AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Edén ● Privado
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Edén ● Privado
Sentía el fluir del agua mientras nadaba tranquilo, la forma en que el caprichoso elemento rozaba su pálida piel resultaba una caricia placentera a su triste corazón. Mantenía los ojos cerrados permitiéndose disfrutar de su libertad por un par de horas, lejos del burdel, lejos de su pasado. Poco a poco las fuerzas le abandonaban y el braceo ligero se volvió un movimiento desanimado que poco le ayudaba por mantenerse a flote convirtiéndole en un bulto que ahora se hallaba a merced del suave vaivén de las olas. Su cuerpo se mecía al vaivén del oleaje calmo, como una boya perdida. La vista hacia la bóveda violácea arrancó una sonrisa amplia en el berlinés, un puñado de estrellas que apenas tomaban su lugar en la escena salpicaban de singular belleza al cielo.
Navegó entre el oleaje espeso de sus temores y culpabilidades, nado una y otra vez buscando respuestas aferrándose a los pocos recuerdos que aún conservaba, los que valían la pena evocar cuando la soledad acechaba maldita. No estaba del todo seguro si aquellas siluetas en los pasillos de su memoria seguían con vida aún, ingenuamente Bastian imaginaba que era así, sin embargo la rutina a últimos días le despertaba a bofetadas para que aterrizara en su actual realidad, vivir encerrado en aquellas cuatro paredes. No terminaba de comprender del todo la pomposa artificialidad que París destilaba en cada rincón de las empolvadas aceras, era algo simplemente insoportable aunado al comportamiento simulado de sus muchos transeúntes.
Por esta misma razón la playa se había convertido en su sitio predilecto justo antes del anochecer, nadar por horas era una especie de ritual que le exoneraba de cada acto carnal al que cedía por un par de francos. Dejaba que el agua turquesa limpiara cada caricia y susurro que recibía por parte de aquellos desconocidos para poder continuar en su búsqueda. Nadaba siempre en un área donde casi no transitaba mucha gente, esa tarde había colocado su indumentaria a una distancia donde pudiera vigilarle, la camisa blanca y el pantaloncillo caqui con un par de botas negras era el único disfraz que le permitía moverse ampliamente por la capital cuando escapaba de sus singulares labores. Fuera de eso no tenía nada y tampoco estaba interesado en poseer algo más.
Cuando sus pies tocaron la arena una vez más, muy pocos sonidos le rodeaban. Cubrió su delgada anatomía con ropa interior únicamente y se recostó en la blanca alfombra azucarada. Sus brazos debajo de la nuca y sus memorias ausentes regresaban en ocasiones para atormentarle una vez más. No estaba mal si hoy no regresaba al burdel, dado que en ocasiones se dejaba vencer por completo y reparaba en la idea que quizás su hermano estaría mucho mejor sin él. Quizás había iniciado una nueva vida ya, lejos de Bastian. Suspiró liberando esa ideología. Un par de transeúntes avanzaban en su caminata, le veían con desdén quizás, eso era algo que ya se había vuelto rutinario en su vida. Cerró los ojos por completo, si llegase a dormir ahí a nadie le importaría pues no poseía un hogar, no poseía nada de valor, nada que perder.
Patrice Lesauvage- Esclavo de Sangre/Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 05/10/2014
Re: Edén ● Privado
Durante todo aquel día, el inglés estuvo en su casa a solas, algo desganado, simplemente pensando en los quehaceres de su día a día. Hacía ya más de tres años que no iba por la tierra a la que un día llamó hogar, y a veces sentía una profunda añoranza por ella. No obstante, era un renegado. Un paria. Sus propios hermanos lo habían echado de allí donde él un día se sintió seguro.
La mayoría de las veces, simplemente sonreía y se lanzaba a la calle, haciendo como que nada malo pasaba. Sacando fuerzas de allí donde nunca antes pensó que las iba a sacar, y haciendo todo lo que se esperaba de él. No obstante, otras veces se sentía un alma herida y desvalida, necesitada de algo de afecto, de alguien que pudiera decirle que todo iba bien.
Su trabajo era algo entretenido, y algo que lo hacía olvidar que estaba solo. Pero en ocasiones, necesitaba estar solo. Vagar por los resquicios de su memoria y pensar simplemente. Reencontrarse consigo mismo para, cuando lo necesitara, sacar esa fuerza que lo caracterizaba. Esa sonrisa que parecía eterna en su rostro.
Aquella tarde, salió y se dirigió a la playa, a sabiendas de que esa noche no trabajaría, pues no le iba a dar tiempo a volver. Una noche no iba a suponer una gran pérdida en el bolsillo de Brandon, y él realmente necesitaba esas horas para sí mismo. Para desconectar del mundo y conectar consigo mismo.
Anduvo durante largo rato por la orilla del mar, dejando que el suave beso helado del agua invadiera sus dedos, mientras la brisa revolvía sus cabellos. Había remangado sus pantalones y desabrochado su camisa para que tanto la brisa como el mar pudieran besar su cuerpo sin ningún tipo de impedimento.
Cuando se encontró a solas, desnudó su cuerpo y se adentró en el agua para poder disfrutar de un baño reparador. Sus músculos se contrajeron por el frío, pero conforme usaba su fuerza para derrotar las embestidas de las olas, estos podían recuperar su candor. El esfuerzo físico y el frío reactivaron a Brandon de una forma casi divina, así que decidió hacer varios metros hacia adentro, aventurándose a mar abierto poco a poco, con el cuidado necesario para que la corriente no se lo llevara.
Sus fuertes brazos le permitieron seguir nadando durante casi una hora, en la que el inglés disfrutó de la fuerza y la inmensidad de las aguas. Al salir se sentía sumamente cansado, pero satisfecho. Su nívea piel estaba enrojecida por el esfuerzo y el agua fría, y su respiración era agitada y entrecortada. Recogió sus cosas, se puso el pantalón y anduvo durante un rato más por la playa.
Fue entonces cuando reparó en la presencia de un joven que estaba tendido sobre la arena. Le sonaba del prostíbulo. Durante el tiempo que llevaba ahí, nunca había tenido relación con otro compañero, simplemente porque a veces se hacía un lío con el idioma, y eso era algo que frustraba mucho a Brandon. No obstante, en esta ocasión, se acercó a él con una sonrisa. Llevaba la camisa echada al hombro, y su cuerpo aún estaba algo enrojecido por el esfuerzo físico que había realizado.
—Hola, caballero —dijo de forma amable con un francés muy acentuado —. Si no me equivoco, usted tendría que estar trabajando.
Brandon le dedicó su sonrisa más simpática y bonita. No estaba echando nada en cara. De hecho, él mismo estaba saltándose su jornada laboral por estar allí en ese momento.
La mayoría de las veces, simplemente sonreía y se lanzaba a la calle, haciendo como que nada malo pasaba. Sacando fuerzas de allí donde nunca antes pensó que las iba a sacar, y haciendo todo lo que se esperaba de él. No obstante, otras veces se sentía un alma herida y desvalida, necesitada de algo de afecto, de alguien que pudiera decirle que todo iba bien.
Su trabajo era algo entretenido, y algo que lo hacía olvidar que estaba solo. Pero en ocasiones, necesitaba estar solo. Vagar por los resquicios de su memoria y pensar simplemente. Reencontrarse consigo mismo para, cuando lo necesitara, sacar esa fuerza que lo caracterizaba. Esa sonrisa que parecía eterna en su rostro.
Aquella tarde, salió y se dirigió a la playa, a sabiendas de que esa noche no trabajaría, pues no le iba a dar tiempo a volver. Una noche no iba a suponer una gran pérdida en el bolsillo de Brandon, y él realmente necesitaba esas horas para sí mismo. Para desconectar del mundo y conectar consigo mismo.
Anduvo durante largo rato por la orilla del mar, dejando que el suave beso helado del agua invadiera sus dedos, mientras la brisa revolvía sus cabellos. Había remangado sus pantalones y desabrochado su camisa para que tanto la brisa como el mar pudieran besar su cuerpo sin ningún tipo de impedimento.
Cuando se encontró a solas, desnudó su cuerpo y se adentró en el agua para poder disfrutar de un baño reparador. Sus músculos se contrajeron por el frío, pero conforme usaba su fuerza para derrotar las embestidas de las olas, estos podían recuperar su candor. El esfuerzo físico y el frío reactivaron a Brandon de una forma casi divina, así que decidió hacer varios metros hacia adentro, aventurándose a mar abierto poco a poco, con el cuidado necesario para que la corriente no se lo llevara.
Sus fuertes brazos le permitieron seguir nadando durante casi una hora, en la que el inglés disfrutó de la fuerza y la inmensidad de las aguas. Al salir se sentía sumamente cansado, pero satisfecho. Su nívea piel estaba enrojecida por el esfuerzo y el agua fría, y su respiración era agitada y entrecortada. Recogió sus cosas, se puso el pantalón y anduvo durante un rato más por la playa.
Fue entonces cuando reparó en la presencia de un joven que estaba tendido sobre la arena. Le sonaba del prostíbulo. Durante el tiempo que llevaba ahí, nunca había tenido relación con otro compañero, simplemente porque a veces se hacía un lío con el idioma, y eso era algo que frustraba mucho a Brandon. No obstante, en esta ocasión, se acercó a él con una sonrisa. Llevaba la camisa echada al hombro, y su cuerpo aún estaba algo enrojecido por el esfuerzo físico que había realizado.
—Hola, caballero —dijo de forma amable con un francés muy acentuado —. Si no me equivoco, usted tendría que estar trabajando.
Brandon le dedicó su sonrisa más simpática y bonita. No estaba echando nada en cara. De hecho, él mismo estaba saltándose su jornada laboral por estar allí en ese momento.
Brandon Amnell- Prostituto Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/07/2015
Re: Edén ● Privado
Mientras sus añoranzas cálidas tomaban posesión de este momento sobrio, apenas pudo parpadear un par de veces siendo arrullado por el murmullo del mar. El embate de las olas cedía tan solo en ocasiones creando esa simbiosis salvaje y nostálgica. Misma dualidad que era parte de la naturaleza recelosa del berlinés. No escuchó los pasos del extraño mientras se aproximaba hacia él, al tonalidad grave de su voz le parecía familiar, sin embargo no le identificó del todo hasta que irguió su desnuda anatomía y apoyando ambos brazos hacia atrás recargando su peso.
–Buenas noches Monsieur– sonrió atento dejando al descubierto su lado amable.
Inevitablemente reparó en cada detalle del hombre, su fisonomía alterada por un desgaste físico y la tonalidad en la misma que no le restaba belleza. Los mechones rubios alborotados mecidos por la brisa febril que soplaba a esa hora. Le pareció haberle visto un par de veces en el Burdel, sin embargo no lograba descifrar del todo su origen ¿compañero de oficio? ¿Cliente? No importaba, pues los encuentros se limitaban al acto carnal y nada más, no había la necesidad de memorizar los rostros de cada uno de ellos.
–Tiene razón caballero– llevó la diestra detrás de la nuca –Yo debería, estar en otro lugar ahora, pero por favor sea tan amable de acompañarme, claro si así lo desea–
Extendió el brazo otorgándole un lugar a su lado. Frente a ellos, la luminosidad del sol cedía a las fauces de la oscuridad venidera, las tonalidades en la bóveda mutaban y un par de risas a lo lejos producían un eco estrepitoso para el sosiego presente.
–Este lugar es uno de mis favoritos en la capital Monsieur, la paz que brinda un momento como este es– suspiró –indescriptible– confesó en un susurro perdiendo la mirada en el oleaje espeso. Tomó un poco de aire y pudo entonces dirigir su atención al oyente.
–Me llamo Bastian– dijo tratando de estrechar la mano del joven.
Si las circunstancias hubiesen sido distintas, la vida del joven seguramente habría tomado otro rumbo uno diferente, su hermano probablemente seguiría con vida y no tendría que sacudirse los recuerdos de aquel monstruo al que en su infancia llamó papá a quien a diario sepultaba en sus labores cotidianas. El fuego que consumió su hogar y aquel joven que había definido un rumbo nuevo para el berlinés, en su subconsciente aún existía una lucha imposible de ganar. Poco a poco las imágenes se difuminaban grises en los pasillos de sus memorias, nuevamente había soñado despierto, reparó entonces que no se encontraba sólo.
–¿Dígame Monsieur, nos conocemos de algún otro lugar?– la pregunta buscaba saciar esa curiosidad en Bastian, pero a su vez, dejaba al descubierto esa parte oscura en él, esa parte adversa que seguía significando un lastre sobre sus hombros. Sonrió amable perdiéndose por primera vez en la claridad de los orbes ajenos.
Patrice Lesauvage- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/10/2014
Re: Edén ● Privado
Cuando Brandon se acercó completamente al muchacho, tuvo la oportunidad de reparar en él más detalladamente. Era un apuesto muchacho rubio, de formas delicadas, algo delgado, pero con una fisionomía bonita. Su rostro expresaba un atisbo de tristeza, pero no podía equipararse a su ternura. El joven se posó sobre sus brazos para mirar mejor al inglés, y ello hizo que Brandon sonriera.
—Buenas noches.
Al igual que había hecho Brandon, ahora era Bastian quien observaba el cuerpo del primero, así que él, de forma casi inconsciente, siguió mirándolo, perdiéndose en los ojos del muchacho y en el rumor de las olas que estaban a su espalda. Después sonrió. Ambos estaban saltándose su turno de trabajo, como había supuesto antes, aunque no lo juzgaba… a veces es necesario saltarse un poco las reglas para ser uno mismo.
—La verdad es que me vendría bien descansar —dijo Brandon, aceptando la invitación del muchacho.
Observaron juntos la puesta del Sol. A Brandon siempre le había parecido algo mágico. Primero, los tonos dorados se desvanecían en las aguas, tornando las olas del color del oro puro para, momentos después, tomar tonos anaranjados. Después, y antes de que la oscuridad invadiera todo, los tonos rosados empezaron a invadir el mar y la arena. Y el final, oscuridad y miles de puntitos blancos y una luna tímida que emergía majestuosa con su luz plateada.
—No cabe duda de que es uno de los lugares más bellos que he visto nunca… —dijo él cuando su acompañante le habló —. Yo me llamo Brandon.
Le estrechó la mano con fuerza, dedicándole una bonita sonrisa. No pudo evitar ver que había algún tipo de preocupación en el rostro de Bastian, una sombra que le robaba parte del brillo de su mirada. No obstante, y como apenas lo conocía, no quiso preguntarle. Ambos se hundieron en sus pensamientos, dejando el tiempo pasar mientras la luna subía lentamente hacia la bóveda celeste para reinar allí donde el Sol había sido el señor durante el día.
Y, por fin, Bastian volvió a hablar. Cuando lo hizo, Brandon lo miró fijamente a los ojos. Esta vez no sonreía, pero su expresión era simpática, invitándolo al diálogo.
—Creo que ambos nos dedicamos a lo mismo… en el mismo sitio —dijo él sonriendo con timidez y pasando su mano derecha por su pelo —. Aunque no estoy seguro, no suelo hablar con los compañeros. No obstante, contigo estoy dispuesto a hacer una excepción.
Sonrió ahora con picardía y dio un leve golpecito en el brazo de Bastian. La verdad es que, a pesar de que en la mayor parte del tiempo había reinado el silencio, Brandon se sentía bastante a gusto con él. Ambos se miraron a los ojos entonces, observándose con atención, estudiando no solo sus cuerpos… sino también sus almas.
Fue entonces cuando el inglés acortó la distancia que separaba ambos cuerpos, rozando su piel con la de Bastian. Sonrió entonces.
—¿Cuál ha sido el motivo de su deserción esta noche, Bastian?
Volvió a sonreírle. Ahora sus rostros estaban bastante cerca, la noche había invadido el lugar y empezaba a correr una brisa fría que ponía la carne de gallina a Brandon. No obstante, la cercanía del cuerpo de Bastian agradaba y calentaba al inglés, que seguía sumergido en los ojos de su compañero.
—Buenas noches.
Al igual que había hecho Brandon, ahora era Bastian quien observaba el cuerpo del primero, así que él, de forma casi inconsciente, siguió mirándolo, perdiéndose en los ojos del muchacho y en el rumor de las olas que estaban a su espalda. Después sonrió. Ambos estaban saltándose su turno de trabajo, como había supuesto antes, aunque no lo juzgaba… a veces es necesario saltarse un poco las reglas para ser uno mismo.
—La verdad es que me vendría bien descansar —dijo Brandon, aceptando la invitación del muchacho.
Observaron juntos la puesta del Sol. A Brandon siempre le había parecido algo mágico. Primero, los tonos dorados se desvanecían en las aguas, tornando las olas del color del oro puro para, momentos después, tomar tonos anaranjados. Después, y antes de que la oscuridad invadiera todo, los tonos rosados empezaron a invadir el mar y la arena. Y el final, oscuridad y miles de puntitos blancos y una luna tímida que emergía majestuosa con su luz plateada.
—No cabe duda de que es uno de los lugares más bellos que he visto nunca… —dijo él cuando su acompañante le habló —. Yo me llamo Brandon.
Le estrechó la mano con fuerza, dedicándole una bonita sonrisa. No pudo evitar ver que había algún tipo de preocupación en el rostro de Bastian, una sombra que le robaba parte del brillo de su mirada. No obstante, y como apenas lo conocía, no quiso preguntarle. Ambos se hundieron en sus pensamientos, dejando el tiempo pasar mientras la luna subía lentamente hacia la bóveda celeste para reinar allí donde el Sol había sido el señor durante el día.
Y, por fin, Bastian volvió a hablar. Cuando lo hizo, Brandon lo miró fijamente a los ojos. Esta vez no sonreía, pero su expresión era simpática, invitándolo al diálogo.
—Creo que ambos nos dedicamos a lo mismo… en el mismo sitio —dijo él sonriendo con timidez y pasando su mano derecha por su pelo —. Aunque no estoy seguro, no suelo hablar con los compañeros. No obstante, contigo estoy dispuesto a hacer una excepción.
Sonrió ahora con picardía y dio un leve golpecito en el brazo de Bastian. La verdad es que, a pesar de que en la mayor parte del tiempo había reinado el silencio, Brandon se sentía bastante a gusto con él. Ambos se miraron a los ojos entonces, observándose con atención, estudiando no solo sus cuerpos… sino también sus almas.
Fue entonces cuando el inglés acortó la distancia que separaba ambos cuerpos, rozando su piel con la de Bastian. Sonrió entonces.
—¿Cuál ha sido el motivo de su deserción esta noche, Bastian?
Volvió a sonreírle. Ahora sus rostros estaban bastante cerca, la noche había invadido el lugar y empezaba a correr una brisa fría que ponía la carne de gallina a Brandon. No obstante, la cercanía del cuerpo de Bastian agradaba y calentaba al inglés, que seguía sumergido en los ojos de su compañero.
Brandon Amnell- Prostituto Clase Alta
- Mensajes : 79
Fecha de inscripción : 15/07/2015
Re: Edén ● Privado
Para ese entonces la escasa luz estaba marchándose en el horizonte y presumía unas bellas tonalidades que siempre le había gustado admirar. Nunca se imaginó que esta ocasión sería diferente, despedía un atardecer más en su vida, dando la bienvenida ahora al astro argento que cernía una tibia luz sobre ambos jóvenes. Permaneció quieto, a lado de un hasta entonces desconocido que quizás lejos de serlo, sería un pincel que le trazaría líneas nuevas en este lienzo vacío que hasta entonces estaba carcomiendo la poca fe que aún lo mantenía de pie.
–Un placer Brandon– respondió al gesto de su acompañante, quien en más de una ocasión se mostraba afable con Bastian.
La galantería en ellos representaba una sumatoria que se desarrollaba de forma sutil y natural. Las gesticulaciones en sus rostros tan solo representaban un mutuo cortejo que orillaba a continuar con la conversación evitando mostrar en primera instancia ese lado erótico que ambos poseían.
–Es demasiado bello para dejar de contemplarlo– asentó el berlinés.
La espesura del océano había relajado sus movimientos mostrando ahora su rostro más pacífico, un susurro apenas audible como fondo en la acuarela y el sin cesar tintineo de los diminutos astros que celosos del satélite luchaban por encontrar su propio brillo a lo largo y ancho de la oscuridad. Nuevamente ese acento grave en las aseveraciones del joven quien confirmaba con su última oración compartir la misma “profesión”. Bastian se limitó a suspirar.
–No estaba mal en mis deducciones– sonrió –admito que dude por unos segundos el haberle viso anteriormente–
Dicha complicidad crecía a cada segundo, en cada gesto que uno demostraba con el otro. Brandon era un tanto diferente, se limitó a clavar su mirada en cada detalle del rostro ajeno y verle, no solo se sintió embelesado por la lozanía de su piel, sino por ese misterio que ocultaba su semblante risueño. ¿Quién era él? Titubeó unos segundos y llevó ambas rodillas hacia su propio cuerpo abrazando las mismas con la desnudez de sus brazos en un intento por protegerse de las corrientes que se colaban de vez en cuando.
El repentino roce de su semejante le tomó desprevenido liberando un escalofrío en Bastian quien al volver la mirada se topó inevitablemente con un par de orbes cristalinos. El aliento de Brandon llegaba cálido sobre su rostro cuando profesó su pregunta, dando pauta a que una memoria moribunda resurgiera de su corazón.
–Existen momentos de júbilo, así como breves instantes de amargura que derriban nuestra entereza ¿No es asi?– Pausó –tan solo puedo decirle que esta noche necesito un espacio libre para no ceder en esa lucha personal–
No estaba dispuesto a abrirse del todo, al menos no por ahora. Sin embargo trató de forma escueta de explicar que esta noche significaba una recaída en su búsqueda. El aroma salino perfumaba su piel y al suspirar dicha esencia, sintió que liberaba parte de ese dolor.
–A juzgar por tu acento, no eres parisino ¿cierto? Yo soy berlinés. Múnich para ser exacto– confesó a media voz.
Patrice Lesauvage- Esclavo de Sangre/Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 05/10/2014
Re: Edén ● Privado
Brandon sonrió con el comentario de Bastian. Ambos se habían visto antes en el prostíbulo, pero tal vez ninguno reunió el valor necesario como para acercarse al otro y entablar una conversación. Era muy fácil entregarse en los brazos de un desconocido, hablar de lo que este quisiera y cumplir los deseos de quien pudiera pagar el precio. No obstante, lo que Brandon necesitaba… y lo que tal vez Bastian necesitaba, era un amigo.
Brandon, sin saber por qué, empezaba a sentirse extrañamente a gusto en compañía de aquel desconocido. Solo sabía su nombre, pero para el inglés era mucho más. Tal vez la soledad que invadía su alma siempre que se acordaba de la vida que lo habían obligado a dejar atrás lo empujaba a buscar nuevas amistades, nuevos conocidos… buscar consuelo en brazos ajenos.
A Bastian no pareció molestarle la proximidad de sus cuerpos, y cuando vio que el frío empezaba a hacer mella en su compañero, se pegó incluso más. Tanto que, al hablar, el aliento del chico chocaba con la boca de Brandon. Se sentía cómodo y, en cierta manera, seguro.
—Todos necesitamos no ceder en la lucha — dijo Brandon con un ligero tono de tristeza —.Aunque a veces, la lucha es todo lo que tenemos. No me imagino el día en el que la lucha se acabe… mi vida estaría completamente perdida sin ella —no dejaba de mirarlo a los ojos —. Creo que la lucha me matará. Pero moriré de igual manera si acaba.
Se había perdido en sus pensamientos más de lo que le hubiera gustado, y ello dio rienda suelta a su nefasta pronunciación. A pesar de llevar unos años ya en París, de vez en cuando de sus labios salían palabras en inglés, que hacían que incluso él se perdiera en las conversaciones.
—Yo soy inglés. Londres —dijo con una sonrisa — ¿Echas de menos tu hogar?
A decir verdad, cada mañana, cuando salía el sol, Brandon se acordaba de su amada Londres. Las calles, los rostros, el clima lluvioso… era algo que echaba mucho de menos. Aunque su nueva vida no estaba tan mal, él hubiera dado todo por un solo día en Londres. No obstante, aceptaba con determinación su nueva vida, su nueva condición.
—Si te soy sincero, no echo de menos Londres… no tanto como tal vez debería —dijo él —. Sí que lo añoro, pero no volvería. No si quiero ganar esa lucha interior.
Llevar tanto tiempo en la misma postura dejó a Brandon un poco agarrotado. Se estirazó un poco y pasó el brazo por detrás del cuerpo de Bastian. A decir verdad, él también tenía algo de frío, pero el contacto de su piel con la del berlinés le daba el calor necesario para seguir allí, observando el firmamento.
—Espero no estar sobrepasándome.
Le dedicó una mirada de disculpa, aunque no apartó su brazo de la espalda de joven ni dejó de mirarlo a los claros ojos que aún sostenían su mirada.
Brandon, sin saber por qué, empezaba a sentirse extrañamente a gusto en compañía de aquel desconocido. Solo sabía su nombre, pero para el inglés era mucho más. Tal vez la soledad que invadía su alma siempre que se acordaba de la vida que lo habían obligado a dejar atrás lo empujaba a buscar nuevas amistades, nuevos conocidos… buscar consuelo en brazos ajenos.
A Bastian no pareció molestarle la proximidad de sus cuerpos, y cuando vio que el frío empezaba a hacer mella en su compañero, se pegó incluso más. Tanto que, al hablar, el aliento del chico chocaba con la boca de Brandon. Se sentía cómodo y, en cierta manera, seguro.
—Todos necesitamos no ceder en la lucha — dijo Brandon con un ligero tono de tristeza —.Aunque a veces, la lucha es todo lo que tenemos. No me imagino el día en el que la lucha se acabe… mi vida estaría completamente perdida sin ella —no dejaba de mirarlo a los ojos —. Creo que la lucha me matará. Pero moriré de igual manera si acaba.
Se había perdido en sus pensamientos más de lo que le hubiera gustado, y ello dio rienda suelta a su nefasta pronunciación. A pesar de llevar unos años ya en París, de vez en cuando de sus labios salían palabras en inglés, que hacían que incluso él se perdiera en las conversaciones.
—Yo soy inglés. Londres —dijo con una sonrisa — ¿Echas de menos tu hogar?
A decir verdad, cada mañana, cuando salía el sol, Brandon se acordaba de su amada Londres. Las calles, los rostros, el clima lluvioso… era algo que echaba mucho de menos. Aunque su nueva vida no estaba tan mal, él hubiera dado todo por un solo día en Londres. No obstante, aceptaba con determinación su nueva vida, su nueva condición.
—Si te soy sincero, no echo de menos Londres… no tanto como tal vez debería —dijo él —. Sí que lo añoro, pero no volvería. No si quiero ganar esa lucha interior.
Llevar tanto tiempo en la misma postura dejó a Brandon un poco agarrotado. Se estirazó un poco y pasó el brazo por detrás del cuerpo de Bastian. A decir verdad, él también tenía algo de frío, pero el contacto de su piel con la del berlinés le daba el calor necesario para seguir allí, observando el firmamento.
—Espero no estar sobrepasándome.
Le dedicó una mirada de disculpa, aunque no apartó su brazo de la espalda de joven ni dejó de mirarlo a los claros ojos que aún sostenían su mirada.
Brandon Amnell- Prostituto Clase Alta
- Mensajes : 79
Fecha de inscripción : 15/07/2015
Re: Edén ● Privado
Poco a poco la distancia entre ambos jóvenes se reducía considerablemente. La mente de Bastian seguía siendo trastornada por las imágenes aleatorias que su pasado provocaba aún, seguía significando esa fragilidad intangible al mundo exterior, sin embargo la caricia cálida del inglés le sujetaba nuevamente a tierra. Sin mostrarse aburrido, escuchó con detenimiento la confesión de su compañero. Era cierto. Todos y cada uno de los chicos que trabajaban en el burdel de cierta forma compartían ese lazo de soledad. Las razones, muchas y diversas en cada historia. Falta de recursos económicos principalmente y el hecho de querer cristalizar un deseo, eran las principales causas por las cuales aún se mantenían en esa lucha en la que Brandon hacía hincapié.
–La batalla se pierde en el momento en que dejamos de luchar ¿Cierto?– soltó en un espacio para no irrumpir por completo las oraciones de su compañero.
Algo encantador resultaba en el inglés. La forma tan peculiar en la cual desgranaba las palabras, esa misma situación sucedía con Bastian. La gravidez de su acento recaía en las silabas fuertes. Sonrió radiante al verse atraído por esa particularidad en Brandon.
–Admito que de vez en cuando echo de menos algunas cosas– pausó, buscando ejemplos tentativos en su soledad que valieran la pena ser mecionados.
–Mi, hermano principalmente, el calor de la hoguera en las noches de invierno… – se detuvo en seco una vez más, los labios del berlinés desprendieron un suspiro que evocaba la efigie de aquel joven del cual se había enamorado perdidamente poco después del incidente con su padre –Y, la compañía de un viejo amigo– sonrió.
El sonido tenue del agua arrullaba sus sentidos y el galanteo de la brisa flotando a su alrededor obligo a Bastian a encoger un poco más las piernas. Descubrió que a pesar de la posible diferencia de edad y las nacionalidades, existía cierta empatía en el sentimiento de añoranza hacia sus raíces. Pues a pesar de mantener ese lazo hacia sus recuerdos, no estaba dentro de sus posibilidades el volver.
–Mirar hacia atrás, sería ceder ante esa lucha Monsieur, así que confío que no claudicará en ningún momento– respondió sonriente.
Un par de parpadeos bastaron para ser sorprendido nuevamente por el abrazo cálido del joven. Sabía que no estaba correcto mostrarse tan confiado con un extraño, lo sabía por experiencias pasadas, incluso cuando fue atacado por uno de sus clientes.
–Descuida– fue lo único coherente que cruzó por su mente dejándose envolver por su compañero.
Volvió entonces su cuerpo helado para quedar frente a Brandon atreviéndose a perderse por completo en la claridad de esos ojos.
–Dígame Monsieur ¿Qué espera de Paris? –
Patrice Lesauvage- Esclavo de Sangre/Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 05/10/2014
Re: Edén ● Privado
A pesar de todas las veces que su cabeza había intentado mantenerlo alejado de cualquier signo de cariño o afecto por las personas con las que trataba día a día, Brandon estaba cada vez más cercano con Bastian. Tal vez era porque ambos tenían un pasado doloroso. Tal vez era por el momento que habían tenido, que en verdad había sido bastante romántico. O tal vez fuera porque Bastian lo miraba con unos ojos que eran capaces de derretir al inglés.
Suspiró con ligero alivio cuando su compañero mencionó ese pequeño descuida. Si bien era cierto que él estaba bastante a gusto, tampoco quería provocar que su acompañante se levantara y huyera despavorido por su culpa. No obstante, allí aguantó, cambiándose de posición para, ahora mirarlo a los ojos, de frente.
Se quedó unos segundos mirando a los ojos del joven. La pregunta le chocó. Sí que era cierto que Brandon había acabado en París porque sus hermanos lo querían lejos, porque le pagaron una vida lejos de allí y porque no quería tener que pelear con su propia familia. ¿Por qué París? Nunca lo había pensado.
—No sé —empezó el inglés —. Tal vez porque siempre vi París como un lugar mágico. Ya sabes… la ciudad del amor. Los artistas, las almas libres… nunca me he planteado el por qué he acabado en este sitio —dijo con una sonrisa —. Pero sé que ya no me quiero marchar de aquí.
Sin saber si hacía bien o no, se acercó al chico. Abrió las piernas hasta que Bastian quedó con la cintura ligeramente apresada en los muslos de Brandon. El inglés le dedicó una sonrisa pícara, mientras acariciaba la piel suave del berlinés.
—¿Y qué me dices de ti? —dijo tuteándolo ya — ¿Hay alguna respuesta a tu misma pregunta?
Casi sin querer, fue estrechando más su cuerpo con el del muchacho. Sus ojos brillaban con una intensidad que Brandon llevaba mucho tiempo sin ver. Esos ojos de una persona que, a pesar de haber sido derrotado, nunca llegó a rendirse. Esos ojos que indicaban que algo estaba a punto de explotar en su interior, y que invitaban a cualquiera a sumergirse en ellos…
Sin darse cuenta, Brandon dejó la mano en el vientre del muchacho mientras escuchaba la respuesta. Observaba los labios del joven, que a cada segundo que pasaba, se iban haciendo más apetecibles. No sabía qué tenía aquel chico, pero lo tenía. Evidentemente, era un chico guapo, y su cuerpo invitaba a ser recorrido por una retahíla de besos durante toda la noche. Pero no, no era eso. A Brandon lo atraía algo más que no llegaba a entender.
—Supongo que este sitio es especial a su manera… —dijo él cuando terminó el joven de hablar —aunque cualquier cosa… cualquier momento… puede ser mágico y especial… ¿no crees?
Brandon sabía que había hablado como un niño pequeño en ese momento. Había cuidado palabra por palabra cada una de las cosas que dijo, haciendo que su bajo conocimiento del idioma se acentuara más… pero el joven no solo estaba ante su mirada. Se mantenía dentro de su cabeza.
—Tal vez deba pedir disculpas por esto…
Brandon posó los labios en los de Bastian con suavidad, mientras acariciaba su nuca con los dedos de la mano, jugueteando con su pelo. No quiso agobiarlo, así que después de unos segundos, se separó de él.
—Pero me moría de ganas por hacerlo.
Suspiró con ligero alivio cuando su compañero mencionó ese pequeño descuida. Si bien era cierto que él estaba bastante a gusto, tampoco quería provocar que su acompañante se levantara y huyera despavorido por su culpa. No obstante, allí aguantó, cambiándose de posición para, ahora mirarlo a los ojos, de frente.
Se quedó unos segundos mirando a los ojos del joven. La pregunta le chocó. Sí que era cierto que Brandon había acabado en París porque sus hermanos lo querían lejos, porque le pagaron una vida lejos de allí y porque no quería tener que pelear con su propia familia. ¿Por qué París? Nunca lo había pensado.
—No sé —empezó el inglés —. Tal vez porque siempre vi París como un lugar mágico. Ya sabes… la ciudad del amor. Los artistas, las almas libres… nunca me he planteado el por qué he acabado en este sitio —dijo con una sonrisa —. Pero sé que ya no me quiero marchar de aquí.
Sin saber si hacía bien o no, se acercó al chico. Abrió las piernas hasta que Bastian quedó con la cintura ligeramente apresada en los muslos de Brandon. El inglés le dedicó una sonrisa pícara, mientras acariciaba la piel suave del berlinés.
—¿Y qué me dices de ti? —dijo tuteándolo ya — ¿Hay alguna respuesta a tu misma pregunta?
Casi sin querer, fue estrechando más su cuerpo con el del muchacho. Sus ojos brillaban con una intensidad que Brandon llevaba mucho tiempo sin ver. Esos ojos de una persona que, a pesar de haber sido derrotado, nunca llegó a rendirse. Esos ojos que indicaban que algo estaba a punto de explotar en su interior, y que invitaban a cualquiera a sumergirse en ellos…
Sin darse cuenta, Brandon dejó la mano en el vientre del muchacho mientras escuchaba la respuesta. Observaba los labios del joven, que a cada segundo que pasaba, se iban haciendo más apetecibles. No sabía qué tenía aquel chico, pero lo tenía. Evidentemente, era un chico guapo, y su cuerpo invitaba a ser recorrido por una retahíla de besos durante toda la noche. Pero no, no era eso. A Brandon lo atraía algo más que no llegaba a entender.
—Supongo que este sitio es especial a su manera… —dijo él cuando terminó el joven de hablar —aunque cualquier cosa… cualquier momento… puede ser mágico y especial… ¿no crees?
Brandon sabía que había hablado como un niño pequeño en ese momento. Había cuidado palabra por palabra cada una de las cosas que dijo, haciendo que su bajo conocimiento del idioma se acentuara más… pero el joven no solo estaba ante su mirada. Se mantenía dentro de su cabeza.
—Tal vez deba pedir disculpas por esto…
Brandon posó los labios en los de Bastian con suavidad, mientras acariciaba su nuca con los dedos de la mano, jugueteando con su pelo. No quiso agobiarlo, así que después de unos segundos, se separó de él.
—Pero me moría de ganas por hacerlo.
Brandon Amnell- Prostituto Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/07/2015
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