Pasos perdidos ( libre)

por **Athan Avramidis** Mar Jul 07, 2015 9:36 pm

El insidioso ataque del sol sobre su piel le obligaba a refugiarse bajo las sombras que le proporcionaban algunos de los establecimientos que se alzaban, majestuosos, entre las calles de París. Sin rumbo fijo, caminaba siguiendo la línea que trazaban las zonas protegidas del sol, manteniéndose fresco bajo aquel abrazo proporcionado por la brisa al realizar largas y seguras zancadas.

Agradecía el ser un hombre modesto que nada entendía sobre la moda de la alta clase. Dios lo librara de cargar con tanto ropaje, pudiendo pasear con una sencilla camisa de algodón limpia y unos pantalones negros adornados por algún que otro remiendo rápido realizado por él mismo a última hora. Sus zapatos, afortunadamente, resistían el achaque del tiempo y sus incesantes caminatas. A pesar de poseer dinero, se mantenía en una creencia austera, intentando ser un modelo fidedigno de buen cristiano, ahorrando para así poder tener un colchón en el que desahogarse cuando se retirase de aquel peligroso trabajo que llevaba a cabo. Aunque eso sólo si conseguía salir con vida de él.

Ser inquisidor no era fácil, Dios sabría de ello, ya que llevaba mucho más tiempo que él enfrentándose al Demonio. Pero aún así, a veces, en muy contadas ocasiones, se permitía el pasear libre de toda preocupación, sin ninguna lucha en su mente más que el resistir al calor.

- Interesante.- Murmuró al detenerse ante una tienda de relojes, observando todo lo que se exponía en ella con interés. Había poseído un artefacto como aquel una vez, pero se había perdido en medio del pantano, cuando tuvo que elegir entre salvar al mundo de una criatura cruel o preocuparse de salvar sus pertenencias y parte de las ropas que perdió en su brusco intento de salir de aquel fango en el que se adentraba cada vez más, por culpa de aquel maligno ser. ¿ Sería hora de comprar uno nuevo?.

por **Castalia Birdwhistle** Vie Jul 10, 2015 8:56 pm

¿Quién se revela? ¿Quién se levanta en armas? El esclavo raramente, pero casi siempre el opresor convertido en esclavo”
—Emil Cioran

La sociedad había puesto muchas divisiones entre los seres humanos. Había en el interior del ser humano una necesidad de marcar la superioridad antes sus superiores. Habían creado un estatus social, en donde los esclavos se podían considerar animales; los primos más cercanos de los monos. Podían ser tratados como objetos o animales, eran de la propiedad de una persona y esta podía tratarla como quisiera. Esa era la cruel realidad de los esclavos…

Ella había sabido lo que significaba ser libre de su propio destino. Desde joven sabía que su destino en el mundo iba ser simple; ser utilizada por los demás. Pero gracias a la suerte había podido evitar, evadir su cruel realidad. Y la libertad la había conocido en el mar, pero cuando volví a la tierra, se encontró encadenada, vendida y revendida. Tantas veces que ya se podían contar con una mano.

Era una negra valiosa, se vendía rápido, sabía hacer muchas cosas. Leía, escribía, hablaba tres idiomas, pero ¿Por qué la volvían a poner a la venta? Ella no era una negra común. Los nacidos en cautiverios eran más apacibles, fáciles de adiestrar, pero un alma que ya había probado la libertad era como un caballo desbocado tratado de ser montado. Nadie podía con ella y volvía a desfilar en las calles, siendo ofrecida por los esclavistas a los transeúntes, como si se tratara de un objeto que estaban rematando.

Junto con otros hombres y mujeres, se encontraban encadenados, en fila, con escasas ropas, siendo exhibidos como ganado a los posibles compradores. Mientras los esclavistas llamaban la atención con sus alaridos de ofertas. Castalia tenía sus ojos mirado a lo lejano, perdida entre los transeúntes que disfrutaban sus vidas, comenzó a tatarear una canción esperando que su vida fuera más consolante con su canto

por **Athan Avramidis** Jue Jul 16, 2015 4:26 am

“ Saber llevar nuestra porción de noche
o de mañana pura;
llenar nuestro vacío con desprecio,
llenarlo de ventura.”

Emily Dickinson

Sus dedos acariciaron el cristal del expositor con cierta avaricia. Realmente le gustaba el diseño de aquel objeto, la calidad del mismo lo convertía en algo digno de ser pasado a sus futuros hijos, si es que llegaba en algún momento a ser querido por alguien. Lo cual, si tenía en cuenta su poca gracia social o su trato insulso hacia cualquier doncella casadera, podría resumirse con un amable “ quizás” . Pero él era un hombre que no tendía a cometer el error de mentirse a sí mismo. Era demasiado absurdo.

Suspiró y separó los dedos del cristal con una expresión triste y solitaria. A veces le sorprendían aquellos banales pensamientos. Lo cual, rápidamente se convertía en un cargo de conciencia, pues podría parecer que no estuviera contento con su situación. Y lo cierto era que tenía mucha suerte, podía comer, dormir en un hogar modesto y cálido. Incluso si lo quisiera, podría hasta vestir mejor. Era afortunado, sin duda.

El sonido de los gritos de un comerciante le hizo separar sus ojos del reloj para ver el espectáculo que comenzaba a exponerse en la plaza. Bajo el sol abrasador, numerosas personas, atraídas como él por tanto vocerío, se reunían alrededor de aquella visión poco agradable. Entre los murmullos de las doncellas y caballeros que le rodeaban, se alzaban los cuerpos de varias personas con la piel tostada, criaturas de piel similar a las aceitunas, con ése brillo indudable en aquellos músculos elaborados por el duro trabajo. Los habían de todo tipo; altos y bajos, más oscuros y más blancos, hermosos y horrendos. Era como un circo, exhibiendo a las bestias atadas con una mirada que iba de la mera agonía, al más profundo y abismal odio.

Sus pies, curiosos, se acercaron al fatal anuncio, ignorando los comentarios del vendedor sobre las cualidades que tenían aquellas criaturas para soportar los castigos que pudiesen imponerles si se portaban indebidamente. Lejos de aquellos comentarios, su atención se centraba en la similitud que su cuerpo sostenía con aquellos hombres de piel mucho más oscura que la suya. Las cicatrices, los músculos marcados que en muchas ocasiones le habían causado el repudio de las jóvenes de su iglesia al considerarlo demasiado “pueblerino”. Y, sobre todo, le llenaba de angustia el ver en ellos la misma mirada que sostenía él. Como si hubiesen visto lo peor del mundo y, aun así, se censurasen por seguir vivos. Era como verse en un espejo.

por **Castalia Birdwhistle** Dom Ago 02, 2015 8:07 pm

Castalia había comenzado el canto, atrayendo la curiosidad de la multitud. No era un canto africano, porque a decir verdad al no ser criada como esclavo desconocía mucho de su cultura, dentro de su misma raza era una extranjera, tanto que muchos de los esclavos le decían la mestiza de ingleses. Pues eso era de lo que se trataba, de una mestiza que valía solamente un poco mas de los demás porque sabía leer y escribir perfectamente; algo que muy pocos esclavos hacían. Su canción la había aprendido en el mar, se trataba de la libertad y del amor por este mismo, algo que le habían privado hace mucho tiempo.

El esclavista noto que comenzaba a ver cierto desorden en su fila, algunos negros se movían y tatareaban dándole ritmo a la melodía — Ya basta — musito entre dientes. Pero nadie atendió a su llamado y la revoltosa de Castalia seguía haciendo que más gente llegara a escuchar su cantico deseando la libertad. — Malditos negros, dejen de cantar — vocifero harto, haciendo que un látigo sonara en el aire. Casi todos se silenciaron excepto Castalia, la “Revoltosa” como muchos esclavista la llamaban. Nadie la quería, era muy rebelde para ser soportada por mucho tiempo. — No me importa cuánto valgas, ni cuantos idiomas hables, si no te callas en este momento de degollare en este instante aquí — los pasos del vendedor era firmes, la señalaba con el debo y manoteaba en el aire mientras parecía que su rostro explotaría de la furia que tenia.

Castalia se detuvo y miro al hombre, alzo la mirada, fijando su rostro en el de el — Inténtalo maldito cerda bastardo… — Gruño la negra con una sonrisilla burlona en su rostro — pero sabe que no te conviene y menos al frente de esta gente ¿Qué dirán luego de ti y tu “mercancía”? — una amplia sonrisa apareció en su rostro — O peor ¿Qué dirán las damas? Si no puede con rebaño de negros… debe ser que tiene poco cojones — Castalia se echo a reír, dejando que su cabeza se fuera hacia atrás mientras se carcajeaba con gusto, mientras veía como la gente murmuraba y se les quedaba mirando.

— Sáquenla de aquí… ¡Vamos! — ordeno el esclavista, mientras la alejaban de la fila de esclavos. Ups… tal vez la paliza o se la daría allí, pero luego en los calabozos si, aun así estaba feliz de haber podido ridiculizarlo, ahora esperaría en la jaula de la carreta mientras todos los demás eran vendidos al mejor postor

por **Athan Avramidis** Lun Ago 17, 2015 3:29 pm

" Reconozco esa voz que habla del mar:
me llega desde donde la luz, lejanísima ya,
duplica la estatura de mi sombra.
Reconozco esa voz que me reclama
para mostrarme en el ácimo espejo de las olas"

Debía estar acostumbrado a cualquier cosa, había visto demasiado como para llegar a sorprenderse de algo. Pero aquel cántico tocaba una parte de sí mismo que llevaba firmemente atada a su interior, no deseaba siquiera plantearse de qué se trataba. Tenía todos sus demonios; meros ecos de su pasado y retazos de noches de horror, bien guardados en un rincón de su memoria y no se permitía el abrirlo jamás. Había escuchado que los ingleses llamaban a eso el poseer un " esqueleto escondido en un armario", por muy inverosímil que ello sonase para cualquier otro.

¿ Cuánto tiempo llevaba allí, delante de aquel grupo de esclavos, mirándolos como si quisiera eliminarlos a todos por expresar algo que se había prometido no sentir o, incluso, hablar?. Tanto dolor, deseos insatisfechos que jamás serían por más que uno murmurase debajo de un cielo estrellado, orando a una estrella fugaz que no se dignaba a caer jamás.

- Absurdo.- Masculló sin saber si lo decía más para sí mismo o para aquel penoso espectáculo que estaba presenciando. Aquel comerciante tan dispuesto a berrear de forma siniestra, dando manotazos al aire con movimientos demasiado bruscos, actos de alguien que estaba acostumbrado a golpear para hacerse entender.

Comenzó a moverse entre la multitud para alejarse de aquel lugar, hacía tanto calor que su frente comenzaba a perlarse de sudor bajo el ala del sombrero que llevaba para proteger su pálido rostro del sol. Todo él era demasiado práctico como para llevar sombrero sólo porque muchos hombres considerasen algo poco masculino el pasearse sin ellos sobre la cabeza, como si algo tan mundano pudiera realmente determinar la hombría de alguien. Pero él qué sabía, era un griego en medio de Francia, paseándose entre esclavos y ricos, rezando por el día para confesar los asesinatos que cometía en la noche. Era una deliciosa contradicción, ¿ qué sabía él lo que significaba ser hombre? Nada.

Pero la voz de la mujer hizo que volviera a mirar hacia atrás, sintiéndose como la esposa de Lot; quién, demasiado curiosa, se atrevió a mirar la tierra de Sodoma que dejaba atrás, convirtiéndose en una estatua de sal. Había algo de prohibido en aquel movimiento, como si su instinto le estuviese diciendo que era una estupidez, pero aún así, lo hizo. Y lo que ocurrió fue aterrador.

Se halló a sí mismo sonriendo al escuchar las valientes palabras de la mujer, tras lo cual, frunció el ceño. Él no solía sonreír, no a menos que tuviese una criatura inocente a su lado que sacase el lado más amable de él. Por amor de Dios, era un soldado que luchaba por el bien, él no solía hallar nada gracioso.

Suspiró y decidió seguir a aquellos que se llevaban a la mujer, fingiendo normalidad. Quería saber cómo terminaría aquella historia, ¿ o quizás era sólo que él jamás osaría ver dañar a una mujer?. Su madre lo mataría a golpes si permitiera que alguna fémina fuera herida ante sus ojos y no hiciera nada para detener tal crudo ataque.

por **Castalia Birdwhistle** Jue Oct 22, 2015 8:39 pm

¿Eso era lo que merecía? En su interior sabía que no era así, ningún ser humano debía ser tratado de la forma en que ella era tratada. Se rehusaba a pensar que por su color de piel y sus orígenes debía ser sometida a tal barbaridad. Era firme en la creencia de que merecía algo mejor y que no aceptaría órdenes de seres mucho más incompetentes que ella misma; quien era tratado hasta peor que un animal. Esa actitud que tenía aquella negra siempre causaba problemas, pero no era nada conveniente reprenderla de la manera que esos pensaban que lo merecía al frente de los posibles clientes.

Ella sabía que su irreverencia seria cruelmente castigada a manos de sus esclavistas, pero con la frente en alto recibiría cualquier tortura que debiera enfrentar. Debía admitir que estar atada a unas cadenas por tanto tiempo y ser el menos que un simple objeto al antojo de cualquiera, debilitaba mentalmente a cualquier persona, no importaba lo fuerte que fuera, ni cuanto orgullo tuviera, en cualquier momento podría flanquear. Si en algún momento llegaba ese infortunio, estaba segura que sería el morir su espíritu.

—Hemos aprendido que no se te puede castigar a lo físico — a jalones la alejaban de la multitud. Una masa de personas que apenas miraron a verla, pero luego se rindieron ante la animada estrategia de mercadeo del esclavista; quien ofrecía a su mercancía como la mejor de todo Francia y parte de Europa. Pura palabrería salía de sus labios, pues lo único que hacía era comprar los esclavos que mas nadie quería o los cuales los dueños ya estaban cansados por no servían, eran más económicos y podría venderlos a un precio alto por los conocimientos que pudieran haber obtenido en sus duros años de trabajo.

Castalia termino encerrada en una diminuta jaula, la cual solamente le daba cierto espacio entre su cuerpo que quedaba en posición fetal y los barrotes. — No tendrás agua ni comida por tres días a ver si aprendes a agradecer lo que te damos — fue encerrada allí, como si se tratara de un león de circo en su prisión. No podía levantarse, pues su cabeza chocaría la parte superior de la jaula, tampoco estirar sus piernas pues el espacio no lo permitía.

Y ella aunque era una mujer fuerte, cada vez que pasaba por algo asi, sentía que comenzaba a debilitarse cada vez mas ¿acaso no habia una escapatoria para ella? Tal vez si merecía ser tratada de la forma que lo hacían… solo por su origen ― Y si realmente … ¿Esto es lo que merezco?― se pregunto en un suave susurro. Una pregunta personal, que tal vez deseaba que la contestara el mismísimo dios, pero no creía mucho en el.

por **Athan Avramidis** Mar Nov 17, 2015 12:27 pm

"Desasosiego físico, que podía palpar
como un dolor de muelas en el alma,
me saturaba el cuerpo: zozobra que era náusea,
entre certeza y duda de tu verdad mañana"

Sus piernas se deslizaron silenciosamente por el asfalto, siguiendo el camino que trazaban los hombres que comerciaban con los esclavos. Estaba claro que no se molestaban en ocultar su maltrato a la “mercancía”. No era la primera vez que veía cosas similares, aquellas personas carecían de derechos, eran sólo un objeto más para la sociedad. Si se rompía se tiraba o sustituía, ningún hombre dudaría dos veces en alejarse de aquellos a los que perseguía con su aire distraído, fingiéndose indiferente ante lo que veía. Pero incluso Dios había tenido una vez compasión por los esclavos, ¿no había sido su pueblo liberado del faraón de Egipto?.

El aire le agitaba tenuemente su cabello rubio, ondas suaves que enmarcaban su rostro masculino demostrando un brillo saludable que contrastaría al lado de aquella mujer maltratada. Las diferencias entre ambos eran indudables, al menos físicamente, pero su irritación al estar siguiéndola, sólo quería decir que había empatizado con ella. ¿Había sido el brillo de lucha que emanaba de sus ojos cuando había hablado, o quizás, el sentimiento de opresión ante un mar de personas que eran libres?.

La escena era terriblemente natural. Varios hombres arrastrando a una mujer negra en las calles de parís, indolentes ante las miradas curiosas que se apartaban rápidamente para evitar ver algo que podría dañar su “fantástico día”. El sol brillaba con demasiada fuerza, el viento acariciaba su rostro, la belleza del lugar seguía presente en los edificios y parques que debió pasar en su caminata. ¿ No era curioso ver cómo continuaba la vida sin importar los que sufrían?.

Se detuvo al ver que los comerciantes también lo hacían, disimulando el estar vigilándolos con un sencillo movimiento de sus brazos buscando el reloj de bolsilo que estaría guardado en el interior de su chaqueta. Cuando lo sacó, el brillo de la plata creó un reflejo sobre los barrotes de la jaula, emitiendo un haz de luz en aquel espacio reducido y casi inexistente. Cerró su reloj tras mirar la hora y permitió que sus ojos se centraran en los de la esclava antes de aproximarse a uno de los hombres que la habían encerrado.

- Buenos días, creo que tenéis algo que me interesa. – Señaló la jaula con un movimiento de su cabeza, mientras su acento griego danzaba sobre su francés. Aunque había aprendido el idioma con rapidez, debido a sus deberes en el país como inquisidor, no podía evitar dar a conocer a los demás que era un extranjero, por mucho que tuviese muchos años en aquel lugar.

- Os ofrezco cincuenta francos, su carácter deja mucho que desear, por lo que tendré que entrenarla antes de poder ponerla al frente de sus obligaciones. – Hizo una mueca de disgusto al tener que estar conversando de aquel trato, pero esperaba que pareciera más un gesto de irritación sobre tener que recurrir a una negra para sus necesidades. Sólo quería pagar, sacar a la mujer de la jaula e irse de allí con ella. Después podría dejarla en alguna iglesia o buscarle un trabajo. Pero aunque tenía una sustanciosa suma de dinero como legado gracias a su familia y a su trabajo en la inquisición, no iba a dar más de lo necesario. Cincuenta francos era casi un sueldo de dos meses para un asalariado común, así que esperaba no tener que recurrir a la pistola que tenía escondida en la parte posterior de su espalda.

por **Castalia Birdwhistle** Mar Dic 15, 2015 8:52 pm

Era una escena difícil de ver, muchas personas preferían desviar sus miradas antes de enfrentar esa cruda verdad. Preferían sentirse superiores, antes de tener un poco de humildad en sus corazones. Deseaba culpar al mundo a dios y a todos por su desgracia, lo hacía para sentir que alguien tenía responsabilidad, necesitaba un culpable para su infortunio. Que importaba ya, solo quedaba arrinconarse en un pequeño rincón de esa diminuta jaula, que sería su hogar por varios días. Acerco sus piernas a su rodilla, mientras las abrazaba fuertemente, utilizando ese espacio creado para ocultar su rostro. Odiaba que la vieran llorar…

Una voz, la cual parecía más como una explosión en su canal auditivo. Por un momento pensó que era su imaginación ―“Que desesperada debes estar… Castalia”― pensó. Dejo salir una pequeña carcajada llena de ironía. Fue grande su sorpresa cuando levanto su rostro bañada con grandes lágrimas, las cuales fueron inevitables limpiar a tiempo. Trato de pasar rápidamente parte del dorso de su mano por esas mejillas desbordadas de lamentos.

Los comerciantes giraron hacia el hombre, no pudieron evitar sorprenderse con tal acción. Uno de ellos parpadeo varias veces antes de fijar su mirada en el líder; quien noto que todos los ojos de sus subordinados estaban clavados en el. Esperaban ver qué respuesta seria la que obtuviera. ― ¿Por esta negra, Mí estimado señor? ― dejo salir una gran carcajada, la cual fue acompañada luego por mas risas de los acompañantes ― Por esa suma de dinero le podría vender a mi asno y seria un trato mucho más justo; para el asno. ― se puso las manos en su pantalón, mientras distribuía el peso de un pie a otro. Giro su cabeza para volver a ver a la negra de castalia. Dejo que una amplia sonrisa diera a conocer unos asquerosos dientes amarillentos. y escupió un liquido negro mezclado con su saliva. Cuando iba a dirigirle la mirada al caballero.

por **Athan Avramidis** Lun Ene 04, 2016 11:05 pm

Recibió una de esas miradas que eran capaces de atrapar a un hombre, no por la belleza de los ojos, sino por la historia que pesaba en ellos. Como puertas hacia un viaje que descendía a los infiernos, de esas historias que no deseas llegar a conocer del todo por miedo a no poder volver a retomar el sueño con tranquilidad en las noches. La realidad era así, dura e imprevisible. Hombres como él lo sabían bien.

Pero a su vez, aquellos ojos crearon una profunda incomodidad consigo mismo, ya que no quería ver la esperanza en aquellos ojos oscuros. Lo último que deseaba era ver a alguien, mirándolo como su salvador, con esa fe inquebrantable en que quizás, algo en algún momento, podía terminar bien. No se lo merecía, era sólo un hombre que intentaba hacer lo correcto, pues había sido educado para ello. Incluso cuando asesinaba, su mente sólo tenía la conciencia de que lo que hacía, era precisamente para dejar un mundo mejor para todos los que vivían en él.

- Sinceramente, me importa muy poco su asno. Necesito una criada y usted la tiene metida en la jaula. - Señaló con una voz que se iba endureciendo al tener que reiterar lo que le estaba pidiendo. Aquellos hombres sólo estaban demostrando ser lo que aparentaban; unos burros inútiles que sólo sabían menear el látigo y sobrevivir de sus fechorías a base de la sangre de personas inocentes. Lo cual era una descripción que abarcaba a la mayoría de los seres humanos, por mucho que lo lamentase en su fuero interno.

- ¿Va a darme a la negra, sí o no?. No le veo sentido a toda esta cháchara inútil, mucho menos cuando le estoy ofrenciendo mucho más de lo que vale, con tal de irme antes a casa. - Suspiró con cansancio, apartándose un paso hacia uno de sus costados, para evitar aquel escupitajo. Lo último que quería era tener que marcharse de allí, con algo que había salido del interior de aquella boca. Eso sí que le produciría pesadillas.

por **Castalia Birdwhistle** Jue Ene 21, 2016 2:09 pm

¿Eso era recibir un soplo inesperado de esperanza? No podría creerlo, pensaba que debía tratarse de algún sueño ¿estaría soñando?. Debía tratarse de eso. Escuchaba a los hombres que en esos momentos estaban tratando de negociar con el caballero, había denigrado a Castalia a menos que un asno y podría ser que tuvieran razón. ¿Qué pudiera servir ella en una casa? No sabía cocinar, limpiar ni atender a un “Amo”. Los caballeros quisieron tratar de hacerlo entrar en razón, se llevaba una buena para nada.

Al parecer era inútil negociar con aquel aristócrata. Se había empeñado en tener a esa negra que estaba en la jaula y no se iría sin llevársela consigo. Todos por un momento carraspearon con cierta molestia, pero al final terminaban siendo beneficiados ellos, se desharían de una gran carga — ¡llévate a esa negra pues! — Exclamo cansado de estar negociando con aquel hombre — Te quise hacer un favor, te estás llevando a la manzana mas podrida e inservible de Francia — se escuchaban murmullos de los hombres que lo rodeaban. Aquel hombre se alejo del lugar ordenando a los demás recibir el dinero y liberar a la negra.

Castalia fue sacada de aquella jaula y tirada al piso, en donde le colocaron dos grilletes en cada muñeca. Recibieron la cantidad indicada y la dejaron a merced del que ahora se podría decir que era su dueño. La negra no sabía qué hacer, en ese momento solo era un ser que se movía de un lado a otro a conveniencia de la persona. ¿Qué sucedería después? Se atrevería a preguntar…. Pero tenía miedo de saber cual sería la respuesta

por **Athan Avramidis** Vie Mar 04, 2016 10:17 pm

El realizar la compra de una persona, le había llevado menos tiempo del que le costó hacerse unos pantalones nuevos. Parecía extraño, incluso para él que sabía perfectamente sobre las dos caras del mundo, que algo tan importante como la vida de alguien, fuese realmente devalorada hasta el punto en el que un mero estrechón de manos y unas monedas menos en el bolsillo servirían para adquirir a una mujer.

Suspiró en cuanto los hombres se alejaron, dejándole con una adquisición que no quería mirar a los ojos antes de que estuviese listo para no demostrar el pensamiento angustiante que había acudido a su mente. ¿ Qué iba a hacer con aquella negra ?. Su casa era una cabaña en medio del bosque. Al menos por ahora, ya que eso le permitía el tener sus almas ocultas sin que nadie quisiera rebuscar en sus cosas, ni cuestionarse cuál era el trabajo de aquel hombre que iba y venía de su vivienda cubierto de sangre. Para el resto de los días, aquellos en los que se recuperaba de las heridas, usaba la vivienda familiar que había adquirido en el último mes, con parte del dinero de su herencia. Cuando estaba enfermo, herido o a punto de quebrar su fe, se encerraba entre los lujos que le dejaba su posición de "hombre acaudalado, pero sin casta o sangre digna de la alta clase".

- Me llamo Athan Avramidis, si mi apellido te resulta demasiado complicado, sólo llámame amo Athan o señor.- Comenzó las indicaciones simples, mientras se acercaba a ella y decidía quitarle los grilletes el mismo, sin tener la descortesía de emitir un gemido de protesta ante el hedor que desprendía su cuerpo.

- Iremos a mi casa, donde espero que puedas asearte y vestirte con algo más que trapos sucios. - Apretó sus labios al ver los moratones que podía advertir en aquella piel que veía y los analizó sin atreverse a tocarla, más allá de lo que era estrictamente necesario por decencia y pudor. Ante todo era un hombre educado entre varones, que se habían criado a su vez, por un sistema matriarcal, en el que una mujer era lo más sagrado.

- Espero que sepas cocinar, limpiar o curar heridas. - En realidad, era lo único que necesitaba de ella, aunque en el fondo eran cosas que podía hacer solo ya que su sistema de vida, similar al espartano, le impedía gastar dinero en nada más que cosas necesarias y útiles. su mente funcionaba como la de un soldado que está en continua guerra. Sabía cocinar lo imprescindible para llenar su estómago, limpiar para acostumbrarse a no dejar un rastro y curar heridas para no morir.

- Mañana te compraré vestidos, aunque temo que tendrás que acompañarme. - Su pálida piel se sonrojó mientras aludía un tema del que no tenía el más mínimo conocimiento, pero del que era consciente que necesitaría cosas que toda mujer sabría satisfacer. Esperaba que ella supiera entenderle, no quería verse solo, en medio de una tidienda, pidiendo ropa interior femenina, camisones, batas y demás prendas. - No tengo la intención de ofenderla, pero la prenda más femenina que hallará en mi hogar son unas botas de cuero.-

Esbozó su primera sonrisa hacia la mujer y le indicó que lo siguiera con la cabeza, ya que tendrían que caminar un poco antes de llegar a aquella casa adornada con elegancia sólo por si recibía visitas y que nunca usaba. Aunque algo le decía que iba a tener que dejar la cabaña abandonada por un tiempo. ¿ En dónde se había metido ?

por **Castalia Birdwhistle** Lun Mar 21, 2016 12:40 am

Castalia dejaba que hablara todo lo que ese hombre quisiera, aun así, no era de esos esclavos que bajaría la mirada evitando el contacto visual del superior. Ella siempre tendría el rostro en alto, con orgullo; un ego que la podría meter en problemas. Sus ojos llenos de desconfianza notaban cada movimiento de su cuerpo, estaba preparada, su cuerpo se tensaba con rapidez, preparado para actuar en cualquier momento. Sus muñecas se sintieron libres… ¿Cuántos años había pasado desde la última vez que tuvo aquella sensación de libertad? Sin poder evitarlo recordó aquellas aventuras en el mar. ¡Cuán lejanos se sentía aquellos recuerdos!

Por unos segundos pensó en escapar, salir corriendo y simplemente andar hasta que milagrosamente pudiera liberarse de sus captores y encontrar un camino hacia el mar. Pero sabía que sería absurdo, estaba débil, no tenía la energía suficiente para impulsivamente hacer una locura como esa. Debía ser inteligente y esperar un mejor momento, si deseaba hacer algo.

Bajo de rostro un poco, mientras miraba sus muñecas enrojecidas, las acaricio un poco mientras seguía escuchado las indicaciones de aquel hombre, algo que le parecía un poco cómico, ya que ella no era una mujer acostumbrada a utilizar vestido, tampoco a cocinar. ¿Cómo reaccionaría si le dijera que ella había sido un pirata? Siguió al hombre como él se lo pidió, hacia lo que parecía ser su nueva vida. Volver a caminar libremente por la ciudad era una experiencia casi orgásmica para ella, había pasado un gran tiempo que había olvidado como dar un paso justo delante del otro para ir a un destino sin cadenas.

―¿No cree que es un poco peligroso dejar a una negra suelta así por así? ― pregunto ella mientras lo veía marcar el paso. Parecía que no tenía ningún cuidado en su mercancía obtenida, de vez en cuando la negra aprovechaba para poder notar cuanta distancia lograba tener entre ellos dos. Pero se dio cuenta que aquel hombre llegaba a ser mucho más observador de lo que parecía y cuando Castalia se separaba mucho de él, fingiendo interés en un simple puesto de verduras, este se daba cuenta rápidamente de la distancia adquirida.

— Oiga usted ni siquiera me ha preguntado mi nombre ―
vocifero. Lo seguía detrás, como cualquier buen esclavo lo haría, pero su forma de hablar sorprendería a cualquier y hasta le ganaría unos buenos azotes — ¿O acaso querrá ponerme otro nombre? Porque no aceptare que me llamen por otro nombre… usted dijo que se llamaba Athan…. ¿Avra…midis? — no era un apellido que le dificultara, pero le era divertido fingir que si. Además de hablar francés, su lengua natal era ingles y por haber estado tanto tiempo en el mar y convivir con tantas personas de diferentes culturas aprendió a entender un poco el italiano y el latín.

por **Athan Avramidis** Dom Abr 03, 2016 8:18 pm

Sus ojos se mantenían alerta, su profesión de inquisidor le habían otorgado la manía de no perder ése instinto de cazador que llevaba dentro. Podría estar en medio de un mercado ambulante y podría encontrar a la única persona que le interesaba, siguiendo elementos simples como el rastro de sus huellas, la mirada de los vendedores o los susurros escandalizados. Era obvio que no todos estaban acostumbrados a ver a una persona de color, mucho menos a una mujer poco vestida, pasear a su antojo por la calle sin cadenas, vociferando nerviosamente tras un hombre blanco.

Era evidente que aquella adquisición había resultado ser ligeramente diferente a lo que esperaba, aunque mantenía la esperanza de que pudiera cocinar y limpiar algo, al menos así podría llenar su estómago con algo antes de caer sobre su cama en la más absoluta inconsciencia. Cuando se tomaba un tiempo de descanso, debía ocuparse de aquellas tareas tediosas, pues no era un hombre dado a delegar sus responsabilidades en otros. Pero sí reconocía la ventaja de tenerla ahora que debía pensar en trabajos que pudiera dedicarle.

- ¿ Peligroso ? - Esbozó una pequeña sonrisa y disminuyó su paso para permitirle a la mujer amoldarse al suyo, para poder mantener una conversación lo suficientemente cordial para que no tuviera que seguir alzando la voz como una vulgar verdulera.

Lo último que quería era a alguien que llenase su vida de caos, tenía algo peor de lo que preocuparse, como seres sobrenaturales ansiosos por asesinar humanos. Era su deber sobrevivir para mantener vivos a todos aquellos jóvenes prometedores que harían del mundo un lugar mejor.

- No creo que seas lo suficiente estúpida como para querer agredir a alguien blanco, a menos que quieras morir ahorcada, si es que no piden cualquier otro castigo igual o peor para acabar con tu vida.- Por mucho que le disgustase la idea de haber tenido que pagar tanto dinero por ella, sólo para que terminase muriendo de todas formas, no podía evitar negar la realidad. Las autoridades jamás le permitirían sobrevivir a una falta semejante.

- Y en el caso de que desees escapar, puedes hacerlo. Pero de ser así, correrías el riesgo de tener un destino espeluznante. París no es un lugar seguro para una mujer, mucho menos una negra. - La miró con seriedad, sin tener la intención de asustarla, al fin y al cabo, su brutalidad a la hora de hablar, residía en la constumbre de tratar más con hombres así como una sinceridad acérrima que le era una virtud, como maldición.

En muchas ocasiones se le había acusado de ser alguien bruto o grosero, pero no tenía esa intención. Le era difícil tratar con las mujeres pues siempre parecía tener la habilidad necesaria para ofenderlas. Sinceramente, no las entendía, pero las respetaba lo suficiente como para mantener una distancia prudente. Su familia tenía un sistema matriarcal profundo, en el que las mujeres eran prácticamente el pilar que criaba a los hijos, mientras los hombres se dedicaban a sacrificar su vida y sangre en favor de Dios.

- En cuanto al nombre, usarás el que posees. No tengo la intención de quitarte tu identidad o entregarte otra, como ya te dije, sólo deseo ayuda en mi hogar. - Le dio una mirada burlona, alzando una de sus cejas al ver que no podía enunciar bien su apellido.- Déjalo en amo Athan o señor. El apellido es para aquellos que requieran de formalidades.

por **Castalia Birdwhistle** Mar Abr 19, 2016 8:43 pm

—Si ese blanco tratara de agredirme, si lo haría, estupidez seria no hacerlo— alzo sus hombros. Contradiciendo lo que su nuevo “dueño” había aclarado. Era cierto que lo prudente no era escaparse por varias razones, pero le molestaba el hecho de que aquel hombre pensara que sería una presa fácil. No sabía su pasado, ni quien era realmente, no sabía lo que Castalia podía realmente hacer. Solo estaba en esa situación por una serie de eventos desafortunados, que parecía ir de mal en peor, pero solo faltara que se alimentara bien. Se alzaría los hombros y se mordería la lengua.

—Mi nombre es Castalia — suspiro — Creo que debería ya saberlo — seguía caminando siguiéndolo por toda esa gente que no podía evitar esconder su asombro. Estaba consciente que debía oler muy mal., no recordaba ni cuándo fue la última vez que tuvo esa oportunidad, tampoco era algo que hacía con mucha frecuencia antes, pero luego de tanto tiempo sin probar agua y jabón, lo anhelaba igual que una buena cena.

— ¿Y usted exactamente a qué se dedica? — quiso saber. Dejo pasar unos a unas personas que se atravesaron. Con las manos en su espalda, espero que pasaran para luego seguir el paso hacia donde seria su nuevo hogar — ¿Falta mucho? Pense que si tenía dinero para un esclavo lo tendría para un carruaje, al menos para un caballo — bufo suavemente mientras sus ojos se fijaba en su espalda.

por **Athan Avramidis** Mar Mayo 03, 2016 11:14 pm

Se detuvo durante unos instantes a causa del impacto que causaron sus palabras en él. Era cierto. No sabía nada sobre quién era, lo que había hecho o lo que la había llevado a la esclavitud. Hablaba con demasiada confianza en ella como para considerar la idea de que hubiera nacido siendo esclava. Cuando no conocías la libertad, no osabas comportarte de una forma osada. Para aquellos cuyo mundo siempre había sido una jaula, lo más natural era cobijarse en cualquier lugar que tuviera barrotes.

Entrecerró los ojos claros y la analizó desde otra perspectiva, sin abandonar esa ligera sonrisa que hablaba de la astucia que se escondía bajo aquella fachada indiferente y tranquila que portaba. No iba a decirle aún que sospechaba su inutilidad como esclava, pero esperaba que intentase hacerlo, al menos por las monedas que había perdido.

- No creo que importe mucho a qué me dedico, siempre y cuando cubra tus necesidades básicas. Sin contar que las preguntas las hago yo, no tú. - Aclaró lo último con una ceja alzada debido al comportamiento impertinente que estaba notando en aquella mujer. Era evidente que aún no entendía la situación en la que estaban, así que se acercó a ella, hasta que su nariz rozó la de la negra.

- Me tomo muy enserio mis obligaciones, Castalia. Y espero exactamente lo mismo de ti, así que abandona ése tono condescendiente, no soy un rico malcriado y no voy a llenarte de lujos que ni siquiera comparto para mí. - Aquello tenía que ver con su voto de pobreza, tenia bastante dinero, incluso para ser de clase media, cobraba muy bien por cada sobrenatural que eliminaba. A veces, incluso aceptaba las recompensas de algunos lugareños, que destinaba siempre en donaciones y en engrosar unas arcas que a penas utilizaba.

Era modesto, lo habían criado para ser un buen hombre y asegurarse el pan y el techo de cada día, pero no a vivir derramando el dinero como si no importase nada. Muchos morían de hambre por falta de recursos y él no pensaba participar en una sociedad cuyos valores no eran los suyos. No era tan rico como algunos nobles o personas de alta clase, pero sí podía costearse un caballo. Aunque hasta la fecha, no deseaba hacerlo. Tener un animal exigía muchos cuidados, sin tener en cuenta que sufriría si se viera herido en alguna de sus cacerías. Era un hombre de gran corazón, aunque se esforzase en hacer ver todo lo contrario.

- Caminaremos juntos, disfrutando de la libertad, Castalia. Así que contén tu lengua y mueve tus pies. - Se separó de ella y reanudó la marcha, sabiendo que le quedaba un largo camino hasta su casa. No por la distancia, sino por aquel insufrible carácter de la mujer. Algo le decía que iba a venderla antes de que terminase el mes.

Sin embargo, se encontró sonriendo, como un estúpido, mientras se dirigían a su hogar. ¿Qué pensaría cuando llegase y viera que su casa, a pesar de ser grande y elegante, tenía tendencia a la sencillez del mobiliario, así como la ensalzación, de lo práctico?. Seguramente tendría cambios en su vida, así como en su casa. Aquella mujer era como el mar, imprevisible e igual de pasional.

Y así siguieron caminando, como un dueto gracioso por la gran diferencia establecida entre ellos. Ella, una esclava negra a penas vestida hediendo a largas jornadas de enclaustramiento sin higiene; él, un caballero rubio y blanco, con ropas elegantes y sencillas. Antagónicos incluso en su forma de ser y caminar.

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