Inmortal - Privado

por **Dougal Scrymgeour** Sáb Jul 25, 2015 12:47 pm

Inmortal

Caminó por un par de horas, dejando que el aire de París le inundara el cuerpo. Se dejó seducir por los encantos de la capital y los colores que esta le ofrecía. Las aceras somnolientas fueron golpeadas por su andar mezquino. Sonreía de vez en cuando al caer en la cuenta de lo que estaba haciendo, usaría el disfraz, como lo había hecho todo este tiempo. Sería un ser humano común y corriente dando un paseo. Culpable y solitario, pues desde la noche de su accidentada conversión a este monstruo que ahora exigía una nueva forma de supervivencia, el sentimiento como un miserable aumentaba al paso de las noches. Su intención nunca había sido llegar a la capital, mucho menos deambular como un ente perpetuo, sin embargo tenía pocas opciones para sobrevivir, ahora que su pasado estaba demasiado lejos y no tenía a nadie.

Se había instalado en un lugar modesto y en ocasiones ofrecía exposiciones de sus cuadros para alejar esos recuerdos de su mente. No pretendía mostrar sus orígenes aunque sus rasgos impecables y belleza misteriosa volvían más difícil la tarea. Dones que la aparente inmortalidad traen consigo. Déjalo que fluya. Repetía para sí mismo, deja que el engaño cubra tus heridas y el daño que pudiste haber ocasionado a quienes te rodeaban. Usa los colores de la vanidad y ese encanto que todo mundo alaba hoy en día. Extraños que de vez en cuando cruzaban sus miradas curiosas con la suya. Sonríe para ellos bríndales el mejor de los espectáculos. Sedúcelos con palabras de educación y cortesía. El arte mismo que nacía en sus manos era la cuartada perfecta para que se rindieran a sus pies, embrujados por las texturas y las tonalidades que ahora se exhibían en el Museo

La noche venidera caería de lleno muy pronto y a pesar de ser un novato en el arte, confiaba en que llegaría todo en su momento. Observaba diáfano el recorrido de los otros transeúntes que se internaban poco a poco en los pasillos. Había recibido una invitación a presentar aquella efigie que el pasado había representado que su padre, el coronel le desconociera como uno de sus primogénitos. ¿Cuánto tiempo había pasado ya desde aquel acontecimiento? Y sin embargo el dolor se mantenía palpitante aún en sus heridas. Ensimismado en sus pensamientos, contradictorios. Levantó la mirada, estaba listo para abrir esa parte oculta hasta el día de hoy. Sobre el lienzo se perfilaba un hombre de edad media, sostenía en la diestra una espada y su otra mano reposaba una paloma.

Cortésmente saludó a los presentes que se congregaban a admirar su cuadro. Respiro profundamente antes de dar detalles sobre el mismo tratando de cerrar por completo su mente, no necesitaba saber nada de aquellos extraños, no necesitaba a nadie en este preciso instante. Las miradas inquisidoras cayeron de inmediato sobre la imagen y sobre el autor. Un par de murmullos antes de que el silencio hiciera acto de aparición. Aclaró la garganta.

– Damas y caballeros, sean bienvenidos a esta sobria pero significativa exposición, mi nombre es Ionel, el autor y si me lo permiten seré su guía esta noche –

por **Dirk Van Der Broken** Miér Jul 29, 2015 12:47 pm

" Susurra el árbol, la razón entiende:
nada es el norte o el sur sino aquello
que el corazón elige "

Sus ojos oscuros brillaban con una alegría pícara, producto de todas aquellas mujeres mayores que le rodeaban, coqueteando de forma descarada al mover sus abanicos coloridos cerca de sus rostros para evitar que él viese sus sonrisas. Entre ellas, su tía era la única que se mantenía orgullosamente aferrada a uno de sus brazos, lanzando miradas de prepotencia entre sus amigas viudas. No era un secreto que el Conde de los Países Bajos poseía una debilidad por sus ancianas tías, dejándose arrastrar a todos aquellos eventos que ellas considerasen importantes, sirviéndoles como acompañante. Lo cual no dejaba de ser algo descarado por parte de ambas ancianas, ya que le servía de carnada para conseguir la envidia de todas aquellas mujeres que en el pasado se habían atrevido a sentir lástima por ellas, al no haber conseguido un matrimonio que les enseñase sobre el placer de los hijos y todo aquello que venía unido a un enlace cortés entre la alta clase.

Dirk se divertía al ser usado por ellas, siempre se dejaba tentar por los pucheros realizados por aquellas mujeres de apariencia infantil a pesar de su avanzada edad. Al igual que su madre, ellas eran bellezas rubias, altas e increíblemente inteligentes. El único defecto que había impedido que se casaran era el mal carácter de una de ellas, así como la terrible gordura de la otra. Aun así, como sobrino predilecto mimado y cuidado por ellas desde que aprendió a corretear por los pasillos de la Mansión del Conde Van Der Broken, Dirk siempre las había visto como las mujeres más hermosas que había llegado a conocer. Ellas eran las culpables de que el Conde fuera un amante de la alta costura, de las charlas cargadas de comentarios pícaros o mordaces y de los cotilleos.

Entre la realeza él era el joven más reservado, aunque siempre poseía una sonrisa y trato cordial para todos aquellos que lo rodeasen. Sabía que sus amigos admiraban su férrea decisión de no dejarse atrapar por los lazos del amor, pero no era indiferente a la responsabilidad que recaía en él para dar un heredero al condado. A parte de sus tías, no tenía hermanos o primos dispuestos a ocupar el cargo, así que en algún momento tendría que dejar que alguien compartiese con él su hogar y título. Pero por el momento, simplemente se divertía satisfaciendo a las únicas mujeres de su vida; sus tías.

Se paseó junto a su tía, quien insistía en mantener sus dedos sobre su brazo, aferrándose a él como si fuese su tabla de salvación entre aquella multitud. Al principio pensó que tendría que soportar la visión de cuadros anodinos, producto de algún joven primerizo que apenas comenzaba a sostener un pincel con firmeza. Pero se sorprendió admirando cada una de las pinceladas que constituía la imagen expuesta. Cada trazo, la curvatura que había tomado la pintura en algunos lugares en los que se podía ver la precisión del autor, le habían cautivado. Así que, cuando un joven apuesto abrió la exposición de las pinturas, supo que debía hablar con él.

Se abrió paso entre los demás; sabiendo que por su título le permitirían ser el primero en saludar al pintor antes de que éste comenzase a ser acaparado entre los demás. Escuchó la risa de su tía, brevemente amortiguada por el abanico.

- No seas descarada, querida.- La amonestó con un susurro rebosante de diversión, pues a pesar de que quería hacerle ver su error de comportamiento, no podía dejar de sonreír, ya que sabía perfectamente el porqué su tía reía. Al parecer, solo ahora había reparado en la belleza del joven pintor al que se acercaban. – Compórtate mooie tante-

Le indicó antes de quedar frente al rubio, otorgándole una breve inclinación de su cabeza, así como su tía se inclinaba ante el pintor con educación. Sus ojos se fijaron en los azules, quedándose en aquellos orbes como si pudiese desvelar cada uno de sus secretos más íntimos. Sus labios se doblaron con una minúscula sonrisa, como si hubiese visto algo interesante dentro de él y, sólo entonces, abrió su boca.

- Felicitaciones Heer Novacek- Su acento neerlandés fluctuaba sobre el correcto francés que hablaba ante el pintor. – Mi mooie – Dijo mirando a la mujer que se mantenía sonriente a su lado, engalanada con su vestido de seda azul a juego con las perlas que adornaban su cuello y cabello rubio. – Es una orgullosa seguidora de sus obras.

- También soy la culpable de acaparar el tiempo de mi sobrino, el Conde Van Der Broken, para que vea sus cuadros. – La gruesa mujer no pudo evitar el interrumpir a su sobrino, dejando que el Conde elevase una de sus cejas con evidente diversión, como si estuviese diciéndole que había resistido demasiado tiempo en silencio. – Éste jovencito dudaba de su talento, heer Novacek.- Era evidente que era una descarada, tanto por sus palabras como por su comportamiento. Era como un remolino de seda azul y carnes rollizas en constante movimiento. Dirk solo pudo reír levemente y encogerse de hombros ante el pintor, como si se diese por vencido ante aquellas palabras.

Términos Neerlandeses :

por **Dougal Scrymgeour** Miér Ago 19, 2015 2:38 pm

Inmortal

Las miradas inquietas caían sobre la efigie del muchacho, quien de forma impetuosa develaba detalles de la obra ahora expuesta. Cada trazo, línea y curva en el mismo resultaban difíciles de reproducir cuando el dolor de otroros días atacaba su psiquis una y otra vez. Llevar tal peso a su realidad era una especie de afrenta consigo mismo para dejar atrás esos días oscuros. Aunque a decir verdad no estaba seguro que era lo que realmente consumía su cordura. El hecho de verse despreciado por su progenitor o la existencia impalpable de ese monstruo noctambulo que era ahora. Suspiró para retomar fuerzas y continuar la exposición. Los galantes invitados sonreían afables, sorprendidos quizás por la destreza del chico y el uso de recursos en el recuadro que pendía mudo.

Con ligeras reverencias Ionel agradecía tales muestras de respeto. El gentío de asistentes cambiaba de curso dando paso a una mujer rolliza enfundada en un vestido bastante llamativo, el juego de perlas aunado al peinado no le restaban belleza en lo más mínimo, pues a pesar de su complexión poseía cierto porte elegante en sus movimientos. Sin embargo lo que realmente atrajo la atención del muchacho, fue la mirada del mortal que acompañaba a la mujer. Existía un dejo de galantería en la forma en la cual se dirigía hacia él. No estaba siendo presuntuoso, simplemente el artista supuso que era parte de la naturaleza del caballero el comportarse de ese modo, aun con extraños.

–Muchas gracias caballero, me sorprender saberlo, ya que tan solo he realizado un par de ejemplares, siendo este que ven ante sus ojos uno de los primeros– respondió sereno.

Sonrió atento hacia ambos sin dejar de sentirse intimidado por la indumentaria de la mujer y el singular acento de su bien parecido acompañante.

Los ojos del rubio reparaban en cada línea trazada en sus rostros, sería la primera vez que les veía así que desplegó sus oraciones confiado en que ninguno pudiese ver más allá de su fachada mundana. El sonido áspero del abanico apenas dio espacio a la develación del título nobiliario que poseía el caballero aumentando un poco más de tensión en el joven, pues a pesar de contar con modales refinados, sería la primera vez que trataba con alguien de dicho status.

–Realmente es para mí un honor tenerles como invitados en esta exhibición, Conde Van Der Broken, madame– respondió mientras buscaba estrechar sus manos.

El comentario agudo dela mujer arrancó una sonrisa nerviosa en el artista, no estaba acostumbrado a recibir halagos, y sobre todo de una forma tan directa, mientras el caballero a su lado parecía disfrutar cada una de las oraciones que emanaban de esta.

–Y bueno Monsieur Van Der Broken dígame ¿Qué le ha parecido la exposición?– espetó mirándole a los ojos.

–Si son tan amables, por acá por favor– se adelantó a decir mientras indicaba con un ademan avanzar a través del pasillo que les conducía hacia una parte más íntima del salón.

por **Dirk Van Der Broken** Dom Ago 30, 2015 7:47 am

La revelación de que aquel joven era un artista novel, le provocó un estremecimiento. El calambre le recorrió la columna vertebral, como si fuera una señal de advertencia hacia algo que no comprendía, al menos no aún. Sus ojos suspicaces se dirigieron hacia su pícara tía, sabiendo que aquello debía ser uno de sus estrambóticos planes. Ella había estado comentando durante horas lo mágica que eran sus obras, la grandilocuencia del pintor y lo mucho que amaba sus cuadros. Si realmente sólo poseía escasas obras, contando con las expuestas en aquel evento, sólo quería decir que había sido embaucado por una mujer.

- Tendrá que disculpar a mi mooie, heer Novacek. Al parecer, su obra la tiene tan ensimismada, que habla de usted como si llevase más de cien obras.- Le dio una mirada cargada de censura, siendo respondido por una risa descarada y un golpe de su abanico en el brazo. Aquella mujer era un torbellino de energía que disfrutaba de su soltería como si fuera una mujer de treinta años. ¿ Cómo habrían sido las cosas si hubiese conseguido un esposo?. ¿ Se habría marchitado como muchas de sus amigas, consolándose entre bombones y joyas?.

La pregunta del artista le distrajo lo suficiente como para que no captase el brillo malicioso en los ojos de su tía, quién se excusó con ellos para salir correteando hacia los brazos de uno de los hombres que también habían asistido a la exposición. El caballero era uno de los lores del reino, aquellos inmersos en la política inglesa. Fieles a las costumbres y el protocolo, amantes del pedigrí y las lisonjeras palabras. Debía suponer que era precisamente su presencia lo que había incitado a su tía el asistir a una exposición de arte. Hábil mentirosa , pensó con los ojos entrecerrados viéndola reír y parpadear como una jovenzuela.

- No creo que sea correcto el ser totalmente sincero respecto a lo que más me atrae de su obra, heer Novacek. – Le ofreció una sonrisa amable y lo acompañó, caminando a su lado a cierta distancia, permitiendo que el rubio pudiera expresarse con suma tranquilidad sin sentirse intimidado por su compañía. – Ciertamente me consideraría un descarado y, créame, no tengo tales intenciones.

Había percibido cierta incomodidad en él cuando su tía le rebeló su título nobiliario, siempre le ocurría lo mismo. Las personas tenían una concepción muy determinada acerca de los nobles, lo cual era comprensible, no habían muchas personas amables en la corte. Ni siquiera él podía calificarse a sí mismo como tal, ya que no solía cometer el error de mentirse, aunque a veces quisiera hacerlo. Estaba demasiado acostumbrado a dar órdenes y que todos corriesen a satisfacer sus deseos, como para admitir que podría esperar pacientemente a que le diesen algo que quería. Era de esos hombres tendentes al capricho de tomar y luego preguntar. Pero hacía lo posible por ser un caballero capaz de mantener la honra de su apellido.

- He visto que tiene varios retratos expuestos, ¿ Se dedica usted a la ardua tarea de inmortalizar el alma y el aspecto de los hombres, heer Novacek? – Preguntó para romper el cómodo silencio que se había instaurado entre ambos, fijando sus ojos en aquel iris azul claro que poseía su acompañante. Sintió el extraño deseo de calificar la tonalidad de su mirada, como si fuese importante en saber si eran azul celeste o un tono más blanquecino aún, como el suave algodón siendo tenuemente abrazado por el azul.

por **Dougal Scrymgeour** Miér Sep 09, 2015 12:02 pm

Inmortal

El murmullo exasperante de los asistentes flotaba alrededor de ellos. Un par de risas cautas de vez en cuando al compartir sentires sobre las obras expuestas. La gala transcurría de manera habitual y con mucho éxito al reunir a tantas personalidades de la alta alcurnia en la capital gala. Nunca hubiese imaginado el alcance de sus invitaciones, a veces ni siquiera se sentía seguro de sus habilidades, seguía minimizándose a sí mismo, presa aún de sus temores de niño y de ser reprendido por algún accionar. Ionel sentía un extraño regocijo al escuchar a lo lejos el susurro de su apellido. Curiosamente ese sentimiento hubiese significado todo en otroras épocas. Una mirada de aprobación, un gesto solemne de orgullo en las facciones del coronel habrían sido suficientes para el novel artista, que solo buscaba el cariño de su progenitor ¿Qué había hecho mal para ganarse el repudio de su padre?

–No tiene por qué disculparse Monsieur Van Der Broken, es un placer que con tan pocas pinturas expuestas yo me haya ganado un poco de su admiración– respondió sonriente y amable.

No terminaba de comprender del todo la actitud de aquella mujer. Lo que era cierto, era que existía cierta complicidad entre ella y el noble quienes no dejaban de compartir comentarios perspicaces sobre los detalles en los bosquejos. Se quedó callado por unos instantes, no supo cómo responder ante aquel comentario de su invitado ¿Qué era entonces lo que atraía en su lienzo? Había dado su mejor esfuerzo para reproducir lo que su padre significaba para él. Bondad y fortaleza. Ionel no sería capaz de guardarle rencor, no obstante seguía siendo lastimado por sus palabras y su desdén. Imitó una reverencia disculpando a la mujer quien se alejó entre la multitud para reunirse con algún conocido suyo seguramente, suspiró para liberar un ligero nerviosismo que le producía caminar a lado del galante sujeto. Sonrió tímido a la segunda acotación dicha.

–No creo realmente que usted posea esa característica Monsieur– dijo a media voz.

Avanzaban lentamente entre el gentío de personas. Ionel enlazó sus manos en la espalda y de vez en cuando volvía el rostro al hombre. Eran conmociones encontradas las que le asaltaban. Curiosamente se sentía atraído por la sonrisa pícara del mismo y la honestidad plasmada en cada una de sus oraciones sin embargo también se sentía abrumado por el sentimiento de afinidad hacia los caballeros. Moralmente era algo reprobable, disimuló esa sugestión para prestar atención nuevamente a al noble, quien parecía escuchar sus pensamientos al reparar en el sentido de la pregunta. Aclaró la garganta antes de responder.

–Solo un par de lienzos caballero– pausó –Bueno, en realidad creo que el concepto de belleza no sólo se reduce a la definición de masculino o femenino, es simplemente algo abstracto, algo que no califica en ninguno de esos géneros, la perfección está presente en cada uno de los detalles, incluso en este salón Monsieur–

El silencio era apenas mancillado por murmullos ajenos. Ionel se perdió por completo en la mirada del caballero quien por primera vez se mantuvo estático en los ojos ajenos, dando paso a una extraña sensación de querer permanecer así por más tiempo.

por **Dirk Van Der Broken** Lun Nov 23, 2015 9:20 pm

El tono de voz del rubio le hizo parpadear con rapidez, haciéndole apartar la mirada de sus ojos azules para preservar cierta intimidad, ahora que se había descubierto sorprendido en una contemplación demasiado exhaustiva de lo que constituía su color de ojos. Ciertamente era un hecho abochornarte, había perdido la noción del tiempo, pero también el orgullo masculino al saberse débil ante la belleza humana. Hombres o mujeres, para él eso no importaba, más bien le interesaba la profundidad que había en los ojos que observaba. Muchos habían osado adjudicar a las mujeres el término de la belleza, más, ¿ cómo podía ser cierto, cuando en sus iguales había contemplado la personificación de la fuerza y gallardía?.

Colocó sus manos detrás de su espalda, permitiéndole erguirse un poco más recto de lo que ya acostumbraba, un gesto solemne y educado para poder mantener sus manos lejos de la terrible manía que había observado en otros hombres. Ése gesto nervioso en el que sus dedos luchaban unos contra otros buscando entrelazarse de forma torpe. Siempre buscaba una forma de alejar de los demás la mera idea de que él, como conde, pudiera ser capaz de avergonzarse ante otro. Los gestos de debilidad no conllevaban a nada bueno en el mundo, mucho menos cuando se estaba en un país lejano al suyo.

- Es usted muy amable por su parte, heer Novacek, el no considerar mis palabras un gesto de discrepancia. - Esbozó una suave sonrisa como respuesta a su timidez, sabía que aquel pintor no podía siquiera imaginar el motivo de su presencia en su exposición. Pero lo cierto era que sólo había sido arrastrado allí por los caprichos de su anciana tía, y eso, era algo sumamente vergonzoso de lo cual no quería hacer partícipe al artista. Un poco de misterio en aquel encuentro no podría venir mal, ¿ no decían que eran las preguntas sin respuesta, motivos suficientes para desvelos?. Sería interesante cuestionar si aquel joven sería capaz de pensar en él cuando aquel encuentro llegase a su fin.

A pesar de que sus pensamientos no eran más que extrañas divagaciones, mantuvo la suficiente cordura como para no mirar al otro joven mientras tales rarezas le hacían cuestionarse si necesitaba alejarse de la sociedad y dedicarse a la noble tarea de no hacer relativamente nada. Sólo cultivar su mente en compañía de un libro y una copa de vino.

Paseó sus ojos por los cuadros, analizándolos, mientras escuchaba las conversaciones amortiguadas. Era aquel susurro el que rompía el ambiente extrañamente íntimo que se establecía cuando sus ojos oscuros se cruzaban con los azules del hombre que caminaba a tan solo unos pasos de sí. Su cuerpo desprendía cierta frialdad, como el contacto frío del viento antes de que comenzase una nevada. Quizás fuera eso lo que le hacía sentirse a gusto con aquel desconocido, en su tierra natal siempre nevaba y hacía un frío glacial en aquella mansión amplia heredada de sus abuelos maternos. Una estancia tan amplia que ni siquiera las grandes chimeneas instaladas en cada habitación, le hacía capaz de calentar toda aquella monstruosa construcción.

- Extrañamente parece haber leído mi pensamiento - Murmuró al escuchar de la boca de aquel joven la misma concepción que él poseía de la belleza. Sus ojos volvieron a él como un imán buscando el metal cercano, siendo incapaz de apartar su mirada mientras su boca impía seguía moviéndose. - La belleza es algo tan etéreo que es imposible ser definida como tal. Siempre dependerá de los ojos que la miren. No podría ser lo suficientemente imprudente como para negarle la verdad de sus palabras, más permítame decirle que no hay nada hermoso en los detalles de la habitación, sino en aquel que ha sabido verlos, heer Novacek. - Mantuvo su sonrisa e inclinó suavemente su cabeza hacia Ionel, dándole la relevancia suficiente como para dedicarle aquel cumplido velado en una frase complicada pero no del todo oculta. Sabiendo que si Ionel era lo suficientemente astuto, podría saber a qué se refería. Y no queriéndole dar más importancia, decidió continuar su conversación, manteniendo siempre el tono cordial con el que se trataban desde que se habían encontrado minutos antes.

- Mis tías insisten en la necesidad de hacerme un retrato para colgarlo junto a mis antepasados, más no sé si sería buena idea. - Liberó una de las manos que tenía tras su espalda y se acarició el mentón de forma pensativa, mientras miraba el cuadro que había realizado heer Novacek. - Ello conllevaría el que otro mirase en mi interior un reflejo de mi personalidad para darle vida al dibujo del lienzo. No sabría decirle si estoy preparado para ello.

por **Dougal Scrymgeour** Lun Nov 30, 2015 3:40 pm

Inmortal

Aunque llevaba poco tiempo por los senderos de la inmortalidad, había aprendido bien del vampiro milenario Baldassare que el mínimo roce con algún mortal levantaría sospechas de inmediato. Por tal motivo aunque se sintiera extrañamente atraído por la fachada del neerlandés trataba de centrar su atención en los lienzos colgados sobre las acanaladas paredes, explicando cada vez que el noble preguntaba sobre algún detalle sobre ellos. Sonreía tímido y retomaba nuevamente la charla, mostrando siempre interés en lo que escuchaba. Ionel podía pasarse la noche entera dando cátedra de técnica, colores y texturas, sin embargo no quería resultar abrumador en un tema tan poco conocido para los visitantes del museo. Inevitablemente después de responder a la pregunta ajena, el vampiro posó sus orbes celestes sobre aquellos que escudriñaban la pintura. Una inmensidad oscura, como el manto mismo de la noche estrellándose contra la marea cristalina de los suyos.

Aquella aseveración sobre la belleza comprimida en aquel salón le tomó por sorpresa, despertando en el rumano una extraña sensación de inhibición. Era la primera vez que escuchaba un cumplido hacia su persona, no hacia su arte. Y la forma en la cual el noble había acuñado dicho termino; con gracia y picardía pero sin resultar algo burdo. Carraspeó la garganta antes de volver a su retórica.

–No pudo haberlo descrito de mejor manera Monsieur Van Der Broken, secundo la idea. Es grato conocer personas que aprecian los más mínimos detalles–

Sonrió de medio lado y con un ademán creado por su diestra indicó el rumbo que debían continuar en el recorrido.

–Ya veo– susurró sin mostrarse imprudente, permitiendo a su oyente continuar su explicación.

El tiempo se detenía sobre la habitación. No, sobre ellos, cuando le escuchaba hablar con tanta idiosincrasia, no cabía duda que los modales aprendidos por su tía estaban plasmados en cada movimiento, gesto o reacción que ejecutaba. Y eran precisamente estos puntos los que podían atraer la atención y curiosidad del joven pintor. Habría resultado de mal gusto realizar tal petición y sin embargo, como si el noble le hubiese leído la mente logró materializar ese deseo reprimido en Ionel. Asintió ligeramente cuando terminó su explicación y atraído por su nueva postura suspiró para encontrar alivio antes de brindar una respuesta coherente.

–Monsieur, no veo por qué negarse a tal demanda, después de todo es un halago saberse dentro de ese linaje. Es afortunado– espetó haciendo una ligera pausa.

Lo que Ionel hubiese dado por que el coronel reconociera sus habilidades, permitiéndole aunque sea por única ocasión izar su retrato en el pasillo principal de la mansión en Rumania.

–Creo, que si usted permite tal derecho, es porque posee un alma pura. Pocas personas se atreven a ceder ante ello, pues como bien lo acaba de mencionar significaría… ver a través del otro ¿Dígame Monsieur que ha pensado sobre aquella sugerencia? Si me permite el cumplido, posee muchas características que son dignas de ser plasmadas–

Su mirada se detuvo en la ajena mostrando poco recato, pues el vampiro no solo hablaba como artista, hablaba como cualquier otro ser humano cuando se siente atraído por alguien más.

por **Dirk Van Der Broken** Miér Dic 23, 2015 7:03 am

Esbozó una minúscula sonrisa al escuchar cómo era halagado por el señor Novacek, sentir que alguien en aquella habitación era capaz de compartir algunos de sus pensamientos más ocultos era realmente gratificante. Le hacía sentir que no era alguien con una mente perdida y sin remedio, aunque lo difícil sería descubrir que Novacek era alguien realmente loco y, por tanto, él compartiera la misma clase de locura. En ése terrible caso, podría reírse al saberse acompañado en el camino hacia el infierno de la locura, al menos no podría quejarse de su acompañante. Ionel era uno de esos hombres que podrían incluirse en cualquier novela o cuento de hadas, tanto por su apariencia angelical y bien estructurada, como en sus palabras comedidas y educadas. Se notaba que había sido bien educado, cosa que bien podrían aprender otros artistas que sólo sabían apreciar el amargor del vino y la calidez del cuerpo de una mujer.

- Por favor, herr Novacek, no me agradezca nada. Es agradable saber que alguien, en aqueste extenso mundo, comparte algo conmigo.- Su voz fue suave y cálida al ofrecerle una expresión oral de sus pensamientos, dejando que supiera cuán grato era escucharle.

Siguió el camino que le señaló el pintor con una de sus manos y permaneció a su lado, caminando junto a él entre pinturas y personas. Aunque a medida que avanzaban entre todas aquellas pinturas expuestas, iban quedándose solos, como si el resto de los invitados supieran que ellos habían comenzado a adentrarse en una conversación íntima y personal. Pues, a pesar de mediar la educación entre ellos y sólo tratasen temas mundanos como la pintura, la belleza y la familia, había un aura de intimidad que pesaba entre ellos. Como si entre sus palabras hubiese un idioma cifrado que sólo ellos, entre miradas, pudieran llegar a captar. Le había ocurrido en alguna ocasión en la corte, con algunas de las cortesanas de los monarcas, mujeres capaces de crear una red de secretos incluso con su forma de caminar. Pero había algo diferente entre ellas e Ionel, y era precisamente en la naturalidad del joven. Algo le decía que Novacek era atrayente incluso aunque no lo quisiera. Por primera vez en su vida se sentía inferior a alguien, como si aquel hombre fuera realmente el Conde y él el pintor, indudablemente encantado por cada uno de sus movimientos.

- Mi negativa no proviene de mi incomodidad con el título, heer Novacek. - Le explicó mientras recorría las líneas simples y oscuras de los marcos que encuadraban aquellas obras. A veces le sorprendía ver cómo los pintores intentaban ensalzar sus obras con marcos demasiado ostentosos que le restaban importancia al contenido del cuadro, pero el señor Novacek, como llevaba mostrándole desde el momento en que se encontraron, había mostrado una interesante sabiduría al elegir marcos simples y pobres. Con ello hacía que los ojos de los asistentes se centrasen indudablemente en los rostros de las personas que estaban para siempre inmortalizadas en el lienzo, sostenidas en el aire por un clavo, expuestas ante los demás como un insecto ante un grupo de científicos.

- ¿ Qué pienso ?- Le preguntó abandonando el escrutinio al que había sometido los cuadros para encontrarse con la mirada profunda de Novacek y las siguientes palabras que le hicieron perder cualquier noción de estar en medio de una sala con personas que pudieran estar observándole y cuestionándose cual sería el momento justo para poder interrumpir su charla con el pintor, para presentarle a algún conocido. Sintió como la tierra desaparecía debajo de sus pies, para dejarle balancearse sobre el aire, de forma torpe y nerviosa. Justo la misma sensación que tenía cuando estuvo delante de una dama, antes de tomar su pequeña mano e invitarla a bailar a su lado, ante una sala llena de personas. Era ése hormigueo que proseguía a una elección que podría salir muy bien, o muy, pero que muy mal.

- Piedad, heer Novacek, sólo soy un hombre temeroso de que alguien llegue a conocer aquello que guardo, para mi salud mental, bajo llave. - Se sonrojó ligeramente y bajó sus ojos con una modestia que sólo había nacido bajo el escrutinio de aquellos ojos limpios y azulados. Como si le hubiese devuelto de golpe a su etapa preadolescente, en la que las inexperiencia permitía ver el mundo con ojos infantiles. - Usted posee la terrible cualidad de la que yo huyo, intente ser amable, antes de que cometa una imprudencia.

por **Dougal Scrymgeour** Mar Feb 02, 2016 12:26 pm

Inmortal

El acompañamiento a la velada llegó a través de una suave cadencia producida por el leve rasgueo de violines que iniciaban a confeccionar una melodía taciturna, calmada, sin dejar de resultar agradable a oídos de quienes continuaban su recorrido. Y ahí, en medio de la espesura y el cobijo de las penumbras se hallaban ambas siluetas susurrando verdades a medias, pues existía un vínculo ya desde el momento en el cual se habían presentado, pero quizás por recato ninguno de los dos se negaba a aceptar. Ionel sentía la necesidad de comprender aquello que pasaba por su mente y que quemaba sus sentidos a cada segundo que transcurría. Pero era lógico que la respuesta no llegaría así como así, debía ser él, el inexperto y novel artista quien se aventurara a recorrer el sendero de lo desconocido hasta ese entonces. Por fortuna, el hombre noble no se mostraba ajeno a los adjetivos que el rumano había lanzado minutos atrás.

Asintió.

–El sentimiento es mutuo si me permite decirlo Monsieur Van Der Broken, somos víctimas de una extraña coincidencia–

Se movió a un lado para permitir a su oyente contemplar con mayor claridad las pinturas, vio la forma recatada en la cual los dedos de su acompañante recorrían con delicadeza los ornamentos que decoraban las obras. Pocos sabían identificar ese tipo de detalles, la gran mayoría se iba sobre el color, la técnica y claro, los elementos plasmados en el papel, pero aquel hombre sabía lo que hacía al examinar de ese modo. Ionel no necesitaba como cualquier otro visitante acudir a una galería, pues hasta ahora no había nada que valiera la pena admirar, podría ser que su nueva creación estuviese de pie junto a él, era debido a esa inquietud que había lanzado tal cuestionamiento, esperando que este llegase a buen puerto. Sonrió ante la respuesta.

–Sólo enaltezco lo evidente Monsieur, pero mi intención nunca ha sido incomodarle créame, si este ha sido el caso le ofrezco mis más sinceras disculpas–

¿Qué era aquello que el otro se negaba a mostrar? Podría ser un secreto sí, pero lo que el artista escondía bajo esa fachada humana, sin dudas era algo más monstruoso que cualquier otro enigma en la mente del resto de los caminaban por los pasillos de la galería.

Miró la reacción ajena y se preguntó si era incomodidad o bien, una reacción natural cuando se es asaltado por una duda atroz que no dejaba ahora de circular en la mente de ambas figuras. Avanzó un paso más hacia donde el joven se encontraba.

–Me pregunto, cual es esa cualidad Monsieur Van Der Broken…– inquirió a media voz.

Aunque esa curiosidad en realidad no recaía en ese punto, sino más bien en el segundo, relacionado a la reacción ajena después de acortar un poco más la distancia entre ambos. A la posible imprudencia que el noble pudiera cometer después de lo conferido por el artista.

por **Dirk Van Der Broken** Mar Feb 23, 2016 9:46 pm

Aquel movimiento había creado un choque de mundos para Dirk. Todo lo que hasta entonces había experimentado, pues a pesar de ser un caballero no gozaba de castidad, carecía de sentido. Las miradas que había sentido, el eco de un gemido entrecortado, el susurro de sus labios chocando con los de algún amante, el arañazo de la separación seguida de un mortecino adiós. Todo ello, incluido con la simpleza de otros eventos que le eran más impactantes como el recuerdo de la primera vez que sintió en sus dedos de los pies el agua salada del mar, el beso que la brisa de su hogar dejaba sobre su cuello cuando su abrigo se abría ante el poderoso movimiento del viento, o la mordida del sol sobre sus brazos cuando ayudaba a sus hombres a reconstruir algunas casas de sus sirvientes en el condado. Cualquier nimiedad que lo hubiera hecho sentirse vivo, pasó desapercibida cuando Ionel decidió quebrar la distancia, dando un paso hacia él.

El frío lo rodeó, golpeándolo con una suavidad extrañamente deliciosa, a pesar de poseer costosas y numerosas capas de ropa, podía sentir cómo su cuerpo reaccionaba a aquel eco mortecino que destilaba inconscientemente Ionel. Un susurro que debería decirle a su instinto que aquel hombre era mucho más de lo que aparentaba, pero estaba más perdido en la sensación que había hecho estremecer a su cuerpo.

- Tú .. - Su piel se erizó, dejando que el bello de sus brazos se elevase como si estuviera siendo acariciado, de una forma que jamás había experimentado antes.

La forma en la que reaccionaba a Ionel, cuando tan sólo había cerrado mínimamente la distancia que había entre ellos, emitió la señal peligrosa que había sabido desde que sus ojos se cruzaron con los del rubio. Definitivamente había algo casi ancestral en aquella forma, dura y desosegada, de seducirlo en silencio. Valiéndose sólo de sus ojos y aquel pecaminoso susurro que le hacía considerar si estaba siendo astutamente seducido.

- La sinceridad. Una muy abrumadora cualidad, si me permitís decíroslo. - Elevó sus ojos y se enderezó, tomando consciencia de que hasta entonces sólo había permanecido en silencio, evadiendo precisamente la mirada de aquella aterradora criatura que lo obligaba a contestarle a pesar de haber pedido una tregua.

Que Dios lo amparase, pero por un segundo, mientras sus ojos abandonaban la imagen de sus brillantes zapatos y ascendían por las largas piernas de Ionel, intentando ignorar cualquier recuerdo de sus estrechas caderas, estuvo a punto de decirle la verdad. La única cualidad que realmente poseía aquel hombre era precisamente ser él, con ello ya tenía a su rey y caballo rodeando a la reina de su tablero de ajedrez. Había escuchado el jaque y lo había eludido para poder salir indemne de aquel recinto.

- Aunque le permitiré el intentar convencerme de lo contrario, herr Novacek. - Lo enfrentó con su mirada antes de ofrecerle una carcajada que le permitió relajarse, recordándose que aquel hombre no podría estar seduciéndolo. Sólo era un pintor entusiasta intentando conseguir un nuevo trabajo. ¿ O no ? .

por Contenido patrocinado

Inmortal - Privado

Inmortal - Privado

Re: Inmortal - Privado

Re: Inmortal - Privado

Re: Inmortal - Privado

Re: Inmortal - Privado

Re: Inmortal - Privado

Re: Inmortal - Privado

Re: Inmortal - Privado

Re: Inmortal - Privado

Re: Inmortal - Privado

Re: Inmortal - Privado