que ha perdido tanta gente siendo tan pequeño.”

Me puse de pie con suavidad, procurando no despertarle; y caminé con el cuidado de no hacer sonar mis tacones mientras que me acercaba a la ventana para asegurarla y cerrar las cortinas. Mi trabajo aún no ha terminado; debo quedarme unas horas más hasta que la ama de casas se desocupe de sus actividades. Antes de acabar de cerrar las cortinas, levanté la mirada al cielo Parisino adornado de todas sus brillantes estrellas. “¿Qué será del futuro?”, pensé curiosa, aguantando una risita al imaginar cómo serían las cosas si en lugar de tener las habilidades que tengo, pudiese en realidad ver el futuro, ¡como los gitanos! Vaya, qué curiosos son ellos. Nunca he conocido uno, tampoco un vampiro, ni mucho menos otras criaturas de las que he escuchado pululan París, pero tampoco planeo apresurarme. Al fin y al cabo, debo seguir pareciendo ser común y corriente, que esta parece ser la capital de la Inquisición. Aunque en esos momentos, toda mi atención se me estaba yendo en aquellas brillantes estrellas.

por **Molly Winslet** Mar Jun 23, 2015 6:08 pm

La noche se mostraba estrellada, clara, limpia… Y yo, de una forma desconcertante, me encontraba en armonía con toda aquella serenidad, donde mis pasos me habían llevado por inercia a lo que antes había sido mi propio barrio. Cinco meses habían transcurrido desde que había vuelto a pisar tierras francesas y, sin embargo, no había tenido la audacia de enfrentarme al motivo de mi regreso.

Pero, de alguna forma, todo lo acontecido en aquel tiempo me habían devuelto algo de mí misma, de aquella a la que había perdido, aquella a la que me había negado a aceptar en mi interior desde que dejé todo atrás. Los días habían pasado, en los cuales muchas vidas humanas fueron robadas bajo mis instintos entre los callejones parisinos, y había aprendido que no me encontraba sola en aquella vida inmortal.

De nuevo, los peligros acechaban mi vida, y de una forma mucho más contundente y definitiva, pues en mi mundo no existía nadie que velara por nuestra seguridad o existencia. Convertirme en vampira me había brindado mi ansiada libertad, pero el precio había sido muy alto, y yo me había negado a reconocer todo lo perdido, enmascarando mis actos bajo una actitud rencorosa y altiva.

Pero estaba cansada de tantas mentiras, de tantas falsas cortesías y fáciles juegos. Necesitaba reencontrarme con mi pasado, comprobar que realmente una vez estuvo allí, acogiéndome en una vida que detestaba, que estaba abocada al fracaso y a la desdicha. Pero que también albergaba algo que en mi inmortalidad se había perdido por completo: sinceridad.

La vida se me hacía tan etérea, tan poco tangible en aquellos momentos, que había perdido todo sentido o veracidad, convirtiéndola en la mentira más grande jamás contada. Y, sin embargo, a pesar del elaborado teatro que había creado para mi propia satisfacción, el rostro de mi familia me atormentaba por momentos.

Y, a pesar del odio que decía profesar hacia todos ellos, los ojos amielados y brillantes de Olivier, mi hermano, se me aparecían en sueños, convirtiéndolos en un delirio, en una farsa que sentía que debía comprobar.

-¿Señorita Winslet?

Aquella voz provocó una chispa escalofriante en mi interior, erizándome la piel de los pies a la cabeza. Tan reconocible, tan poco familiar pero tan cotidiana a su vez, me atormentaba y me embriagaba a la par, provocando que todos mis sutiles pensamientos se esfumaran y mis ojos se alzaran temerosos a comprobar aquello que sospechaban.

-¡Dios mío! ¡Señorita Winslet! ¿Es usted?

Comprobé sus rasgos una y otra vez, queriendo creer que sólo se trataba de una alucinación. Pero, de una forma realmente aterradora, podía comprobar que se trataba de él, James, el gran amigo de mi progenitor que, en cierto modo, era culpable de mi nueva vida.

-¿Señor Gautier? –susurré, temerosa de comprobar que realmente se trataba de un sueño.

Observé como su boca se abría y se cerraba varias veces, y se removía nerviosamente sin saber muy bien qué hacer, hasta que, finalmente, tras despeinar su cabellera y colocarse los anteojos un par de veces, decidió hablar.

-Molly… quiero decir, señorita Winslet… Yo… Bueno, más bien, nosotros, su madre… ¿Desde cuándo ha…? ¿Acaso no sabía todo lo qu…?

Se detuvo en sus intentos y apartó la mirada, intentando desesperadamente encontrar las palabras adecuadas. Yo observé a aquel hombre, el padre de mi “querido” amigo, el cual había faltado a su promesa, pidiéndome matrimonio y obligándome a tomar una decisión irreversible y arriesgada para huir. La ira comenzó a ascender por mi garganta, entre mezclada con la sorpresa y el miedo a volver a un pasado que detestaba.

-¿Cuánto hace que lleva en París? –soltó, por fin, no muy convencido de si había hecho lo correcto.

No contesté, simplemente decidí derribar aquel muro de incertidumbre y comprobar que realmente él era un humano, un simple humano. Dirigiendo sus pensamientos a una zona más tranquila y menos impactada por mi presencia.

-¿Ha ocurrido algo que deba saber? –dije casi en un murmullo.

Sus ojos ligeramente apagados se abrieron de par en par.

-¿Acaso no sabe que…?

Fruncí el ceño, notando cómo el temor y la incertidumbre se abrían paso en mi interior.

-Cuéntemelo, ahora –ordené, pero sin recurrir a la mente, consciente de que estaba en mi derecho.

-Oh… Señorita Winslet… Cuánto siento que no se lo hayan hecho saber antes… -me miró, temeroso y angustiado.

-No se ande con rodeos, James. Dígalo de una maldita vez.

Algo impactado por mi falta de tacto, pero cohibido por mi tono mordaz y mi imperiosa actitud, tragó saliva un par de veces, y después de repeinarse con las manos una vez más, se colocó los anteojos y se dispuso a contestar.

-Molly, hace un año y medio, su padre tuvo que marchar para una misión algo arriesgada y… Me temo que… El señor Winslet…

El mundo se me cayó encima al descubrir la verdad que guardaban aquellas palabras, y una sensación dolorosa se instaló en mi pecho, provocando que toda fortaleza en mi interior se derrumbara. ¿Mi padre? ¡Muerto! ¿Cómo era posible? ¿Desde hace más de un año?

-Señorit…

Atajé la mano de James en su intento por consolarme y, mirándole a los ojos, furiosa y dolida, casi escupí una orden: “Olvida que me has visto, jamás has mantenido esta conversación”
Sus pupilas se apagaron, y yo me di media vuelta de forma brusca y comencé a correr hacia mi antiguo hogar. La culpabilidad, el miedo, la pena… todo comenzaba a abrumarme. ¿Habría sido por mi culpa? ¿Cómo había podido abandonar a mi propia familia a su merced? ¿Y mi madre? ¿Cómo sobreviviría ahora?

Sendas lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, y me dediqué a desviar los pensamientos de aquellos que advertían su color rojo, sanguinolento. Sin poder evitarlo, me deshice de las capas de aquel maldito vestido y el cancán, que tan poco sentido tenían en aquellos momentos, para lanzarme al techo de los edificios cercanos y seguir mi carrera allí arriba.

Sólo había un objetivo en aquellos momentos, aquel que me desgarraba el corazón por el miedo a encontrarme con una situación irreversible. Me ahogué en mis propios sollozos mientras imaginaba todo el daño causado en mi ausencia, y vislumbrar el caserón que una vez me hubo criado sólo acrecentó mi congoja. Pero no me detuvo. Debía verlo con mis propios ojos.

Desde la copa de un árbol, agudicé la vista hacia aquel que era el ventanal de Olivier, alguien se encontraba sentado en su cama, y el cabecero no me dejaba vislumbrar si se encontraba arropado allí. Sin poder detenerme, me fui acercando de árbol en árbol hasta quedar lo suficientemente cerca como para contemplar desde otro ángulo la escena.

El aura de aquella mujer se me hizo extraña y familiar, un brujo. Fruncí el ceño, temerosa, pero en cuanto corroboré aquella expresión dulcificada en su semblante al contemplar a mi niño un pequeño peso se aligeró en mi corazón. Al menos alguien cuidaba como debía ser de Olivier.

Sin embargo, algo no iba bien, los movimientos de sus manitas, la inmovilidad de su cuerpo, su cabeza dócilmente reposada contra la almohada… Demasiado tranquilo… Las manos comenzaron a temblarme frenéticamente, y los ojos se me volvieron a llenar de lágrimas sangrantes, mientras me acercaba lentamente de rama en rama hasta encontrarme casi con la nariz rozando el cristal.

Y lo que vi no tenía ningún sentido. Aquel no podía ser mi hermano.

Sus ojos miel eran dos pozos vacíos, desprovistos de todo ánimo o alegría. Su rostro angelical se había convertido en algo terroríficamente sereno e inerte, como si de una escultura de piedra se tratase.

No pude aguantar por más tiempo y me aparté de la ventana hasta quedar oculta tras una ramas que estaban pegadas a la pared del lateral. Y entonces, aovillándome y enredando mis manos en mi cabellera, me dejé llevar por aquel angustiante torbellino de culpabilidad.

por **Lavern Connolly** Mar Jul 28, 2015 9:11 pm

Quizá era el cansancio lo que me tenía tan embelesada con las estrellas, con los ojos que poco a poco se me iban cerrando mientras que yo seguía allí de pie y con la cabeza en alto. Pasé unos minutos cabeceando contra el sueño que era el resultado de mi larga jornada, cuando de pronto escuché algo fuera de la ventana. Me acerqué al cristal y, con mis brazos cruzados en preocupación, observé lado a lado hacia afuera. Miré abajo en el jardín, los árboles y el cielo en busca de algo, cualquier cosa que fuera a llamar mis sentidos, hasta que, de pronto, logré discernir qué era lo que había allí afuera. No lograba verle, en realidad, estaba demasiado oscuro y la criatura bien escondida como para que mis ojos humanos lograran verle. Pero mi percepción estaba bien entrenada, y lograba ver el borde oscilante de un aura vampírica escondida a uno de los costados de la ventana. Honestamente, me quedé aterrada, quieta en mi lugar, actuando como si en realidad sabía lo que hacía. Como si quedarse quieta y dejar de respirar fuese a hacer que en realidad la bestia se fuera. No, los vampiros no eran como los osos, y aunque lo fueran, aquello no es todo lo que se necesita para salvarse de un oso. Uno nunca debe confiarse cuando se encuentra frente a tal tipo de bestias.

Cerré los ojos un momento, respiré profundo y resolví mi mente. Volví a abrir mis orbes con el ceño fruncido, marcado por lo decidida que estaba en hacer lo que planeaba. Me volteé hacia Oliver y caminé hacia el costado de la cama. Aún estaba tal cual y como lo había dejado, arropado y profundamente dormido. Su respiración era calmada y suave, y su pequeña pancita se alzaba arriba y abajo ante lo relajado que estaba. Posé suavemente una mano sobre su frente, cuidándolo, amándolo, y recité en susurros un hechizo protector: “Mar de plata, luna menguada, haz a este niño una cuna, y prende fuego a quien le brinde amargura.” Era un hechizo simple. Quien tocara a Oliver con intenciones de dañarlo, prendería fuego a sí mismo, y entonces yo podría cuidar a Oliver de las manos de aquel vampiro si es que llegar al niño era lo que quería. Encanté también los pomos de las puertas en caso de que quisiera entrar en la vivienda, y busqué entre los cajones por un cuchillo de plata. Sabía que no serviría mucho, pero la plata era una debilidad vampírica que sabía era cierta. Era la primera vez que me vería cara a cara con un vampiro; y lo único que pasaba por mi cabeza era proteger a Oliver y su familia.

Me acerqué lentamente a la ventana y, con todo el sigilo que pude, quité el cerrojo y abrí la ventana para asomarme en busca de aquella criatura sobrenatural que merodeaba fuera de la ventana. Sin embargo, no solo el cambio de temperatura me sorprendió, sino también las cosas que escuché. Suave como los pétalos de una flor recién florecida, escuchaba los sollozos de una muchacha; y entonces le vi, acurrucada entre las ramas que daban contra la pared junto a la ventana, con sus dedos enredados entre sus cabellos y sus lágrimas cayendo por sus mejillas hasta estrellarse con la corteza de las ramas que le escondían. Se veía tan dulce, tan frágil; tal y como mi corazón vulnerable.- ¿Hola? -Susurre con suavidad, soltando el cuchillo de plata que había en mis manos y dejando que cayera junto a mis pies, permitiendo que mis manos libres se apoyaran en el alféizar de la ventana y que mi cuerpo se apoyara en este para inclinarme ligeramente hacia adelante, asomándome lo justo y necesario para poder verle mejor. Al escuchar mi voz, pude ver cómo sus ojos se elevaron ligeramente a encontrar los míos, y entonces pude reconocerle. Yo había visto esos ojos antes, en retratos y pinturas, pero primordialmente, en la ama de casa por la cual trabajaba, y en Oliver.- Dios mío, tú debes ser Molly, ¿verdad? -Susurré con suavidad, extendiendo mi mano hacia ella con la palma arriba.- Ven aquí, niña, no llores. Ven, déjame ayudarte. -Traté de sonar lo más amigable que pude, aunque la verdad no necesitaba aparentar serlo. Mi corazón se estremecía; quería abrazarla y consolar sus lágrimas con demasiada fuerza, y de solo escucharla llorar, sentía que se partía mi propio corazón.- Ven, corazón. Oliver me ha hablado mucho de ti, ¿sabes? -Agregué luego de unos segundos en un intento de llamar su atención. ¿Cómo podía estar aterrada de ella ahora? Lo único que me aterraba, en realidad, era saber que estaba sufriendo.

por Contenido patrocinado

Don't panic ♤ Molly Winslet

Don't panic ♤ Molly Winslet

Re: Don't panic ♤ Molly Winslet

Re: Don't panic ♤ Molly Winslet

Re: Don't panic ♤ Molly Winslet