AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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"el pasado es una tertulia infinita" - Privado
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"el pasado es una tertulia infinita" - Privado
Irritada, angustiada, con la mente ahogada por recuerdos demasiados duros de olvidar. Así se sentía Emelia. Para la inquisidora todas sus penas tenían el nombre de un hombre que había desaparecido de su vida, sin dejar un rastro y del que hacía más de doce años que se había impuesto no nombrar. Ese demonio, como ella solía llamarle, se había burlado de su ingenuidad, de su pureza, si es que alguna vez la había tenido, y eso era algo que jamás le perdonaría, como tampoco dejaría de atormentarla el hecho de haber sucumbido a ese sentimiento que llaman amor, y al que jamás volvería a caer. Pero tal vez el peor dolor que tenía Emelia era el hecho que solo él, había logrado ver su su lado luminoso, su bondad, la que constantemente intentaba matar. Fue ese quiebre en su coraza, lo que había de provocarle un sufrimiento como jamás hubiera experimentado, y que jamás volvió a vivir.
Nadie podría comprender lo fue para aquella mujer, abandonar a su hijo, en un convento y rogar al cielo para que jamás sus caminos se cruzaran. Porque si en esa pura criatura, llegaba a encontrar algún parecido con ese otro ser, de seguro la odiaría con todas sus fuerzas.
Pero aún los más terribles asesinos tienen su parte débil, sus flaquezas. Para Emelia su debilidad era aquella niña. Ella lo sabía, y había sido ella quien había pedido, por medio de una pequeña esquela, que quien la encontrara, le llamara Natale. Aunque al principio, había suplicado por jamás enterarse de si era una niña o un niño, el suplicio de no saberlo la llevó a preguntar a la mujer que le había ayudado en el parto, y ésta le respondido con voz dura, - la criatura que has decidido abandonar, es una hermosa niña, blanca y bella, como tú y le pido a nuestro Señor, que no se convierta en un monstruo como el que eres -, aquellas palabras la habían devastado, pero las afrentas no las dejaba pasar jamás. Meses después, aquella humilde partera terminó en uno de los calabozos de la inquisición, en donde pereció, a manos del monstruo que alguna vez había osado insultar.
Pensando en aquellas palabras, había salido del convento, en donde se ocultaba. Cabalgando a lo más aprisa que pudo, hasta llegar a las afueras de la ciudad, en cercanías del bosque, en donde deseaba encontrar una presa, un alma que debería pagar el precio por su mal humor.
Nadie podría comprender lo fue para aquella mujer, abandonar a su hijo, en un convento y rogar al cielo para que jamás sus caminos se cruzaran. Porque si en esa pura criatura, llegaba a encontrar algún parecido con ese otro ser, de seguro la odiaría con todas sus fuerzas.
Pero aún los más terribles asesinos tienen su parte débil, sus flaquezas. Para Emelia su debilidad era aquella niña. Ella lo sabía, y había sido ella quien había pedido, por medio de una pequeña esquela, que quien la encontrara, le llamara Natale. Aunque al principio, había suplicado por jamás enterarse de si era una niña o un niño, el suplicio de no saberlo la llevó a preguntar a la mujer que le había ayudado en el parto, y ésta le respondido con voz dura, - la criatura que has decidido abandonar, es una hermosa niña, blanca y bella, como tú y le pido a nuestro Señor, que no se convierta en un monstruo como el que eres -, aquellas palabras la habían devastado, pero las afrentas no las dejaba pasar jamás. Meses después, aquella humilde partera terminó en uno de los calabozos de la inquisición, en donde pereció, a manos del monstruo que alguna vez había osado insultar.
Pensando en aquellas palabras, había salido del convento, en donde se ocultaba. Cabalgando a lo más aprisa que pudo, hasta llegar a las afueras de la ciudad, en cercanías del bosque, en donde deseaba encontrar una presa, un alma que debería pagar el precio por su mal humor.
Isabelle Campionibusa- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 104
Fecha de inscripción : 13/03/2015
Re: "el pasado es una tertulia infinita" - Privado
Noche estrellada, aquellos faros que alumbran a los navegantes y perdidos ahora se encontraban brillando más que nunca. Tras aquella ventana estaba un hombre que en su mano aun poseía la argolla de una alianza que terminó en la muerte dejándole solo una pequeña adolescente en su vida, una niña a la que amaba y siempre cuidaba. Se encontraba observando la pintura sobre la pequeña chimenea de donde trabajaba, ahí estaba la mirada de la mujer con una hermosa sonrisa y cabellos castaños. Aún seguía hermosa tras los años, pero ¿acaso envejecen las pinturas? Mira por la ventana recordando su pasado, como fue que se enamoró de ella y como terminaron casándose, pero también recordó su vida antes de la vida que ahora conoce.
Cuando él era amigo de su futura esposa y antes de sentirse atraído por ella, había conocido a otra mujer, una joven española cuando viajó hacia allá con sus padres adoptivos, la conoció y vivió un amor de primavera, lastimosamente aquella mujer que él pensaba desposar y por la cual él iba a quedarse en aquel país extranjero, terminó por traicionarlo al no ir a la encuentro final con él, lo había dejado plantado marchándose con el dolor más grande en su corazón, porque aquella mujer le mostró lo crueles que son las mujeres, se había burlado de él. Eso pensaba y se marchó sin decirle a ella nada, sin esperar en aquel lugar donde se unieron por vez primera. En su regreso, le había contado a su amiga y fue ella quien le ayudó a aliviar ese dolor transformándolo en amor.
Borró los recuerdos al cenar con su hija y mirándola, era idéntica a su madre, su pequeña jovencita que era también su estudiante en el colegio le hablaba de cosas que le ocurrían ahí, hasta que le pidió que el ayudará con una tarea, ir al bosque a recoger algunas cosas, las cuales no podía ir porque estudiaba de mañana y tarde, y, en la noche, se le haría peligroso a ella. Su padre acepta caminando hacia el lugar donde debía buscar unas plantas especiales para botánica. Casi al llegar, el relinche de un caballo lo altera y ve como aquel animal se eleva en sus patas traseras y a su jinete tomar las riendas de manera furiosa
—Se encuentra bien, señorita? No debería tirar así las riendas, puede que le caballo la lance lejos, señorita—
La sonrisa en su rostro con un gesto de saludo en forma de reverencia hacia la dama que lo miraba con desdén, pero él se acerca para cerciorarse que aquella dama no se hubiere lastimado.
Cuando él era amigo de su futura esposa y antes de sentirse atraído por ella, había conocido a otra mujer, una joven española cuando viajó hacia allá con sus padres adoptivos, la conoció y vivió un amor de primavera, lastimosamente aquella mujer que él pensaba desposar y por la cual él iba a quedarse en aquel país extranjero, terminó por traicionarlo al no ir a la encuentro final con él, lo había dejado plantado marchándose con el dolor más grande en su corazón, porque aquella mujer le mostró lo crueles que son las mujeres, se había burlado de él. Eso pensaba y se marchó sin decirle a ella nada, sin esperar en aquel lugar donde se unieron por vez primera. En su regreso, le había contado a su amiga y fue ella quien le ayudó a aliviar ese dolor transformándolo en amor.
Borró los recuerdos al cenar con su hija y mirándola, era idéntica a su madre, su pequeña jovencita que era también su estudiante en el colegio le hablaba de cosas que le ocurrían ahí, hasta que le pidió que el ayudará con una tarea, ir al bosque a recoger algunas cosas, las cuales no podía ir porque estudiaba de mañana y tarde, y, en la noche, se le haría peligroso a ella. Su padre acepta caminando hacia el lugar donde debía buscar unas plantas especiales para botánica. Casi al llegar, el relinche de un caballo lo altera y ve como aquel animal se eleva en sus patas traseras y a su jinete tomar las riendas de manera furiosa
—Se encuentra bien, señorita? No debería tirar así las riendas, puede que le caballo la lance lejos, señorita—
La sonrisa en su rostro con un gesto de saludo en forma de reverencia hacia la dama que lo miraba con desdén, pero él se acerca para cerciorarse que aquella dama no se hubiere lastimado.
Luckas Fletcher- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/05/2015
Re: "el pasado es una tertulia infinita" - Privado
Ese maldito animal, se había asustado haciendo que Emelia se encontrara en una peligrosa situación. Su rostro mostraba toda la ira contenida, deseaba despellejar vivo a ese animal que osaba ponerla en semejante aprieto. Con su látigo fustigó una y otra vez al animal, deseaba ver la sangre de la bestia derramada, antes que calmarlo, - maldita alimaña – le gritó. A lo que solo consiguió poner más tenso al animal y dispuesto a tirarla de la silla. Lanzó el látigo a un costado, y sacó de su bota una daga, - así que tus intenciones son matarme – le volvió a gritar – pero mira tú, antes que tengas la oportunidad, te degüello – antes de terminar la frase, su brazo ya estaba en alto, para asestar una certera estocada que le provocaría la muerte casi de inmediato. Pero un hombre se interpuso, la voz del extraño llegó hasta ella, mezclada entre su ofuscación y la del propio animal.
Las conclusiones que sacaba el caballero que se acercaba la hicieron sonreír, -¿en verdad? No me diga, claro, es la primera vez que monto un bellaco como éste – dijo con sarcasmo y malicia. No deseaba la compañía de nadie, solo necesitaba calmar sus nervios. Intentar borrar de su mente, por lo menos un segundo, la escena que se repetía una y otra vez. Ella dejando a su hija en el torno de un convento, en las afueras de Como, - malditas monjas, maldita inquisición… maldito £uçkas… -, susurró. La rabia contenida no lograba extinguirse a lo que en un rápido movimiento cruzó su pierna derecha sobre el lomo del animal y saltó, sabía perfectamente como rodar, aunque la vestimenta no le ayudaba, jamás dejaba de ser una inquisidora, lista para la pelea, dispuesta a matar hombres o bestias, cazadores, o si así fuera menester, hasta a sus propios compañeros de Inquisición.
Apenas descendió el animal se escapó como alma que se perdiera en el infierno, corriendo desesperado por entre los tupidos follajes del bosque. Emelia se incorporó, sonriendo, en verdad no le hubiera molestado matarlo, pero terminaría ensuciándose más, se acomodó el vestido, arregló como pudo sus cabellos y se quitó los guantes de montar, que habían quedado sucios. Cuando hubo visto que todo estaba relativamente calmo, se dirigió a donde se encontraba aquel hombre. La luz no le permitía distinguir bien la fisonomía del joven que se había acercado a auxiliarla, - bien, como ve, no necesito ayuda, pude irse por donde vino – le habló con un tono de voz dura. Pero antes de que el caminante pudiera decir algo, Emelia bufo y volvió a hablarle, - lo siento, no quise ser descortés, es que en verdad, no es un buen momento para estar cerca de mi – sonrió de costado, - le aconsejo que se vaya pronto por donde vino – Emelia no estaba jugando, en verdad deseaba golpear algo y si el caballero no se dignaba a dejar el lugar, terminaría insultándolo y cayéndole a golpes, haciéndole pagar al pobre desconocido, la gran frustración que cargaba en su corazón.
Las conclusiones que sacaba el caballero que se acercaba la hicieron sonreír, -¿en verdad? No me diga, claro, es la primera vez que monto un bellaco como éste – dijo con sarcasmo y malicia. No deseaba la compañía de nadie, solo necesitaba calmar sus nervios. Intentar borrar de su mente, por lo menos un segundo, la escena que se repetía una y otra vez. Ella dejando a su hija en el torno de un convento, en las afueras de Como, - malditas monjas, maldita inquisición… maldito £uçkas… -, susurró. La rabia contenida no lograba extinguirse a lo que en un rápido movimiento cruzó su pierna derecha sobre el lomo del animal y saltó, sabía perfectamente como rodar, aunque la vestimenta no le ayudaba, jamás dejaba de ser una inquisidora, lista para la pelea, dispuesta a matar hombres o bestias, cazadores, o si así fuera menester, hasta a sus propios compañeros de Inquisición.
Apenas descendió el animal se escapó como alma que se perdiera en el infierno, corriendo desesperado por entre los tupidos follajes del bosque. Emelia se incorporó, sonriendo, en verdad no le hubiera molestado matarlo, pero terminaría ensuciándose más, se acomodó el vestido, arregló como pudo sus cabellos y se quitó los guantes de montar, que habían quedado sucios. Cuando hubo visto que todo estaba relativamente calmo, se dirigió a donde se encontraba aquel hombre. La luz no le permitía distinguir bien la fisonomía del joven que se había acercado a auxiliarla, - bien, como ve, no necesito ayuda, pude irse por donde vino – le habló con un tono de voz dura. Pero antes de que el caminante pudiera decir algo, Emelia bufo y volvió a hablarle, - lo siento, no quise ser descortés, es que en verdad, no es un buen momento para estar cerca de mi – sonrió de costado, - le aconsejo que se vaya pronto por donde vino – Emelia no estaba jugando, en verdad deseaba golpear algo y si el caballero no se dignaba a dejar el lugar, terminaría insultándolo y cayéndole a golpes, haciéndole pagar al pobre desconocido, la gran frustración que cargaba en su corazón.
Isabelle Campionibusa- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/03/2015
Re: "el pasado es una tertulia infinita" - Privado
El viento corría frio por la época invernal, las ramas de los árboles se agitaban bruscamente como si fuesen las crónicas de una muerte anunciada, al menos por como la atmosfera se iba tiñendo de negro y rojo, el aire estaba realmente tenso cortando como cuchilla los pequeños atisbos de luz para dejar a los desconocidos en una completa oscuridad; quizás ese fuera el destino de ambos seres que al parecer se desconocían o quizás no del todo, quizás y solo quizás ambos fueran la razón del dolor de cada uno.
La furia en las palabras de la mujer no lo atemorizan más bien evocan en él una sonrisa amable y dulce que se proyecta en con el sonido de una risilla. Sin temor ni duda se acerca a la joven para extender su mano, sale de penumbra a los pequeños rayos de luz del bosque que es alumbrado por la luna. La mira pero sin verla realmente, su rostro lo mantiene bajo para no enfadar más a la mujer. Conoce muy bien, de buena mano el genio femenino, lo conoció en el embarazo de su esposa; recordarla en ese momento le provocó otra pequeña risilla.
—No crea que me burlo de usted señorita, es solo que conozco muy bien el carácter de las mujeres y no porque sea mujeriego, mi esposa también tenía aquellos malos y nefastos días en donde quería matarme, pero como ella mismo solía decir, “no hay mal que no se arregle mejor gritando o conversándolo” si gusta puedo ayudarle—
Levanta el rostro. Los años, el trabajo y el cansancio ya habían pasado por su rostro y su ser en sí, ya no era el jovencito escuálido de antaño, ahora era un hombre, un hombre hecho y derecho. Sonríe extendiendo por completo su mano observando aquellos ojos que le resultaban conocidos, aunque no sabía de donde ya los había visto antes, quizás en su pasado, algo le trajo aquel nombre de “Emelia” pero no estaba seguro.
—Es raro pero siento que la conozco. Que tonto soy no me he presentado, no crea que le haré algún mal o daño señorita al contrario, soy un simple profesor de literatura en el colegio de la ciudad—
Barrió de su mente aquella posibilidad porque era muy improbable esa situación.
La furia en las palabras de la mujer no lo atemorizan más bien evocan en él una sonrisa amable y dulce que se proyecta en con el sonido de una risilla. Sin temor ni duda se acerca a la joven para extender su mano, sale de penumbra a los pequeños rayos de luz del bosque que es alumbrado por la luna. La mira pero sin verla realmente, su rostro lo mantiene bajo para no enfadar más a la mujer. Conoce muy bien, de buena mano el genio femenino, lo conoció en el embarazo de su esposa; recordarla en ese momento le provocó otra pequeña risilla.
—No crea que me burlo de usted señorita, es solo que conozco muy bien el carácter de las mujeres y no porque sea mujeriego, mi esposa también tenía aquellos malos y nefastos días en donde quería matarme, pero como ella mismo solía decir, “no hay mal que no se arregle mejor gritando o conversándolo” si gusta puedo ayudarle—
Levanta el rostro. Los años, el trabajo y el cansancio ya habían pasado por su rostro y su ser en sí, ya no era el jovencito escuálido de antaño, ahora era un hombre, un hombre hecho y derecho. Sonríe extendiendo por completo su mano observando aquellos ojos que le resultaban conocidos, aunque no sabía de donde ya los había visto antes, quizás en su pasado, algo le trajo aquel nombre de “Emelia” pero no estaba seguro.
—Es raro pero siento que la conozco. Que tonto soy no me he presentado, no crea que le haré algún mal o daño señorita al contrario, soy un simple profesor de literatura en el colegio de la ciudad—
Barrió de su mente aquella posibilidad porque era muy improbable esa situación.
Luckas Fletcher- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 21/05/2015
Re: "el pasado es una tertulia infinita" - Privado
Aquella voz, fue golpeando sus sentidos uno a uno, su mente se perdió en los laberintos de sus recuerdos. De aquel lugar oscuro y enclaustrado, llegó hasta su presente el llanto de una criatura, más esto fue fugaz, como si solo se tratase de un sueño. Luego, mientras aquel hombre de contextura normal y mirada cansada seguía allí, parado frente a ella, con una verborragia que en cualquier momento le trituraría sus nervios - aún más díscolos por los recuerdos que llegaban para torturarla- , Emelia, pudo encontrar entre los miles de fragmentos de su pasado, al dueño de aquella voz.
Su mirada que por un segundo se había vuelto vacía por estar navegando en sus recuerdos, se tornó dura, como el hierro de sus juguetes de tortura, elementos peligrosos e hirientes, como habían sido para su alma, las mentiras con aquel hombre lacerara su corazón, ya hacía muchos años atrás. - ¿Cómo podía ser que tuviera el tupé de quedarse ante mí, después de lo que me ha hecho? - La inquisidora que aún conservaba en su mano la fusta con la que dominaba a su montura, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no cruzarle el rostro de un fustazo, su mano derecha apretó con fuerza el objeto, Mientras sus uñas se clavaban en la carne y la sangre no demoró en salir, caliente, pegajosa, excitantemente suave entre los pliegues de su palma. Inspiró profundamente cerrando sus ojos, como si le asaltara un vahído, una leve sonrisa se formó en su rostro, antes de abrir sus ojos nuevamente y buscar su mirada.
La mano del desconocido se mantenía en alto, pero ella no le estrecharía la mano, no deseaba, ni podía tener contacto con el responsable de su mayor pecado. – No es que tema de ti, o crea que eres capaz de hacerme… nuevamente… algún daño… por el contrario, creo… que estoy completamente convencida… que de salir lastimado… alguno de los dos… ese… serías tú… mi querido… Lucas… - dijo con su voz cargada de ironía y cada vez más enojada. Aquel “querido” había salido de su boca como un puñal directo al pecho del hombre. - ¿Cómo puedes no reconocerme? ¿tan poco valió nuestro… - se detuvo, no podía seguir allí. No después de reconocerlo y escuchar cómo le hablaba de su esposa. Se sentía tan ofendida, tan dolorida, como si de pronto hubiera dejado de ser la aterradora inquisidora, para convertirse nuevamente en esa chiquilla de solo dieciséis años, que había caído en las mentiras de un muchachito inescrupuloso, que vendiéndole un sueño de felicidad eterna, la había dejado sola, embarazada y sin futuro, para ella o para su hija, por el solo hecho de ser un cobarde.
No quería que la viera llorar, no lo había hecho más, desde la noche en que dejara a su pequeña hija en las puertas del convento de Como, aquella pequeña población, a orillas del Lago Di Como. Seguramente necesitaba decirle muchas cosas, dolores y heridas que se mantenían frescas bajo la apariencia de hierro en que se había convertido la dulce adolescente. Pero no podía, no debía dejar que él se burlara nuevamente de ella, - ¡Jamás! – se dijo mentalmente, mientras lo dejaba aún con su mano extendida y caminaba dándole la espalda por el camino del bosque, alejándose de él, de su pasado y del pecado imperdonable de haber abandonado a su hija.
Su mirada que por un segundo se había vuelto vacía por estar navegando en sus recuerdos, se tornó dura, como el hierro de sus juguetes de tortura, elementos peligrosos e hirientes, como habían sido para su alma, las mentiras con aquel hombre lacerara su corazón, ya hacía muchos años atrás. - ¿Cómo podía ser que tuviera el tupé de quedarse ante mí, después de lo que me ha hecho? - La inquisidora que aún conservaba en su mano la fusta con la que dominaba a su montura, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no cruzarle el rostro de un fustazo, su mano derecha apretó con fuerza el objeto, Mientras sus uñas se clavaban en la carne y la sangre no demoró en salir, caliente, pegajosa, excitantemente suave entre los pliegues de su palma. Inspiró profundamente cerrando sus ojos, como si le asaltara un vahído, una leve sonrisa se formó en su rostro, antes de abrir sus ojos nuevamente y buscar su mirada.
La mano del desconocido se mantenía en alto, pero ella no le estrecharía la mano, no deseaba, ni podía tener contacto con el responsable de su mayor pecado. – No es que tema de ti, o crea que eres capaz de hacerme… nuevamente… algún daño… por el contrario, creo… que estoy completamente convencida… que de salir lastimado… alguno de los dos… ese… serías tú… mi querido… Lucas… - dijo con su voz cargada de ironía y cada vez más enojada. Aquel “querido” había salido de su boca como un puñal directo al pecho del hombre. - ¿Cómo puedes no reconocerme? ¿tan poco valió nuestro… - se detuvo, no podía seguir allí. No después de reconocerlo y escuchar cómo le hablaba de su esposa. Se sentía tan ofendida, tan dolorida, como si de pronto hubiera dejado de ser la aterradora inquisidora, para convertirse nuevamente en esa chiquilla de solo dieciséis años, que había caído en las mentiras de un muchachito inescrupuloso, que vendiéndole un sueño de felicidad eterna, la había dejado sola, embarazada y sin futuro, para ella o para su hija, por el solo hecho de ser un cobarde.
No quería que la viera llorar, no lo había hecho más, desde la noche en que dejara a su pequeña hija en las puertas del convento de Como, aquella pequeña población, a orillas del Lago Di Como. Seguramente necesitaba decirle muchas cosas, dolores y heridas que se mantenían frescas bajo la apariencia de hierro en que se había convertido la dulce adolescente. Pero no podía, no debía dejar que él se burlara nuevamente de ella, - ¡Jamás! – se dijo mentalmente, mientras lo dejaba aún con su mano extendida y caminaba dándole la espalda por el camino del bosque, alejándose de él, de su pasado y del pecado imperdonable de haber abandonado a su hija.
Isabelle Campionibusa- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/03/2015
Re: "el pasado es una tertulia infinita" - Privado
Algún daño
De salir lastimado alguno de los dos ese serías tú
De salir lastimado alguno de los dos ese serías tú
Y de pronto todo a su alrededor comenzó a cambiar, empezó a sentir más frio del que hacía normalmente, su piel se erizo por completo al ver los ojos de aquella mujer, pero más fue cuando aquella a la que pronto daría sus labios a conocer, habló dejando caer todo el desencanto en palabras que se enterraron como puñal en su alma, en ese momento pareció que todo se derrumbaba, que el piso se movía fuertemente bajo sus pies y que le mismo clima había cambiado para dar paso a una gélida estación. Todo había cambiado.
Mi querido Lucas…
Mi querido Lucas…
Mi querido Lucas…
Le quedó un sabor amargo en la boca, sus pies incluso quedaron arraigados como fuertes robles a la tierra, no podía moverse porque aún no creía aquello que estaba ocurriendo frente a sus ojos. Pestañeaba constantemente para ver si era real, tuvo que pasar la lengua por sus labios con el objetivo de humedecerlos de lo seco que estaban, buscó de esta manera decirle algo pero nada, solo vocales sin sonantes más que el de un desconcierto muy evidentes. ¿Cuánto había pasado desde la última vez que se vieron? Hace cuanto aquella mujer, hace cuanto que no había pensado en ella…su corazón comenzó a romperse al recordar la traición y la burla que significó para ella él; volvió a sentir que nuevamente ella se estaba burlando, que quería destrozarlo más de lo que pudo hacerlo de jóvenes. No, no se lo iba a permitir, él ya no era un jovencito ahora era un hombre mayor, un viudo y padre de una niña hermosa a la que cuidaba con demasía. No le permitiría nuevamente hacerlo…
La vio intentar marcharse y fue entonces que sus pies funcionaron adelantándose, dando los pasos necesarios, que parecían más zancadas, para que su mano se extienda y le tome del brazo a la mujer tirándola con demasiada fuerza, sus dedos se clavaron en la carne de ella atrayéndola hacia si para que lo miré; su semblante de hombre tranquilo cambió por un ceño fruncido y unos ojos que brillaban de enojo. La zarandeo un poco mirándola fijo a los ojos —Ah, no, tú no te vas de aquí así como si nada. Emelia, aquí te quedas— pronunció el nombre de ella con la misma ira con que la mujer lo había llamado.
Observó como la tenía agarrada y la soltó pasando aquellas manos por sus cabellos despeinándose lentamente mientras permitía que sus pulmones se llenaran del suficiente aire para enfrentar a aquella mujer que se presentaba con un semblante frío y duro, si, ella siempre fue así, solo le gustaba jugar —Crees que tienes derecho a hablarme de esa manera, amenazarme después de lo que hiciste, tú jugaste conmigo, tú fuiste quien decidió que sería yo el perfecto candidato para el juego de una chiquilla caprichosa, para ir en contra de lo que tus padres querían para ti, eso era todo lo que querías, una diversión de niña rica, verdad, una diversión del bastardo adoptado— no la dejó hablar colocó su mano frente al rostro de ella, jamás lo había hecho y menos a una mujer.
—Ahora vienes a amenazarme por algo que no se, por algo que no hice, por algo que hiciste y provocaste. ¿Qué te da ese derecho Emelia? Para la que no valió nada aquello que vivimos fue a ti, fuiste tú que echó por tierra eso. ¿Tan poco valió todo para ti que tuviste que hacerlo? ¿Tan poco de importó aquella vida que te deshiciste de ello? No tienes corazón, nunca lo tuviste— hablaba de él y sus sentimiento cuando era un joven —Para mí valió tanto que me casé de una mujer que no se parece a ti, que si me amaba de verdad y que me dio una familia, algo que evidentemente no estaba en tus planes, perdone su señoría si no era lo que sus planes de niña rica esperaban—
Se descargó con ella de todo aquello que llevaba por dentro por años. Tanta furia contenida en años no es bueno y ahora se daba cuenta de ello, porque su tono fue cortante pero sereno lo que mostraba que estaba conteniéndose por la fuerza y dicción de sus palabras. Estaban cargadas con sentimientos negativos hacia aquella mujer a la que no dejaba de ver con odio.
Debía calmarse o de lo contrario cometería una locura que luego se arrepentiría.
Luckas Fletcher- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/05/2015
Re: "el pasado es una tertulia infinita" - Privado
Sentir el fuerte agarre de esa mano, la ira contenida que percibió, el jalón, para terminar a escasos centímetros de esos labios que alguna vez había amado y añorado, la hicieron dudar. ¿Qué estaba pasando, acaso se había equivocado de hombre y ese frente a ella no era el mismo que la dejara abandonada cuando le confesaría que serían padres? Se apartó de él, como si apestara, su cuerpo temblaba, y buscó en el movimiento que aquel maldito temblor, aquella sensación, no la delatara. El golpe en su rostro no fue más que una caricia, Emelia había cambiado demasiado desde aquel final de invierno en la bella Italia. Por él, su vida se había vuelto un infierno, por su cobardía, tuvo que aceptar lo que su padre le exigiera. A su mente volvió aquella noche, en que envuelta en una capa, cruzó la pequeña aldea de Como y dejó a su hermosa niña en el umbral del convento. Aun podía recordar los sollozos de su hija, y sus propias lágrimas bañando las mejillas.
Cuando aquel hombre terminó de hablar, ella mostró su sonrisa más retorcida, - bravo, que conmovedor, me imagino que además debes estar haciendo una fortuna en el campo de la actuación – le espetó mientras no dejaba de aplaudir. - Cobarde, siempre fuiste un cobarde - el tono de su voz era neutro, intentando no mostrar emoción alguna, como si leyera un informe. La capa le cubría el cuerpo y el brujo no pudo ver como sus manos, apretadas en puño, trataban de calmar la furia interna que ella sentía. La capucha había caído hacia atrás en el jaleo que se había armado cuando él le levantó la mano, un hilo de sangre se derramaba por la comisura de sus bellos labios, y el rosado que había dejado aquella bofetada en su mejilla solo mostraba lo delicada que en verdad era. Intentó con todas sus fuerzas que sus ojos, de un azul grisáceo, no la delataran, pero éstos temblaron, llenos de emoción y rabia, - bravo señor Fłetcheř, lo felicito, usted pudo rehacer su vida, buscar otra incauta que le amara, en extremo diferente a la ingenua que creyó y que abandonó con prontitud -, su mandíbula tensionada, al quedar en silencio solo marcaba que en verdad necesitaba sacar todos los reproches del fondo de su alma, pues tenía mucho que decirle. Emelia necesitaba que le explicara aquella dolorosa carta - ¿puedes culpar a una chiquilla tonta, caprichosa, de haber cedido ante su padre? Cuando entre sus manos tenía la traicionera carta, en donde le insultabas, diciendo que todo lo vivido con ella había sido… ¿para sacarle dinero a mis padres?- esta vez su voz bramó, cargada de reproche y angustia, - Por el amor de nuestro Señor, £uçkas, que solo tenía catorce años... dime que podía hacer, era tu escritura, la misma con la que habías escrito antes tantas veces promesas de amor eterno -.
Le dio la espalda y caminó unos cuantos pasos, las lágrimas corrían por sus mejillas, su insensible armadura estaba resquebrajada, como si en verdad solo fuera de cristal, que había estallado al simple rose de esa mano. Inspiró profundamente, tiró su cabeza hacia atrás, sus ojos cerrados estaban en dirección al cielo y entonces gritó, como jamás lo había hecho, como jamás volvería a hacerlo. Sus movimientos fueron tan rápidos, certeros, realizados con el automatismo de un soldado que se defiende de un ataque mortal. Recién pudo reaccionar y quitar presión cuando lo vio en el suelo, observándola con el mismo odio y estupor que ella tenía clavado en el rostro. Sus manos tomaban su ropa del cuello como si estuviera a punto de desgarrársela. Lo había golpeado con una patada en el estómago para luego hacer un movimiento y pasarlo por arriba de su hombro derecho y estamparlo en el suelo, sentándose literalmente sobre él.
Fueron segundos, pero logró serenarse, las lágrimas aún bañaban su rostro, mostrando al brujo cuanto la había herido con sus palabras. –Por tu cobardía, tu ambición, me internaron en un convento, porque debía ocultar el pecado cometido… - cerró los ojos, para abrirlos nuevamente, - si tan solo hubieras vuelto… te habría perdonado… te amaba, como jamás volví a amar… tu cauterizaste mi corazón, y terminé de arrancarlo una noche buena, hace ya muchos años-.
Cuando aquel hombre terminó de hablar, ella mostró su sonrisa más retorcida, - bravo, que conmovedor, me imagino que además debes estar haciendo una fortuna en el campo de la actuación – le espetó mientras no dejaba de aplaudir. - Cobarde, siempre fuiste un cobarde - el tono de su voz era neutro, intentando no mostrar emoción alguna, como si leyera un informe. La capa le cubría el cuerpo y el brujo no pudo ver como sus manos, apretadas en puño, trataban de calmar la furia interna que ella sentía. La capucha había caído hacia atrás en el jaleo que se había armado cuando él le levantó la mano, un hilo de sangre se derramaba por la comisura de sus bellos labios, y el rosado que había dejado aquella bofetada en su mejilla solo mostraba lo delicada que en verdad era. Intentó con todas sus fuerzas que sus ojos, de un azul grisáceo, no la delataran, pero éstos temblaron, llenos de emoción y rabia, - bravo señor Fłetcheř, lo felicito, usted pudo rehacer su vida, buscar otra incauta que le amara, en extremo diferente a la ingenua que creyó y que abandonó con prontitud -, su mandíbula tensionada, al quedar en silencio solo marcaba que en verdad necesitaba sacar todos los reproches del fondo de su alma, pues tenía mucho que decirle. Emelia necesitaba que le explicara aquella dolorosa carta - ¿puedes culpar a una chiquilla tonta, caprichosa, de haber cedido ante su padre? Cuando entre sus manos tenía la traicionera carta, en donde le insultabas, diciendo que todo lo vivido con ella había sido… ¿para sacarle dinero a mis padres?- esta vez su voz bramó, cargada de reproche y angustia, - Por el amor de nuestro Señor, £uçkas, que solo tenía catorce años... dime que podía hacer, era tu escritura, la misma con la que habías escrito antes tantas veces promesas de amor eterno -.
Le dio la espalda y caminó unos cuantos pasos, las lágrimas corrían por sus mejillas, su insensible armadura estaba resquebrajada, como si en verdad solo fuera de cristal, que había estallado al simple rose de esa mano. Inspiró profundamente, tiró su cabeza hacia atrás, sus ojos cerrados estaban en dirección al cielo y entonces gritó, como jamás lo había hecho, como jamás volvería a hacerlo. Sus movimientos fueron tan rápidos, certeros, realizados con el automatismo de un soldado que se defiende de un ataque mortal. Recién pudo reaccionar y quitar presión cuando lo vio en el suelo, observándola con el mismo odio y estupor que ella tenía clavado en el rostro. Sus manos tomaban su ropa del cuello como si estuviera a punto de desgarrársela. Lo había golpeado con una patada en el estómago para luego hacer un movimiento y pasarlo por arriba de su hombro derecho y estamparlo en el suelo, sentándose literalmente sobre él.
Fueron segundos, pero logró serenarse, las lágrimas aún bañaban su rostro, mostrando al brujo cuanto la había herido con sus palabras. –Por tu cobardía, tu ambición, me internaron en un convento, porque debía ocultar el pecado cometido… - cerró los ojos, para abrirlos nuevamente, - si tan solo hubieras vuelto… te habría perdonado… te amaba, como jamás volví a amar… tu cauterizaste mi corazón, y terminé de arrancarlo una noche buena, hace ya muchos años-.
Isabelle Campionibusa- Inquisidor Clase Alta
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Re: "el pasado es una tertulia infinita" - Privado
El aire había cambiado completamente, así como la escena en la que se estaban desenvolviendo aquellos hechos no parecía ser nada real, todo parecía ser sobrepuesto como si hubiera sido montada una obra dramática para que los espectadores disfrutaran del desenlace trágico al que estaban destinados los protagonistas luego de un romance fugaz como las hojas que vuelan al viento siendo llevadas lugares lejanos en espera de la muerte, así estaban aquellos dos que se miraban con unos ojos llenos de resentimiento y odio, un odio visceral que hacia las cosas peligrosas entre ellos.
Las palabras de la mujer lo tomaron por sorpresa hasta el punto de enmudecerlo, el tiempo se congeló en ese preciso momento retumbándole en la cabeza cada una de las palabras que aquella mujer había soltado de forma cínica y cargadas con el veneno de su odio y ¿capricho?, si para él, era así, el capricho de una niña que lo tuvo todo en la vida que por aburrimiento buscó jugar con él. Esas palabras que eran más que mentiras retumbaron nuevamente en su interior dándole la razón de lo que siempre creyó de aquella mujer de la que tuvo la desgracia de enamorarse.
Rio al terminar de escucharle, tanto fue la gracia que le causo que tuvo que obligarse a cubrirse con la mano y pedir un poco de tiempo para evitar sonar algo grosero, aunque de seguro eso avivaría la llama del odio que estaba encendida. Eran pólvora lo que había entre los dos; la miró con una seriedad que jamás antes había tenido en su rostro, mezclada con una tristeza y cansancio, su tonó sonó igual aunque apacible pero no por ello dejaba de estar cargado de todo su rencor —¿Terminaste? Creo que quien esta y ha estado actuando siempre has sido tú, eres buena debo reconocértelo, deberías tomar ese consejo que no me serviría, para ti, ya que de verdad eres una gran actriz sobre todo a la hora de mentir, no hay quien te gane— chasqueo la lengua metiendo las manos a los bolsillos.
La vio alejarse y no fue tras ella, estaba cansado de ello, ya lo hizo en el pasado y ella se había burlado, una mujer que utiliza por medio una carta para confesarse sobre sus sentimientos, unos que eran oscuros. Saber que fue utilizado por diversión y que aquella que ahora se hacía la digna y ofendida lo había lastimado solo porque jugó con sus sentimientos, eso él no se lo podía perdonar. Comenzó a recordar lo que le sucedió a ese día y después de ello, lo que sus padres adoptivos no supieron que se entregó a la bebida y al abandono hasta que llegó aquel ángel a salvarlo, aquella mujer que le enseñó que hay mujeres que de verdad pueden amar.
Y justo ahora estaba delante de aquello que lo había destrozado por años, reclamándole por mentiras —¿Qué dices? ¿Qué yo te engañé? ¿Por dinero?— nuevamente se rio pero fue de manera cínica —Sabía que eras mentirosa pero no sabía que eras capaz de esto, inventar historias falsas solo para cubrir lo que realmente eres— la tristeza regresó a él —Como puedes decir eso, cuando tu fuiste la arpía que jugó conmigo, claro como yo era un bastardo, un adoptado no podría darte los lujos a los que estaba la “hijita de papis” acostumbrada, jamás entenderías porque siempre lo tuviste todo, porque eres solo una mimada a la que le complacen con todo y por ello te aburriste y decidiste que era hora de jugar de demostrar a tus padres que eras una mujer que puede tomar decisiones “maduras”, tenías un prometido. Amabas a alguien más y solo te burlaste de mi— la furia regresó a decibeles más altos.
El tono de su voz se alzó por encima de todo y sus ojos echaban chispas, sus manos se empuñaron dentro de los bolsillos del pantalón —Apuesto que tú y él se rieron de mi tanto, es repugnante, eres una mujer repugnante. Quien debería pedir disculpas por todo eres tú, tú que me destruiste, y si, formé una nueva vida con una mujer que me mostró que no todas son como tú, una mujer que si vale la pena no como tú, ella fue la única que me enseñó que las mujeres si aman de verdad que no son unas embusteras como lo fuiste conmigo, que no juegan con sentimientos de la manera en la que lo hiciste, que no destruyen a las personas. Siempre fuiste como ahora, ese es tu verdadero ser, una mujer sin corazón y sin alma capaz de hacer cualquier cosa solo porque tiene dinero—
Y en ese momento explotó, el respeto y la cordialidad se había perdido en aquel momento.
Las palabras de la mujer lo tomaron por sorpresa hasta el punto de enmudecerlo, el tiempo se congeló en ese preciso momento retumbándole en la cabeza cada una de las palabras que aquella mujer había soltado de forma cínica y cargadas con el veneno de su odio y ¿capricho?, si para él, era así, el capricho de una niña que lo tuvo todo en la vida que por aburrimiento buscó jugar con él. Esas palabras que eran más que mentiras retumbaron nuevamente en su interior dándole la razón de lo que siempre creyó de aquella mujer de la que tuvo la desgracia de enamorarse.
Rio al terminar de escucharle, tanto fue la gracia que le causo que tuvo que obligarse a cubrirse con la mano y pedir un poco de tiempo para evitar sonar algo grosero, aunque de seguro eso avivaría la llama del odio que estaba encendida. Eran pólvora lo que había entre los dos; la miró con una seriedad que jamás antes había tenido en su rostro, mezclada con una tristeza y cansancio, su tonó sonó igual aunque apacible pero no por ello dejaba de estar cargado de todo su rencor —¿Terminaste? Creo que quien esta y ha estado actuando siempre has sido tú, eres buena debo reconocértelo, deberías tomar ese consejo que no me serviría, para ti, ya que de verdad eres una gran actriz sobre todo a la hora de mentir, no hay quien te gane— chasqueo la lengua metiendo las manos a los bolsillos.
La vio alejarse y no fue tras ella, estaba cansado de ello, ya lo hizo en el pasado y ella se había burlado, una mujer que utiliza por medio una carta para confesarse sobre sus sentimientos, unos que eran oscuros. Saber que fue utilizado por diversión y que aquella que ahora se hacía la digna y ofendida lo había lastimado solo porque jugó con sus sentimientos, eso él no se lo podía perdonar. Comenzó a recordar lo que le sucedió a ese día y después de ello, lo que sus padres adoptivos no supieron que se entregó a la bebida y al abandono hasta que llegó aquel ángel a salvarlo, aquella mujer que le enseñó que hay mujeres que de verdad pueden amar.
Y justo ahora estaba delante de aquello que lo había destrozado por años, reclamándole por mentiras —¿Qué dices? ¿Qué yo te engañé? ¿Por dinero?— nuevamente se rio pero fue de manera cínica —Sabía que eras mentirosa pero no sabía que eras capaz de esto, inventar historias falsas solo para cubrir lo que realmente eres— la tristeza regresó a él —Como puedes decir eso, cuando tu fuiste la arpía que jugó conmigo, claro como yo era un bastardo, un adoptado no podría darte los lujos a los que estaba la “hijita de papis” acostumbrada, jamás entenderías porque siempre lo tuviste todo, porque eres solo una mimada a la que le complacen con todo y por ello te aburriste y decidiste que era hora de jugar de demostrar a tus padres que eras una mujer que puede tomar decisiones “maduras”, tenías un prometido. Amabas a alguien más y solo te burlaste de mi— la furia regresó a decibeles más altos.
El tono de su voz se alzó por encima de todo y sus ojos echaban chispas, sus manos se empuñaron dentro de los bolsillos del pantalón —Apuesto que tú y él se rieron de mi tanto, es repugnante, eres una mujer repugnante. Quien debería pedir disculpas por todo eres tú, tú que me destruiste, y si, formé una nueva vida con una mujer que me mostró que no todas son como tú, una mujer que si vale la pena no como tú, ella fue la única que me enseñó que las mujeres si aman de verdad que no son unas embusteras como lo fuiste conmigo, que no juegan con sentimientos de la manera en la que lo hiciste, que no destruyen a las personas. Siempre fuiste como ahora, ese es tu verdadero ser, una mujer sin corazón y sin alma capaz de hacer cualquier cosa solo porque tiene dinero—
Y en ese momento explotó, el respeto y la cordialidad se había perdido en aquel momento.
Luckas Fletcher- Hechicero Clase Media
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Re: "el pasado es una tertulia infinita" - Privado
Las palabras de aquel demonio, lograron lastimarla por un instante. La dulce y tierna joven, que alguna vez había existido en el corazón de la inquisidora, fue apuñalada, - me dejaste por una mujer, que según para ti, valía mas que… ¿tu hija? – susurró, pero su voz fue tan débil que era muy difícil que el hechicero pudiera oír su pregunta. Inspiró profundamente, se irguió y puso en su rostro una sonrisa socarrona, petulante, fría como el mármol de la tumba donde descansaban ya su padre y la que fuera su madrastra, - me alegro por ti, una mujerzuela se condolió de un gusano como tú – el desprecio en la mirada de aquella mujer, revelaba cuanto le había dolido que él la hubiera abandonado.
No volvería a llorar, no le mostraría lo indefensa, vulnerable, destruida, y expuesta, que había quedado ante el brujo, luego que éste le escupiera en su rostro, lo feliz que había sido al lado de otra mujer. No pudo dejar de pensar en todos esos momentos importantes de su vida, de la de su hija, que fueron pisoteados por ese abandono. – Jamás pude festejarle su cumpleaños… Lucia, jamás pudo ver la sonrisa de los labios de su padre – se lamentó, - y tu sonrisa era tan hermosa, tus brazos tan seguros - caviló, recorriendo con su fría mirada el porte de aquel que había sido tan importante en su vida.
Lo contempló por última vez, se alzó de hombros y le dio la espalda, dispuesta a caminar la distancia que fuera necesaria para llegar a la sede de la inquisición y dejar esa noche en el pasado, - si tanto te hizo feliz esa pobre mujer… vuelve con ella, y déjame en paz, no te debo nada, tu elegiste, no eres digno de ser el padre de Lucia – dijo con voz serena y sin ningún tapujo, - ve, disfruta de tu familia… mientras puedas… - se detuvo un segundo, pero no se volvió a mirarle – en algunas noches, saldremos de cacería, te advierto… vete… toma lo poco que puedas, llévate a tu esposa e hijos… y lárgate de aquí – sus manos se cerraron en puños, pero mantuvo la cabeza erguida y la serenidad en su estampa – toma ésta advertencia, como un regalo… uno, de la que fuera tu hija y a la que decidiste abandonar -, inspiró al terminar aquella sentencia, sonrió con tristeza, jamás sabría si aquella bebé habría vivido, o si le pusieron el nombre que ella dejó escrito en un pequeño trozo de papel. Lucia, era el único pedazo de humanidad que había quedado de Emelia, el día en que ésta muriera, la inquisidora se convertiría en un monstruo, mucho más temible y destructor de los que tantas veces había matado.
No volvería a llorar, no le mostraría lo indefensa, vulnerable, destruida, y expuesta, que había quedado ante el brujo, luego que éste le escupiera en su rostro, lo feliz que había sido al lado de otra mujer. No pudo dejar de pensar en todos esos momentos importantes de su vida, de la de su hija, que fueron pisoteados por ese abandono. – Jamás pude festejarle su cumpleaños… Lucia, jamás pudo ver la sonrisa de los labios de su padre – se lamentó, - y tu sonrisa era tan hermosa, tus brazos tan seguros - caviló, recorriendo con su fría mirada el porte de aquel que había sido tan importante en su vida.
Lo contempló por última vez, se alzó de hombros y le dio la espalda, dispuesta a caminar la distancia que fuera necesaria para llegar a la sede de la inquisición y dejar esa noche en el pasado, - si tanto te hizo feliz esa pobre mujer… vuelve con ella, y déjame en paz, no te debo nada, tu elegiste, no eres digno de ser el padre de Lucia – dijo con voz serena y sin ningún tapujo, - ve, disfruta de tu familia… mientras puedas… - se detuvo un segundo, pero no se volvió a mirarle – en algunas noches, saldremos de cacería, te advierto… vete… toma lo poco que puedas, llévate a tu esposa e hijos… y lárgate de aquí – sus manos se cerraron en puños, pero mantuvo la cabeza erguida y la serenidad en su estampa – toma ésta advertencia, como un regalo… uno, de la que fuera tu hija y a la que decidiste abandonar -, inspiró al terminar aquella sentencia, sonrió con tristeza, jamás sabría si aquella bebé habría vivido, o si le pusieron el nombre que ella dejó escrito en un pequeño trozo de papel. Lucia, era el único pedazo de humanidad que había quedado de Emelia, el día en que ésta muriera, la inquisidora se convertiría en un monstruo, mucho más temible y destructor de los que tantas veces había matado.
Isabelle Campionibusa- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/03/2015
Re: "el pasado es una tertulia infinita" - Privado
Abruptamente el tiempo y espacio había cambiado, sentía bajos su pies que la tierra giraba bruscamente, que las estaciones cambiaban tan rápido y que aquel no era la ciudad en la que ahora residía, que el lugar era diferente una tierra extraña pero bien conocida por él, una tierra en donde una joven de cabellos claros había conocido y con la cual tuvo la dicha o mejor dicho, desdicha, de encontrar el amor, un amor superficial y corroído por la ambición.
El viento del pasado le había dejado perplejo olvidándose por completo del ahora, de la mujer fría y sin corazón que estaba delante de sus ojos, más, una palabra, una leve y susurrada palabra lo trajo de regreso.
Se estaba por alejar, odiaba a aquella mujer y si no se iba de ahí terminaría contándole todo en un arrebato de furia incontenida, más cuando estaba a punto de marcharse nuevamente las palabras que había creído que no eran ciertas y que solo fueron producto de su imaginación se volvieron reales dejándolo pálido y atónito con los ojos abiertos de par en par, estaba en un puro estado de shock ante tal noticia.
Giró corriendo hacia la mujer para empujarla y caer con ella al suelo, él sobre ella, sus manos se posaron sobre el cuello de la malévola mujer y sus ojos centellaban ira, una profunda ira —¿Qué dijiste? Repite aquello que dijiste— soltó el cuello para tomarse de los hombros y zarandearla unos momentos —De la que fuera mi hija, dijiste eso y hace momentos atrás también dijiste “tu hija”, que significa, tuviste una hija mía— su furia iba desbordándose —QUE DEMONIOS HICISTE CON ELLA MALDITA INFELIZ— su voz por vez primera sonó catártica, estaba gritando con todas las fuerzas . Ya no había marcha atrás a lo que estaba por desatarse.
El viento del pasado le había dejado perplejo olvidándose por completo del ahora, de la mujer fría y sin corazón que estaba delante de sus ojos, más, una palabra, una leve y susurrada palabra lo trajo de regreso.
“valía mas que… ¿tu hija?”
“¿tu hija?”
Pestañeo varias veces volviéndose a lo que la mujer mantenía como insultos y amenazas, en todo ese momento su corazón comenzaba a latir fuertemente al punto que sentía como se iba quebrando para así entrar a un terreno oscuro del cual sabía no había retorno. Inspiró profundamente evitando caer en la provocación de la mujer, a la que observa con una mirada de “lastima” y “pena” junto a una sonrisilla —No te puedes comparar a ella, aun cuando la llames prostituta, ramera o como quieras, ella fue más mujer que tú porque me amó de verdad y no jugó con mis sentimientos— su mirada cambió a una más sombría —La forma en la que hablas de mi me demuestra que esa siempre fue tu verdadera forma de ser, felicidades por haberte sacado la máscara, siempre fuiste así una mentirosa y embaucadora que mira a todos por encima suyo, no eras más que una falsa, soy yo quien no quiere verte, ni ganas tengo de buscar a una mujer como tu, soy yo quien no quiere saber de ti en absoluto, tu paz la podrás tener aunque con tu alma como la tienes lo dudo— riendose por las endebles amenazas que la mujer profería hacia él. Simplemente la ignoró. “¿tu hija?”
Se estaba por alejar, odiaba a aquella mujer y si no se iba de ahí terminaría contándole todo en un arrebato de furia incontenida, más cuando estaba a punto de marcharse nuevamente las palabras que había creído que no eran ciertas y que solo fueron producto de su imaginación se volvieron reales dejándolo pálido y atónito con los ojos abiertos de par en par, estaba en un puro estado de shock ante tal noticia.
Giró corriendo hacia la mujer para empujarla y caer con ella al suelo, él sobre ella, sus manos se posaron sobre el cuello de la malévola mujer y sus ojos centellaban ira, una profunda ira —¿Qué dijiste? Repite aquello que dijiste— soltó el cuello para tomarse de los hombros y zarandearla unos momentos —De la que fuera mi hija, dijiste eso y hace momentos atrás también dijiste “tu hija”, que significa, tuviste una hija mía— su furia iba desbordándose —QUE DEMONIOS HICISTE CON ELLA MALDITA INFELIZ— su voz por vez primera sonó catártica, estaba gritando con todas las fuerzas . Ya no había marcha atrás a lo que estaba por desatarse.
Luckas Fletcher- Hechicero Clase Media
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Re: "el pasado es una tertulia infinita" - Privado
Aquel brujo podría creer que la tomaba por desprevenida, cuando, enfurecido la empujó, para luego tirarse sobre su pecho e intentar ahorcarla. Lo que él no podía entender, era que para Emelia, aquello era un juego de niños, una caricia, un juego que siempre le había fascinado. Ella encontraba placer en el sufrimiento, tanto dando como recibiendo agresiones. A lo que solo soportó la presión en el cuello, sin quitar su mirada de los ojos ajenos. Una sonrisa maquiavelica, se dibujo, en su rostro, sucio por el polvo que habían levantado en la caída.
Una carcajada salió de lo profundo de su garganta, mientras seguía siendo zamarreada por £uçkas, ver aquellos ojos cargados de ira, solo despertaban curiosidad en la inquisidora. Fueron pocos movimientos para quitarse de encima al hombre, un movimiento mas, rápido como el ataque de una serpiente, para terminar a unos pocos metros, con uno de sus cañones apuntando a la cabeza del brujo. -¿Que si tuve una hija tuya? ¿me culpas de lo que le pudo pasar? - inclinó la cabeza de lado y sonrió con amargura, para luego negar con un suave y rítmico movimiento, - no, no, bastardo... es tu culpa, no la mía... tú me dejaste abandonada... ¿acaso podía hacer algo para retenerla a mi lado? apenas tenía quince años... hijoputa, tú eran un hombre ya... y me dejaste tirada como un... ¿y vienes a pedir explicaciones? - sacó el seguro del arma y apretó el gatillo, la bala fue a dar al suelo, justo al lado de los pies de su ex amante.
Se alejó aún mas, le contempló de arriba a bajo, - Dios, que fue lo que vi en tí que me enamoró... ¿porqué confié en un cobarde como tu?... pero... infeliz... no sabes lo bella que era... lamenté tanto dejarla en ese orfanato... - con un movimiento de cabeza, intentó borrar las imágenes que se agolpaban en su cabeza. Entonces recordó algo importante, - ¿porque te sorprendes? ¿acaso tu mujer no te lo dijo? ¿jamás recibiste la carta que mi padre le entregó en propias manos para ti?... ¿o ahora dirás que mi padre jamás le dio la carta? -.
Una carcajada salió de lo profundo de su garganta, mientras seguía siendo zamarreada por £uçkas, ver aquellos ojos cargados de ira, solo despertaban curiosidad en la inquisidora. Fueron pocos movimientos para quitarse de encima al hombre, un movimiento mas, rápido como el ataque de una serpiente, para terminar a unos pocos metros, con uno de sus cañones apuntando a la cabeza del brujo. -¿Que si tuve una hija tuya? ¿me culpas de lo que le pudo pasar? - inclinó la cabeza de lado y sonrió con amargura, para luego negar con un suave y rítmico movimiento, - no, no, bastardo... es tu culpa, no la mía... tú me dejaste abandonada... ¿acaso podía hacer algo para retenerla a mi lado? apenas tenía quince años... hijoputa, tú eran un hombre ya... y me dejaste tirada como un... ¿y vienes a pedir explicaciones? - sacó el seguro del arma y apretó el gatillo, la bala fue a dar al suelo, justo al lado de los pies de su ex amante.
Se alejó aún mas, le contempló de arriba a bajo, - Dios, que fue lo que vi en tí que me enamoró... ¿porqué confié en un cobarde como tu?... pero... infeliz... no sabes lo bella que era... lamenté tanto dejarla en ese orfanato... - con un movimiento de cabeza, intentó borrar las imágenes que se agolpaban en su cabeza. Entonces recordó algo importante, - ¿porque te sorprendes? ¿acaso tu mujer no te lo dijo? ¿jamás recibiste la carta que mi padre le entregó en propias manos para ti?... ¿o ahora dirás que mi padre jamás le dio la carta? -.
Isabelle Campionibusa- Inquisidor Clase Alta
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Re: "el pasado es una tertulia infinita" - Privado
Miedo, tan irracional como la propia ira, pero esta última la que es más peligrosa y nefasta que le miedo, o quizás no, quizás ese el miedo que mueve a la ira en determinados momentos hasta llevarnos al punto sin retorno donde ni el arrepentimiento ni las disculpas podrán solucionar nada. Una tormenta oscura se estaba formando en el interior del alma bondadosa de aquel hombre que solo miraba con rabia y desprecio a la mujer, su semblante no cambio, al contrario, incluso con la amenaza de muerte que tenía en frente con aquella arma no sintió miedo, solo sonreía como si esperara aquello de la mujer.
—Tan típico y predecible de los cobardes, y como tú eres uno de ellos sabía que terminarías usando tu arma de inquisidora, porque no vales nada, eres una mujer sin alma— escupió al suelo cerca de la mujer con clara muestra de desprecio —No vales nada, estás tan podrida y seca que dejaste a la niña en un orfanato, eres la peor persona y ruego a dios que por ello te deje seca que nunca más puedas tener hijos, estarás marchita por dentro eternamente y no habrá nada ni nadie que haga algo para que de tus entrañas salga una vida, porque tu vida terminará— la hechicería que usaba para el bien ahora lo había hecho para el mal, una clara maldición que termino con palabras extrañas en un dialecto diferente que terminarían siendo el candado de aquella certeza lanzada a la mujer.
La sonrisa que emitió por su comentario, o como él lo veía, su escapatoria solo logró que aplaudiera por su actuación de mujer digna —Claro que vi la carta, mi esposa no sabía de ella, porque tu padre me la dio aquel fatídico día, como era que empezaba, oh si “Fuiste un juguete, solo para demostrar a mis padres que si puedo hacer lo que me venga en gana, que tengo libertad y no pueden ellos conmigo” oh, mi parte favorita era esta “Me reía siempre con mi novio cuando le contaba la cara de estúpido e imbécil que ponías cuando te decía que te amaba, en verdad te lo creíste, que patético, pero ya me cansé y me aburrí de ti, es mejor que nunca más regreses o te haré apresar por violación, me creerán más a mi que a un pobre diablo bastardo adoptado” No eran esas tus palabras, entonces asumo que la hija realmente no era mía, si no de tu prometido con el cual te burlabas de mi— suspiró usando nuevamente sus habilidades esta vez creando una barrera para él.
—¿Esa es la carta de la que hablas? Mi esposa te odio y te maldijo muchas veces por hacer eso conmigo, pero debo agradecértelo, porque gracias a tu carta me casé con una gran mujer y fui dichoso hasta que la vida me la arrancó de mi lado. Eso es algo que tu nunca encontrarás porque solo te vives burlando de la gente, y ahora no me digas que yo miento porque tengo la prueba, aquella carta nunca la quemé si no que la mantuve oculta para recordarme lo cruel que pueden llegar a ser las personas como tu, y no caer nuevamente en sus engaños— soltó sus palabras sin importarle nada —De la niña no te preocupes, no te preguntaré nada respecto a ella, porque sé que también estuve contigo así que si puede que sea mi hija como no, por ello la buscaré y la adoptaré, le diré la verdad y le pediré que viva conmigo como mi hija, viviremos como una familia pero sin ti, porque tu no haces falta ni ahora ni nunca— la mira a los ojos —Este es el adiós definitivo Emelia Borromeo, que jamás seas feliz ni dichosa en tu vida, que solo haya infelicidad y desgracias para ti es lo que te deseo, de mi no te gastes tus palabras ni actos con tu arma, no me interesa lo que me quieras desear y por ello— se acerca un poco a ella mirándole con odio, un odio visceral —Vete al infierno Emelia— .
Le da la espalda comenzando a alejarse de aquella mujer y del dolor de cabeza que estaba sintiendo por la oscuridad que había dejado entrar en su alma, necesitaba calmarse o de lo contrario sería tarde para él, algo que no deseaba.
—Tan típico y predecible de los cobardes, y como tú eres uno de ellos sabía que terminarías usando tu arma de inquisidora, porque no vales nada, eres una mujer sin alma— escupió al suelo cerca de la mujer con clara muestra de desprecio —No vales nada, estás tan podrida y seca que dejaste a la niña en un orfanato, eres la peor persona y ruego a dios que por ello te deje seca que nunca más puedas tener hijos, estarás marchita por dentro eternamente y no habrá nada ni nadie que haga algo para que de tus entrañas salga una vida, porque tu vida terminará— la hechicería que usaba para el bien ahora lo había hecho para el mal, una clara maldición que termino con palabras extrañas en un dialecto diferente que terminarían siendo el candado de aquella certeza lanzada a la mujer.
La sonrisa que emitió por su comentario, o como él lo veía, su escapatoria solo logró que aplaudiera por su actuación de mujer digna —Claro que vi la carta, mi esposa no sabía de ella, porque tu padre me la dio aquel fatídico día, como era que empezaba, oh si “Fuiste un juguete, solo para demostrar a mis padres que si puedo hacer lo que me venga en gana, que tengo libertad y no pueden ellos conmigo” oh, mi parte favorita era esta “Me reía siempre con mi novio cuando le contaba la cara de estúpido e imbécil que ponías cuando te decía que te amaba, en verdad te lo creíste, que patético, pero ya me cansé y me aburrí de ti, es mejor que nunca más regreses o te haré apresar por violación, me creerán más a mi que a un pobre diablo bastardo adoptado” No eran esas tus palabras, entonces asumo que la hija realmente no era mía, si no de tu prometido con el cual te burlabas de mi— suspiró usando nuevamente sus habilidades esta vez creando una barrera para él.
—¿Esa es la carta de la que hablas? Mi esposa te odio y te maldijo muchas veces por hacer eso conmigo, pero debo agradecértelo, porque gracias a tu carta me casé con una gran mujer y fui dichoso hasta que la vida me la arrancó de mi lado. Eso es algo que tu nunca encontrarás porque solo te vives burlando de la gente, y ahora no me digas que yo miento porque tengo la prueba, aquella carta nunca la quemé si no que la mantuve oculta para recordarme lo cruel que pueden llegar a ser las personas como tu, y no caer nuevamente en sus engaños— soltó sus palabras sin importarle nada —De la niña no te preocupes, no te preguntaré nada respecto a ella, porque sé que también estuve contigo así que si puede que sea mi hija como no, por ello la buscaré y la adoptaré, le diré la verdad y le pediré que viva conmigo como mi hija, viviremos como una familia pero sin ti, porque tu no haces falta ni ahora ni nunca— la mira a los ojos —Este es el adiós definitivo Emelia Borromeo, que jamás seas feliz ni dichosa en tu vida, que solo haya infelicidad y desgracias para ti es lo que te deseo, de mi no te gastes tus palabras ni actos con tu arma, no me interesa lo que me quieras desear y por ello— se acerca un poco a ella mirándole con odio, un odio visceral —Vete al infierno Emelia— .
Le da la espalda comenzando a alejarse de aquella mujer y del dolor de cabeza que estaba sintiendo por la oscuridad que había dejado entrar en su alma, necesitaba calmarse o de lo contrario sería tarde para él, algo que no deseaba.
Luckas Fletcher- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 21/05/2015
Re: "el pasado es una tertulia infinita" - Privado
Como una estatua, como una pieza de mármol, así se encontraba la inquisidora mientras escuchaba lo que aquel fantasma de su pasado le espetaba, como un ente demoníaco que escupía su rabia. Cuando observó que éste comenzaba a calmarse, su cuerpo comenzó a cobrar nuevamente vida. Por un leve instante, las palabras de aquel hombre lograron romper su coraza y herir aquel corazón que creyó hecho cenizas. Con desagrado comprendió que no había muerto, que aún aquel desgraciado lograba herirla. Pronto rearmó su armadura y en su rostro solo se dibujó una sonrisa socarrona, dando lugar a una mirada cargada en desprecio al que alguna vez fue todo en su vida.
Dejó que su mirada deambulara por cada movimiento que el brujo hacía, cuando éste comenzó a maldecirle, no pudo dejar de reír con una sincera carcajada que hubiera exasperado a cualquiera. Se cruzó de brazos, y lo contempló con desdén, - ¿en realidad crees que tus hechizos, tus maldiciones, pueden llegar a tocarme? ¿Tan estúpida me crees, como para no llevar un amuleto, una protección a los posibles embates y trampas que pudieran echarme los brujos, cuando es mi trabajo acabar con ellos y darles caza como a simples alimañas? – suspiró mientras negaba con un movimiento de cabeza, - que poco has interactuado con seres de tu misma condición, pero no te preocupes… o tal vez… si deberías hacerlo, porque toda maldición que eches sobre mí, caerá doblemente a un ser querido que más estimes… ten cuidado con lo que desees, porque la desgracia caerá a tus seres amados - sentenció mientras guardaba su arma y suspiraba. Aquel movimiento hizo que la blusa que usaba dejara al descubierto la cruz de Caravaca y la medalla de san Benito, dos grandes protectores contra entes malignos, hechizos y conjuros.
Cuando volvió su rostro al hombre, lo observó alejarse, suspiró llevando sus manos a cada lado de su cintura, - ¿ya te vas? ¿Tan poco puedes hablar con alguien que fue parte de tu vida? Vaya… eres el mismo cobarde de siempre, echando culpas a los demás, lavándote las manos, huyendo como rata por tirantes – Buscaba enojarlo, pero en verdad se había cansado, no deseaba pelear, por una vez en la vida deseaba comprender, entender por qué él había decidido dejarla de lado. Debía saber aquello, pues había sido ese abandono, aquel desamor, el que fuera la semilla que germinara el odio en su corazón. En cierto modo, sin saberlo, Luckas, era el responsable de los cientos de brujos torturados y sentenciados por aquella mujer de cabellos blancos como la luna.
Se giró para seguir su camino, buscando ir en dirección opuesta al que él tomara, como ya lo habían hecho en su vida, más una pregunta le resonaba en su cabeza, era una pregunta tl vez demasiado ingenua y ya fuera de lugar, pero no podía sacársela de la cabeza. Por eso giró y cruzando los brazos a la altura de su pecho, en un acto reflejo de autoprotección, le espetó su ingenua pregunta, - ¿es que en verdad… jamás me amaste? ¿Realmente pensaste que mi amor era tan débil que podía olvidarte en brazos de otro? – su mirada se clavó en la espalda de aquel hombre que se alejaba dejándola sola en ese bosque.
Un rumor de caballos, alertó a la inquisidora, por la forma de cabalgar, los ruidos de los pertrechos golpeando entre sí, supo que se trataban de inquisidores, pronto estarían junto a ella, el destino le ponía en bandeja la vida de aquel infeliz. Sonrió, por un leve instante, aunque luego simplemente se giró, esperando a que los jinetes llegaran hasta ella. – Vete, escóndete, antes que otros como yo decidan darte caza – dijo sin voltearse para asegurarse que el brujo se fuera del lugar.
Dejó que su mirada deambulara por cada movimiento que el brujo hacía, cuando éste comenzó a maldecirle, no pudo dejar de reír con una sincera carcajada que hubiera exasperado a cualquiera. Se cruzó de brazos, y lo contempló con desdén, - ¿en realidad crees que tus hechizos, tus maldiciones, pueden llegar a tocarme? ¿Tan estúpida me crees, como para no llevar un amuleto, una protección a los posibles embates y trampas que pudieran echarme los brujos, cuando es mi trabajo acabar con ellos y darles caza como a simples alimañas? – suspiró mientras negaba con un movimiento de cabeza, - que poco has interactuado con seres de tu misma condición, pero no te preocupes… o tal vez… si deberías hacerlo, porque toda maldición que eches sobre mí, caerá doblemente a un ser querido que más estimes… ten cuidado con lo que desees, porque la desgracia caerá a tus seres amados - sentenció mientras guardaba su arma y suspiraba. Aquel movimiento hizo que la blusa que usaba dejara al descubierto la cruz de Caravaca y la medalla de san Benito, dos grandes protectores contra entes malignos, hechizos y conjuros.
Cuando volvió su rostro al hombre, lo observó alejarse, suspiró llevando sus manos a cada lado de su cintura, - ¿ya te vas? ¿Tan poco puedes hablar con alguien que fue parte de tu vida? Vaya… eres el mismo cobarde de siempre, echando culpas a los demás, lavándote las manos, huyendo como rata por tirantes – Buscaba enojarlo, pero en verdad se había cansado, no deseaba pelear, por una vez en la vida deseaba comprender, entender por qué él había decidido dejarla de lado. Debía saber aquello, pues había sido ese abandono, aquel desamor, el que fuera la semilla que germinara el odio en su corazón. En cierto modo, sin saberlo, Luckas, era el responsable de los cientos de brujos torturados y sentenciados por aquella mujer de cabellos blancos como la luna.
Se giró para seguir su camino, buscando ir en dirección opuesta al que él tomara, como ya lo habían hecho en su vida, más una pregunta le resonaba en su cabeza, era una pregunta tl vez demasiado ingenua y ya fuera de lugar, pero no podía sacársela de la cabeza. Por eso giró y cruzando los brazos a la altura de su pecho, en un acto reflejo de autoprotección, le espetó su ingenua pregunta, - ¿es que en verdad… jamás me amaste? ¿Realmente pensaste que mi amor era tan débil que podía olvidarte en brazos de otro? – su mirada se clavó en la espalda de aquel hombre que se alejaba dejándola sola en ese bosque.
Un rumor de caballos, alertó a la inquisidora, por la forma de cabalgar, los ruidos de los pertrechos golpeando entre sí, supo que se trataban de inquisidores, pronto estarían junto a ella, el destino le ponía en bandeja la vida de aquel infeliz. Sonrió, por un leve instante, aunque luego simplemente se giró, esperando a que los jinetes llegaran hasta ella. – Vete, escóndete, antes que otros como yo decidan darte caza – dijo sin voltearse para asegurarse que el brujo se fuera del lugar.
Isabelle Campionibusa- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 104
Fecha de inscripción : 13/03/2015
Re: "el pasado es una tertulia infinita" - Privado
Aquello era irracional en todo momento en toda circunstancia y él lo sabía mejor que nadie por eso se reía como si estuviera poseído y quizás lo estaba, no, si lo estaba, aquel hombre estaba fuera de sus cabales siendo manejado por sentimientos que jamás antes había experimentado y por eso era aún más peligroso que antes. La risa de la locura e incredulidad era más que obvia en él, aquellas notas de carcajadas y la mano que retenía su rostro con aquellos ojos abiertos de par en par como si no pudiera creer nada de lo que ocurría, ya era tarde para su alma.
—Estúpida, eres una estúpida. Como si eso pudiera hacerme daño a mi o a seres queridos, ya no tengo nada en este mundo, gracias a ti. Aunque queda una hija a la que buscaré para decirle la verdad. Ah cierto eso es algo que tu no conoces, verdad, lealtad, honestidad— giró un poco su cabeza con una sonrisa viéndola alejarse —Mis maldiciones o hechizos no tienen efecto sobre mí y los seres queridos, ¿quieres saber por qué? O es que tampoco has estudiado Emelia, es que claro, nunca pudiste hacer nada por ti, siempre enviaste a otros a hacerlo, ahora quien es, sigue siendo tu padre y tu madre. Eres patética como mujer y como cazadora, porque tu realmente no das miedo ni con tus palabras y poses, por una sola razón— el viento comienza a agitarse con violencia y luego clama, completamente calma y silencio.
La cabeza le dolía, aquellos latidos que su cuerpo sentía lo estaban volviendo loco hasta que la voz de aquella mujer que le mostró lo que era tener buenos sentimientos y amar de verdad le hizo volver a la calma. Todo el lugar volvía a ser como antes, solo las lágrimas abruptas que salían de sus ojos eran lo extraño de ahí —Olvidalo, tu no vales la pena realmente, ni siquiera el responder tus preguntas. Ya dije lo que tenía que decirte, aquí la culpa no la tengo yo si no tu que jugaste con mi amor, que me hiciste tu juguete y burla incluso tu padre se reía de mi en ese momento al entregarme tu carta, pero ya no soy el inocente de antes, el joven enamorado y por eso digo que TU, no vales la pena, no vales nada ni siquiera el que pierda los estribos y me arriesgue con algo, no, quien lo valdría sería la única persona que si mi amo— alza la mirada con una sonrisa en la que se muestra quien era y quien es realmente él.
—Eso es algo que tú no sabes, porque tu no conoces esa palabra Emelia, no tienes sentimientos reales ¿Qué sientes realmente Emelia? Nada, eres tan vacía como podrida y por eso es que no vales— aspiró el aroma del lugar caminando entre la oscuridad de regreso a su casa, quería ver el recuerdo de aquella mujer que lo salvo en todo sentido. Mientras caminaba sonreía y miraba al cielo —Solo tu me amaste, creo que es hora de quemar esas cartas y quedarme solo con tu recuerdo, ayúdame a buscar a mi hija para que sepa la verdad, que sepa que soy su padre y que la amo aunque no estuve con ella, que sepa que su madre nos engañó a los dos— se detiene unos momentos casi para llegar a la ciudad tratando de calmarse para no levantar sospechas con su otra pequeña.
—Estúpida, eres una estúpida. Como si eso pudiera hacerme daño a mi o a seres queridos, ya no tengo nada en este mundo, gracias a ti. Aunque queda una hija a la que buscaré para decirle la verdad. Ah cierto eso es algo que tu no conoces, verdad, lealtad, honestidad— giró un poco su cabeza con una sonrisa viéndola alejarse —Mis maldiciones o hechizos no tienen efecto sobre mí y los seres queridos, ¿quieres saber por qué? O es que tampoco has estudiado Emelia, es que claro, nunca pudiste hacer nada por ti, siempre enviaste a otros a hacerlo, ahora quien es, sigue siendo tu padre y tu madre. Eres patética como mujer y como cazadora, porque tu realmente no das miedo ni con tus palabras y poses, por una sola razón— el viento comienza a agitarse con violencia y luego clama, completamente calma y silencio.
La cabeza le dolía, aquellos latidos que su cuerpo sentía lo estaban volviendo loco hasta que la voz de aquella mujer que le mostró lo que era tener buenos sentimientos y amar de verdad le hizo volver a la calma. Todo el lugar volvía a ser como antes, solo las lágrimas abruptas que salían de sus ojos eran lo extraño de ahí —Olvidalo, tu no vales la pena realmente, ni siquiera el responder tus preguntas. Ya dije lo que tenía que decirte, aquí la culpa no la tengo yo si no tu que jugaste con mi amor, que me hiciste tu juguete y burla incluso tu padre se reía de mi en ese momento al entregarme tu carta, pero ya no soy el inocente de antes, el joven enamorado y por eso digo que TU, no vales la pena, no vales nada ni siquiera el que pierda los estribos y me arriesgue con algo, no, quien lo valdría sería la única persona que si mi amo— alza la mirada con una sonrisa en la que se muestra quien era y quien es realmente él.
—Eso es algo que tú no sabes, porque tu no conoces esa palabra Emelia, no tienes sentimientos reales ¿Qué sientes realmente Emelia? Nada, eres tan vacía como podrida y por eso es que no vales— aspiró el aroma del lugar caminando entre la oscuridad de regreso a su casa, quería ver el recuerdo de aquella mujer que lo salvo en todo sentido. Mientras caminaba sonreía y miraba al cielo —Solo tu me amaste, creo que es hora de quemar esas cartas y quedarme solo con tu recuerdo, ayúdame a buscar a mi hija para que sepa la verdad, que sepa que soy su padre y que la amo aunque no estuve con ella, que sepa que su madre nos engañó a los dos— se detiene unos momentos casi para llegar a la ciudad tratando de calmarse para no levantar sospechas con su otra pequeña.
Luckas Fletcher- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 21/05/2015
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