Lukyan D. Lèveque

Habilidades. Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana. 1. Sanación acelerada. Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves. 2. Percepción del aura. Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros vampiros e identificar a los licántropos gracias a su aura colorada y su característico olor. 3. Persuasión. Habilidad para controlar las acciones o el razonamiento de otra persona. Este poder logra que otras personas realicen acciones, sin que éstas puedan negarse o incluso darse cuenta, mediante palabras con entonación imperativa, es decir, ordenándolas. 4. Clarividencia. Habilidad para ver y oír sucesos a distancia. Este poder se activa de forma instantánea y sólo tiene que concentrarse en un lugar o persona para ver y oír lo que sucede a su alrededor. Las visiones pueden ser pasadas o presentes. 5. Bloqueo mental. Es la habilidad para bloquear su mente y nadie (ni siquiera los vampiros que leen mentes) pueden saber lo que piensa.


Destructor. Lukyan es un gigante que arrastra con todo lo que hay a su paso. Cuando él aparece en escena, la tierra tiembla, sedienta por la sangre que ha de derramar sólo porque tiene la habilidad y fuerza para hacerlo. Sus manos son las mejores armas que posee. Sus uñas afiladas, nada tienen que ver con las que poseía cuando era un simple humano. No hay nada estético en las que ahora muestra con tanto orgullo. Le gusta usarlas para atravesar la piel de sus enemigos, para extirpar órganos y/o coleccionarlos. No suele preocuparse por su apariencia. Se le puede ver por las calles parisinas, oliendo a sangre de licántropos, cambiantes y frágiles humanos porque aunque lo ignore, esa parte de él que siempre ha servido para la cacería, sigue activo en su mente; empujándolo a protagonizar las mejores sangrientas batallas.

Obsesivo. De ideas fijas. Cuando se le mete algo a la cabeza, no hay poder que lo detenga. Se deja guiar cien por ciento por sus instintos. Si siente la necesidad de marcar su territorio, lo hará. Es amante de los retos, mientras más difícil, más entretenido se le hará desentrañarlo para ganarlo. Muchas de sus víctimas siguen con su vida sólo porque el coraje y resentimiento que le guardan, que él mismo se encarga de alimentar clavándose profundamente en sus pensamientos, le produce un placer indescriptible para sus juegos. Ellos siempre regresan por venganza, conscientes o inconscientes de que el gato nunca soltó en realidad al ratón. Lukyan es peligrosamente inteligente. Desde los nueve años, fue adiestrado para idear planes sobre la marcha. No hay lugar donde su víctima pueda esconderse y él no pueda llegar.

Posesivo. Es un líder nato, que puede perder la objetividad al apasionarse por algo. Si alguien amenaza lo suyo, lo hará pagar con creces y no será una fácil muerte. De hecho, cabe la posibilidad de que Lukyan ni siquiera les permita una salida tan fácil. Digamos que es muy capaz de sacar los ojos a alguien sólo porque miró lo que no debía, o de arrancar miembros porque osaron tocar lo que le pertenecía. Pierde el control con facilidad cuando aparece en escena el deseo, la necesidad de alimentarse, de demostrar quién tiene el poder. Lukyan quema, absorbe, explota. Es insaciable, ingobernable. Bastante demente para hacer entender sus puntos. Cuando se le ve intranquilo, significaba que los problemas están por desbordarse. ¿Sentimientos? No los posee. No recuerda alguna vez haberlos tenido. Todo lo que sabe, es que si quiere algo, lo obtiene. Su especialidad: cogerlas por las malas.

Manipulador. Un as de las máscaras y mentiras. No te confíes. Lukyan es un experto en el arte de la manipulación. Sabe usar las palabras para engatusar a terceros. La persuasión sale de su voz sin que nadie pueda evitar seguir sus mandatos o cuestionarlo. Logra que las personas hagan lo que él quiera sin esfuerzo. Si lo desea, puede obligar a alguien a mutilarse hasta desangrarse sólo para satisfacer uno de sus caprichos. No funciona con facilidad en los que son como él, pero eso no evita que deje de intentarlo. Lukyan disfruta torturando, es un arma que crearon para matar y que el tiempo no ha hecho más que perfeccionar. Altamente competitivo. Jamás abandonará una batalla hasta ganarla. Ni siquiera el Sol puede interponerse en ese credo, sólo incentivarlo para ponerle fin más rápido a su juego.



El primogénito de los Lèveque, fue bautizado con los nombres de dos grandes personajes de su árbol genealógico. Alcide, solía sentar a todos sus hijos alrededor de una fogata para narrar las hazañas de éste par de cazadores al término de sus entrenamientos. Lukyan se las sabía todas. Había sido el único receptor de esas historias por dos largos años, tiempo que le había tomado a Mstislav llegar a su noveno aniversario. Su padre no lo sabía, pero con su elección de nombre, había injertado la semilla de la soberbia en su hijo; quien creía, firmemente, que su destino estaba trazado con el mismo patrón que sus antepasados. Con ello, también llegó su primer deseo: ser una leyenda para las futuras generaciones. De modo que, a pesar de amar a cada uno de sus hermanos como lo hacía, una parte de él los veía como enemigos y no como compañeros. Le gustaba competir por la atención de Alcide, pero sobre todo, por los halagos sobre sus habilidades. El que Mstislav resultase ser mejor que él en algunas áreas, le provocaba unos desgarradores celos que siempre ocultaba tras una máscara. Lukyan había aprendido desde muy joven a jugar a ser el hijo pródigo, pero ni con esa destreza, podía hacer que desapareciera la oscuridad que velaba su mirada cuando practicaba contra Mstislav. Las luchas cuerpo a cuerpo, se hicieron cada vez más sucias, más salvajes. Él siempre decía que los sobrenaturales nunca jugarían limpio, que debían estar preparados para cualquier ataque. Lo que realmente quería, sin embargo, era demostrarle a su hermano que él era el mejor de los dos. Desafortunadamente, jamás ayudó que su padre calificara sus encuentros como empate.

Pero si existía alguien que Lukyan amase por encima de todo, incluso de sí mismo, era a Nevenka, el miembro más joven de su familia. Cuando no se encontraba entrenando o yendo de cacería, pasaba su tiempo libre consintiéndola. Habría dado o hecho cualquier cosa por su hermana, excepto dejarle formar parte de ese violento mundo al que ellos pertenecían. Los Lèveque, protegían a sus mujeres, pues eran lo más valioso que poseían. La sola idea de pensar que la inocencia de su hermana se vería manchada por esos malditos seres, le encabronaba. Ella nunca se vería en la necesidad de proteger su propia vida, porque le tenía a él y eso bastaba. Nunca iba a permitir que nada ni nadie, la dañara. La noche en que se produjo el ataque contra su familia, Lukyan se encontraba en una misión que él sólo se adjudicó para ayudar a la hija de los Räsänen; una familia que servía a la Iglesia. Mientras los Lèveque, habían tenido cuatro varones que pudiesen continuar con el legado, los Räsänen, de mente más abierta, permitían que sus mujeres luchasen contra los sobrenaturales. Cuando él llegó, por la mañana, se encontró con una terrible escena. Sus padres y uno de los gemelos, habían muerto. Nevenka, también mostraba serias heridas. No necesitaba mirar a Mstislav para saber lo que éste pensaba, lo que ellos pensaban, le culpaban. – ¿Quieres esta vida para ti, Nevenka? ¿Vivir para matar? – Su mirada se clavó en la de su hermana, como si de esa forma, la obligase a elegirlo por sobre Mstislav. No recibió respuesta.

Durante varias noches, se dedicó a seguir el rastro de los vampiros que le habían declarado la guerra. Lukyan, se lo había tomado como algo personal. Si alguien merecía reclamar venganza, ese era él. Era su derecho como el primogénito. ¿Estaba actuando por egoísmo? ¿Era así como quería escribir su propia historia? ¿Con el derramamiento de sangre de los suyos? Alcide, le había puesto ese nombre en honor a grandes cazadores, pero lo que nunca le contó a nadie, fue la trágica historia que había puesto fin a la vida de ellos. En un sorpresivo ataque, Lukyan había sido transformado por un vampiro. Dimitry – su hermano – le había buscado para darle cacería tras la promesa de que si uno de ellos caía en el lado oscuro, pondría fin a la tortura del otro. Excepto que cuando Dimitry lo encontró, no pudo poner fin a su vida. Incapaz de refrenar su sed y su fuerza, Lukyan había acabado con la vida de su amado hermano. Cuando había regresado en sí, había sido demasiado tarde. Cegado por el dolor, se había entregado al abrazo del amanecer por última vez. La historia, estaba por volver a repetirse. El mayor de los Lèveque, había llegado a la conclusión de que ni todo el arduo entrenamiento al que habían sido sometidos les había servido para salir airosos de una batalla contra esos demonios. Nevenka, en su opinión, había preferido a Mstislav. De modo que ya no le necesitaba como protector y, sin ella como su razón para luchar, ¿qué le quedaba? Lukyan estaba por enseñarles que los monstruos no nacían, se hacían.

Loco por la ira, entró de lleno a una guerra que estaba destinada al fracaso. Ir sólo tras el comandante y la horda de vampiros que fuese tras los Lèveque, era un acto suicida. Lukyan sabía que no saldría de ese nido para contarlo. Su último acto heroico terminaría esa noche, blandiendo y lanzando toda clase de armas contra sus enemigos. Salir con vida nunca fue su objetivo. Había rodeado el perímetro con trampas y granadas hechas a base de pólvora para acabar con el último de ellos. Nevenka no lo sabría jamás, pero lo hacía por ella. Si eliminaba esa amenaza, no necesitaría ser una cazadora como él y sus hermanos. Mstislav no los separaría, metiéndole a la cabeza que debía valerse por sí misma. Muy tarde, Lukyan descubrió que el juego que había creado, no era más que parte de una ilusión que el vampiro líder había montado. Fue transformado muchas noches después por el asesino de los Lèveque. Éste se había sentido atraído por la falta de gritos mientras lo torturaban para sacarle toda clase de información. Querían romperlo como habían hecho con el soplón que los guió hasta las puertas de su hogar. Incluso como humano, Lukyan había entrenado arduamente para proteger sus pensamientos de la intrusión de esos seres. Su madre, les había preparado infusiones para resguardar sus mentes desde que eran unos críos. No fue de sorprenderse que su Sire encontrase atractivo la idea de romper esas barreras hasta lo indecible. Le robaron todo rastro de identidad, todo recuerdo, toda debilidad: le convirtieron en una máquina de matar.  


✖ No recuerda a ninguno de sus hermanos.
✖ Sirve a su Sire con respeto, sus órdenes también son sus deseos.
✖ Licántropos o cazadores, no sabe a cuál de ellos odia más.